por Stefano Fontana
En la doctrina de la Iglesia el
qué siempre ha tenido el primado sobre el cómo. Los contenidos de las verdades
reveladas siempre han ocupado el primer lugar respecto a cómo son conocidos y a
cómo son expresados. Cómo se conocen y cómo se expresan depende de qué son, el
cómo cognoscitivo y el cómo expresivo debe ser coherente con su realidad y no
la determinan. Por poner el ejemplo más famoso: el cómo constituido por la
filosofía griega no ha helenizado a la doctrina católica, sino que ha sido la
fe católica la que ha cristianizado al helenismo. Cuando Benedicto XVI afirma
que el encuentro entre la filosofía griega y el cristianismo fue providencial,
quiere decir que en ese caso el qué encontró su justo cómo.
Desde hace un tiempo, en cambio,
asistimos a una emancipación del cómo respecto al qué. Primero se ponen los dos
al mismo nivel y se afirma que el cómo influye sobre el qué tanto como el qué
influye sobre el cómo. Cómo se conoce una cosa influiría en el conocimiento
tanto cuanto el contenido conocido. Cómo se dice una cosa es tan importante
cuanto el contenido comunicado. Sin embargo, después se supera esta posición de
igualdad entre el cómo y el qué y se pasa a decir que el cómo contribuye
incluso a constituir el qué, es decir, que los contenidos del conocimiento no
tienen una autonomía propia respecto a cómo son conocidos, sino que son dependientes.
En resumen, en el qué conocido, quien conoce, conoce también algo de sí mismo,
por lo que el qué tal como es en sí mismo sigue siendo incognoscible. Conocemos
sólo constructos y no realidades, interpretaciones y no verdades. Esto quería
decir el jesuita padre Sosa cuando hablaba de la grabadora que no existía en
los tiempos de Jesús para, así, confirmar las palabras que Él dijo sobre el
matrimonio. Toda la filosofía moderna está marcada por el paso del cómo al qué.
La emancipación del cómo respecto al qué se completa con la subordinación clara
del qué al cómo. Hasta el punto de que se habla sólo del cómo y ya no del qué;
y a esto lo llaman, con orgullo, el «fin de la metafísica».
Desde un punto de vista teológico
esto se llama primado de la pastoral sobre la doctrina; en moral, primado de la
conciencia sobre la norma; en metafísica, primado de la existencia sobre la
esencia; en epistemología, primado de la hermenéutica sobre la metafísica; en
política, primado de la participación sobre los programas.
Desde hace tiempo señalo en La
Nuova Bussola Quotidiana este cambio también por parte del magisterio, tanto
pontificio como episcopal. Se invita a participar, sin decir cuáles son los
contenidos; a acoger, sin concretar con qué objetivo; a integrar, sin que se
conozca dónde; a votar, sin que se diga para qué; a dialogar, sin indicar los
criterios y los contenidos del diálogo; a acudir, sin decir dónde y por qué; a
reparar las grietas, sin analizar quién las ha causado y qué tipo de reparación
hay que poner en marcha; a salir, sin decir hacia dónde; a no dejar que nos
roben la esperanza, sin decir de qué; a soñar, sin decir el qué.
Esta actitud es contraria a la
Doctrina social de la Iglesia y la sobrepasa excluyéndola del discurso,
haciendo que sea inútil. De hecho, la Doctrina social de la Iglesia propone
principios de reflexión, criterios de juicio y directrices para poner en
marcha: el cómo viene en último lugar y está precedido por el qué. Hacer que el
qué dependa del cómo quiere decir ser racionalistas, voluntaristas,
existencialistas, praxistas, historicistas…, todas ellas posiciones según las
cuales una «doctrina» como la que hay en la expresión «Doctrina social de la
Iglesia», no existe a no ser que esté determinada estructuralmente por algo que
está desplazado en otro lugar respecto a ella.
Este paso del qué al cómo,
específico de la nueva teología, es consecuencia de un largo cambio: se remonta
a Blondel, al padre Chenu, a Rahner, a Kasper… y a una larga serie de teólogos
innovadores. Para todos ellos la teología siempre es un «segundo acto» que
viene después del «primer acto» que es la vida, la praxis, la experiencia, la
existencia o, como dicen los estudiosos expertos, el «Sitz im Leben«.
La Doctrina social de la Iglesia
no puede basarse en este modelo; y es debido a que este modelo es el que
prevalece también en el magisterio por lo que la Doctrina social de la Iglesia
tiene dificultades.
Infocatolica, 28/02/19