Seis meses de Tiranía Sanitaria Mundial

                                                               Por Miles – Christi

 

Jacques Attali (1943-    )

“La historia nos enseña que la humanidad solo evoluciona significativamente cuando está realmente asustada. (…) Una gran pandemia aumentará entonces, mejor que cualquier discurso humanitario o ecológico, la conciencia de la necesidad de altruismo (…) Y, aun si esta crisis -de 2009- no resultara muy grave, no debemos olvidarnos, al igual que con la crisis económica -de 2008-, de aprender la lección, para que, antes de la próxima, que es inevitable, preparemos mecanismos de prevención y de control, y procesos logísticos para una distribución equitativa de medicamentos y vacunas. Para eso, tendremos que instaurar un poder policial mundial, un almacenamiento global y, por ende, una fiscalidad global. De este modo, llegaremos a sentar las bases de un verdadero gobierno mundial, mucho más rápido de lo que lo hubiesen permitido motivos exclusivamente económicos.” (Jacques Attali, 03/05/2009)

 

Jacques Attali es un prestigioso e influyente intelectual francés de origen judío, socialista, asesor político y financiero al más alto nivel del Estado, cuya participación en la vida política francesa y europea de los últimos cuarenta años ha sido muy importante. Es uno de los principales “gurús” del mundialismo, un promotor entusiasta de la inmigración masiva del tercer mundo hacia los países desarrollados y adversario acérrimo de las fronteras “cerradas”, de los “repliegues identitarios” y de la permanencia de las soberanías nacionales. Es un autor prolífico y un referente ineludible de la prensa francesa y europea cuando se trata de cuestiones económicas, financieras y políticas de actualidad. 

En 2009, con motivo de la “pandemia” de gripe A (H1N1), explicó con meridiana claridad el papel que estas “crisis pandémicas” desempeñan en el establecimiento progresivo de un gobierno a escala planetaria, cuya finalidad sería la de administrar eficazmente los recursos globales de la humanidad, tanto a nivel económico como sanitario, para lo cual: “tendremos que instaurar un poder policial mundial, un almacenamiento global y, por tanto, una fiscalidad global”. Son sus textuales palabras.

Y él mismo nos explica que el principal motor para acelerar el proceso de unificación política y económica mundial es el miedo: “la historia nos enseña que la humanidad solo evoluciona significativamente cuando está realmente asustada”. Para la élite iluminista el miedo es la herramienta fundamental con vistas a la implementación de un gobierno mundial unificado. Y las “pandemias”, uno de sus principales disparadores, junto con las guerras y las crisis financieras globales.

Jacques Attali publicó en 2011 un libro intitulado: ¿Quién gobernará el mundo mañana?, en el que preconiza la unificación de la humanidad bajo la dirección de un gobierno planetario, garante de la paz universal, única solución para protegerla del caos generalizado que la amenaza. Transcribo seguidamente la breve presentación del libro, que puede leerse en la página internet de Amazon:

“Mañana, ¿quién gobernará el mundo? ¿EE.UU? ¿China? ¿India? ¿Europa? ¿El G20? ¿La ONU? ¿Las multinacionales? ¿Las mafias? ¿Qué país, qué coalición, qué institución internacional tendrá los medios para controlar las amenazas ecológicas, nucleares, económicas, financieras, sociales, políticas y militares que se ciernen sobre el mundo? ¿Quién podrá valorar el formidable potencial de todas las culturas? ¿Deberíamos dejar el poder sobre el mundo a las religiones? ¿A los imperios? ¿A los mercados? ¿O debería devolverse a las naciones, cerrando las fronteras? Algún día la humanidad comprenderá que tiene mucho que ganar si se une a un gobierno democrático del mundo, yendo más allá de los intereses de las naciones más poderosas, protegiendo la identidad de cada civilización y gestionando los intereses de la humanidad de la mejor manera posible. Un gobierno así existirá algún día. Después de un desastre, o en su lugar. Es urgente atreverse a pensarlo, por el bien del mundo.”

¿Qué más hace falta saber para comprender que la casta de iluminados que dirigen, en buena medida, los acontecimientos mundiales, no se detendrán ante ningún obstáculo, hasta que hayan logrado instaurar su tan anhelado gobierno mundial? Habría que ser muy ingenuo para suponer que semejantes genocidas -todos activos promotores de la eutanasia y del aborto, que despedaza a cincuenta millones de niños cada año- serían incapaces de servirse de medios inmorales para alcanzar su objetivo, como podrían serlo un atentado de falsa bandera, el desencadenamiento de una crisis financiera, de un conflicto bélico o de una “pandemia” …

¿Cómo es posible que la gente crea a pies juntillas la narrativa oficial acerca de lo que está ocurriendo? Hay que rendirse ante la evidencia: el grado de lavado cerebral operado por los medios de desinformación del sistema, infundiendo el pánico de manera continua, les ha dado resultado. La mayoría de la gente ha perdido todo rastro de espíritu crítico, de independencia de juicio y de apego a su libertad personal, y está presta a sacrificar todo en aras de conservar su salud y su seguridad física, supuestamente amenazadas por esta “crisis sanitaria global”, completamente ficticia y artificial.

Los mundialistas deben de estar frotándose las manos, al comprobar cuán sencilla les ha resultado la tarea de engañar y de manipular al conjunto de la población mundial en un tan breve lapso de tiempo. Un auténtico juego de niños. “Pan comido”, se dirán a sí mismos, jactanciosos, con una sonrisa socarrona perfectamente justificada. Siendo así las cosas, la consigna será, evidentemente, ne varietur. Les bastará con perseverar en la misma estrategia tan eficaz de hacer cundir el pánico generalizado, de generar miedo, de azuzar el temor, de provocar inquietud, de sembrar incertidumbre, de generar angustia y de suscitar terror en la gente.

Terror sanitario. Terror económico. Terror social. Terror ecológico. Terror bélico. Terror de cualquier tipo, sabiamente orquestado y hábilmente explotado para ajustar aún más las clavijas de un engranaje totalitario, cada vez más sofisticado, de control estatal, sobre una población masificada, amorfa, carente de toda lucidez y con una capacidad de reacción prácticamente nula, fruto del adoctrinamiento mediático sistemático y del poder disuasorio exhibido por el omnipresente aparato represivo estatal.

Volviendo a nuestro personaje de marras, figura emblemática de los iluminados mundialistas, en un reportaje difundido por el canal Public Sénat el 16 de febrero de 2010, intitulado El futuro de Jerusalén, Jacques Attali declaró:

“Podemos soñar con una Jerusalén convertida en capital del planeta, el cual un día estará unificado en torno a un gobierno mundial. Es un lindo lugar para un gobierno mundial.” [1]

El 5 de junio de 2010, en el canal Arrêt sur Images, Attali se refirió nuevamente a la cuestión de la gobernanza global:

“Pienso que hay que apuntar a un gobierno mundial como una estrategia. Además, cuando los gobiernos hablan del G-20, es una ilusión, una especie de retraso antes del gobierno mundial. Hacia ahí nos dirigimos. ¿Lo haremos en lugar de la guerra o después de la guerra? Lo ignoro. Pero ése es el objetivo.”

El 9 de abril de 2011, en el canal Public Sénat, Attali volvió a pronunciarse sobre el tema del gobierno mundial:

“Primeramente, hay algo que puede hacerse en 24 horas: fusionar el Consejo de Seguridad -de la ONU-, el G-20 y el Comité Monetario del FMI. Es decir, las tres instancias clave (…) Es muy simple. Si hoy se fusiona el Consejo de Seguridad y el G-20, tenemos un instrumento de acción. Es muy simple, se puede decidir en 24 horas. (…) Ninguna nación está a la altura de los problemas mundiales. (…) Lo único que podría estarlo, es un Consejo de Seguridad planetario, con un verdadero poder ejecutivo planetario. Eso ocurrirá. La única cuestión es saber si ocurrirá luego de una catástrofe o en lugar de una catástrofe.”

En un reportaje de 1981, publicado en forma de libro, El futuro de la vida, Attali habló acerca de su manera de concebir la libertad, la eutanasia y el suicidio, en el marco de una futura sociedad planetaria regida por una suerte de síntesis monstruosa de capitalismo y socialismo:

“La eutanasia será uno de los instrumentos esenciales de nuestras sociedades futuras. En una lógica socialista, para empezar, el problema surge de la siguiente manera: la lógica socialista es libertad y la libertad fundamental es el suicidio; por ende, el derecho al suicidio directo o indirecto es un valor absoluto en este tipo de sociedad. En una sociedad capitalista, las máquinas de matar, las prótesis que eliminarán la vida cuando sea demasiado insoportable o económicamente demasiado cara, surgirán y serán una práctica común. Entonces creo que la eutanasia, ya sea un valor de la libertad o una mercancía, será una de las reglas de la sociedad futura. Podríamos aceptar la idea de extender la esperanza de vida a condición de que las personas mayores sean solventes y así se pueda crear un mercado. Por mi parte, como socialista, estoy objetivamente en contra de prolongar la vida porque es una ilusión, un problema falso. En todo caso, la eutanasia será uno de los instrumentos esenciales de nuestras sociedades futuras. (…) Desde el punto de vista de la sociedad, es mucho mejor si la máquina humana se detiene abruptamente en lugar de deteriorarse gradualmente. Eso queda claro si recordamos que dos tercios del gasto sanitario se concentra en los últimos meses de vida.”

Hasta aquí, las ideas preconizadas por este gurú del mundialismo, en guisa de caso ejemplar de esta perniciosa corriente ideológica. Del mismo modo podrían citarse las de cualquier otro miembro de la élite “progresista”, pues encontraríamos en todos ellos una convergencia en lo esencial. Este es el mundo globalizado que esta banda de terroristas psicópatas busca denodadamente construir, a expensas de la libertad de las naciones y de sus habitantes, en beneficio exclusivo suyo, de esta élite megalómana e inescrupulosa de millonarios “filántropos” que se arrogarán el derecho a decidir por cada uno de nosotros cómo deberemos vivir, bajo qué condiciones podremos viajar libremente, lo que deberemos pensar, lo que estaremos autorizados a decir y a hacer, qué vacunas recibiremos, cuántos hijos podremos tener y a qué edad habremos de morir…

Llegado a este punto, me parece esencial tener presente que no es posible hacerse una idea cabal de la situación actual sin adoptar una mirada teológica frente a los acontecimientos que se desarrollan ante nosotros, en particular desde el comienzo de esta supuesta “crisis pandémica mundial”. Y una mirada escatológica, para ser más precisos…

El libro del Apocalipsis, en su decimotercer capítulo, describe el panorama que ofrecerá ese mundo unificado política y religiosamente, bajo el mando del Anticristo y del Falso Profeta, ambos al servicio del Dragón, con los “moradores de la tierra” sucumbiendo masivamente ante el engaño universal montado por esta trinidad diabólica. Y quien no se deje arrastrar por su poder seductor, y rehúse recibir “la marca de la bestia” en la mano derecha o en la frente, no podrá “comprar ni vender”, se convertirá en un paria social y sufrirá una persecución despiadada. 

El Anticristo aún no se ha manifestado públicamente, y la “vacuna salvadora” decretada por el “filántropo” Bill Gates para toda la humanidad -que nadie debe dejarse aplicar, pues está concebida para causar daño-, no es la “marca de la bestia”. No obstante, todo lo que viene sucediendo desde hace seis meses apunta inequívocamente en esa dirección, es un entrenamiento, un ensayo general, que persigue el objetivo último de instaurar ese Nuevo Orden Mundial a cuya cabeza estará el Hombre de Pecado.

Así pues, esta crisis “plandémica” global nos ha hecho entrar de lleno en la “recta final” que conduce inexorablemente a los tiempos escatológicos anunciados por el apóstol San Juan. El período conocido como “Apocalipsis” se refiere, bíblicamente, a la fase histórica que precederá la Parusía o regreso glorioso de Nuestro Señor Jesucristo, y su duración es de siete años. El libro de Daniel es claro al respecto: habla de una “semana de años”, conocida como la “septuagésima semana”, de su célebre profecía de las “setenta semanas”, en su capítulo noveno.

Esta semana de años aún no ha comenzado y, obviamente, ignoro cuando lo hará. Su inicio estará dado por la venida del profeta Elías para evangelizar al pueblo judío, cuya misión ocupará la primera mitad de la semana. La segunda mitad corresponderá al reinado universal del Anticristo. Esta semana de años -es decir, el Apocalipsis-, como es bien sabido, será un tiempo muy difícil de sobrellevar, para emplear un eufemismo. Nuestro Señor lo expresó con claridad:

“Habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt. 24, 21).

Para no sucumbir al desaliento tendremos que armarnos de paciencia y encomendarnos a la protección de Dios, con total fe y esperanza en su misericordia. Jesucristo nos enseñó que, cuando estos tiempos lleguen, a pesar de lo difíciles que serán, lejos de dejarnos arrastrar por el desánimo, nuestra esperanza deberá redoblar, pues esto significa que su glorioso retorno está muy próximo, y con él, nuestra liberación:

“Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lc. 21, 28).

Por lo tanto, velemos y oremos, para que, en estos tiempos aciagos, podamos perseverar en la fe, en la esperanza y en la caridad, a la espera de que se cumpla la promesa divina:

“Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia, brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos.” (Dn. 12, 3).

 

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN VOS CONFÍO

INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, RUEGA POR NOSOTROS

 

 

[1] Por supuesto que Jerusalén algún día será nuevamente el centro religioso del mundo, pero esto no sucederá hasta que Israel se haya convertido y que Jesucristo haya regresado a la tierra para dar comienzo a su reino mesiánico, como lo anuncian los profetas: “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.” (Is. 2, 2-3). Pero lo que Attali visiblemente no comprende es que el mundialismo que él y sus secuaces promueven no es más que la preparación del reino mundial del Anticristo, quien se presentará como el Mesías que esperan los judíos. En efecto, Nuestro Señor les advirtió: “Yo he venido en nombre de mi Padre y vosotros no me habéis recibido; otro vendrá en su nombre y vosotros lo recibiréis.” (Jn. 5, 43). Terrible profecía que San Jerónimo comenta diciendo que “los judíos, tras haber despreciado la verdad en persona, aceptarán la mentira aceptando al Anticristo” (Epist. 151, ad Algasiam, quest. II) y San Ambrosio que “eso muestra que los judíos, quienes no quisieron creer en Jesucristo, creerán en el Anticristo” (In Ps. XLIII). Será la misión del profeta Elías anunciar a sus compatriotas la identidad del verdadero Mesías y obtener de Dios su conversión: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes de que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición” (Mal. 4, 5-6).

 

Fuente: Observatorio Van Thuan, 21 setiembre 2020

 

Raíces teológicas del antropocentrismo eclesial

Por Monseñor Héctor Aguer

Arzobispo Emérito de La Plata-Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas-Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias y Artes de San Isidro-Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma)


En numerosos pasajes del Antiguo Testamento se encarece la dignidad del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios; esta referencia es su composición y fábrica, la hechura que lo define. No puedo ofrecer en este artículo un amplio desarrollo bíblico del tema; me limito a un solo ejemplo, el Salmo 8, que en una visión teocéntrica del mundo afirma que la grandeza o pequeñez de una criatura proceden de la relación que tenga con Dios. El mundo de los astros -que actualmente nosotros conocemos con una amplitud y profundidad que el salmista no hubiera podido sospechar- es grande porque fue creado a imagen de la inmensidad de Dios, de quien recibe la propiedad de imponer al hombre una respetuosa admiración. El ser humano -Adam- es grande en cuanto que Dios lo creó a imagen de su inteligencia, prerrogativa única en el universo: «Lo hiciste poco inferior a un dios (elohîm), lo coronaste de gloria (kabod) y esplendor (hadar); le diste dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies» (Sal 8, 6 s.). La versión de los LXX lee: «Poco inferior a los ángeles» (brajý ti par' angélous); la Vulgata sigue esta lectura. Este poema ratifica el relato del Génesis: «Dios dijo: 'Hagamos al ser humano (adam) a nuestra imagen (selem), según nuestra semejanza (demut)' »; la traducción griega vierte, respectivamente, ánthrōpos, eikṓn, homóiosin (Gén 1, 26). El verso siguiente reza: «Y Dios creó al ser humano (adam) a su imagen (selem); lo creó a imagen de Dios, los creó varón (zajar) y mujer (nequebá)» (Gén 1, 27); según los LXX: ánthrōpos, eikṓn, ársen, thely.

En otro salmo aparece un contrapeso; la súplica incluye una advertencia razonable contra la desmesura: «Levántate, Señor, que los hombres ('enôsh) no se envanezcan (según el griego:que no se haga fuerte el ánthrōpos, que no prevalezca, que no triunfe), que aprendan que no son más que hombres ('enôsh)», Sal 9, 20-21.

La malicia del hombre pecador se multiplica en el Adam exiliado del Paraíso, a partir del fratricidio cometido por Caín; el Antiguo Testamento abunda sobre este argumento, y los escritos proféticos impugnan la ingratitud y la permanente rebeldía del pueblo de Dios. En los libros sapienciales se ofrece una ponderada reflexión sobre el argumento, según la cultura de cada época. Basten estas pocas referencias bíblicas.

Santo Tomás de Aquino recoge la rica tradición patrística. El hombre es un microcosmos; se lo llama minor mundus, porque en él se encuentran de algún modo todas las criaturas del orbe (I, q. 91, 1c.); le compete el dominio de las criaturas inferiores del mismo modo que él domina lo que encuentra en sí mismo (I, q. 96, 2c.). Estudiando la Encarnación del Verbo de Dios, el Doctor Angélico afirma que convenía que la causa universal de todo asumiera en la unidad de su persona divina aquella criatura que tiene una mayor comunicación con todas las demás criaturas. Como el hombre está constituido por la naturaleza espiritual y la corporal, resulta una especie de confín (confinium) por su cercanía, proximidad y vecindad entre ambas naturalezas (CG IV cap. 55, ad tertiam rationem). El destino de la criatura humana, su fin, lo exalta por sobre todo; respecto de algunas condiciones de vida es inferior a algunas criaturas, incluso puede asimilarse a las ínfimas. Sin embargo, según el orden del fin, nada hay superior a él, que está llamado a la felicidad, sino solo Dios, en quien consiste la perfecta felicidad del hombre (perfecta hominio beatitudo, CG IV cap. 54).

En 1974, el eximio filósofo Cornelio Fabro, restaurador de la metafísica tomista, publicó su libro L' aventura della teologia progressista, en el cual analiza ampliamente el abandono de la tradición bíblica y patrística acerca de la debida posición del hombre respecto de Dios; sobre la base de una secularización radical, y más concretamente por la asunción del principio del trascendental moderno se produjo el «giro antropológico» de la teología. El autor principal de la nueva postura fue Karl Rahner, el pensador jesuita que elaboró una hermenéutica inmanentista de Santo Tomás en varias publicaciones basadas en dos obras principales suyas: «Espíritu en el mundo» (Geist in Welt, 1939), y «Oyente de la Palabra» (Hörer des Wortes, 1941). Fabro describe exactamente la torcedura en que consiste la operación rahneriana (die anthropologisce Wende): reemplazar la «antropología teológica» de la teología tradicional -fundada sobre la trascendencia metafísica de Dios, y sobre la realidad sobrenatural de la redención en Cristo- por la «teología antropocéntrica», fundada sobre el principio moderno de inmanencia. Habría que superar lo que los autores progresistas llamaban el objetivismo teológico tradicional, porque este no diría nada al hombre contemporáneo. Así se propone una nueva gnosis, en la que el misterio de Dios queda reducido al significado que tiene para el hombre mediante una hermenéutica existencial.

Entre 1965 y 1983 el Padre Pedro Arrupe y Gondra fue Prepósito General de la Compañía de Jesús; en ese período el pensamiento de Rahner se convirtió de hecho en una especie de doctrina oficial de la Compañía, afectando seriamente la formación de esas generaciones, precisamente cuando numerosos jesuitas abandonaron el ministerio. Además, la doctrina rahneriana fue seguida por otros teólogos, que enseñaban en seminarios y facultades de Teología; el daño acompañaba las arbitrariedades que se cometían en nombre del «espíritu del Concilio», contrariando el magisterio de Pablo VI.

Fabro los caracteriza: «Los nuevos teólogos se sintieron autorizados a presentarse como los únicos intérpretes y árbitros de la fe, y los hermeneutas intocables de la Palabra de Dios. Más todavía, no solo se comportaron con escritos y con hechos como si el magisterio no existiese, sino que no hesitaron -Rahner a la cabeza- en discutir abiertamente los actos formales: por ejemplo, el Syllabus, de Pío IX, la Pascendi, de Pío X, la Humani generis, de Pío XII, la Humanae vitae y el Credo de Pablo VI, exigiendo de este último la retractación...».

Podemos añadir que se asumió la hybris de la cultura moderna, y su orientación inmanentista; la hermenéutica existencial reduce a Dios al verificarse de un encuentro que nos transforma, otorgando una importancia desmesurada a las condiciones de apropiación a través de las cuales el sujeto se apropia de la realidad de Dios. Según la herencia kantiana, se tiende a reducir a Dios al postulado de la acción moral; la teología progresista encuentra plena realización en la «teología de la liberación», y en la «teología del pueblo», ambas con proyecciones sociales y políticas; en estas expresiones el antropocentrismo es evidente. En mi opinión, se verifica en este caso una alteración doctrinal, no un mero aggiornamento de la presentación de las verdades. En Gaudium et spes 62 el Concilio distinguía entre el «depósito» de las verdades católicas, y el modo en que se las enuncia, manteniendo siempre el mismo sentido profundo, su significado; proponía actualizar el modo de exponer esas verdades, tomando en cuenta los hallazgos de las ciencias profanas, en primer lugar la psicología y la sociología. San Vicente de Lerins lo manifestó cabalmente en el siglo V: «Cum dicas nove, nos dicas nova»; decir de un modo nuevo, no decir cosas nuevas.

Fabro observa que el Concilio, sobre todo en la Constitución Lumen gentium, según la regla de aquel monje galo-romano, opta por un tradicionalismo eclesial dinámico, más allá de un estatismo o fijismo racionalista, y del historicismo romántico. Después del Concilio algunos autores hablaron de una «revolución copernicana» en el campo de la teología, y causa inquietud que en la actualidad se continúe afirmando que el Vaticano II fue «en cierto modo una revolución», sin advertir que se ha ido verificando en la cultura eclesial, por influjo de la cultura secular inspirada en la filosofía moderna, un vaciamiento de los dos pilares que son la trascendencia de Dios, y el carácter sobrenatural de la fe y de los misterios del cristianismo.

El Concilio de los Papas Juan y Pablo en sus documentos está en plena continuidad con la tradición. En la Constitución Gaudium et spes la antropología atiende debidamente a la situación histórico-existencial del hombre, y la ilumina con una inspiración eminentemente bíblica. Es, según indica Fabro, «antropología teológica» fundada en la Revelación, no «teología antropológica», que disuelve la Palabra de Dios mediante el discurso de las ciencias humanas. El hombre, creado a imagen de Dios, domina a todas las criaturas y ha de servirse de ellas para gloria de Dios; el pecado original inicia la dialéctica de la historia como lucha entre el bien y el mal; Cristo Redentor asume al hombre en su misericordia, y lo encamina a la vida futura; ya desde ahora, mediante la fe, puede contemplar y gustar el misterio divino; se afirma la existencia de la ley moral, escrita por Dios en el corazón del hombre; la gracia divina le hace posible superar la herida del pecado, que menoscaba su libertad; la realidad insoslayable de la muerte es transfigurada por la esperanza de la resurrección. Nada hay en esta exposición que autorice el giro antropológico rahneriano.

En su largo pontificado, Juan Pablo II ha ofrecido a la Iglesia y a la cultura contemporánea un amplísimo magisterio sobre todos los aspectos de la realidad humana, una antropología teológica con base en la tradición de la filosofía cristiana, enriquecida con el aporte filosófico moderno en consonancia con aquella. En la encíclica Dives in misericordia (§1, in fine) expresa la necesidad de articular, de manera orgánica y profunda, antropocentrismo y teocentrismo, lo que encontrábamos en las referencias al Salmo 8. Benedicto XVI ha subrayado la importancia de la noción de naturaleza, de ley natural, y orden natural, con el objetivo de perfilar un auténtico humanismo, sensible a la cuestión de la verdad y del bien como realidades objetivas, que tienen su fundamento en Dios. Nada más lejano del moralismo jesuítico de cuño kantiano, que se afianzó como consecuencia del «giro antropológico», y que asoma en las propuestas culturales y sociales del antropocentrismo eclesial: Dios y la religión encerradas en el ámbito de la «razón práctica». Además, como he podido comprobarlo personalmente, ese moralismo es, con frecuencia, relativista. La cuestión de la pobreza y la crítica de sus causas ocupa la máxima atención; se descuida el conjunto de los mandamientos de la Ley de Dios, y el Sexto no aparece en la predicación ordinaria, porque ya no se advierte su incidencia social, y su valor en la tutela de la familia, como Juan Pablo II lo formuló en catequesis que no habría que olvidar, puesto que conservan una permanente actualidad. Peor todavía: se descuida el anuncio explícito de Jesucristo, y de los misterios de la fe y la necesidad del culto de Dios.

La Iglesia se ocupa del cambio climático, la deforestación, el peligro de la proliferación de las armas nucleares, la violación de los derechos humanos y las injusticias sociales, el tráfico de personas y la situación de la mujer, temas sin duda ineludibles de nuestra Doctrina Social. Pero ¿qué lugar le destinamos al clarísimo mandato del Señor registrado en el final de los Evangelios de Mateo y de Marcos, que señala otras prioridades, cada vez más urgentes en un mundo que ha desplazado a Dios? Las palabras de envío pronunciadas por Jesús dirigen la misión de los Apóstoles a todos los pueblos -pánta tà éthne, Mt 28, 19- para hacerlos discípulos, cristianos, bautizarlos y enseñarles a cumplir los mandatos que Él ha establecido. Son enviados a todo el universo -eis tòn kósmon hápanta, Mc 16, 15- para anunciar el Evangelio a toda la creación -páse tà ktísei, ib-. Con la previsión del posible resultado: «El que crea y se bautice, se salvará; el que no crea se condenará» (Mc 16, 16, versículo que suele ser omitido cuando se cita el pasaje). El caso es serio, es der Ernstfall, al que se refería Hans Urs von Balthasar en su libro «Córdula o el caso auténtico». Ciertamente, el tenor del envío no fue: «Todos los hombres son cristianos anónimos -Rahner dixit-, ustedes háganles mejor, más feliz, la vida en este mundo».

 

Fuente: Infocatólica, 24/11/20

La transformación de la teología moral católica en curso

 


Por Stefano Fontana

“Del comienzo”

La cuestión del comienzo implica aclarar en qué puede basarse una disciplina, cuál puede ser su origen y de dónde puede haber comenzado. Este es el tema básico, ya que “un pequeño error al principio se convierte en un gran error al final” [1]. En el principio también debe estar el origen, que significa la justificación última del principio como tal. Tomado por sí solo, el comienzo no es más que un hecho que indica que algo ha comenzado. El tema del comienzo significa preguntarse cuál es el origen de un comienzo, qué funda y explica ese comienzo y lo legitima. Todas y cada una de las disciplinas se enfrentan a este problema.

Este problema del comienzo surge de diferentes maneras para la filosofía y para otras disciplinas, incluida la teología. La filosofía por sí sola, y la metafísica en particular, es autofundante, mientras que todas las demás, incluida la teología, parten de supuestos que, manteniéndose bien dentro de su propio ámbito, no son capaces de demostrar. En el caso de la teología, esta suposición consiste en la fe en la revelación de Dios.

La teología moral, por tanto, tiene dos fuentes y, por tanto, dos comienzos. El primero es el dogma en su contenido y exigencias morales. Las verdades reveladas puestas por la Iglesia en el depósito de la fe también contienen prescripciones, preceptos y consejos morales tanto naturales como sobrenaturales [2]. Sin embargo, además de dichos preceptos y consejos, el dogma católico también incluye requisitos formales y epistémicos de la lógica de la moral y, por lo tanto, no le conviene cualquier tipo de moral filosófica, sino sólo la correspondiente a la razón práctica correcta. , a la lógica de la moral natural. El dogma católico no permite un pluralismo de puntos de vista éticos.


El segundo comienzo / origen de la teología moral es la ética natural, el uso de la razón práctica en su correcta relación con la razón teórica [3]. Este comienzo es independiente del otro, ya que la razón natural tiene autonomía propia en su nivel específico y la filosofía es un conocimiento capaz de encontrarse, demostrando la veracidad de su propio comienzo. Sin embargo, no está desconectado en la medida en que cae bajo el mismo Dios, Creador y Salvador.


Estos dos inicios son complementarios y se aclaran entre sí. La moral natural se descubre a sí misma y sus propias conclusiones naturales al examinar los requisitos revelados por el dogma, convirtiéndose así en teología moral. Estos requisitos se confirman humanamente en sus indicaciones éticas, y al mismo tiempo atemperan la razón natural, consolidando y elevando los resultados. Por tanto, complementariedad, pero según la máxima prioridad de la revelación sobre la moral natural. Dos observaciones adicionales lo hacen evidente. La primera es que la revelación también ha enseñado las leyes de la moral natural, considerando que la razón natural por sí sola puede encontrar incertidumbres en lo que a ellos respecta [4]. La segunda es que la naturaleza humana está debilitada por el pecado y, sin la ayuda purificadora y edificante de la gracia de la revelación, corre el riesgo de perder el rumbo.

En tanto que descriptivas y no normativas, las ciencias humanas no pueden constituir ningún comienzo para la teología moral. Pueden ser de ayuda (no esenciales) más adelante, pero no constituyen una fuente de legitimidad o fundamento en el momento de comenzar. La moral no puede emanar de la conducta o comportamiento registrado por las ciencias sociales en la medida en que la moral guía la conducta y no depende de ella. Si esta es la guía, debe estar ya presente de antemano e independientemente de la conducta o comportamiento.

Tampoco puede haber un comienzo que dependa del conocimiento científico en general, porque la ciencia es un conocimiento hipotético-deductivo y, por tanto, no es absoluto ni universal. No es absoluto porque sus conclusiones dependen de la hipótesis inicial; no universal porque sus conclusiones sólo se aplican dentro del ámbito específico circunscrito por la hipótesis inicial. La moral pertenece a la filosofía o la teología y no a la ciencia.

El comienzo tampoco puede ser la situación existencial o histórica del sujeto moral. Por tanto, ni una filosofía narrativa ni una teología narrativa. De hecho, las situaciones existenciales son variables, pero la ética persigue normas de comportamiento válidas semper et ad semper, en todo momento, en toda circunstancia y para todo.

El comienzo filosófico puede provenir de la conciencia pensante (el 'yo pienso'), y tendríamos una moral racionalista, o del conocimiento del orden finalista del ser, y tendríamos una moral realista. El primer tipo, sin embargo, permanece infundado en la medida en que el sujeto en cuestión lo plantea meramente en virtud de un acto de su voluntad independiente y, por tanto, arbitrario. Lo que se plantea sin razones no se puede considerar fundado. La moral, tal como la entendemos, se basa, por tanto, únicamente en el conocimiento del orden finalista del ser. Note bien, el orden 'finalista', y no solo el orden, porque el propósito es lo que da sentido al orden. Podría haber un orden sin propósito, pero en tal caso sería un orden sin sentido, como es el caso del orden determinista que no puede fundar la moral en absoluto.

Esto significa que el comienzo de la moral es el conocimiento de un mundo de esencias; la moral es "esencialista" [5]. El fundamento de los criterios del bien y del mal es el conocimiento de la esencia finalista de las cosas sobre las que se funda la doctrina realista de la ley natural. La prioridad de la esencia sobre la existencia es propia de la filosofía clásica y cristiana, y todo lo contrario es fruto de la modernidad.

Este enfoque ya no se acepta en la transformación de la teología moral católica, ni en su conjunto ni en sus aspectos particulares. El rechazo de la metafísica sólo puede plantear la moral en una perspectiva histórica. El conocimiento de las esencias se considera abstracto, rígido y, excepto en un sentido aplicativo, incapaz de mejorar la situación de vida en la que debe operar el sujeto-agente. También se piensa que dicha situación de vida es conocida por las ciencias humanas que luego se convierten en elementos constitutivos del inicio. Partir de una situación variable significa argumentar que la norma moral también y siempre se conoce a través de la conciencia subjetiva y, por lo tanto, siempre se 'postula' en parte y no solo se 'descubre' o 'se encuentra'. Por lo tanto, la conciencia también juega un papel en la base de la moral, y no solo en su aplicación. Por tanto, una especie de racionalismo se hace siempre presente en la nueva teología moral. Por todas estas razones, la norma moral queda sujeta a cambios y evolución en el tiempo.

Por tanto, la nueva teología moral católica está claramente en desacuerdo con el marco de la teología moral clásica y cristiana. Entre las razones del “colapso de la teología moral”, Benedicto XVI incluyó el abandono de la doctrina de la ley natural [6] y la reducción de la moral a la moral bíblica. Abandonar la doctrina del derecho natural significa abandonar la metafísica y rechazar la ética esencialista, reemplazándola por la ética existencial.

 

Notas

[1] Tomás de Aquino, La entidad y la esencia, en Libritos filosóficos, Città Nuova, Roma 1989, pág. 39.

[2] Cfr. M. Konrad, Preceptos y consejos. Estudios sobre la ética de Santo Tomás de Aquino en comparación con Lutero y Kant, Lateran University Press, Ciudad del Vaticano 2005.

[3] Cfr. J. Pieper, Realidad y bien, Morcelliana, Brescia 2011.

[4] Cfr. S. Cecotti, La teología de la ley antigua y la nueva ley, en AA.VV., El sentido de la ley y las leyes sin sentido, (editado por S. Fontana), Fede & Cultura, Verona 2019 , págs. 39-72.

[5] S. Th., I-II, q. 18, a. 5, ad. 1 - el bien es ser conforme a la naturaleza, el mal es contra la naturaleza

[6] Frase de la Nota del Papa Emérito sobre la Iglesia y el abuso sexual, abril de 2019. Cf. también SM Lanzetta, Un colapso de la teología moral en la raíz de la crisis, “Fides Catholica”, XVI (2019) 1, págs. 5-16.

 

Fuente: Observatorio Van Thuan, 17-11-20

 

La Teología del Pueblo o la transformación de la Fe católica

por Carlos Daniel Lasa

 


Parece que el problema que tenía el fiel católico (determinar qué filosofía resulta más apta para comprender la fe sin corromper su esencia), se ha convertido en este otro: ¿cómo transformar la fe para que sea una con el mundo?

Unas breves notas, sabiendo que el formato impide un desarrollo de cada uno de los puntos considerados. Sin embargo, lo hice pensando en que, incluso de esta manera, podía echar un poco de luz en este momento de confusión por el que está atravesando la Iglesia católica.

Al respecto, recuerdo el título de un artículo que escribiera el destacado filósofo alemán Robert Spaemann a raíz de un análisis que hiciera de la Encíclica Amoris Laetitia: «El caos erigido en principio».

 

De la comprensión a la revolución

El destacado filósofo italiano Augusto Del Noce nos ha enseñado, entre otras cosas, que Carlos Marx ha producido un cambio epistemológico en la noción misma de filosofía. Marx ha abandonado la idea de filosofía como comprensión para pensarla como revolución o transformación del mundo (tesis XI sobre Feuerbach). Y esta idea de Marx no hace acepción de personas; por el contrario, ha copado las conciencias de no pocos prelados.

Consecuentemente, el problema que tenía el fiel católico (determinar qué filosofía resulta más apta para comprender la fe sin corromper su esencia), se ha convertido en este otro: ¿cómo transformar la fe para que sea una con el mundo?

Esta nueva conciencia cristiana está obsesionada con una única cuestión: ¿qué forma otorgarle a la fe para que sea aceptada por la cultura actual? Este error inicial, que fue muy importante durante y después del Concilio Vaticano II, va a transformase en un gran error terminal que ha explotado de manera virulenta en nuestros días.

Basta advertir que el rostro del nuevo catolicismo cree más en la conciencia histórica que en la revelación divina. Cuando hablo de «conciencia histórica» estoy pensando en aquella perspectiva que asume como criterio absoluto de verdad este apotegma: «tanto el conocedor como lo conocido, tanto el sujeto como el objeto no se dan ‘ónticamente’, sino ‘históricamente’» (Hans-Georg Gadamer. El problema de la conciencia histórica. Madrid, Tecnos, 1993, p. 25).

El amor no está puesto ya en la revelación divina sino en una afirmación de la razón humana.

 

Una nueva universalidad

El intento de transformar la realidad, en lugar de dejar que la misma se me manifieste tal como es, es una muestra harto palmaria del abandono definitivo de la metafísica.

Sucede que el nuevo dogma, el de la conciencia histórica, exige suprimir todo anclaje (léase: el ser). Claro está que esto no implica el abandono de la idea de universalidad. La nueva universalidad ya no estará fundada en el ser (el cual se hace presente en todo lo que es), sino que será una universalidad sui generis. La misma se fundará en una realidad puramente contingente, es decir, histórica.

De este modo, dejando de lado aquello que está presente en todo lo que es (verdadera universalidad) se pasa a asumir determinado modo de ser, haciendo brotar de él las leyes de carácter universal. La elección del modo de ser, obviamente, debe guardar perfecta consonancia con la forma mentis de la cultura dominante, aquí y ahora.

Esta nueva y falsa universalidad es propuesta en la actualidad desde la misma Roma. Su nombre es «la teología del pueblo». La misma es el claro resultado de ese espíritu ocupado no en comprender la revelación, sino en transformarla.

Para lograr este cometido, se emplea y menea hasta el hartazgo la categoría «pueblo». A partir de ella se establecerán las nuevas leyes universales que habrán de regir todo lo que es, incluida la mismísima fe católica.

 

Las nuevas leyes y el nuevo catolicismo

Las leyes universales que emanan de la categoría pueblo son, a mi juicio, fundamentalmente tres: a) la historicidad de todo lo que es; b) la asunción de la categoría relación en lugar de la de sustancia; c) la apoteosis de lo vivencial de la fe en desmedro de lo doctrinal.

De la aplicación de estas leyes surge el nuevo catolicismo. El mismo se caracteriza por:

1. El abandono de la pretensión de aquello que indica el mismo nombre de catolicismo: la universalidad. Si la nueva ley del ser es el devenir, si todo es histórico, entonces la religión se convierte en una de las diversas expresiones que tienen los pueblos. Y no solo en relación a aquello que consideran Dios, sino en lo que concierne al modo propio de relacionarse con él.

2. El privilegio otorgado a la comunidad en detrimento de la persona humana. La idea de comunidad da cuenta de la centralidad de la idea de relación; por el contrario, la de persona remite a la idea de sustancia.

De ahora en más, el sujeto de la fe deja de ser la persona humana, y pasa a serlo el pueblo. Esta posición ha conducido, entre otras cosas, a la renuncia por parte de la Iglesia católica de la acción de educar las conciencias de los hombres. Solo va a interesar la masa.

3. El reemplazo de la preocupación doctrinal por una concepción vitalista de la fe. De este modo, la doctrina es una expresión, siempre inadecuada, de una fe cuya esencia es su continuo hacerse. «La doctrina falsea esa fe genuina» ‒afirman los mentores del nuevo catolicismo‒. Ese continuo hacerse pretende fijarse, anquilosarse a través de fórmulas (tal como lo ha hecho, de manera totalmente errónea, la Iglesia católica durante más de dos mil años).

4. La politización absoluta de la Iglesia católica. Este resultado ya se encuentra en el mismo punto de partida: si la intentio originaria es «hacerse mundo» para alcanzar una perfecta sintonía con el mismo, entonces el contenido del nuevo catolicismo deberá identificarse, in totum, con la dimensión política.

Los criterios para determinar qué acciones son buenas, y cuáles malas, tanto por parte de los que se dicen cristianos como de los que no lo son, se extraerán de otro lado. Ya no son los diez mandamientos ni las bienaventuranzas del Nuevo Testamento las fuentes, sino las exigencias dictadas por la política.

El obrar de un católico será moralmente bueno si está a favor de los migrantes, si apoya a un presidente que privilegia las libertades civiles por encima de todo, si asume la conciencia de clase poniéndose en favor de los más pobres, si apoya la globalización, si es partidario de movimientos políticos que son expresión del «pueblo», etc.

De ahora en más, la religión no salva al hombre ya que este cometido es misión exclusiva de la política.

5. La eliminación, del seno de la Iglesia, de todos aquellos que pretendan una comprensión católica del cristianismo. No hay cabida para ellos dado que son el katejón (obstáculo) que impide o demora el maridaje definitivo con el mundo.

Tengo ante mis ojos el prefacio escrito por el Padre Enrico Rosa S.J. a diversos estudios y comentarios respecto de la Encíclica Pascendi del Papa Pío X. El Padre Rosa afirma que el modernismo se ha erigido no ya en una herejía de escuela sino en un cristianismo nuevo que amenaza con suplantar al antiguo (Cfr. Enrico Rosa. L’Enciclica Pascendi e il modernismo. Studii e commenti. Seconda edizione corretta e accresciuta. Roma, Civiltá Cattolica, 1909, p. III).

Creo que lo sostenido por el Padre Rosa, hace ya más de cien años, se está cumpliendo en nuestros días. En la actual Iglesia católica ya no podemos decir que los católicos creemos lo mismo. La unidad de fe se ha convertido en una rapsodia que exige un gobierno sostenido por el miedo y no por una caridad fundada en la Verdad.

La adoración de la historia no puede desembocar más que en este nuevo catolicismo que, como refiere Del Noce, no se presenta ni como acrecentamiento, ni como explicación de las virtualidades presentes en la fe católica. Todo lo contrario, se trata de algo absolutamente nuevo, configurado a partir de una ruptura radical con el catolicismo de siempre (Cfr. Augusto Del Noce. I cattolici e il progresismo. Milano, Leonardo, 1994, p. 214).

 

Fuente:Infocatólica, 13/11/20

 

Profundizando el estudio del IBU: un debate cada vez más urgente.

Recopilación y comentarios: Dr. Andrés Torres



I. INTRODUCCIÓN

Cuando en noviembre de 2019 comenzamos a estudiar esta iniciativa económica impulsada en distintas latitudes, especialmente después del 2000, se desconocía por el público general el extraordinario acontecimiento que suscitaría el tratamiento de la llamada “pandemia” del COVID-19, que por ese entonces era un fenómeno local en una provincia china.

La situación creada por los gobiernos del mundo a raíz de esta enfermedad respiratoria infectocontagiosa (cuarentenas, restricciones, debacles económicas) ha planteado un mundo muy transformado en cuestión de meses, donde el agravamiento de la pobreza, el hambre, el desempleo, la afectación a los servicios públicos de justicia y educación, el mayor consumo de alcohol y drogas por la población, la explosión del delito urbano, la falta de atención médica por enfermedades no-COVID, el abandono de las personas mayores, la afectación a cuestiones religiosas y culturales,   y el subdesarrollo económico  a nivel mundial han sido los fenómenos más notables. La palabra más adecuada es “daño”, a escala global, con características devastadoras. 

No se cuentan con datos hasta el momento para evaluar si las muertes por la “nueva enfermedad” han sido más numerosas que las que genera una gripe estacional muy virulenta, especialmente entre ancianos y otras personas de riesgo, ni tampoco puede aún definirse la respuesta al interrogante de cuántas muertes hubiera habido de no haberse implementado las medidas de aislamiento, parate, restricciones y emergencias dictadas por los distintos gobiernos del mundo. Ese interrogante probablemente permanezca en el umbroso terreno de las conjeturas opinables por mucho tiempo más.

Sin entrar a considerar si está demostrado que es peor el remedio que la enfermedad ni tampoco el origen de esta situación, que algunos adjudican a un plan deliberado, lo que está sobre la mesa son los datos del empobrecimiento, peligro de subsistencia y pérdida de horizontes para cientos (o miles) de millones de personas.

En este contexto, aquellas disquisiciones que a fines del año pasado hacíamos acerca de una estrategia para paliar la pobreza y la indigencia crecientes ya entonces en el mundo con motivos de la crisis del sistema financiero y económico global, y con el auge de las nuevas tecnologías (desempleo tecnogénico), hoy se han convertido en cuestiones de tratamiento urgente y mucho más perentorias que lo que imaginábamos. Tal vez, el deterioro que estábamos viendo que se avecinaba sobre el mundo para los próximos diez años se ha precipitado súbitamente para avanzar a un ritmo acelerado en menos de un año.

La muestra de ello es que subsidios, ayudas y transferencias a la población vulnerable, empresas en crisis, empleados suspendidos, desempleados, subempleados y pobres por parte del Estado se han convertido en moneda corriente en países que considerábamos prósperos como Dinamarca o Alemania, y ni hablar del resto de los países del mundo. 

La mayoría de estas medidas son clasificadas actualmente como “de emergencia”, “excepcionales” o “provisorias”, puesto que la crisis económica se desató de un modo tan rápido y violento que hubo que improvisarlas, si bien usando algunos estudios previos sobre el IBU, pero en su mayoría sin pasar a la categoría de universales, característica del concepto de IBU. 

Es curioso advertir que si bien el sistema financiero y económico global ya estaba en avanzada y franca crisis en los países centrales mismos al expirar la segunda década del siglo, ahora toda la crisis se puede adjudicar con comodidad y lógica inatacable al célebre COVID-19, una pandemia expiatoria de los pecados del mundo “desarrollado”. Y quienes lo discutan reciben de modo inmediato el sambenito de negacionistas, anti-vacunas, terraplanistas, y otras lindezas.

El IBU sin embargo está planteado teóricamente como un modelo muy distinto a los subsidios para personas necesitadas. Debe cumplir con los parámetros de universalidad, permanencia, suficiencia.

 

II. PROPIEDADES DEL IBU

Haciendo un esfuerzo de esquematización para caracterizar de manera más precisa el concepto de IBU creo que son detectables 8 propiedades que le son inherentes. A renglón seguido de cada una de ellas he identificado las posibles excepciones al cumplimiento de la propiedad respectiva, que deriva en alternativas similares al IBU pero no plenamente identificables con él. Las propiedades son:

 

1Incondicionalidad: no se sujeta a ninguna condición para su percepción.

Excepciones posibles a esta propiedad:

a. Sujeto a acreditación de tareas comunitarias o trabajo social

b. Sujeto a acreditación de capacitación laboral

c. Sujeto a acreditación de escolarización de menores

 

2. Universalidad: lo perciben todas las personas independientemente de su edad, condición, nacionalidad, etc.

Excepciones posibles a esta propiedad:

a. Restringido a mayores o adultos o con diferencias de cuantía si son menores de edad

restringido a personas con nivel de ingresos bajo (indigentes, pobres, etc.)

restringido a personas sin empleo formal

d. Restringido a nacionales de un país o ciudadanos de una determinada región

e. Restringido a personas con hijos menores a cargo (jefes de familia, etc.)

restringido a un grupo de ciudadanos elegidos al azar o según algún criterio, como experimento

 

3. Individualidad: Lo recibe cada persona beneficiaria y no por grupos

Excepciones posibles a esta propiedad:

a. Percibido por grupo familiar con hijos menores

percibido por grupo familiar aunque no incluya menores de edad

percibido por un grupo de ciudadanos seleccionados como experimento.


4. Suficiencia: Su monto es suficiente para cubrir las necesidades vitales de cada persona.

Excepciones posibles a esta propiedad:

a. Monto limitado a un monto fijo por debajo del umbral estadístico de pobreza

monto equivalente al umbral estadístico de pobreza

monto superior al fijado como umbral estadístico de pobreza, pero inferior al necesario para que la persona cubra todas sus necesidades vitales en el contexto en que se encuentre.

 

5. Inmediatez: Su monto es percibido de manera inmediata por el beneficiario, sin intermediarios ni gestores.

Excepciones posibles a esta propiedad:

a. Gestionado por organizaciones intermedias: ONG, congregaciones religiosas, sindicatos, etc.

gestionado por organizaciones estatales o paraestatales (municipios, empresas mixtas, etc.)

cogestionado por empresas del sector privado.

 

6. Permanencia: Su percepción es vitalicia pero intransferible a la muerte de la persona.

Excepciones posibles a esta propiedad:

a. Vigente durante un período limitado de años o meses a modo de experimento o prueba

vigente hasta un determinado tope de edad (por ejemplo, para los jóvenes hasta los 25 años)

 

7. Sustentabilidad: Su financiamiento debe ser sostenible en el tiempo y no basado en la pura emisión monetaria de un Estado

Excepciones posibles a esta propiedad:

a. Financiado por un estado con independencia de variables de crecimiento económico o aportes.

 

8. Estabilidad: el sistema no está acotado a un período de prueba, o ensayo, sino que se establece de manera definitiva en el ámbito territorial establecido

 

Está claro que ninguna de las experiencias comparables en el mundo hasta ahora han cumplido con las ocho condiciones. Finlandia, por ejemplo, (2017) probó con un piloto temporal (sistema no estable) y sólo para desempleados (no universal). En la Argentina la AUH (2009) está restringida a los menores de edad y sólo a niños de hogares desempleados o subempleados (no es universal) ni tampoco es suficiente (es de $ 3.540 por hijo: según el informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) publicado este mes una familia compuesta por un varón de 35 años, una mujer de 31, un niño de seis y una nena de ocho años, precisa $49.912 para no caer debajo de la línea de pobreza que establece la Canasta Básica Total (CBT). Podría discutirse también su sustentabilidad atento la dependencia actual de las erogaciones estatales de la simple emisión monetaria. 

En España el IMV (que debutó en junio de este año) no es tampoco universal (es sólo para hogares vulnerables o afectados por la crisis) y aunque el monto es cercano a los 900 euros por familia tipo, su implementación está siendo difícil por la burocratización del proceso de admisión. 

Otras experiencias, como la de Namibia (2008) o la India (2011) han sido restringidas en el tiempo (a modo de ensayos, como el caso de Finlandia), y muy locales en su aplicación (a escala municipal o provincial).

De modo que el IBU como tal aún se encuentra en el plano teórico y ello obedece a dos importantes razones: (a) la controversia ideológica sobre su procedencia y (b) las dificultades técnico-financieras para implementarlo en el marco de la economía actual.

 

III. ENUNCIACIÓN DE ALTERNATIVAS DE FINANCIAMIENTO

 

La cuestión del financiamiento del IBU es indudablemente espinosa y de resolución técnica. No estoy a la altura de abundar en los pro y contra de las distintas alternativas que se manejan pero podemos hacer una enumeración no exhaustiva de las posibles fuentes de financiamiento, para abrir la discusión:

 

1.   ¿Cómo se financiaría un sistema así?

a.   Con impuestos

b.   Sustituyendo por el IBU todos los programas sociales existentes

c.   Del fondo destinado a la Seguridad Social

d.   Con emisión monetaria

e.   Con aportes voluntarios de empresas, instituciones o personas (donaciones)

f.   Con la venta de recursos naturales por el Estado

 

 

IV. RECAPITULANDO LAS CRÍTICAS AL I.B.U

Consultando el sitio givedirectly.org puede encontrarse una buena síntesis de las principales críticas que se le formulan al IBU y cómo en general existen argumentos técnicos y académicos para rebatirlas.

 

Crítica N° 1: Puede implicar la bancarrota del país donde se aplique

La preocupación más común de los críticos respecto del IBU es que su mero costo la volvería fiscal y políticamente inviable en su implementación. Por ejemplo, la propuesta del candidato presidencial estadounidense Andrew Yang planea otorgarle 1000 dólares por mes a cada ciudadano mayor de 18 años, traduciéndose ello en un costo total de 2,8 billones* de dólares anuales. En comparación, el gasto total del gobierno es de 4 billones. Aproximadamente 300.000 millones a 500.000 millones del costo para el ingreso ciudadano (menos del 20 %) provendría de los programas de seguridad social ya existentes, pero el gobierno tendría que aportar una cantidad significativa de dinero nuevo y la propuesta actual de Yang sólo terminaría ahorrando unos 133.000 millones reasignando servicios sociales ya existentes.

En parte, los Estados Unidos invierten mucho menos en beneficios sociales que otros países desarrollados, así que hay menos ingresos para sacar de esa caja. Aun así, muchos países hallarían más atractivo un sistema de renta negativa, con transferencias estatales decrecientes a medida que los beneficiarios poseen mayores ingresos. Por ejemplo, los economistas Jessica Wiederspan, Elizabeth Rhodes y Luke Schaefer calcularon que Estados Unidos podría implementar un sistema de renta negativa a un coste bruto de 219.000 millones por año.  Sin embargo, el costo neto podría ser cero si como contrapartida se reemplazan los sistemas de beneficios sociales existentes que ellos listan en su modelo.

Otros países pueden tener fuentes exclusivas de recursos para solventar el sistema o bien apelar a una reasignación de gasto social preexistente. El ex Asesor Económico en jefe del gobierno de la India (un equivalente al ministro de economía) Arvind Subramanian, por ejemplo, postuló un modesto sistema de ingreso básico universal solventado por programas de subsidios ya existentes, que podrían sacar a millones de personas de la pobreza.

 

Crítica N° 2: “Se redirigen recursos escasos de los pobres hacia los ricos”

“La versión conservadora del IBU podría implicar un enorme paso generador de pobreza, un paso en la dirección equivocada. Nuestros programas sociales dedican sus recursos a personas de ingresos bajos y medios, así que suprimir ese gasto y reconvertirlo en transferencias dirigidas a toda la población claramente diluirá los aportes que actualmente atienden la situación de quienes más los necesitan” (Jared Bernstein, ex asesor económico del vicepresidente Joe Biden (gestión Obama), miembro senior del CBPP (Centro de estudios para el presupuesto y priorización de políticas, think tank demócrata con sede en Washington DC)

El modo en que un IBU ha de solventarse es una cuestión crucial por el efecto que puede tener en los niveles de pobreza y desigualdad. Mientras la mayoría de los sistemas de IBU propuestos redistribuyen fondos desde las capas ricas hacia los pobres, tomar fondos que hoy se están destinando a los pobres y redistribuirlos de modo universal empeoraría de modo sustancial el apoyo a los beneficiarios del gasto social.

“Si un IBU es implementado suplementando el sistema de transferencias ya existente, se traducirá en una redistribución hacia abajo del ingreso, mientras que su el IBU más bien reemplaza el sistema preexistente, las familias más vulnerables quedarían mucho menos auxiliadas de lo que lo son ahora.” (Hilary Hoynes & Jesse Rothstein, economistas)

 

Crítica N° 3: Desalienta el Trabajo

Los críticos también se muestran preocupados porque el IBU pudiera incentivar a las personas a trabajar menos.

“Los partidarios de aquellos programas que aceptan e incluso alientan la desocupación voluntaria, como el IBU, olvidan que esa la necesidad de trabajar no responde sólo a la búsqueda de confort material, sino también a la búsqueda de un sentimiento de cumplimiento del deber y la aceptación social que se recibe en un ambiente laboral” (Larry Summers, economista)

Las evidencias que arrojan las experiencias de transferencia de recursos en el mundo desarrollado no arrojan una prueba contundente de que esos programas hayan desalentado el trabajo. Un meta-análisis de 2028 de la investigadora Ioanna Marinescu efectuado sobre los efectos de la renta negativa en Estados Unidos y en Canadá mostró esa conclusión. Especialmente, los programas analizados sugieren que no se generan efectos sobre la oferta de trabajo ni tampoco una reducción en el nivel de empleo o de ingresos. En el experimento de Finlandia, cuyo estudio se publicó en 2019 se dio con el mismo resultado.

Sin embargo, algunos especulan que los resultados serían diferentes en el caso de un ingreso universal de por vida.

Con el tiempo, el prurito social que refrena a las personas de abandonar el trabajo podría irse debilitando: grandes segmentos de la sociedad podrían ingresar a una deriva de ociosidad alienada. Las tensiones entre aquellos que trabajan y pagan impuestos y aquellos que están eligiendo no hacerlo tienden a debilitar el tejido social; con un ingreso básico universal, eso podría destrozar el estado de bienestar (The Economist).

Por lo expresado, tenemos que estar atentos a los resultados del estudio a largo plazo, de 12 años, que se está haciendo en Kenya.

Este proyecto, que cuenta con una inversión de 30 millones de dólares, ha distribuido ya varios millones entre 20.000 personas que residen en unos 197 poblados de Kenia, y en 100 poblados adicionales que están siendo observados como grupo de control. Algunas de las personas recibirán pagos por 12 años, tiempo que durará el experimento. Ya se han publicado estudios sobre los efectos de este IBU durante la pandemia del COVID 19 en septiembre de este año. Resultados adicionales de la primera fase del experimento se esperan publicar a fin de año.

 

Crítica N° 4: el IBU, disparador de Inflación

“Si cada uno de nosotros de repente tiene un ingreso extra de 10.000 dólares por año y cada uno de nosotros sabe que todos lo tendrán, los precios treparán y la inflación subirá, diluyéndose todo beneficio que pueda deparar un programa semejante” Greg Archetto, diputado del partido republicano de los EE.UU.

Una preocupación frecuente acerca del IBU es que los ingresos de todos subirán, generando inflación. La evidencia disponible sugeriría más bien que una inflación galopante es improbable porque el nivel de oferta de la mayoría de las cosas que la gente consume no es fijo, sino que puede ir creciendo. El estado de Alaska le ha dado a sus ciudadanos un dividendo anual de entre 800 y 2000 dólares desde      1990 y la inflación ha estado por debajo del promedio nacional. Otros dos estudios, de México y Somalía, no registraron efectos en general en materia de inflación en los lugares donde se hicieron transferencias.   En economías de ciertos países o en regiones donde hay grandes problemas con la oferta de bienes y servicios, sí se podrían presentar problemas, especialmente en el corto plazo. En los estudios de 2019 de givedirectly.org se analizan las investigaciones que hasta ahora se han realizado sobre los demás efectos económicos del IBU.

 

VI. ¿QUÉ PAÍSES HAN EXPLORADO LA ALTERNATIVA DEL IBU?

Este sucinto listado fecha las principales experiencias (varias de las cuales ya han sido reseñadas en los trabajos anteriores) que propenden al IBU, algunas de ellas como puras experimentaciones, otras como iniciativas de política económica real. Restan incluirse las numerosas rentas básicas dispuestas durante el 2020 en Europa y en otros lugares, acerca de las cuales posiblemente sea necesario un estudio especial.

 

1    1951 CANADA    OAS (OLD AGE SECURITY)

2    1960 ESTADOS UNIDOS RENTA NEGATIVA

3    1970 DAUPHIN, MANITOBA (CANADA)    MINCOME

4    1976 ALASKA (EE.UU.)     FONDO PERMANENTE DE DIVIDENDO

5    1991 BRASIL    PROGRAMA DE GARANTIA DE RENTA MINIMA

6    2003 BRASIL    BOLSA FAMILIA

7    2008 OTJIVIERO Y OMITARA (NAMIBIA)INGRESO BASICO

8    2008 MACAU     WEALTH PARTAKING SCHEME

9    2009 ARGENTINA ASIGNACION UNIVERSAL POR HIJO

10   2010 IRAN IRANIAN SUBSIDY REFORM PLAN

11   2011 INDIA     DOS PILOTOS

12   2015 UTRECHT (HOLANDA)  

13   2016 AQUITANIA (FRANCIA) PILOTOS

14   2017 FINLANDIA RENTA BASICA UNIVERSAL

15   2017 HAMILTON, LINDSAY, THUNDER BAY (CANADA) ONTARIO BASIC INCOME PILOT PROJECT

16   2020 ESPAÑA    RENTA BASICA

 

La mayoría de los países del mundo han probado algún tipo de programas de transferencias en efectivo. Los efectos están bien estudiados. Por ejemplo se puede consultar el análisis del Instituto de Desarrollo en Ultramar que analiza 165 estudios que evalúan los efectos de 56 programas diferentes. Muchos países también han implementado programas de transferencias bajo la forma de pensiones universales o subsidios para la infancia.

Sin embargo, un IBU integral que le proporcione a todos los miembros de la sociedad suficiente dinero para sostenerse de por vida nunca se ha implementado ni evaluado a gran escala. Muchos países están debatiendo el IBU y existe un buen número de indicadores de cómo el IBU podría afectar la situación actual.

 

(*) Las cifras de billones están expresadas al modo latino, es decir 1 billón es un millón de millones.