San Martín: sus ideas y creencias

 Por Mario Meneghini

 

Daguerrotipo de San Martín realizado en Paris en 1848

Durante mucho tiempo se presentó al Padre de la Patria como un ser etéreo, como el santo de la espada, sin debilidades ni pasiones, al que no se puede involucrar en definiciones políticas. Si de algo ha servido un revisionismo histórico anti-sanmartiniano, que parece gozar con la difusión de ataques o dudas sobre la imagen del héroe, es que ha obligado a analizar con más profundidad aspectos antes poco mencionados de su vida y obra. Nos interesa ahora bucear en cuatro cuestiones: su presunta afiliación masónica, su ideología política, su religiosidad, y su preferencia sobre las formas de gobierno.

En los últimos años se ha acentuado la creencia de que nuestro Libertador perteneció a la masonería. Incluso en una historieta para niños publicada por Felipe Pigna, cuyo relator es “el caballo blanco de San Martín”, se explica a los lectores: “San Martín fue iniciado como masón en la logia Integridad de Cádiz, afiliándose a la logia Caballeros Racionales Nº 3 de dicha ciudad”. (1)

Un admirador del general, el Dr. Favaloro, en un interesante libro de divulgación considera que “el hecho más trascendente que ocurre en Cádiz es la incorporación de San Martín a las logias, que tanta importancia tendrán posteriormente en la Gesta Libertadora y que se originaron en Londres… Es indudable que todas poseyeron características masónicas similares a la Gran Logia de Londres” (2).

También historiadores de prestigio han aceptado esta hipótesis y han llegado a interpretar su retiro del Perú, como resultado de una decisión masónica disponiendo que Bolívar se hiciera cargo del mando en la gesta libertadora.

Esta falacia es difundida por la masonería; recordemos que en nuestra ciudad en noviembre del 2015, se desarrolló una Exposición Masónica, abierta al público, en el Centro Cultural Córdoba, con el auspicio oficial del Gobierno de la Provincia, y organizada por la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. En la folletería que se repartía se comentaba “que militaron en ella, al igual que ahora, las más destacadas figuras de la nación. [por ej.] José de San Martín, quien nos dio patria y libertad”.

El día 26 de noviembre dictó una conferencia el Gran Maestre, Nicolás Breglia, quien expuso una síntesis de la importancia de la institución que preside, destacando la participación decisiva que jugó en el proceso de independencia nacional. Hizo hincapié en que sólo puede aceptarse que la verdad es siempre relativa, y la libertad implica respetar cuestiones personales como el derecho al aborto y a la elección sexual. (3)

Es cierto que la masonería influyó en algunos hombres públicos del pasado argentino. Rodríguez Peña, por ejemplo, fue uno de los 58 residentes en el Río de la Plata, que se incorporaron a las dos logias masónicas instaladas durante las invasiones inglesas (Estrella del Sur, e Hijos de Hiram). Otros dos formaron parte de la 1ra. Junta de gobierno: Mariano Moreno y Castelli (Según figura en las Memorias del Cap. Gillespie).

Pero con respecto al Padre de la Patria, sorprende este tipo de aseveraciones, ya que, como lo admite uno de sus biógrafos más conocidos, don Ricardo Rojas, “no existe ningún documento para probar que San Martín haya sido masón” (4). Por otra parte, cuando llegan a Buenos Aires los restos mortales del Libertador, en 1880, la masonería no participa en los homenajes, pues no lo consideraba uno de los suyos. La primera ocasión en que se sostiene que el general era masón, fue el 22-6-1883, con motivo del debate por la enseñanza laica (Ley 1420), por boca del diputado Emilio Civit.

Cabe agregar el testimonio de dos ex- presidentes de la República, que desempeñaron, además, el cargo de Gran Maestre de la Masonería Argentina. Bartolomé Mitre escribió: “La Logia Lautaro no formaba parte de la masonería y su objetivo era sólo político” (5). Es importante destacar que para esta cuestión Mitre consultó al General Matías Zapiola, quien había integrado la Logia.

Por su parte, Domingo Faustino Sarmiento opinó: “Cuatrocientos hispanoamericanos diseminados en la península, en los colegios, en el comercio o en los ejércitos se entendieron desde temprano para formar una sociedad secreta, conocida en América con el nombre de Lautaro. Para guardar secreto tan comprometedor, se revistió de las fórmulas, signos, juramentos y grados de las sociedades masónicas, pero no eran una masonería, como generalmente se ha creído...” (6).

La Revista Masónica Americana, en su Nº 485 del 15 de junio de 1873, publicó la nómina de las logias que existieron en todo el mundo hasta 1872, y en ella no figura la Lautaro (7).

 

El mayor aporte documental que contribuyó a aclarar definitivamente esta cuestión, fue publicado en una revista especializada (8), cuyo director, Prof. Patricio Maguire, logró que las tres grandes logias de: Inglaterra, Irlanda y Escocia, respondieran un cuestionario sobre:

-Las Logias: Lautaro, Caballeros Racionales Nº 7 y Gran Reunión Americana.

-Y las personas siguientes: Francisco Miranda, Carlos María de Alvear, Simón Bolívar, José de San Martín, Matías Zapiola, Vicente Chilabert, Bernardo O’Higgins, Luis López Méndez y Andrés Bello.

 

Respuestas:

Gran Logia Unida de Inglaterra, 21-8-1979

1. La Logia Lautaro era una sociedad secreta política, fundada en Buenos Aires en 1812, y no tenía relación alguna con la Francmasonería regular.

2. La tres Logias que Ud. menciona en su carta, jamás aparecieron anotadas en el registro o en los Archivos ni de los Antiguos ni de los Modernos ni de la Gran Logia Unida de Inglaterra: no hubieran sido reconocidas como masónicas en este país entonces o posteriormente.

3. Las seis personas mencionadas en su carta, de acuerdo a nuestros archivos, nunca fueron miembros de Logias bajo la jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra.

4. La Gran Logia de Inglaterra no era el único organismo masónico existente durante el período en el cual Ud. está interesado. Existían Grandes Logias independientes en Irlanda, Escocia, Francia, Holanda y Estados Unidos de América, todas las cuales autorizaban la instalación de logias propias.

5. Nunca han existido medios legales para prohibir que extranjeros en Inglaterra crearan sus propias Logias, pero tal acción siempre ha sido considerada por la Gran Logia de Inglaterra como una invasión de su soberanía territorial, y las logias así creadas no serían reconocidas como regulares, ni se permitiría a sus miembros concurrir a las Logias inglesas, o que los masones ingleses concurrieran a aquellas.

James William Stubbs - Gran Secretario

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Gran Logia de Escocia, 30-6-1980

Con referencia a su carta del 17 de junio concerniente a las seis personas mencionadas en su comunicación, le informo que las conexiones que la Gran Logia de Escocia tuvo con Sudamérica fueron establecidas en fecha muy posterior a las de la Gran Logia Unida de Inglaterra, ya que la primera Logia Escocesa no fue autorizada hasta 1867.

Gran Secretario

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Gran Logia de Irlanda, 24-6-1980

Dublin, 24 de junio de 1980

La Gran Logia de Irlanda nunca estuvo activa en Sud América y no hemos tenido relación alguna con los organismos que Ud. menciona.

La respuesta a las preguntas que Ud. específicamente formula son:

1. No hemos emitido patentes (Cartas de Instalación) a ninguna de las Logias arriba mencionadas y no existe registro alguno de ninguno de los nombres que menciona, como miembros de logias irlandesas.

2. No existe posibilidad alguna de que una logia nuestra haya emitido patentes o iniciado a ninguna de las personas mencionadas, por cuanto no estaban activas en sus áreas.

3. Desde el establecimiento de la Gran Logia de Irlanda en 1725 se estableció que temas de Política o Religión no podían ser considerados en ninguna de nuestras logias, ni éstas tampoco debían comprometerse en actividad política alguna. Este principio permanece vigente hasta el presente día.

J.O. Harte – Gran Secretario

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Religión

Sobre la posición de San Martín en materia religiosa, ha investigado especialmente el P. Guillermo Furlong, quien llega a esta conclusión: “Hemos de aseverar que San Martín no sólo fue un católico práctico o militante, sino que fue, además, un católico ferviente y hasta apostólico” (9).

Pero hay un testimonio curioso, que viene a confirmar lo dicho; con ocasión de una misión pontificia en Buenos Aires, presidida por Mons. Muzi, en 1824, estando San Martín ya alejado de toda función oficial. En esa oportunidad, el Gobernador Rivadavia no recibió al Vicario Apostólico, y le prohibió administrar la confirmación que la gente le requería. Pues bien, el testimonio corresponde a un integrante de esta misión, el P. Mastai Ferreti; quien sería luego el Papa Pío IX, apuntó en su Diario de Viaje: “San Martín (...) recibido por el Vicario, le hizo las más cordiales manifestaciones” (10).

La Masonería fue condenada por el Papa Clemente XII mediante la Bula In Eminenti, del 4 de mayo de 1738, donde se prohíbe “muy expresamente (...) a todos los fieles, sean laicos o clérigos (...) que entren por cualquier causa y bajo ningún pretexto en tales centros (...) bajo pena de excomunión...”. Esta condenación fue confirmada por el Papa Benedicto XIV en la Constitución Apostólica Providas del 15 de abril de 1751, y como consecuencia, fue también prohibida la Masonería en España, ese año, por una pragmática de Fernando VI.

Por ello es importante esclarecer este punto, pues “el catolicismo profesado por San Martín establece una incompatibilidad con la Masonería, a menos que fuera infiel a uno o a la otra” (11). Consta en las Memorias de Tomás de Iriarte, que Belgrano rechazó la posibilidad de ingresar en la organización, “aduciendo -precisamente- la condenación eclesiástica que pesaba sobre la secta (12).

El único antecedente que podrían exhibir, hasta hace poco, quienes defienden la hipótesis comentada, es una medalla acuñada por la logia “La Parfaite Amitié”, de Bruselas, en 1825. En ese año, el rey Guillermo I, soberano del Reino Unido de los Países Bajos -ante el incipiente deseo de los belgas de separarse de Holanda-, dispuso acuñar diez medallas diseñadas por el grabador oficial del reino, Juan Henri Simeon, con la efigie de otras tantas personalidades de la época, una de las cuales era precisamente el Libertador, que estaba residiendo en dicho país.

 

Nuevos datos sobre San Martín

En la revista Todo es Historia, en el 2009, se publicó un artículo del embajador Guillermo Jacovella, (13) que aporta nueva información, debidamente documentada, y esclarece definitivamente el tema. Para esta medalla el general posó expresamente, y se logró el único retrato de perfil de nuestro héroe.

El problema es que se conserva una sola medalla en bronce, en la Biblioteca Real de Bruselas, que tiene escrito, en el reverso: “Loge La Parfaite Amitié constituée a l’Oriente de Bruxelles le 7 julliet 5807 (1807) au Géneral San Martín 5825 (1825)”. Las fechas que figuran tienen su explicación en que los masones no utilizan el Anno Domini, sino el Anno Lucis, de acuerdo a la cronología impulsada por arzobispo irlandés del medioevo, James Ussher, que situó la Creación en el año 4000 antes de Cristo (14).

En el anverso, figura “General San Martín”, alrededor del retrato, y abajo “Simon F”, indicando el nombre del grabador y su pertenencia a la masonería (F: frère, hermano).

Se puede deducir que esta medalla fue confeccionada sobre el molde de la oficial, encargada por el Rey, y no hay constancias de que San Martín la haya recibido. No figura en ella como “F”, sino como General. Tampoco figura su nombre en las listas y actas de la logia mencionada, como lo ha reconocido Frank Langenauken, director del Centro de Documentación Masónica de Bruselas. Esto es muy importante, pues, al ser ocupada Bélgica en la 2da. Guerra Mundial, los alemanes incautaron archivos oficiales y de la masonería. Luego esos archivos quedaron en poder de la Unión Soviética en Moscú, y el gobierno belga consiguió recuperarlos recién a fines del siglo XX.

Hace dos décadas, el Dr. Terragno –incorporado recientemente a la Academia Sanmartiniana- escribió: “Cuando todos los materiales estén clasificados y al alcance de los investigadores, quizá surjan nuevos elementos sobre la Parfeite Amitié y los vínculos masónicos de San Martín en Bruselas” (15). Pues bien, estando ya los documentos disponibles, se realizó una exhaustiva investigación, “sin que se pudiera encontrar mención alguna al general San Martín o al homenaje de la referida medalla” (16). No podemos dejar de señalar que el mismo Terragno, también conocía desde 1980, que San Martín no figuraba en los registros masónicos de Londres, pero sólo lo reveló en 1999, en el libro Maitlan & San Martín (17).

Otra académica sanmartiniana, Patricia Pasquali, sostiene que “San Martín frecuentaba en Bruselas la sociedad masónica Amis du Commerce (18); dato erróneo ya que esa logia estaba y sigue estando en Amberes, actualmente con el nombre de Les Ammis du Commerce et la Perseverance raunis. El archivista de la logia informó a Jacovella que no encontró en los registros ninguna mención sobre San Martín (19).

Consideramos muy valiosa la información aportada por el señor Jacovella, para desmentir una falsedad histórica. Debemos discrepar, sin embargo, con dos afirmaciones del autor:

a) que “se puede afirmar que era de claras convicciones liberales”;

b) que la masonería no estuvo condenada por la Iglesia hasta 1884.

Sostiene Jacovella que “si San Martín hubiera querido iniciarse en la masonería durante los largos años que vivió en Europa (hasta 1850), ello no hubiera sido abiertamente incompatible con su condición de católico y mucho menos de liberal” (p. 25). La encíclica de 1884, a la que se refiere el autor, es la Humanum genus, de León XIII. Pues bien, ese documento pontificio ratifica expresamente las constituciones:

“In eminenti”, de 24-4-1738, de Clemente XII.

“Providas”, de 18-5-1751, de Benedicto XIV.

“Ecclesiam a Iesu Christo”, de 13-9-1821.

“Quo graviora”, 13-3-1825, de León XII.

 

A través de dichos documentos, la “Sede Apostólica denunció y proclamó abiertamente que la masonería, constituida contra todo derecho divino y humano, era tan perniciosa para el Estado como para la religión cristiana. Y amenazando con las penas más graves que suele emplear la Iglesia contra los delincuentes, prohibió terminantemente a todos inscribirse en esta sociedad” (20).

Para suprimir cualquier tipo de dudas, podemos agregar una Declaración sobre la Masonería, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, emitida el 20-11-1983, en relación al canon 1374 del nuevo Código de Derecho Canónico, que rige desde el 25 de enero de ese año. La Congregación fue consultada, debido a que en el nuevo código no se menciona expresamente a la masonería como lo hacía el texto anterior. Al respecto se aclara que dicha circunstancia se debe a un criterio de redacción, seguido también con respecto a otras asociaciones que tampoco han sido mencionadas, por estar comprendidas en categorías más amplias.

“Por tanto, no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto a las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia, en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la Santa Comunión.” (21)

Esta Declaración, está firmada por el Prefecto, Cardenal Joseph Ratzinger, y fue aprobada por el Sumo Pontífice Juan Pablo II.


Liberalismo

Con respecto a la afirmación de que San Martín era liberal, es necesario esclarecer también esta cuestión. Según parece, el vocablo liberalismo, fue usado por primera vez en lengua castellana hacia 1810 y fue adoptado en España por los partidarios de la Constitución de Cádiz, adversos al absolutismo de Fernando VII, sin ninguna manifestación de oposición al cristianismo. Explica el P. Castellani: “Lo que había de bueno en el liberalismo de antaño, de 1820 a 1860, consistía en una especie de ímpetu juvenil contra un montón de cosas que tenían que morir; a saber, el absolutismo de los reyes, inventado por los reyes protestantes; el despotismo demasiado cerrado de los Gremios y Corporaciones medievales y una decadencia de la Religión, que originó en Inglaterra el deísmo y en Francia el filosofismo” (22).

Incluso el vocablo liberal, según el diccionario de la Real Academia Española, define a quien obra con liberalidad, virtud moral que consiste en distribuir uno generosamente sus bienes sin esperar recompensa. Es necesario distinguir, entonces, entre aquellas personas que, por distintos motivos, se consideran liberales, de quien adhiere explícitamente a la ideología liberal, con conocimiento pleno de su contenido.

Nada en la actuación pública de San Martín, ni en su vida privada, permite sostener que profesara la ideología liberal; por el contrario, se expresó negativamente sobre ella, en varias de sus cartas. La ideología liberal, tal como ha sido definida por sus autores principales, es incompatible con el cristianismo. Así lo aclara el Papa Pablo VI, en la carta apostólica Octogesima adveniens (1971):

“El cristiano…no puede adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen, radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre.” “…en su raíz misma el liberalismo filosófico es una afirmación errónea de la autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su libertad (pp. 26 y 35).

Esta posición se mantiene invariable en la Iglesia, desde hace dos siglos.

El Papa León XIII (Enc. Libertas, 1888) analizó tres grados posibles de liberalismo, y los consideró igualmente condenables. Explica el Prof. Caturelli:

“Tanto el liberalismo extremo (ateo), como el liberalismo moderado (deísta), como el liberalismo muy moderado (“cristiano”), admiten una zona (el orden temporal) de autosuficiencia del hombre: el primero porque niega la existencia de un orden trascendente al temporal: el segundo porque lo ignora y el tercero porque lo separa. En el orden práctico, viene a resultar lo mismo.”  Agrega que “el liberalismo muy moderado, propio de aquellos que no quieren renunciar a su fe cristiana…es el más pernicioso de todos, porque conlleva una carga de enorme confusión…” (23).

Esta aclaración es necesaria, porque algunos autores sostienen que San Martín fue un católico liberal; así lo hace el Dr. Cuccorese, quien considera que no incurrió en contradicción, pues el liberalismo recién fue condenado por la Enc. Quanta Cura, en 1864, 14 años después de la muerte del Libertador. (24)

Debemos disentir, puesto que los Papas comenzaron a cuestionar las ideas liberales, incluso antes de la Revolución Francesa. Por ejemplo, en la Alocución de Pío VI, el 9 de marzo de 1789, y en la Carta del mismo Papa, de 1791, a los obispos de la Asamblea Nacional. Pero con respecto al liberalismo católico, recordemos que esta actitud ya se advierte cuando Talleyrand, Obispo de Autun, celebra misa en el campo de Marte, con trescientos sacerdotes adornados con la escarapela tricolor.

La primera expresión teórica respectiva, aparece cuarenta años después con Lamennais -sacerdote apóstata- y su periódico L’ Avenir, que defienden precisamente el liberalismo católico, siendo esta posición condenada por Gregorio XVI, en la Enc. Mirari vos, promulgada en 1832, mientras San Martín vivía en París, y 18 años antes de su fallecimiento.

En conclusión, puede afirmarse, con seguridad, que San Martín no fue masón ni liberal.

 

Sistema de gobierno

Con respecto al sistema de gobierno, tuvo San Martín una posición pragmática, no tenía predilección por ningún sistema teórico. En casta al general Guido (1-2-1834) expresa: “el título de un gobierno no está signado a la más o menos liberalidad de sus principios, pero sí a la influencia que tiene en el bienestar de los que obedecen. Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos”.

En ocasión del Congreso de Tucumán, dijo que sea cualquiera con tal que no vaya contra la religión, es decir que no sea malo en sí mismo. Tuvo en una primera etapa simpatía por la república, dada la experiencia de la corte española, pero en América, siempre postuló la monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También lo hizo en Chile y en Perú. Creía que lo esencial era la autoridad.

De lo que no tenía dudas, es de la necesidad imperiosa de proclamar la independencia, sobre lo cual insistía en sus cartas al representante de San Juan, Godoy Cruz. No todos compartían esa visión. Alvear, siendo Director, en 1815, escribió dos pliegos a las autoridades británicas, que se conservan en el Archivo Nacional, afirmando que estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña. Cuando se concreta la declaración, el 9 de julio, no queda satisfecho el general pues conocía las gestiones que se realizaban para subordinar este territorio a Inglaterra o a Portugal, y el acta solo se refería a Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Por eso siguió presionando hasta que el 19 en reunión secreta, presidida por Medrano, se agregó: y de toda otra dominación extranjera.

La propuesta de Belgrano de coronar a un descendiente de los incas, formulada en sesión especial el día 6 de julio, ha motivado algunas dudas. Algunos han creído identificar al candidato en Dionisio Inca Yupanqui, educado en el Seminario de Nobles de Madrid, que llegó a ser Coronel de Dragones en el Ejército español. Por cierto que la conjetura es un recurso válido en la investigación histórica, siempre que haya alguna evidencia concreta, que este caso no existe.

En cambio, se conoce bien la existencia de Juan Bautista Tupac Amaru, hermano menor de Gabriel Tupac Amaru, que encabezó la última rebelión indígena contra los españoles, y que fue cruelmente ajusticiado junto a toda su familia. El único que sobrevivió fue Juan Bautista, pues fue confundido con un reo común, pero mantenido en prisión muchos años en distintas cárceles, hasta llegar a Ceuta, en África. Allí lo encontró un sacerdote peruano, el P. Durán, quien lo ayudó a obtener la libertad y lo embarcó rumbo a Buenos Aires, a donde llegó en 1812.

Las autoridades le concedieron una pensión, y le encargaron que escribiera sus memorias que fueron publicadas en 1824, en la Imprenta de Niños Expósitos. Este curioso personaje falleció a los 88 años, y fue enterrado en el cementerio de la Recoleta (25). Consta en las memorias, que conoció a San Martín y Belgrano, de modo que la propuesta del prócer mencionado no fue una fantasía romántica, como creyeron algunos. Mitre, por ejemplo, en su biografía del creador de la bandera, lo critica duramente por estas ideas. Sin embargo, era opinión general que habiendo reasumido su trono Fernando, y constituida la Santa Alianza, no había seguridad de que fuese aceptado un gobierno republicano.

De allí que promover una monarquía constitucional, encabezada por un descendiente de los incas, era una idea sensata, y por eso la apoyó San Martín; sabemos lo que costó en luchas fratricidas, optar por otra forma institucional. Cabe agregar, que la Cámara de Diputados dio media sanción a un proyecto que dispone erigir un monumento a Juan Bautista.

A modo de cierre, recordamos a Félix Luna, director de la revista Esto es Historia, hasta su fallecimiento, quien escribió en el editorial del número comentado (en 2009), refiriéndose a San Martín:

“…no hizo falta ninguna medida de gobierno para imponer su culto. En este aspecto, vemos cómo han sido inútiles algunos intentos de revisar el recuerdo histórico de San Martín aportando pretendidos documentos o revelaciones que modificarían sustancialmente su personalidad. Así, los intentos de presentarlo como un mestizo, hijo de una india guaraní, o los que le adjudican hijos ilegítimos habidos en el Perú. Aparte de la orfandad de las pruebas que se presentaron en estos casos, estas revisiones no calaron popularmente ni sirvieron para que la imagen clásica del Libertador se modificara”. (26)

 

Referencias

1) Pigna, Felipe, “San Martín”; Planeta, 2007, p. 6.

2) Favaloro, René. “¿Conoce usted a San Martín?”; Torres Agüero editor, 1992, pp. 20 y 23.

3) “Sobre la masonería”; en: www.mario-meneghini.blogspot.com (27-11-2015)

4) Ricardo Rojas: “El Santo de la Espada”, Buenos Aires, 1983, pág. 71.

5) Mitre, Bartolomé. “Historia de Belgrano”; Biblioteca del Suboficial, 1942, T. II, p. 176.

6) Sarmiento, Domingo. “El general San Martín”; Galería de Celebridades, 1857.

7) Tonelli, Armando. “El general San Martín y la masonería”; 1944, pp. 23, 24.

8) Revista Masonería y otras sociedades secretas, Buenos Aires, Nº 2, noviembre de 1981, pp. 20-25; Nº 3, diciembre de 1981, pp. 15-20; Nº 5, febrero de 1982, pp. 30-35.

 9) Furlong, P. Guillermo. “El general San Martín, ¿Masón-Católico-Deista?”; Theoría, 1963, p. 136.

 10) Cit. por Héctor Piccinali: Testimonios católicos del General San Martín, Revista Mikael, Buenos Aires Nº 16, 1978, pág. 90.

11)  Aragón, Roque Raúl. “La Política de San Martín”, Córdoba, Universidad Nacional de Entre Ríos, 1982, pág. 18-19.

12) Tomás de Iriarte, Tomás de. “Memorias”, Tomo I, cit. por Aragón, op.cit., nota 8, pág.19.

13) Jacovella, Guillermo. “San Martín y los ideales masónicos”; Todo es Historia, Nº 505, agosto de 2009, páginas 20-25.

14) Terragno, Rodolfo H. “Maitland & San Martín”; Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1999, p. 189.

15) Terragno, op. cit., p. 193.

16) Jacovella, op. cit., p. 23.

17) Terragno, op. cit. p. 181.

18) Pasquali, Patricia. “San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria”; Planeta, 1999, p. 401.

19) Jacovella, op. cit., pp. 23 y 24.

20) Humanum genus, p. 4.

21) Congregación para la Doctrina de la Fe; “Declaración sobre la masonería”; 7-2-1981.

22) Catellani, P. Leonardo. “Esencia del liberalismo”; 1971, pp. 24 y 25.

23)   Caturelli, Alberto. Examen crítico del liberalismo como concepción del mundo”; Gladius, Nº 2, 1985, p. 38.

24) Cuccorese, Horacio Juan. “San Martín. Catolicismo y masonería”; Instituto Nacional Sanmartiniano – Fundación Mater Dei, 1993, p. 145.

25) “El inca que conoció a San Martín”; www.forosanmartiniano.blogspot.com (10-2011).

26) Todo es Historia, Nº 505, agosto 2009, p. 4.