Pesadilla Tóxica


 

Artículo póstumo del Card. George Pell, publicado el 11 de enero de 2023 en el periódico londinense The Spectator

 

El Sínodo de los Obispos católicos está ahora ocupado construyendo lo que ellos consideran «el sueño divino» de la sinodalidad. Por desgracia, este sueño divino se ha convertido en una pesadilla tóxica, a pesar de las buenas intenciones declaradas de los obispos.

 

Han elaborado un cuadernillo de 45 páginas que da cuenta de los debates de la primera fase de «escucha y discernimiento», celebrados en muchas partes del mundo, y es uno de los documentos más incoherentes jamás enviados desde Roma.

 

Mientras damos gracias a Dios porque el número de católicos en todo el mundo, especialmente en África y Asia, está aumentando, el panorama es radicalmente distinto en América Latina, con pérdidas tanto para los protestantes como para los laicistas.

 

Sin ningún sentido de la ironía, el documento se titula «Amplía el espacio de tu tienda», y el objetivo de hacerlo es dar cabida, no a los recién bautizados —aquellos que han respondido a la llamada a arrepentirse y creer—, sino a cualquiera que pueda estar lo suficientemente interesado como para escuchar. Se insta a los participantes a ser acogedores y radicalmente inclusivos: «Nadie queda excluido”.

 

El documento no insta ni siquiera a los participantes católicos a hacer discípulos en todas las naciones (Mateo 28:16-20), y mucho menos a predicar al Salvador a tiempo y a destiempo (2 Timoteo 4:2).

 

La primera tarea de todos, y especialmente de los maestros, es escuchar en el Espíritu. Según esta reciente actualización de la buena nueva, la «sinodalidad» como forma de ser de la Iglesia no debe definirse, sino simplemente vivirse. Gira en torno a cinco tensiones creativas, partiendo de la inclusión radical y avanzando hacia la misión en un estilo participativo, practicando la «corresponsabilidad con otros creyentes y personas de buena voluntad». Se reconocen las dificultades, como la guerra, el genocidio y la brecha entre clero y laicos, pero todo puede sostenerse, dicen los obispos, con una espiritualidad viva.

 

La imagen de la Iglesia como una tienda en expansión con el Señor en su centro procede de Isaías, y su objetivo es subrayar que esta tienda en expansión es un lugar donde la gente es escuchada y no juzgada, no excluida.

 

Así pues, leemos que el pueblo de Dios necesita nuevas estrategias; no peleas y enfrentamientos, sino diálogo, en el que se rechace la distinción entre creyentes e incrédulos. El pueblo de Dios debe escuchar realmente, insiste, el clamor de los pobres y de la tierra.

 

Debido a las diferencias de opinión sobre el aborto, la contracepción, la ordenación de mujeres al sacerdocio y los actos homosexuales, algunos consideran que no se pueden establecer ni proponer posturas definitivas sobre estas cuestiones. Lo mismo ocurre con la poligamia y el divorcio y segundas nupcias.

 

Además, el documento es claro sobre el problema especial de la posición inferior de la mujer y los peligros del clericalismo, aunque se reconoce la contribución positiva de muchos sacerdotes.

 

¿Qué pensar de este popurrí, de esta efusión de buena voluntad de la Nueva Era? No es un resumen de la fe católica ni de las enseñanzas del Nuevo Testamento. Es incompleto, hostil en aspectos significativos a la tradición apostólica y no reconoce en ninguna parte el Nuevo Testamento como la Palabra de Dios, normativa para toda enseñanza sobre la fe y la moral. Se ignora el Antiguo Testamento, se rechaza a los patriarcas y no se reconoce la Ley de Moisés, incluidos los Diez Mandamientos.

 

Inicialmente se pueden hacer dos observaciones. Los dos sínodos finales en Roma en 2023 y 2024 necesitarán clarificar la enseñanza sobre asuntos morales, ya que el Relator (redactor jefe y gestor) Cardenal Jean-Claude Hollerich ha rechazado públicamente las enseñanzas básicas de la Iglesia sobre sexualidad, alegando que contradicen la ciencia moderna. En tiempos normales, esto habría significado que su continuidad como Relator era inapropiada, incluso imposible.

 

Los sínodos tienen que elegir si son servidores y defensores de la tradición apostólica sobre la fe y la moral, o si su discernimiento les obliga a afirmar su soberanía sobre la enseñanza católica. Deben decidir si las enseñanzas básicas sobre cosas como el sacerdocio y la moral pueden arrumbarse en un limbo pluralista en el que algunos eligen redefinir los pecados con menos gravedad y la mayoría acuerda diferirlos completamente.

 

Más allá del sínodo, la disciplina se está relajando, especialmente en el norte de Europa, donde algunos obispos no han sido reprendidos, incluso después de afirmar el derecho de un obispo a disentir; ya existe un pluralismo de facto más generalizado en algunas parroquias y órdenes religiosas en cosas como la bendición de la actividad homosexual.

 

Los obispos diocesanos son los sucesores de los apóstoles, el maestro principal de cada diócesis y el centro de la unidad local de su pueblo y de la unidad universal en torno al Papa, sucesor de Pedro. Desde la época de San Ireneo de Lyon, el obispo es también el garante de la fidelidad permanente a la enseñanza de Cristo, la tradición apostólica. Son gobernantes y a veces jueces, así como maestros y celebrantes sacramentales, y no son meras flores de pared o sellos de goma.

 

Ampliar la tienda es consciente de los defectos de los obispos, que a veces no escuchan, tienen tendencias autocráticas y pueden ser clericalistas e individualistas. Hay signos de esperanza, de liderazgo efectivo y de cooperación, pero el documento opina que los modelos piramidales de autoridad deben ser destruidos y que la única autoridad genuina proviene del amor y del servicio. Hay que hacer hincapié en la dignidad bautismal, no en la ordenación ministerial, y los estilos de gobierno deben ser menos jerárquicos y más circulares y participativos.

 

Los principales actores en todos los sínodos (y concilios) católicos y en todos los sínodos ortodoxos han sido los obispos. De una manera suave y cooperativa, esto debería afirmarse y ponerse en práctica en los sínodos continentales para que las iniciativas pastorales se mantengan dentro de los límites de la sana doctrina. Los obispos no están allí simplemente para validar el debido proceso y ofrecer un nihil obstat a lo que han observado.

 

A ninguno de los participantes del sínodo —laicos, religiosos, sacerdotes u obispos—, les conviene que el sínodo decida que no se puede votar y que no se pueden proponer proposiciones. Transmitir al Santo Padre sólo las opiniones del comité organizador para que decida es un abuso de la sinodalidad, una marginación de los obispos que no se justifica ni por las Escrituras ni por la tradición. No es el debido proceso y es susceptible de manipulación.

 

Los católicos regulares de todo el mundo no aprueban las conclusiones del sínodo actual. Tampoco hay mucho entusiasmo en los altos niveles de la Iglesia. Las reuniones continuas de este tipo profundizan las divisiones y unos pocos avivados pueden explotar la confusión y la buena voluntad. Los ex anglicanos vueltos a la Iglesia tienen razón al identificar la confusión cada vez mayor, el ataque a la moral tradicional y la inserción en el diálogo de la jerga neomarxista sobre la exclusión, la alienación, la identidad, la marginación, los sin voz, LGBTQ, así como el desplazamiento de las nociones cristianas de perdón, pecado, sacrificio, curación, redención. ¿Por qué el silencio sobre un más allá de recompensa o castigo, sobre las cuatro postrimerías: muerte y juicio, cielo e infierno?

 

Hasta ahora, el método sinodal ha descuidado, e incluso degradado, lo trascendente, ha encubierto la centralidad de Cristo con apelaciones al Espíritu Santo y ha fomentado el resentimiento, especialmente entre los participantes.

 

Los documentos de trabajo no forman parte del magisterio. Son una base para la discusión; para ser juzgados por todo el pueblo de Dios y especialmente por los obispos con y bajo el Papa. Este documento de trabajo necesita cambios radicales. Los obispos deben darse cuenta de que hay trabajo por hacer, en nombre de Dios, más pronto que tarde.


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Memorando


 

Publicado en el blog de Sandro Magister “Settimo Cielo”, y firmado con el seudónimo de «Demos», circuló entre los cardenales desde el inicio de la cuaresma de 2022. Hoy ha sido confirmado que su autor fue el Cardenal australiano recientemente fallecido George Pell.

 

El Vaticano hoy

 

Los comentaristas de todas las escuelas, aunque por diferentes razones, con la posible excepción del padre Spadaro, SJ, coinciden en que este pontificado es un desastre en muchos o más aspectos, una catástrofe.

 

1. El sucesor de San Pedro es la roca sobre la que se edifica la Iglesia, una fuente grande y causa de unidad mundial. Históricamente, a partir de San Ireneo, el Papa y la Iglesia de Roma han desempeñado un rol único en la preservación de la tradición apostólica, la regla de fe, en garantizar que las Iglesias continúen enseñando lo que Cristo y los apóstoles han enseñado. Anteriormente el lema era: “Roma locuta. Causa finita est”. Hoy es: “Roma loquitur. Confusio augetur” [Roma habla. La confusión aumenta].

 

(A) El sínodo alemán habla de homosexualidad, de mujeres sacerdotes, de Comunión para los divorciados que se han vuelto a casar. Pero el papado calla.

 

(B) El cardenal Hollerich rechaza la enseñanza cristiana sobre la sexualidad. Y el papado calla. Esto es doblemente significativo, porque el cardenal es explícitamente herético; no utiliza palabras en clave ni alusiones. Si el cardenal continuara sin la corrección romana, esto representaría otra ruptura más profunda de la disciplina, con pocos (¿o ninguno?) precedentes en la historia. La Congregación para la Doctrina de la Fe debe actuar y hablar.

 

(C) El silencio es todavía más evidente, cuando choca con la persecución activa en perjuicio de los tradicionalistas y de los monasterios contemplativos

 

2. La centralidad de Cristo en la enseñanza se debilita; Cristo es desplazado del centro. A veces Roma parece hasta confundida sobre la importancia de un monoteísmo riguroso, al aludir a un cierto concepto más amplio de divinidad; no precisamente panteísmo, sino como una variante del panteísmo hindú.

 

(A) La Pachamama es idolatría, aunque quizás no se la entendía inicialmente como tal.

 

(B) Se persigue a las monjas contemplativas y se intenta cambiar las enseñanzas de los carismáticos.

 

(C) La herencia cristocéntrica de San Juan Pablo II en materia de fe y moral es objeto de ataques sistemáticos. Muchos profesores del Instituto Romano para la Familia han sido despedidos; la mayoría de los alumnos se han marchado. La Academia para la Vida está en grave desorden, por ejemplo, algunos de sus miembros han apoyado recientemente el suicidio asistido. Las Academias pontificias tienen miembros y expositores invitados que apoyan el aborto.

 

3. La falta de respeto a la ley en el Vaticano corre el riesgo de convertirse en un escándalo internacional. Estos problemas se han hecho realidad en el juicio que se está celebrando en el Vaticano contra diez acusados de negligencia financiera, pero el problema es más antiguo y más amplio.

 

(A) El Papa ha cambiado la ley cuatro veces durante el juicio, para ayudar a la acusación.

 

(B) El cardenal Becciu no fue tratado con justicia porque fue destituido de su cargo y despojado de su dignidad cardenalicia sin ninguna prueba. No recibió un juicio justo. Todo el mundo tiene derecho a un juicio justo.

 

(C) Como jefe del Estado Vaticano y fuente de toda autoridad legal, el Papa se ha servido de este poder para interferir en los procedimientos judiciales.

 

(D) A veces, por no decir a menudo, el Papa gobierna con decretos pontificios, motu proprio, que eliminan el derecho de apelar de los afectados.

 

(E) Muchos miembros del personal, a menudo sacerdotes, han sido despedidos precipitadamente de la curia vaticana, con frecuencia sin una buena razón.

 

(F) Las escuchas telefónicas se practican habitualmente. No estoy seguro de la frecuencia con la que se autoriza esto.

 

(G) En el juicio inglés contra Torzi, el juez criticó duramente a los fiscales del Vaticano, quienes o bien son incompetentes y/o han sido condicionados, impidiéndoles proporcionar el cuadro completo.

 

(H) La irrupción de la gendarmería vaticana al mando del doctor Giani en 2017, en la oficina del auditor Libero Milone en territorio italiano, probablemente fue ilegal y en todo caso intimidatoria y violenta. Es posible que las pruebas contra Milone hayan sido fabricadas.

 

4. (A) La situación financiera del Vaticano es grave. Al menos en los últimos diez años ha habido casi siempre déficits financieros. Antes del COVID estos déficits eran de unos 20 millones de euros al año. En los últimos tres años han sido unos 30-35 millones de euros al año. Los problemas se remontan a antes del papa Francisco y del papa Benedicto.

 

(B) El Vaticano se enfrenta a un fuerte déficit en su fondo de pensiones. Alrededor de 2014, los expertos de COSEA estimaron que para 2030 el déficit podría llegar a ser de unos 800 millones de euros. Esto fue antes del COVID.

 

(C) Se calcula que el Vaticano ha perdido 217 millones de euros en el edificio de Sloane Avenue, en Londres. En los años 80, el Vaticano se vio obligado a desembolsar 230 millones de dólares después del escándalo del Banco Ambrosiano. A causa de la ineficiencia y de la corrupción, el Vaticano ha perdido al menos otros 100 millones de euros en los últimos 25-30 años, y probablemente varios más, quizá 150-200 millones.

 

(D) A pesar de la reciente decisión del Santo Padre, los procesos de inversión no han sido centralizados (como recomendó COSEA en 2014 e intentó la Secretaría de la Economía en 2015-16) y siguen sin el asesoramiento de expertos. Durante décadas, el Vaticano ha tenido que tratar con financistas de mala reputación, evitados por todos los banqueros que son respetados en Italia.

 

(E) El rendimiento de las 5261 propiedades del Vaticano sigue siendo escandalosamente bajo. En 2019 el rendimiento promedio (antes del COVID) fue de casi 4.500 dólares al año. En 2020 fue de 2.900 euros por vivienda.

 

(F) El rol cambiante del papa Francisco en las reformas financieras (progresos incompletos, pero sustancialmente en la reducción de la delincuencia mucho menos exitosos, excepto en el IOR, en términos de rentabilidad) es un misterio y un enigma.

 

Inicialmente, el Santo Padre apoyó firmemente las reformas. Después impidió la centralización de las inversiones, se opuso a las reformas y a la mayoría de los intentos de desenmascarar la corrupción y apoyó al (entonces) arzobispo Becciu, en el centro del establishment financiero del Vaticano. Luego, en 2020, el Papa se volvió contra Becciu y finalmente diez personas han sido sometidas a juicio y acusadas. A lo largo de los años, se han iniciado pocos procesos penales sobre la base de informes de violaciones por parte de la FIA.

 

Los auditores Price Waterhouse y Cooper fueron desplazados y el auditor general Libero Milone se vio obligado a dimitir en 2017 por acusaciones inventadas. Se estaban acercando demasiado a la corrupción en la Secretaría de Estado.

 

5. La influencia política del Papa Francisco y del Vaticano es insignificante. Intelectualmente, los escritos papales muestran una declinación respecto a los niveles de San Juan Pablo II y del Papa Benedicto. Las decisiones y las políticas son a menudo “políticamente correctas”, pero ha habido graves fallas en la defensa de los derechos humanos en Venezuela, Hong Kong, China continental y ahora en la invasión rusa.

 

No ha habido ningún apoyo público a los fieles católicos de China, que han sido perseguidos en forma ininterrumpida por su lealtad al papado durante más de 70 años. No hay ningún apoyo público del Vaticano a la comunidad católica de Ucrania, especialmente a los greco-católicos.

 

Estos temas deberían ser revisadas por el próximo Papa. El prestigio político del Vaticano está ahora en un nivel bajo.

 

6. A un nivel diferente, menor, se debería regularizar la situación de los tradicionalistas tridentinos (católicos).

 

A un nivel aún más modesto, debería volver a permitirse la celebración de las Misas “individuales” y con pequeños grupos por la mañana en la Basílica de San Pedro. En este momento, esta gran basílica es de madrugada como un desierto.

 

La crisis del COVID ha encubierto el fuerte descenso del número de peregrinos que asisten a las audiencias y a las Misas papales.

 

El Santo Padre tiene escaso apoyo entre los seminaristas y los sacerdotes jóvenes y hay una desafiliación generalizada en la curia vaticana.

 

El próximo cónclave

 

1. El Colegio Cardenalicio se ha visto debilitado por los nombramientos excéntricos y no se ha vuelto a convocar desde el rechazo de las posiciones del cardenal Kasper en el consistorio de 2014. Muchos cardenales son desconocidos entre sí, lo que añade una nueva dimensión de imprevisibilidad al próximo cónclave.

 

2. Después del Vaticano II, las autoridades católicas han subestimado a menudo el poder hostil de la secularización, del mundo, de la carne y del diablo, especialmente en el mundo occidental, y han sobrestimado la influencia y la fuerza de la Iglesia católica.

 

Somos más débiles que hace 50 años y hay muchos factores que escapan a nuestro control, al menos a corto plazo, por ejemplo, la disminución del número de creyentes, la frecuencia de la asistencia a Misa, la desaparición o extinción de muchas Órdenes religiosas.

 

3. El Papa no tiene necesidad de ser el mejor evangelizador del mundo, ni una fuerza política. El sucesor de Pedro, como cabeza del colegio de obispos, que son también los sucesores de los apóstoles, tiene un rol fundamental para la unidad y la doctrina. El nuevo Papa debe comprender que el secreto de la vitalidad cristiana y católica proviene de la fidelidad a las enseñanzas de Cristo y a las prácticas católicas. No proviene de la adaptación al mundo ni del dinero.

 

4. Las primeras tareas del nuevo Papa serán el restablecimiento de la normalidad, el restablecimiento de la claridad doctrinal en la fe y en la moral, el restablecimiento del debido respeto al Derecho y la garantía de que el primer criterio para el nombramiento de los obispos sea la aceptación de la tradición apostólica. La competencia y la cultura teológica son una ventaja, no un obstáculo para todos los obispos y especialmente para los arzobispos.

 

Estos son los fundamentos necesarios para vivir y predicar el Evangelio.

 

5. Si las reuniones sinodales continúan en todo el mundo, consumirán mucho tiempo y dinero, desviando probablemente las energías de la evangelización y del servicio en lugar de profundizar en estas actividades esenciales.

 

Si se da autoridad doctrinal a los sínodos nacionales o continentales, tendremos un nuevo peligro para la unidad de la Iglesia mundial, puesto que, por ejemplo, la Iglesia alemana ya tiene posiciones doctrinales que no son compartidas por otras Iglesias y no son compatibles con la tradición apostólica.

 

Si no hay una corrección romana de tales herejías, la Iglesia quedaría reducida a una vaga federación de Iglesias locales, con visiones diferentes, probablemente más cercana a un modelo anglicano o protestante que a uno ortodoxo.

 

Una de las primeras prioridades para el próximo Papa debe ser eliminar y prevenir un desarrollo tan peligroso, exigiendo la unidad en lo esencial y no permitiendo diferencias doctrinales inaceptables. La moralidad de la actividad homosexual será uno de estos puntos críticos.

 

6. Aunque el joven clero y los seminaristas son casi en su totalidad ortodoxos, a veces bastante conservadores, el nuevo Papa deberá ser consciente de los cambios sustanciales que se han producido en el liderazgo de la Iglesia desde 2013, quizá especialmente en América del Sur y Central. Hay un nuevo salto en el avance de los protestantes “liberales” en la Iglesia Católica.

 

Es poco probable que un cisma provenga de la izquierda, donde no suele haber drama por cuestiones doctrinales. Un cisma es más probable que venga de la derecha y siempre es posible cuando las tensiones litúrgicas se inflaman y no se amortiguan.

 

Unidad en las cosas esenciales. Diversidad en las no esenciales. En todo la Caridad.

 

7. A pesar de su peligrosa declinación en Occidente y de su inherente fragilidad e inestabilidad en muchos lugares, debería considerarse seriamente la viabilidad de una visita apostólica a la Orden de los jesuitas. Su descenso numérico es catastrófico, ya que han pasado de 36.000 miembros durante el Concilio a menos de 16.000 en 2017 (con probablemente el 20-25% de ellos mayores de 75 años). En algunos lugares, también hay una declinación moral catastrófica.

 

La Orden está altamente centralizada, susceptible de ser reformada o arruinada desde arriba. El carisma y la contribución de los jesuitas han sido y son tan importantes para la Iglesia, por eso no se debe permitir que desaparezcan sin más de la historia o que se reduzcan simplemente a una comunidad afroasiática.

 

8. Se debe afrontar el desastroso descenso del número de católicos y la expansión de los protestantes en Sudamérica. Esto se mencionó muy poco en el sínodo sobre la Amazonia.

 

9. Obviamente, se debe trabajar mucho en las reformas financieras del Vaticano, pero éste no debería ser el criterio más importante a la hora de elegir al próximo Papa.

 

El Vaticano no tiene deudas importantes, pero los continuos déficits anuales finalmente lo llevarán a la quiebra. Es obvio que se tomarán medidas para remediarlo, para separar al Vaticano de los cómplices criminales y equilibrar los ingresos y los gastos. El Vaticano tendrá que demostrar competencia e integridad para atraer donaciones consistentes que ayuden a resolver este problema.

 

A pesar del mejoramiento de los procedimientos y una mayor transparencia, las continuas dificultades financieras constituyen un gran desafío, pero son mucho menos importantes que los peligros espirituales y doctrinales que la Iglesia debe afrontar, especialmente en el Primer Mundo.

 

Demos, Cuaresma de 2022


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El legado de Benedicto XVI

 



Continuar con la reconstrucción del postconcilio

Por Stefano Fontana

 

Ahora que el funeral celebrado el miércoles ha marcado el final del período inmediatamente posterior a la muerte terrenal de Benedicto XVI y se han recordado los diversos aspectos de su grandeza, uno no puede evitar mirar hacia delante y preguntarse qué quedará de su legado en un futuro próximo. Para algunos quedará poco o nada de ella, porque las posiciones oficiales de la Iglesia actual ya parecen haber superado a las de Benedicto XVI, su muerte habría eliminado un escollo y continuar por el nuevo camino ahora debería ser más fácil. Por otro lado están los “continuistas”, según los cuales el pontificado de Francisco está en la línea del de Benedicto, que hasta ahora simplemente se ha desarrollado de acuerdo con las premisas que él estableció y así seguirá siendo. Ambas posturas me parecen insatisfactorias. Por lo tanto, voy a intentar presentar otra.

 

Ratzinger/Benedicto representa una época, la del Concilio y el postconcilio. Él encarnó la interpretación más equilibrada de aquella época, logrando elaborar un cuadro convincente de la misma de tal manera que no dejó (casi) nada fuera, ni siquiera los errores cometidos y las cuestiones que siguen abiertas y por reconsiderar. Su legado, por tanto, consiste en retomar todo el asunto desde donde lo dejó, sin llevar a cabo una transición de una época a otra, continuando con la contención de las tendencias disolventes y prosiguiendo con la reconstrucción. Francisco, en cambio, pretende dejar atrás esta época que, según él, considera que la Iglesia todavía está en una posición de conservación y no de salida. Quiere ser postconciliar. Es cierto que se refiere a menudo al Concilio, pero precisamente para decir que ya no hay que detenerse en él y en la época que inauguró. El debate entre Concilio y postconcilio se ha acabado para él. La prueba más clara de esta posición, entre las innumerables que podríamos mencionar, fue el motu proprio Traditionis custodes, que estableció que la “cuestión litúrgica” había terminado y, con ella, la “cuestión” de toda una época. Pero ésta era precisamente la cuestión principal que Benedicto XVI consideraba necesario dejar abierta.

 

Si esta síntesis mía tiene algo de verdad, la solución “continuista” se cae por su propio peso. ¿Y qué sucede con la otra? ¿Es la que queda de pie? ¿Quiere decir esto que el nuevo paradigma se impondrá definitivamente, la época conciliar y postconciliar será borrada y la resistencia aplastada? No lo creo, y explicaré por qué.

 

Lo que hemos visto en los últimos días pertenece al género de la épica religiosa: Cuántas personas han rendido homenaje a Benedicto, cuántas personas han declarado implícitamente que se han sentido “tocadas” por él, cuántos han testificado que su muerte terrenal no es la muerte de su legado sino más bien lo contrario, cuántos han revivido el discurso de Ratisbona del 12 de septiembre de 2006 y sus otros escritos, cuántos se han ocupado de casos no resueltos como la prohibición de hablar con sabiduría para que no se tergiversara la verdad sobre él. Por supuesto, también hemos visto otras actitudes, por lo general bastante mezquinas, como siempre ocurre en estos casos. Pero la adhesión de inteligencia y corazón de los fieles a Benedicto ha sido impresionante y, visto lo visto en estos días de su muerte y funeral, el legado de Benedicto no se desvanecerá tan pronto, sino que toda la Iglesia se verá afectada durante mucho tiempo.

 

Incluso me atrevería a decir que Benedicto y su legado influirán en la Iglesia aún más después de su muerte física que antes, cuando estaba vivo. Todos recordamos sus dos últimas intervenciones públicas: una sobre los abusos del clero y otra sobre el celibato sacerdotal con el cardenal Sarah. Estas dos intervenciones “frenaron” algunos procesos negativos y evitaron decisiones que quizá ya se habían tomado, pero estaban congeladas. Con su muerte esto ya no será posible, pero esta labor la continuarán a partir de ahora aquellos que han asumido su legado. Esto representa una fuerza aún mayor, primero porque contarán con la ayuda de un “mecenas celestial”, y segundo porque la causa estará alejada de las contingencias de la historia, adquiriendo así un valor emblemático y, por tanto, más movilizador.

 

Fuente: Brújula cotidiana, 07-01-2023

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Benedicto XVI, luz que brilla en las tinieblas

  



Por el P. Santiago Martin

 

El P. Santiago Martín, grabó una extraordinaria semblanza de Benedicto XVI, minutos antes de su muerte. Cómo luchó por la fe, trajo la paz litúrgica y fue machacado en los últimos momentos de su pontificado. Cómo nos confortó y guió.

 

Cuando grabo este vídeo, el Papa Emérito, Benedito XVI, está agonizando.

Su golpeado corazón sigue luchando y lo hará hasta que el Señor disponga que ha llegado la hora de llevárselo consigo, con ese Dios al que él tanto ha amado.

 

Este humilde trabajador de la Viña del Señor, como él mismo se presentó, está apagándose lentamente, está también en esto, siendo lo que ha sido toda su vida, una presencia brillante, pero a la vez discreta, humilde, honesta.

Incluso sus más encarnizados enemigos tienen que reconocer que es un santo, aunque después a continuación se decidan a manchar de alguna manera su nombre.

 

Ahora la virtud que más le ha caracterizado es la humildad, esa humildad que nos ha atraído a todos los que hemos tenido la bendición de poder tener algún trato con él.

 

Pero esta luz que brilla en las tinieblas se está apagando en un momento muy especial, en plenas fiestas de Navidad.

Cuando acaba de ocurrir el solsticio de invierno, cuando tímidamente la luz va ganando lentamente, poco a poco presencia y la oscuridad empieza también lentamente a retroceder, quizá la muerte del Papa Benedicto, cuando ocurra, es como una profecía que indica que lo peor ha podido pasar ya, que lo peor ya ha pasado, que esta tormenta terrible que llevamos décadas soportando y que tiene ya a la iglesia llena de agua a punto de hundirse, que quizá esta tormenta puede empezar a remitir.

 

Queremos y recemos que esto sea así y que su paso por la Tierra engrandecido con su muerte signifique que ya muchos van a empezar a mirar con más valentía la luz, porque esto es lo que ha sido Benedicto durante toda su vida, ha sido alguien que ha intentado reflejar la luz, no la luz suya propia, sino la luz de aquel que es la verdadera luz, Jesucristo nuestro Señor.

 

Él ha luchado de una manera además titánica, con esa inteligencia portentosa que Dios le dio, él ha luchado para que el relativismo no apagara, manipulara, destruyera el mensaje de Jesucristo.

 

Él ha sido de verdad un siervo dócil que se ha puesto al servicio de la verdad que es Jesucristo, que se ha puesto al servicio del único verdadero redentor y salvador del mundo y que se ha puesto al servicio de una iglesia que es la única que tiene la plenitud de la verdad revelada por Cristo y la plenitud de los medios de salvación que el Señor dejó para ayudarnos a alcanzar el cielo.

 

Su obra, repito, ha sido titánica, es imposible resumirla porque no solamente fue un brillante teólogo asesor del Cardenal de Colonia cuando se desarrolló el Concilio Vaticano II, profesor de teología fundador de dos revistas, primero la revista Concilium y después la revista Communio.

 

No solamente fue el autor de libros que ya tenían un peso en aquel momento antes de ser nombrado obispo, como por ejemplo Introducción al Cristianismo, no solamente fue el gran prefecto de doctrina de la fe durante muchísimo tiempo y no solamente fue el Papa que ha gobernado la iglesia durante ocho años, sino que todo eso lo ha hecho precisamente porque quería ser fiel a Jesucristo y porque quería y amaba a esta iglesia que era la única verdadera iglesia de Cristo.

 

Durante su época como Prefecto de Doctrina de la Fe fueron publicados, aunque naturalmente no es que fueran escritos desde el principio hasta el final por él, pero fueron publicados por ejemplo los dos documentos sobre la teología de la liberación que supusieron un golpe mortal al intento de la unión soviética de hacerse con toda Latinoamérica utilizando a la iglesia.

 

Dejó claro que marxismo y cristianismo son incompatibles y lo hizo cinco años antes de que cayera el muro de Berlín y el mundo entero contemplara sorprendido las vergüenzas que ocultaba el régimen inhumano soviético, el régimen inhumano comunista.

 

También durante su época como prefecto de la Fe se publicó el Catecismo de la Iglesia Católica dirigido por él, obviamente con un equipo de sacerdotes, de teólogos, de obispos cardenales, pero dirigido y supervisado por él.

 

Y esta es una obra maestra, es decir, es una obra que queda para la historia y que es un dique de contención del intento del relativismo de manipular el dogma, la moral y también la liturgia de la iglesia.

 

No podemos olvidar la publicación durante su época como Prefecto de Doctrina de la Fe de la declaración Dominus Iesus que, como he dicho antes, pone de manifiesto que Cristo es el único redentor del mundo, que sí es un hombre, un hombre verdadero, efectivamente un hombre verdadero, un gran hombre, un extraordinario hombre, pero no es un poco más o mucho más grande y extraordinario que cualquier otro hombre extraordinario de la historia de la humanidad.

 

Y no lo es porque es verdadero Dios, es el hombre y es Dios nuestro Señor, la segunda persona de la santísima Trinidad, Dios de Dios, luz de luz, que asume la naturaleza humana en el vientre, en el seno de la santísima Virgen María.

 

Esto que estaba en entredicho y que el relativismo estaba diluyendo, diciendo que Jesús era simplemente uno más, incluso el más grande de los grandes ilustres personajes de la historia, dice, es efectivamente el más grande, sí, es un gran hombre, es extraordinario, sí, pero es Dios, es Dios.

Y además añade, y en la iglesia católica, y solo en la iglesia católica está la plenitud de la revelación, es decir, solo aquí está la plenitud de lo que ha enseñado Jesucristo y está la plenitud de los sacramentos que ha dejado nuestro Señor para ayudarnos a llegar al Cielo.

 

La Dominus Iesus junto con el Catecismo de la Iglesia Católica son dos de los grandes hitos de la teología que se publican durante su etapa como prefecto de doctrina de la fe.

 

Tras ser elegido Papa publicó tres encíclicas y cuando uno mira las tres, las ve juntas más, que normalmente se publica una, después otra, después otra, cuando ves el conjunto de esas tres encíclicas, además solo tres, te das cuenta de cuál era su preocupación, su objetivo.

 

Estaba diluyéndose, desapareciendo incluso la predicación del mensaje de la salvación, del mensaje de la vida eterna.

La iglesia estaba dejando de preocuparse por salvar almas para ocuparse casi exclusivamente por salvar cuerpos.

La vida eterna ya no contaba que se negara su existencia, algunos por supuesto sí, pero la mayoría no, nunca se ha negado la existencia de la vida eterna o la existencia del alma, pero ya no preocupaba, ya no interesaba, ya no importaba, lo importante era dar de comer al hambriento.

 

Sí, pero olvidándose de que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios, olvidándose de que hay vida eterna y de que hay que ayudar a ese hombre, ayudarle a que viva, pero a que viva no solamente aquí, sino a que viva para la eternidad.

 

En la última de las encíclicas, él insiste en la necesidad de decir la verdad a la gente, de que la primera caridad es decir la verdad y que la verdad no es un concepto, la verdad es una persona, la verdad es Cristo, la verdad es el amor que es Cristo, el amor de Dios que ha vivido, que vive entre nosotros, y que la primera caridad que tenemos que tener con cualquiera, la primera, la más importante es precisamente enseñarle quién es Jesucristo y acercarle a Jesucristo, porque si comes mañana volverás a tener hambre, y si estás con Cristo, Él es el que sacia totalmente aquellas necesidades que tienes, porque incluso te ayuda a trabajar por ti mismo para intentar resolver hasta tus problemas de tipo físico o de tipo material.

 

Pero además de esto, además de sus obras como teólogo, como prefecto o como papa, es porque sigue vivo el hombre que ha intentado, que ha luchado por conseguir la paz litúrgica.

 

Es el hombre que ha intentado que en la Iglesia coexistieran pacíficamente la liturgia que surge del Concilio Vaticano II y la liturgia tradicional.

Es también el que ha renovado la condena contra la masonería.

Es, por supuesto, el autor, siendo cardenal primero y papa después, el autor de aquel informe sobre la fe, que a mudo de entrevista le hizo Vittorio Messori, y el autor de los tres libros sobre Jesús de Nazaret, especialmente el primero, pone el dedo en la llaga sobre la manipulación que se está haciendo desde algunos sectores de los estudios bíblicos.

 

Todo esto, junto, llevó al Vatileaks, tenían que acabar con él, y le golpearon, le golpearon donde sabían que más le dolía en su honestidad, donde sabían que podían hacerle mella en su honestidad.

 

Fue un importante cardenal el que meses antes de presentar su dimisión le dijo, has fracasado, has fracasado, tienes que ponerte a un lado, dejar que otro haga lo que tú no has sabido hacer, acabar con la corrupción en la Iglesia.

 

¿Por qué? Porque había ya estallado el escándalo del Vatileaks, que no era otra cosa más que algo muy bien organizado, que ponía al descubierto ante los ojos del mundo la existencia de unas luchas terribles en el seno de la Iglesia, sobre todo en el Vaticano, y la existencia de la corrupción.

 

Él se dio cuenta de que no tenía ya la capacidad, las fuerzas, dijo él, para seguir afrontando esta lucha contra la corrupción, y efectivamente decidió ponerse a un lado, presentó la dimisión.

 

Para la historia queda, y la historia dirá, si esa dimisión fue oportuna, si fue prematura, si debía haber esperado un poco más y organizado su sucesión, él renunció libremente, así lo dijo, pero eso no significa que no hubiera habido una campaña, una presión para hacer, moverle, no digo forzarle, porque no hubiera habido libertad, pero sí moverle hacia esa dimisión.

 

La historia lo dirá, lo que queda ahora, cuando aún su corazón valiente está luchando, lo que queda ahora, lo que quedará para siempre, es el testimonio de su honestidad y de su humildad, y también esa luz que él ha querido aportar, siendo reflejo de la verdadera luz que es Cristo, para acabar con las tinieblas del relativismo, que tanto daño nos están haciendo.

 

Ha luchado, se ha esforzado por hacer compatible el Concilio Vaticano II con la tradición de la Iglesia, la hermenéutica de la continuidad ha sido su guía como teólogo, como Prefecto de Doctrina de la Fe como pontífice, él ha trabajado por esto, también la historia dirá si esto ha sido, es o será posible, su ejemplo, su enseñanza son y seguirán siendo un hito en la historia de la Iglesia, y mientras existan, existamos pecadores, pero que queremos seguir siendo fieles a la verdadera Iglesia, esto no va a pasar, no se va a olvidar, no nos vamos a olvidar de este auténtico grande que merece la pena ser llamado Magno, como fue llamado San Juan Pablo II.

 

Rezamos por él, le encomendamos a Dios que Dios tenga misericordia de su pobre gastado cuerpo y que tenga naturalmente misericordia de su brillante, excelente alma.

 

Fuente: Infocatólica, 31-12-22

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