¿Qué nos hace humanos a los humanos?

Por Carlos Prosperi *


 

“Pues para esto considera previamente que hay Dios, lo cual es una verdad tan evidente, aún en lumbre natural, que no hay nación en el mundo, por bárbara que sea, que no conozca ser así, aunque no sepa cual es el verdadero Dios”.

                                                                             Fray Luis de Granada

 

Introducción

A la hora de definir la esencia del hombre, problema ampliamente debatido y de suma importancia en la Antropología Filosófica y Cultural, surgen de inmediato serias dificultades. La definición griega clásica del hombre como “Animal racional”, donde la racionalidad sería la diferencia específica de lo estrictamente humano, parece diluirse a la luz de los últimos avances de la Etología y la Psicología Comparada, que encuentran, al menos en forma vestigial, indicios de una cierta capacidad de raciocinio en diversos mamíferos, especialmente Primates y Cetáceos. Este raciocinio, alcanza un desarrollo muy inferior al humano, pero aún así no pasa de ser solamente una diferencia de grado, sin un límite preciso (1; 2). Como lo había notado Aristóteles, “Los animales difieren del hombre y éste de aquellos por meras gradaciones de más o de menos” (3).

Tampoco son fructíferos los intentos de la Paleo-antropología por dilucidar cuándo un determinado Antropoide es humano. Los antropólogos ponen términos entre simios y hombres, con la salvedad de que son arbitrarios, ya que la naturaleza se presenta ante la ciencia como un “continuum” en este nivel fenomenológico. Los restos fósiles, por sí solos, no permiten una delimitación clara y válida (4).

 

Antropologia fisica 

Las Ciencias Biológicas dejan en claro que en el orden estrictamente natural no existe ninguna diferencia importante entre el hombre y los demás animales. Su grado de distanciamiento en la Taxonomía Zoológica, con los otros Primates, es el mismo que puede haber entre otras dos especies de un mismo género, tal como un león con un tigre, un perro con un lobo o un caballo con un burro, pero no hay ningún criterio objetivo que permita considerar al hombre como una especie distinta en alguna característica importante de los demás seres vivos (5). 

Los restos fósiles de Homínidos han determinado que los Australopitécidos son un vínculo intermedio entre el hombre y los otros simios y sus características son verdaderamente intermedias entre ambos, sin encajar en ninguna de esas categorías (5).

Por su parte, la Genética y la Biología Molecular Comparada, estudiando la secuencia de ácidos nucleicos y algunas proteínas del hombre y de los monos antropomorfos actuales, llegan a la conclusión de que el chimpancé se parece más al hombre que al orangután, el gorila o el gibón, y que su diferencia con el hombre es de apenas un uno por ciento, valor estadísticamente despreciable (6).

Entonces, desde el punto de vista biológico el hombre es simplemente una especie más de los Primates, sin ninguna particularidad que lo diferencie esencialmente.

 

 Antropología cultural y filosófica

Por lo antedicho, se han buscado diferencias en lo cultural, donde el desarrollo de todo lo que incluye el término “cultura” parece muy diferente. Emiliano Aguirre dice al respecto: “...en psicología y en filosofía no se ha convenido en determinar que es, en última instancia, lo que hace hombre al hombre: esto es, la propiedad íntimamente ligada con el principio no estrictamente biológico que le atribuye la metafísica tradicional. Se ha propuesto como tal lo político (Aristóteles), lo jurídico (Echarri), la capacidad de dar forma y misión instrumental a las piedras (Koths y los prehistoriadores en general), lo social (Waddington, Krustov), el paso de la actividad lítica o bien osteodontoquerática a la cultura (Tobías), la educabilidad (Haldane), lo moral (Acosta, Simpson), la mutación del sistema nervioso que permite la creación del símbolo o su manejo (White), o la que permite su transmisión, y, consiguientemente, el control del tiempo, etc. ...ahora bien, la psicología racional, o antropología filosófica, tampoco ha decidido cuál es el límite inferior de actividades específicamente humanas, o cuál es la primera actividad humana, arqueológicamente determinada, que necesita un principio en discontinuidad con la evolución estrictamente biológica”(7).

Esta larga reflexión está reforzada con los estudios de diversos etólogos y psicólogos de las últimas décadas. Es posible comprobar que los animales tienen capacidad de comunicarse por medio del lenguaje articulado, que llega a diferenciar una apreciable cantidad de vocablos en el caso de los delfines y orcas. Incluso en el chimpancé y el orangután, con una vocalización más pobre, se ha logrado enseñarles a armar oraciones complejas por medio de computadoras o máquinas con botoneras o mediante gestos del rostro y las manos, con un sistema de lenguaje gestual similar al de los sordo-mudos (8).

Estas experiencias demuestran la existencia de sociabilidad, al acompañar sus sentencias con términos equivalentes a “gracias” o “por favor”, e incluso la autoconciencia de la personalidad, al llamarse a sí mismos y a quienes los rodean con los nombres propios correspondientes. En los chimpancés está presente la utilización de instrumentos complicados, así como herramientas para fabricar otras herramientas, lo que implica la previsión de un futuro mediato (5; 9). Ello evidencia un raciocinio, entendido como la potencialidad de sacar conclusiones a partir de premisas previas, y el aprendizaje como modificación de una conducta, aún en contra de los instintos, más la educabilidad, sociabilidad, previsión de eventos futuros en base a la memoria de los pasados, etc.

 

La capacidad de trascendencia

Digamos con Blas Pascal que: “No es conveniente enseñarle al hombre su parentesco con el animal sin señalarle al mismo tiempo su grandeza”. Los estudios biológicos que demuestran los vínculos del hombre con los animales también encuentran ya en el hombre primitivo elementos no presentes en ningún animal. Muy importante en este sentido es el caso de los enterramientos rituales de los muertos y su culto, así como las pinturas con motivos mítico-mágicos, que aparecen solamente como propios de humanos, desde los Neandertales y Cromañones en adelante (5). Los muertos eran colocados en urnas funerarias o cámaras de piedra especialmente construidas, con comida y utensilios personales, e incluso con ramos de flores en sus manos, como evidencia el hallazgo de polen entre los restos. Estos enterramientos, análogos a los rituales practicados por los egipcios y otras culturas con testimonio escrito, resaltan la idea del más allá, de algo trascendente a la naturaleza, con una concepción de una vida espiritual luego de la muerte física (10).

Estos conceptos están ausentes en los demás animales. Hay entre ellos lazos afectivos fuertes, de respeto o de cuidado a los más viejos o heridos, y hasta sentimientos de tristeza por la muerte de los compañeros. Pero no hay vestigios de cuidados o culto hacia los muertos (10).

También es exclusivamente humano el arte, que no es pintar como actividad decorativa o estética sino como una manifestación de magia o religiosidad primitiva. Así, las escenas de cacerías, que son frecuentes en las cuevas de Altamira o Lascaux, pretendían lograr que el éxito en la captura de animales plasmado en la pintura, ocurriera luego en la realidad (11).

Ninguna otra especie fuera del Homo sapiens, ni actual ni pretérita, presenta siquiera vestigios o indicios de actividades con tan indudable trasfondo mítico-religioso.

 

Conclusión

La idea de sobrenaturalidad o de religiosidad, entendida como una posición intelectual frente a lo trascendente, resulta ser privativa y exclusiva de lo humano. Solamente el hombre se plantea e interroga por lo trascendente, aún cuando sea para rechazar su existencia, porque el ateísmo es una posición frente al misterio de lo trascendente. En este sentido, ser ateo no es progreso sino al contrario, es retrotraerse intelectualmente al nivel de los pre-humanos (5).

Por ello, dicha definición del hombre como animal “racional” merece reconsiderarse. Si se entiende como capacidad del pensamiento para operar lógicamente,  hay que admitir que, al menos en grado muy inferior, también está presente en diversos Mamíferos, y mucho más desarrollada en los Homínidos y pre-homínidos. Si en cambio se retoma el sentido griego según el cual el hombre es “racional” por su participación con el “logos”, o la “razón universal”, las definiciones son bien distintas.

Es notable la analogía existente con la idea bíblica, explicada por San Agustín, que concibe al hombre como “imago dei”. Precisamente en eso consiste la religión, como la  “re-ligazón”, el acto de “volver a ligar” al hombre con la trascendencia, lo sobrenatural o la Divinidad, característica única y exclusiva del ser humano (12).

Resulta interesante comprobar que las ciencias fenoménicas reafirman la espiritualidad del hombre, testimoniada arqueológicamente, y sustentando que lo que hace humanos a los humanos es el “pneuma” divino, el soplo de aire caliente, que se une al barro y junta así en un microcosmos los cuatro elementos fundamentales del macrocosmos: aire, fuego, tierra y agua, Es la teofanía presente en una forma no equiparada por ningún otro organismo (13).

Así se ratifica la aseveración precedente de Fray Luis de Granada (14), que no existe ninguna cultura propiamente humana que no se vincule con lo trascendente, o en la que la trascendencia no se haya manifestado (o, si se quiere, “re-velado”), así como tampoco existe la idea de lo trascendente fuera de la humanidad.  


*Profesor de Biología y de Epistemología

Universidad Blas Pascal - CONICET

 


BIBLIOGRAFÍA

1.Hainsworth, F. 1981. Animal physiology, adaptations in function. 669 p. N. York.

2.Storer, T. y Usinger, R. 1971. Zoología general. 1003 p. Barcelona.

3.Samaranch, F. 1964. La marcha de los animales (en: Obras de Aristóteles). Madrid.

4.Koeningswald, G. 1971. Historia del hombre. 195 p. Madrid.

5.Prosperi, C. 2015. Darwin y Santo Tomás. La Evolución Orgánica vista desde las Ciencias Naturales, la Filosofía y la Teología. 296 p. Córdoba.

6.Gribbin, J. 1990. La diferencia del uno por ciento: sociobiología del ser humano. 245 p., Madrid.

7.Crussafont, M. 1966. La Evolución. 1014 p. Madrid.

8.Timbergen, N. 1968. Conducta animal. 128 p. Verona.

9.Mainardi, D. 1976. El animal cultural. 179 p. Bs. As.

10.Gallay, A. 1991. El hombre neolítico y la muerte. Investigación y Ciencia (oct.), 66-75.

11.Black, R. 1976. Elementos de Paleontología. 402 p. México.

12Brehier, E. 1944. Historia de la Filosofía. 2 vols. Bs. As.

13.Otto, W. 1961. Teofanía. 170 p. Bs. As.

14.Granada, L. 1928. Vita Christi. 385 p. Madrid.

 

 

El resideño de la Iglesia Católica

 por Daniel Lasa (*)



Como me dedico a la academia, el oficio de leer dentro de las cosas es una tarea diaria. Nada pasa, nada ocurre sin que (automáticamente) someta el hecho al acto del intus-legere. Por esta razón, los acontecimientos que recientemente se han dado en la Iglesia católica en Argentina me han movido a reflexionar.

En lo que va del año se han registrado dos hechos eclesiales trascendentes. Por un lado, la obligada renuncia del Obispo de San Luis, Mons. Pedro Daniel Martínez Perea. Por el otro, hace pocos días, el Sr. Obispo de San Rafael anunció el cierre del Seminario diocesano a fin del presente año. Esta decisión, según refiere el citado, ha sido tomada en virtud de una disposición emanada de la Santa Sede.

Considero que estos hechos, sumados a otros que ya se vienen sucediendo, dan cuenta de un cambio de rumbo muy marcado en la Iglesia católica. La naturaleza de la reforma es tan profunda que me atrevería a hablar en términos de rediseño eclesial. Una rehechura formulada a partir de los principios que configuran la denominada “teología del pueblo” :

(https://www.infocatolica.com/?t=opinion&cod=35762 )

Este rediseño eclesial, para ser exitoso, necesita contar con agentes consustanciados con aquellos principios que mencioné. Al respecto, nos basta con observar el perfil de los nombramientos de los Obispos en Argentina desde hace algunos años. Se exige que el candidato a Obispo sea un cristiano compenetrado con el pueblo, un pastor con “olor a oveja”. Ante todo, debe ser alguien para quien la cuestión de la verdad haya dejado de ser un problema.

Sucede que la verdad pasa a ser un obstáculo: divide y no permite amontonar. En su lugar debe cultivarse un pensamiento débil, abonado por una filosofía hermenéutica que reemplace de modo definitivo a la metafísica. O sea, la posición exactamente contraria a la sostenida por Juan Pablo II en la Encíclica Fides et ratio.

Me remito a dos citas. En el número 82 se lee: “Una filosofía radicalmente fenoménica o relativista sería inadecuada para ayudar a profundizar en la riqueza de la palabra de Dios”. Y en el número 83, remata: “… es necesaria una filosofía de alcance auténticamente metafísico, capaz de trascender los datos empíricos para llegar, en su búsqueda de la verdad, a algo absoluto, último y fundamental” (Lo destacado es mío).

La desaparición de la verdad es proporcional a la acumulación de poder. La constitución de la nueva Iglesia debe ser más flexible, debe adaptarse fácilmente a las exigencias de la cultura contemporánea. Probable resultado: el reclutamiento de nuevos fieles. El número tiene una importancia fundamental a la hora de tener una fuerte presencia política en las distintas comunidades.

En este sentido, este rediseño de la Iglesia católica abandona aquella idea que tenía Benedicto XVI: una Iglesia interiorizada, de los pequeños, alejada de todo coqueteo con el poder.

La “Iglesia en salida” es una Iglesia poderosa: su poder le viene dado por ser la voz autorizada del pueblo. Claro está que esta “Iglesia en salida” corre el riesgo de salirse de su propio carril: puede desnaturalizarse fácilmente.

Lo que sigue ya se sabe. El cristiano de la nueva Iglesia se caracterizará por hacer un culto a la primacía de la acción. Esto supone interpretar la vida espiritual como continua superación de todo lo que le fue dado. La superación, a su vez, lleva tanto a la desacralización como a la negación de la tradición.

La idea de verdad, como se advierte, es sustituida por las ideas de novedad, autenticidad y eficacia. La Iglesia deja de nutrirse de la tradición y de sus mayores teólogos (Agustín y Tomás); en su lugar, pone todo su esfuerzo en adecuarse al mundo actual.

Un nuevo enemigo

De lo que he señalado se desprende la identidad del enemigo de la nueva Iglesia. Este enemigo ha dejado de ser externo (el demonio o el mundo). El mundo, por el contrario, ha pasado a ser un compañero entrañable de ruta.

El verdadero enemigo, ahora, es interno: es aquel que impide la amistad con el mundo. ¿Quién es esa persona? El conservador o reaccionario. Pero no sólo aquel conservador que identifica lo verdadero y lo bueno con determinado siglo o época histórica. También aquel otro que asume la idea de una evolución homogénea de la verdad, al modo de Vicente de Lérins.

Me pregunto: ¿por qué el mundo, concebido siempre por la tradición católica como uno de los enemigos del alma humana y de la Iglesia, se ha transformado en un compañero entrañable en este rediseño eclesial? En realidad, la cuestión no debiera sorprendernos si tuviéramos en cuenta los presupuestos de la concepción que venimos comentando.

Veamos: el sentido del ser ha sido reemplazado por el sentido histórico (una de las tesis propias de la “teología del pueblo”). La historia pasa a ocupar el lugar exclusivo de la reflexión teológica. Los mentados “signos de los tiempos” se leen en clave historicista. Consecuentemente, son vistos como una manifestación completamente nueva y progresista de la historia a la que la Iglesia abraza de modo entusiasta.

Pero aquí está la trampa del compromiso histórico. El extravío de la verdad del ser conduce a la pérdida de la pretensión de universalidad de la Iglesia católica. En realidad, el catolicismo, como toda religión revelada (según la “teología del pueblo”), pasa a ser una de las manifestaciones históricas y concretas de la experiencia de la divinidad que han tenido determinados pueblos o culturas.

Todo cambia. Sólo es dable pensar en una religión única y universal que sea capaz de contener notas mínimas y comunes a la pluralidad de formas de religiosidad de las diversas culturas. Pero esta visión, como se advierte, es correlativa a una defección en lo que respecta al “ir de por todo el mundo a predicar el Evangelio”.

En realidad, el acto de evangelización pasa a convertirse en una práctica ofensiva. Ciertamente, atenta contra la tolerancia y la paz a la que nos convoca la religión universal. La nueva religiosidad, como refería Enzo Pace en su escrito «No todos los caminos conducen a Roma. El papa Francisco y la posible reforma de la Iglesia católica», no se conquista con la fuerza de la doctrina sino con la experiencia directa de lo sagrado. Por eso, continúa Pace, puede afirmarse que “Benedicto XVI ha sido el último papa” de una Iglesia cuya fisonomía será reemplazada por una nueva configuración desconocida hasta la actualidad.

Creo que, esta nueva Iglesia, edificada en torno a la experiencia y al margen de lo doctrinal, se funda sobre nuevos elementos pétreos. Ellos son la verticalidad, la obediencia ciega y la coerción. ¿Acaso podría ser de otra manera?

Estando ausente la dimensión de la verdad, la unidad de los fieles sólo puede ser extrínseca, meramente disciplinar. No mandan razones, argumentos, sino el imperio del que detenta el poder.

Es sumamente peligroso el ejercicio de un poder eclesial al margen de la verdad. Este dato no deja de asustarme sobremanera.

Sé, como simple fiel católico (¡y esto me tranquiliza!), que la Iglesia no es patrimonio de ninguno de sus miembros sino de su Cabeza que es Cristo. En este sentido, considero que es Él quien convoca a todos a la misma. Y sólo Él, en definitiva, puede configurarla.

 

(*) Dr. en Filosofía

Sachs y Sanger

Las filicidas que parieron la multinacional del filicidio (IPPF)

 por Padre Federico Highton, SE



Infocatólica, 22.08.20

Hace más de cien años, una mujer de origen judío, Sadie Sachs intentó matar a su hijo por nacer. Descreída de la Divina Providencia, Sadie temió no poder mantener otro hijo. Así que un caluroso día de julio de 1912, el esposo de Sadie, Jake, llegó a casa del trabajo y la encontró inconsciente. Jake llamó a un médico, quien llamó a una enfermera, que se llamaba Margaret Sanger.

 

Cuando se estaba recuperando, Sadie le preguntó al médico si había algo que pudiera hacer para evitar otro hijo. En sus memorias, Sanger escribió más tarde que el médico le dijo sórdidamente a Sadie que se resistiera a “más alcaparras [= niño] de este tipo“, y luego ella le preguntó: “¿qué puedo hacer para prevenirlo?“. El médico le dijo: “Dile a Jake que duerma en el techo“.

 

Tres meses después, Sadie Sachs trató, de nuevo, de matar a su hijo que todavía estaba en su etapa de gestación. Sadie Sachs fue castigada por Dios: murió matando a su hijo.

 

Jake Sachs volvió a llamar a Sanger. Esta vez, Sadie ya estaba muerta. Fue entonces cuando Sanger decidió ser cómplice de las mujeres que deciden matar sus hijos en su mismo seno, convirtiendo sus vientres en cementerios de sus propios bebés.

 

Margaret Sanger tuvo un padre soldado que tallaba ángeles y santos una madre heroica, pero ella en vez de imitar a virtud de su madre, devino asesina serial de niños por nacer. Incluso de las madres más santas, a veces pueden salir hijos degenerados. Es el misterio del libre albedrío. Ser santos o criminales depende de cada cual.

 

Margaret tuvo diecisiete hermanos. Su madre, una bondadosa mujer irlandesa, murió heroicamente por la maternidad y las generosas luchas de cuidar de una familia numerosa católica.

Margaret fue enfermera. Se casó joven con el arquitecto judío y artista moderno William Sanger, un anarquista que era un enemigo furibundo de la religión.

 

William y Margaret se mudaron a la ciudad de Nueva York, donde militaron activamente en la revolución anti-cristiana. Tanto su esposo como la anarquista Emma Goldman, también de origen judío, corrompieron la inteligencia de Margaret. Goldman le inculcó las ideas del “amor libre”, esto es, de la lujuria descontrolada.

 

Sanger comenzó a concebir la maternidad como una “esclavitud biológica”, lo cual fue fruto de una absurda ideología según la cual las mujeres deberían evitar los hijos para tener más importancia en el mundo y en la política, como explica Jonathan Eig, autor de The Birth of the Pill. “Las mujeres se dieron cuenta de que si querían seguir participando en la comunidad, si querían mantenerse activas, tenían que tener menos hijos”, le dice a TIME. “Ahí es cuando empiezas a ver que las mujeres se dan cuenta de que existe un vínculo entre el tamaño de la familia y el poder político“.

 

Ese movimiento subversivo promovía que las mujeres desprecien la maternidad para salir a trabajar a la calle como los varones, lo cual devino una de las principales modas del absurdo mundo contemporáneo. Eig lo dice así: “Una vez que puede controlar su propio cuerpo, puede controlar su propia vida, y luego puede afirmarse en su familia, su comunidad, en el lugar de trabajo“. En fin: la mujer debe renunciar a la maternidad para devenir operaria en las calles.

 

En 1912, Sanger escribió “Lo que toda niña debería saber”, una serie de artículos en el suplemento dominical del pasquín marxista New York Call.

 

En 1916, Sanger abrió un local en Brooklyn que ofrece asesoramiento sobre anticoncepción. Felizmente, después de una semana y media, fue allanada por la brigada de vicio de la policía de Nueva York, que arrestó a Sanger y a uno de sus empleados, confiscó los suministros del tugurio. Luego, la hermana de Sanger, Ethel, que era cómplice en la clínica, también fue arrestada. Más tarde, Sanger también fue encarcelada, aunque lamentablemente solo un mes. Obcecada en el mal, lanzó una revista, The Birth Control Review, y dos organizaciones, la American Birth Control League y la Birth Control Clinical Research Bureau, que en 1942 se fusionarían para convertirse en la gran multinacional del filicidio prenatal: Planned Parenthood Federation of America (IPPF).

 

Sanger devino un modelo del mal. Es tal la malicia que se llegó a crear un premio que lleva su nombre. Y, como lo semejante busca lo semejante, le dieron este sanguinario premio a Hilaria Clinton, que recibió el “Premio Margaret Sanger de Planned Parenthood” en marzo de 2009. Cuando Clinton compareció ante el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes el mes siguiente, el lúcido congresista Chris Smith declaró que  Sanger fue “un eugenista y racista sin complejos que dijo: ‘Lo más misericordioso que hace una familia por uno de sus hijos miembros es matarlo‘”.

 

A tanto llegó el racismo de Sanger que llegó a decir: “No queremos que se corra la voz de que queremos exterminar a la población negra“

Sanger llegaba a aplicar el término ‘no apto‘ a ciertos individuos".

El racismo de Sanger era tan abierto que incluso es admitido por los miembros de la multinacional del filicidio (IPPF). En efecto, como confiesa Jean Baker en la introducción de su nueva biografía, Margaret Sanger: A Life of Passion, “un miembro del personal de Planned Parenthood de Nueva York admitió (…) [que] ella era racista y eugenista”.

 

El racismo filicida fue tan radical que el pastor protestante negro Clenard Childress, describió al filicidio prenatal como parte de un “plan racista eugenésico” diseñado “para controlar el nacimiento de ‘malas hierbas humanas’“.

 

Sanger abrió centros suyos en vecindarios afroamericanos, para lo cual contó con la complicidad de muchos negros criminales –que no se dieron cuenta de la veta racista de Sanger-, incluso del santón Martin Luther King Jr. En efecto, como admite la historiadora Jill Lepore, en un artículo reciente en The New Yorker, Martin Luther King Jr. se unió a un comité de Planned Parenthood.

 

Respecto de la relación de Sanger y Martin Luther King, uno de los “grandes santos del mundo moderno”, digamos una palabra más. En 1966, el año en que murió Sanger, Martin Luther King aceptó el siniestro “Premio Margaret Sanger de Planned Parenthood”, a pesar que la aceptación de ese premio suponía la aprobación implícita de la masacre prenatal de incontables bebés negros.

 

En el discurso que escribió, pronunciado por su sórdida esposa, Coretta Scott King, describió un “parentesco sorprendente entre nuestro movimiento y los primeros esfuerzos de Margaret Sanger“.

¡Que Dios convierta a los filicidas y extirpe sus centros criminales!

 

Padre Dr. Federico Highton, SE

22-VIII-MMXX

Fiesta del Corazón Inmaculado de María

Pedofilia e hipocresía

por Pedro Trevijano Etcheverria 

 


Leemos en el evangelio de San Mateo: «Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar» (18,6). Creo que si preguntásemos a la gente cuál es el escándalo mayor que han dado los eclesiásticos en los últimos tiempos, saldría por abrumadora mayoría el de la pedofilia.

 

Y sin embargo la postura de la Iglesia en todos los tiempos desde el mismo evangelio ha sido clarísima. Es indudablemente un pecado muy grave. Ya con san Juan Pablo II, el 23 de Abril del 2002, se dieron órdenes que, ante la pederastia, tolerancia cero y hoy de hecho la legislación eclesiástica es más severa que la civil. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma; «2389. Se puede equiparar al incesto los abusos sexuales perpetrados por adultos en niños y adolescentes confiados a su guarda. Entonces esta falta adquiere una mayor gravedad por atentar escandalosamente contra la integridad física y moral de los jóvenes que quedarán marcados para toda la vida, y por ser una violación de la responsabilidad educativa».

 

Por su parte, Benedicto XVI en su Carta Pastoral del 19 de Marzo del 2010 dice a los sacerdotes y religiosos irlandeses culpables: «Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y su padres. Debéis responder por ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos». Por su parte, el 15 de Junio del 2015, el Papa Francisco denunciaba que «los niños comienzan a oír ‘estas ideas extrañas, esas colonizaciones ideológicas que envenenan el alma’, y las familias ‘tienen que reaccionar ante esto’».

 

Y es que es un mal muy extendido en toda nuestra Sociedad. Hace unos años en Alemania había un sacerdote incriminado por cada dos mil quinientos casos, lo que supone hay bastantes profesiones en mucho peor situación y en Estados Unidos en un momento dado había cien sacerdotes y cinco mil profesores de educación física y monitores deportivos condenados. Pero de esto no se habla, tal vez por ser políticamente incorrecto.

 

Es evidente que los Partidos adversarios de la Iglesia condenan la pederastia, si la realizan sacerdotes o religiosos católicos. Pero estos mismos Partidos defienden la ideología de género, y podemos preguntarnos si quienes defienden esta ideología, ¿condenan o promueven la pederastia? Personalmente, estoy profundamente escandalizado de la hipocresía y maldad de los laicistas que mientras critican, con razón, a los sacerdotes y religiosos pederastas, intentan ellos introducir la pederastia, disfrazada de las palabras perspectiva o ideología de género, en la legislación y en la educación.

 

En nuestro país, la Ley sobre el aborto, que se titula de salud sexual y reproductiva, trata también de proteger a la pederastia. Y así declara que es un objetivo a conseguir «la educación sanitaria integral y con perspectiva de género» (art. 5 e), así como el que «la formación de profesionales de la salud se abordará con perspectiva de género» (art. 8). Si eso se pretende de los educadores, es que se quiere que, a su vez, eduquen en esta mentalidad a los educandos. Dicen que defienden la libertad sexual de niños, jóvenes y adolescentes, pero la realidad es la pederastia. Lo único que cambia es el modo de llamarlo. Y es que como decían ya en el 2012 nuestros Obispos en su documento «La verdad del amor humano» en la concepción laicista «una sociedad moderna ha de considerar bueno ‘usar el sexo’ como un objeto más de consumo. Así se termina en el permisivismo más radical y, en última instancia, en el nihilismo más absoluto» (Conferencia Episcopal Española «La verdad del amor humano», nº 57).

 

El gran problema es que están pasando cosas muy graves, que nos afectan a todos, y especialmente a los niños, y la gente, o no se entera o no reacciona. Como nos recuerdan nuestros Obispos en el documento que acabamos de citar: «60. No se detiene, sin embargo, la estrategia en la introducción de dicha ideología en el ámbito legislativo. Se busca, sobre todo, impregnar de esa ideología el ámbito educativo. Porque el objetivo será completo cuando la sociedad –los miembros que la forman– vean como ‘normales’ los postulados que se proclaman. Eso solo se conseguirá si se educa en ella, ya desde la infancia, a las jóvenes generaciones. No extraña, por eso, que, con esa finalidad, se evite cualquier formación auténticamente moral sobre la sexualidad humana. Es decir, que en este campo se excluya la educación en las virtudes, la responsabilidad de los padres y los valores espirituales, y que el mal moral se circunscriba exclusivamente a la violencia sexual de uno contra otro».

 

La obsesión por la sexualidad de los niños es una constante de quienes defienden esta ideología. Cambiar la mentalidad de un adulto, sobre todo si está bien formado, es muy difícil, pero moldear a un niño es mucho más fácil. Como me escribía una señora: «Corrupción mayor que robar el dinero de los impuestos de los ciudadanos, es la corrupción que se practica en las escuelas enseñando a los niños la sexualidad indiscriminada, y eso lo sé de buena tinta porque se lo enseñaron a mi hija que con 12 años le dieron un condón y le enseñaron a masturbarse». Y es que como dicen nuestros Obispos no hay en la Sexualidad para ellos más normas morales que la prohibición de la violencia sexual.

 

Infocatólica, 17/08/20

 

 

 

 


Mero cristianismo, de C.S. Lewis

por Jorge Martínez  



Después de Chesterton, C. S. Lewis es acaso el principal escritor cristiano del siglo XX en el idioma inglés. Su obra, vasta y variada, tardó en difundirse en castellano, pero hoy en día no puede dudarse ya de su influencia, estimulada entre otras cosas por la popularidad de las hermosas Crónicas de Narnia, también llevadas al cine. Esos cuentos son sus libros más queridos. En cuanto a sus muchos ensayos, todos inteligentes y escritos con una prosa límpida, es Mero cristianismo el que suele ocupar el papel más destacado.

El libro es una adaptación de las charlas radiales que Lewis (1898-1963) pronunció durante la Segunda Guerra Mundial a pedido de la BBC. Su idea, explicó en el prefacio a la edición de 1952, era presentar una exposición razonada de los fundamentos de la fe cristiana que pudiera ser aceptable para católicos, protestantes y anglicanos (que era la confesión del autor). El público al que se dirigía era el de los no creyentes, a quienes un alegato controvertido y sectario podría dar una impresión errada de lo que significa ser cristiano.

Profesor de literatura durante toda su vida, primero en Oxford y más tarde en Cambridge, Lewis era un expositor original y creativo. Mero cristianismo es un ejemplo típico de su habilidad para comunicar la fe sin rebajar sus doctrinas ni subestimar la inteligencia de los lectores u oyentes. Un caso doblemente admirable en épocas de teologías "populares" y dogmas licuados hasta el extremo del naturalismo.

 

El método

Su método, didáctico y concreto, es el de un hombre inteligente que mediante razonamientos, analogías, metáforas y símiles explica los dogmas cristianos sin recurrir a citas eruditas ni repetir fórmulas que podrían significar poco ante personas no religiosas. Hay una constante frescura en sus pensamientos y reflexiones, que sin embargo procuran recordar verdades eternas. Por eso nadie más alejado que Lewis de toda forma de "progresismo" cristiano. Su novedad se reducía al método con que explicaba, sin que se perciba el intento de adulterar las enseñanzas, a las que en ningún momento disminuye en su carácter sobrenatural. 

A partir de la constatación de la existencia, en todo tiempo y lugar, de una ley moral no inventada por el hombre, Lewis procede a repasar a la vez la historia de la salvación y la doctrina cristiana sobre las virtudes, el pecado, la redención, la Encarnación y la Santísima Trinidad. Para ello se vale de un lenguaje simple y generoso en imágenes y comparaciones, en especial las bélicas, que se ajustaban a los días aciagos en los que pronunció las charlas.

El universo, apuntaba, atraviesa una guerra, pero es una guerra civil. Y nosotros vivimos en la parte del universo ocupada por el rebelde. "El cristianismo -decía- es la historia del desembarco del rey legítimo, un rey que podríamos decir que desembarcó de incógnito, y que nos llama a todos a tomar parte en una gran campaña de sabotaje. Cuando vamos a la iglesia en verdad estamos escuchando los mensajes secretos de nuestros amigos: por eso el enemigo está tan ansioso por impedir que vayamos".

Con Dios estamos en falta por haber infringido esa ley primera. Pero a Dios, insistía Lewis, no le importa tanto lo que hacemos sino lo que somos, el hecho de que seamos "creaturas de un cierto tipo o cualidad...creaturas que se relacionan con El de cierta manera". Nuestras faltas son los pecados y los peores pecados son los pecados espirituales, los que derivan -como el orgullo, el primero de todos- del ser diabólico que habita en nosotros y es peor que el ser animal. Por eso, aunque parezca imposible, estamos llamados a perdonar a nuestros enemigos (de ahí que tenga tanto sentido aquella frase de que debemos odiar al pecado pero no al pecador), al tiempo que amamos al prójimo mediante un amor que no es el amor sentimental de las películas, sino "un estado de la voluntad". Un amor que sigue una secuencia determinada: "no puedo aprender a amar al prójimo como a mí mismo hasta que aprenda a amar a Dios: y no puedo aprender a amar a Dios hasta que aprenda a obedecerlo".

En la última parte de la obra, que destinaba a sondear el misterio de la Trinidad desde diferentes puntos de vista, Lewis se detenía en la explicación de que Jesucristo fue engendrado, no creado, pera establecer la diferencia con nosotros, que sí fuimos creados y sólo tenemos una vida biológica (como si fuéramos, observa, "obstinados soldaditos de juguete" que se resisten a cobrar vida, la vida verdadera). De ahí la Encarnación y su finalidad última: ser el medio por el cual se produzca también en nosotros el gran cambio, el que nos permita pasar de ser creaturas de Dios a hijos de Dios. "El principio recorre la vida de arriba abajo -finalizaba-. Entrégate y encontrarás tu verdadero ser. Pierde tu vida y la salvarás. Sométete a la muerte, a la muerte cada día de tus ambiciones y deseos favoritos, y a la muerte de todo tu cuerpo en el final: sométete con cada fibra de tu ser, y hallarás la vida eterna".

"Si sólo pudiéramos llevarnos un libro de Lewis a una isla desierta, este es el que elegiríamos", escribieron sobre Mero cristianismo dos de los primeros biógrafos del escritor, Roger Lancelyn Green y Walter Hooper. La afirmación desde luego es discutible, y de hecho no es compartida por otros biógrafos o teólogos que señalaron errores u omisiones en sus páginas. Pero no hay dudas de que a casi setenta años de su publicación como libro, y a ochenta de las charlas radiales que le dieron origen, la obra, más allá de las discusiones, no perdió el encanto que en su momento maravilló a creyentes y agnósticos por igual. Sigue siendo un clásico y un modelo a imitar.

 

(La Prensa, 23.08.2020)

 

 


La Comunidad Organizada



Análisis crítico del modelo 

por Mario Meneghini

 

1.El tema que nos interesa desarrollar en este trabajo, está relacionado con la expresión comunidad organizada que se remite al  texto de una conferencia pronunciada por el entonces presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, el 9 de abril de 1949 al clausurar el Primer Congreso Nacional de Filosofía, realizado en Mendoza.

A diferencia de lo ocurrido con la experiencia política que representó el peronismo, que ha sido objeto de centenares de artículos y tesis en varios países, el modelo social denominado comunidad organizada, no parece haber  concitado el interés de los investigadores, limitándose los simpatizantes de dicha corriente partidaria a mencionarlo como un emblema. Únicamente hemos encontrado trabajos sobre el tema, de dos filósofos argentinos: Alberto Buela y Silvio Maresca; procuraremos más adelante resumir sus aportes, agregando un análisis propio sobre el tema en sí, como modelo de sociedad.

Resulta curioso que se haya aceptado durante mucho tiempo la versión de que la conferencia mencionada hubiese abarcado el texto completo de lo que luego, al ser publicado, tuvo una extensión de 52 páginas -según la versión oficial del Congreso de la Nación- cuya lectura demandaría unas dos horas y media.

Recién al encontrarse -varias décadas después- el audio de la exposición de Perón, en el Archivo General de la Nación, se comprobó que duraba 65 minutos, incluida la presentación y cierre del locutor. En el acto mencionado el presidente se había limitado a la lectura de los últimos seis capítulos del trabajo, del XVII al XXII, del total de veintidós. De manera que los primeros 16 se insertaron posteriormente al incorporarse a las Actas del Congreso. [1]

En el discurso de cierre del Congreso citado, el entonces Presidente, antes de comenzar su exposición, mencionó que Alejandro, a quien califica como el más grande general, fue discípulo de Aristóteles y que, por eso, siempre pensó que su oficio de militar tenía algo que ver con la filosofía. Como luego el destino lo convirtió en hombre público, en este nuevo oficio trató de incursionar en el campo de la filosofía, sin pretender jamás hacer filosofía pura.  Explica a los congresales que ha querido ofrecerles una idea sintética sobre lo que representa sociológicamente la tercera posición de su movimiento político.

Es habitual que en los discursos oficiales el gobernante se limite a corregir  o ampliar lo escrito en borrador por colaboradores; en este caso, se ha especulado, sin posibilidad de confirmación, que podrían haber intervenido Carlos Astrada, Hernán Benitez y Juan Sepich, entre otros. De todos modos, lo que nos interesa es el contenido de los capítulos XX y XXI, pues el mismo fue reiterado en muchas ocasiones por Perón. En especial, podemos citar el breve artículo “Una comunidad organizada”, publicada en el diario Democracia, el 29 de noviembre de 1951, con el pseudónimo Descartes; también la Segunda Parte  del Modelo Argentino, de 1974. En los textos citados se encuentra el núcleo del modelo de sociedad que Perón promovió, al que denominó comunidad organizada.

No pretendemos aquí confrontar lo expuesto en esos textos por Perón, con lo realizado en sus gobiernos, ni procurar indagar el grado de autenticidad subjetiva de sus afirmaciones.

2. Los vocablos sociedad y comunidad son utilizados habitualmente como sinónimos; pero la sociología les atribuye una acepción más precisa, la diferencia radica en el origen de cada palabra. La sociedad se forja de una manera reflexiva y voluntaria; surge cada una de ellas, debido a que algunas personas toman la decisión de crearla o de integrarla: ya sea una sociedad anónima, un club, una asociación cultural, una cooperativa, etcétera. Por el contrario, una comunidad es un grupo que se forma espontáneamente, debido a ciertos elementos comunes entre sus integrantes, que pueden ser la sangre, la cultura, la religión, por ejemplo. Debido a ello, los integrantes de una comunidad están incluidos en ella sin consulta previa, ni posibilidad de renunciar; como ocurre en la familia, y en la nación.

Por lo señalado, la comunidad es un organismo social, a diferencia de la sociedad, que es una organización social; en la comunidad se da una comunión entre sus miembros, en tanto en la sociedad se da un concurso. [2]

El sociólogo Weber caracteriza a la comunidad como una relación social en que la actitud de la acción social está inspirada en un sentimiento subjetivo, ya sea afectivo o tradicional, en los integrantes del todo.

En la sociedad, la actitud de la acción social está motivada por una unión o compensación de intereses, por motivos racionales de fines o valores. [3]

   Aporte del Dr. Alberto Buela

3. Buela, en un congreso dedicado a recordar los cincuenta años de la exposición de 1949, dictó una conferencia sobre “Bosquejo de la idea de Comunidad Organizada”[4]. Comienza sus reflexiones, afirmando que el proyecto es un enfoque crítico de la estructura del Estado demo-liberal, que no puede canalizar las demandas de los ciudadanos. La persona solo será libre en una sociedad libre, que logre alcanzar una justicia social distributiva de modo  proporcional a todos los miembros de la comunidad.

El concepto de libertad expresado por Goethe en la frase dichosa la ley que nos hace libres, se contrapone a la visión de libertad relacionada con el capricho subjetivo; esta última se resume en el homo homini lupus (el hombre es lobo para el hombre) de Hobbes. La comunidad organizada se fundamenta en la convicción de que solo se alcanza el bien común cuando existe un sistema en el que todas las partes que la constituyen pueden lograr su propio bien.

Perón llama organizaciones libres del pueblo a las denominadas entidades intermedias –grupos situados entre las familias y el Estado-, considerando que las mismas deben ser factores concurrentes en los órganos públicos. Pero sin ser absorbidas por el Estado, como ocurre en el fascismo, ni ser elementos de presión en su contra para la conquista del poder político, como en el marxismo.

El Estado no debe interferir en la actividad interna de los gremios, sociedades de fomento, clubes, bibliotecas populares, centros vecinales y afines. Todas esas entidades deben tener independencia del Estado, la comunidad no debe ser un orden que imponga el Estado. Los organismos naturales surgen de manera libre, conformando la comunidad, desde abajo hacia arriba.

En su relación con los aparatos del Estado, las organizaciones son factores concurrentes en aquellos que se vinculan con el ámbito que ellas cubren. Por ejemplo, con la secretaría de Minería, el sindicato de mineros, con el ministerio de Educación, el sindicato de docentes. En el plano local, los centros vecinales deben relacionarse con el Municipio, pues debido a la solidaridad territorial, son representantes naturales de un barrio determinado. En cambio, los sindicatos tienen su representatividad en la solidaridad de base profesional en una rama de producción o servicio.

En el proyecto, las organizaciones libres del pueblo participan en la vida pública, sin estar subordinadas al gobierno, sino insertándose en los diferentes sectores estatales, por su capacidad de sugerir, proponer, e incluso exigir en el ámbito de su propio interés, para que la gestión sea la más eficaz posible. Siempre la decisión le corresponderá al gobierno, en tanto a los entes intermedios les cabe colaborar en la adopción de la decisión correcta; son órganos de consulta y participación necesaria para la solución de los problemas específicos.

Perón sintetiza así su proyecto: “Ni la justicia social ni la libertad, motores de nuestro tiempo, son comprensibles en una comunidad montada sobre seres insectificados, a menos que a modo de dolorosa solución el ideal se concentre en el mecanismo omnipotente del Estado. Nuestra comunidad, a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia.” [5]

 

    Aporte del Dr. Silvio Maresca

4. Por su parte, Silvio Maresca, se ocupa del tema que estamos analizando, en su libro Perón y la filosofía[6]; sostiene que el proyecto de la comunidad organizada, núcleo de la doctrina justicialista, conserva hoy su vigencia porque sus fundamentos se engarzan en una tradición cultural. Perón rechaza las utopías, prefiriendo los proyectos; recordemos que el vocablo utopía fue inventado por Tomás Moro, patrono de los gobernantes y políticos, y significa lugar que no existe. Implica reemplazar la acción destinada a  mejorar el presente y preparar el futuro, por fijar una meta ideal que nunca se alcanza. En su Modelo Argentino[7], Perón denuncia que “La apelación a la utopía es, con frecuencia, un cómodo pretexto cuando se quiere rehuir las tareas concretas y refugiarse en un mundo imaginario; vivir en un futuro hipotético significa deponer las responsabilidades inmediatas.”

Forjar una sociedad constituye un proceso ético político que parte del conocimiento de la realidad y la selección de objetivos concretos que sea factible alcanzar.

Es evidente que la familia no se basta a sí misma para satisfacer las necesidades elementales de la vida; por eso las familias vecinas se agrupan en una  aldea. Se interroga Maresca: si con la aldea alcanza para satisfacer las necesidades biológicas, ¿para qué la polis?  Porque sólo en la polis el hombre puede alcanzar su realización integral, que requiere algo más que satisfacer sus necesidades materiales: el logro de la felicidad. Esta concepción, heredada de las culturas griega y cristiana, está presente en la idea de comunidad organizada.

Aristóteles promovía la autarquía, que no equivale a autonomía -que consiste en dictarse a sí mismo las propias leyes- y ninguno de ambos conceptos implica hacer cada uno lo que desee. La autarquía se identifica con la independencia, con la autosuficiencia, con el bastarse a sí mismo.

El modo de convivencia que permite a los hombres realizarse plenamente, ser  felices, es la polis; esta organización política logra el objetivo al permitir superar la satisfacción de las necesidades materiales, mediante el cultivo de las facultades superiores del ser humano: arte, ciencia, religión.

El mundo moderno, de algún modo está reflejado en la opinión de que el hombre es el lobo del hombre. Hobbes, entre otros, considera que los individuos procuran siempre tomar lo que esté a su alcance, motivado por el deseo siempre insatisfecho de adquirir siempre más. Dicho autor sostiene que el  sentido de la justicia surge luego de fundado el Estado, y se define del modo que lo establezca el propio Estado. Difiere este enfoque con la idea de sociedad que rigió en la antigüedad y en el medioevo, cuando la justicia deviene de la propia sociedad humana, que asimismo es una manifestación natural y no resultado de un contrato. Para Aristóteles, el ser humano es un viviente político, al que le es propio vivir en la polis; quien vive aislado, o es un animal o un dios.

Perón critica la concepción de Estado de Hegel, que conduce a una comunidad mecanizada, y casi sacralizando el Estado, que es un instrumento de la comunidad y no a la inversa.  De esta concepción del Hegel tardío proviene ante todo lo que se llama el hegelianismo de derecha, que culminó en Mussolini y Hitler, mientras el marxismo, con el leninismo, termina en la misma absolutización del Estado.

El gran tema del peronismo es la construcción de la comunidad. Tan dificultosa cuando se exagera el papel del individuo, como sucedió en la modernidad, como cuando después, a modo de reflujo, se sobredimensiona el papel del Estado o incluso de la sociedad.

 

      Análisis del modelo social y político

5. Por lo explicado en el punto 2, la llamada comunidad organizada, es el modelo de una sociedad, no de una comunidad. Por definición toda sociedad constituye una comunidad organizada. Procederemos ahora a procurar establecer sus características y cómo se diseñó.

Se ha manifestado muchas veces que el justicialismo fue influido por el fascismo italiano, e incluso un prestigioso constitucionalista sostuvo que la reforma de la Constitución Nacional de 1949 –marco jurídico de los dos primeros gobiernos peronistas- fue inconstitucional, por motivos formales y de contenido. “Para la impugnación en razón de contenido, se alega que la reforma de 1949 alteró la democracia como forma de estado, suplantándola por un totalitarismo”. [8]

Recordemos que la presentación del trabajo de Perón en el Congreso citado, fue posterior a la sanción de la reforma constitucional aprobada el 11-3-49. La Convención Constituyente, con amplia mayoría del peronismo –la bancada radical se retiró el 8 de marzo- no modificó ninguna de las funciones de los tres poderes clásicos, ni aumentó las atribuciones del Poder Ejecutivo. Al respecto, es interesante repasar lo expresado por el miembro informante, Dr. Arturo Sampay:

 “El alma de la concepción política que propicia la reforma constitucional está inmersa en un dogma que sustenta la primacía de la persona humana y su destino. Tal como lo proclama Perón tantas veces: El Estado debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio del Estado. De esto debemos deducir que el Estado debe promover el bienestar común en un orden justo.

El totalitarismo es la contrafigura de esta concepción política, porque degrada al hombre a la situación de ser instrumento del Estado.

La aparición de los totalitarismos, uno arengando al sometimiento de la voluntad personal mediante la premisa del bien común;  otro utilizando el sistema violento de someter a otros pueblos y razas con el Estado-Dios, amante de la guerra de conquistas”. [9]

La reforma del 49 sólo incorporó seis nuevos artículos; nos parece importante destacar el nunca citado artículo 15, pues esclarece el enfoque del justicialismo, sobre el tema aludido. Comienza expresando: “El Estado no reconoce libertad para atentar contra la libertad”; establece que no se reconocerán agrupaciones que sustenten principios opuestos a las libertades reconocidas en la Constitución, prohibiendo el funcionamiento de milicias y el uso de uniformes, y que sus miembros no podrán desempeñar funciones públicas.

Después de derogada la reforma del 49, recién en 1984, se sancionó la ley de Defensa de la Democracia (Nº 23.077), que en su artículo 11, dispone incorporar al Código Penal el artículo 210 bis, que contempla penas de reclusión o prisión, a quienes integren asociaciones del tipo de las previstas en la Constitución del 49 y que pongan en peligro la vigencia de la Constitución Nacional. En la última reforma constitucional del año 1994, no se incluyó en su articulado nada semejante. 

Vale citar al historiador israelí Raanan Rain, que ha publicado varios trabajos sobre el peronismo, y sostiene “que Perón no era fascista. Pasó algún tiempo en Italia a fines de la década del 30 para especializarse en alpinismo, pero muy alejado de Roma y el centro de los acontecimientos políticos; no se codeaba con jerarcas del régimen. Sin ninguna duda su pensamiento era nacionalista y contenía elementos autoritarios, pero eso no significa que fuera fascista. El pensamiento social de la Iglesia, así como corrientes socialistas de diversos matices, también dejaron su impronta. [10]

Recordemos la definición de fascismo escrita por Mussolini, y que integra la Carta del Trabajo: “Nuestra formula es esta: Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado.[11] Si se compulsa esta definición con la interpretación de la reforma hecha por Sampay, y el contenido de la comunidad organizada, queda clara la diferencia; del resumen del texto que realiza el artículo de 1951 –que reproducimos como Anexo- destacamos una frase:

 “Las instituciones estatales, orgánicamente dependientes del gobierno, están naturalmente tuteladas en su acción por el mismo. Las instituciones populares deben recibir del gobierno idéntico trato, ya que son el pueblo mismo, pero no está en manos del gobierno organizarlas, porque esa organización, para que sea eficaz y constructiva, debe ser popularmente libre”. [12]

El principio ideológico que fundamenta el corporativismo fascista está reflejado en la expresión de Gentile: la “inmanencia del Estado en el individuo”, y en la frase de Bottai: la “identificación de la sociedad con el Estado”. Para aventar cualquier duda, el art. 43 del decreto italiano del 1-6-1926, establece que “La corporación no posee ninguna personalidad jurídica, sino que es un órgano de la administración estatal”. [13]

Con una orientación opuesta, el modelo de comunidad organizada que analizamos, se inscribe en la tradición cristiana, siendo posible advertir la influencia de la encíclica Quadragesimo anno, Pío XI, promulgada en 1931. En ese documento se reitera la vigencia inamovible e inmutable del principio de subsidiariedad, que señala que es necesario permitir que tanto el individuo como las asociaciones menores realicen lo que pueden hacer por sí mismos; el Estado puede ayudar a los miembros inferiores del cuerpo social, pero no destruirlos ni absorberlos. 

Citando a Santo Tomás, recuerda el pontífice que el orden social surge cuando los distintos miembros de la sociedad se unen entre sí por algún vínculo fuerte; la curación  de los males modernos no se logrará sino cuando los miembros de la sociedad  reciban una adecuada organización, según la función social que cada uno desempeña. [14]

Es sabido que la organización corporativa de las actividades económicas existió en Europa durante siete siglos, desde fines del XI, habiendo nacido inspirada por los principios cristianos. Esas corporaciones fueron suprimidas por la Revolucion Francesa, ley Chapelier, 14 de junio de 1781. [15]

Cuando surge la llamada cuestión social analizada por la Rerum novarum de León XIII, el magisterio promueve la restauración de las corporaciones para superar la lucha de clases, aunque prefiere referirse a la organización profesional de la economía, para evitar confusiones con la experiencia fascista. Otro antecedente, muy conocido, es el Código Social de Malinas, que se ocupó del tema.

 Más cerca en el tiempo, Caritas in veritate de Benedicto XVI, señala que el desarrollo, el bienestar social, una solución adecuada de los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, necesitan que la actividad social no se dejen a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como lo actuales. La solidaridad es en primer lugar que todos se sientan responsables de todos, por tanto, no se puede dejar solamente en manos del Estado”.  [16]

6. Creemos que la comunidad organizada de 1949 se perfecciona en 1974, con el Modelo Argentino; del que reproducimos algunos párrafos:

*”si tuviera que decidirme por un factor aglutinante, optaría por la solidaridad social, como fuerza poderosa de cohesión que sólo un pueblo maduro puede hacer geminar”.

*”La vida política de la sociedad argentina del futuro ha de realizarse en comunidad organizada. Propongo que esa comunidad organizada configure la democracia social.”

*”la concepción liberal…sólo reconoce, prácticamente, el papel de las organizaciones intermedias denominadas partidos políticos. En la acción concreta las organizaciones intermedias que responden a grupos sociales o profesionales han sido calificadas como correspondientes a una concepción corporativista del Estado”.

*”Una toma de conciencia, debidamente razonada, nos pone en situación de ir directamente hacia las estructuras intermedias completas que, cubriendo partidos políticos y grupos sociales, den a nuestra comunidad la fisonomía real de lo que queremos calificar como democracia social”.

*“Es orgánica porque se realiza en comunidad organizada y porque en tal comunidad participan todos los grupos políticos y sociales en el proceso nacional integrados con todas las fuerzas representativas de los distintos sectores del quehacer argentino”.

*”Procura el bien común en la concepción amplia que ha definido la Iglesia y lo persigue a través del desarrollo social del país”.

*”El ciudadano se expresa como tal a través de los partidos políticos cuya vigencia lleva al funcionamiento de los cuerpos políticos legislativo y ejecutivo. Pero también el hombre, a través de su condición de trabajador, intelectual, empresario, militar, sacerdote, etc., tiene que organizarse para participar en otro tipo de recinto, como puede ser, por ejemplo, el Consejo para el Proyecto Nacional Argentino”. [17]

Se puede afirmar que el modelo es una adaptación para nuestro país de una serie de antecedentes que se verificaron en Austria, España y Portugal, especialmente. La defensa colectiva ante los poderes públicos deben considerarse hechos naturales, modalidades de la condición social del hombre. La concepción atomista de la sociedad y el principio económico de libre concurrencia, que llevaron a la abolición de las corporaciones y de cualquier clase de asociación de personas de un mismo estado o profesión para la defensa de sus intereses, fueron cediendo a la presión ejercida por los grupos sociales.

Los Estados fueron delegando funciones en sujetos de derecho, no estatales, representativos de intereses colectivos o gremiales. La existencia de dichas entidades con facultades, incluso, para ejercer funciones públicas, es compatible con un Estado de derecho.

Las llamadas instituciones intermedias pueden colaborar con el Estado, aun cuando sometidos al régimen legislativo y de fiscalización que aquel imponga. Y deben colaborar pues forman parte con aquel de la misma sociedad, y porque, de esta manera, excluyen el riesgo de cesarismo e incompetencia estatales. Actualmente, no toda entidad de derecho público es necesariamente una entidad estatal. La doctrina y el derecho positivo han denominado personas de derecho público no estatales a las instituciones privadas regidas por el derecho público.

Hoy la legislación atribuye a distintas categorías de profesionales el ejercicio de funciones públicas: a los escribanos públicos o notarios, la realización de actos que hacen fe pública y el contralor de preceptos legales en materia tributaria; al médico, que cumple un servicio de necesidad publica, la expedición de certificados, que la doctrina califica de actos rodeados de fe pública, etc. Ciertas funciones de policía judicial y estado civil a cargo de capitanes de naves mercantes, la prestación de servicios públicos por concesionarios, etc. Recordemos que, por ejemplo, en nuestro país la matrícula habilitante de las profesiones, son otorgadas por los respectivos consejos o colegios profesionales, no por las universidades, que sólo expiden el diploma académico; asimismo, el control de conducta está a cargo de dichas entidades privadas.

Es propio de la buena administración que, respecto de aquellas actividades públicas que afectan intereses específicos o que se hallan regidas por normas técnicas o científicas, tengan una intervención decisiva los grupos interesados y las organizaciones profesionales. De esta manera, dichas asociaciones tendrán voz y voto en las decisiones que les conciernen -razón de justicia-; las resoluciones se adoptaran con la intervención de quienes poseen mejor  información y conocimiento en la materia –razón de eficacia-; y aquellos a quienes se dirigirán y que deberán cumplirlas se hallaran solidarizados y comprometidos en su formulación -razón política.  [18]

7. Consideramos que el modelo no alcanzó a desarrollarse plenamente, en su faz teórica, pero ha sido aplicado; pudiendo citarse al respecto:

*En la Constitución de 1949, la incorporación del artículo 37, que introduce los derechos del trabajador, en especial el inciso 10, referido al derecho a la defensa de los intereses profesionales. Asimismo, el artículo 38 que establece que la propiedad privada tiene una función social y, en consecuencia, estará sometida a las obligaciones que establezca la ley con fines de bien común.

*En la Constitución del Chaco, de 1951, el art. 33, introdujo una forma de participación de las entidades intermedias en el Poder Legislativo, que se integraría en una mitad de los cargos, por elección de la ciudadanía a través de los partidos, y otra mitad por listas de candidatos de miembros de entidades regidas por la ley de asociaciones profesionales, que integraran la Confederación General del Trabajo, la Confederación General Económica o la Confederación General de Profesionales.

*La Ley 14.250 de 1953, que instituye las Convenciones Colectivas de Trabajo, que se mantiene vigente, casi 70 años después, con pequeñas modificaciones, significó un avance significativo en lograr un marco de seguridad jurídica para las siempre conflictivas relaciones entre empleados y patrones. Las convenciones colectivas se negocian periódicamente para fijar y actualizar: los montos salariales, categorías, condiciones de trabajo y estabilidad, etcétera.

8. Para concluir, estimamos que el modelo analizado constituye un antecedente valioso para una imprescindible reorganización profunda de la sociedad argentina, actualmente desordenada en sumo grado, y afectada por un notorio debilitamiento de la amistad social y de confianza en el futuro. Sólo la participación activa de todos los sectores en la vida cívica, procurando un consenso patriótico que permita fijar objetivos comunes, nos permitirán superar la crisis recurrente que nos afecta.

Hace apenas cuatro años, nuestros pastores, al conmemorarse el bicentenario de la Independencia, nos alertaban:

“El ideal de vivir la Argentina como una gran familia, donde la fraternidad, la solidaridad y el bien común incluyan a todos los que peregrinamos en su historia, está muy lejos de haberse alcanzado. La independencia y libertad proclamadas hace dos siglos, no siempre se tradujo en tiempo de paz y progreso para todos. Provincias sin recursos y familias sin casa, con muchos argentinos al borde o fuera del sistema laboral, no reflejan las aspiraciones federales de los congresales en Tucumán”. [19]

*****

 

ANEXO

Una Comunidad Organizada

Cuando hablamos de una “comunidad organizada”, nos referimos a un gobierno, un Estado y un pueblo que orgánicamente deben cumplir una misión común. Para que ello suceda, es menester primero establecer esa misión, luego ordenarse adecuadamente para cumplirla, disponiendo de una organización objetiva, simple, pero eficaz y estable, aunque animada por un alto grado de perfectibilidad.

Uno de los errores más recuentes de la organización es la falta de objetividad. Aunque parezca mentira, los hombres pocas veces conocen claramente “lo que desean”. Este es el punto de partida de numerosos y groseros errores en la organización. Ninguna organización puede iniciarse si antes no fijamos su objetivo o finalidad. Los efectos de los errores de esta clase, cometidos en el comienzo orgánico, difícilmente se corrigen en el curso de los acontecimientos.

Lo difícil y lo complejo son siempre antagónicos de lo orgánicamente funcional. El secreto está en transformar en simple lo complejo y en claro lo difícil. La simplificación y clarificación es un proceso de síntesis. La simplicidad en lo orgánico es la base del éxito en la ejecución.

La comunidad en su planteamiento orgánico no escapa a estos grandes principios. La doctrina es la finalidad, encarnada en el alma colectiva de la comunidad. La teoría, sus formas de ejecución.

Al finar una doctrina, establecida en la Constitución Justicialista, y una teoría, evidenciada en las realizaciones mismas del peronismo, la comunidad argentina ha comenzado el cumplimiento de su misión común. En la doctrina, la teoría y la misión está el germen de la organización Justicialista.

A la actual organización del gobierno y del Estado ha de seguir la del pueblo. El justicialismo concibe al gobierno como el órgano de la concepción y planificación, y por eso es centralizado; al Estado como organismo de la ejecución, y por eso es descentralizado, y al pueblo como el elemento de acción, y para ello debe estar también organizado.

Los tres factores, gobierno, Estado y pueblo, deben actuar armónicamente coordinados y equilibradamente compensados en la ejecución de la misión común. Para que ello ocurra, son necesarias una subordinación ajustada y absoluta del Estado al gobierno y una colaboración y cooperación inteligentes de las distintas fuerzas del pueblo con el gobierno y las instituciones estatales. Sólo así la comunidad puede constituir un conjunto orgánico y armónico para empeñarse a fondo en el cumplimiento de una tarea común. Por eso el Estado moderno no podrá cumplir su cometido si no realiza acabadamente su organización.

El gobierno, tal como lo concibe el justicialismo, es una acción destinada a la dirección común en forma de posibilidad que cada uno se realice a sí mismo, al propio tiempo que todos realizan la comunidad. Posibilitar, ayudar, impulsar la acción de todos y de cada uno es una función elemental de gobierno.

Las instituciones estatales, orgánicamente dependientes del gobierno, están naturalmente tuteladas en su acción por el mismo. Las instituciones populares deben recibir del gobierno idéntico trato, ya que son el pueblo mismo, pero no está en manos del gobierno el organizarlas, porque esa organización, para que sea eficaz y constructiva, debe ser popularmente libre.

Para realizar esta concepción es menester que el pueblo se organice en sectores de diversas actividades afines, ya sean éstas formativas o de realización, de modo de poder llegar representativamente a la dirección común con las exigencias, necesidades, aspiraciones, colaboración y cooperación.

Desde hace cinco años propugnamos esa organización; los bienes que ella acarreará en lo colectivo y en lo individual han de persuadir a todos sobre la necesidad de hacerlo. Las fuerzas económicas, de la producción, la industria, el comercio, del trabajo, de la ciencia, las artes, la cultura, etc., necesitan de esa orgánica elemental para su desarrollo, consolidación y progreso ulterior. El gobierno y el Estado también lo necesitan para servirlas, ayudarlas, impulsarlas y protegerlas.

Cuando escuchamos críticas interesadas, superficiales o subalternas, sobre el insólito desarrollo de la organización de algunos sectores de la comunidad argentina, no podemos menos que preguntar por qué los demás no hacen lo mismo si, lejos de impedirlo u obstaculizarlo, el gobierno hace cinco años que ruega al pueblo argentino que se organice, porque siendo su función la de gobernar, se da cuenta de que no puede gobernarse lo inorgánico.

Para cualquiera de las tres formas de la conducción, dirigir, gobernar o mandar, es indispensable una organización previa.

Si para un mejor gobierno de lo interno la organización es indispensable, para enfrentar lo internacional esa organización es un imperativo ineludible de nuestra época. Si pueden tolerarse “disonancias” en los asuntos entre argentinos, no podemos presentarnos con dualidades al exterior sin correr el grave riesgo de desaparecer como nación.

Descartes (Perón), Diario Democracia, 29-6-1951.

 

Bibliografía consultada

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Rodas, Matías (2019). “El artículo 33º de la Constitución de la provincia Presidente Perón. Doble voto sindical: orígenes, discusión y puesta en práctica”; Tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional de Tres de Febrero.

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Weber, Max (1969). “Economía y sociedad”; México, Fondo de Cultura Económica.

 

 

 

 

 

 



[1] Castelucci (2014), pp. 9-17.

[2] Bidart Campos (1973), pp. 65-66.

[3] Weber (1969), T. I, p. 33.

[4] Buela (1999), pp. 11-14.

[5] Perón (1949), Cap. XXI.

[6] Maresca (2008), pp. 12, 70, 74, 76, 104/105, 125, 127.

[7] Perón (1974), 2da. Parte, p. 69.

[8] Bidart Campos (1972), p. 84.

[9] Beccacece (1985), pp. 62-63.

[10] Rein (2015), pp. 10-11.

[11] Mussolini (1973), p. 157.

[12] Perón (1951).

[13] Cit. por Messner (1967), p. 671.

[14] Pío XI (1931), párrs. 79, 83, 84.

[15] Belaunde (1953), p. 66.

[16] Benedicto XVI (2009), párrs. 5, 38.

[17] Perón (1974), 2da. Parte, pp. 56-68.

[18] Giorgi (1965), pp. 106, 106, 190, 196, 201, 214, 222.

[19] Conferencia Episcopal Argentina (2016). “Bicentenario de la Independencia: tiempo para el encuentro fraterno de los argentinos”; Buenos Aires, Oficina del Libro.