Centro de Estudios Cívicos
Resulta interesante conocer este tema, en
especial, como antecedente a tener en cuenta en nuestro país donde el ingreso y
promoción de los servidores del sector público, en sus tres niveles (federal,
provincial y municipal), depende casi exclusivamente de decisiones del poder
político.
El progreso vertiginoso de china, que la ha
convertido en la segunda potencia mundial, con pronóstico de reemplazar en el
primer lugar a Estados Unidos en pocos años, se debe entre otras cosas, a la
eficiencia de su administración pública. El modelo de socialismo con
características chinas que impulsó Deng Xiaoping en la década del 1980, y
continuada por el actual presidente Xi Jinping, contiene cultura de consumo y
una fuerte planificación. El Partido Comunista de China (PCCh) controla el
Estado, que a su vez dirige la economía. En este sistema, los funcionarios
administrativos deben relacionarse con el sector privado y demostrar habilidad
para intervenir en problemas técnicos muy complejos.
En vida de Mao Zedong se prefería la lealtad
política, con lo que se debilitó la administración hasta que en 1966 se
eliminaron los concursos, y se otorgó prioridad a quienes provenían de las
fuerzas armadas. Con la muerte de Mao, diez años después, comenzó una lenta
restauración de la carrera administrativa, retomando, en realidad, la tradición
imperial.
En efecto, en la cultura china ocupaba –hasta
cierto punto, aún lo hace- un lugar primordial la filosofía de Confucio, quien
se ocupó de los problemas de gobierno, que conocía por haber desempeñado
funciones públicas. Las seis reglas principales que producen buenos
gobernantes, según Confucio, son:
Primera, el gobernante debe conocer bien su
país y procurar eliminar todo lo que sea fuente de dificultades. Segunda, al
emitir sus fallos y adoptar sus decisiones, el gobernante debe ser imparcial,
es decir, debe ser objetivo, justo, moderado, práctico y ético. Tercera, el
funcionario debe procurar servir el interés público y evitar el favoritismo y
la parcialidad. Cuarta, el gobierno debe promover el bienestar económico de su
pueblo. Quinta, los funcionarios deben dedicar todo su esfuerzo a los negocios
del estado. Finalmente, para alcanzar todos estos fines los funcionarios deben
ser honestos, desinteresados y capaces.
Con la caída del feudalismo en la época Ch’in
(221/206 a.c.), el emperador, a quién compete armonizar el orden político con
el orden cósmico, aparece como la única fuente legítima de poder político, y
éste es ejercido por intermedio de un cuerpo de funcionarios. En el año 195 a.c.,
el emperador ordena a los príncipes, gobernadores y funcionarios que envíen a
la capital personas de buena reputación y virtud en calidad de aspirantes a
funcionarios, quienes por decreto del año 126 a.c. son sometidos a exámenes
después de haber seguido un curso de un año.
Para aumentar las facilidades educacionales, un
decreto imperial de 1044, ordenó que se establecieran escuelas en cada
provincia, prefectura y distrito, además de la Academia Imperial de Pekín, de
manera que todos los hombres dotados puedan servir con sus talentos al Imperio.
La imparcialidad y objetividad en los exámenes
se aseguraban mediante un complejo procedimiento, que aún hoy podría servir
como modelo: los aspirantes redactaban sus ejercicios recluidos en celdas, lo
que en los exámenes provinciales e imperiales significaba varios días de
completa reclusión; su nombre, escrito al comienzo de las pruebas, era
sustituido por un número hasta que se hubieran dado las calificaciones
definitivas. Los ejercicios pasaban a unos escribas para ser copiados, quienes,
a su vez, pasaban las copias a dos examinadores que las calificaban
independientemente, mientras que un tercero las nivelaba y daba la calificación
final.
Retomando esa tradición, desde hace dos
décadas, miles de empleados del sector público, realizan un Master in Public
administration (MPA) sobre el modelo de la John F. Kennedy School of Government
de la universidad de Harvard de Estados Unidos. Está dedicado funcionarios en
actividad con tres años de antigüedad, con el objetivo prepararlos para los
desafíos del liderazgo y la gestión en el sector público. Los postulantes deben
poseer un diploma de estudios terciarios, y son admitidos tras aprobar un
examen. Aunque sorprenda que se haya adoptado el esquema de su principal rival
político y económico, se considera confiable este modelo creado para reducir la
corrupción. Más de 150.000 funcionarios ha pasado por este programa, del total
de siete millones de empleados públicos. La adaptación a la realidad china, se
hace utilizando el estudio de casos que se usa en los MPA; a través de la
simulación y la discusión se analizan los problemas reales desde la perspectiva
de la propia cultura.
La necesidad de enfrentar los problemas del
mundo contemporáneo, ha impulsado el reclutamiento de jóvenes mejor educados, más competentes, más
profesionales, más íntegros y seleccionados en base al mérito, como se
repite en cada informe del secretario general del PCCh en los sucesivos
congresos del partido.
Ojalá este ejemplo de realismo por parte de los
dirigentes de un Estado totalitario, sirva para que en nuestro país –formalmente
republicano- se aplique en el futuro el sistema del mérito en la función
pública, elemento imprescindible para superar la actual decadencia argentina.
Fuentes:
Le Monde diplomatique,
“Cuando Pekín imita a Harvard”; febrero 2021.
Meneghini, Mario. “La
Administración Pública en la sociedad moderna”; tesis de doctorado, Universidad
Católica de Córdoba, 1976.