Siervo de Dios Enrique Shaw

Homilía de monseñor Santiago Olivera, obispo Castrense, en la misa por el nuevo aniversario de la Pascua del siervo de Dios Enrique Shaw (27 de agosto de 2019)

(Nació el 26 de febrero de 1921, falleció en Buenos Aires el 27 de agosto de 1962)

Una vez más tenemos la gracia de reunirnos para celebrar la Misa, recordando al querido Siervo de Dios, Enrique. Sin duda no sólo un modelo para todos, sino de una vigencia extraordinaria ya que su vida fue una vida entregada en el mundo de la empresa sin egoísmos y con sincera búsqueda de ser un empresario cristiano.

Hoy con toda la Iglesia hacemos memoria de una gran santa como es Santa Mónica. Ella nos anima con el ejemplo de su vida a perseverar en la oración para pedir aquellas cosas que a todos nos acerquen más a Dios. Ella supo rezar y hasta llorar por la conversión de su marido, Patricio y de su hijo Agustín, que estaban lejos de la “vida verdadera” porque no conocían bien a Jesús. Mónica es modelo hoy, para que confiados podamos pedir con insistencia por nuestra Patria, por cada hermano y hermana nuestra, por los que más sufren, por los que tienen en su poder mayores decisiones, por los que pueden hacer mayores esfuerzos para campear estos tiempos con menor dificultad, podemos pedir para que a todos nos de un corazón más atento al otro, más generoso y menos egoísta y construir verdaderamente una Patria fraterna. Le podemos pedir a Santa Mónica que nos ayude a hacer realidad en cada uno de nosotros lo que Monseñor Derisi dijo del siervo de Dios en el día de su sepelio: “nunca supo decir que no para el bien”

Esta Misa la rezamos en un nuevo aniversario de su Pascua, del tránsito hacia la vida verdadera. Enrique murió muy joven, pero pudo en estos pocos años dejarnos grandes enseñanzas. Su enfermedad la asume con resignación cristiana, porque la fe ilumina que la misma es certeza de cielo. En los momentos más difíciles o de mayor prueba es donde se nos da la oportunidad de verificar la hondura de nuestra fe, se nos da la posibilidad de comprobar en donde, cómo o en quien estamos cimentados.

Es bueno y edificante escuchar lo que él compartió:

“El cielo es también un lugar de actividad, de plenitud, de unidad, de intercambio, o sea de caridad. Para la mayoría de la gente que temen la muerte, Dios es una abstracción. Para mi constituyó y constituye una realidad más intensa que todas las realidades terrestres y que me dice: ¡Ven! Y yo le contesto: Habla, Señor, tu siervo te escucha. A lo cual me manifiesta: Te he llamado porque eres mío. Y entonces todo desaparece y sólo quedamos Dios y yo. Las luces fuertes enceguecen de tal modo que resulta difícil explicarlas, pero la explicación esencial es que Dios me llama y que la vida cristiana es la Eternidad comenzada en nuestra alma sobre la tierra para llegar en el cielo a la unidad completa con Dios”

La Eucaristía que celebramos año tras año recordando su muerte, nos renueva en la oración sincera y perseverante para pedirle al Señor la gracia de la pronta 'Beatificación y Canonización de Enrique para Gloria de Dios. Y lo pedimos porque estamos convencidos que los santos son faros que iluminan nuestros pasos, son reflejo de la Luz del Señor. Los santos son hombres de su tiempo, como cada uno de nosotros, bautizados que vivieron en serio su vocación bautismal. El siervo de Dios invitaba en sus reflexiones a creer de verdad que somos la luz del mundo, y sabía que esa luz se podía manifestar siendo santos. Sabía y así lo compartía que la mejor manera de difundir el Evangelio era viviéndolo. Y lo intentaba vivir en su familia, en su trabajo, en la empresa. Lo deseo desde chico, lo profundizó en sus años vividos.

Cuanto más conozco la vida de Enrique más me entusiasma. Y confieso que me invita a trabajar para que además de buscar la propia santidad pueda ayudar al pueblo confiado a mi cuidado pastoral a transitar por estos caminos de vidas entregadas y ofrecidas, a avivar el deseo de la santidad que es configurarse con Jesús, amar, sentir, pensar como Jesús. Como Enrique que deseaba que Cristo reine en él, en su familia, en la familia grande, en las empresas donde trabajaba, en la Patria, en la Iglesia.

La patria necesita, -nos compartió el Cardenal Amato cuando presidió aquí en Argentina la Misa en agosto de 2016 -, ciudadanos honestos y buenos cristianos. Y hoy lo sabemos, en estos tiempos difíciles los cristianos estamos llamados a poner el hombro y saber hacer renunciamientos que contribuyen a hacer más agradable la vida de los demás.

En esta coyuntura histórica y entre las muchas deudas en que vivimos los argentinos, podemos escuchar las enseñanzas de nuestro siervo de Dios, Enrique Shaw sobre el trabajo, "...el cristianismo señala la eminente dignidad del trabajo en función de la vocación divina de la humanidad; el trabajo no es un fin en sí mismo, sino que debe favorecer el desarrollo del hombre, del mundo y del Reino de Dios. Y la deuda que no pocas veces hablamos está en que debemos recuperar la cultura del trabajo y del esfuerzo, porque el cristianismo considera que el trabajo: perfecciona al hombre, en su cuerpo y en su alma, desarrollando su personalidad y disciplinando sus facultades intelectuales y morales, presta un servicio a la humanidad, no sólo porque con su trabajo cada hombre colabora al bien común, sino porque es un factor de unión entre los hombres, sabemos también que el mismo es dominio de la materia en colaboración con Dios, pues por medio del trabajo el hombre domina la materia y 'humaniza' la tierra...y si el hombre lo ejecuta con recta intención y la gracia de Dios, es servicio de Dios y colaboración con El en su obra redentora.

Hemos escuchado en el Evangelio las críticas del Señor a las actitudes hipócritas de los escribas y fariseos. La clave de la enseñanza de Jesús es la unidad de la vida, la observancia de lo exterior debe responder a una rectitud interior. Hay que estar atentos a no caer en esta posibilidad, esto es de una vida falsa o superficial, los hombres y mujeres de Dios nos recuerdan y animan a transitar los caminos sin doblez, y aun sabiéndonos frágiles y pecadores posibles de vivir en santidad. Purificar el interior de la copa significa convertir el corazón al cumplimiento de esos puntos esenciales de la ley que Jesús acaba de recordar, “vivir la justicia, la misericordia y la fidelidad”. Esta es la obediencia de la fe que Dios quiere de nosotros. Enrique ha sido fiel y honesto, por eso pudo iluminar y puede iluminarnos a los hombres y mujeres de hoy. La conversión del corazón y las victorias interiores terminan siempre por mejorar la conducta del hombre.

Podríamos decir por lo que conocemos de la vida de Enrique y sin equivocarnos, que el Siervo de Dios que hoy nos reúne en torno a esta Eucaristía pudo experimentar con el Apóstol los sentimientos de entrega y amor por su gente. Como hemos escuchado recién en la primera lectura, Pablo les expresa a los cristianos de Tesalónica: “sentíamos por ustedes tanto afecto, que deseábamos entregarles, no solamente la Buena Noticia de Dios, sino también nuestra propia vida: tan queridos llegaron a sernos”. Enrique Shaw, amó a los suyos al estilo cristiano, al estilo paulino, sin reservas. Su amor a Dios se hacía visible em su amor concreto a sus prójimos, a su familia, a sus amigos, a todo hombre o mujer, dirigentes u obreros. Dando y dándose.

Seguimos rezando por su glorificación, pero sobre todo renovemos nuestro deseo de imitarlo, y unamos nuestros corazones a los suyos, porque los suyos están unidos a los mismos sentimientos de Jesús: Enrique nos decía: “Jesús no quiere comerciantes: puede ser que me pida todo, puede ser que no me pida nada, lo que sí me pide es que esté dispuesto a todo.”

A María, a quien Enrique quería y tenía trato cercano con ella, le pedimos junto con él, “luz, fuerza y fidelidad a la Iglesia, sin la cual no podemos cumplir una auténtica función social.”


Instituto Hugo Wast


El Instituto Hugo Wast es una asociación destinada a perpetuar la memoria de Gustavo Martínez Zuviría ilustre católico, notable escritor, fervoroso patriota, estadista constructivo y ejemplar padre de familia, cuyo seudónimo de Hugo Wast se universalizó a través de su fecunda labor literaria.

De acuerdo con su Estatuto, la entidad procura por todos los medios enaltecer y difundir el nombre de su Patrono, especialmente por los siguientes:

a) Promoviendo el conocimiento de su vida y de su obra.
b) Difundiendo sus trabajos literarios a través de la cátedra, de la prensa, del cine, de la televisión y de conferencias y exposiciones públicas.
c) Otorgando becas y auspiciando concursos literarios y artísticos acerca de su obra o sus asuntos, la de aquellos autores que sostienen una inspiración semejante.
d) Fomentando entre los jóvenes con vocación el amor y el estudio de los buenos autores hispanoamericanos.
e) Gestionando ante las instituciones oficiales y privadas su auspicio y ayuda para la realización de conferencias, publicaciones, certámenes y exposiciones referentes al titular y a otros autores cuya labor esté relacionada con la de aquél.
f) Procurando que los altos ideales que animaron la existencia del gran escritor argentino permanezcan y se expandan, para ejemplo de las nuevas generaciones.

g) Estableciendo filiales en el interior y en el exterior.


Eric Voegelin - Julio Meinvielle y la gnósis

Alberto Buela (*)


Ambos autores están de acuerdo en afirmar que la identificación de la esencia de la modernidad coincide con el avance del gnosticismo, que no es otra cosa que la inmanentización de la idea cristiana de redención.
Voegelin (1901-1985) parte del concepto de “religiones políticas” para referirse a los movimientos de corte totalitario como el fascismo, el nacionalismo, el comunismo y el progresismo, un totalitarismo democrático, que ven lo divino en la nación, la raza, en la clase, el pueblo o la humanidad. “Ello provoca la secularización de espíritu que se torna exclusivamente mundano cuando se separa de sus raíces de la religiosidad.”[1]

Para Meinvielle (1905-1973) el Dios trascendente al mundo queda eclipsado progresivamente por estos nuevos dioses intramundanos. Con lo cual se invierte el sentido de la historia y así, la historia profana deja de estar al servicio de la historia sacra o metahistórica.

Lo que caracteriza a la doctrina cristiana es lo inmutable y metahistórico en tanto que “la gnosis se funda en el cambio puro, que recibe los nombres de evolucionismo, historicismo, dialectismo o progresismo”.[2]

Ambos autores se apoyan en una infinidad de autores antiguos y modernos de los que se destacan dos: el judío Gershom Scholem y el católico Claude Tresmontant. Uno estudia la Cábala y sus orígenes y el otro la metafísica bíblica y el nacimiento de la filosofía cristiana.
Voegelin intenta esbozar más que una filosofía de la historia una teoría de la historia según la cual ante la disolución del Sacrum Imperium y la descomposición de la cultura comunitaria cristiana y la crisis del mundo occidental que la acompaña se produce el ascenso de las “religiones políticas” que son un sucedáneo falso de la genuina religiosidad popular.

Meinvielle, por su parte, intenta más que una teología de la historia una teología política, centrándose en la cábala como quita esencia de expresión de la gnosis moderna. Aun cuando distingue entre una interpretación cristiana y válida de la cábala e interpretaciones naturalistas, ocultistas y judeo-masónica-diabólicas de la misma.
Para ello realiza un recorrido pormenorizado del gnosticismo y de la cábala a través de los filósofos y pensadores desde los Padres de la Iglesia hasta el presente.

Voegelin, por su lado, lo hace exhaustivamente con tres pensadores Marx, Nietzsche, Hegel y Heidegger a los que les endilga la prohibición del cuestionamiento, el fenómeno de la prohibición de la pregunta. La pregunta sobre lo real, pues para ellos la realidad es lo  que ellos sostienen.  
Así Marx es un gnóstico especulativo para quien la naturaleza en su despliegue engendró al hombres y éste por medio de su trabajo- la técnica y la industria- convierte a la naturaleza en historia humana, de ahí, que “toda la historia universal no es otra cosa que el proceso por el cual el hombre se engendra a sí mismo a través del trabajo humano”[3]
En el caso de Nietzsche al sostener que la génesis del acto moral está en su opuesto- el cristiano con su moral de esclavo no puede realizar actos nobles, de ahí que propugne su opción por los débiles- donde “el pensador gnóstico realiza, de hecho, un embuste intelectual, y sabe que lo hace”[4], pues su revuelta es contra el saber más elevado. Y así como Marx no permitía que nadie interfiriera en el juego de sus equivocidades, Nietzsche se niega a interrumpir el juego de sus máscaras.
En el caso de Hegel, el gnóstico construye un sistema para apoderarse del ser, cuando el esfuerzo del filósofo, por el contrario, es conocer el orden del ser y ponerse a tono con él. “el sistema es una forma gnóstica del pensar, no una filosófica”.[5]

Heidegger el gran gnóstico de nuestra época…basándose en el significado del término griego parusía interpreta el ser como presencia…no ha de comprenderse estáticamente como sustancia sino algo que viene a la presencia, como un aparecer”.[6]

Al sostener que el ser es insustancial y limitado a la inmanencia incorpora dos rasgos indubitables del pensamiento gnóstico.
Meinvielle se ocupa de muchos más filósofos y teólogos, pero si nos limitamos solo a los cuatro que trató Voegelin, va a sostener que la gran ley de la historia o la profecía de Marx es el paso del capitalismo al comunismo a través de la dialéctica materialista de la historia donde toda trascendencia está clausurada.
Nietzsche al afirmar que nuestro gusto y no los argumentos deciden contra el cristianismo, entonces afirmamos que Dios ha muerto porque nosotros lo matamos. La muerte de Dios es un hecho querido por el hombre. Todo y el Todo es una gran inmanencia. El ser no es, solo en devenir es. El trasfondo de la santidad es un el muy poco santo de instintos y rencores.

Al respecto afirma el eximio filósofo Eugen Fink (1905-1975), gran conocedor de Nietzsche: “Lo fundamental de la interpretación psicologizante y sofística de N. consiste en interpretar la genealogía de la moral desde su contrario”.[7]

En Hegel, Dios o lo Absoluto no es un ser simple sino que se mueve diferenciándose por lo negativo. La creación es una alienación y un desarrollo de Dios y el mal entra dentro de la esencia divina. El filósofo debe revivir este proceso de alienación y de retorno a sí de la sustancia divina en la naturaleza y la historia. Y citando a Claude Tresmontant, Meinvielle afirma: “la idea de una alienación de la sustancia divina se encuentra en varios sistemas gnósticos: en el maniqueísmo, y en la gnosis judía de la Cábala”.[8]

El gran acierto de Heidegger es cuando centra la filosofía en la verdad del ser pero la línea gnóstico-cabalista la encuentra cuanto éste trata de determinar qué es el ser que trasciende los entes. Al encontrar inadmisible la idea de creación y la producción desde la nada pues “Si Dios produce desde la nada debe ponerse en contacto con la nada”[9] Al negar el concepto de creación cierra el camino racional de llegar a Dios y entonces inventa, bajo la influencia de Hölderlin, un camino gnóstico: lo sacro. El ser heideggeriano tiene “a la espalda a lo sacro”[10], esto es lo indeterminado, lo impersonal. Tesis típica de la gnosis cabalista.

Vimos como estos dos autores, uno alemán y otro argentino, que en un espacio de tiempo común – entre los años 50 y 70-, han trabajado un mismo tema: la gnosis cabalista y su influencia en el pensamiento contemporáneo.
Claro está, que el europeo no conoció ni supo de la existencia del argentino[11], como es habitual, en tanto que éste valoró y leyó a aquél. Prueba de ello nos lo da el largo comentario que Meinivelle realiza sobre Voegelin: “uno de los pensadores más advertidos en política de la actualidad” [12]
Nosotros en Argentina tenemos uno de los más significativos investigadores internacionales sobre el gnosticismo, Francisco García Bazán, estaría bueno que algún día nos regalara una meditación, aunque sea breve, sobre este tema.

(*) arkegueta, aprendiz constante o eterno comenzante






[1] Voegelin, Eric: Las religiones políticas, p. 6
[2] Meinvielle, Julio: De la cábala al progresismo, Ed. Epheta, 1994. p. 5.  Primera edición  de 1970. Existen ediciones en francés y en italiano.
[3] Marx, Karl: Dir Historische Materialismus, Landshut und Mayer, Leipzig, 1932, p. 333
[4] Voegelin, Eric: Ciencia, política y gnosis, Ed. Hydra, Buenos Aires, 2009, p. 102
[5] Op.cit ut supra: p. 113
[6] Op.cit.ut supra: p. 119
[7] Fink, Eugen: La filosofía de Nietzsche, Alianza, Madrid, 1966, p.64
[8] Tresmontant, Claude: La metaphysique du christianisme, p. 743
[9] Heidegger, Martín: Qué es metafísica, Ed. Nova, Buenos Aires, 1963, p 75
[10] Heidegger, Martín: Carta sobre el humanismo. Ed. Taurus, Madrid, 1966, p.37
[11] Aun cuando Meinvielle estuvo en Nueva York por una conferencia junto con el chino Lin Yutang, autor de Una hoja en la tormenta. Donde no pasó inadvertido pues en un reportaje en el New York Time afirmó, siguiendo a San Pablo que “los judíos son hijos del Diablo”, lo que provocó un estruendoso escándalo en el propio diario, sabido de la colectividad.
[12] Meinvielle, Julio: Op. cit. p. 220

Se encuentra una carta que arroja nueva luz sobre el llamado "Caso Galileo"

por Carlos Prosperi



Un investigador de post doctorado de la Universidad de Bérgamo, en Italia, llamado Salvatore Ricciardo, descubrió en 2018 una interesante carta de Galileo Galilei, cuando estaba investigando algunos de sus documentos en un estudio para la Royal Society de Londres, lo que ha sido motivo de un artículo reciente, del 18 de agosto de 2019. (Redacción BBC News, 2019).

El llamado “Caso Galileo” es reiteradamente utilizado por los materialistas y cientificistas como paradigma de la intolerancia por parte de la Iglesia Católica y de la Inquisición hacia el desarrollo científico. Como resultado de repetir mentiras y exageraciones hasta que sean tomadas por verdades, no faltan incluso personas cultas que hasta creen que Galileo fue condenado y muerto en la hoguera solamente por afirmar que la Tierra es la que se mueve alrededor del Sol. (Prosperi, 2015).

La verdad histórica es que Galileo era un ferviente católico que nunca abandonó su fe, vivió hasta su ancianidad en la residencia de su Obispo, e incluso una de sus hijas era monja. Todo ello se ve ratificado en esta reciente carta de su autoría.
Por supuesto que nunca fue condenado a muerte ni sufrió ninguna clase de tortura. Siempre sostuvo que: “Las Sagradas Escrituras y la naturaleza proceden ambas del logos de Dios”, y por lo tanto: “No puede haber contradicciones entre la Biblia y el Libro de la Naturaleza, ya que Dios es el autor de ambos textos”.
El verdadero problema nunca fue el haber defendido el heliocentrismo en contra del geocentrismo, cosa que ya había enunciado Copérnico casi un siglo antes sin haber tenido ningún problema con la Iglesia.

Esta carta descubierta recientemente pero escrita en diciembre de 1613, iba dirigida a un pupilo suyo de nombre Castelli, a quien ayudó con su influencia para ingresar a la Universidad de Pisa. Castelli defendió la teoría de Copérnico ante unos nobles y docentes muy influyentes en la sociedad de su tiempo (no ante clérigos) que se oponían a la misma, lo cual le trajo algunos problemas. (Redacción BBC News, 2019).
En dicha carta Galileo escribe que la Biblia nunca fue un libro sobre Filosofía Natural, como se llamaba entonces a las ciencias, y que no explica cómo funciona el mundo desde el punto de vista de la Física o la Astronomía sino que se ocupa de las cuestiones relativas a la Fe y a la salvación de las almas.

Agrega también en la misma que: "Las Sagradas Escrituras no pueden errar, pero sí sus intérpretes, especialmente si siempre se basan en el significado literal de las palabras". Esto resultó molesto para los inquisidores y teólogos de su época, que se sentían desautorizados en cuestiones doctrinales, y con argumentos provenientes de un laico. Por lo tanto la cuestión de fondo, es decir el geocentrismo, no era lo que verdaderamente se estaba discutiendo ni mucho menos condenando, sino el orgullo herido de aquellos poderosos que se sentían cuestionados.

Dice la nota de la BBC (2019): “Fueron algunos profesores en Roma, no los clérigos, quienes se disgustaron con estas teorías que contradecían el tradicional geocentrismo. Otros empezaron a sentir celos de toda la atención que estaba recibiendo. Galileo, quien nunca fue la persona más diplomática, tendía a burlarse de los que no opinaban como él”.
Y agrega más adelante: “Explicó que tanto la ciencia como las Sagradas Escrituras son verdades y nunca se pueden contradecir. No obstante, es menester de los intérpretes de la Biblia encontrar el significado de las palabras que mantengan esas verdades en concordancia”.

En la misma nota, Mary Jane Rubenstein, profesora de religión en la Universidad Weselyan de Connecticut, Estados Unidos, declara que: "La idea de que la religión es en realidad una opositora retrógrada, autoritaria e irracional de la ciencia realmente viene de finales del siglo XIX". Efectivamente, esta ideología cientificista y anticatólica surge como consecuencia de una campaña difamatoria promovida por el Protestantismo, especialmente el Anglicanismo británico y las logias masónicas escocesa e inglesa. Por eso la profesora agrega después: "Realmente era la batalla entre el catolicismo y el protestantismo transferida a un conflicto entre lo secular y lo religioso".

Sostiene también Rubenstein: "Pienso que lo que Galileo decía no era tanto que la religión no tenga cartas en el asunto del mundo físico, sino que las Escrituras Sagradas no las tienen"…"Afortunadamente, Dios no nos da solo las escrituras, Dios también nos da la naturaleza para que la estudiemos como un libro... y para que a través del estudio de la naturaleza podamos aprender más sobre la constitución divina del universo". (Redacción BBC News, 2019).

Santo Tomás diferenció muy bien en la Suma Teológica los conocimientos teológicos y los científicos, que consideró complementarios y de ninguna manera antagónicos. Explicaba que la ciencia se desarrolla en el ámbito de las causas segundas, y en cambio el estudio de las causas primeras corresponde a la teología: “Por ello, el conocimiento de las cosas divinas recibe el nombre de sabiduría. Y el conocimiento de las cosas humanas se llama ciencia, nombre común que implica la certeza de juicio, apropiado al juicio obtenido mediante las causas segundas. Por consiguiente, tomado así el nombre de ciencia, es un don distinto del don de sabiduría. De ahí que el don de ciencia verse sólo sobre las cosas humanas o creadas”. (2-2 q.9 a.2).

Esa diferenciación procede en sus orígenes de Aristóteles, quien delimita los campos de acción de las Ciencias Naturales y de la Filosofía, respetando la autonomía de cada disciplina dentro de su ámbito de aplicación. (Gilson, 1981; Losee, 1979).

En palabras de Juan Pablo II: “La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad, y en definitiva de conocerle a Él, para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo” (Juan Pablo II, 1998).

La Iglesia no sólo nunca se opuso al estudio de la ciencia y las disciplinas racionales, sino que fue la institución que más las promovió, contrariamente a lo que se ha instalado como si fuera una verdad dogmática en la sociedad actual.
El monje inglés Alcuino, en el siglo XVIII, y luego Eginardo y Paulo Diácono, adelantaron un antecedente del Renacimiento mediante la promoción de planes de estudio inspirados en las entonces conocidas como “las siete artes liberales” que a su vez comprendían el trivium, que abarcaba disciplinas como retórica, gramática y dialéctica, y se complementaba con el quadrivium, que comprendía disciplinas científicas como geometría, astronomía, aritmética y música. (Abbagnano, 1969).

Fue la Iglesia la que fundó las primeras universidades del mundo, para difundir el saber universal, tales como las de Bolonia en 1088, París en 1150 y Oxford en 1167, y para el Siglo XVI había en la Europa de entonces unos setenta establecimientos educativos superiores, en los que enseñaban figuras de renombre como Robert Grosseteste, Duns Scoto, Roger Bacon,  San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino, entre los más destacados maestros de la Escolástica. (Prosperi, 2017).

Está claro que Galileo fue amonestado por la Inquisición, pero no por sus teorías astronómicas, sino por otras cuestiones más egoístas que la misma Iglesia se ocupó de explicar, junto con el debido pedido de disculpas y el levantamiento de su condena.
También es verdad que la Inquisición cometió muchos errores, como cualquier institución humana, motivada a veces por intereses políticos, los que fueron a posteriori corregidos por la misma Iglesia, como por ejemplo la condena a Santa Juana de Arco.
Pero ello de ninguna manera justifica que se pretenda instalar la idea falsa de que el Magisterio de la Iglesia está en contra de la razón o del conocimiento científico.


Bibliografía Consultada

Abbagnano, N. y Visalberghi, A. 1969. “Historia de la Pedagogía”. Fondo de Cultura   Económica. México.
Gilson, E. 1981. “Elementos de Filosofía Cristiana”. Rialp. Madrid.
Juan Pablo II. 1998. “Carta Encíclica Fides et Ratio”. www.vatican.va
Losee, J. 1979. “Introducao Historica a Filosofia da Ciencia”. Ed. Univ.    De Sao Paulo.         Sao Pablo.
Prosperi, C. 2015. “Darwin y Santo Tomás. La evolución orgánica desde las Ciencias            Naturales, la Filosofía y la Teología”. Universidad Blas Pascal y Editorial        Advocatus. Córdoba.
Prosperi, C. 2017 “El Constructivismo en la Era de la Postverdad”. Editorial Académica          Española. Madrid.
Redacción BBC News. 2019. “La carta perdida de Galileo que cuestiona lo heroico que fue su desafío contra la Iglesia católica” Redacción BBC News, www.bbcmundo.com,
Santo Tomás de Aquino. “Suma Teológica”. www.hjg.com.ar.sumat.




Desconocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia

por Mario Meneghini

I. Introducción

1. La enseñanza y la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia forman parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Juan Pablo II, en la Centesimus Annus, habla del anuncio de la DSI; expresión llamativa porque implica analogarla al anuncio del Evangelio.“De esto se deduce que la doctrina social tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al hombre a sí mismo.” (CA, 54).
En esa encíclica, el Santo Padre manifestaba la esperanza de que al conmemorarse el centenario de la Rerum Novarum, surgiera un renovado impulso para el estudio, difusión y aplicación de la DSI en todos los ámbitos. Pero ya dos años antes, en Ecclesia in America (1999), consideraba que difundir esta doctrina constituía una verdadera prioridad pastoral, y que para ello sería muy útil una síntesis autorizada a modo de “Catecismo de la doctrina social católica”.

2. El Pontificio Consejo Justicia y Paz, presidido entonces por el Cardenal Van Thuan, elaboró en el 2000 una colección de textos del Magisterio denominado “Agenda Social”, de 200 páginas. Posteriormente, en octubre de 2004, presentó el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, que será, sin duda, una fuente de consulta, a semejanza del Catecismo. Sin embargo, debido a su extensión -500 páginas- resultará de mayor utilidad para especialistas y sacerdotes. Estimamos que sigue faltando un manual –Catecismo- que facilite, a todos los interesados, el acceso a la enseñanza social.
Por otra parte, como lo indica el nombre –compendio: síntesis, antología- no se trata de un documento en sí mismo, sino de una selección de párrafos de los principales documentos. Debe destacarse que, mientras el Catecismo de la Iglesia Católica fue aprobado por Juan Pablo II por la Constitución Apostólica Fidei Depositum, expresando: “Lo reconozco como un instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial y como norma segura para la enseñanza de la fe”, el Compendio solo está precedido por una nota del Secretario de Estado de la Santa Sede.

3. Debemos agregar la advertencia de Mons. Quarrachino, siendo Secretario General de la Conferencia Episcopal Latinoamericana: en nuestra época, con problemas cada vez más complejos, con un sentido religioso desleído, con una desesperante escasez de sacerdotes, “si la Iglesia quiere llegar a las estructuras del mundo, lo hará por el laicado o no lo hará”.

Si lo expresado es correcto, debemos reconocer que no hemos ni siquiera empezado la tarea, puesto que la DSI es ignorada por la mayoría de los laicos. Así lo manifiestan los Obispos argentinos en el documento Navega Mar Adentro [1]:
“En un país constituido mayoritariamente por bautizados, resulta escandaloso el desconocimiento y, por lo mismo, la falta de vigencia de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta ignorancia e indiferencia permiten que no pocos hayan disociado la fe del modo de conducirse cristianamente frente a los bienes materiales y a los contratos sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no pudo hacer surgir una patria más justa, porque no ha logrado que los valores evangélicos se traduzcan en compromisos cotidianos.” (p. 38)

Lamentablemente, luego del diagnóstico preciso e incisivo del párrafo citado, al detallar las “Acciones destacadas” a emprender, únicamente se menciona la necesidad de multiplicar los cursos y jornadas (p. 97, c), sin disponer un programa concreto que permita superar la situación diagnosticada. Por lo tanto, la tarea de difusión –al menos en nuestro país- seguirá limitada a la acción voluntaria de un puñado de laicos, que, con sus propios recursos, y sin ningún apoyo de la jerarquía, consideran su obligación moral trasmitir lo que han recibido.

4. Creemos que esta misma situación se verifica en el resto del mundo católico. Valga como parámetro la confesión del Cardenal Martino: la DSI es “el secreto mejor guardado de la Iglesia Católica” [2]; en otra ocasión agregó que es “una doctrina con frecuencia ignorada, desconocida, incluso en ocasiones menospreciada” [3]. Por eso, consideramos necesario ocuparnos del tema, lo que haremos  siguiendo un orden lógico.

II. La doctrina social: contribución de la Iglesia [4]

5. La Iglesia contribuye con la comunidad humana, a través de su enseñanza social, que muestra la proyección del Evangelio al mundo temporal. La antropología cristiana, que  se fundamenta en la dignidad inviolable de la persona, aborda las realidades del trabajo, de la economía y de la política desde una perspectiva integral.
 La antropología cristiana anima a los fieles a renovar desde dentro, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores determinantes, las líneas de pensamiento y los modelos de vida del hombre contemporáneo. Una visión secularizada de la salvación tiende a reducir también el cristianismo a  una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien.

6. La Iglesia vive y obra en la historia, interactuando con la sociedad y la cultura de su tiempo, para cumplir su misión de comunicar a todos los hombres la novedad del anuncio cristiano, en la realidad concreta de sus dificultades, luchas y desafíos; de esta manera la fe ayuda las personas a comprender que abrirse al amor de Dios es la verdadera liberación.
El mensaje social del Evangelio debe orientar la Iglesia a desarrollar una doble tarea pastoral: ayudar a los hombres a descubrir la verdad y elegir el camino a seguir; y animar el compromiso de los cristianos de testimoniar su fe en sociedad. El mensaje social del cristianismo se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna.

En el anuncio del Evangelio, la dimensión social es esencial e ineludible, aun no siendo la única. Ésta debe mostrar la inagotable fecundidad de la salvación cristiana, si bien una conformación perfecta y definitiva de las realidades sociales con el Evangelio no podrá realizarse en la historia: ningún resultado, ni aun el más perfecto, puede eludir las limitaciones de la libertad humana y la tensión escatológica de toda realidad creada.

7. La antropología cristiana permite un discernimiento de los problemas sociales, para los que no se puede hallar una solución correcta si no se tutela el carácter trascendente de la persona humana, plenamente revelado en la fe. La acción social de los cristianos debe inspirarse en el principio fundamental de la centralidad del hombre. De la exigencia de promover la identidad integral del hombre brota la propuesta de los grandes valores que presiden una convivencia ordenada y fecunda: verdad, justicia, amor, libertad. La pastoral social se esfuerza para que la renovación de la vida pública esté ligada a un efectivo respeto de estos valores. De ese modo, la Iglesia, mediante su multiforme testimonio evangélico, promueve la conciencia de que el bien de todos y de cada uno es el recurso inagotable para desarrollar toda la vida social.

8. La doctrina social es un punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa. La insistencia del Magisterio al proponer esta doctrina como fuente inspiradora del apostolado y de la acción social nace de la persuasión de que ésta constituye un extraordinario recurso formativo: “Es absolutamente indispensable —sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos modos en el campo social y político— un conocimiento más exacto de la doctrina social de la Iglesia” (CFL, 60). Este patrimonio doctrinal no se enseña ni se conoce adecuadamente: esta es una de las razones por las que no se traduce pertinentemente en un comportamiento concreto.

El valor formativo de la doctrina social debe estar más presente en la catequesis. Es importante, en esa actividad, que la enseñanza de la doctrina social se oriente a motivar la acción para evangelizar y humanizar las realidades temporales. De hecho, con esta doctrina la Iglesia enseña un saber teórico-práctico que sostiene el compromiso de transformación de la vida social, para hacerla cada vez más conforme al diseño divino. La catequesis social apunta a la formación de hombres que, respetuosos del orden moral, sean amantes de la genuina libertad, y contribuyan a instaurar la justicia. Una lectura directa de las encíclicas sociales, realizada en el contexto eclesial, enriquece su recepción y su aplicación, gracias a la aportación de las diversas competencias y conocimientos profesionales presentes en la comunidad.

9. La doctrina social ha de estar en la base de una intensa y constante obra de formación, sobre todo de aquella dirigida a los cristianos laicos. Esta formación debe tener en cuenta su compromiso en la vida civil: “A los seglares les corresponde, con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven” (PP, 81).

El primer nivel de la obra formativa dirigida a los cristianos laicos debe capacitarlos para  encauzar eficazmente las tareas cotidianas en los ámbitos culturales, sociales, económicos y políticos, desarrollando en ellos el sentido del deber practicado al servicio del bien común.
Un segundo nivel se refiere a la formación de la conciencia política para preparar a los cristianos laicos al ejercicio del poder político: “Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal” (GS, 75).

10. Las instituciones educativas católicas pueden y deben prestar un fecundo  servicio formativo, aplicándose con especial solicitud en la inculturación del mensaje cristiano. La doctrina social es un instrumento necesario para una eficaz educación cristiana al amor, la justicia, la paz, así como para madurar la conciencia de los deberes morales y sociales en el ámbito de las diversas competencias culturales y profesionales.
Las “Semanas Sociales” de los católicos representan una importante forma de contribuir a la renovación del orden temporal. La iniciativa, experimentada desde hace muchos años en diversos países, es un verdadero taller cultural en el que se comunican y se confrontan reflexiones y experiencias, se estudian los problemas emergentes y se promueven nuevas orientaciones operativas.

11.  El compromiso de las autoridades civiles y políticas, llamadas a servir a la vocación personal y social del hombre, según su propia competencia y con sus propios medios, puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia un importante apoyo y una rica fuente de inspiración.
La doctrina social es un terreno fecundo para cultivar el diálogo y la colaboración en campo ecuménico, que hoy día se realizan en diversos ámbitos a gran escala: en la defensa de la dignidad de las personas humanas; en la promoción de la paz; en la lucha concreta y eficaz contra las miserias de nuestro tiempo, como el hambre y la indigencia, el analfabetismo, la injusta distribución de los bienes y la falta de vivienda. Esta multiforme cooperación aumenta la conciencia de la fraternidad en Cristo y facilita el camino ecuménico.

12. Benedicto XVI ha expresado que los gentiles de hoy son aquellos que están descontentos de sus mitos y dioses, porque comprenden que no pueden esperar de ellos ninguna salvación, y están a la espera del Dios único. Por eso ha pedido que hoy se creen Atrios de los Gentiles para que esas personas puedan acercarse a la Verdad.
A tal efecto, la Doctrina Social de la Iglesia puede cumplir un rol importante, pues sirve como lugar de encuentro entre la razón y la fe; habla del hombre y de la comunidad de los hombres, y, al hacerlo habla de Dios.

13. En cada diócesis, el primer responsable del compromiso pastoral de evangelización de lo social es el Obispo, ayudado por los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, y los fieles laicos. Con especial referencia a la realidad local, el Obispo tiene la responsabilidad de promover la enseñanza y difusión de la doctrina social, a la que provee mediante instituciones apropiadas.
La acción pastoral del Obispo se actúa a través del ministerio de los presbíteros que participan en su misión de enseñar, santificar y guiar a la comunidad cristiana. Con la programación de oportunos itinerarios formativos, el presbítero debe dar a conocer la doctrina social y promover en los miembros de su comunidad la conciencia del derecho y el deber de ser sujetos activos de esta doctrina. Debe animar la acción pastoral en el ámbito social, cuidando con particular solicitud la formación y el acompañamiento espiritual de los fieles comprometidos en la vida social y política. El presbítero que ejerce su servicio pastoral en las diversas asociaciones eclesiales, especialmente en las de apostolado social, tiene la misión de favorecer su crecimiento con la necesaria enseñanza de la doctrina social.

III. El panorama actual

14. Creemos que existe un extendido desconocimiento de la DSI en la inmensa mayoría de los católicos de todo el mundo. Se cree, generalmente, que es una disciplina destinada a los sacerdotes e intelectuales. Por cierto que ellos deben conocerla, incluso para enseñarla y difundirla.  Pero, realmente, la DSI se dirige a todos los cristianos, especialmente a los fieles laicos; son ellos los destinados a aplicarla, puesto que son quienes están en el mundo, dedicados a tares temporales. La existencia cristiana no se realiza en las sacristías y los templos, sino en medio del mundo; un mundo –el contemporáneo- lleno de dificultades. “De todas formas, es ésta la viña, y éste el campo en que los fieles laicos están llamados a vivir su misión” (CFL, 3).
Por eso, sostenía Juan XXIII que la doctrina social debe ser, no solamente estudiada, sino aplicada, y “que  la mejor manera de demostrar la bondad y la eficacia de esta doctrina es demostrar que puede resolver los problemas sociales del momento” (MM, 221, 225).

15. No podemos dejar de señalar en el mencionado desconocimiento de la DSI, la influencia ejercida por las desviaciones de la recta doctrina católica, acentuadas en la segunda mitad del siglo XX. Hasta entonces, en los países de mayoría católica, era bastante conocida la doctrina social, al menos en los círculos intelectuales y entre los agentes pastorales. Recordemos que 1928 se publicó en Madrid la primera edición en castellano del célebre Código Social de Malinas, redactado por la Unión Internacional de Estudios Sociales.
En América, basta revisar los programas de formación de la Acción Católica y otras instituciones. En Buenos Aires, por ejemplo, a pocos meses de promulgada la Rerum Novarum (1891), ya se dictaban cursos de DSI en los Círculos Católicos de Obreros, fundados por el P. Grote. En 1939 la Acción Católica Argentina publicó “Primeras nociones de Doctrina Social Católica”.

16. En la actualidad, la Iglesia Católica se ve asediada desde su mismo interior, por grupos que, invocando a veces legítimos propósitos, comprometen seriamente la unidad interior de los fieles y enuncian doctrina erróneas que confunden los espíritus, debilitando su fe. La actual crisis de fe se traduce en todos los planos y niveles de la vida eclesial, sin excepción. No sólo un número considerable de religiosos y sacerdotes, sino hasta obispos y cardenales se permiten sostener doctrinas incompatibles con las enseñanzas permanentes del Magisterio.

17. Un antecedente, entre tantos, que podemos citar: un discurso de Pablo VI en 1974 a la Congregación General de la Compañía de Jesús, en el que advertía:
“…se nota hoy en algunos sectores de la Compañía, un grave estado de incertidumbre, más aún, un cierto modo de obrar y de pensar que ponen en tela de juicio la identidad de vuestra vida religiosa”. “…la disponibilidad para el servicio puede degenerar en relativismo, convertirse al mundo y a su mentalidad inmanentista, asimilarse a la condición humana que se pretende salvar, y finalmente reducirse incluso a un secularismo, confundiéndose con lo profano” [5].
El mismo pontífice, años antes, había resumido la situación:

“…se reúnen y se manifiestan en pequeños grupos que terminan por dar sus preferencias a otras ideologías, ya sean religiosas (cf. Modernismo pasado y reciente), ya sociales (cf. Marxismo) y no a la auténtica fe cristiana” [6].

18. Benedicto XVI ha sostenido que la errónea interpretación de los documentos del Concilio Vaticano II,  ha provocado una profunda crisis en la Iglesia. “El hecho de que Dios mismo esté actuando, de que él mismo obre, no constituye ya en el mundo moderno un supuesto. Sin embargo, al actuar así nos estamos comportando como los corintios; confundimos la Iglesia con un partido y la fe con un programa de partido” [7].

19. Con respecto a la doctrina social, la llamada teología de la liberación, ha incidido profundamente en su desconocimiento; los propulsores de esa corriente desconfían de la DSI, cuyo contenido consideran reformista, mientras ellos proponen un cambio total de sistema que incluye la violencia. Dice Gustavo Gutiérrez: “Cuando la Iglesia rechaza la lucha de clases se está comportando objetivamente como una pieza del sistema imperante” [8]. “El hombre latinoamericano en la lucha revolucionaria se libera de una manera u otra del tutelaje de una religión alienante que tiende a la conservación del orden” [9].

20. Ya en el Documento de Puebla (1979), los obispos de Latinoamérica –donde más se difundió la teología de la liberación- habían advertido  “el riesgo de ideologización a que se expone la reflexión teológica, cuando se realiza partiendo de una praxis que recurre al análisis marxista” (545). “Ni el Evangelio ni la Doctrina o Enseñanza Social que de él proviene son ideologías” (540).

21. Habiendo transcurrido tres décadas desde que la Congregación para la Doctrina de la Fe impugnara la teología de la liberación [10], la misma se sigue difundiendo en los ámbitos católicos, incluidas instituciones educativas y seminarios [11]:
“La teología de la liberación constituyó un aporte fundamental a la Doctrina Social”. “La Iglesia ha integrado los núcleos fundamentales de la teología de la liberación en su Doctrina Social así como ha asumido en su pastoral la rica experiencia de las comunidades eclesiales de base” [12].

22. Para valorar adecuadamente la DSI y evitar contaminaciones ideológicas indebidas, es necesario recordar la enseñanza de Pío XII [13] sobre la DSI:
a) es obligatoria para todo católico, y
b) está fijada definitivamente, de manera unívoca, en sus principios fundamentales, pero es suficientemente amplia para adaptarse y aplicarse a las situaciones cambiantes de la realidad.

 23. Ninguna encíclica aislada, puede pretender ser indiscutida, pero, cuando hay continuidad en varios documentos y en sucesivos papas, no puede dudarse de la autenticidad de la doctrina (LG, 25).
Conviene tener en cuenta algunas reglas para la correcta interpretación de los documentos:

a) utilizar el texto oficial, que se publica en el Osservatore Romano. Un ejemplo típico de deformación del texto, ocurrió con la encíclica Mater et Magistra, de Juan XXIII; el concepto de socialización -entendido como incremento de las relaciones sociales- fue traducido en algunas ediciones por socialismo.
b) comparar textos sobre el mismo tema - por ejemplo la. propiedad-, en distintos documentos, para verificar la continuidad de la doctrina.
c) distinguir lo doctrinal de lo prudencial, que sólo puede aplicarse a una situación o país determinado.

IV. Análisis del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia

24. Este documento presenta, de una manera amplia y sistemática, aunque sintética, la enseñanza social de la Iglesia. Constituye un cuadro de conjunto sobre el cuerpo doctrinal, con un método orgánico, que incluye un índice temático detallado, de 158 páginas, para facilitar la búsqueda de aspectos específicos.

25. Se aclara que: “Las aportaciones múltiples y multiformes -que son también expresión del sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo- son asumidas, interpretadas y unificadas por el Magisterio, que promulga la enseñanza social como doctrina de la Iglesia” (79). No han faltado, hasta ahora, fieles -laicos y religiosos- que estimaban que no existía una doctrina social, sino que cada Pontífice expresaba en los documentos su propia opinión. Si bien era una tesis sin fundamento, a partir del Compendio queda ratificada la validez y obligatoriedad de la Doctrina Social de la Iglesia. “Es Magisterio auténtico, que exige la aceptación y adhesión de los fieles” (80).

26.  “El peso doctrinal de las diversas enseñanzas y el asenso que requieren depende de su naturaleza, de su grado de independencia respecto a elementos contingentes y variables, y de la frecuencia con la cual son invocadas” (80). Esta regla interpretativa nos lleva a considerar necesario distinguir en cada artículo del Compendio:
a) Frases que están avaladas por un documento pontificio, citado a pie de página.

b) Frases que comentan o amplían una referencia doctrinaria, del tipo anterior, o son colocadas como epígrafe, al comenzar un artículo.
Estimamos que las frases del segundo tipo (“b”) pueden suscitar dudas y hasta objeciones lícitas, si tienen una sintaxis confusa o contienen un concepto contradictorio con la doctrina tradicional.

27. Nos permitimos señalar un ejemplo concreto: el epígrafe al artículo 395: “El sujeto de la autoridad política es el pueblo, considerado en su totalidad, como titular de la soberanía”.
Esta frase no está avalada por ninguna referencia, y contradice explícitamente varios textos pontificios:
León XIII, Inmortale Dei, 2:
”Autoridad que, como la misma sociedad, surge y deriva de la Naturaleza, y, por tanto, del mismo Dios, que es su autor. De donde se sigue que el poder público, en sí mismo considerado, no proviene sino de Dios. Sólo Dios es el verdadero y supremo Señor de las cosas. Todo lo existente ha de someterse y obedecer necesariamente a Dios. Hasta tal punto, que todos los que tienen el derecho de mandar, de ningún otro reciben este derecho si no es de Dios, Príncipe supremo de todos. No hay autoridad sino por Dios (Rom, 13,1)”

León XIII, Diuturnum illud,:
“Muchos de nuestros contemporáneos, siguiendo las huellas de aquellos que en el siglo pasado se dieron a sí mismos el nombre de filósofos, afirman que todo poder viene del pueblo. Por lo cual, los que ejercen el poder no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación del pueblo y de tal manera que tiene rango de ley la afirmación de que la misma voluntad popular que entregó el poder puede revocarlo a su antojo. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como en principio natural y necesario, el origen del poder político” (3).
“Es importante advertir en este punto que los que han de gobernar los Estados pueden ser elegidos, en determinadas circunstancias, por la voluntad y juicio de la multitud, sin que la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección. Con esta elección se designa el gobernante, pero no se confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer” (4).

“De aquella herejía [Reforma] nacieron en el siglo pasado una filosofía falsa, el llamado derecho nuevo, la soberanía popular y una descontrolada licencia, que muchos consideran como la única libertad” (17).

San Pío X alertó en Notre Charge apostolique, que la Iglesia:
“Ha condenado una democracia que llega al grado de perversidad que consiste en atribuir en la sociedad la soberanía al pueblo” (9).

28. Otro ejemplo, es la errónea interpretación del concepto de corporativismo en dos artículos, al asignar a los vocablos utilizados, un significado distinto al adoptado por el Magisterio e incluso, a la acepción correcta en el idioma castellano:
“La empresa debe ser una comunidad solidaria no encerrada en los intereses corporativos…” (p. 340).
“El sindicato…debe vencer las tentaciones del corporativismo…” (p. 306).

Textos del Magisterio:
“Pues igual que siguiendo el impulso de la naturaleza, los que se hallan vinculados por la vecindad de lugar constituyen municipios, así ha ocurrido que cuantos se ocupan en un mismo oficio o profesión –sea ésta económica o de otra índole- constituyen ciertos colegios o corporaciones, hasta el punto de que tales agrupaciones, regidas por un derecho propio, llegaran a ser consideradas por muchos, si no como esenciales, sí, al menos, como connaturales a la sociedad civil” (Enc. Quadragesimo Anno, Pío XI, 84).
“No cabe duda de que, en las actuales circunstancias, la forma corporativa de la vida social y, especialmente, de la vida económica, favorece prácticamente la doctrina cristiana en lo concerniente a la persona, a la comunidad, al trabajo y a la propiedad privada” (Pío XII, Carta a la 33º Semana Social de Francia, 1946).

“Otro tanto ocurre con nuestra posición respecto a la organización profesional o corporativa, que ha sido tironeada en diversos sentidos en las polémicas públicas, quizá por haber sido mal entendida por algunos. Ella también corresponde a la enseñanza de la Encíclica Quadragesimo anno y está por encima de toda recriminación de entrometimiento en los asuntos puramente políticos del tiempo presente” (Pío XII, Carta a la 34º Semana Social de Francia, 1947).

29. Llama la atención que el Compendio no haya incluido un capítulo para analizar la doctrina sobre la educación. Tampoco se han incluido temas importantes, como: liberalismo, marxismo, socialismo, comunismo, secularismo y teología de la liberación. En la Agenda Social, que fue una primera versión del Compendio, publicada en 2002, figuraron: socialismo, marxismo y comunismo.

Da la impresión que se ha preferido hablar de individualismo, en lugar de liberalismo, y de colectivismo, en lugar de marxismo, socialismo o comunismo. Esto deja un vacío conceptual y puede confundir a quienes lean el Compendio sin preparación previa.

Por eso, es importante recordar el peligro de las ideologías, y afirmar como lo hizo Pablo VI, en la Octogesima adveniens:
“El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política concebida como servicio, no puede adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen, radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre. No es lícito, por tanto, favorecer a la ideología marxista....Tampoco apoya el cristiano la ideología liberal...” (26).
“¿Es necesario subrayar las posibles ambigüedades de toda ideología social?” (27)

30. Tratándose el Compendio de una obra colectiva, no puede extrañar que, siendo en general correcta la síntesis efectuada, algunos temas adolezcan de  suficiente precisión.

Conclusión

Todos los Papas, desde Pío XI, han exhortado al estudio de las cuestiones sociales con la guía de la Iglesia. Juan XXIII exhortó a que la doctrina social se enseñe como disciplina obligatoria en los colegios católicos y se incluya en el programa de enseñanza religiosa de las parroquias y de las asociaciones de apostolado de los seglares (MM, 223). Además, no se debe limitar a exponer esta doctrina, sino que los fieles deben educarse, sobre todo, para practicarla.
Destacaba que la aplicación de la teoría es siempre difícil, y esta dificultad se acentúa cuando se pretende llevar a la práctica una doctrina social como la católica, por varios motivos:

a) por el desordenado amor propio que existe en el hombre;
b) por el materialismo que cunde en la sociedad moderna;
c) por la dificultad de discernir en cada caso concreto la aplicación de la justicia.
Por eso, agregaba, no basta enseñar los principios doctrinarios, se debe enseñar la manera práctica de aplicarlos (MM, 226-230).

La situación que hemos descrito parece indicar que, luego de medio siglo,  no se han podido implementar tan sabios consejos. A lo ya señalado en los párrafos 3 y 4, podemos añadir el reciente informe sobre la DSI en el mundo, que ha publicado el Observatorio Cardenal Van Thuan [14]. Lo que se expresa –o se omite- en este documento, confirma el diagnóstico expuesto.
Consideramos grave este problema, pues nadie puede aplicar lo que no conoce, y no puede conocer lo que no se le enseña. Dejando de lado a los intelectuales que por sí mismos pueden investigar y formarse, es ilusorio creer que los fieles comunes pueden adquirir conocimientos sobre una disciplina que no se difunde adecuadamente. Por otra parte, hace ya seis años que el Compendio señaló con precisión a quien le compete esta función: en cada diócesis, “el Obispo tiene la responsabilidad de promover la enseñanza y difusión de la doctrina social, a la que provee mediante instituciones apropiadas” (CDSI, 539).

Al finalizar este trabajo, nos animamos a sugerir dos posibles vías de solución:
A. La confección, por un grupo pequeño de especialistas, de un documento oficial de la Santa Sede, aprobado por el Papa, que abarque sólo lo principal de la doctrina social, a ejemplo del Código Social de Malinas, que hizo conocer la doctrina a varias generaciones, pese a que tenía una extensión de 68 páginas.
B. Que la Santa Sede, recomiende a todos los obispos del mundo, el cumplimiento del párrafo 539 del Compendio, mediante disposiciones que establezcan:
a) La obligatoriedad de impartir la DSI en todas las universidades, institutos y colegios católicos; b) que se integre esta disciplina a la catequesis, de un modo adecuado a la edad de los catecúmenos; c) que en toda parroquia se dicten, al menos una vez al año, cursos de DSI; estos cursos serían exigibles a los agentes pastorales y catequistas, como condición para permanecer en sus funciones.

Habiéndonos dedicado durante los últimos 37 años a la tarea de difundir la doctrina social, podemos atestiguar sobre la necesidad de hacerlo,  posibilidad real de concretarlo y los beneficios que redundan en los fieles y la comunidad respectiva.

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Siglas:
CDSI: Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
CFL: Exhortación Apostólica Christifideles Laici
GS: Constitución Gaudium et Spes
LG: Constitución Lumen Gentium
MM: Encíclica Mater et Magistra
PP: Encíclica Populorum Progresio

 Fuentes:
·         Centro de Estudios Cívicos, “Análisis del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 26-1-09.
·         Crepaldi, Giampaolo Mons. “El Atrio de los Gentiles y la Doctrina Social de la Iglesia”; Zenit. Org, 26-1-2010.
·         Meneghini, Mario. “Sumario de Doctrina Social”; Córdoba, Escuela de Dirigentes “Santo Tomás Moro”, 2009.
·         Pontificio Consejo “Justicia y Paz”; “Agenda Social”; 2000,
·         Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”; 2004.
·         Quarracino, Antonio. “Seguir a Cristo, en la enseñanza social de la Iglesia”; Buenos Aires, Claretiana, 1980, pp.10-12.
·         Sacheri, Carlos. “La Iglesia y lo social”; Bahía Blanca, La Nueva Provincia, 1972, págs. 11/14.
·         Unión Internacional de Estudios Sociales. “Código Social”; Madrid,  Razón y Fe,  1935.

Referencias:
 [1] Conferencia Episcopal Argentina. “Navega mar adentro”; 31-5-2003.
[2] Martino, Renato Raffaele Card. Conferencia en Barcelona: “La doctrina social de la Iglesia es demasiado desconocida y en la Curia romana, se dice, con ironía, que es el secreto mejor guardado de la Iglesia católica”; cit. en Catholic.net, 17-2-06.
[3] Martino, Renato Raffaele Card. “La erradicación de la pobreza y la doctrina social de la Iglesia”; conferencia en Guadalajara, España, 20-2-2009.
[4] Pontificio Consejo Justicia y Paz. “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”; 2004, Tercera Parte, Capítulo Duodécimo, párrafos 521-574.
[5] Pablo VI. Discurso a la XXXII Congregación General reunida en Roma, 3-12-1974.
[6] Pablo VI. Alocución, 7.5.1969.
[7] Ratzinger, Joseph. “La Iglesia”; Buenos Aires, San Pablo, 1991, p. 182.
[8] Gutiérrez, Gustavo. “Teología de la Liberación”; Salamanca, Sígueme, p. 353.
[9] Gutiérrez, Gustavo. Ob. cit., p. 100.
[10] Congregación para la Doctrina de la Fe. “Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación”; 6-8-1984.
[11] Sobrino, Jon. “La Teología de la Liberación hoy”; Universidad Católica de Córdoba, 2003.
[12] Corbelli scj, Primo. “Doctrina Social de la Iglesia”; Buenos Aires, Claretiana, 2003, pp. 176-177.
[13] Pío XII. Alocución del 24-5-1945.
[14] Obbservatorio Internazionale Card. Van Thuan sulla Dottrina Sociales della Chiesa. “Primo Rapporto sulla Dottrina sociale della Chiesa nel mondo”; Siena, Cantagalli, 2009.