por Germán Masserdotti
Como un ejemplo de la “hermenéutica de la renovación en la continuidad” del
Magisterio de la Iglesia en general, y en particular del social, encontramos la
abundante obra escrita del filósofo y profesor argentino Carlos Alberto Sacheri
(1933-1974). En su caso se cumple aquello que el Papa Francisco señala en la
exhortación apostólica Christus vivit: “La vocación laical es ante todo la
caridad en la familia, la caridad social y la caridad política” (n. 168).
Carlos Sacheri, asesinado a las puertas de la Navidad de 1974, es uno de
los numerosos mártires argentinos víctimas del terrorismo de extrema izquierda
en los años 70.
Efectivamente, y en lo que se refiere al motivo de esta nota, Sacheri
practicó esa caridad, hasta el derramamiento de su sangre a causa de la Fe,
mediante el estudio y la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia. Él supo
“tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y
ordenándolos según Dios” (Lumen Gentium, 31).
Sin tratarse de una lista exhaustiva, sobre materia social podrían también
destacarse otros trabajos de Sacheri como La familia, ¿institución jurídica?
(1965-1966), Función del Estado en la Economía Social (1967), Estado y
educación (1968), Civilisation et Cultures (1969), Santo Tomás y el orden
social (1974) y La justicia conmutativa y la reciprocidad de los cambios
(1974).
En el mismo sentido de la mencionada “hermenéutica de la renovación en la
continuidad”, conviene ahora resaltar la presencia de los documentos del
Concilio Vaticano II en El orden natural de Sacheri. Un lugar destacado lo
ocupa la constitución pastoral Gaudium et spes. Además, cita la constitución
dogmática Lumen gentium, el decreto Optatam totius, la declaración Gravissimum
Educationis y la declaración Dignitatis Humanae. En todos los casos conviene
destacar que nuestro autor utiliza los textos de modo complementario y en la
línea de la continuidad del Magisterio de la Iglesia a lo largo de la historia.
Debería confeccionarse, también, el elenco de los textos magisteriales
desde León XIII hasta San Juan XXIII y de San Pablo VI, todos ellos presentes
en El orden natural y que se inscriben, a su vez, en la misma línea de la
“hermenéutica de la renovación en la continuidad” de la Iglesia. La brevedad de
esta nota es un buen motivo para escribir otra del mismo estilo que ilustre al
respecto.
Si nos enfocamos en la Gaudium et spes (GS), Sacheri se remite a la misma a
propósito de explicar por qué existe una “Doctrina Social de la Iglesia”. Allí
cita GS, 42: “La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden
político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero
precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías
que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley
divina… Las energías que la Iglesia puede comunicar a la actual sociedad humana
radican en esa fe y en esa caridad aplicadas a la vida práctica. No radican en
el mero dominio exterior ejercido con medios puramente humanos”.
También cita GS, 16 al tratar sobre el orden natural y el derecho natural y
GS, 17 y 19 cuando explica el tema de la persona humana y su dignidad. Además,
argumenta a favor de los derechos esenciales de la persona humana citando GS,
25: “La persona humana es y debe ser el principio, el sujeto y el fin de todas
las instituciones”. En el mismo sentido, remite a GS, 74.
Cuando trata sobre la reprobación del liberalismo por parte del Magisterio
de la Iglesia, y a propósito de la relación entre la cultura y la religión,
después de afirmar que “el liberalismo conduce primeramente a un indiferentismo
y, luego, al ateísmo”, observa que ese ateísmo, en su modalidad práctica, “se
traduce en el laicismo educativo y social, que elimina toda referencia a lo
trascendente y exalta la libertad de conciencia y de cultos”. Y añade
inmediatamente un texto de GS, 20: “Los que profesan este ateísmo afirman que
la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el fin de sí mismo, el
único artífice y creador de su propia historia”.
Cuando responde negativamente sobre la posibilidad de una “Iglesia revolucionaria”,
habiendo dicho que, desde su mismo origen, Ella “aparece en medio del mundo
predicando una religión del Amor”, y que toda su doctrina “ha rechazado
enérgicamente la tentación de la violencia y el espíritu revolucionario”, y que
el espíritu revolucionario “incluye esencialmente una voluntad de autonomía, de
autodeterminación que excluye toda aceptación de una moralidad objetiva,
realista, como es la moral cristiana”, observa que “todos los mal llamados
«cristianismos revolucionarios» rebajan el mensaje cristiano a un mero
naturalismo social”. Inmediatamente cita GS, 43: “No es menos grave el error de
quienes, por el contrario, piensan que pueden entregarse totalmente a los
asuntos temporales, como si éstos fuesen ajenos del todo a la vida religiosa”.
Remite, además, a GS, 78, 83 y 92.
Sacheri también recurre a la misma constitución pastoral del Concilio
Vaticano II cuando argumenta a favor de la propiedad privada y de su función
social: “La misma propiedad privada tiene también, por su misma naturaleza, una
índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes” (GS,
71). Lo mismo hace respecto de la difusión de la propiedad privada (GS, 69) y
del salario justo (GS, 67).
Un capítulo de El orden natural que debería ser tenido en cuenta es el que
se refiere a la Iglesia y el corporativismo. Habiendo ilustrado sobre la
concepción cristiana del orden profesional, se refiere a la “evolución de la
doctrina”. “A partir de Juan XXIII –afirma Sacheri–, los documentos
[magisteriales] dejan de lado la conflictiva fórmula de «corporación», para
salvar el principio mismo como atestiguan varios pasajes de Mater et Magistra
[de Juan XXIII] en que se refiere al orden profesional y a la necesidad de
cuerpos intermedios. Lo mismo hacen Gaudium et spes y Pablo VI en varios
documentos muy recientes. No hay pues modificación de la doctrina sino tan solo
un leve cambio de formulación”.
Algunas conclusiones
1. Una afirmación evidente es que Carlos Alberto Sacheri acepta y recibe el
magisterio del Concilio Vaticano II. En El orden natural, dado que se trata de
la Doctrina Social de la Iglesia, se detiene, en particular, en la constitución
pastoral Gaudium et spes.
2. Carlos Alberto Sacheri, como señala monseñor Héctor Rubén Aguer,
“conocía muy bien los documentos del Concilio Vaticano II. Algunos de ellos
avalan su enseñanza y acción. Cito, por ejemplo: A los laicos corresponde, por
propia vocación, tratar de obtener el Reino de Dios gestionando los asuntos
temporales y ordenándolos según Dios (Lumen Gentium, 31). Es papel de los
laicos en las estructuras humanas conocer la íntima naturaleza de todas las
criaturas, su valor y su ordenación a Dios (ib.). Tengan presente que en
cualquier asunto temporal deben guiarse por la conciencia cristiana, dado que
ninguna acción humana, ni siquiera en el orden temporal, puede sustraerse al
imperio de Dios (ib.). Así como ha de reconocerse que la ciudad terrena,
justamente entregada a las preocupaciones del siglo, se rige por principios
propios, con la misma razón se deber rechazar la funesta doctrina que pretende
construir la sociedad prescindiendo en absoluto de la religión (ib.). Además de
esta Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, leemos en el
decreto sobre el apostolado seglar Apostolicam actuositatem: Es obligación de
toda la Iglesia trabajar para que los hombres se capaciten a fin de establecer
rectamente todo el orden temporal y ordenarlo a Dios en Jesucristo. Hay que
instaurar el orden temporal de tal forma que salvando íntegramente sus propias
leyes, se ajuste a los principios superiores de la vida cristiana (ib.)”
(Héctor Rubén Aguer, El martirio de Carlos Sacheri¸ vecino de San Isidro, La
Plata, edición del autor, 2019, p. 24. Agradezco al autor el acceso a la
publicación citada).
3. De lo dicho se sigue algo obvio: no puede sostenerse que Carlos Alberto
Sacheri no habría aceptado el magisterio del Concilio Vaticano II (en esta
interpretación se inscriben, entre otros autores, Loris Zanatta, Elena Scirica
y Fortunato Mallimaci). Quien esto dijera revelaría no haber leído la obra de
Sacheri en general y, en este caso particular, El orden natural.
Fuente:Religión en Libertad, noviembre 2019