Cruz y Faro, y Cristiandad

Por Héctor H. Hernández

  


Palabras del autor en la presentación del libro La felicidad de los argentinos y la Religión- Iglesia y Estado, Instituto de Filosofía Práctica-Escipion, Buenos Aires-Mendoza, Argentina, 2019

Por Centro de Estudios Políticos, UNSTA, sistema meet, 21 de mayo de 2021 

 

El tema fue materia de mi primer trabajito más o menos académico, en que comenté “Il divisamento”, documento de León XIII contra la ley masónica sobre el matrimonio civil en Italia, y como en 2018 detrás de los pañuelos verdes se venían los pañuelos naranja, me pareció que por obligación de estado debía escribir este libro.

 

Publicado, el presidente de una importante academia católica me aconsejó que escribiera sobre temas de más actualidad; se lo mandé a un jefe político y no me acusó recibo; un arzobispo que lo aprobó me advirtió que no creía que los laicos pudiéramos hacer mucho en esto; entonces se lo mandé a un prelado con esta dedicatoria para chumbarlo: “a mi obispo, este libro que no le va a gustar”… - sin respuesta;  no recuerdo que nadie le haya hecho ninguna recensión…

 

Frente a tanto fracaso se aumenta mi estupor y mi inconmensurable agradecimiento al Dr. Sergio Castaño, al repetido presentador Luis Roldán, mi socio y maestro en el tema, al sacheriano Germán Masserdotti, y al Centro de Estudios Políticos de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, por este generoso gesto.

  

I.Sobre el Prólogo

En las batallas intelectuales no hay que hacer como la Conferencia Episcopal Argentina, que al referirse a la ley del genocidio de pibes no nacidos habla de la “interrupción voluntaria del embarazo”, porque aceptar el lenguaje acuñado por el adversario es favorecerlo. Y algo parecido sucede aquí, cuando se acepta el debate instalando que “el Gobierno federal sostiene el culto católico, apostólico romano”, porque lo dice el art. 2.

Cuando pensaba el libro me llegó por las redes una placa que me despertó de ese “sueño dogmático” de “Hombre jurídico” que confunde la realidad con la norma. En vez de “separación de la Iglesia del Estado”, rezaba: “Separación de la Masonería del Estado argentino”.

 

- “Por ahí va la cosa”, me dije, y me pregunté: ¿qué religión sostiene el Estado argentino?  Y ahí decidí el Prólogo, que resultó un tanto desmadrado.

 

Evidentemente que no sostiene a la única Religión perseguida en la Argentina, a la única que le quemaron templos y expulsaron ministros, como recordaban hace años José María Baamonde, Luis E. Roldán y Ricardo Bach de Chazal en Libertad religiosa, cultos y sectas en la Argentina (Spes, Buenos Aires, 2001); y la que es considerada por la cultura hegemónica como usina de todo complot heteropatriarcal contra los derechos humanos y la santa antidiscriminación.

 

Pongo números que prueban que no sostiene al Catolicismo: por de pronto, el pomposo y normativo “presupuesto de culto” casi se reduce a pagar al obispo lo que gana un juez, pero en realidad le paga un quinto porque se limita al “básico” de ese sueldo.

 

Y doy datos probatorios de que sostiene otra cosa;  Cuando el Estado destinaba 174 MM de $ para el presupuestito, contraía deuda por 200 MM de dólares con el BID para promover la ideología de género. Llevado a pesos: 30.000 millones de pesos versus (174) cientosetenticuatrito, si existe el diminutivo para los números. Repito: 30.000 versus 174.  30.000 dividido 174: 172 veces más gasta el Estado argentino en el desarrollo del movimiento anticatólico más grave de la historia, que en apoyar las creencias y la moral de nuestros mayores y las tradiciones y costumbres patrias. Uno solo de tantos organismos estatales persecutor del Catolicismo gastaba más que el presupuestito:   212 MM pesos para el INADI, frente a aquellos 174 MM pesos.

 

1/5 punto a recordar : El Estado argentino no sostiene el Culto Católico sino que sostiene sistemáticamente la destrucción del catolicismo. (Nada digamos de la agravación permanente con la política desembozada de la ONU).  - Éste sería el punto sociológico de base esencial en la dialéctica cultural de hoy.

Dejemos de lado que el presupuestito no compensa las deudas por préstamos de la Iglesia o por confiscaciones sufridas. Es significativo lo que me costó, hace años, convencer a un amigo sacerdote importante de que hay una persecución a la Iglesia. Creen cándidamente que las cosas son como dictan los persecutores, que en los casos de martirio, según Benedicto XVI, “tratan cada vez menos de evidenciar de forma explícita su aversión a la fe cristiana, pero simulan diferentes razones, por ejemplo, de naturaleza política o social”.  Nuestros mártires no son, entonces, mártires, sino políticos extremistas.

 

Esta persecución contra la Iglesia es ilegítima desde el punto de vista del Derecho Constitucional argentino. Según los debates de la Convención de Santa Fe y la Ciencia Constitucional, digo Alberdi y Vélez Sársfield, digo Ricardo Bach, digo Bidart Campos… etc., el sostener económico viene a ser un accesorio o un símbolo o una consecuencia de algo principal, que es el sostenimiento moral.

 

Esto aún después de la reforma de 1994, que suprimió varios artículos religiosos por iniciativa de ese organismo nefasto que es la CEA, un caso del peor Clericalismo que explicara Sacheri en La Iglesia clandestina.

 

Y la exigencia del sostenimiento no es un derecho subjetivo disponible por los obispos, que como Uds. no son abogados se los digo, no tienen poder constituyente en la Argentina. Según el canon 1267,1 del Código de Derecho Canónico cabe entender que el sueldo a los obispos, dado en función y como reparación histórica a la Iglesia y como coherente con el acuerdo moral,  no se recibe a título personal, por lo que estrictamente deben administrarlos, como dice el canon 1284, con la diligencia de “un buen padre de familia”. El mismo cuerpo legal manda regirse por el Derecho Civil del lugar (1290), y ambos derechos exigen algo que es casi derecho natural del contrato de mandato, la rendición de cuentas (Canon 1287,1). Es evidente que pasar de percibir 174 a percibir 0 es un acto de mala administración. Y cuando con esto se obstaculiza a algunas diócesis muy pobres la tarea evangelizadora, la ilegitimación adquiere una entidad más grave. 

 

Y no se diga que al no recibir sueldo del Estado se preserva la liberad de la Iglesia, porque si se cobra algo con fundamento en la Constitución y en la ley se tiene más independencia que si se queda a expensas de la pura dádiva del gobierno. (Ensayé el tema en el trabajito “Independencia de la Iglesia y Sorosdemia - Si la Conferencia Episcopal argentina tiene facultades para renunciar al presupuestito de culto”, aparecido en La Prensa digital y en otras páginas, con motivo de que la CEA renunciaría al presupuestito. Otro tema jurídico es si la Conferencia Episcopal puede obligar a cada obispo a renunciar…).

 

Es interesante la posición de la constitucionalista María Angélica Gelli, que a pesar de defender la limitación económica del art. 2 enseña que el entorpecimiento del catolicismo es ilegítimo, y no por el principio de la libertad de cultos sino por el principio constitucional de razonabilidad, porque :

“resultaría contradictorio que el Estado sostuviese un culto cuyos sacramentos o creencias no respetase”. (Constitución de la Nación argentina, com. Art. 2). [Habrán visto que subrayé “creencias”…]. (Por la misma razón Bidart Campos sostenía la inconstitucionalidad de todo aborto, aun el restringido del Código Penal viejo).

 

La Constitución nacional escrita coincide substancialmente así con la encíclica clásica sobre el tema, Inmortale Dei de León XIII. (Por eso la Constitución escrita en esto es buena y hay que defender la Constitución en esto; que si se cambia la Constitución peor para la Constitución y para la gente…).

 

II.

Para sintetizar el capítulo 1º diremos que el enfoque central del libro es político, digo de la Ciencia política. No se trata ni de Derecho Internacional Público; ni Derecho Público Eclesiástico; ni de “pastoral”; ni de la división “espiritual-material” o natural-sobrenatural; ni de un juego de “Clericalismo”.

 

Como la dimensión religiosa integra el bien común político, enseña Santo Tomás, que si no existiera la Encarnación del Verbo, el Estado estaría a cargo de la religión (De Regno). Pero he aquí que la hubo y el fin de la plenitud del hombre sigue siendo uno, pero hay en él dos causas eficientes que son sociedades perfectas. El hombre está necesitado, para su plenitud, y de la Iglesia y del Estado.

 

Por eso el ciudadano y los gobernantes civiles y los gobernantes eclesiásticos están sometidos a ambos poderes. Esquemático y nada clerical ni cesaropapista, estuvo insuperable Santo Tomás:

“El poder espiritual y el poder temporal derivan ambos del poder divino. El poder temporal está, pues, sometido al poder espiritual en la medida en que Dios lo ha sometido, es decir, en lo concerniente a la salvación del alma; y es por eso que en este terreno es preciso obedecer al poder espiritual antes que al poder temporal. Pero en lo concerniente al bien temporal de la ciudad es necesario obedecer al poder temporal antes que al poder espiritual de acuerdo a San Mateo (XXII, 21) `Dad al César lo que es del César`”. (In II Sent., 44, Expos. textus y ad 4um).

 

Y esto, ¿dónde diablos se cumplió?

Una aplicación de esto la comprobé con Isabel la Católica: cuando ella asume la Corona el Arzobispo de Segovia le jura obediencia, con la rodilla hincada en el suelo sobre la biblia que sostiene el Cardenal Mendoza (Martín Maurel, Isabel. La conquista del poder. Todos conocen a la reina, pero ninguno a Isabel, De bolsillo, Barcelona, p. 12). Y este Cardenal de Toledo, Primado de España,  lo primero que hizo después de confesar y enterrar a Enrique IV, fue partir “hacia Segovia a jurar fidelidad a la nueva soberana” (José María Zavala, Isabel íntima. Las armas de la mujer más célebre de la historia de España, -Planeta, Madrid, 2014, p. 94). A su vez, la santa reina se caracterizó por “un sumo respeto a la jerarquía episcopal cuyo campo no quiere invadir” (Zavala, Isabel la Católica. Por qué es santa, Homo Legens, Madrid, 2019, p. 216). Y aceptó de mala gana, pero terminó entusiasmada con el confesor cuando Fray Hernando de Talavera la hace confesar de rodillas quedando él sentado.

 

No puedo dejar de señalar en esta demostración de una sana división católica de poderes en la Cristiandad, que cuando Fernando el Católico va a asumir su cargo, pasa por la Puerta de San Martín y jura respetar los fueros de Segovia… que yo la vi hace poco… no a Fernando, pero pasando por ahí me lo imaginaba…

 

Punto 2 de 5 a recordar: Nuestra Constitución escrita ha respetado substancialmente en esto la verdad teológica; hay dos sociedades perfectas que deben tener unión moral.

 

III.

En el capítulo 2 escribo que el laicismo consiste en la exclusión de Dios del orden social. Es ateísmo social, pero como el hombre es naturalmente sociopolítico, lo social y político (por ejemplo, educación y legislación, nada menos), producen ateísmo individual y total.  Y cada vez más revela su rostro, como que en la ley 27.610 de aborto y en la legislación ESI se proclama formalmente la Inquisición laicista como bandera; y se avanza cada vez más en los castigos penales, por ejemplo, con el Obispo de Alcalá de Henares Monseñor Reig Pla. Los ejemplos de la Inquisición Laicista en Canadá y otros lugares, y los juicios políticos amenazados aquí a los jueces antiabortistas son elocuentes.

 

Punto 3 de 5 a recordar, que me parece el más estratégico: No hay que comerse lo de la imparcialidad; el laicismo es la religión de la antirreligión, y nos persigue como a herejes y delincuentes.

    

IV.

En el capítulo 3 sentamos que lo opuesto al Laicismo es la Cristiandad. Que es la comunidad política informada en todos sus aspectos y no sólo en la legislación, por el Evangelio. Y así como hay justicia “simpliciter”,  o “secundum quid”, esto es que la situación de lo justo-injusto se da mezclada, así también pasa con la Cristiandad. Había Cristiandad 0 (en la Roma imperial inicial; o actualmente en China, con perdón de Monseñor Sánchez Sorondo cuando dijo en serio que allí se aplica la Doctrina Social de la Iglesia); y cerca de 10 con los grandes Reyes Católicos.

 

Quas Primas. El Concilio de Nicea dogmatizó la consubstancialidad del Hijo con el Padre, y en el Credo consagró la fórmula “cuyo reino no tendrá fin”. Ahora bien, sigue enseñando Pío XI que si en forma metafórica decimos que Cristo reina en las inteligencias y voluntades, “en sentido propio” ha de decirse que ángeles y hombres le deben obediencia en cuanto hombre como a verdadero rey (Quas Primas). Y hasta el mismo Concilio Vaticano II ha enseñado que es función de los laicos “ordenar según Dios los asuntos temporales”. (Ojo Monseñor que dije según Dios…). 

 

Ha escrito muy bien Pablo Muñoz Iturrieta:

“El cristiano del siglo I y II vivía bajo sospecha por el hecho de que su visión teológica era eminentemente política al sostener que Cristo era Rey del Universo y, por lo tanto, la sociedad debía ser moldeada de acuerdo con esta visión. Los primeros cristianos esperaron pacientemente y, cuando el Imperio Romano colapsó por su corrupción e inmoralidad, estuvieron preparados para levantar a Roma de las cenizas, por medio de un objetivo y significación trascendente, ya que partieron de la pregunta básica que toda sociedad debe hacerse; la cuestión acerca de la divinidad” (Las mentiras que te cuentan. Las verdades que te ocultan, Metanoia Press, Ontario, p. 245).

 

Cuatro de cinco puntos a recordar: luchar por Cristo Rey es luchar por la cristiandad, y esta exigencia forma parte de la doctrina católica permanente. Rige aquí y ahora “y en la China”.

 

V.

En el capítulo 4 señalamos que el liberalismo no es la defensa de la libertad. Negando la natural sociopoliticidad del hombre, poniendo el origen de la sociedad en un contrato-que-no-es-contrato porque no es una concertación de voluntades-voluntades que crea derechos y obligaciones sino un contrato que se imagina, y concibiendo al hombre diocesillo aislado, cuando te predica libertad y derechos humanos sin ordenación al bien común te mirás al espejo y te sentís seguidor de Hobbes o Espinosa: sos acreedor de todo contra todos. Y si se dice que en los países hegemónicos ha triunfado es falso porque, como lo muestro en mi libro Ensayo sobre el Liberalismo económico, en ellos se imponen políticas diametralmente opuestas a las liberales. Ha sido terminante el Cardenal Billot enseñando que concebir la libertad como principio del orden social es “absurdo, antinatural y quimérico”, y que

lleva consigo la disgregación y la disolución de todos los órganos sociales, introduciendo por todas partes la lucha por la vida, en lugar de la concordia por la vida, que es la única ley de la vida. Y que extingue todas las libertades reales por la constitución de un estado omnívoro, sin ningún límite en su arbitrio y omnipotencia [...]. Es esencialmente antirreligioso [...] todas las cosas intentadas, bajo el falaz pretexto de la libertad, tanto en el orden político como económico o doméstico, tienen en realidad como fin quitar del mundo el culto de Dios, la religión de Dios, la ley de Dios, e incluso la noción de Él”. (El error del liberalismo, trad. Corbi, Dictio, pp. 39/40).

 

Erigir la libertad como principio es absurdo porque o se afirma que ella es indefectible, - cosa que nadie puede sostener-  o se afirma que debe permitirse, como un derecho, el uso malo de esa libertad defectible (p. 45); y siendo la libertad potencia o facultad de obrar, “es para otra cosa” y nunca puede fundar un orden social. Ningún equipo gana bajo el lema “cada cual haga lo que se le antoje sin subordinación alguna”.

 

VI. Patria argentina y religión

El capítulo 5 final del libro, Patria argentina y religión, se puede sintetizar con los discursos de George Washington, primer presidente de los EEUU, y del Primer Presidente argentino, en momentos clave de sus vidas.

 

El norteamericano, precisamente en su discurso de despedida, abordando el tema por el lado de la necesidad de la religión para la moral y la política, cuestionaba el patriotismo del que “intentase derribar” esas “grandes columnas de la felicidad humana”. (George Washington, Despedida al pueblo de los Estados Unidos, traducida y comentada por el General Manuel Belgrano, prologada por el General Bartolomé Mitre, Huarpes, Buenos Aires, 1944, son 104 pp., citas de pp. 43 y 44.

 

5/5 Quinto de cinco puntos a recordar. Y el Presidente argentino Don Cornelio de Saavedra, nos enseñaba en su testamento:

"...Espero sabrán... ser buenos ciudadanos y servidores de su Patria, por cuya conservación en su libertad e independencia de toda dominación extranjera, les ruego con el mayor encarecimiento prodiguen no sólo sus bienes sino también sus vidas, y en la última vez que les hablo les pido no abandonen la Santa Religión de sus mayores". (Testamento de Cornelio de Saavedra, en Cayetano Bruno. Creo en la vida eterna; el ocaso cristiano de los próceres, Rosario, Didascalia, 1988, p. 52).

 

VII

Concluyendo este tema esencialmente político que hace a la felicidad de los argentinos, vamos a repetir los cinco puntos centrales que les propongo retengan:

 

1. El Estado argentino no sostiene el Culto Católico sino que sistemáticamente promueve por todos los medios la destrucción del catolicismo. Este sería el punto sociológico base del asunto;

2. (Que quizá sería el punto fundamental del libro). Según la Teología y la Constitución nacional escrita (que en esto substancialmente acertó y hay que defenderla en esto como a la encíclica Inmortale Dei), hay dos sociedades perfectas que hay que respetar y que deben tener una unión moral. (Respetar las “creencias” católicas; ¿recuerdan lo que dijo la Dra. Gelli?);

3. (Este quizá sea el más estratégico del libro para la dialéctica cultural de hoy). El Laicismo es la religión de la antirreligión. No nos comamos que es imparcialidad, ni empiojemos el tema con ninguna “legítima laicidad”, aunque sí “legítima laicalidad”, esto es anticlericalismo y por favor nada de papolatría;

4. Luchar por la cristiandad es obligatorio para el cristiano en todo tiempo y lugar, “aquí y en la China” (si distingues el acto de la potencia, querido Monseñor, en la China la DSI estaría – ojalá- “en potencia” – Amén. ¿Estamos?).

5. Desde este Centro de Estudios Políticos decimos con el Primer Presidente patrio Don Cornelio de Saavedra, que no debemos abandonar la Santa Religión de nuestros mayores, sino defenderla con la restauración cristiana de la Argentina.

 

 

VIII. La cruz y el faro

 

No hemos desarrollado en el libro las razones que abonan la protección y promoción del Catolicismo desde la tradición histórica, que son también derecho positivo constitucional no escrito como que Santo Tomás enseña que las leyes deben conformarse a “las costumbres y tradiciones patrias” (1-2, 95,3,c).

 

Se acaba de editar aquí en San Nicolás de los Arroyos un libro sobre historia de mi pago, y en la tapa, ¿qué hay? - Un dibujo que refleja la vista del mismo quizá en época de Hernandarias, que promovió el poblado. Es una simple excavación en la barranca (hoy llamada “Alameda 2 de marzo” o “La bajada del Club de Regatas”) para acceder al río Paraná; en la cima de aquélla sólo se ve solita y grande una simple cruz; y detrás se insinúa un rancherío. En torno a la cruz se hizo el pueblo, y después se fue nucleando en torno a la capilla del señor San Nicolás, que le ganó el honor del nombre y patronazgo a San Vicente Ferrer en elecciones limpias y públicas.

 

Mi amigo el autor de la Historia me explicó que la cruz grande se ponía sobre la barranca para que los marinos supieran que ahí había civilización.

 

La cruz como un faro en sentido material.

La cruz es nuestro faro de salvación.

¡Cruz y Faro y Cristiandad!

¡Vamos Argentina todavía!