Las filicidas que parieron la multinacional del filicidio (IPPF)
Infocatólica, 22.08.20
Hace más de cien años, una
mujer de origen judío, Sadie Sachs intentó matar a su hijo por nacer. Descreída
de la Divina Providencia, Sadie temió no poder mantener otro hijo. Así que un
caluroso día de julio de 1912, el esposo de Sadie, Jake, llegó a casa del
trabajo y la encontró inconsciente. Jake llamó a un médico, quien llamó a una
enfermera, que se llamaba Margaret Sanger.
Cuando se estaba
recuperando, Sadie le preguntó al médico si había algo que pudiera hacer para
evitar otro hijo. En sus memorias, Sanger escribió más tarde que el médico le
dijo sórdidamente a Sadie que se resistiera a “más alcaparras [= niño] de este
tipo“, y luego ella le preguntó: “¿qué puedo hacer para prevenirlo?“. El médico
le dijo: “Dile a Jake que duerma en el techo“.
Tres meses después, Sadie
Sachs trató, de nuevo, de matar a su hijo que todavía estaba en su etapa de
gestación. Sadie Sachs fue castigada por Dios: murió matando a su hijo.
Jake Sachs volvió a llamar a
Sanger. Esta vez, Sadie ya estaba muerta. Fue entonces cuando Sanger decidió
ser cómplice de las mujeres que deciden matar sus hijos en su mismo seno,
convirtiendo sus vientres en cementerios de sus propios bebés.
Margaret Sanger tuvo un
padre soldado que tallaba ángeles y santos una madre heroica, pero ella en vez
de imitar a virtud de su madre, devino asesina serial de niños por nacer.
Incluso de las madres más santas, a veces pueden salir hijos degenerados. Es el
misterio del libre albedrío. Ser santos o criminales depende de cada cual.
Margaret tuvo diecisiete
hermanos. Su madre, una bondadosa mujer irlandesa, murió heroicamente por la
maternidad y las generosas luchas de cuidar de una familia numerosa católica.
Margaret fue enfermera. Se
casó joven con el arquitecto judío y artista moderno William Sanger, un
anarquista que era un enemigo furibundo de la religión.
William y Margaret se
mudaron a la ciudad de Nueva York, donde militaron activamente en la revolución
anti-cristiana. Tanto su esposo como la anarquista Emma Goldman, también de
origen judío, corrompieron la inteligencia de Margaret. Goldman le inculcó las
ideas del “amor libre”, esto es, de la lujuria descontrolada.
Sanger comenzó a concebir la
maternidad como una “esclavitud biológica”, lo cual fue fruto de una absurda
ideología según la cual las mujeres deberían evitar los hijos para tener más
importancia en el mundo y en la política, como explica Jonathan Eig, autor de
The Birth of the Pill. “Las mujeres se dieron cuenta de que si querían seguir
participando en la comunidad, si querían mantenerse activas, tenían que tener
menos hijos”, le dice a TIME. “Ahí es cuando empiezas a ver que las mujeres se
dan cuenta de que existe un vínculo entre el tamaño de la familia y el poder
político“.
Ese movimiento subversivo
promovía que las mujeres desprecien la maternidad para salir a trabajar a la
calle como los varones, lo cual devino una de las principales modas del absurdo
mundo contemporáneo. Eig lo dice así: “Una vez que puede controlar su propio
cuerpo, puede controlar su propia vida, y luego puede afirmarse en su familia,
su comunidad, en el lugar de trabajo“. En fin: la mujer debe renunciar a la
maternidad para devenir operaria en las calles.
En 1912, Sanger escribió “Lo
que toda niña debería saber”, una serie de artículos en el suplemento dominical
del pasquín marxista New York Call.
En 1916, Sanger abrió un
local en Brooklyn que ofrece asesoramiento sobre anticoncepción. Felizmente,
después de una semana y media, fue allanada por la brigada de vicio de la
policía de Nueva York, que arrestó a Sanger y a uno de sus empleados, confiscó
los suministros del tugurio. Luego, la hermana de Sanger, Ethel, que era
cómplice en la clínica, también fue arrestada. Más tarde, Sanger también fue
encarcelada, aunque lamentablemente solo un mes. Obcecada en el mal, lanzó una
revista, The Birth Control Review, y dos organizaciones, la American Birth
Control League y la Birth Control Clinical Research Bureau, que en 1942 se
fusionarían para convertirse en la gran multinacional del filicidio prenatal:
Planned Parenthood Federation of America (IPPF).
Sanger devino un modelo del
mal. Es tal la malicia que se llegó a crear un premio que lleva su nombre. Y,
como lo semejante busca lo semejante, le dieron este sanguinario premio a
Hilaria Clinton, que recibió el “Premio Margaret Sanger de Planned Parenthood”
en marzo de 2009. Cuando Clinton compareció ante el Comité de Asuntos
Exteriores de la Cámara de Representantes el mes siguiente, el lúcido
congresista Chris Smith declaró que
Sanger fue “un eugenista y racista sin complejos que dijo: ‘Lo más
misericordioso que hace una familia por uno de sus hijos miembros es matarlo‘”.
A tanto llegó el racismo de Sanger
que llegó a decir: “No queremos que se corra la voz de que queremos exterminar
a la población negra“
Sanger llegaba a aplicar el
término ‘no apto‘ a ciertos individuos".
El racismo de Sanger era tan
abierto que incluso es admitido por los miembros de la multinacional del
filicidio (IPPF). En efecto, como confiesa Jean Baker en la introducción de su
nueva biografía, Margaret Sanger: A Life of Passion, “un miembro del personal
de Planned Parenthood de Nueva York admitió (…) [que] ella era racista y eugenista”.
El racismo filicida fue tan
radical que el pastor protestante negro Clenard Childress, describió al
filicidio prenatal como parte de un “plan racista eugenésico” diseñado “para
controlar el nacimiento de ‘malas hierbas humanas’“.
Sanger abrió centros suyos
en vecindarios afroamericanos, para lo cual contó con la complicidad de muchos
negros criminales –que no se dieron cuenta de la veta racista de Sanger-,
incluso del santón Martin Luther King Jr. En efecto, como admite la
historiadora Jill Lepore, en un artículo reciente en The New Yorker, Martin
Luther King Jr. se unió a un comité de Planned Parenthood.
Respecto de la relación de
Sanger y Martin Luther King, uno de los “grandes santos del mundo moderno”,
digamos una palabra más. En 1966, el año en que murió Sanger, Martin Luther
King aceptó el siniestro “Premio Margaret Sanger de Planned Parenthood”, a
pesar que la aceptación de ese premio suponía la aprobación implícita de la
masacre prenatal de incontables bebés negros.
En el discurso que escribió,
pronunciado por su sórdida esposa, Coretta Scott King, describió un “parentesco
sorprendente entre nuestro movimiento y los primeros esfuerzos de Margaret
Sanger“.
¡Que Dios convierta a los
filicidas y extirpe sus centros criminales!
Padre Dr. Federico Highton,
SE
22-VIII-MMXX
Fiesta del Corazón
Inmaculado de María