por Juan Alberto Yaría(*)
Aparecen nuevos cuadros clínicos en esta epidemia. No solo los adultos mayores en aislamiento con cuadros de depresión, aceleración de la dementización con deterioros cognitivos (de a poco la persona empieza a cambiar y a sus allegados les parecen raras ciertas percepciones e ideas), insomnio, aumento de peso, consumo de alcohol e incluso de drogas. La angustia busca escapes que son en el fondo encerronas.
El miedo que ya es pánico y
no sana alerta se apodera de todos. Incluso he tratado situaciones de adultos
que han tapiado su casa y se han enfermado ya en un ambiente espeso de virus
desconociendo un principio básico que es la ventilación. Todo pasa cuando el
miedo pasa a ser pánico y ya el stress patológico ciega todo pensamiento y
criterio de realidad.
El aislamiento en los enfermos
Me interesa mucho hoy los ya enfermos de Covid o los que son aislados en un centro sanitario o en un hotel esperando el resultado de la prueba de hisopado. Ese aislamiento es un verdadero estrés postraumático que retorna con pesadillas aun cuando ya han superado la enfermedad.
Viven la experiencia del Límite de la cual tanto habló nuestro maestro en filosofía y psiquiatría K.Jaspers en donde el sufrimiento, el dolor, el miedo a morir nos enfrenta en la soledad de un cuarto con profesionales que nos visitan con vestimentas diferentes y paso a ser un objeto de análisis, tomografías, pocas palabras recibe es solo un cuerpo que se estudia, lejos de sus familiares y con la incertidumbre de un duelo final (duelo como lucha con la Parca que aparece en cada instante como una posibilidad).
El maestro Jaspers decía que solo se sale atravesando esa realidad acuciante que todos en diferentes circunstancias la vivimos. Necesitamos atravesarla y no claudicar y ahí aparece el significado del sufrimiento como la esencia del milagro de la vida.
Solo con la luz mortecina de una habitación de una clínica o de un hotel. Ya le cansaba ver el televisor que repetía de una manera obsesiva los daños del Cavad. Tomarse la fiebre, buscar la comida dejada en la puerta sin ver a nadie; de repente todo cambió.
La historia de Jorge
Jorge me consulta luego de un post-covid superado. Me narra con angustia que festejando su cumpleaños empieza a sentir un cansancio muscular y un agotamiento que nunca sintió, se toma temperatura que llegaba a 39 grados. Todo de repente y el mundo, su mundo, cambia.
Ahí como un tropel de sensaciones viene todo: hisopado que confirma la enfermedad, sala de guardia de un sanatorio con gente alrededor que tose y vuela de fiebre, vestimentas extrañas de los médicos y enfermeros que nunca había visto.
Pocas palabras, era un
conjunto de órganos a estudiar, tomografías, radiografías, análisis. Todo bajo
un silencio atroz. Luego la soledad de una sala de sanatorio. El televisor era
su compañero, pero este le devolvía noticieros que lo espantaban con tumbas y
llantos de personas que habían perdido a sus familiares.
El miedo a la muerte
“Tenía miedo a morirme”; me dice con la sinceridad del que se salvó y me preguntaba “porque justo ahora que quería cambiar mi vida y justo en el día de mi cumpleaños”.
Esto le digo es un mensaje porque él quería cambiar su vida ya que de un ingeniero brillante terminó siendo un buscador de crack en barrios críticos, dilapidando fortunas, bienes, neuronas y un proyecto de vida. Hablamos que tenía una segunda oportunidad. Recuerdo ahí a Quevedo:” …en el mundo naciste para vivirlo y padecerlo, pero tú debes como huésped habitarle”.
Jorge se dio cuenta que solo somos huéspedes en este banquete de la vida y debemos aprovechar esa gracia de habitar el mundo. Un huésped que viene y se va. Lucrecio decía:” ...huéspedes, pasajeros, gente invitada al banquete y cuando uno se retira del banquete debe estar contento y agradecer”.
Somos huéspedes y se preguntaba el poeta Antonio Machado como debe vivir un huésped “cuando llegue el día del último viaje converso con el hombre que va conmigo y cuando parta la nave que nunca ha de tornar me encontrareis a bordo ligero de equipajes, casi desnudo como los hijos de la mar”.
Jorge se estaba dando
cuenta que vivir es difícil, pero vivimos para aprender a vivir. En este caso
teniendo como testigo la luz mortecina de la sala del sanatorio.
La filosofía del pasajero
Jesús decía “no toméis nada para el camino”. Debemos despojarnos de las cargas del Yo, el narcisismo que se nos inserta en cada momento de la vida. Somos frágiles.
Nuestra filosofía debe ser la del pasajero le decía al paciente y aprovechar este momento y agradecer que lo vivimos y no perdernos en la Carbonilla o en el Bajo Flores (villas de venta de drogas), le comentaba al paciente en la consulta.
Por su dignidad;” vos no te
lo mereces “, le dije. “Sobre mi mente pasaban mi madre, mi hermana, mi padre;
yo no quería morir; me di cuenta que tenía mucho por hacer”.” Tenía mucho por
hacer antes de morir”. Así iba a empezar un tratamiento; esta vez en serio.
Caída de los nuevos dioses
Hans Joas -sociólogo y filósofo de nota en este momento en Europa y Profesor de Sociología de las Religiones en universidades americanas- marca que hay una crisis de una nueva sacralidad luego de la crisis que instauró la secularización del mundo con diversas formas de ateísmo y gnosticismo.
La postmodernidad trajo nuevos dioses: el dinero, las drogas, el sexo sin límites, el chem sex (drogas con sexo indiferenciado), el poder sin límites, el individualismo como valor central en la vida. Es lo que llama la post-secularización con nuevos Dioses en crisis y que mueven multitudes. El covid nos remite en el caso de las adicciones a la caída de uno de esos ídolos sacros, las drogas. La pregunta del paciente Jorge en términos de Nietzsche sería: “No te pregunto de que eres libre sino para que eres libre”.
La imaginación al Poder se gritaba en Paris del 68 y los mayores, profesores de las universidades les respondían: “¿Si todos hacen lo que quieren quienes harán lo que deben?”
Tengo muchas historias para contar de gente que me ha consultado estos días después de haber pasado el covid. Esta es solo una de ellas y quizás un signo, un mensaje que recibió este paciente el día de su cumpleaños rodeado de amigos de andanzas adictivas para cambiar y que pueda participar del Banquete de la Vida sin despreciarla viviendo en la Carbonilla (la Paternal) o con los transas del Bajo Flores.
Es quizás “el para que eres
libre” de Nietzsche o qué sentido tiene tu vida. El covid lo ayudó a
preguntarse eso.
(*) Director general de Gradiva - Rehabilitación en adicciones
(La Prensa, 23.08.2020)