por Ricardo Rovira Reich
Universidad de Navarra
Grupo de Estudios Medievales y Renacentistas (UNED)
Presidente de CIVILITAS-EUROPA
Entre los temas sugeridos para estas ponencias ya en el pasado curso se nos
indicó, entre otros, trabajar la sucesión de personas en el cargo. Así me animé
–a pesar del temor a ser extemporáneo- a traer a vuestra memoria un antecedente
histórico muy lejano: el sistema de cooptación entre los emperadores antoninos,
y de modo particular la formación y gobierno de Marco Aurelio. Como a pesar del
cambio de los tiempos hay variables en la naturaleza humana que permanecen
constantes, y la experiencia del sistema elegido para determinar la sucesión en
el vértice de esa macro-empresa que fue el Imperio Romano resultó muy positiva,
pensé que podría ser de alguna utilidad presentarles ese antecedente histórico
en nuestro Encuentro del año pasado. Además, por algo a los antoninos se les
llamó “los cinco emperadores buenos” (entre los que se contaron compatriotas
nuestros hispanos).
Continuando con ese empeño de buscar antecedentes históricos positivos de
sucesión en el vértice, y que puedan resultar significativos y útiles para la
Política de Empresa, para el presente curso traigo ahora un caso temporalmente
más cercano –casi un milenio y medio posterior- y espacialmente idéntico a
nuestra situación: las Instrucciones que Carlos V escribe para su hijo Felipe
II sobre el asunto del buen gobierno. El Emperador tiene que volver a
ausentarse de España para dirigir en persona el frente de batalla, en esta
ocasión otra vez contra Francisco I de Francia. En los días previos redacta y
firma numerosos documentos para organizar el gobierno de los distintos reinos de
la Península y de ultramar en su ausencia. También provee los documentos para
confirmar como Regente a su adolescente hijo Felipe, quien aún no ha cumplido
los 16 años. La comitiva imperial parte del puerto de Barcelona pero debe
volver a la costa catalana por el mal tiempo. En el puerto de Palamós, los días
4 y 6 de mayo de 1543 dedica casi las enteras jornadas a escribir unas
Instrucciones a su sucesor sobre el oficio del gobierno. En este mismo texto
denota que ha procurado formarlo directamente en los 18 meses que al fin ha
podido pasar junto a su hijo –así alude “a nuestras charlas en Madrid”- pero al
parecer tiene algunos escrúpulos de haber dejado algún cabo suelto y quiere
dejar por escrito bien atada una tarea tan importante como es la sucesión en el
gobierno.
Buscando ideas para diseñar programas encaminados a la docencia sobre el
buen gobierno político y de instituciones privadas, me he ido centrando en los
trabajos de los filósofos clásicos de la Antigüedad grecorromana. Aunque el
plan inicial era hacer un recorrido sobre todas las etapas históricas –ayudado
por un buen equipo de investigadores- exhumando los principales criterios de
pedagogía política y evaluando sus resultados, la inesperada e inusitada
riqueza de los filones de ideas que encontré en los clásicos me ha hecho
demorarme en mi avance hacia nuevas épocas. Pero ahora, por sugerencia del
mejor bibliógrafo que yo he conocido en mi ya larga vida, que es D. Manuel
Vieira Da Cruz, me encuentro con este documento que pienso sirve también como
complemento o aportación de antecedentes y experimentación práctica para la
temática de este nuevo Encuentro, que tanto agradecemos. Antecedentes que no
son solo interesantes por sí mismos, sino que siguen influyendo en la vida
contemporánea de algunos de nuestros países cinco siglos después.
Geoffrey Parker, cuando presenta su biografía de Carlos V, nos dice que
Carlos, quien vivió de 1500 a 1558, firmó su primera carta a los cuatro años, y
al final de su vida había firmado más de 100.000 documentos. Muchos eran
epístolas multilingües, en varios idiomas: holandés, francés, alemán, italiano,
castellano y latín, por lo menos, y ocupan varios miles de folios.
Estas Instrucciones, a las que vamos a hacer referencia hoy, y de las que
se hablaba desde antiguo -comentándolas según copias diversas- se encontraron
recientemente en su documento original, escrito de puño y letra por su autor,
en los fondos de la Hispanic Society of America, habiéndose publicado entonces
una edición crítica elaborada por Rachael Ball y Geoffrey Parker en 2014 junto
al texto original y a textos transcriptos literales y otros adaptados al
lenguaje actual, que es la que hemos manejado gracias a Vieira da Cruz.
Se ha comprobado que en 1862, el alemán Wilhelm Maurenbrecher en lo que era
el Ministerio de Estado, actual Ministerio de Asuntos Exteriores español,
encontró estas instrucciones. Luego tenemos noticias que en 1899, el destacado
hispanista francés Alfred Morel-Fatio también las transcribió, pero antes de
culminar su trabajo no pudo evitar que desaparecieran enseguida porque fueron
vendidas. Él supuso que a algún norteamericano. Y en 1975, D. Manuel Fernández
Álvarez, en su monumental Corpus documental de Carlos V, también incluye y hace
referencias a estas Instrucciones, aunque de modo un poco incompleto e
impreciso por culpa de las versiones que tuvo que manejar, pues eran
transcripciones de los documentos ahora encontrados. Don Manuel murió en 2010,
pero justo antes que falleciera, Geoffrey Parker alcanzó a darle la gran noticia
de que ha encontrado en la Hispanic Society el original. Estas dos
Instrucciones, que en total suman unas 50 páginas, constituyen el documento más
largo redactado por Carlos V.
Circunstancias de la composición
El Emperador Carlos V tiene que partir del puerto de Barcelona hacia
Italia, porque le ha declarado Francia la guerra, y mientras está trazando las
estrategias de las hostilidades contra Francia y contra Turquía, y dando
instrucciones para el gobierno de regencia de su hijo en Castilla y en Aragón, y
otras instrucciones de gobierno para sus posesiones en América. En medio de ese
trajín tan intenso, sale de Barcelona el 1 de mayo, pero tiene que volver,
refugiarse en Palamós por el mal tiempo, y allí el 4 y el 6 de mayo de 1543,
redacta estas dos instrucciones y parte definitivamente el 12 de mayo.
Carlos había hecho ya otras instrucciones de gobierno para Felipe en 1539,
y redactará posteriormente otras en 1548, pero no son tan personales como
éstas, pues contó entonces con la colaboración de su gran ayudante Francisco de
los Cobos. Estas dos, de mayo de 1543, en el original se ve que están
redactadas personalmente y con su mala letra. Es el documento más largo que
hace: tacha, corrige, pone glosas, inserta comentarios, y por tanto se ve que
es totalmente suyo. Transmite toda su enorme experiencia de gobierno, y por
tanto tiene inmenso interés para aprender ciencia del buen gobierno. No soy
historiador pero me parece extraordinario que podamos asistir al diálogo entre
dos gobernantes excepcionales como son Carlos V y Felipe II. Aunque éste aún no
había cumplido los 16 años, la experiencia que aquí le transmite su padre luego
Felipe la comentará con frecuencia y se verá que también la ha usado en su
labor de gobierno, citándola muchos años después.
Algunos conceptos básicos
Entrando de a poco en el tema, en la presentación que hacen Parker y
Rachael Ball se recuerdan las palabras de Carlos de que siempre hay más casos
que leyes, y por tanto no se puede meter todo en una instrucción: aquí está
dejando entender sobre la necesidad de una buena formación. La vida toda no
cabe dentro de las leyes, ni de reglamentos, ni de instrucciones. Una sólida
formación puede asegurar la adaptación prudente a situaciones no previstas. Es
imposible e incluso inconveniente intentar legislar sobre todo. Lo importante
es tener un espíritu bien formado, que va desarrollando sobre la misma marcha
las aplicaciones de la prudencia de gobierno a las nuevas situaciones
sobrevenidas.
El espacio próximo a gobernar abarca gran parte del continente europeo, más
posesiones en otros continentes, con idiomas y costumbres distintas, hay que
unificar lo esencial de alguna manera, por eso a un futuro gobernante
multilingüe, Carlos le insiste mucho en el estudio y correcto dominio de la
lengua latina.
Según algunos autores, en la segunda instrucción, pueden encontrarse los
más importantes consejos políticos de un soberano moderno. Allí indica, por
ejemplo, que hay que gobernar con un consejo colegial, que es conveniente tener
varios consejeros para que se equilibren entre ellos, no entregarse a uno solo,
aunque sea más cómodo. Como este segundo documento será secreto y con el
mandato que no sea visto por nadie, ni siquiera por su esposa, incluye
comentarios sobre los colaboradores encomiados en la primera instrucción –más
pública- pero ahora advirtiendo de sus limitaciones personales. Así, por
ejemplo, respecto a D. Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, le dice que
es un grande para la guerra, pero a los grandes es mejor no meterlos demasiado
dentro de la gobernación, porque si no tienden a dominarlo todo.
Le da consejos sobre sus ministros y cómo deshacerse de un alto cargo sin
desmerecerlo, por ejemplo del Cardenal Silicio, dándole a entender que la
gramática parda pero ejercida con rectitud también es habilidad política. Luego
dirá que cuando la ayuda de los consejeros ya no le alcance, que se entregue
sobre todo a hacer la voluntad de Dios, a no ofenderlo nunca y a poner en las
manos de Dios todas las decisiones políticas que tiene que tomar.
Contenido de la Primera Instrucción
Podemos resumir en los siguientes conceptos estos consejos de padre a hijo
llamados ambos a ocupar el lugar más alto en su espacio y tiempo, y que denotan
también la extraordinaria confianza del Emperador en su heredero, a quien le
confía secretos –por ejemplo, en política exterior- no confiados ni a su propio
hermano Fernando I, Emperador de Alemania.
1. Poner siempre primero a Dios en todo y sobre todo, ofrecer todo para su
Gloria y ponerte tú en sus manos.
2. Saber escuchar a los buenos consejeros, y saber distinguirlos entre los
no tan buenos.
3. El mismo Carlos duda de saber realizar esta función de formador de su
hijo como gobernante supremo y pide ayuda a Dios para acertar en sus consejos.
4. No dejar entrar herejías en sus
reinos, y por ello, apoyar a la Santa Inquisición.
5. Como gobernante procurar siempre primero la justicia (en esto se sigue
notando la influencia del Regimine Principis de Santo Tomás de Aquino).
Ejercitar esta función sin afición ni pasión, para asegurar la imparcialidad.
Que nadie acepte dádivas, ni tomar para sí nada de nadie: castigar si no a los
jueces, para dar ejemplo. Y manejarse siempre en este campo sin dejarse mover
ni por el amor, ni la afición ni la pasión ni el enojo. Jamás actuar contra
justicia. No traslucir ante los súbditos nunca si se tiene pasión o enojo, y
jamás condenar a muerte movido por ello: suspender decisiones si hay pasiones.
6. En este campo de la justicia procurar imitar a Jesucristo: armonizar la
Justicia con la Misericordia, buscar un equilibrio sin pasarse de más ni de
menos. Y que la Justicia en sus reinos sea buena y breve.
7. Ser templado, nunca hacer nada por furia. Cuidarse de los lisonjeros, de
los muy jóvenes, conocer pronto el fondo que mueve a sus asesores.
8. Cuidar que las autoridades y consejeros tengan libertad para emitir sus
votos, no condicionarlos por amistad con ellos.
9. En los actuales momentos el principal negocio que preocupa al Emperador
es la Hacienda: él es consciente de la difícil situación financiera en que lo
deja, no quiere hacerle daño pero a la vez considera siempre que la hacienda
debe estar sometida a la política de altos ideales cristianos y de la honra de
sus personas.
10. Todos los nombramientos deben
ser ratificados por el Cardenal (Juan Martínez de Silicio, arzobispo de Toledo
y obispo de Cartagena; capellán y su confesor hasta entonces), el Presidente
(Fernando de Valdés, presidente del Consejo Real) y Francisco de los Cobos, su
secretario de Estado.
11. A la hora de firmar, no hacerlo
si antes no lo revisó Cobos, y si hay dudas, recurrir a don Juan de Zúñiga,
mayordomo real y a quien está confiada su formación en lo humano (en los
estudios era a Silicio, pero Carlos no estaba conforme con su falta de exigencia).
12. Ser precavido: nunca firmar nada
sobre la marcha o papeles que le presenten fuera del despacho, ni prometer de
palabra nunca nada: “Guardaos mucho de no firmar cartas particulares en las
Chancillerías ni otros tribunales de justicia, en recomendación de las partes,
porque sabed que para hacer mal muchas veces toman el ruego del rey por mando,
y para hacer bien no todos obedecen sus mandamientos. También os guardareis de
no escribir ni encomendar de palabra a nadie cosa particular, si no queréis
después pagarlo con las setenas (antigua pena con que se obligaba a pagar el
séptulo de una cantidad determinada). También guardaos mucho de no dar, ni de
palabra ni por escrito, promesa de cosa de porvenir ni expectativa, pues
ordinariamente no se sigue buen suceso de anticipar el tiempo en cosas
semejantes”.
13. Así como la labor de regencia en
Castilla será más fácil, tener cuidado con la de Aragón: hay que tener bien en
cuenta sus Fueros, y saber que los aragoneses son apasionados y difíciles.
14. Enviar a obispos y prelados a
sus iglesias, procurar que no se metan en lo que no les corresponde, y a los
demás cargos que estén fuera de sus sitios el menor tiempo posible.
15. Cuidar de su madre Juana,
recluida en Tordesillas y de sus dos hermanas: sobriedad y moderación en todo
respecto a ellas y “que no aparezcan galanes” (Carlos tiene experiencia
personal de los problemas que le aparejaron sus galanterías de juventud).
16. Estar dispuesto a ofrecer
audiencias frecuentes, no ser duro en las respuestas, ser paciente al oír, y
dedicar tiempo a ser visto y estar entre la gente, conversando con ellos.
17. Se advierte que le reitera
algunos consejos que le dio verbalmente respecto a la conveniencia de casarse
pronto, mantener la virginidad hasta ese momento (no seguir el ejemplo de su
padre…), tener una conducta sexual de gran moderación también con su mujer
(Carlos piensa que la corona le llegó por la prematura muerte de Juan de
Trastámara, príncipe heredero, el hijo de los Reyes Católicos, casado con Margarita
de Austria –él con 19 años y ella con 18- y muerto seis meses después, debido a
esto según pensaba Carlos), y “que los estudios no alarguen tu niñez”: debe
convertirse pronto en un auténtico hombre maduro –también por el casamiento-,
sabio, cuerdo, bueno, honrado, gracias al estudio, a los buenos ejemplos que
reciba de los avanzados en virtud, y a buenas pláticas con ellos. Le avisa que
va a ordenar a Zúñiga que sea duro con él, aunque Felipe se resista.
18. Por la diversidad de súbditos de
distintas lenguas, buscar la unificación dominando la lengua latina, pudiéndola
hablar de corrido. Una vez dominada bien esta, si es posible también manejarse
en francés.
19. Alejar ya a los muy jóvenes de
la Corte, tratarse solo con hombres mayores, tener algunos descansos pero saber
que “Dios os ha hecho para gobernar y no para holgar”. Debe tener conciencia de
la misión que ha recibido desde el Cielo y desde la tierra, no puede darse los
lujos y licencias de un joven normal: el deber le exige mucho más que a otros.
Sobre la discreción respecto a la segunda Instrucción
¿Quién transmitió a Felipe la segunda carta en donde se dice, “ésta es sólo
para ti, guárdala bajo llave, que no la vea nadie, ni siquiera tu mujer…”?
Parker concluye que probablemente es Luis de Ávila, un hombre de mucha
confianza suya. Se advierte la importancia que da Felipe, y que han dado los
grandes gobernantes a este tipo de instrucciones, porque el mismo Felipe II
copió de puño y letra, transcribiendo la carta que el rey Luis IX de Francia
escribió a su hijo. Aunque es una carta de contenido más espiritual y moral, y
no de asuntos concretos de gobierno. Incluso estas misivas recuerdan un poco
las 10 cartas contemporáneas que Juan Carlos I de Borbón envió a su hijo hoy
Felipe VI, cuando estaba formándose en Canadá entre septiembre del año 84 y
junio del año 85. Aunque duela reconocer que el nivel conceptual y moral ya no
sea el mismo que de antaño.
Contenido de la Segunda Instrucción
Le advierte a su hijo que esta instrucción versará sobre el gobierno de su
propia persona además de los negocios generales del gobierno político. Insiste
en que es secreta, debe ser guardada bajo llave y no será vista por nadie, ni
siquiera en el futuro su propia mujer. En esto debemos recordar la experiencia tan
positiva –y que siempre agradeció tanto- que tuvo Carlos con la ayuda de su
mujer Isabel de Portugal también en los asuntos de gobierno, lo cual aumenta la
severidad de la advertencia y preanuncia la importancia que da a estas líneas.
1. Le pesa tener que dejar tan pesada carga a su hijo y tener que emprender
este viaje contra su propia voluntad pero impelido por su responsabilidad. En
este texto sobrevuela siempre la situación muy negativa de la hacienda real,
esquilmada por guerras y necesidades que el Emperador piensa tuvo que acometer
por obligaciones de conciencia.
2. Confía una vez más en que Dios lo va a auxiliar, que su vida correrá
peligro mucho más que nunca, y que el resultado de estos emprendimientos
también puede solucionar sus problemas económicos y no dejar a su hijo
empobrecido y desautorizado, lo que haría sintiera rechazo por su padre. Piensa
que todo lo ha hecho con rectitud de intención.
3. Sorprende su confianza en un hijo que aún no ha cumplido los 16 años, en
anunciarle su estrategia contra Francisco I, y por dónde va a hacer atacarlo
por el duque de Alba y otras fuerzas, tanto terrestres como navales, contra
franceses y turcos. Sabe que no dispone de dinero ni vituallas, y necesitará
además de las ayudas de súbditos suyos de otros reinos a los que recurrirá.
4. Pide a Felipe que él también recabe ayudas materiales en los reinos de España y en las Indias para
la empresa que su padre encara ahora. Un buen resultado de estas acciones
bélicas también pueden rehacer la Hacienda real.
5. Realizando alusión a anteriores conversaciones, a pesar del riesgo,
piensa que debe dejarle por escrito una semblanza del carácter -positiva y
negativa- de sus ministros y de sus dudas sobre ellos. Asimismo acerca de los
distintos bandos que hay en la Corte “porque en público se harán mil regalos y
amores y en secreto lo contrario”. Ha nombrado al cardenal de Toledo, al
presidente del Consejo y a Cobos para asesorar al príncipe, pero que sepa que a
la vez ellos son la cabeza de los bandos, y a pesar de los riesgos que implica
los ha unificado por esa función: “los quise juntar porque no quedaseis solo en
manos de uno de ellos”.
6. Debe saber usar de cada uno de ellos, y le va relatando sus debilidades
y criterios de credibilidad, para saber sacar lo bueno, eludiendo lo usen a él
para sus intereses o los de su bando. Estar precavido porque intentarán
ganárselo para su causa incluso a través de mujeres.
7. “Escoger buenas personas desapasionadas en los cargos” y no ponerse
nunca en manos de uno solo: “tratad de los negocios con muchos y no os atáis ni
obligáis a uno solo, porque aunque es más descansado no os conviene,
principalmente a estos vuestros principios porque luego dirían que sois
gobernado y por ventura que sería verdad y que al quien tal crédito cayese en
las manos se ensoberbecería y se levantaría, de arte que después haría mil
hierros; y en fin todos los otros quedarían quejosos”.
8. Pone como ejemplo al duque de Alba: empezó muy humilde, pero busca su
grandeza; es un grande para la guerra y hay que honrarle y favorecerle en ello
porque es el mejor que ahora tienen, pero como a todos los grandes no dejarlo
entrar dentro de la gobernación porque tienden a invadirlo todo. Lo he hecho
así con él aunque se haya ofendido.
9. Cobos ha sido muy fiel, pero ahora ya no es tan trabajador como antes,
está cansado por la edad y dolencias; también su esposa le perjudica en su
servicio al Estado, metiéndole en banderías y buscando privilegios materiales,
aunque hasta ahora no han sido gran cosa. “Ya le he advertido y pienso que se
enmendará. Tiene mucha experiencia e información sobre todos mis negocios y es
quien mejor puede servirte. Y creo que lo hará bien y limpiamente (…) Bien será
que os sirváis de él como yo lo hago, no a solas ni dándole más autoridad que
por la que por las instrucciones está contenido, mas siguiendo aquellas
favorecedle, pues me ha servido y creo que hartos querrían lo contrario (…) Bien
creo que trabajará de granjearos, como todos los harán, y como ha sido amigo de
mujeres, si viese voluntad en vos de andar con ellas, por ventura ayudaría que
estorbaría; guardaos de ello pues no os conviene”.
10. Si Carlos muere, conviene que
retire a Cobos, a Granvela y a otros los privilegios de explotación que les
concedió en las Indias, reteniéndolos para sí, haciendo ver que era una
concesión a título personal por sus servicios a Carlos, pero no institucional.
11. Para el manejo y contaduría de la
Hacienda, lo mejor será que la lleven
una mezcla entre Cobos y Juan de Zúñiga, sin ceder a la presión que pedirán el
duque de Alba y otros. Tampoco ceder si alguien pide este oficio para sus
hijos; es necesario ser persona madura y experimentada para llevar esa
responsabilidad que está condicionando tanto su reinado.
12. Debe tener mucho cuidado en la
provisión de oficios y cargos, no dejarse condicionar por contentar a unos y
otros con cargos para familiares y parientes, y si no encuentra el mejor para
un puesto procurar nombrar al menos malo: hay que conformarse con lo que se
puede tener. Le da algunas ideas para compensar secretamente las limitaciones
que tienen para sus cargos algunos parientes de Cobos: nombrar un subalterno
capaz que haga lo que no sabe hacer el superior sin hacerlo notar.
13. Respecto a Juan de Zúñiga no
dejarle de querer, apreciar y agradecer por su dureza de carácter, y su forma
recia de actuar: lo hace también por el interés que tiene en saber ayudar con
fortaleza al heredero a la corona. Parece áspero también por el contraste con
todos los demás formadores que ha tenido: blandos y obsequiosos: “Si él hubiese
sido como los otros todo hubiera ido a vuestra voluntad y no es esto lo que
conviene a nadie ni aun a los viejos, cuanto más a los mozos que no pueden
tener el conocimiento ni freno que la experiencia y edad da a los otros”.
14. Pero don Juan sí tiene la
limitación de tener resquemor contra Cobos e incluso contra el duque de Alba,
por pensar con un poco de codicia que los ha favorecido más que a él. A su vez
se inclina quizás demasiado a favor del cardenal de Toledo y del conde de
Osorno, que son muy amigos suyos. Su codicia puede deberse a las exigencias de
su mujer y sus muchos hijos. Pero a pesar de todo esto te aconsejará y servirá
como te conviene.
15. A pesar de las limitaciones de
carácter y ambiciones de quienes he designado para los más altos cargos y que
estén más de cerca de tu servicio pienso que te dejo en buenas manos, y con la
debida prudencia debes confiar siempre en ellos.
16. Respecto a Juan Martínez de
Silicio, aunque lo he alabado en la otra instrucción por ser más pública, en
esta secreta debo decirte que no estoy conforme con él, porque ha sido blando y
no te ha exigido en el estudio todo lo que te convenía. Aunque aún te confiesas
con él te conviene cambiar de confesor para que en los temas del alma no vaya a
ser también poco exigente por tenerte contento. Siendo joven debes tener
cuidado que te ayuden a no desviarte. Aunque reconozco tiene buena voluntad y
en muchas cosas podrá ayudarte.
17. En cuanto al cardenal de Sevilla
(García de Loaysa) es mejor esté en su iglesia y no en la Corte. Me ha
aconsejado bien en su momento en asuntos de Estado y elección de personas,
puedes probar a pedirle consejo, pero estando advertido que quizás por
dolencias de su alma y espíritu –más rivalidad con el de Toledo- es posible ya
no te sea de tanta utilidad. Intenta de buenas maneras que se ocupe de las
cosas de su iglesia y que no salga de ella.
18. Sobre el Presidente del Consejo
Real desde 1539, don Fernando de Valdés, quien antes había sido presidente de
la Chancillería de Valladolid desde 1535 le advierte: “El Presidente es buen
hombre; no es, a lo que yo alcanzo, tanta cosa como sería menester para un tal
Consejo, mas tampoco hallo ni sé otro que le hiciese mucha ventaja. Mejor era
para una Chancillería que por el Consejo, y más después que estas pasiones
andan, sin las cuales a mi ver no andan. Y aunque le encomendé mucho la
conformidad con Cobos, paréceme que le es muy sujeto, y que antes quedaría por
Cobos que por él (…) Todavía creo que no usará de su oficio sino bien”.
19. Sobre los otros Consejos: “Dicen
que el conde de Osorno tiene muy sujeto al Consejo de las Órdenes. Tened mano
que tengan libertad. El conde es mañoso, y no tan claro en sus tratos como
convendría. Él tiene mucha habilidad. Es tan corto en su hablar que mal se da a
entender, no sé si lo hace por no querer ser entendido o por no descontentar a
nadie”.
20. Sobre su sucesión, también en el
gobierno de Flandes y Milán no quiere pronunciarse: el tiempo y las propias
disposiciones del Príncipe irán aconsejando qué hacer. Remite al respecto a
otras instrucciones que ha dejado escritas.
21. Respecto a todos los demás temas
de Estado, más gobierno de todos los territorios y relación con las otras
potencias europeas, le aconseja apoyarse en Granvela (Nicolás Perrenot de
Granvela, flamenco, secretario de Carlos junto a Cobos y asesor del monarca en
política exterior; padre del cardenal Antonio Perrenot de Granvela). “Él tiene
sus pasioncillas, principalmente en lo de Borgoña, y gran gana de dejar a sus
hijos ricos; y aunque le he hecho mercedes, él gasta y algunas veces sobre ello
le toman unas cóleras y reciuras. ÉL es fiel y no pienso engañarme”. En caso de
su ausencia le recomienda al cuñado de Granvela, Monsieur de San Vicent, quien
había sido su embajador en Francia. También que tenga en cuenta para el futuro
al hijo de Granvela, Antonio obispo de Arrás por entonces.
22. Después de estos consejos y
opiniones sobre colaboradores, el Emperador confiesa que está confuso y no sabe
concretar qué más decirle, por lo que le pide se atenga siempre a lo más
seguro: el amparo y protección de Dios Todopoderoso, que es Quien además mejor
le va a aconsejar. “Y vos hijo, encomendáos a Él y meteos y todas vuestras
cosas en sus manos y por ninguna de este mundo le ofendáis, y con esto Él os
ayudará, guiará y favorecerá”.
23. Finaliza esta Instrucción
volviendo a recordarle dos veces más que debe ser secreta, sólo para él, y en
todo caso si el Emperador sobrevive devuelta a él cerrada en persona, y si no,
quemada en presencia de Felipe.
Algunas conclusiones
Un buen gobernante, como lo fue Carlos I de España y V de Alemania, sabe
bien que una de sus principales misiones es formar muy bien al sucesor, o
posibles sucesores. Y hacerlo de ser posible –él lo logró escasamente- de modo
personal, directo, manteniendo “charlas” como él decía. Asimismo “sobre el
terreno y sobre la marcha de los acontecimientos” como sí lo logró en esos 18
meses en que viajaron juntos por sus reinos, atendiendo diversos vicisitudes de
gobierno. El buen gobernante debe conseguir que quien le suceda pueda comenzar
–como punto de partida- apoyándose en lo que su antecesor ha logrado: “que los
demás comiencen donde nosotros hemos terminado” decía frecuentemente el
fundador de la Universidad de Navarra.
Otro acierto formativo que aquí demuestra el Emperador es dejar por escrito
y con cierta sistematización los temas que más le preocupan para el futuro
gobernante. En estas dos instrucciones hay consejos para la conducta personal,
para la ejecución en el gobierno, y comentarios sobre las condiciones o
características positivas y negativas de los principales y más próximos
colaboradores. Hacerlo de forma secreta asegura evitar susceptibilidades y por
ende pérdidas de confianza en el hombre de vértice, pero a la vez aterrizarlo
en la realidad personal de su entorno.
Carlos también intenta mantener un “orden ontológico y axiológico”:
primacía siempre de la Divinidad, de la propia familia, del gobierno como
servicio al bien común, y no descuidar el cuidado y detalles personales con
quienes le ayudan en su importante tarea, sin pretender manipularlos, pero sí
sacar de ellos sus mejores cualidades para ese trabajo.
En este escrito puntual y ocasional de Carlos V sigue reflejándose el
proyecto de la Europa soñada por él ya desde los albores de su gobierno, tal
como fue expuesto en las Cortes convocadas en Santiago de Compostela el 31 de
marzo de 1520. Su imperium mundi descansaría sobre cuatro principios
estrechamente entrelazados entre sí:
1. El respeto a los otros pueblos que integraban la Europa cristiana, pues
era falso que pretendiera una monarquía universal, despojando a los otros
príncipes cristianos de sus dominios.
2. Lograr la paz en la Cristiandad, paz entre todos los príncipes
cristianos como corresponde a quienes quieren ser fieles a Cristo y su Iglesia
y cumplen sus mandamientos.
3. Pero ésta no será una paz inactiva, sino un punto de partida para emprender
la cruzada contra el Turco, y para esto Europa cuenta con una gran ayuda: el
oro de las Indias occidentales.
4. Todo esto no como fruto de un capricho individual suyo, sino como un
mandato divino, esforzándose todos en cumplir la Voluntad de Dios.
Como concluirá Manuel Fernández Álvarez en Carlos V, el César y el Hombre:
“En suma, un sentido providencialista de la Historia, campeando sobre el
quehacer imperial la nota religiosa, lo que presuponía a esas alturas la
armonía del Imperio con Roma”. Consideraba que había recibido semejante poder
por designio divino y ello le obligaba a estar a la altura, teniendo siempre un
espíritu altruista y caballeresco, como demostró fiándose de la palabra de
honor de Francisco I, liberándolo cuando tenía prisionero a su eterno rival,
desoyendo a sus consejeros. El decurso de la vida y experiencia de gobierno lo
volvieron más realista pero sin renunciar nunca a sus altos sueños.
Cuando renuncia insólita y voluntariamente al poder, estando en la cúspide,
demuestra ante el asombro de todos, su concepción finalista y providencialista
del ejercicio del supremo gobierno como un servicio. Su altura de miras no fue
comprendida ni siquiera por quienes mejor debían comprenderlo en sus
motivaciones espirituales. Se rumoreaba que los Cardenales romanos, moviendo
burlonamente la cabeza, se decían los unos a los otros: “¡Cómo se ve que es el
hijo de Juana la Loca”!
Historiadores de altura sí lo han comprendido, como sostiene Fernández
Álvarez en la obra antes mencionada: “Pero lo que realmente resultó decisivo
fue su fuerte sentido ético de la existencia y el considerar que, en lo
político, su obra estaba cumplida. Su presencia en el tablero europeo ya no era
necesaria; al contrario, en los últimos años más de uno pudo pensar que era una
rémora (…) Su hijo era el refuerzo, el príncipe cuidadosamente preparado, el
discípulo formado en largos años de intervención en los negocios públicos. Eso
era una tranquilidad, una garantía. Y, por supuesto, las razones de tipo
religioso. Carlos hace años que está deseando desligarse del mundo. Un deseo
que ha de esperar a verse cumplido, porque muchas circunstancias se lo
impedían. Pero en 1555 las ligaduras habían ido soltándose. La vocación al
claustro crece”.
El 25 de octubre de aquel año, a las cuatro de la tarde de un húmedo día
otoñal, cruza el Emperador el parque de su palacio de Bruselas para anunciar su
renuncia al poder y su retiro del mundo. El rey-soldado amante de la paz y
siempre forzado a la guerra, no para agredir, sino para repeler la agresión. En
su gran discurso de despedida quiere hacer ver que el poder no estaba hecho
para su provecho y disfrute, sino que era él quien estaba al servicio del
poder. Y si las fuerzas le faltaban para cumplir bien su oficio, lo justo era
dejar el poder.
Y lo deja en las manos de un sucesor que a sus 28 años ya tiene buen caudal
de experiencia y ofrece seguras garantías: la Reina madre, doña Juana había
muerto, con lo que Carlos podía disponer libremente de las coronas de España, y
su hijo Felipe ya era rey de Nápoles y Sicilia; un príncipe que había dado
pruebas evidentes de su capacidad para gobernar, tras muchos años de ser el
alter ego del Emperador en los reinos hispanos. Y que estaba denotando haber
asimilado muy bien las enseñanzas de su padre que demostró –como se advierte en
estas dos Instrucciones- haber querido cumplir muy bien una de las ineludibles
tareas del hombre de vértice: formar bien al sucesor.
Fuente: CIVILITAS EUROPA, 21 de octubre de 2019