Benedicto XVI, doctor de la Iglesia: luchó por la fe de los sencillos



Entrevista al Cardenal Kurt Koch

Por Nico Spuntoni

 

Cuando se formó el nuevo Schülerkreis de teólogos que no habían estudiado con el profesor Joseph Ratzinger, sino que habían profundizado por su cuenta en su ilimitada obra, Benedicto XVI quiso que el cardenal Kurt Koch fuera su mentor. El prelado suizo podía contar con la plena confianza del recién fallecido Papa emérito, que le consideraba el más fiable a la hora de presentar la interpretación correcta del Concilio Vaticano II y de la reforma litúrgica. El Prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, sin duda uno de los miembros del Sacro Colegio más cercanos a Ratzinger, nos ha recibido en su estudio de Via della Conciliazione para una entrevista sobre la figura de su maestro.

 

Antes de empezar, Eminencia, le pido su recuerdo personal de Benedicto XVI.

Mi primer contacto con él fue a través de los libros. De hecho, al principio de mis estudios leí todos los libros del profesor Joseph Ratzinger y, en particular, “Introducción al cristianismo”. Luego, como obispo de Basilea, hablé con él varias veces cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En 2010, cuando ya era Papa, me llamó para trabajar en Roma. Y esta reunión fue muy interesante para mí.

 

¿Nos puede hablar de ello?

Expresó su deseo de tenerme en la Curia. Entonces le respondí que después de quince años como obispo no era fácil dejar mi diócesis. Su respuesta fue la siguiente: “Sí, te entiendo, pero quince años son suficientes, así que ven”.

 

¿Le explicó por qué quería que usted dirigiera el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos?

Sí. Me dijo que tras el mandato del cardenal Walter Kasper quería de nuevo un obispo que conociera las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma no sólo por los libros, sino también por experiencia personal. Esta motivación me hizo darme cuenta de que el ecumenismo estaba muy cerca del corazón de Benedicto XVI. Como presidente del Consejo Pontificio tuve una estrecha colaboración con él y todas las audiencias fueron muy agradables porque estaba muy interesado en la progresión del ecumenismo. Luego, cuando fue Papa emérito, tuve la alegría de encontrarme con él algunas veces y siempre fue una riqueza para mí.

 

Tras su dimisión, ¿siguió interesándose por su labor en favor de la unidad de los cristianos?

Principalmente siempre hablábamos del trabajo de los grupos de alumnos, porque él me había querido como mentor. Pero está claro que también se interesaba por el resto y sus preguntas eran: “¿Cómo es la relación con Constantinopla? ¿Cómo te va con Moscú? ¿Cómo van las cosas con las iglesias luteranas?”. Siempre estuvo muy interesado, sí.

 

En un texto que escribió con motivo del 90 cumpleaños del Papa emérito, señaló la coincidencia de que su nacimiento se produjera en Sábado Santo. Su muerte, en cambio, se produjo durante las vacaciones de Navidad. ¿Qué lectura le da a esta circunstancia temporal?

Sí, tuvo lugar precisamente en la época navideña, muy querida por Benedicto XVI. Pero creo que hay otro hecho a destacar: su elección al trono pontificio tuvo lugar el mismo día que la de León IX, mientras que murió el mismo día que el papa Silvestre. Por otro lado, el Sábado Santo era muy importante para él porque este día indica la situación de todo cristiano: estamos en camino hacia la Pascua, pero aún no tenemos la experiencia de la Pascua. Y hoy Benedicto XVI puede celebrar la Pascua, la Resurrección y el encuentro con su Maestro.

 

¿Qué encontramos en el pensamiento y magisterio de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI sobre la vida eterna?

La meta de la vida cristiana es la vida eterna. El profesor Joseph Ratzinger decía que su libro más estudiado era “Escatología. La muerte y la vida eterna”. Por otro lado, la segunda encíclica que escribió como Papa versaba sobre la esperanza. La esperanza cristiana es la esperanza de la Resurrección. Este es el objetivo de todo cristiano: convertirse en la vida terrenal para alcanzar la vida eterna.

 

Hay quienes piden su canonización inmediata. ¿Cómo veía Benedicto XVI a los santos y qué lugar les concedía en la vida de la Iglesia?

Estaba convencido de que los verdaderos reformadores de la Iglesia son siempre los santos, porque la santidad es la meta de la vida cristiana. Hay una hermosa homilía en la que el Papa Benedicto decía que la santidad no es propiedad exclusiva de unos pocos, sino una vocación para todos, porque hay muchas flores en el jardín de Dios. Comparó el asombro que causa la visión de un jardín con variedad de flores con el asombro que nos embarga ante la comunión de los santos con pluralidad de formas de santidad. La comunión de los santos era un tema tan importante para él que ya lo mencionó en la homilía de la misa al comienzo de su ministerio petrino. Pero igualmente importante era la comunión de los hombres: su prioridad, en efecto, era reflexionar sobre la fe de la comunidad eclesial, no sobre la teología.

 

A este respecto, ¿por qué seguimos oyendo estos días en los comentarios a personas que lo describen como un pastor incapaz de hablar a los simples fieles, a pesar de que siempre se concibió a sí mismo y al papel del obispo como el de un defensor de la fe del Pueblo de Dios?

Siempre luchó por la fe de los sencillos. La teología era secundaria, la fe era lo primero. La teología, sostenía, debe estar orientada por la fe y no la fe debe estar orientada por la teología. No puede decirse en absoluto que estuviera alejado del pueblo. No privilegió la relación con las masas, sino la relación con el individuo. De hecho, siempre prestaba mucha atención a las personas con las que hablaba.

 

¿Es correcto afirmar que la eclesiología de Ratzinger nos enseña que la Iglesia no es sólo una organización social?

Sí. Hay una hermosa definición de Iglesia ya en su tesis doctoral sobre san Agustín. En ese texto se dice que la Iglesia es el Pueblo de Dios que vive del Cuerpo de Cristo. La suya es una eclesiología eucarística: la Iglesia es el lugar donde los creyentes celebran, presidida por el sacerdote, la Eucaristía.

 

¿Sus últimas palabras, “Jesús, te amo”, representan el núcleo de su espiritualidad teológica?

 

En el centro de su teología está la cuestión de Dios, pero no de un Dios cualquiera, sino de un Dios que quiere tener contacto con el mundo, que quiere relacionarse con el hombre, que ama al hombre, y que se reveló en la historia de la salvación primero en Israel y luego especialmente en Jesucristo. En Jesucristo, Dios mostró su rostro. Estoy convencido de que el Papa Benedicto quiso escribir su libro sobre Jesús de Nazaret, quitándole tiempo y energía a su pontificado, para convertirlo en su legado. La centralidad de la cuestión de Dios y el cristocentrismo fueron los dos puntos fuertes de su teología. Y esas últimas palabras, “Jesús te amo”, son la conclusión perfecta de toda la vida y la teología de Benedicto XVI.

 

¿Es legítimo esperar ver un “santo subito”?

En primer lugar está Dios, que es quien juzga quién es santo, así que tengo que dejarle el juicio a Él. En segundo lugar, es el Papa quien decide. Creo que Benedicto XVI ha sido un gran maestro, un doctor de la Iglesia con su teología y su magisterio, y esto es lo que más cuenta para mí. Pero todos estamos llamados a ser santos.

 

Fuente:  Brújula cotidiana, 05-01-2023

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