Liberar a la persona de personalismos (incluso católicos)



Por Fabio Piemonte

Periodista-Licenciado en Historia de la Filosofía Medieval


"La persona del hombre es el derecho humano subsistente: por tanto, también la esencia del derecho", escribe Antonio Rosmini. Esta afirmación del Beato de Rovereto resume bien el vínculo entre persona y derecho en el centro de un volumen ¿Personalismos o dignidad de la persona? (Fede & Cultura 2021, pp. 208) editado por Don Samuele Cecotti, quien recoge valiosas contribuciones de juristas, filósofos y teólogos en busca de antídotos sobre el tema a las desviaciones ideológicas del mundo católico.

 

Este volumen propone la recuperación del principio fundamental de la dignidad de la persona en la reflexión de Santo Tomás de Aquino como remedio necesario para liberarse de los personalismos. Y, de hecho, considerando a la persona como un absoluto, las ideologías de la modernidad han encerrado a Dios en el hombre y deificado al hombre, haciendo decaer al Creador como fundamento metafísico de la misma criatura racional.

 

Al examinar el contexto actual, Stefano Fontana observa con agudeza que el personalismo del siglo XX es heredero del naturalismo político del XIX, ya que disuelve los conceptos de naturaleza y persona que también paradójicamente supone defender a nivel filosófico, en la medida en que construye "una antropología autopoiética" y autorreferencial dentro de la cual se subsume la misma dimensión metafísica y teológica, ya que Dios se comunica a la conciencia histórica del hombre. Por otro lado, según el teólogo del "punto de inflexión antropológico", Karl Rahner, que también influye tanto en las posiciones de los padres conciliares del Vaticano II, la teología es sustancialmente antropología.

 

Dignidad «habet fundamentum in re», escribe Tomás de Aquino. A raíz de la reflexión especulativa de Angelico Dottore, el profesor Giovanni Turco se detiene en la dignidad humana para ser entendida no como una atribución extrínseca, sino como una connotación intrínseca que alude a la bondad de una realidad por sí misma. La misma noción de dignitas se refiere a los primeros principios, a los postulados indemostrables que son la base de todo razonamiento. Como principio de acción, presupone ser, no puede desconocer el sujeto al que pertenece y participa de las entidades de acuerdo con la naturaleza de cada una. En el plano ético "la dignidad consiste en una perfección: la perfección (objetiva) del (segundo) acto o del (buen) vestido", que por tanto "permite el cumplimiento del deber de ser". De ahí que la dignidad ética dependa del valor moral de los actos que realiza el hombre, por tanto, se puede perder, a diferencia de la ontológica. Al contrario, Dios es la dignidad que supera cualquier otra dignidad. Entre las dignidades sobrenaturales que perfeccionan la dignidad ontológica del hombre está la dignidad de hijo de Dios que, en relación con la tarea, en el grado más alto, consiste en ser cooperadores del Padre, actuando siempre conforme a la voluntad divina.

 

La dignidad del hombre se ilumina desde el punto de vista teológico en la aportación del padre Arturo A. Ruiz Freites que critica duramente el personalismo liberal-maritano según el cual "no sería tarea de la sociedad y de la esfera pública, sino de la persona en su dimensión privada, de su propia conciencia íntima, para realizar las elecciones conforme a su propia trascendencia espiritual ". En esencia, el humanismo integral del que habla Maritain constituiría de hecho una "rendición a la secularización liberal-secularista de la sociedad". Otro objetivo controvertido del ensayo del padre Ruiz Freites es la "pseudo-teología rahneriana", juzgada de matriz gnóstica y hegelo-existencialista, por lo que al final "Dios se disuelve en el Pensamiento como pura posibilidad y nada del ser, y la persona humana es la mediación histórica de su devenir reflejada en la conciencia del pensamiento”, con el consiguiente vaciamiento de la creatividad de la persona en el orden metafísico preestablecido. De ahí que "la caridad de Cristo sea necesaria para devolver la dimensión creadora a la persona y la dimensión personal-creadora a la sociedad, refundando en Dios Creador y Salvador, y, por tanto, en el orden teleológico de la Salvación eterna, la suprema". bien común de la humanidad ".

 

El padre Andrés J. Bonello reitera que las posiciones personalistas de Jacques Maritain y Emmanuel Mounier no son en absoluto fieles a la letra de los textos de Aquino. También para el profesor Danilo Castellano "el personalismo contemporáneo, al ser la radicalización del individualismo liberal, es una doctrina irracional" que acaba identificando a la persona con su voluntad y los deseos con sus "derechos". Lejos de retomar el concepto clásico boeziano y tommasiano de persona, el personalismo contemporáneo, que también impregna en gran medida la cultura católica actual, busca a toda costa una reconciliación con la modernidad, "subordinándose siempre a la cultura hegemónica en un intento de no perder el supuesto tren de la historia, arrastrando los pensamientos dominantes».

 

Por tanto, si el hombre se reduce a su voluntad, "el más fundamental de los derechos fundamentales se convierte consistentemente, a la luz de esta forma de entender a la persona, en la autodeterminación, no como una capacidad / posibilidad de elección (uso del libre albedrío), sino como un 'derecho' a hacer siempre y en todo caso lo que se quiera contingentemente, sin interferencia de la voluntad de los demás y sin considerar el orden natural de las 'cosas’”. Este concepto de autodeterminación, que impregna la cultura jurídica desde el divorcio hasta las adopciones de parejas homosexuales, tiene un reclamo gnóstico detrás. De hecho, "si Adán y Eva pretendieron ser como Dios, los gnósticos modernos pretenden ser superiores a Dios. De hecho, afirman, por un lado, estar libres de la ley, de toda ley, del orden natural".; por otro lado, utilizar la ley como instrumento para el ejercicio pleno, absoluto, libre de cualquier criterio, de la autodeterminación». Por el contrario, el derecho subjetivo es realmente tal sólo en la medida en que participa en el orden objetivo de la justicia, como señala el Dr. Rudi Di Marco.

 

En definitiva, queriendo identificar un hilo rojo que une las distintas aportaciones , el antídoto a esta deriva teórica, sociocultural y, en cierto modo, incluso pastoral, es solo uno: restaurar, en la estela del realismo tommasiano, "la persona humana metafísicamente". , la naturaleza humana como normativa, la lex naturalis como criterio de toda ley positiva, la realidad como expresión de un orden objetivo de justicia universalmente vinculante ”, para permanecer fieles a la auténtica doctrina social de la Iglesia.

 

Fuente: Observatorio Van Thuân, 26-5-21

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