1961 -15 de mayo – 2021
Reproducimos los párrafos dedicados a exhortar sobre el conocimiento y la
práctica de la enseñanza social.
Perenne eficacia de la doctrina social de la Iglesia
218. La Iglesia
católica enseña y proclama una doctrina de la sociedad y de la convivencia
humana que posee indudablemente una perenne eficacia.
219. El
principio capital, sin duda alguna, de esta doctrina afirma que el hombre es
necesariamente fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales; el
hombre, repetimos, en cuanto es sociable por naturaleza y ha sido elevado a un
orden sobrenatural.
220. De este
trascendental principio, que afirma y defiende la sagrada dignidad de la
persona, la santa Iglesia, con la colaboración de sacerdotes y seglares
competentes, ha deducido, principalmente en el último siglo, una luminosa
doctrina social para ordenar las mutuas relaciones humanas de acuerdo con los
criterios generales, que responden tanto a las exigencias de la naturaleza y a
las distintas condiciones de la convivencia humana como el carácter específico
de la época actual, criterios que precisamente por esto pueden ser aceptados
por todos.
221. Sin
embargo, hoy más que nunca, es necesario que esta doctrina social sea no
solamente conocida y estudiada, sino además llevada a la práctica en la forma y
en la medida que las circunstancias de tiempo y de lugar permitan o reclamen.
Misión ciertamente ardua, pero excelsa, a cuyo cumplimiento exhortamos no sólo
a nuestros hermanos e hijos de todo el mundo, sino también a todos los hombres
sensatos.
Instrucción social católica
222. Ante todo,
confirmamos la tesis de que la doctrina social profesada por la Iglesia
católica es algo inseparable de la doctrina que la misma enseña sobre la vida
humana
223. Por esto
deseamos intensamente que se estudie cada vez más esta doctrina. Exhortamos, en
primer lugar, a que se enseñe como disciplina obligatoria en los colegios
católicos de todo grado, y principalmente en los seminarios, aunque sabemos que
en algunos centros de este género se está dando dicha enseñanza acertadamente
desde hace tiempo.
Deseamos, además, que
esta disciplina social se incluya en el programa de enseñanza religiosa de las
parroquias y de las asociaciones de apostolado de los seglares y se divulgue
también por todos los procedimientos modernos de difusión, esto es, ediciones
de diarios y revistas, publicación de libros doctrinales, tanto para los entendidos
como para el pueblo, y, por último, emisiones de radio y televisión.
224. Ahora
bien, para la mayor divulgación de esta doctrina social de la Iglesia católica
juzgamos que pueden prestar valiosa colaboración los católicos seglares si la
aprenden y la practican personalmente y, además, procuran con empeño que los
demás se convenzan también de su eficacia.
225. Los
católicos seglares han de estar convencidos de que la manera de demostrar la
bondad y la eficacia de esta doctrina es probar que puede resolver los
problemas sociales del momento.
Porque por este camino
lograrán atraer hacia ella la atención de quienes hoy la combaten por pura
ignorancia. Más aún, quizá consigan también que estos hombres saquen con el
tiempo alguna orientación de la luz de esta doctrina.
Educación social católica
226. Pero una
doctrina social no debe ser materia de mera exposición. Ha de ser, además,
objeto de aplicación práctica. Esta norma tiene validez sobre todo cuando se
trata de la doctrina social de la Iglesia, cuya luz es la verdad, cuyo fin es
la justicia y cuyo impulso primordial es el amor.
227. Es, por
tanto, de suma importancia que nuestros hijos, además de instruirse en la
doctrina social, se eduquen sobre todo para practicarla.
228. La
educación cristiana, para que pueda calificarse de completa, ha de extenderse a
toda clase de deberes. Por consiguiente, es necesario que los cristianos,
movidos por ella, ajusten también a la doctrina de la Iglesia sus actividades
de carácter económico y social.
229. El paso de
la teoría a la práctica resulta siempre difícil por naturaleza; pero la
dificultad sube de punto cuando se trata de poner en práctica una doctrina
social como la de la Iglesia católica. Y esto principalmente por varias
razones: primera, por el desordenado amor propio que anida profundamente en el
hombre; segunda, por el materialismo que actualmente se infiltra en gran escala
en la sociedad moderna, y tercera, por la dificultad de determinar a veces las
exigencias de la justicia en cada caso concreto.
230. Por ello
no basta que la educación cristiana, en armonía con la doctrina de la Iglesia,
enseñe al hombre la obligación que le incumbe de actuar cristianamente en el
campo económico y social, sino que, al mismo tiempo, debe enseñarle la manera
práctica de cumplir convenientemente esta obligación.