Por Karl A. Immervoll
Consiliario federal del Movimiento Obrero Católico de Austria
El 15 de mayo de 1891,
el papa León XIII publicó la Encíclica
Como Iglesia, era la
voluntad de mirar hacia un nuevo futuro en el que se anunciaban fuertes cambios
económicos, sociales, políticos, espirituales y culturales. En este Año Jubilar
de 2021, echamos la mirada a esos 130 años de historia.
La publicación de la
encíclica Rerum novarum del papa León XIII se considera el nacimiento de la
Doctrina Social Católica. Pero como es habitual en los nacimientos, tuvo una
larga “gestación”.
El siglo XIX estuvo
lleno de sobresaltos: hasta entonces, la mayor parte de la población vivía de
la agricultura y, una parte menor, del comercio. La invención de la máquina no
solo condujo a la separación del trabajo y el capital, sino también a la
concentración de los trabajadores. Esto supuso una gran convulsión económica,
seguida de una social.
Por un lado, era
posible una mayor libertad, pero al mismo tiempo, para muchos, esto significaba
rendirse al “capital”. Políticamente, la revolución de 1848 tuvo un efecto, que
trajo la libertad para los ciudadanos, pero no en relación con la convivencia
general. Poco ha cambiado para el proletariado. Por último, el cuarto cambio
afectó a la vida espiritual-religiosa. Para muchos la moral de la Iglesia era
el paternalismo. Los esfuerzos demócratas se opusieron a la Iglesia.
Ferdinand Lassalle fundó
la Asociación General de Trabajadores Alemanes en 1863. Por parte de la
Iglesia, en la Conferencia Episcopal de Fulda de 1869, el obispo Wilhelm
Ketteler exigió la formación del clero en la cuestión obrera. Ya en 1864
publicó un artículo: La cuestión obrera y el cristianismo. Reconoció que “el
hombre se enfrenta ahora a la máquina que trabaja día y noche con muchos
caballos de fuerza”. Para él, la cuestión social era también una cuestión sobre
la que la Iglesia debía tener una opinión. En 1870, él y otros 7 obispos
introdujeron una moción en el Concilio Vaticano I que decía: “…los trabajadores
de mentalidad religiosa levantan los ojos y las manos hacia la Madre Iglesia
con la esperanza de que restaure las leyes del amor y la justicia cristianos…
en la sociedad”. El Concilio se disolvió antes de tiempo, por lo que no se
realizó ninguna votación.
León XIII estuvo muy
influenciado por las obras de Ketteler. Para él, “sin la ayuda de la religión y
de la Iglesia no podría haber una solución a la confusión del momento”. Pero
podría ser “el silencio una violación de nuestro deber” (n. 13). La Rerum
novarum es una respuesta largamente esperada a los acontecimientos de la época,
un programa para el principal grupo social más afectado por la Revolución
Industrial, es decir, los obreros. La cuestión salarial es un imperativo de
justicia. Los salarios deben mantener a las familias (n. 10). León XIII
defiende la propiedad privada, pero también advierte contra la riqueza
excesiva. Ve cómo “algunos excesivamente ricos imponen un yugo casi servil a
una masa de desposeídos” (n. 2). Es un deber “dar limosna de la propia
abundancia a los hermanos necesitados” (n. 19). Así, se opone al socialismo,
que quiere poner todos los medios de producción en manos del Estado. Pero también
habla en contra del liberalismo, que se opone a toda injerencia del Estado.
El Estado tiene la
tarea de apoyar a aquellos cuya existencia no es segura (n. 29). Por ello,
reclama una legislación estatal que proteja a los trabajadores. Al mismo
tiempo, León XIII sabe que el poder de la Iglesia es limitado y quiere que los
trabajadores se ayuden a sí mismos. El papa León les reconoce el derecho de
libre asociación (n. 38).
En 1891, la Rerum
novarum marcó un hito en el debate de la cuestión social.
(Fuente: Diócesis de
Málaga, 17-5-21)