Por Miles – Christi
“La historia nos enseña que la humanidad solo evoluciona significativamente cuando está realmente asustada. (…) Una gran pandemia aumentará entonces, mejor que cualquier discurso humanitario o ecológico, la conciencia de la necesidad de altruismo (…) Y, aun si esta crisis -de 2009- no resultara muy grave, no debemos olvidarnos, al igual que con la crisis económica -de 2008-, de aprender la lección, para que, antes de la próxima, que es inevitable, preparemos mecanismos de prevención y de control, y procesos logísticos para una distribución equitativa de medicamentos y vacunas. Para eso, tendremos que instaurar un poder policial mundial, un almacenamiento global y, por ende, una fiscalidad global. De este modo, llegaremos a sentar las bases de un verdadero gobierno mundial, mucho más rápido de lo que lo hubiesen permitido motivos exclusivamente económicos.” (Jacques Attali, 03/05/2009)
Jacques Attali es un prestigioso e influyente intelectual francés de origen judío, socialista, asesor político y financiero al más alto nivel del Estado, cuya participación en la vida política francesa y europea de los últimos cuarenta años ha sido muy importante. Es uno de los principales “gurús” del mundialismo, un promotor entusiasta de la inmigración masiva del tercer mundo hacia los países desarrollados y adversario acérrimo de las fronteras “cerradas”, de los “repliegues identitarios” y de la permanencia de las soberanías nacionales. Es un autor prolífico y un referente ineludible de la prensa francesa y europea cuando se trata de cuestiones económicas, financieras y políticas de actualidad.
En 2009, con motivo de la “pandemia” de gripe A (H1N1), explicó con meridiana claridad el papel que estas “crisis pandémicas” desempeñan en el establecimiento progresivo de un gobierno a escala planetaria, cuya finalidad sería la de administrar eficazmente los recursos globales de la humanidad, tanto a nivel económico como sanitario, para lo cual: “tendremos que instaurar un poder policial mundial, un almacenamiento global y, por tanto, una fiscalidad global”. Son sus textuales palabras.
Y él mismo nos explica que el principal motor para acelerar el proceso de unificación política y económica mundial es el miedo: “la historia nos enseña que la humanidad solo evoluciona significativamente cuando está realmente asustada”. Para la élite iluminista el miedo es la herramienta fundamental con vistas a la implementación de un gobierno mundial unificado. Y las “pandemias”, uno de sus principales disparadores, junto con las guerras y las crisis financieras globales.
Jacques Attali publicó en 2011 un libro intitulado: ¿Quién gobernará el mundo mañana?, en el que preconiza la unificación de la humanidad bajo la dirección de un gobierno planetario, garante de la paz universal, única solución para protegerla del caos generalizado que la amenaza. Transcribo seguidamente la breve presentación del libro, que puede leerse en la página internet de Amazon:
“Mañana, ¿quién gobernará el mundo? ¿EE.UU? ¿China? ¿India? ¿Europa? ¿El G20? ¿La ONU? ¿Las multinacionales? ¿Las mafias? ¿Qué país, qué coalición, qué institución internacional tendrá los medios para controlar las amenazas ecológicas, nucleares, económicas, financieras, sociales, políticas y militares que se ciernen sobre el mundo? ¿Quién podrá valorar el formidable potencial de todas las culturas? ¿Deberíamos dejar el poder sobre el mundo a las religiones? ¿A los imperios? ¿A los mercados? ¿O debería devolverse a las naciones, cerrando las fronteras? Algún día la humanidad comprenderá que tiene mucho que ganar si se une a un gobierno democrático del mundo, yendo más allá de los intereses de las naciones más poderosas, protegiendo la identidad de cada civilización y gestionando los intereses de la humanidad de la mejor manera posible. Un gobierno así existirá algún día. Después de un desastre, o en su lugar. Es urgente atreverse a pensarlo, por el bien del mundo.”
¿Qué más hace falta saber para comprender que la casta de iluminados que dirigen, en buena medida, los acontecimientos mundiales, no se detendrán ante ningún obstáculo, hasta que hayan logrado instaurar su tan anhelado gobierno mundial? Habría que ser muy ingenuo para suponer que semejantes genocidas -todos activos promotores de la eutanasia y del aborto, que despedaza a cincuenta millones de niños cada año- serían incapaces de servirse de medios inmorales para alcanzar su objetivo, como podrían serlo un atentado de falsa bandera, el desencadenamiento de una crisis financiera, de un conflicto bélico o de una “pandemia” …
¿Cómo es posible que la gente crea a pies juntillas la narrativa oficial acerca de lo que está ocurriendo? Hay que rendirse ante la evidencia: el grado de lavado cerebral operado por los medios de desinformación del sistema, infundiendo el pánico de manera continua, les ha dado resultado. La mayoría de la gente ha perdido todo rastro de espíritu crítico, de independencia de juicio y de apego a su libertad personal, y está presta a sacrificar todo en aras de conservar su salud y su seguridad física, supuestamente amenazadas por esta “crisis sanitaria global”, completamente ficticia y artificial.
Los mundialistas deben de estar frotándose las manos, al comprobar cuán sencilla les ha resultado la tarea de engañar y de manipular al conjunto de la población mundial en un tan breve lapso de tiempo. Un auténtico juego de niños. “Pan comido”, se dirán a sí mismos, jactanciosos, con una sonrisa socarrona perfectamente justificada. Siendo así las cosas, la consigna será, evidentemente, ne varietur. Les bastará con perseverar en la misma estrategia tan eficaz de hacer cundir el pánico generalizado, de generar miedo, de azuzar el temor, de provocar inquietud, de sembrar incertidumbre, de generar angustia y de suscitar terror en la gente.
Terror sanitario. Terror económico. Terror social. Terror ecológico. Terror bélico. Terror de cualquier tipo, sabiamente orquestado y hábilmente explotado para ajustar aún más las clavijas de un engranaje totalitario, cada vez más sofisticado, de control estatal, sobre una población masificada, amorfa, carente de toda lucidez y con una capacidad de reacción prácticamente nula, fruto del adoctrinamiento mediático sistemático y del poder disuasorio exhibido por el omnipresente aparato represivo estatal.
Volviendo a nuestro personaje de marras, figura emblemática de los iluminados mundialistas, en un reportaje difundido por el canal Public Sénat el 16 de febrero de 2010, intitulado El futuro de Jerusalén, Jacques Attali declaró:
“Podemos soñar con una Jerusalén convertida en capital del planeta, el cual un día estará unificado en torno a un gobierno mundial. Es un lindo lugar para un gobierno mundial.” [1]
El 5 de junio de 2010, en el canal Arrêt sur Images, Attali se refirió nuevamente a la cuestión de la gobernanza global:
“Pienso que hay que apuntar a un gobierno mundial como una estrategia. Además, cuando los gobiernos hablan del G-20, es una ilusión, una especie de retraso antes del gobierno mundial. Hacia ahí nos dirigimos. ¿Lo haremos en lugar de la guerra o después de la guerra? Lo ignoro. Pero ése es el objetivo.”
El 9 de abril de 2011, en el canal Public Sénat, Attali volvió a pronunciarse sobre el tema del gobierno mundial:
“Primeramente, hay algo que puede hacerse en 24 horas: fusionar el Consejo de Seguridad -de la ONU-, el G-20 y el Comité Monetario del FMI. Es decir, las tres instancias clave (…) Es muy simple. Si hoy se fusiona el Consejo de Seguridad y el G-20, tenemos un instrumento de acción. Es muy simple, se puede decidir en 24 horas. (…) Ninguna nación está a la altura de los problemas mundiales. (…) Lo único que podría estarlo, es un Consejo de Seguridad planetario, con un verdadero poder ejecutivo planetario. Eso ocurrirá. La única cuestión es saber si ocurrirá luego de una catástrofe o en lugar de una catástrofe.”
En un reportaje de 1981, publicado en forma de libro, El futuro de la vida, Attali habló acerca de su manera de concebir la libertad, la eutanasia y el suicidio, en el marco de una futura sociedad planetaria regida por una suerte de síntesis monstruosa de capitalismo y socialismo:
“La eutanasia será uno de los instrumentos esenciales de nuestras sociedades futuras. En una lógica socialista, para empezar, el problema surge de la siguiente manera: la lógica socialista es libertad y la libertad fundamental es el suicidio; por ende, el derecho al suicidio directo o indirecto es un valor absoluto en este tipo de sociedad. En una sociedad capitalista, las máquinas de matar, las prótesis que eliminarán la vida cuando sea demasiado insoportable o económicamente demasiado cara, surgirán y serán una práctica común. Entonces creo que la eutanasia, ya sea un valor de la libertad o una mercancía, será una de las reglas de la sociedad futura. Podríamos aceptar la idea de extender la esperanza de vida a condición de que las personas mayores sean solventes y así se pueda crear un mercado. Por mi parte, como socialista, estoy objetivamente en contra de prolongar la vida porque es una ilusión, un problema falso. En todo caso, la eutanasia será uno de los instrumentos esenciales de nuestras sociedades futuras. (…) Desde el punto de vista de la sociedad, es mucho mejor si la máquina humana se detiene abruptamente en lugar de deteriorarse gradualmente. Eso queda claro si recordamos que dos tercios del gasto sanitario se concentra en los últimos meses de vida.”
Hasta aquí, las ideas preconizadas por este gurú del mundialismo, en guisa de caso ejemplar de esta perniciosa corriente ideológica. Del mismo modo podrían citarse las de cualquier otro miembro de la élite “progresista”, pues encontraríamos en todos ellos una convergencia en lo esencial. Este es el mundo globalizado que esta banda de terroristas psicópatas busca denodadamente construir, a expensas de la libertad de las naciones y de sus habitantes, en beneficio exclusivo suyo, de esta élite megalómana e inescrupulosa de millonarios “filántropos” que se arrogarán el derecho a decidir por cada uno de nosotros cómo deberemos vivir, bajo qué condiciones podremos viajar libremente, lo que deberemos pensar, lo que estaremos autorizados a decir y a hacer, qué vacunas recibiremos, cuántos hijos podremos tener y a qué edad habremos de morir…
Llegado a este punto, me parece esencial tener presente que no es posible hacerse una idea cabal de la situación actual sin adoptar una mirada teológica frente a los acontecimientos que se desarrollan ante nosotros, en particular desde el comienzo de esta supuesta “crisis pandémica mundial”. Y una mirada escatológica, para ser más precisos…
El libro del Apocalipsis, en su decimotercer capítulo, describe el panorama que ofrecerá ese mundo unificado política y religiosamente, bajo el mando del Anticristo y del Falso Profeta, ambos al servicio del Dragón, con los “moradores de la tierra” sucumbiendo masivamente ante el engaño universal montado por esta trinidad diabólica. Y quien no se deje arrastrar por su poder seductor, y rehúse recibir “la marca de la bestia” en la mano derecha o en la frente, no podrá “comprar ni vender”, se convertirá en un paria social y sufrirá una persecución despiadada.
El Anticristo aún no se ha manifestado públicamente, y la “vacuna salvadora” decretada por el “filántropo” Bill Gates para toda la humanidad -que nadie debe dejarse aplicar, pues está concebida para causar daño-, no es la “marca de la bestia”. No obstante, todo lo que viene sucediendo desde hace seis meses apunta inequívocamente en esa dirección, es un entrenamiento, un ensayo general, que persigue el objetivo último de instaurar ese Nuevo Orden Mundial a cuya cabeza estará el Hombre de Pecado.
Así pues, esta crisis “plandémica” global nos ha hecho entrar de lleno en la “recta final” que conduce inexorablemente a los tiempos escatológicos anunciados por el apóstol San Juan. El período conocido como “Apocalipsis” se refiere, bíblicamente, a la fase histórica que precederá la Parusía o regreso glorioso de Nuestro Señor Jesucristo, y su duración es de siete años. El libro de Daniel es claro al respecto: habla de una “semana de años”, conocida como la “septuagésima semana”, de su célebre profecía de las “setenta semanas”, en su capítulo noveno.
Esta semana de años aún no ha comenzado y, obviamente, ignoro cuando lo hará. Su inicio estará dado por la venida del profeta Elías para evangelizar al pueblo judío, cuya misión ocupará la primera mitad de la semana. La segunda mitad corresponderá al reinado universal del Anticristo. Esta semana de años -es decir, el Apocalipsis-, como es bien sabido, será un tiempo muy difícil de sobrellevar, para emplear un eufemismo. Nuestro Señor lo expresó con claridad:
“Habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt. 24, 21).
Para no sucumbir al desaliento tendremos que armarnos de paciencia y encomendarnos a la protección de Dios, con total fe y esperanza en su misericordia. Jesucristo nos enseñó que, cuando estos tiempos lleguen, a pesar de lo difíciles que serán, lejos de dejarnos arrastrar por el desánimo, nuestra esperanza deberá redoblar, pues esto significa que su glorioso retorno está muy próximo, y con él, nuestra liberación:
“Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lc. 21, 28).
Por lo tanto, velemos y oremos, para que, en estos tiempos aciagos, podamos perseverar en la fe, en la esperanza y en la caridad, a la espera de que se cumpla la promesa divina:
“Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y
los que hayan enseñado a muchos la justicia, brillarán como las estrellas, por
los siglos de los siglos.” (Dn. 12, 3).
SAGRADO CORAZÓN
DE JESÚS, EN VOS CONFÍO
INMACULADO CORAZÓN
DE MARÍA, RUEGA POR NOSOTROS
[1] Por supuesto que Jerusalén algún día será nuevamente el centro
religioso del mundo, pero esto no sucederá hasta que Israel se haya convertido
y que Jesucristo haya regresado a la tierra para dar comienzo a su reino
mesiánico, como lo anuncian los profetas: “Acontecerá en lo postrero de los
tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los
montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.
Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la
casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus
sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.”
(Is. 2, 2-3). Pero lo que Attali visiblemente no comprende es que el
mundialismo que él y sus secuaces promueven no es más que la preparación del
reino mundial del Anticristo, quien se presentará como el Mesías que esperan
los judíos. En efecto, Nuestro Señor les advirtió: “Yo he venido en nombre de
mi Padre y vosotros no me habéis recibido; otro vendrá en su nombre y vosotros
lo recibiréis.” (Jn. 5, 43). Terrible profecía que San Jerónimo comenta
diciendo que “los judíos, tras haber despreciado la verdad en persona, aceptarán
la mentira aceptando al Anticristo” (Epist. 151, ad Algasiam, quest. II) y San
Ambrosio que “eso muestra que los judíos, quienes no quisieron creer en
Jesucristo, creerán en el Anticristo” (In Ps. XLIII). Será la misión del
profeta Elías anunciar a sus compatriotas la identidad del verdadero Mesías y
obtener de Dios su conversión: “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes de
que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los
padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que
yo venga y hiera la tierra con maldición” (Mal. 4, 5-6).
Fuente: Observatorio Van Thuan,
21 setiembre 2020