Andrés Torres
Arrecian ideas
peligrosas en esta Argentina descoyuntada y neblinosa, en este mundo donde el
realismo político, una vez más, demuestra ser la única receta recomendable:
muchos líderes parecen estar ciertos de esa verdad.
Ideas peligrosas,
incluso extravagantes y absurdamente de moda, como si la historia argentina de
dos siglos hubiera pasado en vano, como si los jóvenes -y no tan jóvenes- no
hubieran leído simplemente los libros de texto de la secundaria: una Argentina
drogada o amnésica, enloquecida por la idea de “lo nuevo” “la libertad”, o “el
futuro” fetiches engañapichangas de siempre, ambigüedades para ignorantes y
reduccionistas baratos, fatal destino de un país que persiste en olvidar sus
raíces y sus experiencias.
La capacidad de
reflexionar, de profundizar, de estudiar, de sopesar con realismo y amor a la
sabiduría el respeto a nuestra tradición occidental, son patrimonio de pocos y
casi todos se dejan endiablar por una frenética huída hacia adelante, sin
radar, sin guía, sin frenos. La Argentina se despeña en un precipicio con un
grito triunfal de temeridad adolescente.
La clase
gobernante actual pareciera ser presa de una intelectualidad basta, los clisés
reduccionistas, como rótulos de corte y pegue banales, flamean como banderas
gloriosas esgrimidas en los combates intelectuales. La pobreza intelectual y
espiritual nos ralea.
El radicalismo y
el peronismo perdieron la brújula de su propio ideario, la izquierda reincide
en sus antiguos errores y peregrinas ideas, el nacionalismo yace recoleto
mirándose el ombligo, y los liberales creen ver llegar una nueva época de oro,
ilusamente, insensatamente, inescrupulosamente. Los socialdemócratas y
demócrata cristianos migran de un rancho a otro, algunos en busca de
coherencia, otros, sencillamente, en busca de supervivencia. La neblina es
intensa, obstinada. Los espejismos y fantasmas sobrevuelan nuestra casa
dolorida. Sólo la Providencia sabia, con su intervención certera, puede
auxiliarnos en tanta tiniebla.
En el centro de la
escena, un personaje de la Commedia Italiana. La farsa trágica en la reposición
del drama de siempre. Algunas mentes pragmáticas trabajosamente lo jinetean.
Pero el potro se desboca fácil, faena fatua. Indócil también al discurso
políticamente correcto, sin embargo termina ejecutando sus consignas, muchas
veces.
¿Privatizar casi
todo como si el aluvión privatista de los 90 hubiese significado un desenlace
de prosperidad y éxito sin reparos? ¿Y el 2001?
Los errores y
abusos de los grandes partidos populares no pueden usarse como coartada para
abolir la “justicia social” ya que el fracaso del radicalismo y el peronismo,
en todo caso, devienen de no haber sido fieles, justamente a ese noble concepto
que les dio origen y explica en gran medida su existencia.
La Canasta Básica
Total, cifra para no caer en la pobreza, alcanzó durante mayo un importe de $
998.792. La línea de indigencia fue de $ 575.690. Sin embargo, en base a una
encuesta a 2.500 jefas y jefes de hogares, 57,8 % de los hogares no pudieron
acceder a la totalidad de los alimentos que conforman la Canasta Básica
Alimentaria (CBA). Los que sí pudieron, solo el 24,8 % pudo hacerlo con
recursos propios; mientras que el 75,2 % restante, debió ser asistido con algún
tipo de ayuda estatal.
Esto significa que
la pobreza no ha dejado de crecer en el primer semestre y las perspectivas del
marco recesivo en que nos encontramos no dan demasiadas esperanzas de que deje
de hacerlo y mucho menos, de que se reduzca. Para muchos empresarios el 2024 ya
es un año perdido y no se habla de reactivación en el corto plazo. ¿Estaremos
más cerca del paraíso liberal?
La falta de
organización del gobierno, la renuncia masiva de cuadros jerárquicos
calificados, y la amenaza de un Estado aún más desmantelado, nos plantean el
interrogante de una gestión con demasiados signos de interrogación (y de
exclamación).
Hoy se impone un
contrapeso de centro que exprese la aversión a este cuadro pero también el
diseño, por fin, de un modelo de país con capacidad de desarrollo propio: o
sea, un país libre, en el mejor sentido.