Identité et Démocratie


 El nacionalismo identitario francés, de la saga Le Pen a la Europa de las patrias

Por Sergio Fernández Riquelme * y Jerónimo Molina Cano**




Resumen: La defensa de la identidad nacional (entre la mutación histórica y las peculiaridades republicanistas-laicistas galas) y la participación en la democracia representativa (en el sistema presidencialista y mayoritario fundado por De Gaulle en 1958) pueden ser dos de las claves interpretativas fundamentales del moderno movimiento identitario/soberanista francés durante la V República. A partir de ellas hacemos una aproximación historiográfica del mismo, desde el fin de la II Guerra mundial hasta el tiempo presente, señalando sus raíces polémicas y minoritarias (de la nostalgia de Vichy a la llamada extrema derecha), el impacto de la Guerra de Argelia (para el país y para el movimiento), el nacimiento del Frente nacional y el progresivo éxito de su líder Jean-Marie Le Pen (más mediático que electoral), las transformaciones ideológicas o estratégicas de su hija Marine para consolidarse con éxito o sobrevivir (sin alcanzar poder político-institucional), y las tendencias de futuro más allá de la influencia de la saga familiar.


Introducción
                                                                   "La France ne peut être la France sans la grandeur".
                                                                                           Charles De Gaulle.

Marine Le Pen lo volvía hacer. Como su padre Jean-Marie Le Pen, el fundador del partido, el Frente nacional (Front Nationale) pasaba a segunda vuelta en las elecciones presidenciales. Y lo hacía para enfrentarse a Emmanuel Macron y su La République en marche (LaREM), una construcción rápida de las élites parisinas para impedir el primer gran gobierno de un partido nacionalista-soberanista en Europa Occidental [1]. Liberal conservadores y liberal progresistas, ante el derrumbe del viejo bipartidismo (los socialistas de Benoît Hammon y los gaullistas de François Fillon) y el crecimiento de la llamada izquierda alternativa de Jean-Luc Mélenchon, unían sus fuerzas. Y como le pasó a su padre, Le Pen perdió por amplia diferencia en la segunda vuelta en la contienda de 2017 [2].

El Frente nacional (FN) fue el primer gran movimiento identitario-soberanista (souverainisme) moderno en Europa (más allá de la interpretación o etiqueta de “extrême droite”) con opciones, aunque remotas, de gobierno. Entre la democracia y la identidad, nacía como primera, y minoritaria, unión entre nacionalistas de distinto pelaje (excombatientes de Argelia, nostálgicos de Vichy, tradicionalistas católicos) tras la II Guerra Mundial, y comenzaba a impactar, en mayor o menor medida, en la vida política nacional durante años por la personalidad mediática y polémica de Jean-Marie Le Pen en su envite contra el sistema gaullista de la V República. Pero entre la continuidad y la ruptura, con la llegada de Marine y una nueva generación de dirigentes, se aceleró una mutación profunda en busca de alcanzar, por fin, el poder (en las palabras y en los símbolos)[3]; se presentaba ahora como alternativa nacional-soberanista (o neopopulista para algunos teóricos [4]) republicana y laicista, y se convertía en la segunda fuerza política del país galo en términos de votos (que no de escaños parlamentarios o alcaldías por obra y gracia del sistema francés de representación) [5], con creciente presencia entre sectores sociodemográficos del norte y sur del país y entre estratos socioeconómicos tradicionalmente ligados al mundo obrero.

Y ante las limitaciones del citado sistema y el fracaso en las elecciones legislativas de ese mismo año (con solo 8 escaños), Marine volvió a transformar la herencia partidista recibida en una nueva formación en 2018: Rassemblement national; ahora sin la competencia de su sobrina Marion Maréchal (figura ascendente y apoyada por el sector católico) alejada de la vida pública, y de su número dos Florian Philippot (representante del ala más liberal) dirigiendo la escisión de Les Patriotes. La saga Le Pen continuaba en la batalla política, ganando en votos las elecciones europeas de 2019, impulsando su proyecto de “Europa de las naciones”, y enfrentándose al poder total (legislativo, ejecutivo y judicial) del presidente de Macron[6].

Un fenómeno local (soberanismo francés) de impacto global (tendencias identitarias), que en el caso galo, quizás, respondía al llamado “malestar francés”: un continuo debate político y cultural sobre el autoconsiderado papel histórico de Francia como “potencia mundial”,  y que elites y ciudadanos creían en peligro ante el impacto de la Globalización (mondialisation). Un país que aún se creía líder en medio mundo (en sus antiguas colonias, especialmente en África) y el auténtico centro espiritual (en este caso laico) del continente europeo (como defendía Fernand Braudel[7]) , con un modelo de Estado social muy completo y envidia de sus vecinos (versión moderna de L'État-providence) y un sistema de valores republicano centralista y laico definido (amenazado por las grietas integradoras de su tradicional modelo de la asimilación), y con un idioma orgulloso de sus letras y su difusión (la francofonía). Debates identitarios que fueron generando, y justificando, estas posiciones soberanistas ante la tremenda liberalización de los sistemas productivos, las nuevas migraciones masivas, la deslocalización industrial, las modernas identidades consumistas y mediáticas, o la absoluta hegemonía del inglés como “lingua franca”. Y que impactaron decisivamente, y más que en otros muchos países, en una serie de grupos y pensadores que analizan, combaten y alertan sobre el gran foro postmoderno de “qué es ser francés” (la famosa cuestión de Ernest Renan sobre el “sentiment d'être français”) en la nueva era de la Globalización; bien visibles, a nivel local, en las movilizaciones de los chalecos amarillos en las calles del país (con mayor o menor virulencia), y a nivel intelectual, en  las obras muy vendidas de escritores de la talla de Didier Eribon, Annie Ernaux, Michel Houellebecq, Nicolas Mathieu, Édouard Louis o Éric Zemmour[8].





La génesis del Frente Nacional: de la nostalgia a la unidad nacionalista 

El 5 de Octubre de 1972 vio la luz en París el Front national pour l'unité française (FNUF), parecido al posfascista Movimiento nacional italiano (tomando como símbolo también una llama tricolor). Una pequeña coalición de minoritarias organizaciones nacionalistas: legitimistas (los “emigres de l'interiur”), poujadistas, petainistas y ciertos movimientos de extrema derecha ligados a Occident y especialmente a Ordre Nouveau (con la influencia destacada de sus líderes François Duprat[9] y Jean-François Galvaire); y a la que François Brigneau, uno de sus líderes, definió públicamente de la siguiente manera: “Il faut faire un parti révolutionnaire. Blanc comme notre race, rouge comme notre sang et vert comme notre espérance”[10].

Fue en el segundo congreso de Ordre Nouveau en 1972, donde se definió la estrategia de un Frente nacional capaz de unir a todo el patriotismo francés no gaullista, de la mano del ideólogo Duprat, y con el carismático Jean-Marie Le Pen  como líder (apoyado por Pierre Bousquet, François Brigneau, Alain Robert, Roger Holeindre o Pierre Durand); y aún deudor de manera parcial, simbólica y doctrinalmente, del lema de Vichy “Travail, Famille, Patrie”, frente al lema revolucionario estatal de “Liberté, égalité, fraternité”.

Una apuesta de mayor calado a la derecha de los herederos de De Gaulle en el partido RPR, que centraba su discurso en las debilidades socioeconómicas de la V República francesa y en la denunciada inmigración masiva de árabes en el país. Y para ello buscaron integrar, en primer lugar, a los supervivientes de las pequeñas formaciones nacidas tras el fin de la II Guerra mundial[11]: los “monárquicos” del Service de Propagande et des Amis d'Aspects de la France, Restauration Nationale o la Association Genérale des Legitimistes de France; “los integristas católicos” de la Cité Catholique y del Centre d'Etudes Critiques et de Synthése (con su revista Verbe y el Centre d'Etudes Supérieures de Psychologie Sociale de George Sauge); el “movimiento poujadista” provincial, antiparlamentario y corporativista, sobre la base de movilizadora Union de Défense de Commercants et Artisans (UDCA) y su efímero partido Unité et Fraternité Francaise (que llegó a lograr 52 escaños parlamentarios en las elecciones generales de 1956)[12]. Y en segundo lugar, haciendo suyo el legado de las organizaciones ideológicas y paramilitares supervivientes tras el fracaso francés en la Guerra de Argelia; desde la subversiva Organisation de l'Armée Secrete, OAS (formada directamente por militares contra la independencia argelina)[13] o la prohibida Jeune Nation, hasta la Féderation des Francais d'Algérie, el Centre d'Études Politiques et Civiques, la Féderation des Étudiants Nationalistes y el Centre d'Études Supérieures de Psychologie Sociale. También atrayendo, finalmente, a los seguidores del antiguo parlamentario y candidato presidencial Tixier-Vignancour y su Alliance Républicaine pour la Liberté et le Progrés (1966)[14].

Intentando aglutinar a todas estas pequeñas tendencias (sobresaliendo entre ellas la poujadista, pero sabiendo del rechazo continuo de la derecha burguesa), el inicial FNUF se presentó por primera vez a las elecciones parlamentarias en 1973 [15]. Con un programa electoral de marcado nacionalismo anticomunista, buscaban el equilibrio entre estatistas y liberales en lo económico, y entre las diversas corrientes para conciliarlas organizativamente. Pero esta primera cita electoral fue un rotundo fracaso, sumando solo el 0,25% de los votos válidos (108.000 sufragios). Igualmente, en las presidenciales de 1974 (convocadas tras la muerte del presidente Georges Pompidou) a las que Jean-Marie Le Pen se presentó como “candidat de choc de la droite nationale, populaire et sociale”, solo obtuvo el 0,75% de los votos, aunque se convirtió para sus fieles y para los medios como el “leader de l’extrême droite francaise”, entre el pasado nacionalista (admirador de Maurras y Petain) y la xenofobía declarada (acusado de negacionista, racista y radical). Asimismo, en las elecciones legislativas de marzo de 1978, bajo el nuevo lema “dangers l’immigration”, solo alcanzó el 0,38% de los sufragios, pero el asesinato posterior en un atentado de Duprat, el secretario general, dio al FN su “martyr de la droite nationale”.

Jean-Marie Le Pen se hizo con el control total del partido y fue su imagen más visible durante décadas. El hijo de una modesta familia de agricultores comenzaba a ser conocido a nivel nacional como líder de un FN hecho, en esos años, a su semejanza. Era la culminación de un camino duro y polémico, siempre en la batalla, real y simbólica. De ese joven Le Pen, activo Presidente de la asociación de estudiantes de derecho del Instituto de Ciencias Políticas en el que estudiaba, activista anticomunista que pedía la liberación de los colaboracionistas franceses, y precoz soldado en el Regimiento de Paracaidistas de Indochina y Argelia. Y del adulto Le Pen, miembro del movimiento poujadista y de su Unité Nationale des Indépendants Républicains en el que fue elegido por primera vez como diputado en 1956[16].

Ya como político nacional, Le Pen se posicionó como expoujadista en el Front National des Combattants en defensa de la Argelia francesa, como enemigo declarado de la IV República y de De Gaulle desde el nuevo Centro Nacional de Independientes y Campesinos (reelegido diputado en 1958), como paracaidista de la controvertida Décima División Aerotransportada en la Guerra de Argelia, como coordinador de la campaña electoral presidencial de Jean Louis Tixier-Vignancourt, como polémico apoyo del socialista Mitterand para acabar con el poder gaullista, y finalmente como representante en el sur de Francia de aquellos que lloraban la pérdida de la gran provincia gala en África. Hasta que llegó su oportunidad con el partido que dominaba[17].

Pero durante los primeros años, y ya como FN, fue básicamente una organización pequeña y de impacto marginal, con dos órganos de propaganda: Le National (mensual) y National Hebdo (semanal), y una organización juvenil, el Front National de la Jeunesse. Eso sí, pretendía a largo plazo convertirse en un movimiento nacional y social interclasista de masas, aunque fundamentalmente “nativista” y muy liberal en lo económico. Opuesto frontalmente a toda colaboración con la “derecha burguesa”, intentaba superar del elitismo minoritario previo, acercándose a ciertas posiciones de la llamada “nueva derecha” (Nouvelle Droite) del Groupement de Recherche et d'Étude pour la Civilisation Européenne, GRECE (en el que destacaba el pensador Alain de Benoist) y del Club de l'Horlage (al que pertenecían políticos del FN como Jean Yves Le Gallou, Bruno Mégret o Yvon Blot). Pero esta pretensión inicial se topó con la realidad del escaso eco de sus propuestas y de la persistencia de posturas radicales en muchos de sus miembros[18].
El impacto político: entre la movilización y el carisma.

La primera transformación, la unidad nacionalista, no tuvo el resultado esperado. Recuperar la figura de Petain, reivindicar el legado colonial o agitar la calle no daba buenos resultados. Por ello, en las presidenciales de 1981 el FN solo consiguió el 0,18% de los votos (apelando el mismo Le Pen a votar, ni más ni menos, por Juana de Arco en la segunda vuelta), en competencia directa con el Parti des Forces Nouvelles (PFN) de Alain Roben por el mismo sector de potenciales electores[19].

Comenzaba una inevitable segunda evolución, centrada en atraer a los descontentos por la situación socioeconómica, usar mensajes directos (en los ejes patriotismo, fronteras y autoridad) y explotar el carisma de Le Pen. Con ella consiguió un mayor impacto mediático y determinados avances electorales; en las elecciones cantonales de 1982 superaron el 10 % de los sufragios en varias zonas, un año después Jean-Marie Le Pen obtuvo el 11,26% de los votos en el sector XX de París, y los conservadores gaullistas aceptaron un acuerdo con el FN para desplazar a los socialistas de la alcaldía de Dreux.

Pero sería en elecciones europeas de 1984 donde llegará el esperado momento para el FN de alcanzar la “respetabilidad política”. Era el escenario perfecto para conseguir representación (al no existir la selectiva doble vuelta) e impactar definitivamente en la vida política nacional. Su candidatura, el llamado “Frente de Oposición Nacional por la Europa de las Patrias”, consiguió el voto de 2.700.000 ciudadanos, alcanzando el 10,95% de total y 10 eurodiputados. Y dos años más tarde el FN logró entrar en la Asamblea nacional. Fue posible gracias a su coalición con Rassemblement national (RN), creando un grupo parlamentario de 35 diputados tras los buenos resultados en las elecciones legislativas de 1986 (groupe Front national–RN): resultados posibles por la previa sustitución del sufragio mayoritario a dos vueltas por el sufragio proporcional a una sola vuelta (logrando en la ciudad de Marsella el 25% de los votos). Apoyaron además, puntualmente, a los conservadores del RPR y la UDF frente a los socialistas en las elecciones de los consejos regionales de Aquitania y de Champaña-Ardenas en julio de 1988[20].

Pero en las elecciones locales de 1989 el FN se negó a retirar sus candidaturas para beneficiar a los conservadores gaullistas, y empezó a ser valorado como opción a sumar en las segundas vueltas, bien apelando a sus votantes bien usando su amenaza como factor de movilización. Así consiguió su primera alcaldía en una ciudad de más de 10.000 habitantes (Saint-Gilles), y varios consejeros municipales en Estrasburgo, Perpiñan, Mulhouse o Roubaix. Su electorado se ampliaba del primigenio y minoritario votante nacionalista (tradicionalista o radical) a clases medias de barrios y ciudades afectadas por altas tasas de inmigración, a sectores jóvenes de ciudades de provincias sin grandes oportunidades, y a clases obreras afectadas por el desempleo o la precariedad; especialmente en los barrios humildes de ciudades como Roubaix, Marsella, Niza o París, y en las regiones del sureste francés: Alsace, Languedoc-Rousillon, o Provence-Cote d'Azur[21].

Convertido en actor político nacional con amplia visibilidad, el “phénomène Le Pen” consiguió marcar las elecciones presidenciales de 1988. El impacto del FN movilizó el voto socialista ante la “amenaza de la ultraderecha” e hizo que la derecha tradicional asumiera algunos de sus postulados en temas de emigración, nacionalidad y seguridad pública; como hizo Jacques Chirac para intentar asegurar los votos del FN en la segunda vuelta de dicha convocatoria (pese a las continuas acusaciones de antisemitismo). Le Pen consiguió un espectacular cuarto puesto en dichas elecciones, con un 14,39% de los votos y 4.375.894 sufragios en su primera aparición; pero se opuso a todo apoyo, directo o indirecto, del FN al gaullista Chirac en la segunda cita (que perdió ampliamente ante Mitterrand). En las siguientes elecciones parlamentarias de ese mismo año, el FN logró el 9,66% de los votos, pero solo un diputado.

Tras la muerte de Jean-Pierre Stirbois, el antiguo gaullista del RPR Bruno Mégret se convirtió en el nuevo secretario general del FN. Ante la crisis que creía definitiva de la vieja derecha burguesa, Le Pen atrajo a Mégret con el objetivo de dotar al partido de una doctrina ideológica más concreta, una mayor integración en el sistema, y una organización más amplia y cohesionada. Corpus de la derecha nacionalista que manifestó, desde 1989, con la fundación de la revista Identité, y con su polémico documento “Cinquante Mesures pour régler le problème de l'immigration”[22].

Pero las diferencias comenzaron pronto entre Le Pen y Mégret. En el Congreso nacional de 1990 se proclamó, con amplias diferencias, la línea nacionalista antimundialista y conservadora (“gaucho-lepénisme”) frente a las ideas “normalizadoras” de Mégret (que buscaba alianzas con la UDF y el RPR con una posición dominante del FN). Pero se perdieron localidades en las elecciones locales de 1993 que parecían alcanzables en segunda vuelta (como la XII circonscription des Bouches-du-Rhône) por la negativa de Le Pen a acuerdos con los gaullistas. Aunque en las elecciones locales de 1995 se consiguió la victoria en varias ciudades de la costa azul (Marignane, Orange o Toulon), en 1997 solo obtuvieron el municipio de Vitrolles (de la mano de Catherine Mégret) aunque en las elecciones legislativas de 1997 el FN obtuvo casi el 15% de los votos (3.785.383) y llegó a la segunda ronda en 124 contiendas parlamentarias[23].

Resultados que pusieron al FN en la agenda política del todo el país, mientras Jean-Marie Le Pen seguía en el candelero mediático, especialmente por sus polémicas continuas y los problemas internos. El 2 de abril de 1998 fue condenado a dos años de suspensión por agredir a un candidato socialista, y en las siguientes elecciones regionales excluyó a Bruno Mégret (el número dos) y a sus colaboradores de las listas por buscar alianzas con el RPR y homologarse con la derecha gaullista (a lo que se oponía frontalmente la “derecha nacional” de Le Pen)[24]. Esta división llevó a crear a Mégret, un año más tarde, el Mouvement national républicain (MNR), denunciando que "Jean-Marie Le Pen a une conception du parti héritée du groupuscule: un chef et des militants courtisans, qui obéissent le doigt sur la couture du pantalon"[25]. División nacida de los resultados de las elecciones regionales de 1998, positivos en primera vuelta para el FN pero que produjo graves divisiones entre Le Pen y Mégret sobre los pactos para vencer a los socialistas en la segunda vuelta. Tras la negativa de Le Pen a tales pactos, y el odio público entre ambos, Mégret intentó tomar el control del partido durante un consejo nacional extraordinario en 1998[26]. Ante la imposibilidad de tomar la dirección, Mégret y una mayoría de los representantes elegidos del FN (140 consejeros regionales, 60 de los secretarios departamentales, y 50 miembros del comité central), celebraron un congreso extraordinario disidente el 23 y 24 de enero de 1999 (en Marignane), creando ante 2500 delegados un nuevo Frente nacional-Movimiento nacional (FN-MN) finalmente renombrado como MNR el 2 de octubre de 1999.

Esta división hundió el voto nacionalista en las elecciones europeas de 1999 y las municipales de 2001[27]. Poco después, y pese a las divisiones fratricidas, saltó la sorpresa. Cuando parecía que el FN había tocado techo[28], Le Pen logró lo imposible en las elecciones presidenciales de 2002[29]. Consiguió 4.804.772 de sufragios y pasar a la segunda ronda electoral, dejando fuera de la contienda al mismísimo dirigente socialista Lionel Jospin y superando a históricos partidos como el comunista. Eso sí, sus opciones en esta segunda convocatoria fueron mínimas[30] (especialmente por la negativa de Chirac a un debate televisivo con Le Pen y a las numerosas manifestaciones anti-FN por todo el país), siendo aplastante la victoria final de Jacques Chirac; pero su influencia creció hasta el punto de influir decisivamente con su oposición activa al fracaso del referéndum del proyecto de Constitución europea de 2003 (ganando el NO con el 55%)[31].

Parecía que por fin el FN llegaría a las grandes instituciones galas, pero en las elecciones presidenciales de 2007 no se repitió la sorpresa[32]. Le Pen no pasó a la segunda vuelta y solo consiguió en la primera el 10,44% de los votos; además, en las legislativas posteriores el FN apenas consiguió el 4,3%. A partir de estas citas, el FN comenzó una etapa de profunda crisis, entre graves dificultades económicas, polémicas ideológicas (especialmente por las declaraciones del propio Le Pen) y continuas disidencias (como la de Jean-Claude Martínez)[33]. Su etapa de protagonismo terminó pronto, entre escándalos de diversa índole de su líder y las acusaciones de estar al servicio de los socialistas, y el cordón sanitario que desde ese momento se estableció para que, pese a sus resultados electorales, no pudieran entrar en las instituciones. Pero la crisis económica, y el sucesivo fracaso macroeconómico de los liberal-conservadores de Sarkozy y los liberal-socialistas de Hollande, provocaron la resurrección de nuevo del FN, de nuevo de Le Pen[34].


La transformación de Marine Le Pen: en busca de la “des-diabolización”

Las elecciones regionales de 2010 dieron cierto alivio al partido, con éxitos en varias localidades del sur, pero sobre todo del norte del país. Aparecía imparable, desde su feudo de Nord-Pas-de Calais, el ascenso de la hija de líder, Marine Le Pen, con el objetivo de dejar atrás al viejo FN, modernizando su ideario y sus estrategias en plena crisis socioeconómica mundial. En el Congreso nacional de 2011 celebrado en Tours, Marine fue elegida como nueva presidenta del partido, siendo el padre nombrado como “presidente honorario”[35]. Comenzaba un cambio profundo en el discurso y en la imagen, del que sería en gran parte responsable Louis Alliot (nombrado en 2005 como secretario general)[36].

Frente al “nacionalismo liberal” del padre (etnicista en lo social y muy capitalista en lo económico)[37], la hija proclamó la nueva era del FN bajo el llamado “patriotismo social”[38]; asumiendo para ello muchos de los postulados socioeconómicos tradicionalmente izquierdistas, como la jubilación a los 60 años (si se había cotizado 40), la reindustrialización sectorial, el aumento progresivo del sueldo de los funcionarios, las 35 horas semanales de trabajo, e incluso fue más allá diseñando un posible Ministerio de la Soberanía para sacar a Francia del euro en el plazo de “seis u ocho meses” y recuperar, ni más ni menos, el franco como moneda[39].

Esta estrategia pareció tener éxito[40]. En las elecciones legislativas de 2012, bajo la “coalition souverainiste et patriote” de Rassemblement bleu Marine (RBM) y el lema “Souveraineté, indépendance et libertés”[41], el FN alcanzó 3.528.663 de votos (13,6%), logrando escaño la nieta del fundador, Marion Maréchal, por Vaucluse y Gilbert Collard por Gard. En las elecciones municipales de 2014, lograron 1544 consejeros municipales y las alcaldías de Hénin-Beaumont (Steeve Briois), Fréjus (David Rachline), el séptimo sector de Marsella (Stéphane Ravier) y Beaucaire (Julien Sanchez), así como la victoria en Villers-Cotterêts, Hayange, Le Pontet, Le Luc, Cogolin, Mantes-la-Ville y Béziers (apoyando en esta localidad la lista independiente de Robert Ménard)[42]. Y finalmente logró ser la fuerza más votada en país, alcanzando el primer puesto en las elecciones europeas de ese mismo año, con el 24,86% de los sufragios y 24 eurodiputados (superando el 33% en la región noroeste); crecimiento que se tradujo en el citado pase a la segunda vuelta de las elecciones de 2013[43].

Con el apoyo del otro peso pesado del FN, Bruno Gollnish, Marine se propuso la “des-diabolización” (dédiabolisation)[44] de su imagen, con un discurso más “respetable” y transversal, dejando atrás definitivamente polémicas antisemitas, causas antiabortistas o herencias más extremas[45]. “Las cuestiones sociales” se convirtieron en el eje de la batalla electoral, intentando crecer en las tradicionales bases de una socialdemocracia en profunda crisis en Francia y Europa. Opuesta a la mundialización, cercana a la Rusia de Vladimir Putin, proteccionista a ultranza en lo económico, defensor del Estado social francés, laicista en temas morales y educativos, apelando a las clases populares directamente, defendiendo impuestos a bancos y grandes empresas. Una “socialización” del partido que dejaba atrás el antiguo poujadismo de familias, gremios y artesanos en los que soñaban los fundadores del partido[46]. Los obreros desclasados, los numerosos desempleados, los ciudadanos de provincias, los franceses con miedo a la globalización de mercados y sociedades, recogidos en el popular documental Mes voisins, chronique d'une élection; estos eran ahora el objetivo del FN de Marine Le Pen (expulsando incluso a su padre del cargo honorario[47] por sus continuas declaraciones consideras antisemitas)[48]. Para ello contó con la ayuda del citado Philippot y su pareja Louis Aliot, imagenes más liberales y moderadas necesarias para esta “normalización”; y con la de su sobrina Marion Mérechal, en este caso para atraer a la gran movilización pro-familia (especialmente católica y conservadora) de La Manif pour Tous, y robar votos a los católicos gaullistas de Sarkozy y Fillon[49].

Pero como hemos visto, las elecciones de 2017 fueron, a la vez, un gran éxito y un gran fracaso. Se obtuvieron importantes resultados, pero no los suficientes para ser, de una vez por todas, alternativa real de gobierno; el partido creció exponencialmente en las regiones obreras (siendo los trabajadores asalariados más del 30% de los votantes del FN), pero se vio totalmente superado en el seno de las clases liberales, burguesas y urbanas por Macron. El FN parecía de nuevo tocar techo, lo que obligaba a Marine Le Pen bien renunciar para dejar paso a una nueva generación de líderes bien buscar un cambio para seguir en el liderazgo. Y como buena Le Pen eligió la segunda opción: nacía el nuevo Rassemblement national más social y transversal (paradójicamente un nombre ya utilizado por otras organizaciones anteriores) [50] para apuntalar su posición de autoridad más allá de su apellido. Así se libró, tras hacerlo del “liberal” Philippot, de la “católica” Marion Maréchal, su sobrina, y nieta del fundador que en declaraciones públicas siempre consideró como su favorita (y que parecía para muchos sectores su relevo inevitable y que, además, permitía una ligazón del FN con el movimiento social y católico francés, que nunca había visto con buenos ojos a la “laicista” Marine)[51].

En el XVI Congreso del partido, celebrado en Lille en marzo de 2018, se aprobó esta refundación puntual, aunque solo apoyada por el 52% de los afiliados. Sus nuevos propósitos se recogían a grandes rasgos en su declaración pública:
“Mouvement d’envergure nationale, le Rassemblement National dispose d’une implantation sur tout le territoire. 83 000 adhérents et sympathisants le représentent, répartis dans les 100 fédérations de métropole, d’Outre-mer et de l’étranger. Les adhérents sont des Français issus de toutes classes socioprofessionnelles, de tous les milieux. Le Rassemblement National est un mouvement et non un parti : il n’a pas vocation à regrouper une partie des Français pour s’opposer à une autre”.

Tras esta refundación parcial del FN, las encuestas siguieron situando al partido de Le Pen como segunda fuerza electoral en los sondeos nacionales y europeos en plena efervescencia soberanista continental[52], especialmente ante la crisis nacional provocada por la movilización de los llamados “chalecos amarillos” (Gilets Jaunes) frente al gobierno del Hexágono parisino, frente al criticado “monarca” Macron. Y que supuso reafirmar la concepción soberanista específica francesa, frente a otros modelos vecinos: laicismo y estatismo. Posición establecida en los objetivos programáticos del nuevo RN (“144 engagements présidentiels”) y su propuesta de nueva y real  “democracia de proximidad” para el país[53]:
“L’objectif de ce projet est d’abord de rendre sa liberté à la France et la parole au peuple. Car c’est en votre nom, et pour votre seul bénéfice, que toute politique nationale doit être menée (…) Mon projet, vous pourrez le constater, consiste en une véritable révolution de la proximité. Proximité démocratique: je veux que les décisions soient prises au plus près des citoyens et directement contrôlées par eux. Proximité économique: il s’agit de réaménager notre territoire, d’y trouver des services publics partout, de relocaliser nos entreprises et donc nos emplois. Plus aucun Français, plus aucun bout de France, y compris l’Outre-mer pour lequel j’ai déjà présenté mon projet complet, ne doit être oublié”.

En las elecciones europeas de 2019 la dinastía Le Pen no solo volvía a sobrevivir, sino que incluso lograba vencer al todopoderoso partido del presidente Macron, junto a la estrepitosa caída de los partidos de izquierda[54]. Encabezado por el joven dirigente Jordan Badella (de origen italiano y convicciones tradicionalistas)[55], RN conseguía el primer puesto en las mismas con un 23% de los votos (con amplia mayoría en las zonas rurales y provinciales), exigiendo Le Pen, bajo el lema “la victoire du peuple” y a las pocas horas del resultado, la disolución de la Asamblea nacional francesa y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas. Éxito que respondía a una nueva generación soberanista, como la representada por el joven Badella: “una generación que no ha conocido la Francia que va bien, sólo la precariedad, el paro y el terrorismo”. Por ello Badella, de solo 23 años, defendía la actualidad y necesidad del soberanismo de RN como verdadera respuesta ciudadana:
“No defiendo ideas del pasado, sino del presente y del futuro. Si el populismo es defender al pueblo no me molesta la etiqueta. Mis ideas están llegando al poder en todas las grandes potencias. Vamos en el sentido de la Historia, no somos retrógrados. Se acaba el ciclo de las verdades sociales de mayo del 68 y de las económicas de los 80/90 sobre el liberalismo. Los jóvenes, como todos los pueblos, necesitan enraizarse”[56].

Badella consideraba que el soberanismo “enraizaba” a las personas con su tierra, con su mundo local, escuchando a los “olvidados”, protegiendo el trabajo y la propiedad, defendiendo la seguridad y la comunidad, ya que si un pueblo no se afirmaba, este fracasaba ante sus ciudadanos y ante el mundo:
“La gran división del siglo XXI opone a los localistas, los enraizados, los que creen que la frontera debe seguir siendo un límite y los que consideran todo eso superado, los globalistas que quieren borrar las fronteras para formar grandes bloques supranacionales. Nuestro proyecto consiste en poner puertas, no muros, a la maison France y decidir quién entra y quién sale. Esta campaña es el epílogo de la recomposición de la vida política francesa monopolizada por socialistas y republicanos [derecha] que se reparten el poder desde hace 40 años. Hay dos bloques, el mundialista que encabeza Macron, una huida hace adelante federalista, que quiere transferir soberanía a Bruselas y nosotros que defendemos una Europa de las naciones, ese despertar de pueblos que encarnan Salvini en Italia, el Brexit o Trump”.

Era la “victoria del pueblo, que, con orgullo y dignidad, ha regresado al poder” para Marine Le Pen, por lo que "dado el descrédito democrático, Emmanuel Macron no tiene otra opción que la de disolver la Asamblea nacional", con la introducción de "un método de escrutinio más democrático y que por fin represente la opinión real del país”[57]. Resultados que volvían a impactar en la opinión pública francesa (pese a que por el sistema electoral RN solo tenía 14 de las casi 36.000 alcaldías francesas) [58], gran parte de la cual pensaba que con Macron llegaría, por fin, el inevitable e inminente final de las intenciones políticas y del apoyo ciudadano a la saga Le Pen[59].

Pero la familia, aunque mal avenida, sobrevivía siempre; e incluso volvía a escena la misma nieta, Marion Maréchal (ya sin el apellido Le Pen) desde una nueva alternativa: la “Convención de la Derecha” (La Convention de la Droite). A partir de su instituto de formación política y sociológica (ISSEP), Marion y sus seguidores pretendían atraer al conservadurismo gaullista o católico huérfano, a su juicio, tras el hundimiento de “los republicanos” (en crisis tras las últimas elecciones), y a intelectuales nacionalistas como el famoso y polémico Zemmour (con su impactante texto Le Suicide français[60]), el periodista Ivan Rioufol, el profesor Edouard Husson, el abogado Gilles-William Goldnadel, el ensayista Paul-Marie Coûteaux, los filósofos Olivier Rey y Fabrice Hadjadj, o a los miembros del Boulevard Voltaire; así como a sectores del mismo RN (como el diputado Gilbert Collard y el alcalde de Béziers Robert Ménard) o del Partido demócrata-cristiano (en su presidente Jean-Frédéric Poisson). Convención que debía recuperar una nueva derecha fuerte y cohesionada, centrada en las que consideraban “cosas importantes“ para el país, desde la gestión de la inmigración a las acciones pro-familia. Pero partiendo, fundamentalmente, de la oposición frontal al “gran reemplazo” que se escondía, en su opinión, en las políticas migratorias multiculturales liberal-progresistas (teoría popularizada por el escritor Renaud Camus en el "grand remplacement” de 2011)[61], evitando “convertirnos en minoritarios en la tierra de nuestros antepasados”, ya que para Marion “frente al derecho de las minorías, tenemos que oponer nuestro derecho a la continuidad histórica”[62]. Primero era imprescindible ganar “la batalla de las ideas” para conseguir finalmente el poder, combatiendo ese hegemónico pensamiento único liberal-progresista[63], creando para ello un estado de opinión y unas bases sociales desde las cuales construir la alternativa política a Macron y la UE[64]. 

Y en esta propuesta colaboró la muy controvertida intervención de Zemmour en la misma Convention, donde denunciaba la “crisis terminal” de Occidente ante la deriva “diversitaria” (del feminismo al ecologismo, de las oligarquías dominantes a la inmigración descontrolada) que destruía los valores comunitarios tradicionales y agotaba los valores liberales republicanos. Crisis que, para Zemmour, generaba “ciudadanos desarraigados” ante un Estado dominado por elites económicas mundiales que restringían la libertad de las personas y la independencia de los pueblos[65]. Y frente a ella oponía la “restauración” de una verdadera democracia ciudadana (frente al totalitarismo global) y del “principio de preferencia nacional” (frente al totalitarismo islamista), recuperando esa “identidad” auténticamente francesa capaz de unir a obreros y clases medias en defensa de la soberanía nacional. Así proclamaba, con posterior avalancha de críticas de sus opositores[66], que:
« Dans la rue, les femmes voilées et les hommes en djellabas sont une propagande par le fait. Une islamisation de la rue, comme les uniformes d'une armée d'occupation rappellent aux vaincus leur soumission. Au triptyque d'antan immigration, intégration, assimilation, s'est substitué invasion, colonisation, occupation. (…) Nous vivons sous le règne d'un nouveau pacte germano-soviétique. Nos deux totalitarismes s'allient pour nous détruire, avant de s'entre-déchirer ensuite. (…) Au libéralisme droits-de-l'hommiste les métropoles; à l'islam les banlieues. Dans les années 30, les auteurs les plus lucides qui dénonçaient le danger allemand comparaient le nazisme à l'islam. Et personne ne leur reprochait de stigmatiser l'islam. À la limite, beaucoup trouvaient qu'ils exagéraient un petit peu: Bien sûr, disaient-ils, le nazisme est parfois un peu raide et intolérant, mais de là à le comparer à l'islam… (..) Les jeunes Français vont-ils accepter de vivre en minorité sur la terre de leurs ancêtres ou bien se battre pour leur libération?”[67]

Una parte de la Francia “revolucionaria” actual, la de los Chalecos amarillos y los obreros desclasados acogió este discurso identitario, ante la precariedad laboral, el abandono rural, la crisis provincial o el sempiterno debate identidad nacional por el impacto local de la Globalización.  Y volvía a votar por esa saga, volvía a apoyar a ese movimiento que ponía otra vez en el debate político el contenido de soberanía nacional moderna francesa, entre el “nationalisme ouvert” y el “nationalisme fermé” señalado por Winock[68].

Pero el nuevo Rassemblement national (RN) no estaba solo. Era la parte más visible de un plural fenómeno nacionalista identitario/soberanista (peculiarmente francés), presente desde hace décadas, con diferentes matices, en los llamados “partis souverainistes” (del pionero y pequeño Mouvement pour l’indépendance de l’Europe fundado en 1968 por Georges Gorse o Robert Boulin, a Debout la France, Mouvement pour la France, Union populaire républicaine, FN). Siempre limitado por el “cordón sanitario” institucional a sus formaciones, y siempre restringido por el sistema representativo mayoritario que impedía su participación en el poder, pero superviviente a nivel nacional elección tras elección, y proyectado fuera de sus fronteras, en el caso del RN de Le Pen, en la idea de “Europe des nations” (con los belgas de Vlaams Belang, la italiana Lega nord, los alemanes de Alternative für Deutschland, el partido estonio EKRE, los austriacos del FPÖ, o los “verdaderos finlandeses”). Y que responde, en última instancia y desde la Historia de las ideas, a otra manifestación del complejo fenómeno global identitario/soberanista que resurge o se transforma ante los retos sociales, políticos y económicos que ponen en cuestión, como amenaza u oportunidad, el bagaje ideológico y vivencial sobre el pasado, el presente y el futuro de los países del Viejo continente (crisis demográfica transformaciones migratorias, ideología de género, preferencia nacional, mundo multipolar, transición ecológica, estado del bienestar..); y producidos por profundos cambios relacionales, productivos y mentales acelerados (tecnológicos y globales), de relevancia decisiva en la vida real y simbólica de la ciudadanía y que mutan la identitas de un tiempo y un lugar[69].



Sergio Fernández Riquelme, Profesor Titular de la Universidad de Murcia (España)
** Jerónimo Molina Cano, Profesor Titular de la Universidad de Murcia (España)

 Notas
 [1] Pedro Antonio Navarro, “Francia, entre Le Pen y Macron: Las elecciones presidenciales francesas concentran la atención de toda Europa”. En El siglo de Europa, nº1196, 2017.
[2]  Guillaume Duval, “Lo que prepara Marine Le Pen”. En Alternativas económicas, nº 46, 2017, págs. 21-23.
[3] Eduardo Inclán Gil, “Marine Le Pen: un nuevo rostro para la vuelta a la política ultranacionalista”. En Cuadernos de pensamiento político FAES, nº 41, 2014, págs. 79-104.
[4]   Fernando José Gallego Margaleff, “El Frente Nacional francés: de la reagrupación de la extrema derecha a la alternativa nacional-populista (1972-2014)”. En Tiempo devorado: revista de historia actual, Vol. 4, nº 1, 2017.
[5]  José Luis Rodríguez Jiménez, “El Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen”. En Revista de estudios políticos, nº 87, 1995, págs. 305-332.
[6] Vid. Sergio Fernández Riquelme, Perfiles identitarios. Ediciones La Tribuna del País Vasco, 2019.
[7] Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. México: FCE, 2001.
[8] Marc Basset, “La literatura del malestar francés”. En El País, 21/01/2019
[9] N. Lebourg y J. Beauregard, François Duprat. L’homme qui inventa le Front national. Paris: Denoël, 2012.
[10] Florian Delafoi, “Front National (1971-2017)”. En Le Temps, 2017.
[11] F. Duprat, Les mouvements d’extrême droite en France de 1944 à 1971. Paris: Éditions de l’homme libre, 1998.
[12] Grégoire Kauffmann, Les origines du Front national. En Pouvoirs: Revue française d'etudes constitutionnelles et politiques, nº 157, 2016, págs. 5-15.
[13]   Ídem.
[14] Jean-Marie Le Pen, Mémoires: Fils de la nation. Muller, 2018.                    
[15]F. Duprat, 1973, el año en que nació el Front National y otros artículos. Torre-dembarra: Ediciones Fides, 2015.
[16]  Grégoire Kauffmann, op.cit.
[17] V. Igonuet, Le Front National. De 1972 à nos jours. Le parti, les hommes, les idées. Paris: Seuil, 2014.
[18] Gilles Ivaldi, “Le Front national français dans l’espace des droites radicales européennes”. En Pouvoirs, nº 157,18/04/2016.
[19]V. Igonuet, op.cit, págs. 55 sq.
[20] Monica Charlot, “L'émergence du Front national”. En Revue française de science politique, Vol. 36, nº 1, 1986, págs. 30-45.
[21]  Alejandro González Ormerod, “Sobre los orígenes del Frente nacional en Francia”. En Letras libres, 7/01/2016.
[22]Vid. J.Y. Camus, Le Front National. Histoire et analyses. Paris: Laurens, 1997.
[23]Ferrán Gallego Margalef, “El Frente Nacional francés. De la reagrupación de la extrema derecha a la alternativa nacional-populista (1972-2014)”. En Tiempo devorado, nº 4, vol. I, 2017, págs. 5-38.
[24]F. Schönhuber, Le Pen. L’imdomptable. Un combat pour l’Europe de les patries. Plofragan: Presses Bretonnes, 1998.
[25]Vid. A. Bihr, L’espectre de l’extrême droite. Les français dans le miroir du Front National. Paris: L’Atélier, 1998.
[26] Simone Bonnafous, “Les argumentations de Jean-Marie Le Pen”. En Revue politique et parlementaire, Nº 995, 1998, págs. 27-39.
[27]  Nicolás Campos Plaza, Natalia Campos, “El discurso cómplice de Jean-Marie Le Pen”. En Presencia y renovación de la lingüistica francesa / coord. por Isabel Uzcanga Vivar, Elena Llamas Pombo, Juan Manuel Pérez Velasco, 2001, págs. 65-76.
[28]  Front National, Pour un avenir français. Le programme de gouvernement du Front National. Paris: Godefroy de Bouillon, 20
[29] Miguel Ángel Simón, “El "Front National" y la Política de las emociones”. En Sistma: Revista de ciencias sociales, Nº 183, 2004, págs. 69-98.
[30] Hervé Blanchard, Le Pen, las claves del fenómeno: el hombre que conmovió el sistema político. Barcelona: Pyre, 2002, págs. 20 sq.
[31] Fernando José Gallego Margaleff, “De la "divina sorpresa" a la diabólica normalidad: Treinta años de Frente Nacional en Francia”. En Historia social, Nº 46, 2003, págs. 113-136.
[32] C. Chombeau, Le Pen. Fille&père. París: Panama, 2007.
[33] Hervé Blanchard, op.cit., págs. 35 sq.
[34] RTVE, 24/04/2017.
[35] Alexandre Dorna, “La renovación neo-populista del Frente Nacional en Francia”. En Psicología Política, Nº 43, 2011, págs. 107-129.
[36]  Vid. A. Dézé (2015), “La ‘dédiabolisation’. Une nouvelle stratégie?”. En S. Crépon, A. Dézé y N. Mayer, Les faux-semblants du Front National. Sociologie d’un parti politique. Paris: Sciences Po, 2015, págs. 27-50.
[37]Caroline Fourest y Fiammetta Venner, Marine le Pen. Paris: Grasset, 2011.
[38] Gilles Ivaldi, “Le Front national: sortir de l'isolement politique”. En Etudes de la documentation française, Nº 5342, 2011, págs. 17-44.
[39] Antonio Rodríguez, “La España que tema a Le Pen”. En Tiempo, 03/05/2017.
[40]  C. Fourest y F. Venner, op.cit, págs. 33 sq.
[41] Franz Peeperkorn, “Francia, el populismo y Europa”. En Economía exterior: estudios de la revista Política Exterior sobre la internacionalización de la economía española, Nº 61, 2012, págs. 57-66.
[42] Nonna Mayer, “From Jean-Marie to Marine Le Pen: Electoral Change on the Far Right”. En Parliamentary affairs: A journal of representative politics, Vol. 66, Nº 1, 2013, págs. 160-178.
[43] Eric Dupin, “La nueva doctrina del Frente Nacional: elecciones presidenciales en Francia”. En Le Monde diplomatique en español, Nº 199, 2012, pág. 10.
[44] V. Igounet, op.cit, págs. 56 sq.
[45] Joël Gombin, “Las tres caras del voto al Frente Nacional: Geografía electoral de la extrema derecha en Francia”. En Le Monde diplomatique en español, Nº 242, 2015, pág. 9.
[46] Pierre Berthelet, “Front national: réflexes indentitaires”. En Revue politique et parlementaire, Nº 1066, 2013, págs. 258-273.
[47]  El Español, 11/03/2018.
[48] Guillaume Tabard, “FN: l'évolution sociologique d'un parti «attrape-tout»”. En Le Figaro, 13/03/2015.
[49] Gonzalo Toca Rey, “El poder de los Le Pen”. En Historia y vida, Nº. 590, 2017, págs. 8-11.
[50] C. Fourest y F. Venner, op.cit, págs. 45 sq.
[51] Vid. S. Bieganski, Marine Le Pen, celle qui fait trembler la République!. Vanves: Idesign, 2011.
[52] Nonna Mayer, “El auge de la extrema derecha en Europa: el caso del frente nacional en Francia”. En Anuario internacional CIDOB, nº 1, 2018, págs. 241-249.
[53]  Paul Laubacher, “Front national: pourquoi Marine Le Pen a choisi Rassemblement national”. En L`Obs, 11/03/2018.
[54] “Le Pen le gana la partida a Macron en las elecciones europeas, según 'Le Soir'”. En El Confidencial, 26/05/2019.
[55]  Carlos Herranz, “El «cachorro» de Le Pen que conecta con el malestar francés”. En La Razón, 26/05/2019.
[56] “Entrevista a Jordan Badella”. En El Mundo, 24/05/2019.
[57] Virginie Le Guay, Le Pen réclame une dissolution... et se tourne vers les municipales”. En Paris Match, 27/05/2019.
[58] Guillaume Tabard, “Les européennes 2019, comme une réplique du séisme de 2017”. En Le Figaro, 26/05/2019.
[59]  Vid. P. Cohen y P. Péan, Le Pen. Una histoire française. Paris: Laffont, 2012.
[60] Vid. E. Zemmour, Le Suicide français. Albin Michel, 2014.
[61] ABC, 15/03/2019.
[62] Noticiero Universal, 28/09/2019.
[63] “La nieta de Le Pen está convencida de que sus ideas la llevarán al poder”. En Europa Press, 28/09/2019.
[64] “La más joven de la dinastía Le Pen quiere romper el cordón sanitario a la derecha”. En El País, 19/09/2019.
[65] Hughes, “Un discurso desesperado”. En ABC, 8/102019.
[66] Su discurso completo puede consultarse en “Eric Zemmour: la société progressiste est une société liberticide”. EN La Tribuna del País vasco, 12/10/2019.
[67] Ronan Tésorière, “Discours de Zemmour sur LCI: cinq minutes pour comprendre la polémique”. En Le Parisien, 30/09/2019
[68] Vid. Michel Winock, Nationalisme, antisémitisme et fascisme en France. Le Seuil, 1990.
[69] Sergio Fernández Riquelme, op.cit., págs. 5 sq.


Fuente:La Razón Histórica, setiembre-diciembre 2019