Ambos autores
están de acuerdo en afirmar que la identificación de la esencia de la
modernidad coincide con el avance del gnosticismo, que no es otra cosa que la
inmanentización de la idea cristiana de redención.
Voegelin (1901-1985)
parte del concepto de “religiones políticas” para referirse a los movimientos
de corte totalitario como el fascismo, el nacionalismo, el comunismo y el
progresismo, un totalitarismo democrático, que ven lo divino en la nación, la
raza, en la clase, el pueblo o la humanidad. “Ello provoca la secularización de espíritu que se torna exclusivamente
mundano cuando se separa de sus raíces de la religiosidad.”[1]
Para
Meinvielle (1905-1973) el Dios trascendente al mundo queda eclipsado
progresivamente por estos nuevos dioses intramundanos. Con lo cual se invierte
el sentido de la historia y así, la historia profana deja de estar al servicio
de la historia sacra o metahistórica.
Lo que
caracteriza a la doctrina cristiana es lo inmutable y metahistórico en tanto
que “la gnosis se funda en el cambio
puro, que recibe los nombres de evolucionismo, historicismo, dialectismo o
progresismo”.[2]
Ambos autores se
apoyan en una infinidad de autores antiguos y modernos de los que se destacan
dos: el judío Gershom Scholem y el católico Claude Tresmontant. Uno estudia la
Cábala y sus orígenes y el otro la metafísica bíblica y el nacimiento de la
filosofía cristiana.
Voegelin
intenta esbozar más que una filosofía de la historia una teoría de la historia
según la cual ante la disolución del Sacrum
Imperium y la descomposición de la cultura comunitaria cristiana y la
crisis del mundo occidental que la acompaña se produce el ascenso de las
“religiones políticas” que son un sucedáneo falso de la genuina religiosidad
popular.
Meinvielle,
por su parte, intenta más que una teología de la historia una teología
política, centrándose en la cábala como quita esencia de expresión de la gnosis
moderna. Aun cuando distingue entre una interpretación cristiana y válida de la
cábala e interpretaciones naturalistas, ocultistas y judeo-masónica-diabólicas
de la misma.
Para ello
realiza un recorrido pormenorizado del gnosticismo y de la cábala a través de
los filósofos y pensadores desde los Padres de la Iglesia hasta el presente.
Voegelin, por
su lado, lo hace exhaustivamente con tres pensadores Marx, Nietzsche, Hegel y
Heidegger a los que les endilga la prohibición del cuestionamiento, el fenómeno
de la prohibición de la pregunta. La pregunta sobre lo real, pues para ellos la
realidad es lo que ellos sostienen.
Así Marx es un
gnóstico especulativo para quien la naturaleza en su despliegue engendró al
hombres y éste por medio de su trabajo- la técnica y la industria- convierte a
la naturaleza en historia humana, de ahí, que “toda la historia universal no es otra cosa que el proceso por el cual
el hombre se engendra a sí mismo a través del trabajo humano”[3]
En el caso de
Nietzsche al sostener que la génesis del acto moral está en su opuesto- el
cristiano con su moral de esclavo no puede realizar actos nobles, de ahí que
propugne su opción por los débiles- donde “el
pensador gnóstico realiza, de hecho, un embuste intelectual, y sabe que lo
hace”[4], pues su revuelta
es contra el saber más elevado. Y así como Marx no permitía que nadie
interfiriera en el juego de sus equivocidades, Nietzsche se niega a interrumpir
el juego de sus máscaras.
En el caso de Hegel,
el gnóstico construye un sistema para apoderarse del ser, cuando el esfuerzo
del filósofo, por el contrario, es conocer el orden del ser y ponerse a tono
con él. “el sistema es una forma gnóstica
del pensar, no una filosófica”.[5]
“Heidegger el gran gnóstico de nuestra
época…basándose en el significado del término griego parusía interpreta el ser
como presencia…no ha de comprenderse estáticamente como sustancia sino algo que
viene a la presencia, como un aparecer”.[6]
Al sostener
que el ser es insustancial y limitado a la inmanencia incorpora dos rasgos
indubitables del pensamiento gnóstico.
Meinvielle se
ocupa de muchos más filósofos y teólogos, pero si nos limitamos solo a los
cuatro que trató Voegelin, va a sostener que la gran ley de la historia o la profecía
de Marx es el paso del capitalismo al comunismo a través de la dialéctica
materialista de la historia donde toda trascendencia está clausurada.
Nietzsche al
afirmar que nuestro gusto y no los argumentos deciden contra el cristianismo,
entonces afirmamos que Dios ha muerto porque nosotros lo matamos. La muerte de
Dios es un hecho querido por el hombre. Todo y el Todo es una gran inmanencia.
El ser no es, solo en devenir es. El trasfondo de la santidad es un el muy poco
santo de instintos y rencores.
Al respecto
afirma el eximio filósofo Eugen Fink (1905-1975), gran conocedor de Nietzsche:
“Lo fundamental de la interpretación
psicologizante y sofística de N. consiste en interpretar la genealogía de la
moral desde su contrario”.[7]
En Hegel, Dios
o lo Absoluto no es un ser simple sino que se mueve diferenciándose por lo
negativo. La creación es una alienación y un desarrollo de Dios y el mal entra
dentro de la esencia divina. El filósofo debe revivir este proceso de
alienación y de retorno a sí de la sustancia divina en la naturaleza y la
historia. Y citando a Claude Tresmontant, Meinvielle afirma: “la idea de una alienación de la sustancia
divina se encuentra en varios sistemas gnósticos: en el maniqueísmo, y en la
gnosis judía de la Cábala”.[8]
El gran acierto
de Heidegger es cuando centra la filosofía en la verdad del ser pero la línea
gnóstico-cabalista la encuentra cuanto éste trata de determinar qué es el ser
que trasciende los entes. Al encontrar inadmisible la idea de creación y la
producción desde la nada pues “Si Dios
produce desde la nada debe ponerse en contacto con la nada”[9] Al negar el
concepto de creación cierra el camino racional de llegar a Dios y entonces
inventa, bajo la influencia de Hölderlin, un camino gnóstico: lo sacro. El ser
heideggeriano tiene “a la espalda a lo
sacro”[10], esto es lo
indeterminado, lo impersonal. Tesis típica de la gnosis cabalista.
Vimos como
estos dos autores, uno alemán y otro argentino, que en un espacio de tiempo
común – entre los años 50 y 70-, han trabajado un mismo tema: la gnosis
cabalista y su influencia en el pensamiento contemporáneo.
Claro está,
que el europeo no conoció ni supo de la existencia del argentino[11],
como es habitual, en tanto que éste valoró y leyó a aquél. Prueba de ello nos
lo da el largo comentario que Meinivelle realiza sobre Voegelin: “uno de los pensadores más advertidos en
política de la actualidad” [12]
Nosotros en
Argentina tenemos uno de los más significativos investigadores internacionales
sobre el gnosticismo, Francisco García Bazán, estaría bueno que algún día nos
regalara una meditación, aunque sea breve, sobre este tema.
(*) arkegueta,
aprendiz constante o eterno comenzante
[1] Voegelin, Eric: Las religiones políticas, p. 6
[2] Meinvielle, Julio: De la cábala al progresismo, Ed. Epheta, 1994. p. 5. Primera edición de 1970. Existen ediciones en francés y en
italiano.
[3] Marx, Karl: Dir Historische Materialismus, Landshut
und Mayer, Leipzig ,
1932, p. 333
[4] Voegelin, Eric: Ciencia, política y gnosis, Ed. Hydra, Buenos Aires, 2009, p. 102
[5] Op.cit ut supra: p. 113
[6] Op.cit.ut supra: p. 119
[7] Fink, Eugen: La filosofía de Nietzsche, Alianza, Madrid, 1966, p.64
[8] Tresmontant, Claude: La metaphysique du christianisme, p. 743
[9] Heidegger, Martín: Qué es metafísica, Ed. Nova, Buenos Aires, 1963, p 75
[10] Heidegger, Martín: Carta sobre el humanismo. Ed. Taurus, Madrid, 1966, p.37
[11] Aun cuando Meinvielle
estuvo en Nueva York por una conferencia junto con el chino Lin Yutang, autor
de Una hoja en la tormenta. Donde no
pasó inadvertido pues en un reportaje en el New York Time afirmó, siguiendo a
San Pablo que “los judíos son hijos del
Diablo”, lo que provocó un estruendoso escándalo en el propio diario,
sabido de la colectividad.
[12] Meinvielle, Julio: Op. cit. p. 220