Marcelo Gullo
En un Seminario de Derecho y Literatura llevado a cabo
el pasado 10 de octubre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla,
se realizó una “Conferencia Magistral” que impactó en su auditorio. La misma
estuvo a cargo del politólogo y escritor argentino Marcelo Gullo, intitulada
“Argentina-España: una relectio de sus relaciones internacionales en el mundo
actual“.
“La Madre Patria como caso práctico de subordinación
pasiva”
Estando apenas a algunas horas del festejo del día de
la Hispanidad, cómo no referirnos, entonces en nuestras primeras palabras,
justamente en la ciudad de Sevilla -que fue informalmente la capital de
Hispanoamérica aunque ella hoy lo ignore-, a tan importante fecha. Sin embargo,
por otra parte, la lógica nos indica que es preciso comenzar esta conferencia
explicando el título elegido para la misma que guarda, aunque las apariencias
engañen, una relación íntima y estrecha con el hecho histórico que nos aprestamos
a conmemorar.
De la simple observación objetiva del escenario
internacional, se desprende que la igualdad jurídica de los Estados es una
simple ficción, por la sencilla razón de que algunos Estados son más poderosos
que otros, lo cual lleva a que el derecho internacional sea un obstáculo
imposible de sortear por el más débil y sencillo de atravesar para el más
fuerte.
Los Estados existen como sujetos activos del sistema
internacional en tanto y en cuanto poseen poder, poder militar, poder económico
y sobre todo poder cultural. Sólo los estados que poseen poder son capaces de
dirigir su propio destino. Los estados sin poder, militar, económico y
cultural, suficiente para resistir la imposición de la voluntad de otro estado,
son objeto de la historia porque son incapaces de dirigir su propio destino.
Por la propia naturaleza del sistema internacional,
los estados con poder tienden a constituirse en Estados líderes o a
transformarse en Estados subordinantes y, por lógica consecuencia, los estados
desprovistos de los atributos del poder suficiente, en materia militar,
económica y cultural, para mantener su autonomía tienden a devenir en Estados
vasallos o Estados subordinados, es decir a convertirse en colonias informales
o semicolonias, más allá de que logren conservar los aspectos formales de la
soberanía.
En esos Estados, cuando son democráticos, las grandes
decisiones nacionales no son tomadas por sus instituciones formales como los
parlamentos, sino que se toman de espaldas a la mayoría de su población y, casi
siempre, allende sus fronteras.
Los Estados democráticos subordinados, poseen una
democracia de baja intensidad. Lógicamente existen grados en la relación de
subordinación, que es una relación dinámica y no estática.
La hipótesis sobre la que reposan las Relaciones
Internacionales, como sostiene Raymond Aron, está dada por el hecho de que las
unidades políticas se esfuerzan en imponer, unas a otras, su voluntad. La
Política Internacional comporta, siempre, una pugna de voluntades: voluntad
para imponer o voluntad para no dejarse imponer la voluntad del otro.
Para imponer su voluntad, los Estados más poderosos
tienden, en primera instancia, a tratar de imponer su dominación cultural,
muchas veces falsificando la historia del propio estado que se proponen
dominar. El ejercicio de la dominación, de no encontrar una adecuada
resistencia por parte del Estado receptor, provoca la subordinación
ideológico-cultural que da, como resultado, que el Estado subordinado sufra de
una especie de síndrome de inmunodeficiencia ideológica, debido al cual, el
Estado receptor pierde hasta la voluntad de defensa cultural y toma la historia
construida por el otro como propia.
Cae entonces dicha nación, la nación receptora, en un Estado de subordinación pasiva inevitable y muchas veces irreversible. Podemos afirmar, siguiendo el pensamiento de Hans Morgenthau, que el objetivo ideal o teleológico de la dominación cultural, en términos de Morgenthau, “imperialismo cultural” , consiste en la conquista de las mentalidades de todos los ciudadanos que hacen la política del Estado en particular y la cultura de los ciudadanos en general, al cual se quiere subordinar. Sin embargo, para algunos pensadores, como Juan José Hernández Arregui la política de subordinación cultural tiene como finalidad última no sólo la “conquista de las mentalidades” sino la destrucción misma del “ser nacional” del Estado sujeto a la política de subordinación.
Cae entonces dicha nación, la nación receptora, en un Estado de subordinación pasiva inevitable y muchas veces irreversible. Podemos afirmar, siguiendo el pensamiento de Hans Morgenthau, que el objetivo ideal o teleológico de la dominación cultural, en términos de Morgenthau, “imperialismo cultural” , consiste en la conquista de las mentalidades de todos los ciudadanos que hacen la política del Estado en particular y la cultura de los ciudadanos en general, al cual se quiere subordinar. Sin embargo, para algunos pensadores, como Juan José Hernández Arregui la política de subordinación cultural tiene como finalidad última no sólo la “conquista de las mentalidades” sino la destrucción misma del “ser nacional” del Estado sujeto a la política de subordinación.
Y aunque generalmente, reconoce Hernández Arregui, el
Estado emisor de la dominación cultural (el “Estado metrópoli”, en términos de
Hernández Arregui), no logra el aniquilamiento del ser nacional del Estado
receptor, el emisor sí logra crear en el receptor, “…un conjunto orgánico de
formas de pensar y de sentir, un mundo-visión extremado y finamente fabricado,
que se transforma en actitud «normal» de conceptualización de la realidad [que]
se expresa como una consideración pesimista de la realidad, como un sentimiento
generalizado de menorvalía, de falta de seguridad ante lo propio, y en la
convicción de que la subordinación del país y su desjerarquización cultural, es
una predestinación histórica, con su equivalente, la ambigua sensación de la
ineptitud congénita del pueblo en que se ha nacido y del que sólo la ayuda
extranjera puede redimirlo.”
Preciso es destacar que, aunque el ejercicio de la
subordinación cultural por parte del Estado emisor no logre la subordinación
ideológica cultural total del Estado receptor, puede dañar profundamente la
estructura de poder de este último si engendra, mediante el convencimiento
ideológico y la falsificación de la historia, una vulnerabilidad ideológica que
resulta ser -en tiempos de paz – la más peligrosa y grave de las
vulnerabilidades posibles para el poder nacional porque, al condicionar el
proceso de la formación de la visión del mundo de una parte importante de la
ciudadanía y de la elite dirigente, condiciona, por lo tanto, la orientación
estratégica de la política económica, de la política externa y, lo que es más
grave aún, corroe la autoestima de la población, debilitando la moral y el
carácter nacionales, ingredientes indispensables – como enseñara Morgenthau –
del poder nacional necesario para llevar adelante una política tendiente a
alcanzar los objetivos del interés nacional.
Preciso es afirmar a esta altura de nuestro discurso
que la leyenda negra de la conquista española de América constituyó el
principal ingrediente del imperialismo cultural anglosajón para derrotar a
España y dominar Hispanoamérica. “El menosprecio hacia España arranca de los
siglos XVII y XIII como parte de la política nacional de Inglaterra”, afirma el
filoso marxista Hernández Arregui, a quien nadie en su sano juicio podría
acusar de falangista.
“Es un desprestigio de origen extranjero –sostiene
Arregui- que se inicia con la traducción al inglés, muy difundida en la Europa
de entonces, del libro de Bartolomé de las casas. Lágrimas de los indios:
relación verídica e histórica de las crueles matanzas y asesinatos cometidos en
veinte millones de gentes inocentes por los españoles. El título lo dice todo.
Un libelo” .
Reflexionando sobre el descubrimiento y conquista de
América, el gran historiador Jorge Abelardo Ramos, enrolado desde muy joven en
las filas del socialismo de inspiración trotskista, afirma que, (cuando) “…el
12 de octubre de 1492, el ligur Cristóbal Colón descubre a Europa la existencia
de un Orbis Novo…no solo fue el eclipse de la tradición toloménica y el fin de
la geografía medieval. Hubo algo más. Ese día nació América Latina y con ella
se gestaría un gran pueblo nuevo, fundado en la fusión de las culturas
antiguas” .
Para Jorge Abelardo Ramos, el 12 de octubre, es el día
de nacimiento de América Latina y esto, es un hecho irreversible – según Ramos
– independientemente de que esa fecha sea nominada “…descubrimiento de América,
o Doble Descubrimiento o Encuentro de dos Mundos, o genocidio, según los
gustos, y sobre todo, según los intereses, no siempre claros…” .
Prístinas son las palabras de Abelardo Ramos que nos
señala la existencia de intereses no siempre claros al momento de reflexionar
sobre el descubrimiento de América. Sin embargo, aún ese gran historiador
argentino cae en un error conceptual que es precisamente el origen de nuestra
pasiva subordinación cultural tanto de un lado como del otro del océano
Atlántico. Nosotros no somos latinoamericanos somos hispanoamericanos. Y no lo
somos porque, -como explica el gran pensador marxista Juan José Hernández
Arregui, a quien nadie en su sano juicio podría acusar de partidario del
General Franco- porque el concepto de América latina, es un concepto falso, un
término creado en Francia y luego utilizado por los Estados Unidos que
“disfraza una de las tantas formas de colonización mental” , tan viva hoy en
Hispanoamérica como en España.
Pasivamente subordinados ideológicamente, por el peso
de la leyenda negra, de un lado y del otro del Atlántico, desechamos el término
Hispanoamérica, concepto que, revindicado a comienzos del siglo XX por el gran
escritor uruguayo José Enrique Rodo, no deja de lado a su entender al Brasil
sino que lo incluye pues de la Hispania Romana formaron parte tanto la actual
España como el Portugal de nuestros días. Porque Portugal, agregamos nosotros,
nació del Reino de León, y toda su existencia desde su nacimiento hasta la
muerte del querido Rey Sebastián, -acontecida en 1578 en las tórridas tierras
de Maruecos bañadas por el Alcazalquivir cuando intentara la reconquista del
norte del África para la fe de Cristo- giró en torno a la dialéctica unidad
independencia que llevó a que las dos coronas, durante todo ese tiempo,
buscaran la reunificación a través del matrimonio de sus hijos.
Pasivamente subordinada, ideológicamente y
culturalmente, a través de la falsificación de la historia de la conquista,
Hispanoamérica olvidó a su progenitora pero más grave aún España, también
pasivamente subordinada, ideológica y culturalmente, por la historia que
construyeron sus enemigos históricos, olvido su maternidad.
Leyenda negra de la conquista de América que fue
pulverizada por la crítica histórica seria como reconoce el mismísimo Mario
Vargas Llosa, a quien nadie en su sano juicio podría acusar de franquista o de
abrigador de viejos sueños imperiales trasnochados. Leyenda negra que, como
reconoce Vargas Llosa, es una construcción intelectual ficticia que desde “hace
siglos distorsiona profundamente la historia de España y ridiculiza a su
pueblo”.
Pero leyenda negra que como justamente reconoce el
gran escritor peruano esta “todavía muy viva porque los propios españoles no
han querido ni sabido contradecirla”.
Es por ello que siguiendo a Hernández Arregui
afirmamos que: “La leyenda contra España erigida por los anglosajones, debe ser
desarmada por los hispanoamericanos, más que por los españoles…España tendrá
que reconquistarse a sí misma desde América” . Y a esa tarea nos abocamos
también en esta conferencia.
“La leyenda contra España erigida por los
anglosajones, debe ser desarmada por los hispanoamericanos, más que por los
españoles”
Según Roca Barea, – afirma Vargas Llosa- “la leyenda
negra antiespañola fue una operación de propaganda montada y alimentada a lo
largo del tiempo por el protestantismo -sobre todo en sus ramas anglicana y
calvinista- contra el imperio español y la religión católica para afirmar su
propio nacionalismo, satanizándolos hasta extremos pavorosos y privándolos
incluso de humanidad. Da de ello ejemplos abundantes y de toda índole: tratados
teológicos, libros de historia, novelas, documentales y películas de ficción,
cómics, chascarrillos y hasta chistes de sobremesa”.
Conviene recordar aquí algunas de las voces que en
Hispanoamérica se atrevieron a contradecirla. En mi patria chica, la República
Argentina, todos nuestros grandes líderes populares Artigas, Quiroga, Rosas,
Yrigoyen y Perón se enfrentaron a la leyenda negra porque intuían, en esa falsa
interpretación de la historia de la conquista española de América, la mano
oculta de la “pérfida Albión”. Permítame precisar y recordar, en tiempos en que
en mi patria chica se usa la figura de Evita para justificar un endeble
“progresismo indigenista”, aquello que con esa pasión que le brotaba del
corazón y le quemaba el alma repitiera, una y mil veces, Evita, adelantándose
con intuición femenina a aquello que científicamente comprueba en nuestros días
la historiadora María Elvira Roca. “La leyenda negra – afirma Eva Perón- con la
que la Reforma se ingenió en denigrar la empresa más grande y más noble que
conocen los siglos, como fueron el descubrimiento y la conquista, sólo tuvo
validez en el mercado de los tontos o de los interesados”.
También en honor a la verdad histórica, a propósito de
la conquista de América permítaseme citar aquí el pensamiento de Juan Domingo
Perón quien, conviene recordarlo, murió envuelto en el amor de su pueblo y
cercado por el odio de la oligarquía y el desprecio de algunas agrupaciones
juveniles que, optando por el camino de la muerte y la violencia, llevaron a la
muerte de toda política. El 12 de octubre de 1947 Perón, refiriéndose a la
conquista española de América afirma:
“Su empresa tuvo el sino de una auténtica misión. Ella
no vino a las Indias ávida de ganancias y dispuesta a volver la espalda y
marcharse una vez exprimido y saboreado el fruto. Llegaba para que fuera
cumplida y hermosa realidad el mandato póstumo de la Reina Isabel de “atraer a
los pueblos de Indias y convertirlos al servicio de Dios“. Traía para ello la
buena nueva de la verdad revelada, expresada en el idioma más hermoso de la
tierra. Venía para que esos pueblos se organizaran bajo el imperio del derecho
y vivieran pacíficamente. No aspiraban a destruir al indio sino a ganarlo para
la fe y dignificarlo como ser humano…como no podía ocurrir de otra manera, su
empresa fue desprestigiada por sus enemigos, y su epopeya objeto de escarnio,
pasto de la intriga y blanco de la calumnia, juzgándose con criterio de mercaderes
lo que había sido una empresa de héroes. Todas las armas fueron probadas: se
recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en torno
suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló a los cuatro vientos.
Y todo, con un propósito avieso… fomentar así, en
nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas, cuyas
asalariados y encumbradísimos voceros repetían, por encargo, el ominoso
estribillo cuya remunerada difusión corría por cuenta de los llamados órganos
de información nacional…España, nuevo Prometeo, fue así amarrada durante siglos
a la roca de la Historia.•”
Por si cupiese alguna duda, la motivación proselitista
religiosa de la conquista de América, de las que nos habla el presidente
argentino, fue claramente identificada también por dos grandes autoridades del
marxismo hispanoamericano como fueron, el peruano José Carlos Mariátegui y el
argentino Rodolfo Puiggrós. Es en ese sentido que José Carlos Mariátegui afirma
que, “He dicho ya que la Conquista fue la última cruzada y que con los
conquistadores tramontó la grandeza española. Su carácter de cruzada define a
la Conquista como empresa esencialmente militar y religiosa. La realizaron en
comandita soldados y misioneros…La ejecución de Atahualpa, aunque, obedeciese
sólo al rudimentario maquiavelismo político de Pizarro, se revistió de razones
religiosas…Después de la tragedia de Cajamarca, el misionero continuó dictando
celosamente su ley a la Conquista. El poder espiritual inspiraba y manejaba al
poder temporal…el cruzado, el caballero, personificaba una época que concluía,
el Medioevo católico.”
En el mismo sentido, Rodolfo Puiggrós sostiene que,
“…la conquista de América prolongó las cruzadas a un escenario de magnitud y
características desconocidas por el soldado europeo…Ninguno estaba habilitado,
como el español para tarea tan gigantesca. Casi tres siglos antes (1212) , en
la gran batalla de las Navas de Tolosa que deshizo al ejército musulmán, los
cincuenta mil caballeros y peones franceses, provenzales, bretones, italianos,
alemanes e ingleses defeccionaron y los ibéricos solos (soli hispani) dieron la
pelea y obtuvieron la victoria. Desde entonces guerrearon contra el Islam sin
ayuda extranjera…De no aparecer en su camino el Nuevo Mundo es seguro que los
castellanos hubiesen perseguido a los súbditos del Islam más allá del estrecho
de Gibraltar. El ambicioso sueño de exterminarlos y reconstruir a lo largo del
litoral surmediterráneo los dominios de los primeros cristianos no fue abandonado,
mientras América no absorbió las energías de España hasta dejarla
exhausta…España (concluye Puiggrós), volcó en el Nuevo Mundo su sentido
misional cristiano que, formado en la guerra antiislámica…inyectó a las
sociedades que creó del otro lado del océano, el trascendentalismo religioso
que en las postrimerías del feudalismo sobrevivía a los grandes cambios
sociales en marcha en el Viejo Mundo.”
“Contribuyó a la extensión y duración de la leyenda
negra –afirma Vargas Llosa- la indiferencia con que el imperio español,
primero, y, luego sus intelectuales, escritores y artistas, en vez de
defenderse, en muchos casos hicieron suya la leyenda negra, avalando sus
excesos y fabricaciones como parte de una feroz autocrítica que hacía de España
un país intolerante, machista, lascivo y reñido con el espíritu científico y la
libertad.” .
En definitiva la leyenda negra a través de la cual se
produjo la subordinación cultural pasiva de España, que dura hasta nuestros
días y que la lleva a no reconocer a sus hijos y a preferir en su suelo a los
rubios teutones o a los árabes musulmanes, fue la obra más genial del marketing
político británico.
Con el caso del libro del padre de las Casas fue la
primera vez que, los órganos de inteligencia de una unidad política lograban
convertir una obra literaria o histórica en un éxito mundial. En el siglo XV,
Holanda e Inglaterra, que se encontraban empeñadas en una guerra a muerte con
España, decidieron utilizar, como instrumento de propaganda antiespañola, el
libro Brevísima relación de la destrucción de las Indias, del sacerdote español
Bartolomé de las Casas (1484-1566) y lograron convertirlo, en poco tiempo, en
un éxito mundial. El libro Brevísima relación de la destrucción de las Indias,
fue escrito por Fray Bartolomé, en España hacia 1541 y publicado en Sevilla en
1552. Desde 1579 a 1648 (de la rebelión de los países bajos a la paz de
Westfalia) se imprimieron, en Holanda -enemiga mortal de España-, 33 ediciones
de la obra de Bartolomé de las Casas, ilustradas casi todas ellas, por el
grabador y editor holandés Teodoro de Bry, con láminas que expresaban en
imágenes la narración que el dominico hacía de las supuestas atrocidades
realizadas por los españoles en América.
Al respecto el historiador marxista Jorge Abelardo
Ramos afirma: “En su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, y
luego en su Historia General de las Indias, el Padre Las Casas ofreció una
versión, exagerada por su pasión y frecuentemente plagada de inexactitudes
dictadas por los peores recursos polémicos, de la crueldad española en la
Conquista. La destrucción crítica de su Brevísima es sencilla y los
hispanófilos ya la han realizado. Importa reiterar aquí que los rivales
europeos de España, famosos genocidas y vampiros de pueblos enteros, como los
ingleses y holandeses, se lanzaron sobre la obra de Las Casas como moscas sobre
la miel. En las prensas de Alemania, Holanda y Gran Bretaña, se difundieron
enseguida las traducciones. Al parecer, España en sus conquistas empleaba
métodos sangrientos. Sus rivales, en cambio, eran filántropos rebosantes de
piedad ”.
Preciso es aclarar que, en Hispanoamérica “la
denegación de España, de parte de la oligarquía, en su nuez, no es más que el
residuo cultural mortecino de su servidumbre material al Imperio británico. Los
pueblos, -afirma Hernández Arregui- se mantuvieron hispánicos, filiados al
pasado, a la cultura anterior. Lo cual prueba el poder de esa cultura española
que la oligarquía repudio para vivir en delante de prestado”.
Es por las razones expuestas que, siguiendo al gran
jesuita arequipeño Guzman y Vizcardo, quien fuera el primero en plantear la
necesidad de la independencia de la madre patria, quisiera recordarles que
nosotros somos españoles americanos y ustedes españoles peninsulares. Por ello
España fue y sigue siendo nuestra madre patria. Nosotros no nos quisimos
independizar de España sino del imperialismo borbon, de una casa real que se
había hecho del trono de España y que, paradójicamente, había odiado siempre a
la España eterna y a todo lo que España había representado.
Casa real, que habiéndose hecho dueña del trono de
Isabel la Católica la más grande mujer de la historia de España, procedió a la
expulsión de la compañía de Jesús, de las tierras de indias, dejándonos de esa
forma en el más completo desamparo geopolítico, militar y cultural. La
expulsión de los jesuitas quebró el proceso de evangelización, dejó por años
las aulas de las Universidades y Colegios vacías de grandes profesores y
maestros y permitió que los bandeirantes se lanzaran sobre sobre las misiones
como aves de rapiña, quemando pueblos e iglesias con la finalidad de ocupar
nuestras tierras y capturar a los mejores hombres del pueblo guaraní para
llevarlos como esclavos a las minas de San Pablo y Mina Geraies.
Casa Real que habiéndose hecho dueña del trono del
gran Felipe II, estableció en el 1778, reglamento de libre comercio que truncó
nuestro proceso de proto industrialización y que llevó de esa forma a la
miseria a una gigantesca masa de hispanoamericanos que desde Bogotá a Córdoba
vivían de la producción artesanal de ponchos, botas, casacas y de todas las
vestimentas necesarias para una vida digna porque Hispanoamérica se
autoabastecía de todo lo que necesitaba.
Conviene recordar que después de la terrible derrota
de la flota española en el Canal de la Mancha, América tuvo, entonces, que
producir las manufacturas que España no podía enviarle o le enviaba demasiado
caras o bien le despachaba muy esporádicamente. “América tuvo que bastarse a sí
misma. Y ello le significó un enorme bien: se pobló de industrias para
abastecer en casi su totalidad el mercado interno. Malaspina, escritor del
siglo XVII, nos dice que ‘el movimiento fabril de México y el Perú eran
notables’. Habla de 150 obrajes en el Perú, que a 20 telares cada uno, daban un
total de 3000 telares. Y Cochabamba, según Haenke, consumía de 30 a 40 mil
arrobas de algodón, en sus manufacturas.”
Se había iniciado en la América española la etapa
manufacturera.
Con el reglamente de libre comercio de 1778, la
mayoría de la población comenzó a empobrecerse. El gran historiador socialista
Vivian Trias nos dice al respecto: “La avalancha de importaciones que fluyó
tierra adentro planteó una terrible competencia a la manufactura y a la
artesanía vernáculas. Las tejedurías, talabarterías, etc., de las provincias
mediterráneas no estaban en condiciones de competir con artículos
confeccionados en los centros fabriles mecanizados de Manchester o Glasgow.
(entonces) el interior se estancó y luego comenzó a languidecer…”
Sin embargo es preciso aclarar que a pesar de la
miseria y desamparo que los borbones trajeron a Hispanoamérica, los pueblos
andinos se mantuvieron fieles a la monarquía porque creían que de esa forma
eran fieles a España. Solo en las tierras del Plata donde la indignación por
los daños provocados por los borbones era más fuerte y donde la intriga inglesa
había logrado penetrar más hondamente, los pueblos se lanzaron decididamente a
la lucha por la independencia. Sólo en la cuenca del Plata la independencia fue
popular. Solo a modos de ejemplo permítasenos citar que tan fuerte fue la
lealtad de la mayoría de la población indígena a la Corona española y su
rechazo a la independencia que el general del Ejercito Real del Perú, don
Antonio Huachaca – indio huantino- “siguió combatiendo contra la República
junto con el pueblo huantino hasta 1839. Tres años después de la batalla de
Ayacucho el indio Huachaca en una carta dirigida al prefecto increpaba a las
fuerzas de la República diciendo: “Ustedes son más bien los usurpadores de la
religión, de la Corona y del suelo patrio ¿Qué se ha obtenido de vosotros
durante estos tres años de vuestro poder? La tiranía, el desconsuelo y la ruina
de un reino que fue tan generoso ¿Qué habitante, sea rico o pobre, no se queja
hoy? ¿En quién recae la la responsabilidad de los crímenes? Nosotros no
cargamos semejante tiranía.
Por hacer suya la leyenda negra, España olvidó que
ningún hispanoamericano, moreno, indio, o criollo es extranjero en tierras de
Isabel y de Fernando. Es por ello que la madre patria creyendo estar libre está
subordinada, subordinada a la leyenda negra, primer eslabón de su subordinación
pasiva.
[Será Noticia (Victoria, E. Ríos), 2018-10-12]