Por Daniel Lasa
Dr. en Filosofía-Investigador del CONICET-Docente
universitario
Este artículo ha sido escrito hace dos meses. Decidí no publicarlo por
varias razones. Sin embargo, la promulgación del Motu Proprio Traditionis
Custodes me permitió ver que la lectura que propongo del último libro del Papa
no es para nada antojadiza. Muy por el contrario, creo que da cuenta de los
presupuestos que anidan en las decisiones del actual Papa. El lector podrá
juzgar si mi juicio es o no acertado.
El pasado año se publicó el último libro del Papa Francisco titulado
Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor. El texto despierta muchos
interrogantes. Hoy quiero centrarme en uno que considero vital: ¿hacia dónde
propone el Papa Francisco que se dirija la Iglesia?
La cuestión del fin resulta de fundamental importancia cuando se trata de
una actividad que se está ejecutando, o de una obra que se desea producir.
¿Cuál es, en la intención del actual Papa, el futuro mejor al que alude?
Francisco propone al encuentro como su objetivo final. El encuentro, tanto
dentro como fuera de la Iglesia. Es que el encuentro, afirma el Papa, nos salva.
[1]
Pues bien, el referido encuentro, ¿se establece en relación a una realidad
diversa de aquellos que buscan encontrarse? ¿O, simplemente, el encuentro busca
alcanzar un cierto tipo de unidad entre los sujetos que van a encontrarse?
En principio, creía que la realidad en torno a la cual había que
encontrarse se llamaba verdad. Sin embargo, el método propuesto para este tipo
de encuentro no la supone totalmente. Más bien, la verdad va a ser el producto
resultante.
Veamos. El Papa, para suscitar el encuentro, propone el método que él
denomina desborde. Afirma el Pontífice que, ante dos posiciones opuestas, es
preciso elevarse a una síntesis que conserve lo bueno y lo válido de cada una
de ellas. De este modo, asumiendo una perspectiva superadora, los contendientes
podrán encontrarse.
¿Cómo se opera este acuerdo? Por una solución que surja desde fuera de cada
una de las dos posiciones. De este modo, cada elemento quedará desbordado.
Luego, se llegará a una posición que va a contener algo de cada uno. No
obstante, esta posición superará a ambas posiciones en lo que cada una tiene de
propio.
Por el método del desborde, entonces, se llega a una nueva unidad que
contiene las dos posturas. Pero esta unidad, aclara el Papa, no equivale a una
identidad. Él rechaza esta idea porque la asocia a la noción de exclusión y de
diferenciación. [2] La condición de identidad debe ser reemplazada por lo que
él denomina categoría mítica o arquetípica.
¿Qué significa esto? Lamentablemente, el Papa no refiere qué entiende por
dicha categoría. Solo dice que, mediante ella, puede alcanzarse una unidad a
través de la síntesis de las virtualidades denominada desborde. [3] Expresa
Francisco: “La solución sobrepasa los límites que confirmaban nuestro pensamiento
y hace surgir, como de una fuente desbordante, las respuestas que la anterior
contraposición no nos dejaba ver”. [4]
El método del desborde sería aplicado por un conciliador. Esta figura
creada (y ejercida) por el mismo Papa, debería explicitar las virtualidades que
se encuentran en cada posición para que el encuentro entre ambas sea posible.
Pareciera que estas virtualidades residen en cada una de las posiciones que se
enfrentan. Si así fuera, cada una de las partes, de modo implícito, estarían ordenadas
a encontrarse de un modo necesario.
Antes afirmé que creía que solo la existencia de una verdad objetiva hacía
posible el diálogo, que solo ella posibilitaba el encuentro. Pero tengo la
impresión que la verdad de cada una de las posiciones en conflicto, ya no va a
depender de una verdad extrínseca y eterna. La verdad va a ser el resultado de
la síntesis de las positivas virtualidades de cada una de ellas. Es decir, la
verdad dependerá de la capacidad de las partes de engendrar una síntesis
superadora. Consecuentemente, la verdad ya no se sitúa del lado de lo inmutable
sino, siempre, en la esfera de lo cambiante.
Pero hay más. En la posición del Papa que rechaza el principio de identidad
se esconde la asunción de la dialéctica como principio. Y he aquí la
contradicción. En realidad, el método no estaría negando la identidad, sino
favoreciéndola. La dialéctica solo estaría taponando la idea de la verdad como
una instancia inmutable. La dialéctica estaría afirmando, eso sí, que la verdad
existe en su propio movimiento, en su mismo y dinámico hacerse.
En este sentido, el desborde sería el método apropiado para dar cuenta de
una verdad que nunca es estática: permanentemente rebosa todo contorno fijo.
Cuando la mente humana pretende anclarse, este flujo la anega.
Por otra parte, el Papa cree que, para propiciar el encuentro y el desborde
[5], nada mejor que promover los sínodos. Un syn-odos equivale a un caminar
juntos: el escenario ideal para el derrame y la construcción de la verdad. De
allí se entiende el aumento de sínodos en su pontificado.
El problema que advierto es que este desborde podría llegar a romper la
unidad de fe de la Iglesia como consecuencia del abandono de la verdad. En este
sentido, el sínodo alemán está haciendo su propio camino. Pero el Papa diría
que no hay que preocuparse. En realidad, de las virtualidades presentes en las
conclusiones allí extraídas, al contraponerse a otras posiciones, surgirá una
nueva síntesis más verdadera.
La verdad, sostiene el Pontífice, no es una realidad inmutable, sino
esencialmente dinámica. Por esta razón, en su escrito, se ocupa de caracterizar
a los enemigos que intentan impedir su propósito. Los califica como hombres de
conciencia aislada, no dispuestos a ceder en sus posiciones, refractarios al
encuentro desbordante. El Papa los califica de “rígidos”, de “guardianes de la
verdad”, de hombres guiados por el “mal espíritu”. [6]
Todos estos son los cristianos que piensan la verdad desde un intellectus
fidei, formulado a partir de una filosofía del ser. Son los que, en lugar del
encuentro, establecen la división. Refiere el Papa: “… no les faltan motivos
para criticar a la Iglesia, a los obispos o al Papa: o somos retrógrados o nos
rendimos a la modernidad…”. [7] Y agrega: “Los que pretenden que hay demasiada ‘confusión’
en la Iglesia y que solo se puede confiar en tal o cual grupo de puristas o
tradicionalistas siembran la división en el cuerpo. Esta también es mundanidad
espiritual”. [8]
A juicio del Papa, ese grupo de hombres son fundamentalistas por cuanto tienen
una actitud y un pensamiento único. Se creen que poseen la verdad y solo se
ocupan de instrumentalizarla. Frente a esto, el Papa es partidario del
discernimiento en tanto esta postura permite manejarse en contextos cambiantes:
ya que no hay certezas absolutas sobre las cosas, expresa. [9] Esta última
afirmación sería inadmisible por parte de aquellos católicos que consideran que
tienen certeza absoluta en lo que creen, además de considerar como
absolutamente ciertos los primeros principios tanto del orden especulativo como
del orden práctico.
Sin embargo, esta última afirmación resulta perfectamente comprensible
desde la lógica dialéctica que subyace en el método del desborde, como ya lo
dije.
Por esto presumo que, pese a todos los esfuerzos conciliatorios del Papa,
hay hombres que no recibirán la convocatoria al encuentro. El encuentro, que al
modo de la dialéctica hegeliana todo lo absorbe, resulta limitante frente a
todos aquellos católicos que son calificados de “cerrados” por Francisco.
Me hago una pregunta: ¿qué hacemos con todos aquellos que no resultamos
asimilables en la nueva lógica?
Me permito señalar, finalmente, que en la propuesta papal reside una
insanable contradicción. Contrariamente a su rechazo de la idea de “identidad”,
su propuesta posee una clara identidad excluyente y diferenciadora.
Aquí parece no registrarse la categoría mítica o arquetípica. Gobierna la
lógica de una identidad férrea: todo católico, para no ser excluido deberá, sin
chistar, adherir a la cultura del encuentro y suscribir sus supuestos
filosóficos. Mi hija, de profesión politóloga, me observó que esta nueva Iglesia
pareciera una Iglesia “catch all”. [10]. Y que, en teoría política, cuando un
líder se propone minimizar la carga ideológica que da unidad a su partido con
el objetivo de sumar, es porque pretende que dicha unidad se centre en su
persona.
Notas
[1] Cfr. Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor. Papa Francisco.
Conversaciones con Austen Iverigh. Barcelona, Plaza-Janés, 2020, 1ª edición, p.
111.
[2] Cfr. ibidem, p. 107.
[3] Cfr. ibidem, p. 89.
[4] Ibidem, p. 89.
[5] Cfr. ibidem, p. 84.
[6] Cfr. ibidem, p. 73.
[7] Ibidem, p. 73.
[8] Ibidem, p. 74.
[9] Cfr. ibidem, p. 64.
[10] “Atrapa todo”.
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(Fuente: Medium.com, 21 Jul 2021)