Huê , Viêt Nam, 17-4-1928 - Roma, 16-9-2002
Descendía de una familia que
cuenta numerosos mártires: en 1885 todos los habitantes de la aldea de su madre
fueron quemados en la iglesia parroquial, excepto su abuelo, que en esa época
estudiaba en Malasia. Entre 1698 y 1885, sus antepasados paternos fueron
víctimas de muchas persecuciones. Su bisabuelo paterno, junto con otros
familiares, fue asignado a la fuerza a una familia no cristiana para que, así,
perdiera la fe. Y le narraba este hecho al joven François-Xavier. Le contaba,
también, que cada día, cuando tenía 15 años, recorría a pie 30 kilómetros para
llevarle a su padre, que estaba en la cárcel por ser cristiano, un poco de
arroz y de sal.
Cada noche su abuela,
después de las oraciones de la familia, recitaba el rosario por los sacerdotes.
No sabía leer ni escribir. Su madre, Elisabeth, lo educó cristianamente desde
que tenía pañales. Cada noche le enseñaba las historias de la Biblia y le contaba
los testimonios de los mártires, sobre todo de sus antepasados. Le hablaba
mucho de Santa Teresita del Niño Jesús. Cuando arrestaron a su hijo, la madre
siguió rezando por él, para que permaneciera fiel a la Iglesia, preparado para
aceptar la voluntad de Dios y perdonando a sus verdugos.
1953. El sacerdocio.
Fue ordenado sacerdote el 11
de junio de 1953. Realizó los estudios en Roma, licenciándose en Derecho
Canónico en 1959. Tras la licenciatura en Roma, volvió a Vietnam como profesor
y, después, como Rector del seminario, Vicario general y Obispo de Nha Trang
(elegido el 13 de abril de 1967 y consagrado el día siguiente, 24 de junio). Su
tarea en Nha Trang fue intensa. Los seminaristas mayores pasaron de 42 a 147 en
8 años. Los menores, de 200 a 500. Además, reforzó la presencia de los laicos,
de los jóvenes, de los consejos pastorales.
Nombramiento como Arzobispo.
Después, el 24 de abril de
1975, fue nombrado
Arzobispo titular de Vadesi
y Coadjutor de Saigón (Thành-Phô Chi Minh, Hôchiminh Ville) por el Papa Pablo
VI. Su lema episcopal era Gaudium et spes. Su programa pastoral: “La Iglesia en
el mundo contemporáneo”. Sin embargo, a los pocos meses, con la llegada del
régimen comunista, fue arrestado y encarcelado. Vivió en la cárcel trece años,
hasta el 21 de noviembre de 1988, sin juicio ni sentencia, nueve de los cuales
en aislamiento.
“A menudo, en el mundo
moderno, nos sentimos perdedores. Pero la aventura de la esperanza nos lleva
más allá. Un día encontré estas palabras escritas en un calendario: “El mundo
es de quien lo ama y sabe dar la mejor prueba de ello”. ¡Cuánta verdad hay en
estas palabras! En el corazón de cada persona hay una infinita sed de amor y
nosotros, con ese amor que Dios ha infundido en nuestros corazones, podemos
saciarla”. François Xavier Nguyen van Thuân
15 de agosto de 1975. La
llegada de los comunistas y las falsas acusaciones de conspiración.
Cuando los comunistas
llegaron a Saigón le acusaron inmediatamente de que su nombramiento como
arzobispo había sido fruto de una “conspiración entre el Vaticano y los
imperialistas”. Tras tres meses de tensiones, le llamaron del Palacio
presidencial, del “Palacio de la Independencia”, para ser arrestado. Eran las
14 horas del 15 de agosto de 1975, Solemnidad de la Asunción. Llevaba puesta la
sotana y tenía un rosario en el bolsillo. Nunca dejó que la resignación le
dominara. Al contrario, intentó vivir el encarcelamiento “colmándolo de amor”,
como contaría después. En el mes de octubre empezó a escribir una serie de
mensajes a la comunidad cristiana. Quang, un niño de 7 años, le proporcionaba a
escondidas las hojas de papel y, después, llevaba los mensajes a su casa para
que sus hermanos y hermanas pudieran copiarlos para difundirlos.
Así nació el libro titulado:
“El camino de la esperanza”. Lo mismo sucedió en 1980, cuando le obligaron a
vivir en Giang Xa, en Vietnam del Norte, cuando escribió, también por la noche
y en secreto, su segundo libro: “El camino de la esperanza a la luz de la
Palabra de Dios y del Concilio Vaticano II» y, más tarde, el tercero: “Los
peregrinos del camino de la esperanza”.
El encarcelamiento y el
largo aislamiento.
Encadenado, le llevaron al
territorio de su primera diócesis, Nha Trang. La cárcel no estaba lejos de la
sede episcopal y para él fue una experiencia dramática. Vivió momento
durísimos, como el viaje en una nave con 1.500 prisioneros hambrientos y
desesperados, y el el campo de reeducación de Vinh-Quang, en las montañas, con
otros 250 prisioneros.
Después, el largo
aislamiento, que duró nueve años.Había sólo dos guardias. No pudo llevar la
Biblia consigo. Entonces, recogió todos los trocitos de papel que pudo
encontrar y realizó una minúscula agenda en la que escribió más de 300 frases
del Evangelio. Este Evangelio se convirtió en su vademecum diario, su valioso
tesoro del que sacar la fuerza que necesitaba. La celebración de la Eucaristía
era el momento central de sus jornadas. Celebraba la santa misa en la palma de
la mano, con tres gotas de vino y una gota de agua. Cuando le arrestaron le permitieron
escribir una carta para pedir a sus familiares las cosas más necesarias.
Entonces pidió un poco de vino como medicina contra el dolor de estómago. Los
fieles comprendieron el verdadero significado de esta petición y le mandaron
enseguida una botellita con el vino de la misa y con la etiqueta: “medicina
contra el dolor de estómago”. Para conservar el Santísimo utilizó incluso
paquetes de cigarrillos. En la cárcel consiguió crear pequeñas comunidades
cristianas que se reunían para rezar juntos y, sobre todo, para la celebración
de la Eucaristía. Por la noche, cuando era posible, organizaba turnos de
adoración eucarística.
Cuando estuvo en aislamiento
en Hanoi, una señora de la policía le llevó un pescado pequeño para que se lo
cocinara. Este pescado estaba envuelto en dos páginas de “l’Osservatore
Romano”. Cuando llegaba a Hanoi por correo, requisaban este periódico y,
después, lo vendían en el mercado como papel. Y esas dos páginas fueron
utilizadas para envolver el pescado para Mons. Van Thuân. Sin que le vieran,
lavó bien esas dos hojas y las hizo secar al sol, conservándolas casi como una
reliquia. En el aislamiento de la prisión, esas dos páginas fueron un signo de
comunión con Pedro.
Durante su aislamiento solía
celebrar la santa misa alrededor de las tres de la tarde, la hora de Jesús
agonizante en la Cruz. Al estar solo, cantaba la Misa en latín, francés y
vietnamita. Cantaba también los himnos eclesiásticos y eucarísticos como el Te
Deum, el Pange Lingua, el Veni Creator Spiritus.
Su actitud de amor tuvo un
efecto tan profundo en los guardias que los jefes de la policía le pidieron que
enseñara idiomas a los agentes. Así, sus guardias se convirtieron en sus
estudiantes. En las montañas de Vinh Phù, en la cárcel de Vinh Quang, le pidió
a un guardia permiso para tallar un trozo de madera con forma de cruz. Se lo
permitió. En otra cárcel le pidió al guardia un trozo de alambre. Temiendo que
quisiera suicidarse, el guardia se asustó. Mons. Van Thuân le explicó que
quería hacer una cadena para su cruz. Tres días después, el guardia le
proporcionó también un par de pinzas y juntos forjaron la cadena. Siempre llevó
colgando del cuello esa cruz y esa cadena, también cuando era cardenal.
1988. La Liberación.
Fue liberado el 21 de
noviembre de 1988, Fiesta de la Presentación de María en el Templo. Mientras
preparaba la comida le llamaron y, en coche, le llevaron a un edificio donde se
reunió con el Ministro de Interior, es decir, de la policía. El ministro le presunto
si tenía un deseo. Mons. Van Thuân respondió que quería ser liberado enseguida:
“He estado en prisión el tiempo suficiente, bajo tres pontificados: Pablo VI,
Juan Pablo I y Juan Pablo II. Y, además, ¡bajo cuatro secretarios generales del
partido comunista soviético: Brezhnev, Andropov, Chernenko y Gorbachov!».
Una vez liberado, en
Ginebra, en 1992, fue nombrado miembro de la Comisión Católica Internacional
para las Migraciones.
El 24 de noviembre de 1994,
además de ser nombrado Arzobispo Coadjutor de Thành-Phô Chi Minh (Saigón), fue
nombrado también Vice-presidente del Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. El 24
de junio de 1998 se convirtió en Presidente de dicho Pontificio Consejo.
En el año 2000 predicó los
ejercicios espirituales de Cuaresma a Juan Pablo II y a la Curia Romana. “En el
primer año del tercer milenio, un vietnamita predicará los ejercicios
espirituales a la Curia Romana”, le dijo Juan Pablo II el 15 de diciembre de
1999. Mirándolo intensamente, el Papa le preguntó: “¿Tiene usted en mente un
tema?”. “Santo Padre, caigo de las nubes, estoy sorprendido. Tal vez podría
hablar de la esperanza”, respondió Van Thuân. Y el Papa: “¡Denos su
testimonio!”. Los ejercicios espirituales de Cuaresma empezaron el 12 de marzo,
en la Capilla Redemptoris Mater, y concluyeron el 18 de marzo del 2000.
Exactamente ese día, 24 años antes, le habían sacado de su residencia obligada
en Cay-vong para someterlo a un duro aislamiento en la prisión de Phu-Khanh.
Al
concluir los ejercicios, el Papa dijo: “Doy las gracias, también en nombre de
cada uno de vosotros, al querido monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân,
presidente del Consejo pontificio Justicia y paz, que, con sencillez y gran
unción espiritual, nos ha guiado en la profundización de nuestra vocación de
testigos de la esperanza evangélica al comienzo del tercer milenio. Habiendo
sido él mismo testigo de la cruz durante los largos años de cárcel en Vietnam,
nos ha contado frecuentemente hechos y episodios de su dolorosa detención,
fortaleciendo así nuestra certeza consoladora de que, cuando todo se derrumba
alrededor de nosotros y tal vez también dentro de nosotros, Cristo sigue siendo
nuestro apoyo indefectible”.
Hay que recordar que en
Vietnam desempeñó el cargo de Presidente de la Comisión Episcopal para las
Comunicaciones Sociales (1967-1970) y el de Presidente para el Desarrollo
(1971-1975). En Roma le fue confiada la tarea de Consultor del Pontificio
Consejo para los Laicos (1971-1978). Fue creado cardenal por Juan Pablo II en
el Consistorio del 21 de febrero de 2001, Diácono de Santa María della Scala.
Oración
Dios Omnipotente y Eterno,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
Te doy gracias
por haber donado a la Iglesia
el testimonio heroico
del Cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân.
La sufrida experiencia de la cárcel,
vivida en unión con Cristo Crucificado
y bajo la maternal protección de María,
forjó un testigo fúlgido,
para la Iglesia y para el mundo,
de unidad y de perdón,
de justicia y de paz.
Su amable persona
y su ministerio episcopal
irradiaron la luz de la fe,
el entusiasmo de la esperanza
y el ardor de la caridad.
Concédeme ahora, por su intercesión,
según Tu Voluntad,
la gracia que imploro,
con la esperanza de verlo pronto elevado
al honor de los altares.
¡Amén!
Con
aprobación eclesiástica: Giampaolo Crepaldi
Roma
– 16 de septiembre de 2007