TRAS UN MANTO DE NEBLINA


Andrés Torres

 

Arrecian ideas peligrosas en esta Argentina descoyuntada y neblinosa, en este mundo donde el realismo político, una vez más, demuestra ser la única receta recomendable: muchos líderes parecen estar ciertos de esa verdad.

 

Ideas peligrosas, incluso extravagantes y absurdamente de moda, como si la historia argentina de dos siglos hubiera pasado en vano, como si los jóvenes -y no tan jóvenes- no hubieran leído simplemente los libros de texto de la secundaria: una Argentina drogada o amnésica, enloquecida por la idea de “lo nuevo” “la libertad”, o “el futuro” fetiches engañapichangas de siempre, ambigüedades para ignorantes y reduccionistas baratos, fatal destino de un país que persiste en olvidar sus raíces y sus experiencias.

 

La capacidad de reflexionar, de profundizar, de estudiar, de sopesar con realismo y amor a la sabiduría el respeto a nuestra tradición occidental, son patrimonio de pocos y casi todos se dejan endiablar por una frenética huída hacia adelante, sin radar, sin guía, sin frenos. La Argentina se despeña en un precipicio con un grito triunfal de temeridad adolescente.

 

La clase gobernante actual pareciera ser presa de una intelectualidad basta, los clisés reduccionistas, como rótulos de corte y pegue banales, flamean como banderas gloriosas esgrimidas en los combates intelectuales. La pobreza intelectual y espiritual nos ralea.

 

El radicalismo y el peronismo perdieron la brújula de su propio ideario, la izquierda reincide en sus antiguos errores y peregrinas ideas, el nacionalismo yace recoleto mirándose el ombligo, y los liberales creen ver llegar una nueva época de oro, ilusamente, insensatamente, inescrupulosamente. Los socialdemócratas y demócrata cristianos migran de un rancho a otro, algunos en busca de coherencia, otros, sencillamente, en busca de supervivencia. La neblina es intensa, obstinada. Los espejismos y fantasmas sobrevuelan nuestra casa dolorida. Sólo la Providencia sabia, con su intervención certera, puede auxiliarnos en tanta tiniebla.

 

En el centro de la escena, un personaje de la Commedia Italiana. La farsa trágica en la reposición del drama de siempre. Algunas mentes pragmáticas trabajosamente lo jinetean. Pero el potro se desboca fácil, faena fatua. Indócil también al discurso políticamente correcto, sin embargo termina ejecutando sus consignas, muchas veces.

 

¿Privatizar casi todo como si el aluvión privatista de los 90 hubiese significado un desenlace de prosperidad y éxito sin reparos? ¿Y el 2001?

 

Los errores y abusos de los grandes partidos populares no pueden usarse como coartada para abolir la “justicia social” ya que el fracaso del radicalismo y el peronismo, en todo caso, devienen de no haber sido fieles, justamente a ese noble concepto que les dio origen y explica en gran medida su existencia.

 

La Canasta Básica Total, cifra para no caer en la pobreza, alcanzó durante mayo un importe de $ 998.792. La línea de indigencia fue de $ 575.690. Sin embargo, en base a una encuesta a 2.500 jefas y jefes de hogares, 57,8 % de los hogares no pudieron acceder a la totalidad de los alimentos que conforman la Canasta Básica Alimentaria (CBA). Los que sí pudieron, solo el 24,8 % pudo hacerlo con recursos propios; mientras que el 75,2 % restante, debió ser asistido con algún tipo de ayuda estatal.

 

Esto significa que la pobreza no ha dejado de crecer en el primer semestre y las perspectivas del marco recesivo en que nos encontramos no dan demasiadas esperanzas de que deje de hacerlo y mucho menos, de que se reduzca. Para muchos empresarios el 2024 ya es un año perdido y no se habla de reactivación en el corto plazo. ¿Estaremos más cerca del paraíso liberal?

 

La falta de organización del gobierno, la renuncia masiva de cuadros jerárquicos calificados, y la amenaza de un Estado aún más desmantelado, nos plantean el interrogante de una gestión con demasiados signos de interrogación (y de exclamación).

 

Hoy se impone un contrapeso de centro que exprese la aversión a este cuadro pero también el diseño, por fin, de un modelo de país con capacidad de desarrollo propio: o sea, un país libre, en el mejor sentido.

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA: OIKÍA Y POLIS


Luis María Caballero

 

El cuatro de febrero de este 2024 concluyó su trayecto terreno el Prof. Rafael Alvira. Un amigo bueno y maestro sabio que, con su labor docente, sus escritos y su ejemplo trajo luz a mucha gente. Después de una vida llena de frutos sabrosos y abundantes, partió para el Cielo a disfrutar de la Vida Eterna junto a su Dios y Señor, su amigo Jesús. Fue un verdadero santo que no dudo que algún día veneraremos en los altares. Su devoción sencilla, una humildad que lo llevaba a procurar pasar inadvertido y una voz siempre calma que llevaba paz a las almas de sus amigos y alumnos con sus consejos -siempre certeros-, me hacen pensar que así será.

 

Quienes hemos asistido a sus clases, escuchado sus conferencias y disfrutado de su obra escrita recordaremos por siempre su voz apenas susurrada, su sonrisa llena de afecto y su humor incomparable al hablar de esos temas tan sustanciosos que sabía presentar de manera sencilla y amena. Su filosofía de la vida cotidiana es una joya del intelecto que aún debe ser descubierta y puesta en valor. Familia, hogar, vida ordinaria. Todos esos conceptos permean su obra y el esquema conceptual de su pensamiento.

 

Su labor como pensador es reconocida en todo el mundo y en la Universidad de Navarra, donde fue catedrático de filosofía, será recordado como referente y pionero en diversas áreas del saber. Fue uno de los fundadores y director del Instituto Empresa y Humanismo, desde donde llevó adelante una ingente tarea de concientización sobre la importancia de conservar una mirada ética en todos los quehaceres de la actividad humana. Fue autor de más de doscientos artículos científicos y numerosos libros relevantes sobre distintos tópicos; dirigió más de cuarenta tesis doctorales y fue parte del tribunal examinador en un número similar de defensas de tesis. En el año 2019 presidió el tribunal ante el que defendí en Pamplona mi propia investigación para acceder al grado de doctor en Gobierno y Cultura de las Organizaciones.

 

Su partida nos ha dejado un poco huérfanos y su ausencia física ya comienza a notarse. Sabemos que ha llegado al final del camino y ha peleado el buen combate. Descansa ya en el paraíso, pues Jesús -seguramente- lo ha recibido diciéndole: Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor. Estoy seguro de que, desde el Cielo, continuará haciendo mucho bien.

 

En el año 2023 tuve el honor y el privilegio de escribir la Introducción del libro Oikía y Polis, que realizó junto con uno de sus discípulos dilectos, Rafael Hurtado. Agradeceré por siempre el regalo que me hicieron al pedirme esta colaboración, en un trabajo que considero un legado intelectual muy importante.

Cuando el libro llegó a mis manos me sumergí en su lectura con premura de entusiasta, procurando beber sorbo a sorbo cada página para alcanzar la riqueza que allí subyace y así hacerla carne en mi propia vida.

 

Mi amistad con los autores comenzó en el año 2006, cuando fui a Pamplona por primera vez. Hacía poco más de un año que me había casado y con mi esposa acabábamos de emprender un viaje que sería el punto de partida de una aventura –así llaman los autores a la vida de hogar- que aún continúa, contra viento y marea.

 

Apenas conocí a Don Rafael Alvira descubrí en él a un verdadero maestro, de esos que escriben profundamente en las almas; y en Rafael Hurtado encontré a un amigo sabio al que procuraré conservar toda mi vida. Con ambos existían visiones semejantes sobre muchos temas importantes, y en los dos encontré también, junto a mi familia, un apoyo muy valioso en momentos complejos que hemos debido atravesar. A veces, estando geográficamente cerca, y otras veces a la distancia, unidos por la cercanía que brindan el cariño y la oración.

 

Las ideas que han trabajado de manera tan profunda en Oikía y Polis son parte de un acervo vital que ellos encarnan cotidianamente de manera sencilla y natural. Sus pensamientos -que vuelan muy alto, aunque sepan expresarlos de manera tan sencilla y coloquial- son fruto y consecuencia de un modo de vivir que ilumina el recorrido terreno de quienes tenemos la gracia de haberlos conocido.

 

A partir de ese lejano 2006 mi vida ha tenido numerosos desafíos. Desde muy temprana edad sentí una profunda vocación política, que canalicé con ardor juvenil durante bastante tiempo en mi tierra natal. El sueño de contribuir a transformar la realidad de mi país me llevó a destinar gran parte de mis afanes a esa tarea. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, he debido canalizar esas inquietudes de manera muy distinta; en el Tercer Sector, en la vida académica y, primordialmente, en la vida familiar. Gracias a las enseñanzas de estos autores, he visto fortalecida la certeza de que mi vocación política, mi forma de contribuir a la sociedad ES con mi esposa y con mis cinco hijos.

 

En ocasiones Dios permite que una familia viva situaciones difíciles, como una manera de recordarnos que la paz y la felicidad no se alcanzan cuando cumplimos al pie de la letra nuestros proyectos, sino cuando abrazamos con amor los Suyos. La llegada de nuestra hija María del Rosario es la prueba más evidente de ese aserto.

Ella nació en Pamplona, durante nuestra segunda estadía en Navarra -en el año 2015- después de un embarazo en el que los médicos anunciaban muy escasas posibilidades de sobrevida para nuestra bebé. Un médico nos dijo que, si llegaba a sobrevivir, sus días y los nuestros transcurrirían en un mar de tristeza, limitaciones y dolor. Su conclusión era tan terrible que no me atrevo a ponerla en palabras. Sin embargo, hoy Rochi – como la llamamos – tiene ocho años y lleva una vida plena y feliz junto a nosotros y sus cuatro hermanos varones.

 

Cuando abrí el libro encontré una frase de Gilbert Keith Chesterton que fue una invitación a adentrarme en el libro, sin demoras. Allí hallé casa, familia y hogar. Lo que me presentaron Alvira y Hurtado fue –usando palabras de Miguel Cané en su Juvenilia – Un rayo de luz, la manzana de Newton, la lámpara de Galileo, la marmita de Papin, la rana de Volta, la tabla de Rosetta de Champollion, la hoja enroscada de Calímaco. Allí leí por vez primera, de manera clara y sólidamente articulada, una serie de ideas y verdades que, si fueran puestas en práctica por cada familia, podrían cambiar el mundo. ¡Familia, llega a ser lo que eres! Ese es el grito, con claras resonancias wojtyleanas, que se desprende de cada una de sus páginas. La grandeza de la invitación corre paralela a las dificultades del desafío.

 

La familia es sagrada porque implica sacrificio. La familia es el lugar al que se vuelve, porque solo allí podemos ser lo que realmente somos. La familia es el ámbito primigenio del conocimiento mutuo y el sitio más propicio para el desarrollo de la confianza… Tan solo imaginemos lo que podría ser nuestra sociedad si lográramos expandir a su ámbito específico la noción de sacrificio por amor, verdadero conocimiento de unos a otros y confianza mutua… Por lo tanto, retomando la idea del párrafo anterior, merece el esfuerzo aceptar la invitación y afrontar el desafío.

 

Muchos conceptos que allí se vierten ayudan a redescubrir el sentido más profundo de tantos caminos que cada día elegimos como padres y de los rumbos que seguimos de manera apenas intuitiva. En ocasiones podemos perder de vista que la vida en familia no es una decisión de un día para siempre, sino que implica decidir, cada día, la renuncia voluntaria a algunos bienes más pequeños en pos de un bien mayor que puede tener continuidad y trascendencia en el tiempo, a través de las generaciones. Esas decisiones son actuales y conscientes, y el libro nos recuerda que jamás debemos darlas por supuestas. Esas decisiones son actuales y conscientes –decía- porque cada una de ellas está inspirada en el amor.

 

La familia -enseñan con meridiana luminosidad los autores- no solamente es la célula de la sociedad, sino que es también su alma, y, por lo tanto, solamente fortaleciéndola podemos aportar verdaderamente al conjunto social. El panteísmo de estado del que nos habla el escritor argentino Hugo Wast, busca prescindir de esa alma, sustituyéndola por precarios equilibrios, pero esos proyectos no parecen estar dando resultado, si miramos las injusticias del mundo actual…

 

Los médicos que nos atendieron durante el embarazo de nuestra hija tenían la casi certeza de que ella no podría vivir fuera del vientre materno y eso marcó una etapa de nuestras vidas. La perspectiva de perderla tan pronto nos hizo buscar el refugio en Dios, que se manifestó en el cariño de nuestras familias de sangre, en la sonrisa de nuestros hijos, y en la cercanía y apoyo de muchísimos amigos, entre los cuales se cuentan Rafael Alvira y Rafael Hurtado.

 

Cuando tiene la experiencia del dolor profundo encuentra más facilidad para elevar la vista hacia lo divino (muchas veces, sencillamente, clamando al Cielo que el dolor cese), pero no es menos cierto que al hacerlo es más fácil percibir también, con mucha mayor claridad, que nuestros semejantes tienen -como nosotros- dolores, angustias y preocupaciones. Ese mirar a lo alto ayuda a sabernos frágiles, a reconocernos débiles y, en consecuencia, a comprender mejor las debilidades de quienes nos rodean. El refugio es la familia, pero en esos momentos la familia se amplía y se descubre que en la sociedad es posible recrear esos vínculos, no solamente a través de la sangre, sino por medio de lazos espirituales. Únicamente logrando esa trascendencia podremos contribuir a la construcción de una sociedad mejor, que no se conforme con “durar”, sino que pueda desarrollarse en el tiempo.

 

La experiencia del sufrimiento obliga a vivir más lentamente, a saborear cada avance, cada mejora, cada aprendizaje, y a poner en una perspectiva más real y profunda las circunstancias de cada día. A valorar mejor la ayuda recibida, y a agradecer a Dios el mismo don de la existencia. En el trabajo que hoy me toca reseñar se muestra la riqueza de esa forma de encarar la propia vida, acompañado, sostenido y enmarcado por un núcleo familiar, donde se rescate lo que es bueno, bello y verdadero.

 

Todo el libro está permeado por una serie de reflexiones que cada uno podrá hacer propias, trayéndolas a su vida. Lo que han escrito estos dos grandes pensadores no es un trabajo teórico, abstracto, lejano, sino un conjunto de ideas y propuestas, engarzadas a la manera de un orfebre, que cada uno de nosotros puede incorporar, sin artificialidades, en la propia realidad.

Un párrafo aparte merece el epílogo del libro. La amplitud del registro intelectual de los autores se hace patente en su capacidad de realizar, sin perder precisión, un análisis sobre el transhumanismo, una semblanza biográfica de Chesterton, o una fábula sobre la vida humana, como es el diálogo entre los dos niños por nacer que encontramos en las últimas páginas. La seriedad, el humor, el sentido común y la ternura se suceden sin solución de continuidad y eso permite al lector seguir la tesis sin perder jamás el hilo del razonamiento, ni el interés. Ese es un mérito indudable de los profesores Alvira y Hurtado, que sabrán apreciar los lectores. Cada uno de nosotros puede sentirse identificado y reflejado –de manera alternada- en los pensamientos de los dos bebés que conversan en el vientre de su madre. La esperanza, la humana inquietud ante lo que aún no hemos visto, la confianza en lo que hemos “oído”, y el temor a equivocarnos son una metáfora maravillosa sobre la vida humana, la vida en familia y -por supuesto- la vida en sociedad.

 

En el libro se presentan los desafíos del mundo moderno, sin conceder nada a lo políticamente correcto y sin eufemismos, como solamente saben hacerlo quienes tienen claro hacia dónde debemos ir. Y cuando el recorrido de un pensamiento es presentado de esa manera, uno pierde el miedo a seguir el rumbo marcado. Como padre, como marido, como amigo, agradezco la guía certera de los dos autores.

 

La presencia de Dios está clara desde la primera a la última página, de una manera muy natural, porque Dios, en Sí mismo, es Familia y los autores lo saben muy bien. El Dios del que nos hablan no es una divinidad ajena a nuestras vidas, sino un Padre Providente que nos conoce y nos ama, y nos invita a la plenitud de la vida, en nuestras familias y en la sociedad en que vivimos, por medio de un amor de agapé, que es entrega confiada y sacrificio voluntario.

 

El dolor no impide la felicidad. El sufrimiento no es lo opuesto a la alegría. Simplemente hay que aprender, incluso en medio de nuestros fallos de cada día, a dejarse llevar de la mano de Dios. Y eso es lo que Rochi, junto con sus hermanos, ha venido a enseñarnos a nosotros como familia, y a muchas personas más que se han visto transformadas por el amor de Dios en este tiempo.

 

Luis María Caballero

Decano de Ciencias del Derecho

Universidad Siglo 21

 

LA METAFÍSICA DEL DESENCANTO


Ernesto Alonso

 

En un breve ensayo, titulado «La supuesta superioridad del desencanto», publicado por Susanna Tamaro (1957) en Más fuego, más viento (2009), puede leerse un pasaje que ha despertado mi interés y me ha invitado a una modesta reflexión que propongo a continuación. 

    

Las afirmaciones de Tamaro me inquietan, pero no dejan de complacerme al mismo tiempo. La razón es la cabeza lúcida y el ánimo decidido de esta novelista y ensayista italiana para enfrentar los nuevos depredadores del alma humana. Su pluma silabea mejor que yo una impresión que abrigo dentro mío desde hace tiempo, fruto inacabado de lecturas y de espasmódicas meditaciones, y que no logro parir.

    

De modo preciso, Tamaro formula su queja principal en los siguientes términos: “Una de las más grandes violencias que el pensamiento moderno ha impuesto al hombre es precisamente esta: haber sugerido que no existen bases creíbles. Una cosa no existe por el sentido que tiene, sino únicamente como ´señal´ de otra. Todo es ficción y, por lo tanto, fácilmente desmontable y reconstruíble. Esto es lo que hace el hombre de cultura: desmonta y vuelve a montar, divertido por su habilidad. Es solo un juego, y, como tal, se queda en eso” («La supuesta superioridad del desencanto». En: S. Tamaro, Más fuego, más viento, pp. 130-131).

 

Inmediatamente pensé en otra mujer, filósofa, profesora y escritora, que vengo leyendo hace ya un tiempo. Se trata de Judith Butler (1956, Cleveland, EEUU), la adalid, polémica y militante, del feminismo de género. Y me dije, “estas palabras terribles de Tamaro caben perfectamente para la promotora de la teoría queer”.  A tal punto que, primeramente, había titulado esta reflexión Judith Butler o la metafísica del desencanto. Pero, este malestar espiritual, supera con mucho los límites de la cultura queer y las zozobras de su principal promotora. 

    

Lo cierto es que en muchas páginas de esta filósofa me ha parecido toparme, fieramente, con que la verdad, la naturaleza, la sustancia, la heterosexualidad, la sexualidad a secas o “verdad de los sexos”, es pura y solo ficción; en ella, en la Butler, y en sus argumentos contra la cultura hegemónica, he respirado ese aliento frío y desesperanzador, tenaz y rígido como un duro hielo, de que finalmente “no existen bases creíbles”.

     

Me mortifica esa sensación de espacio impreciso en el que consiste el ejercicio de la “semiosis indefinida” por la que todo significante remite siempre a otro significante y en ese proceso de remisión casi “ad infinitum” no existe ningún término final en el que pueda reposar quietamente el “sentido”.

    

Al final de cuentas parece que no hay significado alguno y la verdad se disuelve en las “políticas de significación”. Sin embargo, el decurso se torna impreciso si el movimiento carece de un fin, de un término propositivo. ¡Ay, este lenguaje que devela al insufrible Aristóteles, chillarán los críticos! 

    

Y al término de este alarmante sendero no existe sino el “sinsentido”. Y así, en Butler, emerge con fervor la práctica “deconstructiva”, pues, si no hay bases creíbles y todo es ficción, luego, todo es “fácilmente desmontable y reconstruíble”.

    

Los sexos lo son, aún el género en su fingida “estabilidad ontológica” también es ficción; no es sino una práctica social o política a la que no debemos rendir lealtad definitiva, menos aún apegarnos por una creencia compartida en virtud de convenciones.

    

¡No fijemos nada, al contrario, finjamos todo! Si así son las cosas, si todo es discurso, performatividades, construcciones, convenciones estereotipadas y postizas hegemonías, ¿tenemos derecho a consignar nuestras vidas al dominio de tamañas verdades de ficción?

    

Desencanto y Nihilismo

     Agrega Tamaro: “Separado del sentimiento espiritual, el ejercicio de la inteligencia se convierte fácilmente en ejercicio del vacío y de la crueldad. En virtud de mi sabiduría me pongo en un pedestal, practicando la superioridad del desencanto. Conozco las reglas y sé que son hijas de la mente y del azar (…) Las convicciones, las supersticiones, las ilusiones y los sentimentalismos los dejo para los demás, para el montón de ciegos, de ignorantes, a esos «otros» que Sartre definía como «el infierno»”. 

    

“El ejercicio de la inteligencia”, en la filósofa del feminismo queer, “se convierte en ejercicio del vacío y de la crueldad”, pero no tan “fácilmente” como parece asumir Tamaro. No fácilmente, sino después de una laboriosa y paciente obra de deconstrucción.

    

La “superioridad del desencanto” la practican contra aquellas “reglas y normas” que pretenden definir la normalidad y la anormalidad, los cuerpos viables y aquellos abyectos, las vidas vivibles y valiosas, de aquellas otras que no merecen vivirse pues no son registrables en los indicadores de lo que denomina Butler, la “inteligibilidad cultural”. Así, el “vacío”, la “crueldad” y el “desencanto” son etapas preliminares para rematar el patriarcado heterosexual y su nueva versión de la moral de los amos.

       

Los “ignorantes” y el “montón de ciegos” –que Tamaro pone en boca de los “desencantadores”– padecerían las diatribas de Butler a condición de que se pongan a defender “convicciones, supersticiones, ilusiones y sentimentalismos” de aquellos “otros”, el temido infierno de Jean Paul Sartre, que no hacen sino reproducir las obsoletas “bases creíbles”.

    

Para esta fase de crítica negativa, aquel “gran rechazo” que explicara el filósofo crítico Herbert Marcuse en un célebre texto, sí vale la acusación de Tamaro cuando condena “a los defensores del desencanto” con las terribles expresiones de “asesinos del asombro, de la gratitud, de la alegría”. Fortísimas locuciones de Tamaro a las que adhiero cuando a la vista tengo una no desdeñable cantidad de páginas de «El género en disputa» (1990) de Judith Butler.

    

No hay asombro por un niño que nace varón o mujer sino la amarga denuncia de la heteronormatividad obligatoria, que esclaviza el “derecho a la autopercepción” con el inexorable binarismo biológico.  

    

No se ofrece gratitud a la naturaleza que nos concede un nuevo hombre, viniendo a este mundo; al contrario, cabe el reproche dirigido a los padres convertidos en agentes de normas inmemoriales que reproducen estereotipos, roles y esquemas de dominación y poder. Y no se puede proferir el nombre de “varón” o “mujer” sin tener que pedir perdón por cometer tal abuso del lenguaje.

    

Finalmente, glosando la invectiva de Tamaro, la alegría. Y esta es la más abominable de las ausencias. Precisamente aquí sale a la luz lo pésimo del desencanto pues no es sino el mentís más rotundo de la alegría auténtica. La alegría no sería otra cosa que ideología, falsa conciencia, y la felicidad no más que autoengaño.

    

Asiste la razón a Susanna Tamaro cuando piensa que este desencanto de la vida no es sino “tedio generador de sarcasmo y cinismo”, que sus defensores emplean “constantemente para demoler, humillar y burlarse de todo lo que se aparte de su visión del mundo”.  En su momento, Joseph Ratzinger observó que, en la literatura contemporánea, en el arte, en las representaciones teatrales y aún en el cine, prevalecía una imagen sombría del hombre. Lo que es grande y noble despierta sospecha; hay que sacarlo de su pedestal y redimensionarlo.

    

En términos filosóficos, siguiendo las huellas de Nietzsche y de Heidegger, se expresó el pensador italiano Gianni Vattimo (1936-2023) cuando aseveraba que el nihilismo consumado era nuestra única chance, después de la muerte de Dios o también después del olvido del ser por parte del hombre. 

    

No cejan las diatribas de Tamaro cuando escribe que “a los defensores del desencanto no les roza mínimamente la duda” y que “viven sumergidos en un aburrimiento claustrofóbico, convencidos de que es la esencia del vivir”.

    

    

La Fuerza de la No Violencia o la Ética del Bien Humano

 

Con todo, estimo que debería admitirse un matiz en la crítica de Susanna Tamaro, teniendo en cuenta la personalísima aplicación que hago de la tesis del desencanto. En efecto, estoy seguro de que no existe el desencanto completo, así como la ceguera supone la luz, aunque la niegue quien no la ve. 

    

Así, el desencanto lo es de este presunto mundo en ruinas, es cinismo y sarcasmo del actual estado de cosas; es ilusión y convicción, empero, de que otro mundo es posible y ese anhelo, tuerto y oscuro, postula que al fin de cuentas el hombre, por más escéptico que sea y se defina, alberga una oculta capacidad de esperar más allá del mal presente.

    

Butler percibe que pueda existir una sociedad justa acabándose toda forma de discriminación injusta; luego, tiene en mente una sociedad ideal pues entiende que hay un estado mejor para el hombre porque existe alguna suerte de dignidad, especialmente, en aquellos sujetos que la sociedad actual maltrata, desmerece o elimina. El título de uno de los últimos libros traducidos que le conozco, «La fuerza de la no violencia» (2021), parecería sugerir esta consideración. Aunque, tal vez, sea solo un mesianismo secular, entre tantos otros que hemos visto desfilar durante estos largos decenios.

    

En realidad, es un título “en negativo”, más propio de una mentalidad vacilante y de un espíritu demasiado trabajado por décadas de crítica y de batalla; nada que sea semejante a la fuerza de la verdad, la belleza del bien o la agustiniana definición de la paz, como “tranquilidad en el orden”.

    

Con su ética de la no violencia, Judith Butler, está sugiriendo, sin saberlo, esa “luz de la conciencia” que los antiguos definieron como sindéresis, esto es, el sentido profundo de que existe un bien y un mal, aunque los contenidos que los perfilen puedan ser desdeñables. En el fondo, a pesar de todo y contra todo, subsiste esa intelección del bien, esto es, de que algo debe prevalecer como el mejor camino para que el hombre conquiste su bienaventuranza. 

    

El hombre no está definitivamente sujeto a las condiciones extenuantes del aquí y del ahora. Y si se apura un poco hacia el extremo esta jocunda argumentación, emerge siempre en el hombre esa inextinguible vocación metafísica a la que está llamado. En tal sentido, JB no puede sostener siempre y en toda circunstancia esa presunta “superioridad del desencanto”. Nadie carece de la convicción de que pueda esperarse un mundo mejor del que tenemos a la vista.

    

Por cierto, y apropiándome de las expresiones con las que Tamaro concluye su escueta reflexión, algunos pueden comportarse como, “pobres moscas que han caído en una trampa, prisioneros de una tela de araña de hilos invisibles en la que ellos mismos se han envuelto (…) La araña está llegando. Ya no queda tiempo para contemplar el cielo ni para escuchar el viento”.

    

Quizá reste tiempo para salvar a los condenados de la tierra si los desencantadores comprendiesen que no es obra enteramente humana sino interviene un principio superior al hombre y al que el hombre respete y juzgue como autoridad.

    

“No tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo alto”, respondió el autor de la vida al gobernador romano que lo interrogaba en aquel viernes de traición y de muerte. Puede denominarse Dios ese principio superior, y reconocerse, como algún tiempo lo fue, a condición de que quien no lo crea, no lo acepte o no lo admita, no se sienta por ello en la obligación de tener que reemplazarlo.

[CentroPieper] 4-5-2024

 

 

LOS CAMBIOS EN EL TABLERO DE AJEDREZ RUSO


Gabriel Camilli


La Prensa, 19.05.2024


Los militares ucranianos de la unidad móvil de defensa aérea de la 141° Brigada de Infantería independiente de Ucrania preparan sus ametralladoras para una misión en la región de Zaporizhzhia, Ucrania. (16 de mayo de 2024)

Mientras vemos que Ucrania se está quedando cada vez más atrás en la guerra de desgaste contra Rusia, al parecer porque Occidente duda, y no está lo suficientemente dispuesto a hacer sacrificios militares, permitiéndole a Rusia ganar tiempo, observamos a su complejo militar-industrial, que todavía es capaz de producir cosas, con el apoyo de estados de fondo como China e India.

 

Ucrania, por su parte, ya está gravemente afectada porque su propio complejo militar-industrial no puede producir al nivel de su oponente. Y, sobre todo, porque falta una compensación suficiente por parte de Occidente. De hecho, le están proveyendo algunos materiales, pero sólo lo suficiente para garantizar que Ucrania sea capaz de luchar, es decir, resistir, pero no para que pueda ganar. Como hemos dicho anteriormente en Occidente tenemos sociedades más post-heroicas donde el propio bienestar es lo primero.

 

Mientras tanto en Rusia, en las últimas semanas, tras la quinta elección de Vladimir Putin para el cargo de presidente y su toma de juramento, el Gobierno ruso presentó su dimisión (según la Constitución) al nuevo-viejo jefe de Estado, que empezó así a realizar nuevos nombramientos.

De esta forma (y no como nos cuentan la mayoría de los medios occidentales) se inició un minucioso movimiento de ‘ajedrez’ y estrategia. Ya que ambos son dos actividades que requieren conocer el terreno, los participantes, las reglas, los movimientos, anticiparse, prever, esperar, amagar, conocer las jugadas y resolverlas antes de provocarlas.

 

Vemos así algunos movimientos en el ‘tablero’ del poder ruso como la confirmación del primer ministro Mikhail Mishustin, economista y experto en sistemas informáticos en el cargo desde 2020. Luego, en cascada, se esperaba también la reconfirmación de todos los demás ministros, al menos los más importantes. Pero algunas jugadas sorpresa aparecieron en un anuncio sobre Andrej Belousov, el primer viceprimer ministro, que también había sido primer ministro durante veinte días en 2020, cuando el titular, Mishustin, contrajo Covid. Belousov es prácticamente un desconocido en occidente, pero es bastante conocido en Rusia.

 

Quizás no para el ciudadano común, pero sí en los entornos que importan. Moscovita, hijo de un importante economista soviético, estudió Física, Matemáticas y Economía, y emprendió una brillante carrera académica que lo llevó, a finales de los noventa, a convertirse en asesor económico de varios primeros ministros. En esa actividad, escribió varios informes importantes sobre el estado de la economía rusa en la transición de la economía planificada de la Unión Soviética al libre mercado.

 

UN POCO DE CURRICULUM

El punto de inflexión para Belousov llegó en 2006, cuando el entonces ministro de Desarrollo Económico, German Gref, lo nombró su adjunto. Desde allí siempre estuvo en lugares muy importantes del gobierno ruso. En 2020, el siempre discreto Belousov se convirtió en primer viceprimer ministro. Con solo buscar en internet veremos que no es un “paracaidista” en la alta política rusa.

Hacía falta un poco de currículum para explicar lo sorprendente que resulta encontrar a Belousov ahora, en plena guerra, al frente del ministerio de Defensa

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La sorpresa aumenta si tenemos en cuenta que el ministro de Defensa saliente, Sergej Shoigu, es uno de los fieles a Putin, y quien se enfrentó a Yevgeny Prigozhin el dueño de la PMC Wagner, enfrentando incluso su rebelión armada el pasado verano. Shoigu no es un personaje cualquiera. Ha estado en política desde principios de los años 1990 y durante muchos años fue un ministro de Situaciones de Emergencia muy respetado. Llegó a Defensa en 2012 y es el artífice de la intensa y rápida modernización a la que han sido sometidas las fuerzas armadas rusas.

 

Pero muy por el contrario de los anuncios difundidos en los medios masivos, Shoigu no fue eliminado ni descendido sino, en todo caso, ascendido. De hecho, se convierte en secretario del Consejo de Seguridad, cargo que ocupaba hasta ayer Serguéi Patrushev, y ocupa también el cargo de vicepresidente de la crucial Comisión para el complejo militar-industrial presidida por el superhalcón Dmitrij Medvedev.

 

JUGADA DE AJEDREZ

Lo interesante será entender el porqué de esta jugada de ‘ajedrez’. Lo curioso es que todo este movimiento se produce precisamente cuando las tropas rusas atacan en el norte de Ucrania y tratan de avanzar a lo largo de todo el frente que, de norte a sur, entre Járkov y Odessa, tiene mil kilómetros de longitud. ¿Son estos nombramientos, que sacuden equilibrios muy consolidados, una señal de fuerza (Putin está tan en el poder y sus fuerzas están tan bien colocadas al frente) que le permiten realizar cambios importantes en el equipo que ocupa el corazón del Kremlin? ¿O hay algo mal en el seno del poder y los cambios sirven para evitar problemas mayores?

 

Putin se toma muy en serio los compromisos de la OTAN y de Occidente de apoyar a Ucrania "mientras sea necesario" y su perspectiva es la de un conflicto destinado a durar en el tiempo, o sea que pueda tornarse crónico. En este contexto, el gasto en defensa está creciendo: este año alcanzará los 110 mil millones de euros, equivalente al 6 por ciento del PIB, mientras que en 2022 fue de 86 mil millones, equivalente al 4,06 por ciento del PIB. Recursos preciosos que Rusia, bajo sanciones, debe encontrar y sustraerlos de otros sectores y que, por tanto, no puede permitirse el lujo de desperdiciar.

 

Según nos relata, en una interesante opinión, el doctor Lorenzo Carrasco: “El reciente intercambio del general Sergei Shoigu por el economista Andrei Beloussov en el Ministerio de Defensa, que sorprendió y desorientó a muchos observadores extranjeros, revela no sólo una intención de reforzar el complejo industrial de defensa, sino también de garantizar que los avances tecnológicos se reflejen en una variedad de nuevas armas y equipos. Que se reflejan en aplicaciones y usos civiles, a diferencia de lo que ocurrió con la tecnología militar en la ex Unión Soviética.

 

El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, citó la necesidad de que el organismo incorpore conceptos innovadores y progresistas. Beloussov es un investigador veterano del antiguo Instituto Central de Matemáticas Económicas de la Academia de Ciencias de la URSS y del Instituto de Previsiones Económicas de la Academia de Ciencias de Rusia. En el gobierno ocupó varios puestos destacados, incluido el de viceministro de Desarrollo Económico y Comercio y viceprimer ministro.

 

En relación con las tecnologías de punta, las Fuerzas Armadas rusas han demostrado su amplia superioridad en cuanto a misiles hipersónicos y capacidades de guerra electrónica, además de haber mejorado enormemente el uso de drones de reconocimiento y combate, en lo que ya es uno de los más relevantes aspectos de la revolución militar que se está desarrollando en los campos de batalla ucranianos. Se han utilizado drones que cuestan menos de mil dólares para desactivar vehículos blindados valorados en millones de dólares, incluidos los aclamados tanques estadounidenses Abrams y alemán Leopard. La reciente ofensiva rusa hacia Jarkov podría ser el comienzo de un último esfuerzo para llevar el conflicto armado a su conclusión lógica.

 

Sin embargo, el momento del proceso dependerá de una interacción compleja entre la agenda rusa, la renuencia de las potencias occidentales a admitir un triunfo militar ruso y la voluntad del gobierno ucraniano de continuar la matanza de su población masculina en edad de prestar servicio militar”.

 

Como bien nos dice Clausewitz: “La guerra no sólo es un auténtico camaleón, porque en cada caso concreto modifica en algo su naturaleza, sino que además, en lo que respecta a sus manifestaciones globales, en relación con las tendencias que en ella predominan, es una maravillosa trinidad compuesta de la violencia originaria de su elemento, el odio y la enemistad -que han de considerarse ciego instinto elemental-, el juego de las probabilidades y del azar -que la convierten en una libre actividad del espíritu- y de su naturaleza subordinada de herramienta política, que la hace caer dentro del mero entendimiento''.

 

La primera de esas tres caras está más vuelta hacia el Pueblo, la segunda más hacia el General y la tercera más hacia el Gobierno. "Las pasiones que han de inflamarse en la guerra tienen que estar presentes ya en los Pueblos; el alcance que el juego del valor y el talento tendrán en el reino de las probabilidades del azar depende de las peculiaridades del General y del ejército, pero las finalidades políticas incumben únicamente al Gobierno".

 

Clausewitz patentiza un fuerte sentido de las fuerzas de la historia. Por un lado, el duelo, las dos clases de guerra y la finalidad política, por otro lado, la maravillosa trinidad como sujeto plural que actúa en la guerra, con su dinamismo y transformación constante, su sentido histórico. En estos momentos estamos viendo la aplicación de la teoría: “Al jefe político pertenece el entendimiento que determina a la guerra como instrumento político subordinado”.

 

Gabriel Camilli

Cnl My (R) - Director del Instituto ELEVAN.­