¿Está sobrepoblado el planeta, o no lo está?

 por Carlos Vilchez Navamuel

San José, Costa Rica

 

La discusión sobre el tema a comentar en este escrito está en la mesa desde hace décadas. Recordamos aquí lo que se decía en los años 60, 70 y 80: que para el año 2000 no alcanzaría el alimento en el mundo porque la población crecía de forma acelerada. Como se sabe, la población creció, pero ahora es cuando menos gente muere de hambre y cuando más alimento se produce.

Para comprender mejor los términos, Wikipedia nos explica lo que quiere decir la palabra sobrepoblación y dice así: “sobrepoblación es un fenómeno que se produce cuando una elevada densidad de población provoca un empeoramiento del entorno, una disminución en la calidad de vida o situaciones de hambre y conflictos”.

Como vemos, esto no está sucediendo actualmente en el ámbito mundial salvo en algunas pocas regiones, lo que indica que el planeta no está sobrepoblado. Sin embargo, la izquierda, junto a la élite globalista quieren imponer una serie de medidas que no tienen justificación alguna y lo hacen con una agenda bien establecida.

Estos globalistas nos dicen un día si y otro también, que debemos de DESPOBLAR el planeta, para ello han inventado una serie de ideologías con el fin de manipular su agenda, movimientos como el calentamiento global o el cambio climático culpando al hombre de lo que sucede con el clima, o el patrocinio a los grupos “lgtvxy”, así como la aprobación del aborto en muchos gobiernos y la implementación de vacunas que algunos expertos señalan que vienen con sustancias para alterar el ADN y esterilizar a los hombres sin que ellos tengan el debido conocimiento, son solo algunos de sus proyectos en acción para lograr su objetivo.

Existen voceros de organizaciones internacionales, así como algunos millonarios como Bill Gates que desde hace años aboga por reducir la población humana del planeta y otros voceros como Christiana Figueres de organizaciones como la ONU y sus satélites, con sus agendas bien definidas, creadoras de ideologías como señalamos arriba que promueven la despoblación porque piensan que estamos dañando el planeta. Sus cálculos son que la población del planeta sumará cerca de 11.000.millones de personas para finales del siglo XXI.

https://www.un.org/development/desa/en/news/population/world-population-prospects-2017.html

 

Pero, ¿qué tan cierto es todo lo que estos globalistas de izquierda afirman? ¿Existe exceso de población? ¿Crecerá tanto como ellos afirman? ¿Acaso no existen otras opiniones bien informadas que dicen lo contrario? 

Veamos, el millonario Elon Musk en una entrevista citó a Jørgen Randers, un académico noruego que en su libro de 2012 “2052: realizó un pronóstico global para los próximos cuarenta años” y afirmó que la población comenzaría a disminuir alrededor de 2040.

https://www.ticbeat.com/empresa-b2b/elon-musk-cree-que-la-poblacion-mundial-colapsara-en-30-anos/

 

El mismo Musk contradice la Teoría de Bill Gates y los globalistas de la ONU acerca de la sobrepoblación de las próximas décadas. En unos de sus twitters señaló que “la población mundial comenzará a parecerse a una pirámide invertida en las próximas tres décadas. “La demografía, estratificada por edad, se verá como una pirámide al revés con muchas personas mayores y menos jóvenes”.

https://www.youtube.com/watch?v=xF_U0eBWgi8&t=894s

 

Expertos y organizaciones internacionales afirman que el planeta reducirá fuertemente la población dentro de 30 años, los estudios dicen que, en la mayoría de los países desarrollados de Europa y otras regiones de Asia como China, la tendencia es más bien a la baja. 

Según un artículo escrito por Victoria González titulado: “La población mundial dejará de crecer para el 2050” que fue publicado en la “Revista Muy Interesante” nos informa entre otras cosas que un estudio elaborado por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid indicó que “la población de nuestro planeta se estabilizará a mediados de este siglo, alrededor de 2050”.

La misma fuente explica que “El nuevo trabajo, que se publica en la revista Simulation, confirma la estimación más baja y, según los resultados, predice que a partir de 2050 la población de la Tierra se estancará e incluso descenderá. Para llegar a estas conclusiones, los investigadores han empleado los datos de series de población que ofrece la ONU y han aplicado ecuaciones matemáticas que se usan en otros ámbitos de la ciencia. “Se trata de un modelo que describe la evolución de un sistema de dos niveles en el que hay una probabilidad de paso de uno a otro”, ha explicado a SINC Félix Muñoz, uno de los autores”.

https://www.muyinteresante.es/ciencia/articulo/la-poblacion-mundial-dejara-de-crecer-en-2050-231364913972

 

Otros expertos como el profesor Wolfgang Lutz y sus compañeros demógrafos del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados de Viena predicen que la población humana se estabilizará a mediados de siglo y luego comenzará a disminuir. Un informe de Deutsche Bank indica que la población planetaria alcanzará un máximo de 8.700 millones en 2055 y luego disminuirá a 8.000 millones a finales de siglo.

https://www.theguardian.com/world/2019/jan/27/what-goes-up-population-crisis-wrong-fertility-rates-decline

 

Del periódico español, El País, extraemos una información donde se nos explica sobre un estudio que publica The Lancet: que indica que “el pico de población se alcanzará en la década de 2060, con 9.700 millones. Y a partir de ese momento, la humanidad se irá reduciendo lentamente hasta quedarse en los 8.800 en 2100. La clave: la educación de la mujer, que será más generalizada y precoz según los científicos que proponen estas cifras, del Instituto de Métricas y Evaluación de Salud de la Universidad de Washington (IHME, por sus siglas en inglés).

https://elpais.com/ciencia/2020-07-14/la-humanidad-no-llegara-a-los-10000-millones.html

 

Como se sabe, el planeta tiene actualmente poco más de 7.850 millones de personas, la producción de alimento ha aumentado y la pobreza ha disminuido. ¿Acaso son demasiadas personas 11.000, 20.000 o 30.000 millones? Recuerden 8.000 millones de personas caben sentadas todas juntas en solo 8.000 Km2, algo así como lo que mide la isla de Puerto Rico. Esto lo explicamos en un artículo hace algunos años y lo pueden revisar en el siguiente enlace:

https://carlosvilcheznavamuel.com/los-humanos-en-la-tierra/

 

Por otra parte, y para comprender la totalidad del problema, es bueno investigar y plantearse ciertas preguntas al respecto, por ejemplo: ¿cuántas hectáreas hay cultivadas actualmente y cuántas nos faltan por cultivar en este planeta? ¿Acaso las nuevas técnicas de cultivo como las que realizan los israelitas no producen más por hectárea que en la agricultura conocida? ¿Sabían ustedes que los israelitas cultivan algunos productos con agua de sal? Esto por no hablar de otras técnicas que ya se han desarrollado para producir lo que llaman carne limpia, tema para un comentario aparte, en el siguiente enlace encontrarán algunos datos específicos sobre el ranking de hectáreas cultivadas en el mundo y el número de hectáreas que quedan para cultivar. 

https://carlosvilcheznavamuel.com/ranking-de-hectareas-cultivadas-en-el-mundo/

 

A toda esta información debemos de agregar que el Banco Mundial explica que “La proporción de la población mundial en edad de trabajar ha alcanzado el 66 por ciento y actualmente está disminuyendo. Se prevé que el crecimiento de la población mundial se desacelere un 1 por ciento, frente al más del 2 por ciento de la década de 1960”. Si esto es cierto, como parece ser, porque los datos son fáciles de comprobar, ¿de qué debemos de preocuparnos? ¿Por qué hacer caso a este catastrofismo de los globalistas de izquierda?

https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2015/10/07/world-undergoing-major-population-shift-with-far-reaching-implications-for-migration-poverty-development-wbimf-report

 

Como pueden ver, existe mucha información que nos indica lo contrario a la narrativa que brinda este grupo globalista que quiere reducir la población mundial utilizando el catastrofismo y el miedo constantemente para lograr sus objetivos.

 

Publicado en Informador Público, 23-2-21

 

San Martín: sus ideas y creencias

 Por Mario Meneghini

 

Daguerrotipo de San Martín realizado en Paris en 1848

Durante mucho tiempo se presentó al Padre de la Patria como un ser etéreo, como el santo de la espada, sin debilidades ni pasiones, al que no se puede involucrar en definiciones políticas. Si de algo ha servido un revisionismo histórico anti-sanmartiniano, que parece gozar con la difusión de ataques o dudas sobre la imagen del héroe, es que ha obligado a analizar con más profundidad aspectos antes poco mencionados de su vida y obra. Nos interesa ahora bucear en cuatro cuestiones: su presunta afiliación masónica, su ideología política, su religiosidad, y su preferencia sobre las formas de gobierno.

En los últimos años se ha acentuado la creencia de que nuestro Libertador perteneció a la masonería. Incluso en una historieta para niños publicada por Felipe Pigna, cuyo relator es “el caballo blanco de San Martín”, se explica a los lectores: “San Martín fue iniciado como masón en la logia Integridad de Cádiz, afiliándose a la logia Caballeros Racionales Nº 3 de dicha ciudad”. (1)

Un admirador del general, el Dr. Favaloro, en un interesante libro de divulgación considera que “el hecho más trascendente que ocurre en Cádiz es la incorporación de San Martín a las logias, que tanta importancia tendrán posteriormente en la Gesta Libertadora y que se originaron en Londres… Es indudable que todas poseyeron características masónicas similares a la Gran Logia de Londres” (2).

También historiadores de prestigio han aceptado esta hipótesis y han llegado a interpretar su retiro del Perú, como resultado de una decisión masónica disponiendo que Bolívar se hiciera cargo del mando en la gesta libertadora.

Esta falacia es difundida por la masonería; recordemos que en nuestra ciudad en noviembre del 2015, se desarrolló una Exposición Masónica, abierta al público, en el Centro Cultural Córdoba, con el auspicio oficial del Gobierno de la Provincia, y organizada por la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. En la folletería que se repartía se comentaba “que militaron en ella, al igual que ahora, las más destacadas figuras de la nación. [por ej.] José de San Martín, quien nos dio patria y libertad”.

El día 26 de noviembre dictó una conferencia el Gran Maestre, Nicolás Breglia, quien expuso una síntesis de la importancia de la institución que preside, destacando la participación decisiva que jugó en el proceso de independencia nacional. Hizo hincapié en que sólo puede aceptarse que la verdad es siempre relativa, y la libertad implica respetar cuestiones personales como el derecho al aborto y a la elección sexual. (3)

Es cierto que la masonería influyó en algunos hombres públicos del pasado argentino. Rodríguez Peña, por ejemplo, fue uno de los 58 residentes en el Río de la Plata, que se incorporaron a las dos logias masónicas instaladas durante las invasiones inglesas (Estrella del Sur, e Hijos de Hiram). Otros dos formaron parte de la 1ra. Junta de gobierno: Mariano Moreno y Castelli (Según figura en las Memorias del Cap. Gillespie).

Pero con respecto al Padre de la Patria, sorprende este tipo de aseveraciones, ya que, como lo admite uno de sus biógrafos más conocidos, don Ricardo Rojas, “no existe ningún documento para probar que San Martín haya sido masón” (4). Por otra parte, cuando llegan a Buenos Aires los restos mortales del Libertador, en 1880, la masonería no participa en los homenajes, pues no lo consideraba uno de los suyos. La primera ocasión en que se sostiene que el general era masón, fue el 22-6-1883, con motivo del debate por la enseñanza laica (Ley 1420), por boca del diputado Emilio Civit.

Cabe agregar el testimonio de dos ex- presidentes de la República, que desempeñaron, además, el cargo de Gran Maestre de la Masonería Argentina. Bartolomé Mitre escribió: “La Logia Lautaro no formaba parte de la masonería y su objetivo era sólo político” (5). Es importante destacar que para esta cuestión Mitre consultó al General Matías Zapiola, quien había integrado la Logia.

Por su parte, Domingo Faustino Sarmiento opinó: “Cuatrocientos hispanoamericanos diseminados en la península, en los colegios, en el comercio o en los ejércitos se entendieron desde temprano para formar una sociedad secreta, conocida en América con el nombre de Lautaro. Para guardar secreto tan comprometedor, se revistió de las fórmulas, signos, juramentos y grados de las sociedades masónicas, pero no eran una masonería, como generalmente se ha creído...” (6).

La Revista Masónica Americana, en su Nº 485 del 15 de junio de 1873, publicó la nómina de las logias que existieron en todo el mundo hasta 1872, y en ella no figura la Lautaro (7).

 

El mayor aporte documental que contribuyó a aclarar definitivamente esta cuestión, fue publicado en una revista especializada (8), cuyo director, Prof. Patricio Maguire, logró que las tres grandes logias de: Inglaterra, Irlanda y Escocia, respondieran un cuestionario sobre:

-Las Logias: Lautaro, Caballeros Racionales Nº 7 y Gran Reunión Americana.

-Y las personas siguientes: Francisco Miranda, Carlos María de Alvear, Simón Bolívar, José de San Martín, Matías Zapiola, Vicente Chilabert, Bernardo O’Higgins, Luis López Méndez y Andrés Bello.

 

Respuestas:

Gran Logia Unida de Inglaterra, 21-8-1979

1. La Logia Lautaro era una sociedad secreta política, fundada en Buenos Aires en 1812, y no tenía relación alguna con la Francmasonería regular.

2. La tres Logias que Ud. menciona en su carta, jamás aparecieron anotadas en el registro o en los Archivos ni de los Antiguos ni de los Modernos ni de la Gran Logia Unida de Inglaterra: no hubieran sido reconocidas como masónicas en este país entonces o posteriormente.

3. Las seis personas mencionadas en su carta, de acuerdo a nuestros archivos, nunca fueron miembros de Logias bajo la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra.

4. La Gran Logia de Inglaterra no era el único organismo masónico existente durante el período en el cual Ud. está interesado. Existían Grandes Logias independientes en Irlanda, Escocia, Francia, Holanda y Estados Unidos de América, todas las cuales autorizaban la instalación de logias propias.

5. Nunca han existido medios legales para prohibir que extranjeros en Inglaterra crearan sus propias Logias, pero tal acción siempre ha sido considerada por la Gran Logia de Inglaterra como una invasión de su soberanía territorial, y las logias así creadas no serían reconocidas como regulares, ni se permitiría a sus miembros concurrir a las Logias inglesas, o que los masones ingleses concurrieran a aquellas.

James William Stubbs - Gran Secretario

***

Gran Logia de Escocia, 30-6-1980

Con referencia a su carta del 17 de junio concerniente a las seis personas mencionadas en su comunicación, le informo que las conexiones que la Gran Logia de Escocia tuvo con Sudamérica fueron establecidas en fecha muy posterior a las de la Gran Logia Unida de Inglaterra, ya que la primera Logia Escocesa no fue autorizada hasta 1867.

Gran Secretario

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Gran Logia de Irlanda, 24-6-1980

Dublin, 24 de junio de 1980

La Gran Logia de Irlanda nunca estuvo activa en Sud América y no hemos tenido relación alguna con los organismos que Ud. menciona.

La respuesta a las preguntas que Ud. específicamente formula son:

1. No hemos emitido patentes (Cartas de Instalación) a ninguna de las Logias arriba mencionadas y no existe registro alguno de ninguno de los nombres que menciona, como miembros de logias irlandesas.

2. No existe posibilidad alguna de que una logia nuestra haya emitido patentes o iniciado a ninguna de las personas mencionadas, por cuanto no estaban activas en sus áreas.

3. Desde el establecimiento de la Gran Logia de Irlanda en 1725 se estableció que temas de Política o Religión no podían ser considerados en ninguna de nuestras logias, ni éstas tampoco debían comprometerse en actividad política alguna. Este principio permanece vigente hasta el presente día.

J.O. Harte – Gran Secretario

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Religión

Sobre la posición de San Martín en materia religiosa, ha investigado especialmente el P. Guillermo Furlong, quien llega a esta conclusión: “Hemos de aseverar que San Martín no sólo fue un católico práctico o militante, sino que fue, además, un católico ferviente y hasta apostólico” (9).

Pero hay un testimonio curioso, que viene a confirmar lo dicho; con ocasión de una misión pontificia en Buenos Aires, presidida por Mons. Muzi, en 1824, estando San Martín ya alejado de toda función oficial. En esa oportunidad, el Gobernador Rivadavia no recibió al Vicario Apostólico, y le prohibió administrar la confirmación que la gente le requería. Pues bien, el testimonio corresponde a un integrante de esta misión, el P. Mastai Ferreti; quien sería luego el Papa Pío IX, apuntó en su Diario de Viaje: “San Martín (...) recibido por el Vicario, le hizo las más cordiales manifestaciones” (10).

La Masonería fue condenada por el Papa Clemente XII mediante la Bula In Eminenti, del 4 de mayo de 1738, donde se prohíbe “muy expresamente (...) a todos los fieles, sean laicos o clérigos (...) que entren por cualquier causa y bajo ningún pretexto en tales centros (...) bajo pena de excomunión...”. Esta condenación fue confirmada por el Papa Benedicto XIV en la Constitución Apostólica Providas del 15 de abril de 1751, y como consecuencia, fue también prohibida la Masonería en España, ese año, por una pragmática de Fernando VI.

Por ello es importante esclarecer este punto, pues “el catolicismo profesado por San Martín establece una incompatibilidad con la Masonería, a menos que fuera infiel a uno o a la otra” (11). Consta en las Memorias de Tomás de Iriarte, que Belgrano rechazó la posibilidad de ingresar en la organización, “aduciendo -precisamente- la condenación eclesiástica que pesaba sobre la secta (12).

El único antecedente que podrían exhibir, hasta hace poco, quienes defienden la hipótesis comentada, es una medalla acuñada por la logia “La Parfaite Amitié”, de Bruselas, en 1825. En ese año, el rey Guillermo I, soberano del Reino Unido de los Países Bajos -ante el incipiente deseo de los belgas de separarse de Holanda-, dispuso acuñar diez medallas diseñadas por el grabador oficial del reino, Juan Henri Simeon, con la efigie de otras tantas personalidades de la época, una de las cuales era precisamente el Libertador, que estaba residiendo en dicho país.

 

Nuevos datos sobre San Martín

En la revista Todo es Historia, en el 2009, se publicó un artículo del embajador Guillermo Jacovella, (13) que aporta nueva información, debidamente documentada, y esclarece definitivamente el tema. Para esta medalla el general posó expresamente, y se logró el único retrato de perfil de nuestro héroe.

El problema es que se conserva una sola medalla en bronce, en la Biblioteca Real de Bruselas, que tiene escrito, en el reverso: “Loge La Parfaite Amitié constituée a l’Oriente de Bruxelles le 7 julliet 5807 (1807) au Géneral San Martín 5825 (1825)”. Las fechas que figuran tienen su explicación en que los masones no utilizan el Anno Domini, sino el Anno Lucis, de acuerdo a la cronología impulsada por arzobispo irlandés del medioevo, James Ussher, que situó la Creación en el año 4000 antes de Cristo (14).

En el anverso, figura “General San Martín”, alrededor del retrato, y abajo “Simon F”, indicando el nombre del grabador y su pertenencia a la masonería (F: frère, hermano).

Se puede deducir que esta medalla fue confeccionada sobre el molde de la oficial, encargada por el Rey, y no hay constancias de que San Martín la haya recibido. No figura en ella como “F”, sino como General. Tampoco figura su nombre en las listas y actas de la logia mencionada, como lo ha reconocido Frank Langenauken, director del Centro de Documentación Masónica de Bruselas. Esto es muy importante, pues, al ser ocupada Bélgica en la 2da. Guerra Mundial, los alemanes incautaron archivos oficiales y de la masonería. Luego esos archivos quedaron en poder de la Unión Soviética en Moscú, y el gobierno belga consiguió recuperarlos recién a fines del siglo XX.

Hace dos décadas, el Dr. Terragno –incorporado recientemente a la Academia Sanmartiniana- escribió: “Cuando todos los materiales estén clasificados y al alcance de los investigadores, quizá surjan nuevos elementos sobre la Parfeite Amitié y los vínculos masónicos de San Martín en Bruselas” (15). Pues bien, estando ya los documentos disponibles, se realizó una exhaustiva investigación, “sin que se pudiera encontrar mención alguna al general San Martín o al homenaje de la referida medalla” (16). No podemos dejar de señalar que el mismo Terragno, también conocía desde 1980, que San Martín no figuraba en los registros masónicos de Londres, pero sólo lo reveló en 1999, en el libro Maitlan & San Martín (17).

Otra académica sanmartiniana, Patricia Pasquali, sostiene que “San Martín frecuentaba en Bruselas la sociedad masónica Amis du Commerce (18); dato erróneo ya que esa logia estaba y sigue estando en Amberes, actualmente con el nombre de Les Ammis du Commerce et la Perseverance raunis. El archivista de la logia informó a Jacovella que no encontró en los registros ninguna mención sobre San Martín (19).

Consideramos muy valiosa la información aportada por el señor Jacovella, para desmentir una falsedad histórica. Debemos discrepar, sin embargo, con dos afirmaciones del autor:

a) que “se puede afirmar que era de claras convicciones liberales”;

b) que la masonería no estuvo condenada por la Iglesia hasta 1884.

Sostiene Jacovella que “si San Martín hubiera querido iniciarse en la masonería durante los largos años que vivió en Europa (hasta 1850), ello no hubiera sido abiertamente incompatible con su condición de católico y mucho menos de liberal” (p. 25). La encíclica de 1884, a la que se refiere el autor, es la Humanum genus, de León XIII. Pues bien, ese documento pontificio ratifica expresamente las constituciones:

“In eminenti”, de 24-4-1738, de Clemente XII.

“Providas”, de 18-5-1751, de Benedicto XIV.

“Ecclesiam a Iesu Christo”, de 13-9-1821.

“Quo graviora”, 13-3-1825, de León XII.

 

A través de dichos documentos, la “Sede Apostólica denunció y proclamó abiertamente que la masonería, constituida contra todo derecho divino y humano, era tan perniciosa para el Estado como para la religión cristiana. Y amenazando con las penas más graves que suele emplear la Iglesia contra los delincuentes, prohibió terminantemente a todos inscribirse en esta sociedad” (20).

Para suprimir cualquier tipo de dudas, podemos agregar una Declaración sobre la Masonería, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitida el 20-11-1983, en relación al canon 1374 del nuevo Código de Derecho Canónico, que rige desde el 25 de enero de ese año. La Congregación fue consultada, debido a que en el nuevo código no se menciona expresamente a la masonería como lo hacía el texto anterior. Al respecto se aclara que dicha circunstancia se debe a un criterio de redacción, seguido también con respecto a otras asociaciones que tampoco han sido mencionadas, por estar comprendidas en categorías más amplias.

“Por tanto, no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto a las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia, en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la Santa Comunión.” (21)

Esta Declaración, está firmada por el Prefecto, Cardenal Joseph Ratzinger, y fue aprobada por el Sumo Pontífice Juan Pablo II.


Liberalismo

Con respecto a la afirmación de que San Martín era liberal, es necesario esclarecer también esta cuestión. Según parece, el vocablo liberalismo, fue usado por primera vez en lengua castellana hacia 1810 y fue adoptado en España por los partidarios de la Constitución de Cádiz, adversos al absolutismo de Fernando VII, sin ninguna manifestación de oposición al cristianismo. Explica el P. Castellani: “Lo que había de bueno en el liberalismo de antaño, de 1820 a 1860, consistía en una especie de ímpetu juvenil contra un montón de cosas que tenían que morir; a saber, el absolutismo de los reyes, inventado por los reyes protestantes; el despotismo demasiado cerrado de los Gremios y Corporaciones medievales y una decadencia de la Religión, que originó en Inglaterra el deísmo y en Francia el filosofismo” (22).

Incluso el vocablo liberal, según el diccionario de la Real Academia Española, define a quien obra con liberalidad, virtud moral que consiste en distribuir uno generosamente sus bienes sin esperar recompensa. Es necesario distinguir, entonces, entre aquellas personas que, por distintos motivos, se consideran liberales, de quien adhiere explícitamente a la ideología liberal, con conocimiento pleno de su contenido.

Nada en la actuación pública de San Martín, ni en su vida privada, permite sostener que profesara la ideología liberal; por el contrario, se expresó negativamente sobre ella, en varias de sus cartas. La ideología liberal, tal como ha sido definida por sus autores principales, es incompatible con el cristianismo. Así lo aclara el Papa Pablo VI, en la carta apostólica Octogesima adveniens (1971):

“El cristiano…no puede adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen, radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre.” “…en su raíz misma el liberalismo filosófico es una afirmación errónea de la autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su libertad (pp. 26 y 35).

Esta posición se mantiene invariable en la Iglesia, desde hace dos siglos.

El Papa León XIII (Enc. Libertas, 1888) analizó tres grados posibles de liberalismo, y los consideró igualmente condenables. Explica el Prof. Caturelli:

“Tanto el liberalismo extremo (ateo), como el liberalismo moderado (deísta), como el liberalismo muy moderado (“cristiano”), admiten una zona (el orden temporal) de autosuficiencia del hombre: el primero porque niega la existencia de un orden trascendente al temporal: el segundo porque lo ignora y el tercero porque lo separa. En el orden práctico, viene a resultar lo mismo.”  Agrega que “el liberalismo muy moderado, propio de aquellos que no quieren renunciar a su fe cristiana…es el más pernicioso de todos, porque conlleva una carga de enorme confusión…” (23).

Esta aclaración es necesaria, porque algunos autores sostienen que San Martín fue un católico liberal; así lo hace el Dr. Cuccorese, quien considera que no incurrió en contradicción, pues el liberalismo recién fue condenado por la Enc. Quanta Cura, en 1864, 14 años después de la muerte del Libertador. (24)

Debemos disentir, puesto que los Papas comenzaron a cuestionar las ideas liberales, incluso antes de la Revolución Francesa. Por ejemplo, en la Alocución de Pío VI, el 9 de marzo de 1789, y en la Carta del mismo Papa, de 1791, a los obispos de la Asamblea Nacional. Pero con respecto al liberalismo católico, recordemos que esta actitud ya se advierte cuando Talleyrand, Obispo de Autun, celebra misa en el campo de Marte, con trescientos sacerdotes adornados con la escarapela tricolor.

La primera expresión teórica respectiva, aparece cuarenta años después con Lamennais -sacerdote apóstata- y su periódico L’ Avenir, que defienden precisamente el liberalismo católico, siendo esta posición condenada por Gregorio XVI, en la Enc. Mirari vos, promulgada en 1832, mientras San Martín vivía en París, y 18 años antes de su fallecimiento.

En conclusión, puede afirmarse, con seguridad, que San Martín no fue masón ni liberal.

 

Sistema de gobierno

Con respecto al sistema de gobierno, tuvo San Martín una posición pragmática, no tenía predilección por ningún sistema teórico. En casta al general Guido (1-2-1834) expresa: “el título de un gobierno no está signado a la más o menos liberalidad de sus principios, pero sí a la influencia que tiene en el bienestar de los que obedecen. Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos”.

En ocasión del Congreso de Tucumán, dijo que sea cualquiera con tal que no vaya contra la religión, es decir que no sea malo en sí mismo. Tuvo en una primera etapa simpatía por la república, dada la experiencia de la corte española, pero en América, siempre postuló la monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También lo hizo en Chile y en Perú. Creía que lo esencial era la autoridad.

De lo que no tenía dudas, es de la necesidad imperiosa de proclamar la independencia, sobre lo cual insistía en sus cartas al representante de San Juan, Godoy Cruz. No todos compartían esa visión. Alvear, siendo Director, en 1815, escribió dos pliegos a las autoridades británicas, que se conservan en el Archivo Nacional, afirmando que estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña. Cuando se concreta la declaración, el 9 de julio, no queda satisfecho el general pues conocía las gestiones que se realizaban para subordinar este territorio a Inglaterra o a Portugal, y el acta solo se refería a Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Por eso siguió presionando hasta que el 19 en reunión secreta, presidida por Medrano, se agregó: y de toda otra dominación extranjera.

La propuesta de Belgrano de coronar a un descendiente de los incas, formulada en sesión especial el día 6 de julio, ha motivado algunas dudas. Algunos han creído identificar al candidato en Dionisio Inca Yupanqui, educado en el Seminario de Nobles de Madrid, que llegó a ser Coronel de Dragones en el Ejército español. Por cierto que la conjetura es un recurso válido en la investigación histórica, siempre que haya alguna evidencia concreta, que este caso no existe.

En cambio, se conoce bien la existencia de Juan Bautista Tupac Amaru, hermano menor de Gabriel Tupac Amaru, que encabezó la última rebelión indígena contra los españoles, y que fue cruelmente ajusticiado junto a toda su familia. El único que sobrevivió fue Juan Bautista, pues fue confundido con un reo común, pero mantenido en prisión muchos años en distintas cárceles, hasta llegar a Ceuta, en África. Allí lo encontró un sacerdote peruano, el P. Durán, quien lo ayudó a obtener la libertad y lo embarcó rumbo a Buenos Aires, a donde llegó en 1812.

Las autoridades le concedieron una pensión, y le encargaron que escribiera sus memorias que fueron publicadas en 1824, en la Imprenta de Niños Expósitos. Este curioso personaje falleció a los 88 años, y fue enterrado en el cementerio de la Recoleta (25). Consta en las memorias, que conoció a San Martín y Belgrano, de modo que la propuesta del prócer mencionado no fue una fantasía romántica, como creyeron algunos. Mitre, por ejemplo, en su biografía del creador de la bandera, lo critica duramente por estas ideas. Sin embargo, era opinión general que habiendo reasumido su trono Fernando, y constituida la Santa Alianza, no había seguridad de que fuese aceptado un gobierno republicano.

De allí que promover una monarquía constitucional, encabezada por un descendiente de los incas, era una idea sensata, y por eso la apoyó San Martín; sabemos lo que costó en luchas fratricidas, optar por otra forma institucional. Cabe agregar, que la Cámara de Diputados dio media sanción a un proyecto que dispone erigir un monumento a Juan Bautista.

A modo de cierre, recordamos a Félix Luna, director de la revista Esto es Historia, hasta su fallecimiento, quien escribió en el editorial del número comentado (en 2009), refiriéndose a San Martín:

“…no hizo falta ninguna medida de gobierno para imponer su culto. En este aspecto, vemos cómo han sido inútiles algunos intentos de revisar el recuerdo histórico de San Martín aportando pretendidos documentos o revelaciones que modificarían sustancialmente su personalidad. Así, los intentos de presentarlo como un mestizo, hijo de una india guaraní, o los que le adjudican hijos ilegítimos habidos en el Perú. Aparte de la orfandad de las pruebas que se presentaron en estos casos, estas revisiones no calaron popularmente ni sirvieron para que la imagen clásica del Libertador se modificara”. (26)

 

Referencias

1) Pigna, Felipe, “San Martín”; Planeta, 2007, p. 6.

2) Favaloro, René. “¿Conoce usted a San Martín?”; Torres Agüero editor, 1992, pp. 20 y 23.

3) “Sobre la masonería”; en: www.mario-meneghini.blogspot.com (27-11-2015)

4) Ricardo Rojas: “El Santo de la Espada”, Buenos Aires, 1983, pág. 71.

5) Mitre, Bartolomé. “Historia de Belgrano”; Biblioteca del Suboficial, 1942, T. II, p. 176.

6) Sarmiento, Domingo. “El general San Martín”; Galería de Celebridades, 1857.

7) Tonelli, Armando. “El general San Martín y la masonería”; 1944, pp. 23, 24.

8) Revista Masonería y otras sociedades secretas, Buenos Aires, Nº 2, noviembre de 1981, pp. 20-25; Nº 3, diciembre de 1981, pp. 15-20; Nº 5, febrero de 1982, pp. 30-35.

 9) Furlong, P. Guillermo. “El general San Martín, ¿Masón-Católico-Deista?”; Theoría, 1963, p. 136.

 10) Cit. por Héctor Piccinali: Testimonios católicos del General San Martín, Revista Mikael, Buenos Aires Nº 16, 1978, pág. 90.

11)  Aragón, Roque Raúl. “La Política de San Martín”, Córdoba, Universidad Nacional de Entre Ríos, 1982, pág. 18-19.

12) Tomás de Iriarte, Tomás de. “Memorias”, Tomo I, cit. por Aragón, op.cit., nota 8, pág.19.

13) Jacovella, Guillermo. “San Martín y los ideales masónicos”; Todo es Historia, Nº 505, agosto de 2009, páginas 20-25.

14) Terragno, Rodolfo H. “Maitland & San Martín”; Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1999, p. 189.

15) Terragno, op. cit., p. 193.

16) Jacovella, op. cit., p. 23.

17) Terragno, op. cit. p. 181.

18) Pasquali, Patricia. “San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria”; Planeta, 1999, p. 401.

19) Jacovella, op. cit., pp. 23 y 24.

20) Humanum genus, p. 4.

21) Congregación para la Doctrina de la Fe; “Declaración sobre la masonería”; 7-2-1981.

22) Catellani, P. Leonardo. “Esencia del liberalismo”; 1971, pp. 24 y 25.

23)   Caturelli, Alberto. Examen crítico del liberalismo como concepción del mundo”; Gladius, Nº 2, 1985, p. 38.

24) Cuccorese, Horacio Juan. “San Martín. Catolicismo y masonería”; Instituto Nacional Sanmartiniano – Fundación Mater Dei, 1993, p. 145.

25) “El inca que conoció a San Martín”; www.forosanmartiniano.blogspot.com (10-2011).

26) Todo es Historia, Nº 505, agosto 2009, p. 4.

Orígenes, el autor más prolífico del inicio del cristianismo

Catequesis de Benedicto XVI

 


Orígenes: vida y obra

Queridos hermanos y hermanas:

En nuestras meditaciones sobre las grandes personalidades de la Iglesia antigua, conocemos hoy a una de las más destacadas. Orígenes de Alejandría es, en realidad, una de las personalidades determinantes para todo el desarrollo del pensamiento cristiano. Recoge la herencia de Clemente de Alejandría, sobre quien meditamos el miércoles pasado, y la proyecta al futuro de manera tan innovadora que lleva a cabo un cambio irreversible en el desarrollo del pensamiento cristiano. Fue un verdadero “maestro”; así lo recordaban con nostalgia y emoción sus discípulos:  no sólo era un brillante teólogo, sino también un testigo ejemplar de la doctrina que transmitía. Como escribe Eusebio de Cesarea, su biógrafo entusiasta, “enseñó que la conducta debe corresponder exactamente a la palabra, y sobre todo por esto, con la ayuda de la gracia de Dios, indujo a muchos a imitarlo” (Hist. Eccl. VI, 3, 7). 

Durante toda su vida anhelaba el martirio. Cuando tenía diecisiete años, en el décimo año del emperador Septimio Severo, se desató en Alejandría la persecución contra los cristianos. Clemente, su maestro, abandonó la ciudad, y el padre de Orígenes, Leónidas, fue encarcelado. Su hijo anhelaba ardientemente el martirio, pero no pudo realizar este deseo. Entonces escribió a su padre, exhortándolo a no desfallecer en el supremo testimonio de la fe. Y cuando Leónidas fue decapitado, el joven Orígenes sintió que debía acoger el ejemplo de su vida. Cuarenta años más tarde, mientras predicaba en Cesarea, declaró: “De nada me sirve haber tenido un padre mártir si no tengo una buena conducta y no honro la nobleza de mi estirpe, esto es, el martirio de mi padre y el testimonio que lo hizo ilustre en Cristo” (Hom. Ez. 4, 8).

En una homilía sucesiva —cuando, gracias a la extrema tolerancia del emperador Felipe el Árabe, parecía haber pasado la posibilidad de dar un testimonio cruento— Orígenes exclama: “Si Dios me concediera ser lavado en mi sangre, para recibir el segundo bautismo habiendo aceptado la muerte por Cristo, me alejaría seguro de este mundo… Pero son dichosos los que merecen estas cosas” (Hom. Iud. 7, 12). Estas frases revelan la fuerte nostalgia de Orígenes por el bautismo de sangre. Y, al final, este irresistible anhelo se realizó, al menos en parte. En el año 250, durante la persecución de Decio, Orígenes fue arrestado y torturado cruelmente. A causa de los sufrimientos padecidos, murió pocos años después. Tenía menos de setenta años.

Hemos aludido a ese “cambio irreversible” que Orígenes inició en la historia de la teología y del pensamiento cristiano. ¿Pero en qué consiste este “cambio”, esta novedad tan llena de consecuencias? Consiste, principalmente, en haber fundamentado la teología en la explicación de las Escrituras. Hacer teología era para él esencialmente explicar, comprender la Escritura; o podríamos decir incluso que su teología es una perfecta simbiosis entre teología y exégesis. En verdad, la característica propia de la doctrina de Orígenes se encuentra precisamente en la incesante invitación a pasar de la letra al espíritu de las Escrituras, para progresar en el conocimiento de Dios. Y, como escribió von Balthasar, este “alegorismo”, coincide precisamente “con el desarrollo del dogma cristiano realizado por la enseñanza de los doctores de la Iglesia”, los cuales —de una u otra forma— acogieron la “lección” de Orígenes.

Así la tradición y el magisterio, fundamento y garantía de la investigación teológica, llegan a configurarse como “Escritura en acto” (cf. Origene:  il mondo, Cristo e la Chiesa, tr. it., Milán 1972, p. 43). Por ello, podemos afirmar que el núcleo central de la inmensa obra literaria de Orígenes consiste en su “triple lectura” de la Biblia. Pero antes de ilustrar esta “lectura” conviene echar una mirada de conjunto a la producción literaria del alejandrino. San Jerónimo, en su Epístola 33, enumera los títulos de 320 libros y de 310 homilías de Orígenes. Por desgracia, la mayor parte de esta obra se ha perdido, pero incluso lo poco que queda de ella lo convierte en el autor más prolífico de los tres primeros siglos cristianos. Su radio de interés va de la exégesis al dogma, la filosofía, la apologética, la ascética y la mística. Es una visión fundamental y global de la vida cristiana.

El núcleo inspirador de esta obra es, como hemos dicho, la “triple lectura” de las Escrituras desarrollada por Orígenes en el arco de su vida. Con esta expresión aludimos a las tres modalidades más importantes —no son sucesivas entre sí; más bien, con frecuencia se superponen— con las que Orígenes se dedicó al estudio de las Escrituras. Ante todo, leyó la Biblia con el deseo de buscar el texto más seguro y ofrecer su edición más fidedigna. Por ejemplo, el primer paso consiste en conocer realmente lo que está escrito y conocer lo que esta escritura quería decir inicialmente.

Orígenes realizó un gran estudio con este fin y redactó una edición de la Biblia con seis columnas paralelas, de izquierda a derecha, con el texto hebreo en caracteres hebreos —mantuvo también contactos con los rabinos para comprender bien el texto original hebraico de la Biblia—, después el texto hebraico transliterado en caracteres griegos y a continuación cuatro traducciones diferentes en lengua griega, que le permitían comparar las diversas posibilidades de traducción. De aquí el título de “Hexapla” (“seis columnas”) atribuido a esta gran sinopsis. Lo primero, por tanto, es conocer exactamente lo que está escrito, el texto como tal. En segundo lugar, Orígenes leyó sistemáticamente la Biblia con sus célebres Comentarios, que reproducen fielmente las explicaciones que el maestro daba en sus clases, tanto en Alejandría como en Cesarea. Orígenes avanza casi versículo a versículo, de forma minuciosa, amplia y profunda, con notas de carácter filológico y doctrinal. Se esfuerza por conocer bien, con gran exactitud, lo que querían decir los autores sagrados.

Por último, incluso antes de su ordenación presbiteral, Orígenes se dedicó muchísimo a la predicación de la Biblia, adaptándose a un público muy heterogéneo. En cualquier caso, también en sus Homilías se percibe al maestro totalmente dedicado a la interpretación sistemática del pasaje bíblico analizado, fraccionado en los sucesivos versículos. En las Homilías Orígenes aprovecha también todas las ocasiones para recordar las diversas dimensiones del sentido de la sagrada Escritura, que ayudan o expresan un camino en el crecimiento de la fe:  la primera es el sentido “literal”, el cual encierra profundidades que no se perciben en un primer momento; la segunda dimensión es el sentido “moral”:  qué debemos hacer para vivir la palabra; y, por último, el sentido “espiritual”, o sea, la unidad de la Escritura, que en  todo  su desarrollo habla de Cristo. Es el Espíritu Santo quien nos hace entender el contenido cristológico y así la unidad de la Escritura en su diversidad.

Sería interesante mostrar esto. En mi libro Jesús de Nazaret he intentado señalar en la situación actual estas múltiples dimensiones de la Palabra, de la sagrada Escritura, que ante todo debe respetarse precisamente en el sentido histórico. Pero este sentido nos trasciende hacia Cristo, a la luz del Espíritu Santo, y nos muestra el camino, cómo vivir. Por ejemplo, eso se puede percibir en la novena Homilía sobre los Números, en la que Orígenes compara la Escritura con las nueces: “La doctrina de la Ley y de los Profetas, en la escuela de Cristo, es así —afirma Orígenes en su homilía—:  la letra, que es como la corteza, es amarga; luego, está la cáscara, que es la doctrina moral; en tercer lugar, se encuentra el sentido de los misterios, del que se alimentan las almas de los santos en la vida presente y en la futura” (Hom. Num. IX, 7).

Sobre todo, por este camino Orígenes llega a promover eficazmente la “lectura cristiana” del Antiguo Testamento, rebatiendo brillantemente las teorías de los herejes —sobre todo gnósticos y marcionitas— que oponían entre sí los dos Testamentos, rechazando el Antiguo. Al respecto, en la misma Homilía sobre los Números, el Alejandrino afirma: “Yo no llamo a la Ley un “Antiguo Testamento”, si la comprendo en el Espíritu. La Ley es “Antiguo Testamento” sólo para quienes quieren comprenderla carnalmente”, es decir, quedándose en la letra del texto. Pero “para nosotros, que la comprendemos y la aplicamos en el Espíritu y en el sentido del Evangelio, la Ley es siempre nueva, y los dos Testamentos son para nosotros un nuevo Testamento, no a causa de la fecha temporal, sino de la novedad del sentido… En cambio, para el pecador y para quienes no respetan el pacto de la caridad, también los Evangelios envejecen” (Hom. Num. IX, 4).

Os invito —y así concluyo— a acoger en vuestro corazón la enseñanza de este gran maestro en la fe, el cual nos recuerda con entusiasmo que, en la lectura orante de la Escritura y en el compromiso coherente de la vida, la Iglesia siempre se renueva y rejuvenece. La palabra de Dios, que ni envejece ni se agota nunca, es medio privilegiado para ese fin. En efecto, la palabra de Dios, por obra del Espíritu Santo, nos guía continuamente a la verdad completa (cf. Benedicto XVI, Discurso a los participantes en el congreso internacional con motivo del XL aniversario de la constitución dogmática “Dei Verbum”:  L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de septiembre de 2005, p. 3). Pidamos al Señor que nos dé hoy pensadores, teólogos y exégetas que perciban estas múltiples dimensiones, esta actualidad permanente de la sagrada Escritura, su novedad para hoy. Pidamos al Señor que nos ayude a leer la sagrada Escritura de modo orante, para alimentarnos realmente del verdadero pan de la vida, de su Palabra.

 

Publicado en INFOVATICANA | 28 febrero, 2021

 

Laicos: su participación en el mundo, y la formación necesaria

(Selección de textos del Magisterio)

Boletín Acción N° 164

 

Misión de los laicos

(Christifideles laici; Juan Pablo II, 3, 15 y 29)

 

Nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy, con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos. Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso.

Es necesario entonces mirar cara a cara este mundo nuestro con sus valores y problemas, sus inquietudes y esperanzas, sus conquistas y derrotas: un mundo cuyas situaciones económicas, sociales, políticas y culturales presentan problemas y dificultades más graves respecto a aquél que describía el Concilio en la Constitución pastoral Gaudium et spes. De todas formas, es ésta la viña, y es éste el campo en que los fieles laicos están llamados a vivir su misión. Jesús les quiere, como a todos sus discípulos, sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5, 13-14).

De este modo, el «mundo» se convierte en el ámbito y el medio de la vocación cristiana de los fieles laicos, porque él mismo está destinado a dar gloria a Dios Padre en Cristo. El Concilio puede indicar entonces cuál es el sentido propio y peculiar de la vocación divina dirigida a los fieles laicos. No han sido llamados a abandonar el lugar que ocupan en el mundo. El Bautismo no los quita del mundo, tal como lo señala el apóstol Pablo: «Hermanos, permanezca cada cual ante Dios en la condición en que se encontraba cuando fue llamado» (1 Co 7, 24); sino que les confía una vocación que afecta precisamente a su situación intramundana. En efecto, los fieles laicos, «son llamados por Dios para contribuir, desde dentro a modo de fermento, a la santificación del mundo mediante el ejercicio de sus propias tareas, guiados por el espíritu evangélico, y así manifiestan a Cristo ante los demás, principalmente con el testimonio de su vida y con el fulgor de su fe, esperanza y caridad».

Ante todo, debe reconocerse la libertad de asociación de los fieles laicos en la Iglesia. Tal libertad es un verdadero y propio derecho que no proviene de una especie de «concesión» de la autoridad, sino que deriva del Bautismo, en cuanto sacramento que llama a todos los fieles laicos a participar activamente en la comunión y misión de la Iglesia. El Concilio es del todo claro a este respecto: «Guardada la debida relación con la autoridad eclesiástica, los laicos tienen el derecho de fundar y dirigir asociaciones y de inscribirse en aquellas fundadas». Y el reciente Código afirma textualmente: «Los fieles tienen derecho a fundar y dirigir libremente asociaciones para fines de caridad o piedad, o para fomentar la vocación cristiana en el mundo; y también a reunirse para procurar en común esos mismos fines».

  

Doctrina social e inculturación de la fe

(Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia; Consejo Justicia y Paz) 

Consciente de la fuerza renovadora del cristianismo también en sus relaciones con la cultura y la realidad social, la Iglesia ofrece la contribución de su enseñanza para la construcción de la comunidad de los hombres, mostrando el significado social del Evangelio. A finales del siglo XIX, el Magisterio de la Iglesia afrontó orgánicamente las graves cuestiones sociales de la época, estableciendo «un paradigma permanente para la Iglesia. Ésta, en efecto, hace oír su voz ante determinadas situaciones humanas, individuales y comunitarias, nacionales e internacionales, para las cuales formula una verdadera doctrina, un corpus, que le permite analizar las realidades sociales, pronunciarse sobre ellas y dar orientaciones para la justa solución de los problemas derivados de las mismas. (521)

 La Iglesia, con su doctrina social, ofrece sobre todo una visión integral y una plena comprensión del hombre, en su dimensión personal y social. La antropología cristiana, manifestando la dignidad inviolable de la persona, introduce las realidades del trabajo, de la economía y de la política en una perspectiva original, que ilumina los auténticos valores humanos e inspira y sostiene el compromiso del testimonio cristiano en los múltiples ámbitos de la vida personal, cultural y social. Gracias a las «primicias del Espíritu» (Rm 8,23), el cristiano es capaz de cumplir la ley nueva del amor (cf. Rm 8,1-11). Por medio de este Espíritu, que es prenda de la herencia (Ef 1,14), se restaura internamente todo el hombre hasta que llegue la redención del cuerpo (Rm 8,23). En este sentido, la doctrina social subraya cómo el fundamento de la moralidad de toda actuación social consiste en el desarrollo humano de la persona e individúa la norma de la acción social en su correspondencia con el verdadero bien de la humanidad y en el compromiso tendiente a crear condiciones que permitan a cada hombre realizar su vocación integral. (522)

523 La antropología cristiana anima y sostiene la obra pastoral de la inculturación de la fe, dirigida a renovar desde dentro, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores determinantes, las líneas de pensamiento y los modelos de vida del hombre contemporáneo: «Con la inculturación, la Iglesia se hace signo más comprensible de lo que es, e instrumento más apto para su misión». El mundo contemporáneo está marcado por una fractura entre Evangelio y cultura. Una visión secularizada de la salvación tiende a reducir también el cristianismo a «una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien». La Iglesia es consciente de que debe dar «un gran paso adelante en su evangelización; debe entrar en una nueva etapa histórica de su dinamismo misionero». En esta perspectiva pastoral se sitúa la enseñanza social: «La “nueva evangelización”, de la que el mundo moderno tiene urgente necesidad...debe incluir entre sus elementos esenciales el anuncio de la doctrina social de la Iglesia”. (523)

528 La doctrina social es un punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa. La insistencia del Magisterio al proponer esta doctrina como fuente inspiradora del apostolado y de la acción social nace de la persuasión de que ésta constituye un extraordinario recurso formativo: «Es absolutamente indispensable —sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos modos en el campo social y político— un conocimiento más exacto de la doctrina social de la Iglesia». Este patrimonio doctrinal no se enseña ni se conoce adecuadamente: esta es una de las razones por las que no se traduce pertinentemente en un comportamiento concreto. (528)

Para este fin, es necesario procurar una presentación integral del Magisterio social, en su historia, en sus contenidos y en sus metodologías. Una lectura directa de las encíclicas sociales, realizada en el contexto eclesial, enriquece su recepción y su aplicación, gracias a la aportación de las diversas competencias y conocimientos profesionales presentes en la comunidad. (529)

Es importante, sobre todo en el contexto de la catequesis, que la enseñanza de la doctrina social se oriente a motivar la acción para evangelizar y humanizar las realidades temporales. De hecho, con esta doctrina la Iglesia enseña un saber teórico-práctico que sostiene el compromiso de transformación de la vida social, para hacerla cada vez más conforme al diseño divino. La catequesis social apunta a la formación de hombres que, respetuosos del orden moral, sean amantes de la genuina libertad, hombres que «juzguen las cosas con criterio propio a la luz de la verdad, que ordenen sus actividades con sentido de responsabilidad y que se esfuercen por secundar todo lo verdadero y lo justo asociando de buena gana su acción a la de los demás». Un valor formativo extraordinario se encuentra en el testimonio del cristianismo fielmente vivido: «Es la vida de santidad, que resplandece en tantos miembros del pueblo de Dios frecuentemente humildes y escondidos a los ojos de los hombres, la que constituye el camino más simple y fascinante en el que se nos concede percibir inmediatamente la belleza de la verdad, la fuerza liberadora del amor de Dios, el valor de la fidelidad incondicionada a todas las exigencias de la ley del Señor, incluso en las circunstancias más difíciles». (530)

La doctrina social ha de estar a la base de una intensa y constante obra de formación, sobre todo de aquella dirigida a los cristianos laicos. Esta formación debe tener en cuenta su compromiso en la vida civil: «A los seglares les corresponde, con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven». El primer nivel de la obra formativa dirigida a los cristianos laicos debe capacitarlos para encauzar eficazmente las tareas cotidianas en los ámbitos culturales, sociales, económicos y políticos, desarrollando en ellos el sentido del deber practicado al servicio del bien común. Un segundo nivel se refiere a la formación de la conciencia política para preparar a los cristianos laicos al ejercicio del poder político: «Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal». (531).