Desconocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia

por Mario Meneghini

I. Introducción

1. La enseñanza y la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia forman parte de la misión evangelizadora de la Iglesia. Juan Pablo II, en la Centesimus Annus, habla del anuncio de la DSI; expresión llamativa porque implica analogarla al anuncio del Evangelio.“De esto se deduce que la doctrina social tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al hombre a sí mismo.” (CA, 54).
En esa encíclica, el Santo Padre manifestaba la esperanza de que al conmemorarse el centenario de la Rerum Novarum, surgiera un renovado impulso para el estudio, difusión y aplicación de la DSI en todos los ámbitos. Pero ya dos años antes, en Ecclesia in America (1999), consideraba que difundir esta doctrina constituía una verdadera prioridad pastoral, y que para ello sería muy útil una síntesis autorizada a modo de “Catecismo de la doctrina social católica”.

2. El Pontificio Consejo Justicia y Paz, presidido entonces por el Cardenal Van Thuan, elaboró en el 2000 una colección de textos del Magisterio denominado “Agenda Social”, de 200 páginas. Posteriormente, en octubre de 2004, presentó el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, que será, sin duda, una fuente de consulta, a semejanza del Catecismo. Sin embargo, debido a su extensión -500 páginas- resultará de mayor utilidad para especialistas y sacerdotes. Estimamos que sigue faltando un manual –Catecismo- que facilite, a todos los interesados, el acceso a la enseñanza social.
Por otra parte, como lo indica el nombre –compendio: síntesis, antología- no se trata de un documento en sí mismo, sino de una selección de párrafos de los principales documentos. Debe destacarse que, mientras el Catecismo de la Iglesia Católica fue aprobado por Juan Pablo II por la Constitución Apostólica Fidei Depositum, expresando: “Lo reconozco como un instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial y como norma segura para la enseñanza de la fe”, el Compendio solo está precedido por una nota del Secretario de Estado de la Santa Sede.

3. Debemos agregar la advertencia de Mons. Quarrachino, siendo Secretario General de la Conferencia Episcopal Latinoamericana: en nuestra época, con problemas cada vez más complejos, con un sentido religioso desleído, con una desesperante escasez de sacerdotes, “si la Iglesia quiere llegar a las estructuras del mundo, lo hará por el laicado o no lo hará”.

Si lo expresado es correcto, debemos reconocer que no hemos ni siquiera empezado la tarea, puesto que la DSI es ignorada por la mayoría de los laicos. Así lo manifiestan los Obispos argentinos en el documento Navega Mar Adentro [1]:
“En un país constituido mayoritariamente por bautizados, resulta escandaloso el desconocimiento y, por lo mismo, la falta de vigencia de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta ignorancia e indiferencia permiten que no pocos hayan disociado la fe del modo de conducirse cristianamente frente a los bienes materiales y a los contratos sociales de justicia y solidaridad. La labor educativa de la Iglesia no pudo hacer surgir una patria más justa, porque no ha logrado que los valores evangélicos se traduzcan en compromisos cotidianos.” (p. 38)

Lamentablemente, luego del diagnóstico preciso e incisivo del párrafo citado, al detallar las “Acciones destacadas” a emprender, únicamente se menciona la necesidad de multiplicar los cursos y jornadas (p. 97, c), sin disponer un programa concreto que permita superar la situación diagnosticada. Por lo tanto, la tarea de difusión –al menos en nuestro país- seguirá limitada a la acción voluntaria de un puñado de laicos, que, con sus propios recursos, y sin ningún apoyo de la jerarquía, consideran su obligación moral trasmitir lo que han recibido.

4. Creemos que esta misma situación se verifica en el resto del mundo católico. Valga como parámetro la confesión del Cardenal Martino: la DSI es “el secreto mejor guardado de la Iglesia Católica” [2]; en otra ocasión agregó que es “una doctrina con frecuencia ignorada, desconocida, incluso en ocasiones menospreciada” [3]. Por eso, consideramos necesario ocuparnos del tema, lo que haremos  siguiendo un orden lógico.

II. La doctrina social: contribución de la Iglesia [4]

5. La Iglesia contribuye con la comunidad humana, a través de su enseñanza social, que muestra la proyección del Evangelio al mundo temporal. La antropología cristiana, que  se fundamenta en la dignidad inviolable de la persona, aborda las realidades del trabajo, de la economía y de la política desde una perspectiva integral.
 La antropología cristiana anima a los fieles a renovar desde dentro, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores determinantes, las líneas de pensamiento y los modelos de vida del hombre contemporáneo. Una visión secularizada de la salvación tiende a reducir también el cristianismo a  una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien.

6. La Iglesia vive y obra en la historia, interactuando con la sociedad y la cultura de su tiempo, para cumplir su misión de comunicar a todos los hombres la novedad del anuncio cristiano, en la realidad concreta de sus dificultades, luchas y desafíos; de esta manera la fe ayuda las personas a comprender que abrirse al amor de Dios es la verdadera liberación.
El mensaje social del Evangelio debe orientar la Iglesia a desarrollar una doble tarea pastoral: ayudar a los hombres a descubrir la verdad y elegir el camino a seguir; y animar el compromiso de los cristianos de testimoniar su fe en sociedad. El mensaje social del cristianismo se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna.

En el anuncio del Evangelio, la dimensión social es esencial e ineludible, aun no siendo la única. Ésta debe mostrar la inagotable fecundidad de la salvación cristiana, si bien una conformación perfecta y definitiva de las realidades sociales con el Evangelio no podrá realizarse en la historia: ningún resultado, ni aun el más perfecto, puede eludir las limitaciones de la libertad humana y la tensión escatológica de toda realidad creada.

7. La antropología cristiana permite un discernimiento de los problemas sociales, para los que no se puede hallar una solución correcta si no se tutela el carácter trascendente de la persona humana, plenamente revelado en la fe. La acción social de los cristianos debe inspirarse en el principio fundamental de la centralidad del hombre. De la exigencia de promover la identidad integral del hombre brota la propuesta de los grandes valores que presiden una convivencia ordenada y fecunda: verdad, justicia, amor, libertad. La pastoral social se esfuerza para que la renovación de la vida pública esté ligada a un efectivo respeto de estos valores. De ese modo, la Iglesia, mediante su multiforme testimonio evangélico, promueve la conciencia de que el bien de todos y de cada uno es el recurso inagotable para desarrollar toda la vida social.

8. La doctrina social es un punto de referencia indispensable para una formación cristiana completa. La insistencia del Magisterio al proponer esta doctrina como fuente inspiradora del apostolado y de la acción social nace de la persuasión de que ésta constituye un extraordinario recurso formativo: “Es absolutamente indispensable —sobre todo para los fieles laicos comprometidos de diversos modos en el campo social y político— un conocimiento más exacto de la doctrina social de la Iglesia” (CFL, 60). Este patrimonio doctrinal no se enseña ni se conoce adecuadamente: esta es una de las razones por las que no se traduce pertinentemente en un comportamiento concreto.

El valor formativo de la doctrina social debe estar más presente en la catequesis. Es importante, en esa actividad, que la enseñanza de la doctrina social se oriente a motivar la acción para evangelizar y humanizar las realidades temporales. De hecho, con esta doctrina la Iglesia enseña un saber teórico-práctico que sostiene el compromiso de transformación de la vida social, para hacerla cada vez más conforme al diseño divino. La catequesis social apunta a la formación de hombres que, respetuosos del orden moral, sean amantes de la genuina libertad, y contribuyan a instaurar la justicia. Una lectura directa de las encíclicas sociales, realizada en el contexto eclesial, enriquece su recepción y su aplicación, gracias a la aportación de las diversas competencias y conocimientos profesionales presentes en la comunidad.

9. La doctrina social ha de estar en la base de una intensa y constante obra de formación, sobre todo de aquella dirigida a los cristianos laicos. Esta formación debe tener en cuenta su compromiso en la vida civil: “A los seglares les corresponde, con su libre iniciativa y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en que viven” (PP, 81).

El primer nivel de la obra formativa dirigida a los cristianos laicos debe capacitarlos para  encauzar eficazmente las tareas cotidianas en los ámbitos culturales, sociales, económicos y políticos, desarrollando en ellos el sentido del deber practicado al servicio del bien común.
Un segundo nivel se refiere a la formación de la conciencia política para preparar a los cristianos laicos al ejercicio del poder político: “Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal” (GS, 75).

10. Las instituciones educativas católicas pueden y deben prestar un fecundo  servicio formativo, aplicándose con especial solicitud en la inculturación del mensaje cristiano. La doctrina social es un instrumento necesario para una eficaz educación cristiana al amor, la justicia, la paz, así como para madurar la conciencia de los deberes morales y sociales en el ámbito de las diversas competencias culturales y profesionales.
Las “Semanas Sociales” de los católicos representan una importante forma de contribuir a la renovación del orden temporal. La iniciativa, experimentada desde hace muchos años en diversos países, es un verdadero taller cultural en el que se comunican y se confrontan reflexiones y experiencias, se estudian los problemas emergentes y se promueven nuevas orientaciones operativas.

11.  El compromiso de las autoridades civiles y políticas, llamadas a servir a la vocación personal y social del hombre, según su propia competencia y con sus propios medios, puede encontrar en la doctrina social de la Iglesia un importante apoyo y una rica fuente de inspiración.
La doctrina social es un terreno fecundo para cultivar el diálogo y la colaboración en campo ecuménico, que hoy día se realizan en diversos ámbitos a gran escala: en la defensa de la dignidad de las personas humanas; en la promoción de la paz; en la lucha concreta y eficaz contra las miserias de nuestro tiempo, como el hambre y la indigencia, el analfabetismo, la injusta distribución de los bienes y la falta de vivienda. Esta multiforme cooperación aumenta la conciencia de la fraternidad en Cristo y facilita el camino ecuménico.

12. Benedicto XVI ha expresado que los gentiles de hoy son aquellos que están descontentos de sus mitos y dioses, porque comprenden que no pueden esperar de ellos ninguna salvación, y están a la espera del Dios único. Por eso ha pedido que hoy se creen Atrios de los Gentiles para que esas personas puedan acercarse a la Verdad.
A tal efecto, la Doctrina Social de la Iglesia puede cumplir un rol importante, pues sirve como lugar de encuentro entre la razón y la fe; habla del hombre y de la comunidad de los hombres, y, al hacerlo habla de Dios.

13. En cada diócesis, el primer responsable del compromiso pastoral de evangelización de lo social es el Obispo, ayudado por los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, y los fieles laicos. Con especial referencia a la realidad local, el Obispo tiene la responsabilidad de promover la enseñanza y difusión de la doctrina social, a la que provee mediante instituciones apropiadas.
La acción pastoral del Obispo se actúa a través del ministerio de los presbíteros que participan en su misión de enseñar, santificar y guiar a la comunidad cristiana. Con la programación de oportunos itinerarios formativos, el presbítero debe dar a conocer la doctrina social y promover en los miembros de su comunidad la conciencia del derecho y el deber de ser sujetos activos de esta doctrina. Debe animar la acción pastoral en el ámbito social, cuidando con particular solicitud la formación y el acompañamiento espiritual de los fieles comprometidos en la vida social y política. El presbítero que ejerce su servicio pastoral en las diversas asociaciones eclesiales, especialmente en las de apostolado social, tiene la misión de favorecer su crecimiento con la necesaria enseñanza de la doctrina social.

III. El panorama actual

14. Creemos que existe un extendido desconocimiento de la DSI en la inmensa mayoría de los católicos de todo el mundo. Se cree, generalmente, que es una disciplina destinada a los sacerdotes e intelectuales. Por cierto que ellos deben conocerla, incluso para enseñarla y difundirla.  Pero, realmente, la DSI se dirige a todos los cristianos, especialmente a los fieles laicos; son ellos los destinados a aplicarla, puesto que son quienes están en el mundo, dedicados a tares temporales. La existencia cristiana no se realiza en las sacristías y los templos, sino en medio del mundo; un mundo –el contemporáneo- lleno de dificultades. “De todas formas, es ésta la viña, y éste el campo en que los fieles laicos están llamados a vivir su misión” (CFL, 3).
Por eso, sostenía Juan XXIII que la doctrina social debe ser, no solamente estudiada, sino aplicada, y “que  la mejor manera de demostrar la bondad y la eficacia de esta doctrina es demostrar que puede resolver los problemas sociales del momento” (MM, 221, 225).

15. No podemos dejar de señalar en el mencionado desconocimiento de la DSI, la influencia ejercida por las desviaciones de la recta doctrina católica, acentuadas en la segunda mitad del siglo XX. Hasta entonces, en los países de mayoría católica, era bastante conocida la doctrina social, al menos en los círculos intelectuales y entre los agentes pastorales. Recordemos que 1928 se publicó en Madrid la primera edición en castellano del célebre Código Social de Malinas, redactado por la Unión Internacional de Estudios Sociales.
En América, basta revisar los programas de formación de la Acción Católica y otras instituciones. En Buenos Aires, por ejemplo, a pocos meses de promulgada la Rerum Novarum (1891), ya se dictaban cursos de DSI en los Círculos Católicos de Obreros, fundados por el P. Grote. En 1939 la Acción Católica Argentina publicó “Primeras nociones de Doctrina Social Católica”.

16. En la actualidad, la Iglesia Católica se ve asediada desde su mismo interior, por grupos que, invocando a veces legítimos propósitos, comprometen seriamente la unidad interior de los fieles y enuncian doctrina erróneas que confunden los espíritus, debilitando su fe. La actual crisis de fe se traduce en todos los planos y niveles de la vida eclesial, sin excepción. No sólo un número considerable de religiosos y sacerdotes, sino hasta obispos y cardenales se permiten sostener doctrinas incompatibles con las enseñanzas permanentes del Magisterio.

17. Un antecedente, entre tantos, que podemos citar: un discurso de Pablo VI en 1974 a la Congregación General de la Compañía de Jesús, en el que advertía:
“…se nota hoy en algunos sectores de la Compañía, un grave estado de incertidumbre, más aún, un cierto modo de obrar y de pensar que ponen en tela de juicio la identidad de vuestra vida religiosa”. “…la disponibilidad para el servicio puede degenerar en relativismo, convertirse al mundo y a su mentalidad inmanentista, asimilarse a la condición humana que se pretende salvar, y finalmente reducirse incluso a un secularismo, confundiéndose con lo profano” [5].
El mismo pontífice, años antes, había resumido la situación:

“…se reúnen y se manifiestan en pequeños grupos que terminan por dar sus preferencias a otras ideologías, ya sean religiosas (cf. Modernismo pasado y reciente), ya sociales (cf. Marxismo) y no a la auténtica fe cristiana” [6].

18. Benedicto XVI ha sostenido que la errónea interpretación de los documentos del Concilio Vaticano II,  ha provocado una profunda crisis en la Iglesia. “El hecho de que Dios mismo esté actuando, de que él mismo obre, no constituye ya en el mundo moderno un supuesto. Sin embargo, al actuar así nos estamos comportando como los corintios; confundimos la Iglesia con un partido y la fe con un programa de partido” [7].

19. Con respecto a la doctrina social, la llamada teología de la liberación, ha incidido profundamente en su desconocimiento; los propulsores de esa corriente desconfían de la DSI, cuyo contenido consideran reformista, mientras ellos proponen un cambio total de sistema que incluye la violencia. Dice Gustavo Gutiérrez: “Cuando la Iglesia rechaza la lucha de clases se está comportando objetivamente como una pieza del sistema imperante” [8]. “El hombre latinoamericano en la lucha revolucionaria se libera de una manera u otra del tutelaje de una religión alienante que tiende a la conservación del orden” [9].

20. Ya en el Documento de Puebla (1979), los obispos de Latinoamérica –donde más se difundió la teología de la liberación- habían advertido  “el riesgo de ideologización a que se expone la reflexión teológica, cuando se realiza partiendo de una praxis que recurre al análisis marxista” (545). “Ni el Evangelio ni la Doctrina o Enseñanza Social que de él proviene son ideologías” (540).

21. Habiendo transcurrido tres décadas desde que la Congregación para la Doctrina de la Fe impugnara la teología de la liberación [10], la misma se sigue difundiendo en los ámbitos católicos, incluidas instituciones educativas y seminarios [11]:
“La teología de la liberación constituyó un aporte fundamental a la Doctrina Social”. “La Iglesia ha integrado los núcleos fundamentales de la teología de la liberación en su Doctrina Social así como ha asumido en su pastoral la rica experiencia de las comunidades eclesiales de base” [12].

22. Para valorar adecuadamente la DSI y evitar contaminaciones ideológicas indebidas, es necesario recordar la enseñanza de Pío XII [13] sobre la DSI:
a) es obligatoria para todo católico, y
b) está fijada definitivamente, de manera unívoca, en sus principios fundamentales, pero es suficientemente amplia para adaptarse y aplicarse a las situaciones cambiantes de la realidad.

 23. Ninguna encíclica aislada, puede pretender ser indiscutida, pero, cuando hay continuidad en varios documentos y en sucesivos papas, no puede dudarse de la autenticidad de la doctrina (LG, 25).
Conviene tener en cuenta algunas reglas para la correcta interpretación de los documentos:

a) utilizar el texto oficial, que se publica en el Osservatore Romano. Un ejemplo típico de deformación del texto, ocurrió con la encíclica Mater et Magistra, de Juan XXIII; el concepto de socialización -entendido como incremento de las relaciones sociales- fue traducido en algunas ediciones por socialismo.
b) comparar textos sobre el mismo tema - por ejemplo la. propiedad-, en distintos documentos, para verificar la continuidad de la doctrina.
c) distinguir lo doctrinal de lo prudencial, que sólo puede aplicarse a una situación o país determinado.

IV. Análisis del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia

24. Este documento presenta, de una manera amplia y sistemática, aunque sintética, la enseñanza social de la Iglesia. Constituye un cuadro de conjunto sobre el cuerpo doctrinal, con un método orgánico, que incluye un índice temático detallado, de 158 páginas, para facilitar la búsqueda de aspectos específicos.

25. Se aclara que: “Las aportaciones múltiples y multiformes -que son también expresión del sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo- son asumidas, interpretadas y unificadas por el Magisterio, que promulga la enseñanza social como doctrina de la Iglesia” (79). No han faltado, hasta ahora, fieles -laicos y religiosos- que estimaban que no existía una doctrina social, sino que cada Pontífice expresaba en los documentos su propia opinión. Si bien era una tesis sin fundamento, a partir del Compendio queda ratificada la validez y obligatoriedad de la Doctrina Social de la Iglesia. “Es Magisterio auténtico, que exige la aceptación y adhesión de los fieles” (80).

26.  “El peso doctrinal de las diversas enseñanzas y el asenso que requieren depende de su naturaleza, de su grado de independencia respecto a elementos contingentes y variables, y de la frecuencia con la cual son invocadas” (80). Esta regla interpretativa nos lleva a considerar necesario distinguir en cada artículo del Compendio:
a) Frases que están avaladas por un documento pontificio, citado a pie de página.

b) Frases que comentan o amplían una referencia doctrinaria, del tipo anterior, o son colocadas como epígrafe, al comenzar un artículo.
Estimamos que las frases del segundo tipo (“b”) pueden suscitar dudas y hasta objeciones lícitas, si tienen una sintaxis confusa o contienen un concepto contradictorio con la doctrina tradicional.

27. Nos permitimos señalar un ejemplo concreto: el epígrafe al artículo 395: “El sujeto de la autoridad política es el pueblo, considerado en su totalidad, como titular de la soberanía”.
Esta frase no está avalada por ninguna referencia, y contradice explícitamente varios textos pontificios:
León XIII, Inmortale Dei, 2:
”Autoridad que, como la misma sociedad, surge y deriva de la Naturaleza, y, por tanto, del mismo Dios, que es su autor. De donde se sigue que el poder público, en sí mismo considerado, no proviene sino de Dios. Sólo Dios es el verdadero y supremo Señor de las cosas. Todo lo existente ha de someterse y obedecer necesariamente a Dios. Hasta tal punto, que todos los que tienen el derecho de mandar, de ningún otro reciben este derecho si no es de Dios, Príncipe supremo de todos. No hay autoridad sino por Dios (Rom, 13,1)”

León XIII, Diuturnum illud,:
“Muchos de nuestros contemporáneos, siguiendo las huellas de aquellos que en el siglo pasado se dieron a sí mismos el nombre de filósofos, afirman que todo poder viene del pueblo. Por lo cual, los que ejercen el poder no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación del pueblo y de tal manera que tiene rango de ley la afirmación de que la misma voluntad popular que entregó el poder puede revocarlo a su antojo. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como en principio natural y necesario, el origen del poder político” (3).
“Es importante advertir en este punto que los que han de gobernar los Estados pueden ser elegidos, en determinadas circunstancias, por la voluntad y juicio de la multitud, sin que la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección. Con esta elección se designa el gobernante, pero no se confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer” (4).

“De aquella herejía [Reforma] nacieron en el siglo pasado una filosofía falsa, el llamado derecho nuevo, la soberanía popular y una descontrolada licencia, que muchos consideran como la única libertad” (17).

San Pío X alertó en Notre Charge apostolique, que la Iglesia:
“Ha condenado una democracia que llega al grado de perversidad que consiste en atribuir en la sociedad la soberanía al pueblo” (9).

28. Otro ejemplo, es la errónea interpretación del concepto de corporativismo en dos artículos, al asignar a los vocablos utilizados, un significado distinto al adoptado por el Magisterio e incluso, a la acepción correcta en el idioma castellano:
“La empresa debe ser una comunidad solidaria no encerrada en los intereses corporativos…” (p. 340).
“El sindicato…debe vencer las tentaciones del corporativismo…” (p. 306).

Textos del Magisterio:
“Pues igual que siguiendo el impulso de la naturaleza, los que se hallan vinculados por la vecindad de lugar constituyen municipios, así ha ocurrido que cuantos se ocupan en un mismo oficio o profesión –sea ésta económica o de otra índole- constituyen ciertos colegios o corporaciones, hasta el punto de que tales agrupaciones, regidas por un derecho propio, llegaran a ser consideradas por muchos, si no como esenciales, sí, al menos, como connaturales a la sociedad civil” (Enc. Quadragesimo Anno, Pío XI, 84).
“No cabe duda de que, en las actuales circunstancias, la forma corporativa de la vida social y, especialmente, de la vida económica, favorece prácticamente la doctrina cristiana en lo concerniente a la persona, a la comunidad, al trabajo y a la propiedad privada” (Pío XII, Carta a la 33º Semana Social de Francia, 1946).

“Otro tanto ocurre con nuestra posición respecto a la organización profesional o corporativa, que ha sido tironeada en diversos sentidos en las polémicas públicas, quizá por haber sido mal entendida por algunos. Ella también corresponde a la enseñanza de la Encíclica Quadragesimo anno y está por encima de toda recriminación de entrometimiento en los asuntos puramente políticos del tiempo presente” (Pío XII, Carta a la 34º Semana Social de Francia, 1947).

29. Llama la atención que el Compendio no haya incluido un capítulo para analizar la doctrina sobre la educación. Tampoco se han incluido temas importantes, como: liberalismo, marxismo, socialismo, comunismo, secularismo y teología de la liberación. En la Agenda Social, que fue una primera versión del Compendio, publicada en 2002, figuraron: socialismo, marxismo y comunismo.

Da la impresión que se ha preferido hablar de individualismo, en lugar de liberalismo, y de colectivismo, en lugar de marxismo, socialismo o comunismo. Esto deja un vacío conceptual y puede confundir a quienes lean el Compendio sin preparación previa.

Por eso, es importante recordar el peligro de las ideologías, y afirmar como lo hizo Pablo VI, en la Octogesima adveniens:
“El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política concebida como servicio, no puede adherirse, sin contradecirse a sí mismo, a sistemas ideológicos que se oponen, radicalmente o en puntos sustanciales, a su fe y a su concepción del hombre. No es lícito, por tanto, favorecer a la ideología marxista....Tampoco apoya el cristiano la ideología liberal...” (26).
“¿Es necesario subrayar las posibles ambigüedades de toda ideología social?” (27)

30. Tratándose el Compendio de una obra colectiva, no puede extrañar que, siendo en general correcta la síntesis efectuada, algunos temas adolezcan de  suficiente precisión.

Conclusión

Todos los Papas, desde Pío XI, han exhortado al estudio de las cuestiones sociales con la guía de la Iglesia. Juan XXIII exhortó a que la doctrina social se enseñe como disciplina obligatoria en los colegios católicos y se incluya en el programa de enseñanza religiosa de las parroquias y de las asociaciones de apostolado de los seglares (MM, 223). Además, no se debe limitar a exponer esta doctrina, sino que los fieles deben educarse, sobre todo, para practicarla.
Destacaba que la aplicación de la teoría es siempre difícil, y esta dificultad se acentúa cuando se pretende llevar a la práctica una doctrina social como la católica, por varios motivos:

a) por el desordenado amor propio que existe en el hombre;
b) por el materialismo que cunde en la sociedad moderna;
c) por la dificultad de discernir en cada caso concreto la aplicación de la justicia.
Por eso, agregaba, no basta enseñar los principios doctrinarios, se debe enseñar la manera práctica de aplicarlos (MM, 226-230).

La situación que hemos descrito parece indicar que, luego de medio siglo,  no se han podido implementar tan sabios consejos. A lo ya señalado en los párrafos 3 y 4, podemos añadir el reciente informe sobre la DSI en el mundo, que ha publicado el Observatorio Cardenal Van Thuan [14]. Lo que se expresa –o se omite- en este documento, confirma el diagnóstico expuesto.
Consideramos grave este problema, pues nadie puede aplicar lo que no conoce, y no puede conocer lo que no se le enseña. Dejando de lado a los intelectuales que por sí mismos pueden investigar y formarse, es ilusorio creer que los fieles comunes pueden adquirir conocimientos sobre una disciplina que no se difunde adecuadamente. Por otra parte, hace ya seis años que el Compendio señaló con precisión a quien le compete esta función: en cada diócesis, “el Obispo tiene la responsabilidad de promover la enseñanza y difusión de la doctrina social, a la que provee mediante instituciones apropiadas” (CDSI, 539).

Al finalizar este trabajo, nos animamos a sugerir dos posibles vías de solución:
A. La confección, por un grupo pequeño de especialistas, de un documento oficial de la Santa Sede, aprobado por el Papa, que abarque sólo lo principal de la doctrina social, a ejemplo del Código Social de Malinas, que hizo conocer la doctrina a varias generaciones, pese a que tenía una extensión de 68 páginas.
B. Que la Santa Sede, recomiende a todos los obispos del mundo, el cumplimiento del párrafo 539 del Compendio, mediante disposiciones que establezcan:
a) La obligatoriedad de impartir la DSI en todas las universidades, institutos y colegios católicos; b) que se integre esta disciplina a la catequesis, de un modo adecuado a la edad de los catecúmenos; c) que en toda parroquia se dicten, al menos una vez al año, cursos de DSI; estos cursos serían exigibles a los agentes pastorales y catequistas, como condición para permanecer en sus funciones.

Habiéndonos dedicado durante los últimos 37 años a la tarea de difundir la doctrina social, podemos atestiguar sobre la necesidad de hacerlo,  posibilidad real de concretarlo y los beneficios que redundan en los fieles y la comunidad respectiva.

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Siglas:
CDSI: Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia
CFL: Exhortación Apostólica Christifideles Laici
GS: Constitución Gaudium et Spes
LG: Constitución Lumen Gentium
MM: Encíclica Mater et Magistra
PP: Encíclica Populorum Progresio

 Fuentes:
·         Centro de Estudios Cívicos, “Análisis del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 26-1-09.
·         Crepaldi, Giampaolo Mons. “El Atrio de los Gentiles y la Doctrina Social de la Iglesia”; Zenit. Org, 26-1-2010.
·         Meneghini, Mario. “Sumario de Doctrina Social”; Córdoba, Escuela de Dirigentes “Santo Tomás Moro”, 2009.
·         Pontificio Consejo “Justicia y Paz”; “Agenda Social”; 2000,
·         Pontificio Consejo “Justicia y Paz”. “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”; 2004.
·         Quarracino, Antonio. “Seguir a Cristo, en la enseñanza social de la Iglesia”; Buenos Aires, Claretiana, 1980, pp.10-12.
·         Sacheri, Carlos. “La Iglesia y lo social”; Bahía Blanca, La Nueva Provincia, 1972, págs. 11/14.
·         Unión Internacional de Estudios Sociales. “Código Social”; Madrid,  Razón y Fe,  1935.

Referencias:
 [1] Conferencia Episcopal Argentina. “Navega mar adentro”; 31-5-2003.
[2] Martino, Renato Raffaele Card. Conferencia en Barcelona: “La doctrina social de la Iglesia es demasiado desconocida y en la Curia romana, se dice, con ironía, que es el secreto mejor guardado de la Iglesia católica”; cit. en Catholic.net, 17-2-06.
[3] Martino, Renato Raffaele Card. “La erradicación de la pobreza y la doctrina social de la Iglesia”; conferencia en Guadalajara, España, 20-2-2009.
[4] Pontificio Consejo Justicia y Paz. “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”; 2004, Tercera Parte, Capítulo Duodécimo, párrafos 521-574.
[5] Pablo VI. Discurso a la XXXII Congregación General reunida en Roma, 3-12-1974.
[6] Pablo VI. Alocución, 7.5.1969.
[7] Ratzinger, Joseph. “La Iglesia”; Buenos Aires, San Pablo, 1991, p. 182.
[8] Gutiérrez, Gustavo. “Teología de la Liberación”; Salamanca, Sígueme, p. 353.
[9] Gutiérrez, Gustavo. Ob. cit., p. 100.
[10] Congregación para la Doctrina de la Fe. “Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación”; 6-8-1984.
[11] Sobrino, Jon. “La Teología de la Liberación hoy”; Universidad Católica de Córdoba, 2003.
[12] Corbelli scj, Primo. “Doctrina Social de la Iglesia”; Buenos Aires, Claretiana, 2003, pp. 176-177.
[13] Pío XII. Alocución del 24-5-1945.
[14] Obbservatorio Internazionale Card. Van Thuan sulla Dottrina Sociales della Chiesa. “Primo Rapporto sulla Dottrina sociale della Chiesa nel mondo”; Siena, Cantagalli, 2009.