por Mario Meneghini
I. Introducción
1. La enseñanza y la
difusión de la Doctrina Social de la Iglesia forman parte de la misión
evangelizadora de la Iglesia. Juan Pablo II, en la Centesimus Annus, habla del
anuncio de la DSI; expresión llamativa porque implica analogarla al anuncio del
Evangelio.“De esto se deduce que la doctrina social tiene de por sí el valor de
un instrumento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio
de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al hombre a
sí mismo.” (CA, 54).
En esa encíclica, el Santo
Padre manifestaba la esperanza de que al conmemorarse el centenario de la Rerum
Novarum, surgiera un renovado impulso para el estudio, difusión y aplicación de
la DSI en todos los ámbitos. Pero ya dos años antes, en Ecclesia in America
(1999), consideraba que difundir esta doctrina constituía una verdadera
prioridad pastoral, y que para ello sería muy útil una síntesis autorizada a
modo de “Catecismo de la doctrina social católica”.
2. El Pontificio Consejo
Justicia y Paz, presidido entonces por el Cardenal Van Thuan, elaboró en el
2000 una colección de textos del Magisterio denominado “Agenda Social”, de 200
páginas. Posteriormente, en octubre de 2004, presentó el Compendio de Doctrina
Social de la Iglesia, que será, sin duda, una fuente de consulta, a semejanza
del Catecismo. Sin embargo, debido a su extensión -500 páginas- resultará de
mayor utilidad para especialistas y sacerdotes. Estimamos que sigue faltando un
manual –Catecismo- que facilite, a todos los interesados, el acceso a la
enseñanza social.
Por otra parte, como lo
indica el nombre –compendio: síntesis, antología- no se trata de un documento
en sí mismo, sino de una selección de párrafos de los principales documentos.
Debe destacarse que, mientras el Catecismo de la Iglesia Católica fue aprobado
por Juan Pablo II por la Constitución Apostólica Fidei Depositum, expresando:
“Lo reconozco como un instrumento válido y autorizado al servicio de la
comunión eclesial y como norma segura para la enseñanza de la fe”, el Compendio
solo está precedido por una nota del Secretario de Estado de la Santa Sede.
3. Debemos agregar la
advertencia de Mons. Quarrachino, siendo Secretario General de la Conferencia
Episcopal Latinoamericana: en nuestra época, con problemas cada vez más
complejos, con un sentido religioso desleído, con una desesperante escasez de
sacerdotes, “si la Iglesia quiere llegar a las estructuras del mundo, lo hará
por el laicado o no lo hará”.
Si lo expresado es correcto,
debemos reconocer que no hemos ni siquiera empezado la tarea, puesto que la DSI
es ignorada por la mayoría de los laicos. Así lo manifiestan los Obispos
argentinos en el documento Navega Mar Adentro [1]:
“En un país constituido
mayoritariamente por bautizados, resulta escandaloso el desconocimiento y, por
lo mismo, la falta de vigencia de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta
ignorancia e indiferencia permiten que no pocos hayan disociado la fe del modo
de conducirse cristianamente frente a los bienes materiales y a los contratos
sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no pudo
hacer surgir una patria más justa, porque no ha logrado que los valores
evangélicos se traduzcan en compromisos cotidianos.” (p. 38)
Lamentablemente, luego del
diagnóstico preciso e incisivo del párrafo citado, al detallar las “Acciones
destacadas” a emprender, únicamente se menciona la necesidad de multiplicar los
cursos y jornadas (p. 97, c), sin disponer un programa concreto que permita
superar la situación diagnosticada. Por lo tanto, la tarea de difusión –al
menos en nuestro país- seguirá limitada a la acción voluntaria de un puñado de
laicos, que, con sus propios recursos, y sin ningún apoyo de la jerarquía,
consideran su obligación moral trasmitir lo que han recibido.
4. Creemos que esta misma
situación se verifica en el resto del mundo católico. Valga como parámetro la
confesión del Cardenal Martino: la DSI es “el secreto mejor guardado de la
Iglesia Católica” [2]; en otra ocasión agregó que es “una doctrina con
frecuencia ignorada, desconocida, incluso en ocasiones menospreciada” [3]. Por
eso, consideramos necesario ocuparnos del tema, lo que haremos siguiendo un orden lógico.
II. La doctrina social:
contribución de la Iglesia [4]
5. La Iglesia contribuye con
la comunidad humana, a través de su enseñanza social, que muestra la proyección
del Evangelio al mundo temporal. La antropología cristiana, que se fundamenta en la dignidad inviolable de la
persona, aborda las realidades del trabajo, de la economía y de la política
desde una perspectiva integral.
La antropología cristiana anima a los fieles a
renovar desde dentro, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los
valores determinantes, las líneas de pensamiento y los modelos de vida del
hombre contemporáneo. Una visión secularizada de la salvación tiende a reducir
también el cristianismo a una sabiduría
meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien.
6. La Iglesia vive y obra en
la historia, interactuando con la sociedad y la cultura de su tiempo, para
cumplir su misión de comunicar a todos los hombres la novedad del anuncio
cristiano, en la realidad concreta de sus dificultades, luchas y desafíos; de
esta manera la fe ayuda las personas a comprender que abrirse al amor de Dios
es la verdadera liberación.
El mensaje social del
Evangelio debe orientar la Iglesia a desarrollar una doble tarea pastoral:
ayudar a los hombres a descubrir la verdad y elegir el camino a seguir; y
animar el compromiso de los cristianos de testimoniar su fe en sociedad. El
mensaje social del cristianismo se hará creíble por el testimonio de las obras,
antes que por su coherencia y lógica interna.
En el anuncio del Evangelio,
la dimensión social es esencial e ineludible, aun no siendo la única. Ésta debe
mostrar la inagotable fecundidad de la salvación cristiana, si bien una
conformación perfecta y definitiva de las realidades sociales con el Evangelio
no podrá realizarse en la historia: ningún resultado, ni aun el más perfecto,
puede eludir las limitaciones de la libertad humana y la tensión escatológica
de toda realidad creada.
7. La antropología cristiana
permite un discernimiento de los problemas sociales, para los que no se puede
hallar una solución correcta si no se tutela el carácter trascendente de la
persona humana, plenamente revelado en la fe. La acción social de los
cristianos debe inspirarse en el principio fundamental de la centralidad del
hombre. De la exigencia de promover la identidad integral del hombre brota la
propuesta de los grandes valores que presiden una convivencia ordenada y
fecunda: verdad, justicia, amor, libertad. La pastoral social se esfuerza para
que la renovación de la vida pública esté ligada a un efectivo respeto de estos
valores. De ese modo, la Iglesia, mediante su multiforme testimonio evangélico,
promueve la conciencia de que el bien de todos y de cada uno es el recurso
inagotable para desarrollar toda la vida social.
8. La doctrina social es un
punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa. La
insistencia del Magisterio al proponer esta doctrina como fuente inspiradora
del apostolado y de la acción social nace de la persuasión de que ésta
constituye un extraordinario recurso formativo: “Es absolutamente indispensable
—sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos modos en el campo
social y político— un conocimiento más exacto de la doctrina social de la
Iglesia” (CFL, 60). Este patrimonio doctrinal no se enseña ni se conoce
adecuadamente: esta es una de las razones por las que no se traduce
pertinentemente en un comportamiento concreto.
El valor formativo de la
doctrina social debe estar más presente en la catequesis. Es importante, en esa
actividad, que la enseñanza de la doctrina social se oriente a motivar la
acción para evangelizar y humanizar las realidades temporales. De hecho, con
esta doctrina la Iglesia enseña un saber teórico-práctico que sostiene el
compromiso de transformación de la vida social, para hacerla cada vez más
conforme al diseño divino. La catequesis social apunta a la formación de
hombres que, respetuosos del orden moral, sean amantes de la genuina libertad,
y contribuyan a instaurar la justicia. Una lectura directa de las encíclicas
sociales, realizada en el contexto eclesial, enriquece su recepción y su
aplicación, gracias a la aportación de las diversas competencias y
conocimientos profesionales presentes en la comunidad.
9. La doctrina social ha de
estar en la base de una intensa y constante obra de formación, sobre todo de
aquella dirigida a los cristianos laicos. Esta formación debe tener en cuenta
su compromiso en la vida civil: “A los seglares les corresponde, con su libre
iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de
espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras
de la comunidad en que viven” (PP, 81).
El primer nivel de la obra
formativa dirigida a los cristianos laicos debe capacitarlos para encauzar eficazmente las tareas cotidianas en
los ámbitos culturales, sociales, económicos y políticos, desarrollando en
ellos el sentido del deber practicado al servicio del bien común.
Un segundo nivel se refiere
a la formación de la conciencia política para preparar a los cristianos laicos
al ejercicio del poder político: “Quienes son o pueden llegar a ser capaces de
ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para
ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal”
(GS, 75).
10. Las instituciones
educativas católicas pueden y deben prestar un fecundo servicio formativo, aplicándose con especial
solicitud en la inculturación del mensaje cristiano. La doctrina social es un
instrumento necesario para una eficaz educación cristiana al amor, la justicia,
la paz, así como para madurar la conciencia de los deberes morales y sociales
en el ámbito de las diversas competencias culturales y profesionales.
Las “Semanas Sociales” de
los católicos representan una importante forma de contribuir a la renovación
del orden temporal. La iniciativa, experimentada desde hace muchos años en
diversos países, es un verdadero taller cultural en el que se comunican y se
confrontan reflexiones y experiencias, se estudian los problemas emergentes y
se promueven nuevas orientaciones operativas.
11. El compromiso de las autoridades civiles y
políticas, llamadas a servir a la vocación personal y social del hombre, según
su propia competencia y con sus propios medios, puede encontrar en la doctrina
social de la Iglesia un importante apoyo y una rica fuente de inspiración.
La doctrina social es un
terreno fecundo para cultivar el diálogo y la colaboración en campo ecuménico,
que hoy día se realizan en diversos ámbitos a gran escala: en la defensa de la
dignidad de las personas humanas; en la promoción de la paz; en la lucha
concreta y eficaz contra las miserias de nuestro tiempo, como el hambre y la
indigencia, el analfabetismo, la injusta distribución de los bienes y la falta
de vivienda. Esta multiforme cooperación aumenta la conciencia de la
fraternidad en Cristo y facilita el camino ecuménico.
12. Benedicto XVI ha
expresado que los gentiles de hoy son aquellos que están descontentos de sus
mitos y dioses, porque comprenden que no pueden esperar de ellos ninguna
salvación, y están a la espera del Dios único. Por eso ha pedido que hoy se
creen Atrios de los Gentiles para que esas personas puedan acercarse a la
Verdad.
A tal efecto, la Doctrina
Social de la Iglesia puede cumplir un rol importante, pues sirve como lugar de
encuentro entre la razón y la fe; habla del hombre y de la comunidad de los
hombres, y, al hacerlo habla de Dios.
13. En cada diócesis, el
primer responsable del compromiso pastoral de evangelización de lo social es el
Obispo, ayudado por los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, y los
fieles laicos. Con especial referencia a la realidad local, el Obispo tiene la
responsabilidad de promover la enseñanza y difusión de la doctrina social, a la
que provee mediante instituciones apropiadas.
La acción pastoral del
Obispo se actúa a través del ministerio de los presbíteros que participan en su
misión de enseñar, santificar y guiar a la comunidad cristiana. Con la
programación de oportunos itinerarios formativos, el presbítero debe dar a
conocer la doctrina social y promover en los miembros de su comunidad la
conciencia del derecho y el deber de ser sujetos activos de esta doctrina. Debe
animar la acción pastoral en el ámbito social, cuidando con particular
solicitud la formación y el acompañamiento espiritual de los fieles
comprometidos en la vida social y política. El presbítero que ejerce su
servicio pastoral en las diversas asociaciones eclesiales, especialmente en las
de apostolado social, tiene la misión de favorecer su crecimiento con la
necesaria enseñanza de la doctrina social.
III. El panorama actual
14. Creemos que existe un
extendido desconocimiento de la DSI en la inmensa mayoría de los católicos de
todo el mundo. Se cree, generalmente, que es una disciplina destinada a los
sacerdotes e intelectuales. Por cierto que ellos deben conocerla, incluso para
enseñarla y difundirla. Pero, realmente,
la DSI se dirige a todos los cristianos, especialmente a los fieles laicos; son
ellos los destinados a aplicarla, puesto que son quienes están en el mundo,
dedicados a tares temporales. La existencia cristiana no se realiza en las
sacristías y los templos, sino en medio del mundo; un mundo –el contemporáneo-
lleno de dificultades. “De todas formas, es ésta la viña, y éste el campo en
que los fieles laicos están llamados a vivir su misión” (CFL, 3).
Por eso, sostenía Juan XXIII
que la doctrina social debe ser, no solamente estudiada, sino aplicada, y
“que la mejor manera de demostrar la
bondad y la eficacia de esta doctrina es demostrar que puede resolver los
problemas sociales del momento” (MM, 221, 225).
15. No podemos dejar de
señalar en el mencionado desconocimiento de la DSI, la influencia ejercida por
las desviaciones de la recta doctrina católica, acentuadas en la segunda mitad
del siglo XX. Hasta entonces, en los países de mayoría católica, era bastante
conocida la doctrina social, al menos en los círculos intelectuales y entre los
agentes pastorales. Recordemos que 1928 se publicó en Madrid la primera edición
en castellano del célebre Código Social de Malinas, redactado por la Unión
Internacional de Estudios Sociales.
En América, basta revisar
los programas de formación de la Acción Católica y otras instituciones. En
Buenos Aires, por ejemplo, a pocos meses de promulgada la Rerum Novarum (1891),
ya se dictaban cursos de DSI en los Círculos Católicos de Obreros, fundados por
el P. Grote. En 1939 la Acción Católica Argentina publicó “Primeras nociones de
Doctrina Social Católica”.
16. En la actualidad, la
Iglesia Católica se ve asediada desde su mismo interior, por grupos que,
invocando a veces legítimos propósitos, comprometen seriamente la unidad
interior de los fieles y enuncian doctrina erróneas que confunden los
espíritus, debilitando su fe. La actual crisis de fe se traduce en todos los
planos y niveles de la vida eclesial, sin excepción. No sólo un número
considerable de religiosos y sacerdotes, sino hasta obispos y cardenales se
permiten sostener doctrinas incompatibles con las enseñanzas permanentes del Magisterio.
17. Un antecedente, entre
tantos, que podemos citar: un discurso de Pablo VI en 1974 a la Congregación
General de la Compañía de Jesús, en el que advertía:
“…se nota hoy en algunos
sectores de la Compañía, un grave estado de incertidumbre, más aún, un cierto
modo de obrar y de pensar que ponen en tela de juicio la identidad de vuestra
vida religiosa”. “…la disponibilidad para el servicio puede degenerar en
relativismo, convertirse al mundo y a su mentalidad inmanentista, asimilarse a
la condición humana que se pretende salvar, y finalmente reducirse incluso a un
secularismo, confundiéndose con lo profano” [5].
El mismo pontífice, años
antes, había resumido la situación:
“…se reúnen y se manifiestan
en pequeños grupos que terminan por dar sus preferencias a otras ideologías, ya
sean religiosas (cf. Modernismo pasado y reciente), ya sociales (cf. Marxismo)
y no a la auténtica fe cristiana” [6].
18. Benedicto XVI ha
sostenido que la errónea interpretación de los documentos del Concilio Vaticano
II, ha provocado una profunda crisis en
la Iglesia. “El hecho de que Dios mismo esté actuando, de que él mismo obre, no
constituye ya en el mundo moderno un supuesto. Sin embargo, al actuar así nos
estamos comportando como los corintios; confundimos la Iglesia con un partido y
la fe con un programa de partido” [7].
19. Con respecto a la
doctrina social, la llamada teología de la liberación, ha incidido
profundamente en su desconocimiento; los propulsores de esa corriente
desconfían de la DSI, cuyo contenido consideran reformista, mientras ellos
proponen un cambio total de sistema que incluye la violencia. Dice Gustavo
Gutiérrez: “Cuando la Iglesia rechaza la lucha de clases se está comportando
objetivamente como una pieza del sistema imperante” [8]. “El hombre
latinoamericano en la lucha revolucionaria se libera de una manera u otra del
tutelaje de una religión alienante que tiende a la conservación del orden” [9].
20. Ya en el Documento de
Puebla (1979), los obispos de Latinoamérica –donde más se difundió la teología
de la liberación- habían advertido “el
riesgo de ideologización a que se expone la reflexión teológica, cuando se
realiza partiendo de una praxis que recurre al análisis marxista” (545). “Ni el
Evangelio ni la Doctrina o Enseñanza Social que de él proviene son ideologías”
(540).
21. Habiendo transcurrido
tres décadas desde que la Congregación para la Doctrina de la Fe impugnara la
teología de la liberación [10], la misma se sigue difundiendo en los ámbitos
católicos, incluidas instituciones educativas y seminarios [11]:
“La teología de la
liberación constituyó un aporte fundamental a la Doctrina Social”. “La Iglesia
ha integrado los núcleos fundamentales de la teología de la liberación en su
Doctrina Social así como ha asumido en su pastoral la rica experiencia de las
comunidades eclesiales de base” [12].
22. Para valorar
adecuadamente la DSI y evitar contaminaciones ideológicas indebidas, es
necesario recordar la enseñanza de Pío XII [13] sobre la DSI:
a) es obligatoria para todo
católico, y
b) está fijada
definitivamente, de manera unívoca, en sus principios fundamentales, pero es
suficientemente amplia para adaptarse y aplicarse a las situaciones cambiantes
de la realidad.
23. Ninguna encíclica aislada, puede pretender
ser indiscutida, pero, cuando hay continuidad en varios documentos y en
sucesivos papas, no puede dudarse de la autenticidad de la doctrina (LG, 25).
Conviene tener en cuenta
algunas reglas para la correcta interpretación de los documentos:
a) utilizar el texto
oficial, que se publica en el Osservatore Romano. Un ejemplo típico de
deformación del texto, ocurrió con la encíclica Mater et Magistra, de Juan
XXIII; el concepto de socialización -entendido como incremento de las
relaciones sociales- fue traducido en algunas ediciones por socialismo.
b) comparar textos sobre el
mismo tema - por ejemplo la. propiedad-, en distintos documentos, para
verificar la continuidad de la doctrina.
c) distinguir lo doctrinal
de lo prudencial, que sólo puede aplicarse a una situación o país determinado.
IV. Análisis del Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia
24. Este documento presenta,
de una manera amplia y sistemática, aunque sintética, la enseñanza social de la
Iglesia. Constituye un cuadro de conjunto sobre el cuerpo doctrinal, con un
método orgánico, que incluye un índice temático detallado, de 158 páginas, para
facilitar la búsqueda de aspectos específicos.
25. Se aclara que: “Las
aportaciones múltiples y multiformes -que son también expresión del sentido
sobrenatural de la fe de todo el pueblo- son asumidas, interpretadas y
unificadas por el Magisterio, que promulga la enseñanza social como doctrina de
la Iglesia” (79). No han faltado, hasta ahora, fieles -laicos y religiosos- que
estimaban que no existía una doctrina social, sino que cada Pontífice expresaba
en los documentos su propia opinión. Si bien era una tesis sin fundamento, a
partir del Compendio queda ratificada la validez y obligatoriedad de la
Doctrina Social de la Iglesia. “Es Magisterio auténtico, que exige la aceptación
y adhesión de los fieles” (80).
26. “El peso doctrinal de las diversas enseñanzas
y el asenso que requieren depende de su naturaleza, de su grado de
independencia respecto a elementos contingentes y variables, y de la frecuencia
con la cual son invocadas” (80). Esta regla interpretativa nos lleva a
considerar necesario distinguir en cada artículo del Compendio:
a) Frases que están avaladas
por un documento pontificio, citado a pie de página.
b) Frases que comentan o
amplían una referencia doctrinaria, del tipo anterior, o son colocadas como
epígrafe, al comenzar un artículo.
Estimamos que las frases del
segundo tipo (“b”) pueden suscitar dudas y hasta objeciones lícitas, si tienen
una sintaxis confusa o contienen un concepto contradictorio con la doctrina
tradicional.
27. Nos permitimos señalar
un ejemplo concreto: el epígrafe al artículo 395: “El sujeto de la autoridad
política es el pueblo, considerado en su totalidad, como titular de la
soberanía”.
Esta frase no está avalada
por ninguna referencia, y contradice explícitamente varios textos pontificios:
León XIII, Inmortale Dei, 2:
”Autoridad que, como la
misma sociedad, surge y deriva de la Naturaleza, y, por tanto, del mismo Dios,
que es su autor. De donde se sigue que el poder público, en sí mismo
considerado, no proviene sino de Dios. Sólo Dios es el verdadero y supremo
Señor de las cosas. Todo lo existente ha de someterse y obedecer necesariamente
a Dios. Hasta tal punto, que todos los que tienen el derecho de mandar, de
ningún otro reciben este derecho si no es de Dios, Príncipe supremo de todos.
No hay autoridad sino por Dios (Rom, 13,1)”
León XIII, Diuturnum illud,:
“Muchos de nuestros
contemporáneos, siguiendo las huellas de aquellos que en el siglo pasado se
dieron a sí mismos el nombre de filósofos, afirman que todo poder viene del
pueblo. Por lo cual, los que ejercen el poder no lo ejercen como cosa propia,
sino como mandato o delegación del pueblo y de tal manera que tiene rango de
ley la afirmación de que la misma voluntad popular que entregó el poder puede
revocarlo a su antojo. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que
pone en Dios, como en principio natural y necesario, el origen del poder
político” (3).
“Es importante advertir en
este punto que los que han de gobernar los Estados pueden ser elegidos, en
determinadas circunstancias, por la voluntad y juicio de la multitud, sin que
la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección. Con esta elección se
designa el gobernante, pero no se confieren los derechos del poder. Ni se
entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de
ejercer” (4).
“De aquella herejía
[Reforma] nacieron en el siglo pasado una filosofía falsa, el llamado derecho
nuevo, la soberanía popular y una descontrolada licencia, que muchos consideran
como la única libertad” (17).
San Pío X alertó en Notre
Charge apostolique, que la Iglesia:
“Ha condenado una democracia
que llega al grado de perversidad que consiste en atribuir en la sociedad la soberanía
al pueblo” (9).
28. Otro ejemplo, es la
errónea interpretación del concepto de corporativismo en dos artículos, al
asignar a los vocablos utilizados, un significado distinto al adoptado por el
Magisterio e incluso, a la acepción correcta en el idioma castellano:
“La empresa debe ser una
comunidad solidaria no encerrada en los intereses corporativos…” (p. 340).
“El sindicato…debe vencer
las tentaciones del corporativismo…” (p. 306).
Textos del Magisterio:
“Pues igual que siguiendo el
impulso de la naturaleza, los que se hallan vinculados por la vecindad de lugar
constituyen municipios, así ha ocurrido que cuantos se ocupan en un mismo
oficio o profesión –sea ésta económica o de otra índole- constituyen ciertos
colegios o corporaciones, hasta el punto de que tales agrupaciones, regidas por
un derecho propio, llegaran a ser consideradas por muchos, si no como
esenciales, sí, al menos, como connaturales a la sociedad civil” (Enc.
Quadragesimo Anno, Pío XI, 84).
“No cabe duda de que, en las
actuales circunstancias, la forma corporativa de la vida social y,
especialmente, de la vida económica, favorece prácticamente la doctrina
cristiana en lo concerniente a la persona, a la comunidad, al trabajo y a la
propiedad privada” (Pío XII, Carta a la 33º Semana Social de Francia, 1946).
“Otro tanto ocurre con
nuestra posición respecto a la organización profesional o corporativa, que ha
sido tironeada en diversos sentidos en las polémicas públicas, quizá por haber
sido mal entendida por algunos. Ella también corresponde a la enseñanza de la
Encíclica Quadragesimo anno y está por encima de toda recriminación de
entrometimiento en los asuntos puramente políticos del tiempo presente” (Pío
XII, Carta a la 34º Semana Social de Francia, 1947).
29. Llama la atención que el
Compendio no haya incluido un capítulo para analizar la doctrina sobre la
educación. Tampoco se han incluido temas importantes, como: liberalismo,
marxismo, socialismo, comunismo, secularismo y teología de la liberación. En la
Agenda Social, que fue una primera versión del Compendio, publicada en 2002,
figuraron: socialismo, marxismo y comunismo.
Da la impresión que se ha
preferido hablar de individualismo, en lugar de liberalismo, y de colectivismo,
en lugar de marxismo, socialismo o comunismo. Esto deja un vacío conceptual y
puede confundir a quienes lean el Compendio sin preparación previa.
Por eso, es importante
recordar el peligro de las ideologías, y afirmar como lo hizo Pablo VI, en la
Octogesima adveniens:
“El cristiano que quiere
vivir su fe en una acción política concebida como servicio, no puede adherirse,
sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen,
radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre. No
es lícito, por tanto, favorecer a la ideología marxista....Tampoco apoya el
cristiano la ideología liberal...” (26).
“¿Es necesario subrayar las
posibles ambigüedades de toda ideología social?” (27)
30. Tratándose el Compendio
de una obra colectiva, no puede extrañar que, siendo en general correcta la
síntesis efectuada, algunos temas adolezcan de
suficiente precisión.
Conclusión
Todos los Papas, desde Pío
XI, han exhortado al estudio de las cuestiones sociales con la guía de la
Iglesia. Juan XXIII exhortó a que la doctrina social se enseñe como disciplina
obligatoria en los colegios católicos y se incluya en el programa de enseñanza
religiosa de las parroquias y de las asociaciones de apostolado de los seglares
(MM, 223). Además, no se debe limitar a exponer esta doctrina, sino que los
fieles deben educarse, sobre todo, para practicarla.
Destacaba que la aplicación
de la teoría es siempre difícil, y esta dificultad se acentúa cuando se
pretende llevar a la práctica una doctrina social como la católica, por varios
motivos:
a) por el desordenado amor
propio que existe en el hombre;
b) por el materialismo que
cunde en la sociedad moderna;
c) por la dificultad de
discernir en cada caso concreto la aplicación de la justicia.
Por eso, agregaba, no basta
enseñar los principios doctrinarios, se debe enseñar la manera práctica de
aplicarlos (MM, 226-230).
La situación que hemos
descrito parece indicar que, luego de medio siglo, no se han podido implementar tan sabios
consejos. A lo ya señalado en los párrafos 3 y 4, podemos añadir el reciente
informe sobre la DSI en el mundo, que ha publicado el Observatorio Cardenal Van
Thuan [14]. Lo que se expresa –o se omite- en este documento, confirma el
diagnóstico expuesto.
Consideramos grave este
problema, pues nadie puede aplicar lo que no conoce, y no puede conocer lo que
no se le enseña. Dejando de lado a los intelectuales que por sí mismos pueden
investigar y formarse, es ilusorio creer que los fieles comunes pueden adquirir
conocimientos sobre una disciplina que no se difunde adecuadamente. Por otra
parte, hace ya seis años que el Compendio señaló con precisión a quien le
compete esta función: en cada diócesis, “el Obispo tiene la responsabilidad de
promover la enseñanza y difusión de la doctrina social, a la que provee
mediante instituciones apropiadas” (CDSI, 539).
Al finalizar este trabajo,
nos animamos a sugerir dos posibles vías de solución:
A. La confección, por un
grupo pequeño de especialistas, de un documento oficial de la Santa Sede,
aprobado por el Papa, que abarque sólo lo principal de la doctrina social, a
ejemplo del Código Social de Malinas, que hizo conocer la doctrina a varias
generaciones, pese a que tenía una extensión de 68 páginas.
B. Que la Santa Sede,
recomiende a todos los obispos del mundo, el cumplimiento del párrafo 539 del
Compendio, mediante disposiciones que establezcan:
a) La obligatoriedad de
impartir la DSI en todas las universidades, institutos y colegios católicos; b)
que se integre esta disciplina a la catequesis, de un modo adecuado a la edad
de los catecúmenos; c) que en toda parroquia se dicten, al menos una vez al
año, cursos de DSI; estos cursos serían exigibles a los agentes pastorales y
catequistas, como condición para permanecer en sus funciones.
Habiéndonos dedicado durante
los últimos 37 años a la tarea de difundir la doctrina social, podemos
atestiguar sobre la necesidad de hacerlo,
posibilidad real de concretarlo y los beneficios que redundan en los
fieles y la comunidad respectiva.
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Siglas:
CDSI: Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia
CFL: Exhortación Apostólica
Christifideles Laici
GS: Constitución Gaudium et
Spes
LG: Constitución Lumen
Gentium
MM: Encíclica Mater et
Magistra
PP: Encíclica Populorum
Progresio
Fuentes:
· Centro de Estudios Cívicos, “Análisis
del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 26-1-09.
· Crepaldi, Giampaolo Mons. “El Atrio de
los Gentiles y la Doctrina Social de la Iglesia”; Zenit. Org, 26-1-2010.
· Meneghini, Mario. “Sumario de Doctrina
Social”; Córdoba, Escuela de Dirigentes “Santo Tomás Moro”, 2009.
· Pontificio Consejo “Justicia y Paz”;
“Agenda Social”; 2000,
· Pontificio Consejo “Justicia y Paz”.
“Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”; 2004.
· Quarracino, Antonio. “Seguir a Cristo,
en la enseñanza social de la Iglesia”; Buenos Aires, Claretiana, 1980,
pp.10-12.
· Sacheri, Carlos. “La Iglesia y lo
social”; Bahía Blanca, La Nueva Provincia, 1972, págs. 11/14.
· Unión Internacional de Estudios Sociales.
“Código Social”; Madrid, Razón y
Fe, 1935.
Referencias:
[1] Conferencia Episcopal Argentina. “Navega
mar adentro”; 31-5-2003.
[2] Martino, Renato Raffaele
Card. Conferencia en Barcelona: “La doctrina social de la Iglesia es demasiado
desconocida y en la Curia romana, se dice, con ironía, que es el secreto mejor
guardado de la Iglesia católica”; cit. en Catholic.net, 17-2-06.
[3] Martino, Renato Raffaele
Card. “La erradicación de la pobreza y la doctrina social de la Iglesia”;
conferencia en Guadalajara, España, 20-2-2009.
[4] Pontificio Consejo
Justicia y Paz. “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”; 2004, Tercera
Parte, Capítulo Duodécimo, párrafos 521-574.
[5] Pablo VI. Discurso a la
XXXII Congregación General reunida en Roma, 3-12-1974.
[6] Pablo VI. Alocución,
7.5.1969.
[7] Ratzinger, Joseph. “La
Iglesia”; Buenos Aires, San Pablo, 1991, p. 182.
[8] Gutiérrez, Gustavo.
“Teología de la Liberación”; Salamanca, Sígueme, p. 353.
[9] Gutiérrez, Gustavo. Ob.
cit., p. 100.
[10] Congregación para la
Doctrina de la Fe. “Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la
Liberación”; 6-8-1984.
[11] Sobrino, Jon. “La
Teología de la Liberación hoy”; Universidad Católica de Córdoba, 2003.
[12] Corbelli scj, Primo.
“Doctrina Social de la Iglesia”; Buenos Aires, Claretiana, 2003, pp. 176-177.
[13] Pío XII. Alocución del
24-5-1945.
[14] Obbservatorio Internazionale
Card. Van Thuan sulla Dottrina Sociales della Chiesa. “Primo Rapporto sulla
Dottrina sociale della Chiesa nel mondo”; Siena, Cantagalli, 2009.