Carlos Prosperi *
Los movimientos feministas extremos que son enemigos
fanáticos de las religiones y en particular de la Iglesia Católica, y que
defienden en cambio una New Age y un ecologismo irracional, se han manifestado
también en oposición a los postulados científicos que explican las principales
leyes ambientales y de biología evolutiva.
Antes de entrar en el tema que nos concierne,
es conveniente aclarar el significado de algunos términos que a veces se
confunden. El feminismo es un movimiento que reivindica la igualdad de dignidad
y de derechos entre varones y mujeres, surgido en el siglo XX durante las
Guerras Mundiales, cuando los varones en Europa y América fueron masivamente
reclutados para combatir en los frentes europeos o asiáticos, dejando a las
mujeres a cargo de las actividades productivas y ejerciendo las tareas
laborales que hasta entonces competían sólo a los varones (UNESCO, 1966).
Ello demostró que estaban a la altura de
cumplir igualmente bien las mismas funciones, lo que enseguida motivó con toda
lógica que podían ejercer oficios o profesiones con igual eficacia y destreza
que cualquier varón, y algo tan evidente como que la inteligencia y el
desarrollo cultural o profesional no tienen nada que ver con un determinismo a
priori establecido por la condición sexual.
La consecuencia fue que en poco tiempo, en
términos históricos, adquirieron el derecho a estudiar en niveles superiores de
educación, ejercer cargos directivos en diversas instituciones, y hasta algo
tan básico como el derecho a votar, elegir y ser elegidas autoridades en los
ámbitos públicos o privados, todos derechos que al día de hoy resulta
inconcebible pensar que alguna vez les hayan sido denegados.
Algo similar ocurrió paralelamente con las
razas discriminadas, particularmente las de origen africano, que tenían vedados
gran cantidad de derechos elementales con
argumentos ridículos como para pretender justificar alguna inferioridad o
superioridad basada sólo en el color de la piel, y que al día de hoy sería
imposible de suscribir. (UNESCO, 1966). En este sentido, podría inventarse
también una visión de los hechos desde una “perspectiva de raza”; por qué
entonces sólo se plantea la mal llamada “perspectiva de género”?
Pero además de este feminismo lógico y
justificado, asistimos actualmente a una forma desviada y extrema, que muchos
han dado en llamar “feminazismo” por sus postulados y métodos exagerados y a
veces muy violentos, aunque ideológicamente acercan más a un “femimarxismo”.
Con el fin de la Guerra Fría tras el desmembramiento de la Unión Soviética, la
caída de las principales dictaduras comunistas, salvo excepciones
insignificantes, y el simbólico derrumbe del Muro de Berlín, quedó en evidencia
irrefutable ante el mundo que los regímenes basados en los postulados marxistas
fueron un fracaso en todo sentido. Persiguieron brutalmente a las religiones,
pero hoy el catolicismo tradicionalista se ha hecho muy fuerte en los países
liberados del comunismo, como por ejemplo Polonia o Hungría.
Particularmente fallaron en llevar el bienestar
prometido a las clases sociales pobres, a las que en la realidad sólo lograron
empobrecer mucho más, en contraposición a lo ocurrido en los países con
economías de mercado, donde el bienestar económico era y es muy superior, en
especial en las clases obreras y trabajadoras.
En las Ciencias Sociales y Políticas es casi
siempre complicado hacer estudios experimentales, como se hace en las Ciencias
Naturales o Empíricas. Sin embargo, la Historia permitió hacer algo muy
parecido a un estudio de laboratorio: separó a una misma población en dos
partes, sometió a cada una a sistemas económicos diferentes, y dio como
consecuencia el desplome de un sistema en contraste con el florecimiento del
otro. Es el caso de la Alemania dividida en la post-guerra, donde quedó patente
y de manera indiscutible cual mitad fue exitosa y cual fracasó, especialmente
en términos de desarrollo económico.
Como se decía con ironía, el referido Muro no
lo hizo el lado occidental para evitar que sus ciudadanos migren al “paraíso
socialista” oriental. Tampoco los cubanos escapaban masivamente en balsas
improvisadas desde Miami a la Habana. La historia de las dos Alemanias se
repite con las dos Coreas, o con la situación de los países de la Europa
Oriental en los tiempos en que estaban forzados a integrar la Unión Soviética,
comparada con la actualidad cuando forman parte de la Unión Europea.
Tras el fracaso indiscutible de la
pseudo-teoría de la lucha de clases entre ricos y pobres, el marxismo cultural –siguiendo
el estilo de Gramsci- trasladó en la segunda mitad del siglo pasado esta supuesta
lucha de opresores y oprimidos desde las clases sociales a los sexos. Así,
según ellos, los varones serían los opresores de las mujeres, que deben luchar
para emanciparse, usando los métodos revolucionarios y hasta la terminología
propagandística que antes aplicaban a las clases obreras. Pero lo hacen
tardíamente, puesto que los verdaderos derechos de las mujeres ya son
indiscutibles, y entonces deben inventar una ideología de género a contramano
de la ciencia e incluso del sentido común, para dar esa imagen de ser víctimas del
sistema.
Hay ejemplos admirables de mujeres pioneras en
la reivindicación de sus derechos, algunas tan lejanas históricamente como
Santa Juana de Arco, que según sus propias palabras “Se atrevió a todo en nombre de Dios”, y siendo apenas una
adolescente, humilde, plebeya y analfabeta, llegó a dirigir ejércitos de
hombres mayores, ricos, nobles y cultos. O más recientemente está el caso de
Marie Curie, que ganó dos Premios Nobel y murió contaminada por la radiación,
entregando literalmente su vida por el progreso de la ciencia. Sin embargo los
arquetipos que admiran las ultra feministas son mujeres violentas, fanáticas,
que generalmente son defensoras del lesbianismo y del aborto, rechazando así
dos de las características más importantes que definen la femineidad, tales
como el amor por el varón y la maternidad.
Volviendo a la definición de términos, queda
claro entonces que no se debe confundir el feminismo legítimo con el
feminazismo fanático. Tampoco se debe confundir la Ecología, que es una ciencia
dedicada al estudio de las interacciones entre los organismos y el ambiente,
con los “verdes” (que al igual que las manzanas terminan siendo rojos), o los
postulados del ecologismo, tan de moda en quienes saben mucho de la Era de
Acuario pero tienen tan poca formación en Ciencias Ambientales que creen que
respetar el ambiente es no matar cucarachas (Smith, 1980).
Así como feminismo y feminazismo, o Ecología y
ecologismo son muy diferentes, igualmente son opuestas la Evolución y el
evolucionismo, o sus derivados tales como la idea de Creación y el
creacionismo. Efectivamente la Evolución es una rigurosa teoría científica que
sólo se discute entre los Testigos de Jehová y otros ámbitos religiosos fundamentalistas,
mientras el evolucionismo es una doctrina filosófica materialista que el
marxismo extrapola erróneamente a la Filosofía o la Sociología. (Prosperi,
2015).
Y la
Creación es la afirmación teológica de la existencia de un Ser Creador,
mientras el creacionismo es una pseudo-ciencia que pretende demostrar que la
Tierra es plana y tiene pocos miles de años, que las especies son fijas, la
variabilidad genética y la selección natural no existen, y que el hombre surgió
de una estatua de barro. La mayoría de las religiones han hecho público su
rechazo al creacionismo, en particular la Iglesia Católica, que defiende la
compatibilidad entre la evolución orgánica y el relato del Génesis, (Prosperi,
2013 y 2020), siempre y cuando no se interprete según una literalidad
irracional sino de acuerdo al Magisterio, como lo mandó SS Pio XII (1943): “Porque a nadie se le oculta que la norma
principal de interpretación es aquella en virtud de la cual se averigua con
precisión y se define qué es lo que el escritor pretendió decir, como
egregiamente lo advierte San Atanasio… Porque no es con solas las leyes de la
gramática o de la filología ni con sólo el contexto del discurso con lo que se
determina qué es lo que ellos quisieron significar con las palabras”.
Pero el título de este trabajo alude a quienes han
llegado a un grado de intolerancia tal que niegan las evidencias científicas de
la Biología solamente porque van en contra de su mal llamada “perspectiva de
género”, que en realidad es una ideología del sexo. Darwin descubrió la
importancia del sexo en la selección natural, explicando que los organismos más
favorecidos y mejor adaptados a su ambiente tendrán ventajas reproductivas, de
tal manera que podrán transmitir a su descendencia aquellos caracteres que los
beneficiaron, tal como después se verificó al desarrollarse la Genética a
partir de los experimentos con arvejas del monje Gregor Mendel (Moorehead,
1969).
Pero la visión del sexo desde la perspectiva
científica molesta a quienes quieren verlo desde la perspectiva feminista. En
este sentido, Corrochano (2010) es un buen ejemplo de cómo la ideología de
género ahora pretende “corregir” incluso a las Ciencias Naturales. En las
“Conclusiones” de su trabajo dice la autora que: “La joven antropología social comienza su periplo en el siglo XIX a la
luz de uno de los pensadores más reconocidos de nuestra historia occidental,
Charles Darwin. Las críticas que desde la teoría feminista se han realizado a
los trabajos de los antropólogos sociales de finales de este siglo, si bien no
han permitido valorar el androcentrismo de que adolece desde entonces la antropología
social, no nos muestran las posibles influencias que las teorías del maestro
han podido tener sobre la antropología social del género. Releer los textos
evolucionistas desde una perspectiva de género no sólo nos debe permitir hacer
una interesante y didáctica crítica en clave feminista, sino que en algún
momento nos deberá ayudar a descubrir hasta qué punto las investigaciones de la
antropología social en perspectiva de género han podido estar influenciadas por
alguna de las consideraciones o conceptos que el evolucionismo acuñó”.
En un artículo sobre la persecución a Darwin en
los ámbitos académicos, y citando casos de profesores a los que se les
cancelaron conferencias por ir contra la ideología de género, comenta Ventura
(2023): “La lucha, cada vez más salvaje y
primitiva, consiste en el dominio sobre el relato de la esencia de la
naturaleza humana y en la definición de la verdad… La biología y las ideas de
Charles Darwin (1809-1882) sobre la evolución han sido canceladas en algunos
sectores de las ciencias sociales. El modo de aproximarse al estudio sobre el
género, el feminismo, la creación del universo e incluso la política se discuten
en un hábitat cada vez más salvaje y primitivo”.
El joven Charles pertenecía a una adinerada
familia inglesa de clase alta, que se dedicaba a la cría de caballos de carrera,
y vio que siempre se procuraba la reproducción entre aquellos individuos que
resultaban ganadores. A eso le llamó “selección artificial”, ya que la hacían
los humanos, pero después comprobó que el ambiente hacía algo análogo, y lo
llamó “selección natural”. Esta selección se basa en la reproducción sexual,
que origina las diferencias genéticas individuales al recombinarse los genes de
la hembra que lleva el óvulo con los genes del macho que aportan los
espermatozoides. Se forma así un nuevo individuo, genéticamente distinto a sus
progenitores, lo que va en contra del cacareado aforismo abortista que dice que
“Con mi cuerpo hago lo que quiero”,
ya que el embrión no es una parte del cuerpo de la mujer sino un nuevo
individuo con todos sus derechos propios. Esto es un dato objetivo y
científico, que obviamente les resulta antipático a los pro-aborto (Prosperi,
2018).
Rechazando la evolución por considerarla
antifeminista, dice Caviglia (2007):“Articulándose con el sexismo imperante,
numerosos ensayistas del periodo desarrollaron argumentos que reforzaban la
convicción de que era la naturaleza la que definía las funciones sociales
femeninas. La teoría de la evolución se había hecho inmensamente popular y no
sólo sirvió para ser aplicada a los contextos sociales sino que suministró
también una nueva configuración científica para las reflexiones sobre las
diferencias de género… La teoría evolucionista de Darwin naturalizó
las diferencias de género de manera que explicaran y legitimaran los diferentes
roles y derechos de hombres y mujeres. Su oposición al movimiento feminista se
arraigó en la convicción de que la organización social reflejaba la diferente
evolución”
La intolerancia de los ideólogos del género
atacó a genetistas como Richard Dawkins, un activo militante ateo, a diferencia
de Darwin que era anglicano. Según un editorial reciente (2023): “El humanista, ateo y biólogo evolutivo
Richard Dawkins ha salido en defensa de la escritora autora de la saga de Harry
Potter, J.K. Rowling, y de la profesora de filosofía británica Kathleen Stock
ante el «acoso» contra ellas por parte de los activistas trans que actúan como
si la biología no existiera… El propio Dawkins, que se ha hecho muy conocido
como ateo militante, ha sufrido boicot profesional como consecuencia de su
insistencia en que sólo hay dos sexos, hasta la retirada y devolución de
premios o títulos honoríficos concedidos anteriormente”. El ataque contra Rowling
surge porque, siendo feminista, se opone a que las llamadas “mujeres trans” (que
en realidada son hombres) compitan en los deportes y actividades físicas con la
llamadas “mujeres cis” (mujeres verdaderas).
Otro problema que tienen estos movimientos con
los estudios de Darwin es la confirmación de que el sexo no se elige sino que
viene determinado por la Biología. Por eso usan el término “género”, que es
cultural, y no “sexo”, que es natural. El género es algo propio de los objetos
inanimados, a los que el lenguaje les asigna arbitrariamente una calificación femenina
o masculina según la costumbre. Así por ejemplo son de género femenino la
cuchara o la Luna, mientras son masculinos el tenedor o el Sol.
Pero con los organismos no ocurre lo mismo. El
cordero o la oveja, así como el lobo o la loba, son tales por sus atributos
naturales, genéticos, anatómicos y fisiológicos, y no porque lo hayan decidido en
sus respectivos rebaños o jaurías. El sexo, entendido en un sentido amplio como
intercambio de material genético entre dos individuos de la misma especie, existe
en todos los seres vivos desde las bacterias hasta las ballenas. Y sin bien las
bacterias son muy eficientes reproduciéndose por división binaria, y muchos
vegetales pueden perpetuarse por brotes o gemas, sin embargo existe en todos
los organismos alguna forma de reproducción sexual a fin de asegurarse la
variabilidad genética necesaria para que haya evolución, que no funciona en las
formas de reproducción a-sexual cuando la descendencia es genéticamente igual a
los progenitores.
El ser humano es más complejo, ya que en él la
dimensión socio-cultural es muy importante. Es verdad que las personas tienen
un género, que es atribuido por hábito o convención. No hay ninguna causa
racional para que las nenas se vistan de rosa y los nenes de celeste, pero
estas costumbres se añaden por sobre los datos de la naturaleza. Es decir, es
la naturaleza la que decide el sexo, y luego sobre ese hecho la sociedad aplica
los usos propios del género. Pero pretender que lo único que importa es el
género y que cada uno es libre de elegirlo según su autopercepción es algo que
va en contra de la ciencia, aunque por tolerancia a los derechos individuales
la sociedad puede aceptar que cada persona se comporte según como mejor se
sienta.
En continuidad con lo antedicho hay defensores
de la ideología de género que buscan en organismos inferiores justificaciones
científicas para la homosexualidad, tratando de mostrarla como algo natural.
Estos datos no son aplicables a seres complejos como los humanos, y son la
excepción a la regla. Las ratas o las palomas, cuya reproducción es altamente eficiente,
terminarían extinguiéndose irremediablemente si una parte de su población se
volviera homosexual. (Watson, 1977).
Es evidente que en la naturaleza cualquier
comportamiento reproductivo que se aparte del esquema del macho con la hembra
va a tener selección natural en contra, para expresarlo en términos de Biología
Evolutiva. En el caso de los humanos, ello no implica discriminar a quienes
elijan comportarse sexualmente de maneras diferentes, pero no hay ningún
fundamento biológico para dar sustento a esas elecciones.
La mencionada Ventura (2023) cita al semanario
L’Express, de Francia: “En las ciencias
sociales reina lo que Michael Shermer llama «creacionismo cognitivo», dogma
según el cual los seres humanos son páginas en blanco forjadas por la
socialización. El caso emblemático de este fenómeno es el de los estudios de
género, ideologizados al punto que deberíamos hablar de un movimiento sectario
disfrazado de disciplina académica, y que ve a la biología como un enemigo y
lleva a cabo una negación desinhibida de la realidad. Los seguidores del culto
del género se esfuerzan así, con fanatismo, por compartir su mundo ilusorio con
el resto de la sociedad, atacando con virulencia a todo aquel que se oponga a
estas creencias infundadas”.
Es una interesante curiosidad que tanto los
fanáticos de un Génesis malinterpretado, así como los “progresistas” fanáticos
de la ideología de género, terminen coincidiendo en una fobia contra la ciencia
cuando la encuentran contraria a sus ideologías, haciendo lo mismo que achacan
a la Inquisición según la versión de la Leyenda Negra contra la Iglesia que
ellos mismos sostienen.
*Dr. Biología – Lic. Filosofía
Univ. Blas Pascal – CONICET
Bibliografía
consultada
Caviglia, María Jorgelina (2007). Ciencia y género: análisis de los aportes de
Darwin y Spencer a la controversia sobre la
'cuestión femenina'. Jornadas Inter-Escuelas y Departamentos de Historia. Universidad Nacional de Tucumán.
Tucumán.
Corrochano, Elena. (2010). Darwin, los antropólogos sociales y las mujeres. Algunas consideraciones desde la
Antropología Social en perspectiva de género. Clepsydra, 9; 133-142.
Editorial (2023). El ateo
Dawkins defiende a J.K. Rowling del acoso de los activistas trans que él también ha sufrido. Kath.net/InfoCatólica. 04 de abril
de 2023.
Moorehead, Alan. (1969). Darwin and the Beagle. Crescent Books.
New York.
Pio XII. (1943). Divino Afflante Spiritu. Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana. Vaticano.
Prosperi, Carlos (2013). La Iglesia y la teoría de la evolución (Según sus propios documentos y textos. Encuentro Nacional de Docentes Universitarios
Católicos. San Juan.
Prosperi, Carlos (2015). Darwin y Santo Tomás. La
evolución orgánica vista desde las Ciencias Naturales, la Filosofía y la Teología. Universidad Blas Pacal y Editorial Advocatus. Córdoba.
Prosperi, Carlos (2018). Falacias Abortistas. Boletín Asociación Guardia Honor de la Virgen del Rosario del Milagro. Núm. 86.
Córdoba.
Prosperi, Carlos. (2020). La
evolución orgánica vista desde el tomismo como pasos de entes en potencia a entes en acto. Revista de la Universidad de
Santander 21 (2).
Smith, Robert. (1980). Ecology and Field Biology. Harper and
Row Publishers. Cambridge.
UNESCO (1966). Historia de la Humanidad. Desarrollo
cultural y científico. Ed. Sudamericana.
Buenos Aires
Ventura, Laura (2023). Charles Darwin: quiénes y por qué cancelan las teorías sobre la evolución en el mundo académico.
Diario La Nación. 07 de marzo de 2023. Buenos
Aires.
Watson, James (1977). Molecular
Biology of the Gene.
The Benjamin/Cummins Publishing Company. Ontario, Canada.