Por Mario Meneghini
Durante mucho tiempo se
presentó al Padre de la Patria como un ser etéreo, como el santo de la
espada, sin debilidades ni pasiones, al que no se puede involucrar en
definiciones políticas. Si de algo ha servido un revisionismo histórico
anti-sanmartiniano, que parece gozar con la difusión de ataques o dudas sobre
la imagen del héroe, es que ha obligado a analizar con más profundidad aspectos
antes poco mencionados de su vida y obra. Nos interesa ahora bucear en cuatro
cuestiones: su presunta afiliación masónica, su ideología política, su
religiosidad, y su preferencia sobre las formas de gobierno.
En los últimos años se ha
acentuado la creencia de que nuestro Libertador perteneció a la masonería.
Incluso en una historieta para niños publicada por Felipe Pigna, cuyo relator
es “el caballo blanco de San Martín”, se explica a los lectores: “San Martín
fue iniciado como masón en la logia Integridad de Cádiz, afiliándose a la logia
Caballeros Racionales Nº 3 de dicha ciudad”. (1)
Un admirador del general,
el Dr. Favaloro, en un interesante libro de divulgación considera que “el hecho
más trascendente que ocurre en Cádiz es la incorporación de San Martín a las
logias, que tanta importancia tendrán posteriormente en la Gesta Libertadora y
que se originaron en Londres… Es indudable que todas poseyeron características
masónicas similares a la Gran Logia de Londres” (2).
También historiadores de
prestigio han aceptado esta hipótesis y han llegado a interpretar su retiro del
Perú, como resultado de una decisión masónica disponiendo que Bolívar se
hiciera cargo del mando en la gesta libertadora.
Esta falacia es difundida
por la masonería; recordemos que en nuestra ciudad en noviembre del 2015, se
desarrolló una Exposición Masónica, abierta al público, en el Centro Cultural
Córdoba, con el auspicio oficial del Gobierno de la Provincia, y organizada por
la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones. En la folletería
que se repartía se comentaba “que militaron en ella, al igual que ahora, las
más destacadas figuras de la nación. [por ej.] José de San Martín, quien nos
dio patria y libertad”.
El día 26 de noviembre
dictó una conferencia el Gran Maestre, Nicolás Breglia, quien expuso una síntesis
de la importancia de la institución que preside, destacando la participación
decisiva que jugó en el proceso de independencia nacional. Hizo hincapié en que
sólo puede aceptarse que la verdad es siempre relativa, y la libertad implica
respetar cuestiones personales como el derecho al aborto y a la elección
sexual. (3)
Es cierto que la
masonería influyó en algunos hombres públicos del pasado argentino. Rodríguez
Peña, por ejemplo, fue uno de los 58 residentes en el Río de la Plata, que se
incorporaron a las dos logias masónicas instaladas durante las invasiones
inglesas (Estrella del Sur, e Hijos de Hiram). Otros dos formaron parte de la
1ra. Junta de gobierno: Mariano Moreno y Castelli (Según figura en las Memorias
del Cap. Gillespie).
Pero con respecto al
Padre de la Patria, sorprende este tipo de aseveraciones, ya que, como lo
admite uno de sus biógrafos más conocidos, don Ricardo Rojas, “no existe ningún
documento para probar que San Martín haya sido masón” (4). Por otra parte,
cuando llegan a Buenos Aires los restos mortales del Libertador, en 1880, la
masonería no participa en los homenajes, pues no lo consideraba uno de los
suyos. La primera ocasión en que se sostiene que el general era masón, fue el
22-6-1883, con motivo del debate por la enseñanza laica (Ley 1420), por boca
del diputado Emilio Civit.
Cabe agregar el
testimonio de dos ex- presidentes de la República, que desempeñaron, además, el
cargo de Gran Maestre de la Masonería Argentina. Bartolomé Mitre escribió: “La
Logia Lautaro no formaba parte de la masonería y su objetivo era sólo político”
(5). Es importante destacar que para esta cuestión Mitre consultó al General
Matías Zapiola, quien había integrado la Logia.
Por su parte, Domingo
Faustino Sarmiento opinó: “Cuatrocientos hispanoamericanos diseminados en la
península, en los colegios, en el comercio o en los ejércitos se entendieron
desde temprano para formar una sociedad secreta, conocida en América con el
nombre de Lautaro. Para guardar secreto tan comprometedor, se revistió de las
fórmulas, signos, juramentos y grados de las sociedades masónicas, pero no eran
una masonería, como generalmente se ha creído...” (6).
La Revista Masónica
Americana, en su Nº 485 del 15 de junio de 1873, publicó la nómina de las
logias que existieron en todo el mundo hasta 1872, y en ella no figura la
Lautaro (7).
El mayor aporte
documental que contribuyó a aclarar definitivamente esta cuestión, fue
publicado en una revista especializada (8), cuyo director, Prof. Patricio
Maguire, logró que las tres grandes logias de: Inglaterra, Irlanda y Escocia,
respondieran un cuestionario sobre:
-Las
Logias: Lautaro, Caballeros Racionales Nº 7 y Gran Reunión Americana.
-Y
las personas siguientes: Francisco Miranda, Carlos María de Alvear, Simón
Bolívar, José de San Martín, Matías Zapiola, Vicente Chilabert, Bernardo
O’Higgins, Luis López Méndez y Andrés Bello.
Respuestas:
Gran
Logia Unida de Inglaterra, 21-8-1979
1. La Logia Lautaro era una sociedad secreta
política, fundada en Buenos Aires en 1812, y no tenía relación alguna con la
Francmasonería regular.
2. La tres Logias que Ud. menciona en su
carta, jamás aparecieron anotadas en el registro o en los Archivos ni de los
Antiguos ni de los Modernos ni de la Gran Logia Unida de Inglaterra: no
hubieran sido reconocidas como masónicas en este país entonces o
posteriormente.
3. Las seis personas mencionadas en su
carta, de acuerdo a nuestros archivos, nunca fueron miembros de Logias bajo la
jurisdicción de la Gran Logia Unida de Inglaterra.
4. La Gran Logia de Inglaterra no era el
único organismo masónico existente durante el período en el cual Ud. está
interesado. Existían Grandes Logias independientes en Irlanda, Escocia,
Francia, Holanda y Estados Unidos de América, todas las cuales autorizaban la
instalación de logias propias.
5. Nunca han existido
medios legales para prohibir que extranjeros en Inglaterra crearan sus propias
Logias, pero tal acción siempre ha sido considerada por la Gran Logia de
Inglaterra como una invasión de su soberanía territorial, y las logias así
creadas no serían reconocidas como regulares, ni se permitiría a sus miembros
concurrir a las Logias inglesas, o que los masones ingleses concurrieran a
aquellas.
James William Stubbs - Gran Secretario
***
Gran
Logia de Escocia, 30-6-1980
Con referencia a su carta
del 17 de junio concerniente a las seis personas mencionadas en su
comunicación, le informo que las conexiones que la Gran Logia de Escocia tuvo
con Sudamérica fueron establecidas en fecha muy posterior a las de la Gran
Logia Unida de Inglaterra, ya que la primera Logia Escocesa no fue autorizada
hasta 1867.
Gran Secretario
***
Gran
Logia de Irlanda, 24-6-1980
Dublin, 24 de junio de
1980
La Gran Logia de Irlanda
nunca estuvo activa en Sud América y no hemos tenido relación alguna con los
organismos que Ud. menciona.
La respuesta a las
preguntas que Ud. específicamente formula son:
1. No hemos emitido patentes (Cartas de
Instalación) a ninguna de las Logias arriba mencionadas y no existe registro
alguno de ninguno de los nombres que menciona, como miembros de logias
irlandesas.
2. No existe posibilidad alguna de que una
logia nuestra haya emitido patentes o iniciado a ninguna de las personas
mencionadas, por cuanto no estaban activas en sus áreas.
3. Desde el establecimiento de la Gran
Logia de Irlanda en 1725 se estableció que temas de Política o Religión no
podían ser considerados en ninguna de nuestras logias, ni éstas tampoco debían
comprometerse en actividad política alguna. Este principio permanece vigente
hasta el presente día.
J.O. Harte – Gran
Secretario
***
Religión
Sobre la posición de San
Martín en materia religiosa, ha investigado especialmente el P. Guillermo
Furlong, quien llega a esta conclusión: “Hemos de aseverar que San Martín no
sólo fue un católico práctico o militante, sino que fue, además, un católico
ferviente y hasta apostólico” (9).
Pero hay un testimonio
curioso, que viene a confirmar lo dicho; con ocasión de una misión pontificia
en Buenos Aires, presidida por Mons. Muzi, en 1824, estando San Martín ya alejado
de toda función oficial. En esa oportunidad, el Gobernador Rivadavia no recibió
al Vicario Apostólico, y le prohibió administrar la confirmación que la gente
le requería. Pues bien, el testimonio corresponde a un integrante de esta
misión, el P. Mastai Ferreti; quien sería luego el Papa Pío IX, apuntó en su
Diario de Viaje: “San Martín (...) recibido por el Vicario, le hizo las más
cordiales manifestaciones” (10).
La Masonería fue
condenada por el Papa Clemente XII mediante la Bula In Eminenti, del 4 de mayo
de 1738, donde se prohíbe “muy expresamente (...) a todos los fieles, sean
laicos o clérigos (...) que entren por cualquier causa y bajo ningún pretexto
en tales centros (...) bajo pena de excomunión...”. Esta condenación fue
confirmada por el Papa Benedicto XIV en la Constitución Apostólica Providas del
15 de abril de 1751, y como consecuencia, fue también prohibida la Masonería en
España, ese año, por una pragmática de Fernando VI.
Por ello es importante
esclarecer este punto, pues “el catolicismo profesado por San Martín establece
una incompatibilidad con la Masonería, a menos que fuera infiel a uno o a la
otra” (11). Consta en las Memorias de Tomás de Iriarte, que Belgrano rechazó la
posibilidad de ingresar en la organización, “aduciendo -precisamente- la
condenación eclesiástica que pesaba sobre la secta (12).
El único antecedente que
podrían exhibir, hasta hace poco, quienes defienden la hipótesis comentada, es
una medalla acuñada por la logia “La Parfaite Amitié”, de Bruselas, en 1825. En
ese año, el rey Guillermo I, soberano del Reino Unido de los Países Bajos -ante
el incipiente deseo de los belgas de separarse de Holanda-, dispuso acuñar diez
medallas diseñadas por el grabador oficial del reino, Juan Henri Simeon, con la
efigie de otras tantas personalidades de la época, una de las cuales era
precisamente el Libertador, que estaba residiendo en dicho país.
Nuevos
datos sobre San Martín
En la revista Todo es Historia, en el 2009, se publicó
un artículo del embajador Guillermo Jacovella, (13) que aporta nueva
información, debidamente documentada, y esclarece definitivamente el tema. Para
esta medalla el general posó expresamente, y se logró el único retrato de
perfil de nuestro héroe.
El problema es que se
conserva una sola medalla en bronce, en la Biblioteca Real de Bruselas, que
tiene escrito, en el reverso: “Loge La Parfaite Amitié constituée a l’Oriente
de Bruxelles le 7 julliet 5807 (1807) au Géneral San Martín 5825 (1825)”. Las
fechas que figuran tienen su explicación en que los masones no utilizan el Anno Domini, sino el Anno Lucis, de acuerdo a la cronología
impulsada por arzobispo irlandés del medioevo, James Ussher, que situó la
Creación en el año 4000 antes de Cristo (14).
En el anverso, figura
“General San Martín”, alrededor del retrato, y abajo “Simon F”, indicando el
nombre del grabador y su pertenencia a la masonería (F: frère, hermano).
Se puede deducir que esta
medalla fue confeccionada sobre el molde de la oficial, encargada por el Rey, y
no hay constancias de que San Martín la haya recibido. No figura en ella como
“F”, sino como General. Tampoco figura su nombre en las listas y actas de la
logia mencionada, como lo ha reconocido Frank Langenauken, director del Centro
de Documentación Masónica de Bruselas. Esto es muy importante, pues, al ser
ocupada Bélgica en la 2da. Guerra Mundial, los alemanes incautaron archivos
oficiales y de la masonería. Luego esos archivos quedaron en poder de la Unión
Soviética en Moscú, y el gobierno belga consiguió recuperarlos recién a fines
del siglo XX.
Hace dos décadas, el Dr.
Terragno –incorporado recientemente a la Academia Sanmartiniana- escribió:
“Cuando todos los materiales estén clasificados y al alcance de los
investigadores, quizá surjan nuevos elementos sobre la Parfeite Amitié y los
vínculos masónicos de San Martín en Bruselas” (15). Pues bien, estando ya los
documentos disponibles, se realizó una exhaustiva investigación, “sin que se
pudiera encontrar mención alguna al general San Martín o al homenaje de la
referida medalla” (16). No podemos dejar de señalar que el mismo Terragno,
también conocía desde 1980, que San Martín no figuraba en los registros
masónicos de Londres, pero sólo lo reveló en 1999, en el libro Maitlan &
San Martín (17).
Otra académica
sanmartiniana, Patricia Pasquali, sostiene que “San Martín frecuentaba en
Bruselas la sociedad masónica Amis du
Commerce” (18); dato erróneo ya que esa logia estaba y
sigue estando en Amberes, actualmente con el nombre de Les Ammis du Commerce et la Perseverance raunis. El archivista de
la logia informó a Jacovella que no encontró en los registros ninguna mención
sobre San Martín (19).
Consideramos muy valiosa
la información aportada por el señor Jacovella, para desmentir una falsedad
histórica. Debemos discrepar, sin embargo, con dos afirmaciones del autor:
a) que “se puede afirmar
que era de claras convicciones liberales”;
b) que la masonería no
estuvo condenada por la Iglesia hasta 1884.
Sostiene Jacovella que
“si San Martín hubiera querido iniciarse en la masonería durante los largos
años que vivió en Europa (hasta 1850), ello no hubiera sido abiertamente
incompatible con su condición de católico y mucho menos de liberal” (p. 25). La
encíclica de 1884, a la que se refiere el autor, es la Humanum genus, de León XIII. Pues bien, ese documento pontificio
ratifica expresamente las constituciones:
“In eminenti”, de
24-4-1738, de Clemente XII.
“Providas”, de 18-5-1751,
de Benedicto XIV.
“Ecclesiam a Iesu
Christo”, de 13-9-1821.
“Quo graviora”, 13-3-1825,
de León XII.
A través de dichos
documentos, la “Sede Apostólica denunció y proclamó abiertamente que la
masonería, constituida contra todo derecho divino y humano, era tan perniciosa
para el Estado como para la religión cristiana. Y amenazando con las penas más
graves que suele emplear la Iglesia contra los delincuentes, prohibió
terminantemente a todos inscribirse en esta sociedad” (20).
Para suprimir cualquier
tipo de dudas, podemos agregar una Declaración sobre la Masonería, de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, emitida el 20-11-1983, en relación al
canon 1374 del nuevo Código de Derecho Canónico, que rige desde el 25 de enero
de ese año. La Congregación fue consultada, debido a que en el nuevo código no
se menciona expresamente a la masonería como lo hacía el texto anterior. Al
respecto se aclara que dicha circunstancia se debe a un criterio de redacción,
seguido también con respecto a otras asociaciones que tampoco han sido
mencionadas, por estar comprendidas en categorías más amplias.
“Por tanto, no ha
cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto a las asociaciones
masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables
con la doctrina de la Iglesia, en consecuencia, la afiliación a las mismas
sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se
hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la Santa Comunión.” (21)
Esta Declaración, está firmada
por el Prefecto, Cardenal Joseph Ratzinger, y fue aprobada por el Sumo Pontífice
Juan Pablo II.
Liberalismo
Con respecto a la
afirmación de que San Martín era liberal, es necesario esclarecer también esta
cuestión. Según parece, el vocablo liberalismo, fue usado por primera vez en
lengua castellana hacia 1810 y fue adoptado en España por los partidarios de la
Constitución de Cádiz, adversos al absolutismo de Fernando VII, sin ninguna
manifestación de oposición al cristianismo. Explica el P. Castellani: “Lo que
había de bueno en el liberalismo de antaño, de 1820 a 1860, consistía en una
especie de ímpetu juvenil contra un montón de cosas que tenían que morir; a
saber, el absolutismo de los reyes, inventado por los reyes protestantes; el
despotismo demasiado cerrado de los Gremios y Corporaciones medievales y una
decadencia de la Religión, que originó en Inglaterra el deísmo y en Francia el
filosofismo” (22).
Incluso el vocablo
liberal, según el diccionario de la Real Academia Española, define a quien obra
con liberalidad, virtud moral que consiste en distribuir uno generosamente sus
bienes sin esperar recompensa. Es necesario distinguir, entonces, entre aquellas
personas que, por distintos motivos, se consideran liberales, de quien adhiere
explícitamente a la ideología liberal, con conocimiento pleno de su contenido.
Nada en la actuación
pública de San Martín, ni en su vida privada, permite sostener que profesara la
ideología liberal; por el contrario, se expresó negativamente sobre ella, en
varias de sus cartas. La ideología liberal, tal como ha sido definida por sus
autores principales, es incompatible con el cristianismo. Así lo aclara el Papa
Pablo VI, en la carta apostólica Octogesima
adveniens (1971):
“El cristiano…no puede
adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen,
radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre.”
“…en su raíz misma el liberalismo filosófico es una afirmación errónea de la
autonomía del individuo en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su
libertad (pp. 26 y 35).
Esta posición se mantiene
invariable en la Iglesia, desde hace dos siglos.
El Papa León XIII (Enc. Libertas, 1888) analizó tres grados
posibles de liberalismo, y los consideró igualmente condenables. Explica el
Prof. Caturelli:
“Tanto el liberalismo
extremo (ateo), como el liberalismo moderado (deísta), como el liberalismo muy
moderado (“cristiano”), admiten una zona (el orden temporal) de autosuficiencia
del hombre: el primero porque niega la existencia de un orden trascendente al
temporal: el segundo porque lo ignora y el tercero porque lo separa. En el
orden práctico, viene a resultar lo mismo.” Agrega que “el liberalismo muy moderado,
propio de aquellos que no quieren renunciar a su fe cristiana…es el más
pernicioso de todos, porque conlleva una carga de enorme confusión…” (23).
Esta aclaración es
necesaria, porque algunos autores sostienen que San Martín fue un católico
liberal; así lo hace el Dr. Cuccorese, quien considera que no incurrió en
contradicción, pues el liberalismo recién fue condenado por la Enc. Quanta Cura, en 1864, 14 años después de
la muerte del Libertador. (24)
Debemos disentir, puesto
que los Papas comenzaron a cuestionar las ideas liberales, incluso antes de la
Revolución Francesa. Por ejemplo, en la Alocución de Pío VI, el 9 de marzo de
1789, y en la Carta del mismo Papa, de 1791, a los obispos de la Asamblea
Nacional. Pero con respecto al liberalismo católico, recordemos que esta
actitud ya se advierte cuando Talleyrand, Obispo de Autun, celebra misa en el
campo de Marte, con trescientos sacerdotes adornados con la escarapela
tricolor.
La primera expresión
teórica respectiva, aparece cuarenta años después con Lamennais -sacerdote
apóstata- y su periódico L’ Avenir, que defienden precisamente el liberalismo
católico, siendo esta posición condenada por Gregorio XVI, en la Enc. Mirari vos, promulgada en 1832,
mientras San Martín vivía en París, y 18 años antes de su fallecimiento.
En conclusión, puede afirmarse, con seguridad, que San Martín no
fue masón ni liberal.
Sistema
de gobierno
Con respecto al sistema
de gobierno, tuvo San Martín una posición pragmática, no tenía predilección por
ningún sistema teórico. En casta al general Guido (1-2-1834) expresa: “el
título de un gobierno no está signado a la más o menos liberalidad de sus principios,
pero sí a la influencia que tiene en el bienestar de los que obedecen. Ya es
tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más
que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos”.
En ocasión del Congreso de
Tucumán, dijo que sea cualquiera con tal que no vaya contra la religión, es
decir que no sea malo en sí mismo. Tuvo en una primera etapa simpatía por la
república, dada la experiencia de la corte española, pero en América, siempre
postuló la monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También lo hizo en
Chile y en Perú. Creía que lo esencial era la autoridad.
De lo que no tenía dudas,
es de la necesidad imperiosa de proclamar la independencia, sobre lo cual
insistía en sus cartas al representante de San Juan, Godoy Cruz. No todos
compartían esa visión. Alvear, siendo Director, en 1815, escribió dos pliegos a
las autoridades británicas, que se conservan en el Archivo Nacional, afirmando
que estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña. Cuando se concreta la
declaración, el 9 de julio, no queda satisfecho el general pues conocía las
gestiones que se realizaban para subordinar este territorio a Inglaterra o a
Portugal, y el acta solo se refería a Fernando VII, sus sucesores y metrópoli.
Por eso siguió presionando hasta que el 19 en reunión secreta, presidida por
Medrano, se agregó: y de toda otra
dominación extranjera.
La propuesta de Belgrano
de coronar a un descendiente de los incas, formulada en sesión especial el día
6 de julio, ha motivado algunas dudas. Algunos han creído identificar al
candidato en Dionisio Inca Yupanqui, educado en el Seminario de Nobles de
Madrid, que llegó a ser Coronel de Dragones en el Ejército español. Por cierto
que la conjetura es un recurso válido en la investigación histórica, siempre
que haya alguna evidencia concreta, que este caso no existe.
En cambio, se conoce bien
la existencia de Juan Bautista Tupac Amaru, hermano menor de Gabriel Tupac
Amaru, que encabezó la última rebelión indígena contra los españoles, y que fue
cruelmente ajusticiado junto a toda su familia. El único que sobrevivió fue
Juan Bautista, pues fue confundido con un reo común, pero mantenido en prisión
muchos años en distintas cárceles, hasta llegar a Ceuta, en África. Allí lo
encontró un sacerdote peruano, el P. Durán, quien lo ayudó a obtener la
libertad y lo embarcó rumbo a Buenos Aires, a donde llegó en 1812.
Las autoridades le concedieron
una pensión, y le encargaron que escribiera sus memorias que fueron publicadas
en 1824, en la Imprenta de Niños Expósitos. Este curioso personaje falleció a
los 88 años, y fue enterrado en el cementerio de la Recoleta (25). Consta en
las memorias, que conoció a San Martín y Belgrano, de modo que la propuesta del
prócer mencionado no fue una fantasía romántica, como creyeron algunos. Mitre,
por ejemplo, en su biografía del creador de la bandera, lo critica duramente
por estas ideas. Sin embargo, era opinión general que habiendo reasumido su
trono Fernando, y constituida la Santa Alianza, no había seguridad de que fuese
aceptado un gobierno republicano.
De allí que promover una
monarquía constitucional, encabezada por un descendiente de los incas, era una
idea sensata, y por eso la apoyó San Martín; sabemos lo que costó en luchas
fratricidas, optar por otra forma institucional. Cabe agregar, que la Cámara de
Diputados dio media sanción a un proyecto que dispone erigir un monumento a
Juan Bautista.
A modo de cierre,
recordamos a Félix Luna, director de la revista Esto es Historia, hasta su fallecimiento, quien escribió en el
editorial del número comentado (en 2009), refiriéndose a San Martín:
“…no hizo falta ninguna
medida de gobierno para imponer su culto. En este aspecto, vemos cómo han sido
inútiles algunos intentos de revisar el recuerdo histórico de San Martín
aportando pretendidos documentos o revelaciones que modificarían
sustancialmente su personalidad. Así, los intentos de presentarlo como un
mestizo, hijo de una india guaraní, o los que le adjudican hijos ilegítimos
habidos en el Perú. Aparte de la orfandad de las pruebas que se presentaron en
estos casos, estas revisiones no calaron popularmente ni sirvieron para que la
imagen clásica del Libertador se modificara”. (26)
Referencias
1) Pigna, Felipe, “San
Martín”; Planeta, 2007, p. 6.
2) Favaloro, René.
“¿Conoce usted a San Martín?”; Torres Agüero editor, 1992, pp. 20 y 23.
3) “Sobre la masonería”;
en: www.mario-meneghini.blogspot.com (27-11-2015)
4) Ricardo Rojas: “El
Santo de la Espada”, Buenos Aires, 1983, pág. 71.
5) Mitre, Bartolomé.
“Historia de Belgrano”; Biblioteca del Suboficial, 1942, T. II, p. 176.
6) Sarmiento, Domingo.
“El general San Martín”; Galería de Celebridades, 1857.
7) Tonelli, Armando. “El
general San Martín y la masonería”; 1944, pp. 23, 24.
8) Revista Masonería y otras sociedades secretas,
Buenos Aires, Nº 2, noviembre de 1981, pp. 20-25; Nº 3, diciembre de 1981, pp.
15-20; Nº 5, febrero de 1982, pp. 30-35.
9) Furlong, P. Guillermo. “El general San
Martín, ¿Masón-Católico-Deista?”; Theoría, 1963, p. 136.
10) Cit. por Héctor Piccinali: Testimonios
católicos del General San Martín, Revista Mikael, Buenos Aires Nº 16, 1978,
pág. 90.
11) Aragón, Roque Raúl. “La Política de San
Martín”, Córdoba, Universidad Nacional de Entre Ríos, 1982, pág. 18-19.
12) Tomás de Iriarte,
Tomás de. “Memorias”, Tomo I, cit. por Aragón, op.cit., nota 8, pág.19.
13) Jacovella, Guillermo.
“San Martín y los ideales masónicos”; Todo es Historia, Nº 505, agosto de 2009,
páginas 20-25.
14) Terragno, Rodolfo H.
“Maitland & San Martín”; Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes,
1999, p. 189.
15) Terragno, op. cit.,
p. 193.
16) Jacovella, op. cit.,
p. 23.
17) Terragno, op. cit. p.
181.
18) Pasquali, Patricia.
“San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria”; Planeta, 1999,
p. 401.
19) Jacovella, op. cit.,
pp. 23 y 24.
20) Humanum genus, p. 4.
21) Congregación para la
Doctrina de la Fe; “Declaración sobre la masonería”; 7-2-1981.
22) Catellani, P.
Leonardo. “Esencia del liberalismo”; 1971, pp. 24 y 25.
23) Caturelli, Alberto. Examen crítico del
liberalismo como concepción del mundo”; Gladius, Nº 2, 1985, p. 38.
24) Cuccorese, Horacio
Juan. “San Martín. Catolicismo y masonería”; Instituto Nacional Sanmartiniano –
Fundación Mater Dei, 1993, p. 145.
25) “El inca que conoció
a San Martín”; www.forosanmartiniano.blogspot.com (10-2011).
26) Todo es Historia, Nº 505, agosto 2009, p. 4.