La trampa de la «Cultura del Encuentro»

Por Carlos Daniel Lasa

Doctor en Filosofía


El actual Arzobispo de La Plata, Mons. Víctor Fernández, expuso, cuando ejercía el Rectorado en la Universidad Católica Argentina, una síntesis de lo que, desde su perspectiva, representaba la «Cultura del Encuentro» para el Papa Francisco. 

El prelado comienza afirmando que el Sumo Pontífice, queriendo permanecer ajeno a toda dialéctica opositiva, elige la figura geométrica del poliedro. El poliedro, refiere Fernández, está formado por varias caras que, juntas, integran una unidad.


Advirtamos que el Prelado se mete de lleno en el problema por excelencia de la metafísica: el tema del Uno y lo múltiple. A priori podría pensarse que la «Cultura del Encuentro» es entendida desde una concepción creacionista. En este sentido, asumiría la respuesta dada por toda metafísica cristiana desde siempre: el ser es Uno y múltiple a la vez. Va una aclaración: esta relación no se da por necesidad, sino por la infinita Bondad del Dios Creador que, siendo el Ser-Uno, quiere participar de su ser a todas las creaturas.

Seguidamente, Fernández expresa que el Papa está pensando en una «unidad en la diversidad» o en una «diversidad reconciliada». Al respecto me permito discurrir acerca del alcance de la expresión «unidad en la diversidad».

 

En el caso que me ocupa, advierto que «la unidad en la diversidad» no tiene un carácter ontológico, sino dinámico. La unidad va a ser el resultado de la acción de las partes que integran la diversidad de lo real. Veamos el ejemplo que ofrece el Arzobispo: «De dos cosas distintas se puede hacer nacer una síntesis que nos supere y nos mejore a los dos, aunque los dos tengamos que renunciar a algo» (lo destacado es nuestro).

Advirtamos que, con la expresión «hacer nacer», se está poniendo énfasis en la voluntad en detrimento de la inteligencia. No se trata tanto de ver la unidad (teoría), como de construirla.

 

Surge aquí una primera pregunta: ¿cuál sería la razón para buscar la unidad dinámica de la multiplicidad cuando el ser, ontológicamente y de suyo, es pura multiplicidad?

La única explicación posible sería aquella que referí: la existencia de toda sociedad así lo exige. En este caso, la unidad va a ser el fruto de una decisión, de un acto de la voluntad.

El mismo Fernández nos lo confirma cuando sostiene que el Papa Francisco propone un «pacto cultural» que desemboque en una cultura del encuentro. Y aclara que pacto cultural es «una decisión y un acuerdo de respeto, tolerancia y diálogo entre los diferentes que siente las bases para un pacto político. Ni siquiera el ‘pacto moral’ es suficiente», añade. Y concluye: «Un pacto cultural significa que se ha aprendido a reconocer al otro como otro: con su propia cultura, es decir con su propio modo de ver la vida, de salir adelante, de opinar, de sentir y de soñar.»

En la fundamentación última de este discurso de la «Cultura del Encuentro» advierto una grave contradicción respecto de la visión metafísica creacionista. Aclaro (aunque holgaría decirlo) que esta visión ha sido sostenida por la Iglesia católica desde su misma fundación.

 

Veamos. La doctrina de la «Cultura del Encuentro» se funda, tal como se expresa, en la afirmación absoluta del otro (sea individuo, sea pueblo). El otro se configura a partir de la consecución de un propósito que no brota de la naturaleza de su ser, sino que es puesto por su propio querer.

Lo absolutamente primero va a ser el propósito originario. La forma no está determinada de antemano, como sucede en Aristóteles, sino que se efectiviza cuando el propósito se cumple. Por eso dirá Herder: «¡Mi humanidad es única!» En esta concepción, cada hombre o cada pueblo van a tener su propia medida y fisonomía.

 

Esta visión romántica, como puede advertirse, sacrifica el término unidad por el de pluralidad. En el origen, «todo es diversidad»; la misma es producto de los distintos propósitos originarios.

En consecuencia, no podremos establecer ningún tipo de jerarquía dentro del orden de lo real. Pensemos: si todo es una diversidad carente de unidad, ¿acaso podría calificarse, dentro de esa pura diversidad, que determinada cosa es mejor que otra? Si carezco de una unidad en relación a la cual medir cada ser múltiple, ¿cómo determinar la mayor o menor perfección de cada ser en virtud de su mayor o menor acercamiento a esa Unidad? Sin jerarquía alguna, todo vale lo mismo.

Esta concepción rapsódica del ser, propia de la «Cultura del Encuentro», se encuentra en plena sintonía con el denominado culturalismo. Me permito citar una frase del mismo Papa, dicha en Temuco, que cualquier partidario del culturalismo suscribiría: «Necesitamos de la riqueza que cada pueblo tenga para aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores o inferiores.» (Lo destacado es nuestro).

 

Ahora bien, esta «Cultura del Encuentro» debe hacerse cultura dentro de la propia Iglesia católica. Sería razonable pensar que una Iglesia, cuyo fin primordial sea el de propiciar este tipo de cultura, busque modelar a todos sus integrantes según este paradigma.

Aquí ya puede advertirse la paradoja que sigue: si bien se asume una concepción equivocista de lo real, se termina imponiendo, a nivel de la praxis de la Iglesia, una visión univocista. La imperiosa necesidad de extender y homologar, urbi et orbi, esta nueva forma mentis, contradice la diversidad buscada.

La consecuencia más grave de esta visión antimetafísica es la pérdida de la unidad de fe de la Iglesia. La visión equivocista conduce necesariamente a una fragmentación doctrinal.

Cabría preguntarle al Arzobispo Fernández: ¿qué queda, en este idealizado encuentro, de la exigencia de verdad que impone el mismo ser objetivo? Ciertamente que nada. Ya no se trata de buscar y abrazar lo verdadero. Todo lo contrario: la verdad divide, por lo cual es necesario exorcizarla.

Esta dialéctica opositiva entre ser y estar, entre verdad (unidad) y encuentro (pura diversidad), es la que alimenta la «Cultura del Encuentro».

 

Hay otro dato. La «Cultura del Encuentro» da lugar a una «nueva fe» fundada en un Dios al que las diversas culturas vivencian de un modo particular a lo largo de la historia. El contenido de ese Dios, como se advierte, es puramente histórico.

El mismo Juan Carlos Scannone se preguntaba si resultaba posible conciliar el horizonte del estar con el del ser. Es decir, el peso simbólico, mítico y situacional del aquí, por un lado, con el logos, por el otro. La vivencialidad religiosa particular, de esta parte, con la comprensión cristiana de la trascendencia de Dios, de la creación y de la historia de salvación, de la otra. La particularidad religiosa de cada pueblo con la universalidad del pueblo de Dios. Y añadía que el actual pensamiento latinoamericano no ha respondido todavía de modo suficiente a esta problemática (Cfr. Juan Carlos Scannone. Nuevo punto de partida de la filosofía latinoamericana. Bs. As., Editorial Guadalupe, 1990, p.36).

En realidad, Scannone barruntaba que esta conciliación era imposible. La filosofía romántica del estar ha optado por la afirmación de la pluralidad y por el abandono de la unidad. La fe católica ha perdido su pretensión de universalidad, convirtiéndose en una de las tantas expresiones en la que los pueblos vivencian el sentido de Dios.

 

Releyendo lo escrito, no puedo dejar de pensar en la influencia que el racionalismo ha ejercido en innumerables teólogos católicos. El gran problema acerca de cómo utilizar la filosofía para comprender mejor lo que creo (sin llegar a corromper la verdad creída) resulta, a esta altura, una bobería.

 

Finalmente, me permito la siguiente reflexión. Un encuentro debe entenderse como el acto en el cual, en algún punto, coincidan dos o más personas o pueblos. En el coincidir, por lo tanto, se hace posible la existencia de la unidad dentro de la diversidad de los sujetos que buscan encontrarse.

Fernández nos aclara la cuestión cuando dice que esa unidad, ese encuentro, en algún punto semejante al de la dialéctica procesual hegeliana, es el resultado de la anulación de algo sostenido por cada posición. Solo una dosis de auto-negación de cada una de las partes permitirá, refiere, alcanzar una unidad que funde el encuentro. El encuentro, de este modo, solo será posible a partir de un acto de decisión cuya finalidad sea la de «permanecer juntos». Y este permanecer juntos será el fruto de una negociación.

 

Para el catolicismo (por lo menos para aquel previo a esta nueva y curiosa perspectiva), la unidad y el hecho de permanecer juntos se fundan en la Verdad. Y la Verdad no es el producto de la acción voluntaria: no es el resultado decisionista, previo al cual dejo lo que me molesta y tomo lo que me conviene. Se trata de un acto intelectual cuyo fin es leer aquello que las cosas verdaderamente son.

Es preciso no confundir dialogar con negociar. El diálogo se registra en el momento en que dos o más personas buscan la verdad de lo real; la negociación se da toda vez que dos o más buscan ponerse de acuerdo en aquello que quieren que algo sea de determinada manera.

Este pseudo-encuentro, ciertamente, permitirá que los hombres puedan, eventualmente, estar juntos, yuxtapuestos, pero jamás unidos. La realidad múltiple solo puede unirse y encontrarse en torno a la Unidad metafísica.

 

Me permito, y para concluir, transcribir las reveladoras palabras de un Doctor de la Iglesia católica, Santo Tomás de Aquino: «Con el fin de ofrecerte, mi querido hijo Reginaldo, un compendio de la doctrina cristiana que puedas tener siempre a la vista, me propongo tratar en la presente obra de tres cosas: primero, de la fe; segundo, de la esperanza; tercero, de la caridad. Este es el orden que nos enseñaron los Apóstoles, el más conforme también con la recta razón. Pues, en efecto, no puede haber amor puro y recto si no se determina el fin legítimo de la esperanza, ni puede haber esperanza si falta el conocimiento de la verdad. Es necesario, por consiguiente: primero, la fe, por la cual se conoce la verdad; segundo, la esperanza, que dirige nuestros deseos a su legítimo fin; y tercero, la caridad, que ordena totalmente los afectos.» (Compendio de Teología, Capítulo I, Presentación).

 

(Fuente: Infocatólica – 17/02/21)

La Pasión de san José, dos tesis comparadas

Por Ermes Dovico

Lic. en Cs. de la Comunicación


¿Qué originó la lucha interior de san José ante la maternidad divina de María? De su descarnada narración han surgido dos interpretaciones diferentes a lo largo del tiempo. Se les conoce como la tesis del “respeto” y la tesis de la “sospecha”. Ambas presuponen la distinguida justicia de José, pero difieren en el momento en que el marido de María se enteró del misterio de la Encarnación y los motivos de la idea de despedirla en secreto.

Uno de los temas más delicados cuando se habla de san José es el sufrimiento interno que experimentó el esposo de María cuando se dio cuenta de su misterioso embarazo. San Mateo describe la situación con breves pinceladas (Mateo 1, 18-25). De su descarnada narración han surgido dos interpretaciones diferentes a lo largo del tiempo: como señala el fallecido josefólogo padre Tarcisio Stramare (†2020), «se les conoce como la tesis del “respeto” y la tesis de la “sospecha”».

Según la primera tesis, María había informado inmediatamente a José de su maternidad divina y él, incluso creyéndole, habría decidido despedirla en secreto para respetar el designio y los derechos de Dios. En esta tesis se basa la exhortación apostólica Redemptoris Custos (ver especialmente los puntos 2-6 y 20), publicada por san Juan Pablo II el 15 de agosto de 1989. El mismo padre Stramare colaboró ​​en este documento pontificio, contribuyendo en su estructura teológica, y a su vez ha apoyado en sus libros las razones del “respeto”1.  La citada exhortación apostólica no contiene, debe entenderse, ninguna fórmula dogmática al respecto, aunque sea claramente una fuente autorizada del magisterio.

Desde la perspectiva del “respeto”, el anuncio angelical llegaría a José confirmando lo que el marido de María ya sabía y - según escribió el padre Stramare - habría tenido el propósito «de iluminar con el apoyo de la cita del profeta la “sorprendente maternidad de María”, como se expresa la Redemptoris Custos (n. 3)». Esta interpretación se basa fundamentalmente en la idea de que María, la primera criatura en la tierra en recibir el anuncio de la salvación, no podía permanecer en silencio ante una alegría tan grande. Citemos de nuevo al padre Stramare: «Por tanto, ¿no es natural pensar que María, la Virgen de la Anunciación, fue también la primera anunciadora de la Buena Nueva (¡éste es el Evangelio!) y que primero hizo participar de ella a la persona más amada, es decir a san José, que, ante todo, siendo su verdadero esposo, es la persona más interesada, pero también la más involucrada en el misterio de su maternidad?».

Si se asume esta idea, la consecuencia es creer que José supo de la maternidad divina antes de que Isabel fuera inspirada en este sentido por el Espíritu Santo (cuando llamó a María “madre de mi Señor”; Lucas 1, 43). Así lo presenta precisamente la Redemptoris Custos: “De este misterio divino [la maternidad divina, N.d.A.] José es, junto con María, el primer depositario. Con María - y también en relación con María - él participa en esta fase culminante de la autorrevelación de Dios en Cristo, y participa desde el primer instante. Teniendo a la vista el texto de ambos evangelistas Mateo y Lucas, se puede decir también que José es el primero en participar de la fe de la Madre de Dios, y que, haciéndolo así, sostiene a su esposa en la fe de la divina anunciación” (RC, 5).

Para justificar la dolorosa decisión de despedir secretamente a María, la tesis del respeto sostiene que José decidió dar un paso atrás frente a la divina Majestad encarnada en María. El padre Stramare señala: «Como Moisés, José también sabe bien que se encuentra ante la “zarza ardiente”: “¡No te acerques más!” (Ex 3, 5)». Sobre esta base, se subraya que José aún desconocía el altísimo rol que Dios había pensado para él; rol que, entre otras cosas, será señalado por las palabras del ángel “y llamarás su nombre JESÚS” (Mateo 1: 21).

La llamada tesis de la “sospecha”, muy extendida, asume en cambio que el parto de José había surgido precisamente porque no conocía la maternidad divina. Es decir, desconocía la causa de ese embarazo que se mostraba claramente ante sus ojos; sin embargo, en virtud de su justicia - alabada en el Evangelio (Mateo 1, 19) - y en virtud de la santidad de María, que se le manifestaba todos los días, suspendió con santa prudencia su juicio. María había guardado silencio sobre el misterio por humildad y, incluso antes, porque no había tenido el permiso de Dios para revelarlo. Por tanto, se había entregado por completo a la voluntad divina. Esta tesis, según sus partidarios, estaría más de acuerdo con el significado del texto evangélico y en particular con la revelación liberadora del ángel en un sueño, que comienza diciendo a José que no tenga miedo de llevarse a María con él “porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es” (Mateo 1, 20).

Respecto a la justicia de José, que a pesar de la tribulación siempre se preocupó de preservar a María, así escribe un doctor de la Iglesia como san Juan Crisóstomo: «Justo, aquí, significa perfecto en toda virtud. José, por tanto, era justo, lo que significa lleno de moderación y de bondad, queriendo despedirla en secreto. El Evangelio da a conocer los pensamientos de este santo hombre, antes de conocer este misterio [la maternidad divina, N. d. A.], para que nosotros mismos no dudemos de lo que sucedió cuando lo supo. ¡Cuán extraordinarias son esta sabiduría y esta virtud! Es tan puro y tan libre de pasiones que ni siquiera quiere afligir a María en las cosas más pequeñas. Dado que, por un lado, creía que estaba violando la ley manteniéndola cerca de él y, por otro lado, deshonrarla y llevarla a juicio era exponerla a la muerte, no hizo ninguna de las dos cosas, sino que mantuvo una conducta que ya es muy superior a la ley antigua». Por su parte, San Jerónimo observa que declarar justo a José tiene otro vínculo maravilloso con su esposa: «Este es un testimonio a favor de María: José, conociendo su castidad y asombrado por lo que había sucedido, le esconde silenciosamente que ignoraba el misterio».

Desde este punto de vista, por tanto, es en el misterio aún desconocido donde se concentran las dudas de san José y, ciertamente, sus humildes y fervientes oraciones a Dios para ser iluminado. Se puede ver que la intervención del mensajero divino refleja una simetría celestial, que dispuso una Anunciación angelical tanto para María (Lucas 1, 26-38) como para José (Mateo 1, 18-25).

Incluso según un siervo de Dios de nuestro tiempo, don Dolindo Ruotolo, “San José se dio cuenta de este [embarazo, N. d. A.] debido al cambio de condiciones de María”, pero “no podía pensar mal de una Virgen que sabía que era pura”. Don Dolindo continúa señalando que “la Santísima Virgen, por su parte, no se atrevió a revelarle el misterio que se produjo en ella y se volvió a poner al Señor, dándole la impresión de que podía ser increíble sin una luz especial de Dios”. Luz especial que llegó en el apogeo de la tribulación, y a la que José inmediatamente dio plena fe 2.

Encontramos los mismos temas de fondo -el silencio de María y la lucha interior de José- en las revelaciones celestiales transmitidas a dos místicas cuyas virtudes ya han sido reconocidas por la Iglesia: la Beata Ana Katharina Emmerick († 1824) y, sobre todo, la venerable María de Ágreda († 1665). Si bien la historia de la monja alemana es bastante corta, la Ciudad Mística de Dios de la monja española trata extensamente de la Pasión de los dos esposos (ver Libro 4º, capítulos 1-6). Su obra también goza del privilegio de haber sido recomendada a todos los católicos por el Beato Inocencio XI y por otros papas posteriores a él.

Ágreda relata que José notó que María estaba embarazada cuando estaba en el quinto mes. Ella guardó silencio por las razones ya vistas, él no se atrevió a preguntar. José pidió luz a Dios preguntándose sobre “algún misterio que no comprendo”. María, a su vez, rezaba a sus ángeles de la guarda para consolar e iluminar a su esposo. Los actos heroicos de los dos esposos continuarían durante dos meses. Finalmente, José planeó irse en secreto porque, aunque estaba muy triste por la idea de perder la compañía de una esposa a quien juzgaba “perfectísima”, no encontraba otra solución a su problema. Pero primero se postró en el suelo, hizo un voto al Señor y le pidió que protegiera a María de la calumnia y de todo mal.

La Providencia, relata la venerable, dispuso todo para que José y María llegaran “al extremo del dolor interior” para que el divino consuelo fuera mayor y para ofrecer al mundo el ejemplo de su santidad ante las tribulaciones. Estos terminaron la misma noche en que José había planeado irse, cuando el esposo de María recibió en un sueño el anuncio del ángel (Gabriel). “Después de los sufrimientos de mi Santísimo Hijo, lo que más me hizo sufrir fueron las tribulaciones de mi esposo José, en particular las de la circunstancia sobre la que escribes”, confió la Virgen.

La grandeza de la tribulación, explica Ágreda, acrecentó la gloria de José que por ella merecía “ser predispuesto por Dios al singular beneficio que le preparaba”. Su humildad, ya sólida, se consolidó profundamente después de esta prueba ya que, considerándose indigno de ser servido por la Madre de Dios, se humilló aún más. El Señor lo llenó de plenitud de conocimiento y otros dones celestiales. Expandió su corazón y le hizo entender cómo servir dignamente al noble ministerio de ser el esposo de María y, por tanto, el padre de Dios.

 

Notas

1. Ver “San Giuseppe. Fatto religioso e teologia”, Shalom, 2018, pág. 295-301

2. Ver “La Sacra Scrittura. I Quattro Vangeli”, comentados por don Dolindo Ruotolo, Casa Mariana Editrice, 2019, pág. 55-64.

 

(Fuente: Brújula cotidiana, 19-02-2021)

Formación para la Administración Pública en China

Centro de Estudios Cívicos

 

Resulta interesante conocer este tema, en especial, como antecedente a tener en cuenta en nuestro país donde el ingreso y promoción de los servidores del sector público, en sus tres niveles (federal, provincial y municipal), depende casi exclusivamente de decisiones del poder político.

El progreso vertiginoso de china, que la ha convertido en la segunda potencia mundial, con pronóstico de reemplazar en el primer lugar a Estados Unidos en pocos años, se debe entre otras cosas, a la eficiencia de su administración pública. El modelo de socialismo con características chinas que impulsó Deng Xiaoping en la década del 1980, y continuada por el actual presidente Xi Jinping, contiene cultura de consumo y una fuerte planificación. El Partido Comunista de China (PCCh) controla el Estado, que a su vez dirige la economía. En este sistema, los funcionarios administrativos deben relacionarse con el sector privado y demostrar habilidad para intervenir en problemas técnicos muy complejos.

En vida de Mao Zedong se prefería la lealtad política, con lo que se debilitó la administración hasta que en 1966 se eliminaron los concursos, y se otorgó prioridad a quienes provenían de las fuerzas armadas. Con la muerte de Mao, diez años después, comenzó una lenta restauración de la carrera administrativa, retomando, en realidad, la tradición imperial.

En efecto, en la cultura china ocupaba –hasta cierto punto, aún lo hace- un lugar primordial la filosofía de Confucio, quien se ocupó de los problemas de gobierno, que conocía por haber desempeñado funciones públicas. Las seis reglas principales que producen buenos gobernantes, según Confucio, son:

Primera, el gobernante debe conocer bien su país y procurar eliminar todo lo que sea fuente de dificultades. Segunda, al emitir sus fallos y adoptar sus decisiones, el gobernante debe ser imparcial, es decir, debe ser objetivo, justo, moderado, práctico y ético. Tercera, el funcionario debe procurar servir el interés público y evitar el favoritismo y la parcialidad. Cuarta, el gobierno debe promover el bienestar económico de su pueblo. Quinta, los funcionarios deben dedicar todo su esfuerzo a los negocios del estado. Finalmente, para alcanzar todos estos fines los funcionarios deben ser honestos, desinteresados y capaces.

Con la caída del feudalismo en la época Ch’in (221/206 a.c.), el emperador, a quién compete armonizar el orden político con el orden cósmico, aparece como la única fuente legítima de poder político, y éste es ejercido por intermedio de un cuerpo de funcionarios. En el año 195 a.c., el emperador ordena a los príncipes, gobernadores y funcionarios que envíen a la capital personas de buena reputación y virtud en calidad de aspirantes a funcionarios, quienes por decreto del año 126 a.c. son sometidos a exámenes después de haber seguido un curso de un año.

Para aumentar las facilidades educacionales, un decreto imperial de 1044, ordenó que se establecieran escuelas en cada provincia, prefectura y distrito, además de la Academia Imperial de Pekín, de manera que todos los hombres dotados puedan servir con sus talentos al Imperio.

La imparcialidad y objetividad en los exámenes se aseguraban mediante un complejo procedimiento, que aún hoy podría servir como modelo: los aspirantes redactaban sus ejercicios recluidos en celdas, lo que en los exámenes provinciales e imperiales significaba varios días de completa reclusión; su nombre, escrito al comienzo de las pruebas, era sustituido por un número hasta que se hubieran dado las calificaciones definitivas. Los ejercicios pasaban a unos escribas para ser copiados, quienes, a su vez, pasaban las copias a dos examinadores que las calificaban independientemente, mientras que un tercero las nivelaba y daba la calificación final.

Retomando esa tradición, desde hace dos décadas, miles de empleados del sector público, realizan un Master in Public administration (MPA) sobre el modelo de la John F. Kennedy School of Government de la universidad de Harvard de Estados Unidos. Está dedicado funcionarios en actividad con tres años de antigüedad, con el objetivo prepararlos para los desafíos del liderazgo y la gestión en el sector público. Los postulantes deben poseer un diploma de estudios terciarios, y son admitidos tras aprobar un examen. Aunque sorprenda que se haya adoptado el esquema de su principal rival político y económico, se considera confiable este modelo creado para reducir la corrupción. Más de 150.000 funcionarios ha pasado por este programa, del total de siete millones de empleados públicos. La adaptación a la realidad china, se hace utilizando el estudio de casos que se usa en los MPA; a través de la simulación y la discusión se analizan los problemas reales desde la perspectiva de la propia cultura.

La necesidad de enfrentar los problemas del mundo contemporáneo, ha impulsado el reclutamiento de jóvenes mejor educados, más competentes, más profesionales, más íntegros y seleccionados en base al mérito, como se repite en cada informe del secretario general del PCCh en los sucesivos congresos del partido.

Ojalá este ejemplo de realismo por parte de los dirigentes de un Estado totalitario, sirva para que en nuestro país –formalmente republicano- se aplique en el futuro el sistema del mérito en la función pública, elemento imprescindible para superar la actual decadencia argentina.

  

Fuentes:

Le Monde diplomatique, “Cuando Pekín imita a Harvard”; febrero 2021.

Meneghini, Mario. “La Administración Pública en la sociedad moderna”; tesis de doctorado, Universidad Católica de Córdoba, 1976.

 

¿Podrá un empresario, un rico, llegar a los altares?

 Por María Florencia Segura

Directora de AgendaRSE



Empecé a estudiar marketing porque me interesaba aprender porque una persona se interesaba por un producto o servicio y no por otro. Ese proceso psicológico que hace que las personas tomen una decisión de compra y en ese viaje me crucé con las teorías de Thorstein Bunde Veblen, sociólogo y economista estadounidense que dice que el comportamiento del consumidor se produce en un contexto rodeado de una familia que comparte un grupo de pertenencia y que tiene un grupo de referencia que corresponde a una clase social que comparte ciertos valores dentro de una subcultura que pertenece a una cultura. Y es que el marketing crea una jerarquía de valores de manera inconsciente, que tienen una profunda repercusión social y por eso la responsabilidad social de todos los actores del sistema que interactúan y lo potencian, pues reflejan lo que nos está gobernando, tanto en el plano social como económico.

Es así como entre los cientos de seminarios de responsabilidad social a los que he asistido, conocí a Enrique Shaw por invitación de una amiga, en el que se tocaba el tema Responsabilidad Social Empresarial organizado por la Corporación de Abogados Católicos. En él escuché a Fernan de Elizalde, actual postulador de la causa, evocar sobre cómo hablaba de Etica del marketing y su proyección social, con prácticas que en la terminología de la responsabilidad social empresaria se denominan Comercio Justo.

A partir de ese momento me puse a investigar y encontré en uno de sus documentos la siguiente frase: "Es un problema de marketing el que ocurre en nuestro país con las papas. Cuando hay mucha producción el precio baja y el productor no gana lo suficiente, a veces ni para terminar de levantar la cosecha y cuando por accidentes climáticos la cantidad producida es poca, el precio sube, pero el productor no recibe lo suficiente para reponer todo lo gastado. Ello quiere decir que es inútil hablar de solucionar los problemas de la producción si simultáneamente no solucionamos los de comercialización".

Está de más decir lo adelantado a su época, dadas las actuales circunstancias por las que está atravesando el campo.

Me llamó la atención también encontrar que Enrique Shaw hacía un perfecto distingo entre la publicidad que informa al público, en forma atrayente, de las auténticas ventajas de los bienes que están a su disposición, o aún estimula un deseo razonable de adquirirlos, de aquella otra que se basa en la sutil excitación de las tendencias más bajas de la naturaleza humana, como ser el orgullo, la envidia y la desconfianza, o en el rebajar lo sexual a una abusiva ayuda de las actividades comerciales. Algo similar a lo que me decía Alfonso Méndiz, Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad Internacional de Catalunya.

 

Psicologismo sin moral

 

En sus documentos también cita la obra de Huxley Mundo nuevo, mundo valiente donde se plantea claramente los extremos a los que se puede llegar cuando las técnicas psicológicas se desarrollan sin ningún objetivo moral. Esta novela exagerada e irónica, deja en claro que, si bien el marketing actúa sobre la macroeconomía, puede destruir no sólo la microeconomía, sino el objeto de la economía que es la persona humana.

Analiza Shaw la influencia del marketing sobre la dignidad del ser humano, la vida en familia y la paz social, tres factores que contribuyen fuertemente al bien común y tienen repercusiones directas sobre la libertad. Menciona que cuando debilita la familia, ya mediante la incitación, fuera de lugar, de lo sexual o el estímulo de compras o a endeudamientos innecesarios, está contribuyendo, sin quererlo, pero no por ello en forma menos segura, a debilitar las condiciones que hacen posible la empresa libre.

Puso incómodo a muchos mencionando que el marketing así entendido afectaba también a la paz social citando las áreas sin aduanas para colocar en ellas los productos manufacturados sobrantes con países bajo regímenes políticos muy distintos que hacen dumping.

 

La vida 

Toda vida puede ser una historia, aunque algunas vidas pueden ser extraordinarias. Por muchas razones, la de Enrique Shaw es una de ellas.

Nacido en París, en 1921, creció cerca del Plaza Hotel que construyó su abuelo materno. Hijo de los argentinos Sara Tornquist Altgelt, de ascendencia alemana, y de Alejandro Shaw, de ascendencia escocesa, Enrique nació en París el 26 de febrero de 1921. Su mamá Sara murió cuando él tenía 4 años, pero antes de morir, pidió un último deseo, que Alejandro su padre, le diera una educación en la fe católica y Enrique la abrazó desde un primer momento a través de sacerdotes de la congregación de los sacramentinos.

Según Monseñor Santiago Olivera, delegado causa de los santos de la Comisión Episcopal Argentina, desde chico tenía una vocación eucarística en la que se encomendaba a Dios, y cree que sin duda fue por los genes de su madre y también por su tío que era sacerdote salesiano.

Estudió en el Colegio De La Salle de Buenos Aires, donde se destacó como un alumno sobresaliente, y a sus 14 años decidió ingresar en la Escuela Naval Militar Rio Santiago. A su padre no le gustaba la idea de una carrera militar, quería que su hijo se preparara para dirigir las empresas familiares. Pero Enrique tenía un objetivo: quería fortalecer su carácter para cumplir una misión que intuía, aunque todavía no tenía muy clara y sentía que esa experiencia podía ayudarlo. 

Según Fernán de Elizalde, postulador de la causa, en los cursos era una persona destacadísima, dos o tres años menos que los demás y rápidamente los superaba. Fue siempre de los tres mejores promedios de su generación y es en la historia de la Armada Argentina el más joven oficial graduado.

Enrique amaba leer y en 1939, casi por casualidad, se cruzó con un libro del Cardenal Suhard que le cambiaría la vida en la biblioteca del Ocean de Mar del Plata. El libro hablaba sobre el rol y las responsabilidades del hombre cristiano en la vida. Allí conoció la Doctrina Social de la Iglesia y se produjo en él un convencimiento muy profundo sobre cuál debía ser su camino. El siempre llamó a eso su "conversión definitiva".

Según Mr. Olivera, todos los santos se adelantan a los tiempos y la doctrina social de la iglesia iluminó al Siervo de Dios Enrique Shaw para plasmar su trabajo y compromiso social de desarrollo y dignidad para todos.

En 1943 Enrique se casa con Cecilia Bunge, quien sería el amor de toda su vida y en 1945 fue enviado por la Marina a la Universidad Estatal de Chicago en Estados Unidos para estudiar meteorología. Pero fue en ese año, cuando ya su familia estaba constituida y creciendo, cuando se produce la consolidación del rumbo en su vida: comprendió definitivamente que Dios le pedía un apostolado específico. En un principio creyó que debía hacerse obrero, pero un sacerdote, al ver su perfil, lo persuadió para que llevase el evangelio al mundo empresario al cual pertenecía su familia. Pide su baja con el grado de Teniente de Fragata, y, de regreso en Argentina, ingresó como ejecutivo de las Cristalerías Rigolleau y se abocó a lo que su fe le estaba señalando: llevar el evangelio a donde fuese necesario.

Decide ser empresario porque quiere ayudar a su gente. Se pone el overol y aprende el oficio de la cristalería, como un trabajador más. Pero no lo era, estaba capacitado para ponerse al frente de la empresa y llevarla hacia un lugar mejor. Y así paso a paso, escala posiciones. En poco tiempo llegó a ser Director General y a conformar distintos directorios, especialmente de otras empresas familiares. Durante esos años, fue formando una espiritualidad propia relacionada con su vocación de empresario cristiano. Se incorporó a la Acción Católica y al Movimiento Familiar Cristiano. Fue un director particular, que está a cargo de su gestión, pero que está siempre.

Según Carlos Custer, ex delegado gremial, que ingresó muy joven a Cristalerías Rigolleau, a los 16 años, cuando se conocieron a nivel personal, vinculados también por una línea espiritual, pudieron discutir muchas veces, pero él a su vez tenía un gran deseo de decir, la empresa tiene que ser una comunidad de personas. Según Sara Shaw de Critto, hija de Enrique Shaw, tenía una visión que dicen que es propia de los marinos que quiere decir que, en un barco, todos navegan juntos, todos tienen que remar juntos.

 

Vínculos diferenciales

 

Testimonios disponibles de Liliana Porfini, hija de un obrero de Cristalería Rigolleau, dicen que en los 16 años que entró Enrique impuso pautas, vínculos relacionales en la empresa, que fueron diferenciales.

Según Juan Pablo Simón Padrós, ex-presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, Enrique era muy consciente de que la innovación muchas veces venía desde abajo, de las mismas personas que estaban en el día a día de la fábrica, del proceso, de la máquina.

Bernardo Bárcena, empresario y Profesor universitario, Responsabilidad Social Empresaria es un término que se empezó a utilizar hace no tanto tiempo, ya era algo que estaba muy impregnado en su estilo de liderazgo. Dejaba la comodidad de una oficina para ir a los hornos, para ir a las plantas. Sabía de su vida, de su familia, de los problemas que tenía, los escuchaba.

Enrique sentía que la empresa era una comunidad de vida, en la que todas las personas son importantes. Conocía a todos sus colaboradores, casi 4.000 y sabía escucharlos. Según Simón Padrós, ex presidente de ACDE, que un empleado esté feliz, para Enrique significaba, más allá de su rol como empresario, en su rol como cristiano, que él se sintiera realizado.

Según Liliana Porfini también menciona que muchas veces se decía que era un místico, de traje y corbata dirigiendo una empresa.

En 1946 el Episcopado le encargó organizar con otros empresarios la ayuda a la Europa de posguerra, y en ese momento intentó crear una entidad activa para que los empresarios "fueran más cristianos". Gracias al estímulo del canónigo Cardijn, concretó su aspiración y, en 1952, fundó la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, de la cual fue su primer presidente. Desplegó así una intensa acción evangelizadora dirigida a la clase empresaria del país como de América Latina, donde extendió el movimiento empresarial de la UNIAPAC, nacida en Europa pocos años antes.

Enrique fue un empresario que inspiró e incomodó, pero no fue solo eso. También fue un gran hombre de familia, un pensador y un motor imparable. En 1958, con ideas de su participación en cursos en Harvard, ayuda a crear la Universidad Católica Argentina, de la que integró el primer Consejo de Administración. Participó en la fundación de Cáritas y del Serra Club. También llegó a ser presidente de los Hombres de Acción Católica. Organizó una librería a la que llamó Casa del Libro, una iniciativa apostólica para difundir temas de espiritualidad, de la Doctrina Social de la Iglesia y de otras cuestiones éticas y culturales. Dejó una gran cantidad de emprendimientos sociales.

Según Simón Padrós, fue el que logró que gran parte del mundo empresario, entendiera la importancia de desarrollar nuevos dirigentes de excelencia, pero que tenga una perspectiva y una dimensión cristiana y humana del sector privado.

"Que en la empresa haya una comunidad humana; que los trabajadores participen en la producción y, por lo tanto, den al obrero el sentido de pertenencia a una empresa; que le ayude a adquirir el sentido de sus deberes hacia la colectividad, el gusto por su trabajo y de la vida, porque ser patrón no es un privilegio, sino una función".

 

Preso por Perón

 

Según Carlos Custer, ex delegado sindical, Enrique tenía mil preocupaciones, y era capaz de encargarse del problema de un obrero o de una cuestión concreta de la iglesia. Impulsó el decreto ley de asignaciones familiares y hasta estuvo preso en el año 1954 por defender a la iglesia de los ataques del gobierno de entonces.

Para Sara Shaw, cuando ella era chica, no se daba mucha cuenta, le parecía que todos los padres eran santos, cuando fue saliendo a otras casas ahí se dio cuenta de que había una pequeña diferencia, porque veía a otros padres con mal humor o enojados. Cuando él llegaba la casa cambiaba porque entraba silbando, y era como que traía una alegría. Su mujer, sus adorados 9 hijos, todos los que lo conocían, sintieron que el mundo se venía abajo cuando supieron que se le diagnosticaba una terrible enfermedad. En palabras de Sara Shaw de Critto, tuvo un melanoma muy joven y ahí ocurrió el episodio de los despidos. Llegó la orden de EE.UU. de echar gente, 1200 personas. Y él dijo, "si echan a una sola persona, yo renuncio y me voy".

Según comenta el ex delegado sindical, él pensaba que la empresa tenía que ser rentable, pues era su primera responsabilidad, pero como decía, nunca sacrificando la dignidad de los trabajadores.

Ese deseo que tuvo de joven de ser un obrero, llega a concretarse al final de su vida, en la máxima expresión en ese profundo cariño que estuvo dado cuando los 260 obreros hacían cola para donar sangre para él. Pero su muerte fue muy prematura.

 

Camino a ser santo

 

Enrique había muerto, pero en ese momento en un remoto lugar del planeta estaba naciendo un empresario santo, alguien que tenía un verdadero compromiso con el país, que consideraba al desempleo como un mal moral, que luchaba contra la corrupción porque sentía que era un fraude a la democracia, que ante las diferencias tendía puentes aunque pudieran perjudicarlo, y que estaba convencido que sin justicia no podía haber paz. Alguien que no tenía superpoderes, pero tenía un propósito y que, a 100 años de su nacimiento, nos sigue interpelando.

Según el testimonio de Fabiana Robledo de Navarro, esposa de Néstor Hugo Navarro, en el año 2002 su marido a los 32 años se enferma con un cáncer que no tenía solución, y le daban muy poquitos meses de vida. Después de rezar a varios santos conoce a Enrique Shaw, a través de su vecina que le trae un recorte de diario. Ese recorte decía que había un empresario que necesitaba un milagro para ser beato, entonces decide hacer un trato con él. En testimonios de Agustina Navarro Robledo, pedían que vuelva a su casa y que los vea crecer. Pasan los días, Néstor hacía 9 meses que no comía, empiezan a rezar y su marido le pide empezar a comer. Hacía más de un año que supuestamente tendría que haber muerto y empieza a trabajar. Vivió 18 años más de los que los médicos decían que iba a vivir. Agustina dice hoy día que tiene la fe de que Enrique intervino para que su padre los pueda ver crecer, gracias a la cantidad de rezos y peticiones que le hicieron en ese momento.

Cuando la iglesia pide un milagro es como algo que trasciende lo meramente humano, donde no haya equivocaciones y el Santo Padre pueda decretar la canonización de esa persona y ahí sin lugar a dudas comienza una causa con la fama de santidad. Según Sara Shaw de Critto, su padre mostró que se puede ser feliz buscando el bien, se puede ser un empresario honesto, sensible y al mismo tiempo, buen padre de familia, y un mejor ciudadano.

El destino de liderazgo de Enrique estaba cimentado en valores humanos, una vida ejemplar. Impactó positivamente sobre toda la gente que lo conoció. Pudo decir en sus últimas palabras que vivía muy feliz porque la gente podía por fin decir que había hecho felices a los demás. Como dicen las escrituras, todos estamos llamados a ser santos. Claramente, Enrique escucho. Su cada vez más frágil salud empeoró en 1962, aunque mantuvo hasta el final su labor como dirigente empresario. Falleció el 27 de agosto de 1962, a los 41 años. 1921-2021.

 

Fuente: La Prensa, 21.02.2021

 

El fracaso de la Santa Sede en China

 Por Riccardo Cascioli

Lic. en Cs. Políticas-Director de La Brújula Cotidiana

 

Las nuevas medidas sobre el personal religioso, que entrarán en vigor el próximo 1º de mayo en China, dictan las modalidades de nombramiento de los obispos católicos, desconociendo totalmente el recién renovado acuerdo con la Santa Sede. Una confirmación más del fracaso de la política vaticana, mancha gravísima de este pontificado que cuestiona el concepto mismo de fidelidad a la Iglesia.

 

Se denominan “Medidas administrativas para personal religioso”: entrarán en vigor el 1º de mayo y son nuevas disposiciones que asfixiarán aún más a las cinco religiones reconocidas en China (catolicismo, protestantismo, islam, budismo y taoísmo). Pero la cuestión interesante para la Iglesia católica es que las disposiciones relativas a los obispos ignoran totalmente el acuerdo sino-vaticano firmado en septiembre de 2018 y renovado el 22 de octubre de 2020.

 

El documento se dio a conocer en días pasados (también hay una traducción integral en inglés). El objetivo de estas medidas es claramente reforzar el control de las religiones, mediante la creación de una complicada base de datos en la que deben registrarse los ministros del culto de las diferentes religiones. Aquellos que no están registrados, y por lo tanto no han jurado lealtad al Partido Comunista y no tienen la intención de inclinarse ante la sinización de la religión, ya no pueden calificarse como sacerdotes bajo pena de fuertes sanciones económicas y de prisión. Esta base de datos es un registro que siempre estará actualizada con la situación de los inscriptos.

El artículo 3 establece que para ejercer la función religiosa se debe “amar a la patria, apoyar la leadership del Partido Comunista Chino, apoyar el sistema socialista, respetar la Constitución, las leyes, los reglamentos y las normas, practicar los valores fundamentales del socialismo, adherir al principio de independencia y autogestión de la religión y adherir a la política religiosa de China, manteniendo la unidad nacional, la unidad étnica, la armonía religiosa y la estabilidad social”.

 

Pero el artículo más interesante para nosotros es el no. 16, que se refiere a los métodos de nombramiento de obispos católicos, que también es objeto del acuerdo sino-vaticano. Bueno, la nueva regulación establece que los obispos son elegidos a través de la Asociación Patriótica de Católicos (controlada por el Partido Comunista Chino) y ratificados por la Conferencia Episcopal China (también controlada por el Partido Comunista). Sin referencia al Papa ni al acuerdo de 2018.

 

El secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, siempre ha defendido el acuerdo con las autoridades chinas - que permanece inexplicablemente secreto - argumentando que se reconoce el rol del Papa para el nombramiento de los obispos, aunque nunca se ha explicado exactamente en qué medida. Y el propio Papa Francisco el pasado 8 de febrero, en su discurso ante el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, volvió a defender el acuerdo con el gobierno chino, insertándolo entre “los acuerdos internacionales que permiten profundizar los lazos de confianza mutua y permiten a la Iglesia cooperar más eficazmente para el bienestar espiritual y social” de los respectivos países. “Se trata - dijo el Papa - de un entendimiento de carácter esencialmente pastoral y la Santa Sede espera que el camino emprendido continúe, en un espíritu de respeto y de confianza recíproca, contribuyendo aún más a la resolución de cuestiones de interés común”.

 

En resumen, la Santa Sede insiste en exaltar resultados positivos no especificados, mientras que la realidad muestra exactamente lo contrario. Desde que se firmaron los acuerdos en 2018, la persecución contra los católicos se ha intensificado aún más y la situación ha empeorado tanto para quienes siguen a la Iglesia oficial como para la Iglesia clandestina, ahora abandonada a su suerte incluso por la Santa Sede. Y el gobierno - como recordó el cardenal Joseph Zen a la Brújula en octubre pasado - utiliza el acuerdo con la Santa Sede “como instrumento”. “A los que se resisten, el régimen les responde: ‘incluso el Papa está de acuerdo’, aunque la Santa Sede lo desautorice. Para quien está en la iglesia clandestina, la situación es aún más grave. Ahora ya no existen sus iglesias porque ‘hasta el Papa está de acuerdo’, para que nadie haga la vista gorda ante quienes celebran Misas clandestinas. Los mismos sacerdotes han vuelto a las catacumbas”.

 

Estas nuevas medidas administrativas son una confirmación más de la actitud despectiva del régimen comunista chino hacia la Iglesia, pero también la confirmación de una política fallida de la Santa Sede que, ante lo que está sucediendo, finge que no pasa nada y evita cualquier toma de posición.

El abandono de los católicos chinos, que durante décadas han pagado su fidelidad a la Iglesia con el martirio, es una mancha muy grave de este pontificado y su diplomacia, que no solo concierne a China. Porque, de hecho -si no en la intención- cambia el sentido mismo de la fidelidad a la Iglesia, reduciéndola a un hecho político, con el sacrificio de la verdad en el altar del diálogo entre instituciones.

(Fuente: Brújula cotidiana, 22-02-2021)