La evolución orgánica vista desde el tomismo como pasos de entes en potencia a entes en acto
Por Carlos Prosperi
Publicado en la Revista Filosofía UIS
Universidad Industrial de Santander, Bucamaranga, Colombia
VOLVER A REVISTA ORDEN NATURAL N° 17
La evolución orgánica vista desde el tomismo como pasos de entes en potencia a entes en acto
Por Carlos Prosperi
Publicado en la Revista Filosofía UIS
Universidad Industrial de Santander, Bucamaranga, Colombia
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Foro Sanmartiniano
Con
motivo de los 172 años del fallecimiento del Padre de la Patria, reproducimos
parte del capítulo 5 de la "Historia del Libertador Don José de San
Martín", de Pacífico Otero, que está publicando el Instituto Nacional
Sanmartiniano.
Como lo verá el lector, la academia o el
colegio en que se formó San Martín como hombre de guerra lo fue la guerra
misma. Era el 1 de julio de 1789, cuando estando en Málaga dirigió al Conde de
Bornos una solicitud para que se le admitiese como cadete en el regimiento de
Murcia. En esa solicitud recordaba San Martín que era hijo del Capitán don Juan
de San Martín, que estaba agregado al Estado Mayor de dicha plaza y que, a
ejemplo de su padre y de sus hermanos, ya cadetes éstos en el regimiento de
Soria, deseaba él seguir igual carrera incorporándose en el regimiento de
Murcia. A ésta su solicitud acompañó San Martín los documentos del caso
-presumimos que entre éstos se encontraba la copia de su partida de bautismo
que lo acreditaba nacido en Yapeyú, virreinato de Buenos Aires-, y después de
examinados por la autoridad competente tomóse por el Marqués de Zayas esta
providencia: «Habiéndome el suplicante hecho constar con la debida formalidad
el concurrir en su persona todas las circunstancias que previene Su Majestad en
sus reales órdenes para la misión de cadetes, en esta calidad se le formará a
don José Francisco de San Martín asiento en el regimiento de infantería de
Murcia, cuyo Coronel dará las órdenes convenientes al cumplimiento de este
decreto».
Ignoramos la fecha exacta de su
incorporación a dicho regimiento, pero sabemos que al poco tiempo de ingresar
en Málaga como cadete, pasó de allí a prestar servicio en las guarniciones de
África. Es su propia madre quien nos dice que su hijo José «ha hecho tres
campañas en la defensa de las plazas de Melilla y Orán» y en su foja de
servicios leemos que su destacamento en Melilla duró cuarenta y nueve días.
Su bautismo de fuego recibiólo San
Martín, no en Europa, sino bajo el cielo africano, el 25 de junio de 1791. Se
encontraba en ese entonces en Orán con una compañía de granaderos cuando se
presentaron repentinamente los moros y se hizo necesario contener este asalto.
El joven cadete sólo tenía quince años, pero esto no fue obstáculo para que
diese pruebas de su valor, y durante treinta y siete días mantuvo la lucha
armada a que los defensores de dicha plaza se vieron obligados por el
insistente fuego de los asaltantes.
Del África, pasó San Martín con su
regimiento al ejército de Aragón y fue allí en donde le sorprendió la guerra de
España contra el Directorio. Hasta fines del siglo XVIII, como lo hemos visto,
el régimen de la autoridad apoyábase en el absolutismo. Los reyes eran
considerados como agentes de la divinidad, y más que un principio abstracto y
absoluto era la soberanía un privilegio personal y exclusivo de las testas
coronadas. Fueron las colonias inglesas de la América del Norte las primeras en
dejar sentir lo arbitrario de un tal principio, e insurreccionándose contra la
Metrópoli, que las gravaba con impuestos que creían injustos, demostraron que
el orden social podía fundamentarse sobre nuevas bases. La Francia, por su
parte, era el foco intelectual de las nuevas ideas, y aun cuando en España
estas ideas se habían granjeado un cierto proselitismo, triunfaban los
absolutistas y rechazaban como peligrosa toda doctrina que ponía en peligro los
tronos. Los Borbones de España estaban, además, entrelazados con los Borbones
de Francia. Existía así una razón de solidaridad entre esta y aquella Corte, y
para conjurar el peligro que se consideraba cercano a los Pirineos, los
políticos españoles creyeron que era necesario y aun impostergable el ir a la
guerra. Tres ministros, Floridablanca, Aranda y Godoy, sucediéronse en la
dirección de este negociado, y aun cuando el segundo fue quien proyectó la
coalición de España, Austria, Prusia y Cerdeña para hacer la guerra a los
revolucionarios franceses, sólo a Godoy tocóle el ser el ministro de esta
beligerancia. Llevado éste al poder más que por sus propios méritos por la intriga
y por el favoritismo -sabemos el flaco que por él tenía la Reina doña María
Luisa, esposa de Carlos IV-, comenzó su política entablando negociaciones con
la Convención. Sabían los miembros del gobierno revolucionario francés, o así
lo sospecharon, que el fin que perseguía el ministro de Carlos IV, no era tanto
la guerra, ya fuese para hacerla o para impedirla, sino la liberación de Luis
XVI, condenado ya al cadalso. Quisieron, pues, impedir el que se llegase a la
liberación de un monarca sobre cuya cabeza querían dejar sentir el peso brutal
y macabro de la guillotina, y adelantándose a los acontecimientos, el 7 de
marzo de 1793, los franceses declararon la guerra a España. Un gesto fue
respondido con otro gesto y pocos días más tarde, después de pactar una alianza
con Inglaterra, el Rey de España hizo por su parte otro tanto. Los preparativos
militares lleváronse a cabo con la celeridad que las circunstancias lo exigían.
El ejército español fue dividido en tres cuerpos y escalonado a lo largo de la
frontera, desde las provincias vascongadas hasta los Pirineos Orientales, sobre
el Mediterráneo. El General Ventura Caro, asumió el comando del primer cuerpo;
el del centro, que lo era el de Aragón, le fue confiado a Castel Franco, y el
destinado a actuar en Cataluña quedó bajo las órdenes del General Ricardos. La
campaña de 1793 puede considerarse en sentido general como favorable para las
armas españolas. El General Caro llegó a posesionarse de Hendaya y el General
Ricardos llevó su ofensiva hasta penetrar en el Rosellón. Las flotas inglesa y
española se dejaron sentir por el Mediterráneo, y Tolón cayó en manos de los
coligados.
A San Martín, joven cadete del
regimiento de Murcia, tocóle batirse contra los franceses en las diferentes
alternativas que tuvo el avance de Ricardos en el Rosellón. Distinguióse de una
manera sobresaliente en la defensa de «Torre Batera» y de «Creu del Ferro».
Tomó parte en los ataques a las alturas de «San Marzal», como en el que se
llevó a cabo contra las «Baterías de Villalonga», en octubre de 1793, y en
diciembre de ese mismo año participó en la salida a la «Ermita de San Luc» y en
el ataque al reducto artillado de «Banyuls del Mar».
El año de 1793 vínolo a finalizar San
Martín conquistando honrosamente sus primeros galones. El 12 de junio firmó Su
Majestad en Aragón una real orden nombrándolo segundo Subteniente en el
regimiento de infantería de Murcia, y el General Ricardos, que se encontraba en
su cuartel general de Thuir, escribió de su puño y letra al pie de este
documento: «Cúmplase lo que el Rey manda».
Después de esta ofensiva de Ricardos en
el Rosellón, las tropas españolas se retiraron al campo de Bulou y allí fueron
sorprendidas por un contraataque enemigo. Por desgracia, en ese momento el
ejército del Rosellón acababa de perder su jefe –el General Ricardos fue
sorprendido por la muerte en Madrid en momentos en que proyectaba una mayor
amplitud para sus operaciones-, y esto comprometió grandemente la suerte de las
armas españolas en aquella guerra. Comprobóse entonces lo desventajoso que
había sido el ir a la guerra con viejos métodos, y los franceses, que habían
adoptado la táctica de Federico el Grande, se encontraron en condiciones
ventajosas para decidir de una contienda en la cual no es sólo factor de
victoria el valor, sino también la disciplina y la inteligencia. En vista,
pues, de su inferioridad táctica, a los españoles no les quedó otro recurso que
la retirada. Ésta se hizo en forma honrosa y aun heroica, y en los días 16 y 17
de mayo rechazaron en «Port Vendres» dos ataques vigorosos del enemigo. En
ellos tomó parte con su regimiento y se destacó brillantemente en la defensa
del Castillo de San Telmo, llave estratégica de aquella posición, el
Subteniente José de San Martín. Los españoles no pudieron con todo mantenerse
en esa posición y se replegaron sobre «Colliure», donde esperaban encontrarse
con la escuadra del Almirante Gravina. No sucedió así y, ausente ésta, los
franceses atacaron las trincheras españolas, y después de tres días de duro
combate, a los defensores de Colliure -entre los cuales se encontraba San
Martín- no les quedó otro recurso que rendirse.
No en las mismas filas, pero sí en la
misma guerra del Rosellón, y a veces en el mismo lugar, se batieron contra la
República francesa, junto con San Martín, sus hermanos Manuel Tadeo y Juan
Fermín.
Como lo veremos a su hora, uno y otro
habían abrazado la carrera militar y realizado en ella grandes progresos. San
Martín no les superaba en años; pero, a pesar de ser el más joven, rivalizaba
en valentía, en arrojo y en disciplina.
La foja de servicios de Manuel Tadeo
como la de Juan Fermín y, como lo veremos igualmente a su hora, la de Justo
Rufino, son honrosas, pero lo son igualmente las de José, vale decir, las de
este joven soldado que, habiendo iniciado su carrera como cadete del regimiento
de Murcia, llegaba al grado de segundo Teniente en el mismo cuerpo, después de
batirse contra los franceses en el Rosellón, como antes lo había hecho en
África contra los moros, y cumpliendo diez y ocho años de edad.
Su escuela no había sido ninguna
academia, sino el propio campo de batalla, y viviendo la vida de los
campamentos habíase adiestrado en el manejo de las armas, en la táctica, o para
vencer o para burlar al enemigo y, sobre todo, en ese espíritu de rigidez y de
disciplina que, como soldado, le permitiría más tarde destacarse entre los
Capitanes del Nuevo Mundo. La primera página militar de San Martín fórmala así
un vivir de cinco años que lo lleva de Málaga a Orán, de aquí a Aragón y que
concluye con sus proezas junto al Mediterráneo, en esa parte donde los Pirineos
lucen toda su belleza geográfica.
El fracaso de esta guerra por parte de
España obligóla, como se sabe, a firmar en Basilea la paz. Esta política de
pacificación tenía su principal agente en el ministro Godoy; pero Inglaterra,
que veía en este pacto un trastorno o una amenaza a sus planes de hegemonía -la
guerra terminaba con una alianza entre los beligerantes-, no tardó en hacer
sentir su descontento. Por ese tratado de paz España cedía a Francia la parte
de la isla de Santo Domingo que le pertenecía y, en cambio, los franceses
evacuaban los territorios que ocupaban en la Península. Firmado el tratado de
paz, vino después el pacto de alianza, y ésta se hizo efectiva en San Ildefonso
el 18 de agosto de 1796. Sabía Inglaterra que esta alianza iba en detrimento no
sólo de su hegemonía, sino de sus intereses, y antes de que los aliados
estuviesen en condiciones de hacer una guerra victoriosa, adelantó el golpe, y
el 14 de febrero de 1797 su escuadra atacó a la escuadra española en el cabo de
San Vicente.
En ese entonces casualmente el
regimiento de Murcia, del cual formaba parte San Martín, integraba la dotación
de la escuadra española del Mediterráneo y tocóle así tomar parte en un combate
que finalizó con la pérdida de cuatro de sus mejores navíos.
Meses más tarde -15 de julio de 1798-,
«La Dorotea», fragata en la cual se encontraba embarcado San Martín cuando tuvo
lugar el combate del cabo de San Vicente, vióse atacada cerca de Cartagena por
el navío inglés «León», artillado éste con sesenta y cuatro cañones. Tanto el
comandante como los oficiales y la tripulación de esta fragata se defendieron
con gran denuedo; pero vista la inferioridad de sus fuerzas, el triunfo se
decidió por el enemigo y el combate terminó con el apresamiento de «La
Dorotea».
Un contraste semejante no fue en modo
alguno en desdoro de los marinos y soldados españoles, y Su Majestad, en
documento público, aprobó «su desempeño y su bizarría». El propio enemigo
testimonió «el atrevido valor» y destreza de los que habían salvado el honor
español a bordo de «La Dorotea», y San Martín, que figuraba entre la
oficialidad que los ingleses reconocían como brava, vino a merecer así el
elogio de éstos y el de su monarca.
Por esa época, informóse San Martín de
la muerte de su progenitor. El 4 de diciembre de 1796 el Capitán don Juan de
San Martín, retirado ya en la plaza de Málaga, pasó a mejor vida; acaso el
joven Teniente del Regimiento de Murcia tuvo que resignarse a esta orfandad sin
acompañar de cerca en su último trance al hombre que para darle una carrera
honrosa no había omitido desvelos.
El tiempo que San Martín permaneció a
bordo de «La Dorotea» -un año y días- sirvióle para familiarizarse con el mar,
ese elemento tan educador del carácter como de la moral. El mar fue siempre
para San Martín un punto de seducción y vino a ejercer sobre él una influencia
tal, que los primeros ensayos de sus gustos artísticos consagrólos a las
marinas. Sábese que además de haber sido un buen dibujante, era un buen
colorista, y que solía decir que, en caso de indigencia, dibujando marinas
podría ganarse la vida.
Es el caso de preguntarnos si su amor
por el mar no nació precisamente cuando, en su calidad de cadete, y a bordo de
la flota española, hacía sus correrías navales sobre las aguas azuladas del Mediterráneo.
En 1801 tocóle a San Martín tomar parte
en la guerra de España contra Portugal. En política rara vez el interés cede de
sus derechos, y así como invocando el interés se hacen las alianzas, invocando
ese mismo principio se las anula o se las repudia. Analizando los
acontecimientos de aquella época, alguien observa que con la misma facilidad
con que Portugal marchaba a remolque de Inglaterra, España marchaba a remolque
de Francia, cuando ésta se encargaba de fijarle sus directivas. Es así como «si
por el tratado de San Ildefonso el Gabinete español pudo aliarse con el
Gabinete inglés, ahora su alianza ya no lo es con Londres sino con París». Esto
se explica si se tiene en cuenta que ésa fue la hora en que un nuevo César
despuntaba en el horizonte. Bonaparte ya no es el simple General de Brigada del
sitio de Tolón, o de las campañas de Egipto y de Italia, es el jefe supremo de
una nación que lo ha revestido con el carácter de Cónsul, y que le prepara el
camino para colocar sobre su frente los laureles del emperador.
Ese César, al subir al poder, encontróse
con una coalición de Estados que obstaculizaba su política, y ensayó pactar la
paz con Inglaterra y con Austria, dado que Francia no tenía en ese momento otro
aliado que España.
Maniobrando con el genio que le era
peculiar, logró Napoleón hacer, a principios de 1801, la paz que le convenía,
pero sólo Inglaterra resistióse a ella y quedó frente al déspota simbolizando
la imposición. Aun cuando en ese momento no era Godoy el ministro de Carlos IV
-sucesivamente lo habían sido Urquijo y Cevallos-, fue él quien manejó los
entretelones de la política y de la Cancillería española. Como consecuencia de
estas tramitaciones, el 29 de enero de 1801 firmóse un tratado por el cual
Carlos IV obligábase a dirigir al Gobierno portugués un ultimátum para que
abandonase su alianza con Inglaterra. Por otro convenio, firmado en Aranjuez,
el 13 de febrero del mismo año, acordóse la formación de cuatro escuadras con
el propósito de obrar la una sobre el Brasil o sobre la India, la otra para
atacar a Irlanda, la tercera para reconquistar la isla de la Trinidad, y la
cuarta para maniobrar en el Mediterráneo. Como Portugal resistióse a la
comunicación española, se decidió la guerra, y por voluntad de Napoleón fue
designado para el mando supremo del ejército el ministro Godoy, que ya
ostentaba pomposamente el título de Príncipe de la Paz.
Godoy era un diplomático, pero no un
militar. La guerra, pues, bajo su comando, resultaba una cosa absurda, pero
esto poco importaba, dado que este comando era puramente decorativo y la guerra
no la haría él, sino el ejército.
La guerra fue declarada a Portugal el 27
de febrero, por Carlos IV, y después de reunir un ejército de 60.000 hombres,
distribuyólo Godoy en tres cuerpos, para que atacasen Portugal, el uno, por el
Norte; el otro, por el Sur, y el tercero, por el centro, siguiendo la línea del
Tajo. Esta guerra fue tan cómica como breve. Los españoles se apoderaron de
Olivenza, de Zuromena, de Arronches, de Campo Mayor y de otras plazas, pero
todo esto con muy poca sangre.
Bonaparte había dado orden para que un
cuerpo de ejército, al mando del General Leclerc, marchase a la frontera
portuguesa por Ciudad Rodrigo; pero mantenido a retaguardia, ese cuerpo poco
hizo y apenas si se inició en las operaciones de la guerra. Seis meses después
de iniciada ésta, Portugal aceptaba la imposición de sus enemigos, y después de
un armisticio que se firmó el 6 de junio de 1801, firmóse un tratado de paz con
España y otro con Francia. Por el primero de estos tratados, Portugal se
obligaba a ceder sus puertos a los ingleses y a entregar a España la plaza de
Olivenza. Por su parte, el rey de España se comprometía a respetar en su
integridad los dominios portugueses sin excepción ni reserva.
Aun cuando el pacto éste, como la forma
con que Godoy convino la paz, contrarió a Napoleón, el acontecimiento fue
celebrado en Badajoz con mucha pompa y fue entonces que los soldados, acaso más
por ironía que por cumplimiento, presentaron a la reina María Luisa, de quien
Godoy era favorito, como trofeos de aquella campaña, varios gajos de naranjos,
recogidos en los huertos portugueses. Es por esto que dicha guerra pasó a la
historia con el dictado de «Guerra de los Naranjos».
En esta campaña tocóle a San Martín
tomar parte en sus principales operaciones desde que se abrieron las
hostilidades -mayo 29 de 1801- hasta que se firmó la paz. Figuraba en ese
entonces con el grado de Segundo Ayudante, en el Batallón de Voluntarios de
Campo Mayor, y como tal, asistió al asedio y toma de la plaza de Olivenza, que
fue, si no la única, la sola operación destacada de esta guerra.
Sus fojas de servicios nos hablan ya por
ese entonces de su valor, de su disciplina y de su capacidad. Todas le son
altamente elogiosas, y sabemos por ellas que, concluida esta campaña, regresó a
Cádiz, y que allí quedó hasta que la epidemia de 1804 -epidemia que hizo
grandes estragos en toda la comarca- puso a prueba sus sentimientos de hombre y
su disciplina de soldado.
Cuando estos acontecimientos tenían
lugar, encontrábase en Cádiz -rara coincidencia del Destino-- amargado por su
orfandad y cavilando sobre su suerte futura, otro criollo, joven aun, y que,
aun cuando no tenía, como San Martín, la espada al cinto, amaba la gloria y
sentía las emociones de las cosas épicas. Era éste don Bernardo O'Higgins,
natural del reino de Chile, quien después de haber comenzado su instrucción en
Lima, como lo veremos a su hora, la había completado en Richemond, junto al
Támesis. O'Higgins nos cuenta -así lo dice en carta a su padre- que tuvo la
fortuna de ver desfilar los regimientos españoles que partían de Cádiz para
iniciar las operaciones de esta guerra, y que fue causa para él de viva
emulación el no poder figurar entre aquellos que, al paso de tambores y
banderas desplegadas, marchaban en busca de una muerte gloriosa. No sospechaba,
entonces, el que esto escribía, que entre los emulados por él se encontraba el
futuro libertador de su patria, y que el que en ese momento era sólo un oficial
del Regimiento de Campo Mayor -no de Murcia, como dice Vicuña Mackenna- dentro
de poco cruzaría el mar, y por sus proezas en América se convertiría en el
Primer Capitán del Nuevo Mundo.
Por Carlos Rivero
El día 16 ppdo., en una conferencia de
prensa Juntos por el Cambio pidió la renuncia del Ministro de Salud Dr. Diego
Cardozo. Los principales oradores fueron
el Senador Nacional Luis Juez y los diputados Nacionales Rodrigo de Loredo y
Mario Negri. El rey de los chascarrillos que dejo miles de empleados la planta
municipal tras su gestión como Intendente y los diputados: De Loredo que
tendría que hacer público cual han sido el costo total , los reales beneficios
y los beneficiarios de su gestión en el ARSAC y Negri a quien todos conocemos
porque tiene una vida ejerciendo diversos cargos políticos, cuando aún se está en plena investigación judicial de
los penosos fallecimientos de bebes, lo acusaron públicamente de máximo
responsable de los hechos, constituyéndose en jueces que ya conocen la verdad
de lo ocurrido y están en condiciones de aplicar sanciones.
Pero lo penoso de todo esto –porque ya
los cordobeses conocemos a los denunciantes-, es la actitud del Gobierno
Provincial de aceptar la renuncia de un Ministro que tuvo un destacado manejo
de su área de responsabilidad durante la pandemia, conocido por su eficiencia y
bajo nivel de exposición. a quien no se le pudo reprochar ninguna falla como
ocurrió en otras provincias o a nivel nacional, ocupando sus funciones mientras
sobrellevaba un grave problema de salud.
A los políticos de las denuncias
grandilocuentes, les responde un Gobierno que antes de enfrentar un escándalo
mediático prefiere sacrificar un funcionario eficiente y cumplidor, hecho que
deberán tener en cuenta en el futuro a los que se les ofrezca un cargo público.
Esto me recordó un comentario de un veterano de Malvinas: cuando estás en
combate tu principal peligro no es el enemigo –al que ya conoces que viene a
hacer-, sino la falta de lealtad de los camaradas que tienes al lado o los que
tienes detrás.
Todo lo ocurrido sirve para conocer cada
vez más, qué podemos esperar de la casta.
Nos corresponde reflexionar sobre la
Doctrina Social de la Iglesia (DSI), que es, según el Cardenal Martino, “el
secreto mejor guardado de la Iglesia Católica”; precisamente, Renato Martino
presidía el Pontificio Consejo Justicia y Paz que redactó el Compendio de esta
rama de la teología moral.
El Compendio dedica su capítulo séptimo
a la Vida Económica, que comienza
señalando las dos posturas del Antiguo Testamento frente a los bienes
económicos y la riqueza: la primera, considerando una bendición de Dios la
disposición de los bienes materiales necesarios para la vida; la segunda,
condenando los bienes económicos y la riqueza cuando hay mal uso. En
consonancia con el antecedente bíblico, la DSI enseña que la economía posee una
connotación moral, en lo que se diferencia sustancialmente con las teorías
contemporáneas más conocidas.
Es que, desde el Renacimiento, la ética
dejó de vincularse con la economía, en un proceso que llega a expresar, con
Keynes: Por tanto, después de todo, las
tasas reales de ahorro y gasto totales no dependen de la precaución, la
previsión, el orgullo o la avaricia. La virtud y el vicio no tienen nada que
ver con ellos.
En una conferencia, el entonces Cardenal
Ratzinger, criticó la perspectiva de Adam Smith de que: “cualquier acción moral
voluntaria contradice las reglas del mercado”. Por el contrario, las reglas
sólo funcionan cuando existe un consenso moral que las sostiene. Pues si el
individuo carece de una regulación moral adecuada, tiende a subordinar a sus
intereses egoístas el uso de los bienes que posee. Este egoísmo -alentado por
el individualismo- trae aparejada toda clase de abusos e injusticias. Quien
posee tiende a imponer condiciones injustas a quienes no poseen bien alguno,
con el objeto de aumentar las propias ganancias, como lo atestigua la historia.
La Iglesia siempre ha defendido, con
energía, que la propiedad privada de los bienes materiales es un derecho
natural de la persona, cuyo respeto y protección es fundamental para la paz y
la prosperidad sociales. En efecto, si el hombre es un ser racional, libre y
responsable, la primera proyección de su naturaleza en el campo de los bienes
económicos, de los cuales ha de servirse para vivir y alcanzar su plenitud, es
precisamente la propiedad privada y personal sobre tales bienes.
No obstante lo señalado, el derecho de
propiedad es un derecho secundario o derivado. De la tendencia natural a
nuestra conservación, deriva el derecho de todo hombre a la libre disposición
de los bienes necesarios a dicha subsistencia; este derecho es anterior al
derecho de propiedad privada sobre los mismos. Esta reflexión pone de
manifiesto la gravedad del error liberal, según el cual la propiedad no admite
limitación alguna so pena de verse destruida en los hechos. Por el contrario,
el orden natural señala que este derecho no es un derecho absoluto sino
subordinado a otro aún más fundamental y anterior (MM, 43).
Si el liberalismo fue sensible al hecho
de que, si se traba la iniciativa privada, no habrá producción abundante de
bienes económicos, las corrientes socialistas reivindicaron otra verdad
parcial, a saber, que el uso de los bienes ha de ordenarse a las necesidades
sociales. El error de ambos planteos, es haber desconocido que ambas
afirmaciones no son excluyentes sino absolutamente complementarias.
Tales situaciones parten del
desconocimiento de la función social de la propiedad. Este concepto complementa
y equilibra la función personal antes explicada. Siendo la propiedad un derecho
derivado, su ejercicio efectivo ha de ordenarse no sólo a la satisfacción de
las necesidades individuales, sino también al bien común de la sociedad
política. Los bienes de los particulares deben contribuir a solventar todas
aquellas actividades y servicios de utilidad común, que son indispensables a la
buena marcha de la sociedad. Ello requiere una justa distribución de los
ingresos, cuyo arbitraje supremo deberá ser ejercido por la autoridad política.
Por eso, Juan Pablo II, en el discurso inaugural de la Conferencia Episcopal de
Puebla (1979), afirmó que sobre toda propiedad privada grava una hipoteca
social.
En el orden nacional, el Estado deberá
cuidar que todos los miembros de la comunidad reciban y puedan obtener con
facilidad, los bienes necesarios. Y sobre los superfluos, podrá orientarlos
cuando vea que la distribución no se hace con la debida facilidad, a través de
la aplicación por parte de los mismos propietarios, al fin social. Cuando el
propietario descuida el compartir sus bienes o la discreción en el uso de los
mismos, la sociedad tendrá derecho a intervenir en defensa de la destinación
universal de los bienes. De aquí nace la función rectificadora del Estado
acerca de la propiedad privada.
No basta, por cierto, reconocer
jurídicamente el derecho de propiedad, sino se verifica en la realidad el
derecho a la propiedad (MM, 113). Hoy, más que nunca, existe la posibilidad de
difundir la propiedad, pues los recursos técnicos y el mayor dominio de los
recursos naturales, lo permite, si se aplica una adecuada política económica y
social (MM, 115). Pues las relaciones económicas no surgen de hechos fortuitos,
sino como resultado de la conducta humana. No hay fatalidad en la economía. Si
bien la ciencia económica, posee sus propias leyes y métodos, la economía como
actividad humana debe estar subordinada a la política y a la moral, para que
sea posible un recto Orden Económico. Recordemos que ordenar es disponer las
cosas a un fin; es una operación de la inteligencia, no de la voluntad.
Desde una perspectiva doctrinaria,
podemos mostrar las alternativas que puede presentar un orden económico, según
el enfoque intelectual y político que se elija. Seguimos de cerca la
clasificación del Prof. Palumbo.
i) Algunos consideran que el Orden Económico surge sólo, por interacción de
los factores. Es la hipótesis liberal de la “mano invisible”, que va
disponiendo las cosas de tal modo que se produce un equilibrio de intereses en
el mercado.
La Iglesia rechaza esta hipótesis, que
no se ha verificado nunca en la historia. Por el contrario, considera que:
“No se puede confiar el desarrollo ni al
solo proceso casi mecánico de la acción económica de los individuos ni a la
sola decisión de la autoridad pública. Por este motivo hay que calificar de
falsas tanto las doctrinas que se oponen a las reformas indispensables en nombre
de una falsa libertad como las que sacrifican los derechos fundamentales de la
persona y de los grupos en aras de la organización colectiva de la producción.”
(GS, 65)
ii) Cuando el Orden Económico es diseñado por el Estado y realizado por él
mismo, se cae en el estatismo. El párrafo citado anteriormente explica
los motivos del rechazo de esta posición, por parte de la Iglesia. La
experiencia histórica demuestra que una economía estatizada anula la libertad
de los ciudadanos y de los grupos sociales, además de resultar ineficiente en
el largo plazo.
iii) El Orden Económico diseñado por el Estado, pero realizado por los
particulares, con la mayor libertad posible, es el promovido por la Iglesia.
No corresponde al Estado “hacer” en
materia económica, sino “ordenar y coordinar”. La justicia impone los límites a
la libertad de los particulares en este campo, así como las cargas que puede
imponer la autoridad pública. En efecto:
“Toca a los poderes públicos escoger y
ver el modo de imponer los objetivos que hay que proponerse, las metas que hay
que fijar, los medios para llegar a ellas, estimulando al mismo tiempo todas
las fuerzas agrupadas en esta acción común. Pero han de tener cuidado de
asociar a esta empresa las iniciativas privadas y los cuerpos intermedios.
Evitarán así el riesgo de una colectivización integral o de una planificación
arbitraria que, al negar la libertad, excluirá el ejercicio de los derechos
fundamentales de la persona humana.” (PP, 33)
La economía es principalmente una
relación del hombre con las cosas. Pero con un determinado tipo de cosas
únicamente, que son las cosas escasas y útiles. Escasez y utilidad, son
necesarias para que las cosas tengan valor económico. De esta relación, surge
una ley fundamental de la economía que es la Ley de la oferta y la demanda.
Una cosa, en la medida en que es más
necesitada o es más escasa tiende a aumentar su valor, y tiende a disminuirlo
en la medida en que es más abundante.
Lo aberrante del liberalismo no consiste
en defender esta ley natural y espontánea de las relaciones económicas, sino
pretender que esa tendencia funcione fuera de todo encuadramiento y
subordinación a leyes superiores. Que esta ley sea espontánea en la economía,
no quiere decir que no se pueda hacer un ordenamiento inteligente de esa
tendencia natural.
Existe una segunda ley fundamental de la
economía que es la Ley de Reciprocidad en los Cambios, que tiene por virtud
ordenar las tendencias espontáneas del mercado al Bien Común, siendo por eso,
al mismo tiempo, una ley política. La ley de reciprocidad en los cambios, es la
condición o supuesto previo para que la ley de la oferta y la demanda funcione
regularmente sin deformar y desequilibrar la economía de una sociedad.
Esta ley fue expuesta por Aristóteles en
el libro V de la Ética a Nicómaco, donde sostiene que debe haber un valor
equivalente entre lo que se da y lo que se recibe. Porque si alguien “da más y
recibe menos, desaparece su razón para vivir en sociedad”.
Por eso, las dos leyes fundamentales de
la economía deben funcionar necesariamente juntas, representando: la ley de la
oferta y la demanda, la espontaneidad, la vitalidad y la libertad de los
intercambios económicos; y la de reciprocidad en los cambios, la armonía de la
estructura económica, la justicia social, y el crecimiento sostenido de la
economía, libre de dependencias y condicionamientos exteriores.
La Encíclica “Centesimus Annus”
considera justo rechazar un sistema económico que asegura el predominio
absoluto del capital respecto a la libre subjetividad del trabajo del hombre, y
no garantiza el bien común mediante un sólido contexto jurídico. Cuando el
capitalismo asume este enfoque, se considera inaceptable.
Promueve, por el contrario, una sociedad
basada en el trabajo libre, en la empresa -entendida como comunidad de hombres-
y en la participación. Este tipo de sociedad, acepta el mercado como un
instrumento eficaz para colocar los recursos y responder a las necesidades,
pero exige que sea controlado por las fuerzas sociales y por el Estado, de
manera que garantice la satisfacción de las exigencias fundamentales de toda la
sociedad. Cuando el capitalismo responde a esta descripción, se considera
aceptable.
La distinción, contenida en el párrafo
42 de la encíclica, no resulta ambigua, pues se encuadra en la diferencia que
los especialistas han formulado, entre dos tipos de capitalismo: el anglosajón
y el renano. La primera parte del párrafo, señala el capitalismo anglosajón,
que, en líneas generales, coincide con el concepto de neoliberalismo. La
segunda parte, describe lo que se conoce como capitalismo renano.
En otra parte de la encíclica (p. 19),
el pontífice destaca el esfuerzo positivo que realizan algunos países para:
“evitar que los mecanismos de mercado sean el único punto de referencia de la
vida social y tienden a someterlos a un control público que haga valer el
principio del destino común de los bienes de la tierra.” Luego detalla los
aspectos positivos:
► una cierta abundancia
de ofertas de trabajo;
► un sólido
sistema de seguridad social;
► la libertad de
asociación y la acción incisiva del sindicato;
► la previsión
social en casos de desempleo.
Esta caracterización corresponde,
precisamente, al capitalismo renano, que es el sistema económico que tiene
vigencia en varios países, en especial: Alemania, Italia y Japón. La mención de
este antecedente es importante para que no se tome a la enseñanza social de la
Iglesia como a una “utopía” -lugar que no existe-, sino que, al menos
parcialmente, coincide con experiencias concretas de la realidad.
Capítulo clave de la doctrina social en
materia económica, lo constituye la necesidad de la participación del Estado
(CA, p. 15), que debe actuar:
A) Indirectamente, según el principio de subsidiariedad, pues el orden
económico debe estar a cargo de los particulares, salvo en situaciones
excepcionales. No corresponde al Estado “hacer”, en materia económica, sino
“ordenar” la actividad para que los particulares ejecuten. La acción del Estado
debe consistir en: fomentar, estimular, ordenar, suplir y completar, la
actividad de los particulares.
La interpretación neoliberal que
atribuye al Estado poder actuar sólo por delegación de los particulares, es
insuficiente. Lo correcto es que el Estado actúe siempre como gestor del bien
común, orientando la economía y, en casos excepcionales, realizando
directamente actividades que no pueden ser ejecutadas por los particulares.
B) Directamente, según el principio de solidaridad, para:
► corregir
abusos: usura - monopolio, etc., pudiendo usar el instituto jurídico de la
expropiación;
► redistribuir
la riqueza: aplicando la ley de reciprocidad en los cambios. Mediante, por
ejemplo, la política impositiva y la seguridad social.
No es suficiente reconocer el deber de
intervención estatal en la economía, es necesario también limitar esa
intervención. Pues la regulación estatal no debe anular o afectar gravemente la
propiedad y la libertad individuales. Advierte el Papa que “se olvida que la
convivencia entre los hombres no tiene como fin ni el mercado ni el Estado, ya
que posee en sí misma un valor singular a cuyo servicio deben estar el Estado y
el mercado.” (CA, p. 49)
Por eso, la Doctrina Social de la
Iglesia no acepta:
Ni la no- intervención de la autoridad
pública en materia económica
Ni la intervención total.
La doctrina social parte de una actitud
realista, que conoce la lucha eterna entre el bien y el mal a que está sometido
el hombre, y por ello “valiéndose de todas las aportaciones de las ciencias y
de la filosofía, se propone ayudar al hombre en el camino de la salvación.”
(CA, p. 54). Como definió Pío XII esta doctrina está fijada definitivamente en
sus principios fundamentales, pero se adapta a las situaciones variables a las
que debe aplicarse (Aloc. 29-4-1945). Por ello, desde Populorum Progressio
hasta la última encíclica social, Caritas in Veritate, ha hecho hincapié en el
concepto de desarrollo humano. El desarrollo es algo más que simple crecimiento
económico; “es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida
menos humanas, a condiciones más humanas” (PP, 20). La economía debe estar al
servicio del hombre, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y
espirituales.
Juan Pablo II (CA, 35) advirtió sobre la
necesidad de un sistema económico apto para la realidad contemporánea, basado
en tres instancias: el mercado, el Estado y la sociedad civil. La solidaridad
requiere que todos se sientan responsables de todos; por tanto, no se la puede
dejar solamente en manos del Estado. Junto a la empresa privada, orientada al
beneficio, y los diferentes tipos de empresa pública, deben poderse establecer
y desenvolver aquellas organizaciones productivas que persiguen fines
mutualistas y sociales. Es lo que Stefano Zamagni llama economía civil: “el
conjunto de todas aquellas actividades en las que, ni la coerción formal ni la
finalidad del beneficio, constituyen el principio formal de tales actividades.
En otras palabras, mientras en los sectores estatal y del mercado privado, el
principio de legitimidad de las decisiones económicas está constituido, en un
caso, por el derecho de ciudadanía y, en el otro, por el poder de adquisición,
en la economía civil está constituido por el principio de reciprocidad”.
En las relaciones económicas, “el
principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad,
pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria”. Iniciativas
concretas, como la denominada economía de
comunión, demuestran que es posible que en el mercado actúen personas y
grupos que optan por tipos de gestión alejados del mero lucro, sin perjuicio de
producir valor económico (CV, 37).
El ya citado Profesor Zamagni, consultor
del Consejo Justicia y Paz, y uno de los redactores de Caritas in Veritate, ha cuestionado desde la perspectiva cristiana
la tesis de la disminución económica,
de Serge Latouche que, como solución a las injusticias del sistema económico
actual, propone el decrecimiento. Explica que, etimológicamente, desarrollo
significa liberar los rollos, o sea los vínculos que limitan la libertad de la
persona; buscar las vías del desarrollo significa amar la libertad. Tres son
las dimensiones del desarrollo humano: la cuantitativo-material, la
socio-relacional, y la espiritual. Es verdad
que la dimensión cuantitativo-material opaca las otras dos, pero esto no
significa que, reduciendo el crecimiento económico se garantice el crecimiento
de las otras dos dimensiones. El desarrollo humano exige la armonía de las tres
dimensiones: procurando menos bienes materiales, más bienes relacionales y más
bienes espirituales. El antídoto al actual modelo no es la disminución
económica, sino la economía civil. Mientras la economía política busca el bien
total, la economía civil tiene como meta el bien común.
En conclusión, vivimos en una época,
signada por la globalización y enormes injusticias sociales; por eso, el
desarrollo humano exige un esfuerzo enorme, al que todos estamos llamados, y
obligados moralmente, por lo tanto, no se justifican ni la desesperación, ni el
pesimismo, ni la pasividad. “Aunque imperfecto y provisional, nada de lo que se
puede y debe realizar mediante el esfuerzo solidario de todos y la gracia
divina en un momento dado de la historia, para hacer más humana la vida de los hombres
se habrá perdido ni habrá sido en vano.” (SRS, 48)
Fuentes:
CA,
encíclica Centesimus annus.
CV,
encíclica Caritas in veritate.
MM,
encíclica Mater et Magistra.
GS,
constitución Gaudium et Spes.
PP,
encíclica Populorum Progressio.
SRS,
encíclica Solicitudo rei socialis.
Garda
Ortiz, Ignacio. Seminario “Defensa e ilustración de la libertad económica”;
Buenos Aires, Fundación Forum, s/f.
Meneghini,
Mario. “Sumario de Doctrina Social”; Córdoba, Escuela de Dirigentes Santo Tomás
Moro, 2009.
Sacheri,
Carlos. “La Iglesia y lo social”; Bahía Blanca, La Nueva Provincia, 1972.
Widow, Juan Antonio. “El hombre, animal político”; Buenos Aires, Fundación Forum, 1984.
¿Hace cuánto dicen que existe una emergencia climática?
Por
Manny August FitzStephen Bono
Ingeniero de
Minas
Escuela Técnica Superior
de Ingenieros en Minas, Madrid
Este
artículo fue extractado del sitio de preguntas Quora y está muy sólidamente
fundamentado y explicado a la perfección. Lo consideramos de mucha utilidad
para quienes aún no tienen el tema suficientemente claro…
Lo que va a leer no significa que yo niegue
el cambio climático. Lo que va a leer va referido a la mala utilización para el
gran público acerca de la "emergencia del cambio climático", algo
diferente.
Si se atreve, adelante y saldrá de
muchas dudas. Todo está documentado.
No hay emergencia climática
Cada cual es libre de creer en lo que
quiera, y entiendo que si nos están sometiendo a una campaña brutalmente
intensa sobre el cambio climático y se suprime la posibilidad de que nos
lleguen mensajes contradictorios la inmensa mayo-ría opte por creer lo que se
le dice. Sin embargo, siempre ha sido sano no creerse mucho lo que a uno le
dicen, pero no le demuestran.
El calentamiento global se está
desacelerando desde mediados de los 90
Nadie tiene una explicación
satisfactoria de la causa del calentamiento entre 1910 y 1945, lo que lleva a
cuestionarnos si sabemos realmente qué está causando el calentamiento reciente.
Los datos apoyan que el CO2 puede haber contribuido al calentamiento, pero no
apoyan que sea la causa dominante y mucho menos la responsable de todo el
calentamiento como indica el IPCC. Y no es solo la temperatura, casi todos los
parámetros climáticos muestran una preocupante falta de la aceleración que
cabría esperar si fueran causados por nuestras emisiones. Preocupante en cuanto
a que indica que podemos haber equivocado nuestro diagnóstico de la causa, y si
eso es así la solución propuesta de reducir nuestras emisiones tendrá un
impacto insignificante en el clima. El impacto en nuestros bolsillos puede ser
demoledor.
La velocidad de calentamiento de los
años 1980-90 es de solo 0,005 °C/año (medio grado por siglo) superior a la de
los años 1920-30. Pero ni siquiera esa pequeña diferencia puede ser achacada
completamente al incremento de CO2, puesto que durante ese tiempo ha tenido
lugar el máximo solar moderno (1935-2005, en amarillo), un largo periodo de
actividad solar por encima de la media que razonablemente también ha debido
contribuir al calentamiento. Para colmo desde mediados de los 90 la velocidad
de calentamiento se está reduciendo mientras que nuestras emisiones se
incrementan mucho. Llegados a este punto, el escepticismo es la única posición
racional. El comprobar que esto es cierto está al alcance de cualquiera. La
velocidad de calentamiento de la Tierra no parece responder mucho a nuestras
emisiones, y además sigue un ciclo de unos 65 años que fue descubierto en 1994
por Schlesinger y Ramankutty y que es sistemáticamente ignorado por el IPCC
porque es incompatible con el alarmismo. En contra de lo que nos dicen lo que ahora toca es que la
Tierra se caliente más despacio, no más deprisa. A pesar de que el incremento
de CO2 continúa, el calentamiento se está frenando.
Parte de la prisa que tienen con la
emergencia climática es que la reducción de la velocidad de calentamiento empieza
a ser muy evidente en los datos y eso implica saber ya que los escenarios
alarmistas no se van a cumplir y además resulta muy difícil explicar la
reducción de velocidad si el CO2 está subiendo cada vez más deprisa en la
atmósfera (2,5 ppm por año). Lo que nos espera a continuación son los inviernos
fríos de 2019-20 y 2020-21 debido al mínimo solar, que nos atiza el vórtice
polar con sus frentes de aire polar cargados de nieve, y en 2020 debería llegar
La Niña que acompaña el inicio de un nuevo ciclo solar como han descubierto los
astrofísicos como Leamon y otros, algo que también ignora el IPCC porque no
reconoce efectos solares indirectos.
Cada once años, el Sol registra un nuevo
ciclo: un patrón de manchas que aparecen y desaparecen en la superficie de
nuestra estrella, señalando la actividad del astro. En una gráfica, cada ciclo
describiría una curva ascendente con su cresta (máximo solar con más manchas) y
su valle (que sería el mínimo de actividad solar con menos manchas).
Actualmente nos encontramos en el fin
del Ciclo 24 y en un mínimo solar. A partir de mediados de 2020 la actividad
volverá a reanudarse, como si el fuego interno del Sol hiciera otra vez bullir
su superficie. Pero ¿qué significa que nos encaminemos hacia un cambio de
ciclo? ¿qué consecuencias tendrá para la vida en la Tierra?
En realidad, poco se sabe acerca del
clima espacial. Los científicos desconocen fenómenos tan complejos y repentinos
como las tormentas solares, cómo funciona el rápido e infernal viento solar o
el porqué de sus «caprichosos» ciclos (que no siempre duran 11 años exactos y
se han registrado ciclos que van entre los 8 y los 14 años; o, por ejemplo, un
reciente estudio que relaciona estos ciclos con la alineación de los planetas).
Por lo que las predicciones, aunque cada vez más complejas, aún no son 100%
confiables.
La mayoría de los expertos concuerdan en
que el próximo ciclo solar será tan «tranquilo» como el que estamos
abandonando. En concreto, los expertos del Solar Cycle 25 Prediction Panel
-dependiente del Centro nacional del Clima de Estados Unidos- vaticinan que el
Ciclo 25 «podría tener un comienzo lento, pero alcanzará su nivel máximo con un
máximo solar entre 2023 y 2026». Es decir, que la «cresta de la ola» y los
fenómenos solares más fuertes se darán entre estos años, explican en un
comunicado. Sin embargo, los científicos calculan que el número de manchas
solares - en un rango de 95 a 130-, está muy por debajo del número promedio,
que normalmente oscila entre 140 y 220 por ciclo solar.
Lo opuesto al Niño, La Niña, viene
acompañada de una reducción de la temperatura global en superficie. Durante la
próxima década no nos espera calentamiento, o muy poco, y aunque a la
maquinaria del cambio climático no la para ya ni la llegada de la siguiente
glaciación (seguiría siendo culpa de nuestras emisiones), es indudable que el
número de escépticos aumenta cuando los datos contradicen el dogma; y el
escepticismo es la kriptonita de los alarmistas que requieren de la fe de la
gente y de su buena disposición a ser desplumada por una buena causa.
En la conferencia de Madrid de este año
ya se han quitado la careta y nos dicen bien a las claras que el gran objetivo
para esta cumbre es establecer "un mercado global de carbono que permita a
los países (y a través de ellos a las empresas) intercambiar compensaciones
[léase flujos de capital], con el establecimiento de un sistema totalmente
nuevo que vincule los mercados de carbono existentes". Nos lo pueden decir
más alto, pero no más claro, esto es un asunto de pasta y los que la vamos a
poner para que se la lleven los de siempre somos nosotros, claro está.
– ¡Mira allí! ¡Es el cambio climático!
– ¿Dónde? ¡Yo no veo nada!
Cómo te afecta el cambio climático
El mercado global del carbono alcanzó en 2018 los 144.000 millones de euros. Hay que entender que éste es dinero que va de las empresas de ciertos países a las empresas de otros países. Dinero que proviene de una tasa al aire (un componente del aire) que se recauda cobrándoselo a los clientes de esas empresas que en esencia somos todos. El 90 % de ese dinero corresponde sólo al mercado de la Unión Europea. Por eso quieren extender el negocio al resto del mundo. Y el flujo de dinero se dirige a determinados países que ejercen una fuerte presión para que la UE avance en la legislación climática en contra de países más reticentes. Uno de los países que más se beneficia de la industria climática es, no casualmente, la Suecia de Greta Thunberg. Ikea es uno de los principales financiadores de la European Climate Foundation, un grupo radicado en Bruselas cuyo objetivo es conseguir que se cumplan los acuerdos de París.
Cuando a nosotros nos cobran en nuestra factura de la luz la tasa de carbono por generar la electricidad produciendo CO2, la empresa española que genera esa electricidad debe transferir esas tasas a una empresa que consuma CO2, por ejemplo, una empresa sueca que plante árboles para producir madera. Esos árboles subvencionados son después adquiridos a menor precio por Ikea que los utiliza para hacer muebles más baratos con los que eliminar a la industria del mueble español menos competitiva. Negocio redondo por partida doble para Suecia, que lidera la industria verde en Europa, que cada vez mueve más dinero, y pérdida por partida doble para España claro. No es casualidad que nuestra pequeña profeta del clima a la que ponen la alfombra roja en el Foro Económico Mundial de Davos sea sueca. La historia de que surgió espontáneamente es tan falsa como el argumentario de la emergencia climática.
De la misma manera que nadie exigió
responsabilidades a los economistas que nos condujeron al matadero de la crisis
de 2008 con sus teorías de que la deuda no era perjudicial, nadie exigirá
responsabilidades a los científicos climáticos por predecir una crisis
inexistente. A los científicos climáticos se les ha dado un incentivo perverso
premiándolos con un diluvio de dinero por declarar una crisis climática
imaginaria, y cuando ésta finalmente no se presente nadie les exigirá cuentas
por los destrozos que hayan causado las políticas destinadas a combatirla.
Cínicamente nos dirán que han tenido éxito en evitarla.
El aviso de Dwight Eisenhower en 1961 del peligro de que las políticas
públicas se convirtieran en rehenes de una élite científico-tecnológica se ha
convertido en realidad. En España ningún político a la izquierda
de Vox (¡manda huevos!) se atreve a posicionarse en contra de la emergencia
climática a pesar de lo endeble de la evidencia de que estemos en una emergencia
debido al clima y a pesar de que ello condiciona completamente nuestra política
energética.
En cuanto a la temida subida del nivel del mar, ésta ha sido estudiada con los registros de mareógrafos que en algunos casos existen desde el siglo XVIII, y más recientemente mediante satélite. Ambos tipos de medidas son muy distintas en su naturaleza y en el lugar donde se realizan, por lo que deben estudiarse por separado. Se sabe qué nivel del mar está subiendo desde al menos 1800r lo que es obvio que no sube solo por el efecto de nuestras emisiones. Además, los expertos observan una aceleración muy pequeña, de 0,01 mm/año^2 que es la que ha hecho que pasara de no subir antes de 1780 a subir 3 mm/año actualmente. Dicha aceleración no parece haber sido afectada por nuestras emisiones, que como hemos visto deben actuar principalmente a partir de 1950.
A pesar de que nuestras emisiones de CO2 se han incrementado en un 66% en estos 25 años, no se observa aceleración en la subida del nivel del mar. De hecho, los mismos científicos encargados de medirlo lo dicen:
Entonces si la aceleración es tan
pequeña que no es perceptible en 25 años, y la subida del nivel del mar no ha respondido
a nuestras emisiones desde 1950, ¿de dónde se sacan que el nivel del mar va a
subir varios metros para el 2050 y el 2100? Y, sobre todo, ¿por qué piensan que
reducir nuestras emisiones tendrá algún efecto sobre la subida del nivel del
mar? Lo más probable es que no lo piensen y no estén siendo sinceros al
respecto.
¿Qué hay acerca de la fusión de los hielos? Les encanta ponernos imágenes de grandes trozos de hielo cayendo al mar, como si eso no pasara todos los años desde siempre. El hielo crece sobre tierra y se desplaza hasta caer al mar. Está claro que con el calentamiento de la Tierra la criosfera está reduciendo su tamaño, pero de nuevo encontramos que lo lleva haciendo desde más o menos 1850. Los expertos nos dicen que los glaciares se están reduciendo a gran velocidad desde entonces, a pesar de nuestras escasas emisiones antes de 1950.
¿Tenemos evidencias de que nuestras emisiones hayan acelerado el proceso sustancialmente? Algún astuto lector ya se imaginará que si la subida del nivel del mar no se acelera significativamente debe ser porque el hielo de la criosfera tampoco se funde mucho más deprisa. Nos hablan mucho de la pérdida de hielo de Groenlandia. Groenlandia pierde hielo a través de sus glaciares, porque lo que nieva cada año en Groenlandia suele ser más que lo que se funde en toda su superficie. Sin el retroceso de sus glaciares Groenlandia estaría ganando hielo. De entre todos los glaciares de Groenlandia el más famoso es el Jakobshavn Isbræ, uno de los más grandes y rápidos de Groenlandia. A menudo nos hablan de este glaciar para ilustrar el calentamiento de origen humano. Sin embargo, los científicos tienen datos que demuestran que este glaciar también está reduciéndose desde 1850, y que el ritmo al que lo hace no tiene absolutamente nada que ver con el incremento de los niveles de CO2 en la atmósfera.
Para sorpresa de los científicos el
Jakobshavn Isbræ está creciendo desde hace tres años. Nadie sabe lo que hará en
el futuro, pero lo que parece evidente es que no dependerá de nuestras
emisiones.
El indiscutible declive de los glaciares en un planeta que se calienta también sirve para demostrar la poca fiabilidad de las exageradas predicciones de los científicos sobre el cambio climático. Un cartel explicaba a los visitantes del Glacier National Park (EEUU) que los modelos climáticos pronosticaban la desaparición de los glaciares del parque para el año 2020. Obviamente lo que desapareció fue el cartel porque los glaciares siguen allí y el cartel había pasado a ser evidencia de lo poco fiables que son las predicciones climáticas.
Todos los indicios de una campaña de
ventas de un producto defectuoso están presentes en la emergencia climática.
Es una exageración. La realidad del
cambio climático es bastante modesta, y la prueba es que el planeta lleva calentándose
desde 1850 y hasta hace bien poco a todo el mundo le parecía muy bien. De
pronto la misma subida del nivel del mar va a resultar muy peligrosa, y la
sequía y los fenómenos extremos del tiempo (huracanes, inundaciones, tormentas
polares) se van a abatir sobre nosotros. Pero el calentamiento global fue
identificado hace 40 años, y en ese tiempo no hemos visto que haya pasado nada
de todo eso.
Eso sí, cada vez que hay una catástrofe natural siempre hay alguien que culpa al cambio climático y cuando se les hace notar que las catástrofes naturales han tenido lugar desde siempre nos dicen que el cambio climático las está haciendo más frecuentes y peores. Pero cuando se les piden los datos que lo demuestren no los tienen. Lo más que hacen es mostrar datos de pérdidas económicas. Pero en un mundo con un PIB en crecimiento y una población en crecimiento, y en el que además se construye sin consideración al peligro de catástrofes naturales es lógico que los daños económicos aumenten. Cuando se corrige por PIB resulta que los daños económicos están disminuyendo en proporción, y además constituyen un porcentaje muy pequeño del PIB mundial, en torno a un 0,20 %.
Y por si fuera poco en un mundo cada vez
más poblado el número de gente que muere por catástrofes naturales ha caído en
picado, porque ahora se dispone de medios de prevención, aviso y rescate, y nos
preparamos desde antes de que tenga lugar la catástrofe natural.
La información veraz se escamotea. El control de los medios permite que la información que llega a la gente sea seleccionada y se le dé un sesgo absolutamente negativo, suprimiendo cualquier dato que permita el más mínimo resquicio de interpretación positiva de ningún aspecto del cambio climático. La gente ignora que gracias al cambio climático y al aumento de CO2 la productividad del planeta está aumentando, la superficie foliar detectada por los satélites se está incrementando y los desiertos se están reduciendo. Un planeta más productivo es un planeta que soporta más seres vivos. La gente ignora que allá donde los humanos no lo impiden la masa forestal está creciendo. En España cada vez hay más árboles.
La gente ignora que el frío mata a más gente que el calor incluso en los países templados por lo que el calentamiento global reduce el número de muertes atribuidas a efectos de la temperatura. En España tanto el número de muertes debidas al frío como el de las debidas al calor está disminuyendo, pero si a alguien se le ocurre decir que el calentamiento global salva vidas se lo comen vivo, porque el cambio climático debe ser todo negativo, nada positivo.
Lo cierto es que los efectos positivos
del cambio climático hasta el presente son medibles e importantes, mientras que
los negativos son pequeños y en la mayoría de los casos imaginarios, por eso es
tan importante que el público no sepa de los efectos positivos.
Campañas de marketing con cambio de marca
El re-etiquetado del producto bajo
distinta marca cuando no se vende bien es la típica estrategia de marketing
(rebranding). El calentamiento global era un nombre descriptivo, pero tenía el
problema de que en invierno no se vendía bien. Cambio climático era un nombre
más blando, pero tenía la ventaja de poderse aplicar a todo. Si caía una nevada
como no se había visto en décadas, se podía echar la culpa al cambio climático.
Pero la gente se resistía, el número de escépticos es relativamente alto en los
países anglosajones y disminuye muy lentamente. Se intentó brevemente con
disrupción climática y la intraducible "global weirding" (volverse
raro global), pero ambas fracasaron estrepitosamente.
Crisis climática tenía un cierto nivel
de aceptación entre los científicos, pero la palabra crisis está muy sobada por
la sociedad y lo mismo vale para un matrimonio que para una situación de
insatisfacción personal. Pero este año parecen haber encontrado la marca
perfecta, emergencia climática. Emergencia es perfecta porque está asociada a
situaciones de claro e inmediato peligro que obliga a una respuesta igualmente
rápida. Con la potente maquinaria de propaganda detrás de su uso se ha
extendido como la pólvora. The Guardian la declaró expresión preferida a cambio
climático en Mayo. Los diccionarios Oxford han hecho su parte declarando
"emergencia climática" la palabra del año 2019. Pero no es una
palabra, son dos. Hasta Oxford se pasa.
Manipulación de los jóvenes
Las investigaciones de Justin Barrett sugieren que todos nacemos creyentes, programados biológicamente para creer en cosas para las que no hay evidencia. Eso explicaría en parte por qué las religiones son una característica universal en todas las culturas. También explica en parte por qué los jóvenes resultan más fáciles de indoctrinar si se les expone únicamente a una versión dogmática y sin fisuras ni contradicciones. Lleva tiempo y esfuerzo convertirse en un escéptico. A menudo se logra después de que a uno le hayan engañado muchas veces y siempre requiere plantearse las razones por las que uno cree en las cosas en ausencia de evidencia, algo que a la gente en general no le gusta hacer.
Los manipuladores del cambio climático
llevan mucho tiempo reclutando niños para sus campañas, como el caso de los 21
niños, incluyendo a la nieta del científico activista James Hansen, que en 2015
llevaron a juicio al gobierno federal de los EEUU en el caso Juliana vs. US,
que aún está por resolverse. Sin embargo, fue con el reclutamiento de Greta
Thunberg en Suecia donde finalmente consiguieron el éxito. Greta es una niña
disfuncional perteneciente a una familia disfuncional. Padece el síndrome de
Asperger un trastorno neurobiológico que entre otras cosas le confiere una baja
sociabilidad, falta de empatía, intereses limitados e interpretación literal de
lo que se le dice. Sheldon Cooper, el personaje de la serie cómica "The
Big Bang Theory", es una muy buena caracterización de una persona con
síndrome de Asperger según el actor que lo interpreta.
El síndrome de Asperger hace a Greta
Thunberg particularmente susceptible a creerse a pies juntillas lo que le dicen
del cambio climático y a dedicar todo su esfuerzo a ello. Sin embargo, no es lo
que necesita. Lo que le están haciendo a esta niña debería calificarse como
maltrato infantil. Toda la atención que recibe, el ser amada y odiada por
millones de personas que no conoce, el tener que hablar ante multitudes, el
andar de un lado para otro acompañada de adultos que la guían y entrenan en lo
que debe decir, es lo contrario de lo que necesita alguien con su condición. A
su edad debería estar en un entorno estable, jugando, aprendiendo a socializar,
yendo al colegio y al psicólogo para mejorar sus limitaciones. Está siendo
utilizada por la maquinaria climática para aumentar la venta de la emergencia
climática en el sector juvenil con la colaboración de sus padres y esperemos
que no termine siendo un juguete roto.
___________
Fuente: Fundación Argentina de Ecología
Científica, agosto 18, 2022