LOS MILAGROS SON HECHOS RACIONALES, AUNQUE SEAN INCOMPRENSIBLES


Carlos Prosperi *

 

A primera vista parecería que los hechos milagrosos sólo pueden ser aceptados desde la fe religiosa, pero que la razón los rechaza. De hecho, para los que no son creyentes los milagros son simplemente mentiras o alucinaciones de gente desequilibrada.

 

Desde la Iglesia siempre se ha proclamado que la fe y la razón no sólo no se oponen, sino que se complementan. Para decirlo con las palabras de Santo Tomás de Aquino: “La verdad racional no contraría a la verdad de la fe cristiana… Sobre lo que creemos de Dios hay una doble verdad. Hay ciertas verdades de Dios que sobrepasan la capacidad de la razón humana, como es, por ejemplo, que Dios es uno y trino. Otras hay que pueden ser alcanzadas por la razón natural, como la existencia y la unidad de Dios; las que incluso demostraron los filósofos guiados por la luz natural de la razón”. (Suma contra los gentiles, Cap. VII. p. 8).

 

Esta compatibilidad entre la fe y la ciencia ha sido enunciada desde los comienzos del catolicismo y sostenida a lo largo de la historia y de manera inequívoca por la Iglesia Católica (Benedicto XVI, 2008).

Más allá de su racionalidad o no, lo cierto es que algunos milagros existen y están debidamente comprobados, a pesar de que hay una enormidad de casos que son falsos o solamente son sostenidos por testigos que aseguran haberlos visto, pero sin ninguna prueba objetiva.

 

Es científicamente imposible que la sola palabra de un sacerdote convierta el pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo. Sin embargo, los llamados “milagros eucarísticos” están probados fuera de toda duda razonable. Hay numerosas iglesias en las que se conservan hostias consagradas que se han convertido en carne, y al ser analizadas se ha verificado que se trata de tejido cardíaco y sangre del tipo AB. (Qriswell Quero, 2024).

 

Sería prudente dudar de casos reportados en tiempos más remotos, y de los cuales la única evidencia es una tradición oral, pero no cabe ninguna duda cuando se trata de casos verificados objetivamente con toda la tecnología disponible actualmente, más aún cuando en todos los casos coincide el tipo de tejido y el grupo sanguíneo, que además es concordante también con el encontrado en la Sábana Santa de Turín y en el Santo Sudario que se encuentra conservado en Oviedo. Conviene aclarar de paso que la autenticidad del Sudario se ha reconfirmado, tras haberse demostrado el error al tomar las muestras para la medición por Carbono 14.

 

También es imposible explicar científicamente que una persona con una enfermedad grave se cure espontáneamente sólo por invocar a algún santo, o por visitar algún lugar sagrado.

No obstante, en los conocidos santuarios de Fátima, Lourdes o Guadalupe, por citar solamente a los más famosos, hay registros muy bien documentados por juntas de médicos especialistas en los que pacientes con enfermedades irreversibles han quedado completamente curados luego de su peregrinación, de manera inexplicable (Religión en Libertad, 2024).

 

Es verdad que muchas dolencias son psicosomáticas, y se podrían haber sanado simplemente por sugestión psicológica. También hay males que pueden llegar a revertirse por sí mismos; además es cierto que son millones los peregrinos y apenas algunos cientos al año los que manifiestan haberse curado, y que son dudosas las sanaciones de muchos años atrás.

Pero hay casos analizados en tiempos recientes con enfermedades que son absolutamente incurables con los mejores medios tecnológicos, algo que incluso ha llegado a motivar la conversión al catolicismo de muchos profesionales de la salud provenientes del ateísmo o del agnosticismo y que fueron quienes estudiaron y certificaron las curaciones milagrosas.

 

Un ejemplo bien documentado es el caso del joven sanjuanino sanado recientemente por San Gabriel del Rosario Brochero, que había sufrido una importante pérdida de masa encefálica tras un accidente con su moto, y hoy no tiene ninguna secuela, pese a que la destrucción del tejido neuronal es irreversible (La Gaceta de San Juan, 2016).

Es imposible que sol “dance” en el cielo dibujando un círculo como lo hizo en una de las manifestaciones de Fátima. Pero fueron miles los fieles que lo vieron simultáneamente y lo describieron exactamente igual, lo cual no puede descartarse irresponsablemente alegando sin ningún fundamento que fue una alucinación colectiva.

 

Un milagro mucho más sorprendente todavía que todos los anteriores es el de Cristo al resucitarse a sí mismo luego de muerto, aunque está claro que de este suceso sólo contamos con el testimonio de sus seguidores, muy lejano históricamente como para ser comprobado por métodos científicos.

 

Pero San Agustín, con el razonamiento que se conoce como la “doctrina de los increíbles”, dice que: “Increíble es que un hombre haya resucitado de entre los muertos. Increíble es que todo el mundo haya creído ese increíble. Increíble es que doce hombres rústicos y sencillos y plebeyos, sin armas, sin letras y sin fama hayan convencido al mundo, y en él a los sabios y filósofos, de aquél primer increíble. Pero como el último increíble es verdad, entonces es verdadero el primero” (San Agustín, 2018).

 

Ahora bien, el hecho de que los milagros existan y estén debidamente comprobados en numerosos casos (aunque no en todos los que se invocan como tales, por supuesto) no significa que sean asimilables por la razón.

El Catecismo de la Iglesia Católica define al milagro como: “Un signo o maravilla como una curación o control de la naturaleza, que solo puede atribuirse al poder divino”. Por su parte, el portal Catholic.net lo define como: “El milagro es un hecho producido por una intervención especial de Dios, que escapa al orden de las causas naturales por Él establecidas y destinado a un fin espiritual” (Catholic.net, 2024).

 

Es decir que se trata de una intervención especial y directa de Dios sobre un determinado hecho o proceso. Decía Santo Tomás que: “Ya en la misma ejecución, Dios se relaciona inmediatamente de alguna manera con todos los efectos, pues todas las causas segundas obran en virtud de la causa primera, de tal modo que parece obrar en todo, porque pueden serle atribuidas todas las obras de las causas segundas, como se atribuye al artesano la obra del instrumento, pues es más propio decir que el cuchillo es obra del artesano, que obra del martillo. (Compendium Theologiæ, c. 135, 274).

 

Esto significa que, aún sin dejar de ejercer su Divina Providencia, Dios no actúa directamente sobre la naturaleza, sino que deja obrar a las causas segundas, como por ejemplo las leyes científicas. Es por ello que, según tales leyes, el pan no puede convertirse en carne ni el enfermo puede curarse por una invocación a un santo.

En cambio, Dios puede excepcionalmente intervenir de manera directa en ciertos casos, y de ese modo saltearse las leyes que Él mismo estableció como Creador de todo lo existente, y obrar en consecuencia de una manera tal que llamamos “milagro”, que, por lo tanto, y como es lógico, “se atribuye al poder divino” (Prosperi, 2011).

 

Como la existencia misma de Dios es demostrable racionalmente, entonces es racional entender que quien es Todopoderoso y Creador de la naturaleza y sus leyes, tiene consecuentemente la potestad para suspenderlas temporariamente, y por lo tanto es también perfectamente razonable admitir que los milagros pueden ocurrir.

Esto no significa que el intelecto humano pueda llegar a comprender intrínsecamente la naturaleza del milagro, que por supuesto sigue siendo misterioso e inentendible. Tal imposibilidad de comprensión se debe por una parte a que la racionalidad del hombre es limitada y por consiguiente incapaz de abarcar ciertos fenómenos que se nos presentan como misterios, y por otra parte a que necesitamos de las leyes naturales como el marco de referencia para aprehender nuestro entorno, pero en este caso el milagro es justamente una excepción a la vigencia de las mencionadas leyes.

 

Sin embargo, hay otra manera también de entender la razonabilidad de los milagros, si consideramos a la creación del cosmos, el primero y posiblemente el más grande de los milagros, ya que implica el haber hecho todo lo creado a partir de la nada misma.

La Astrofísica explica el origen del universo mediante la teoría del Big Bang, que fue enunciada por Lemmaitre, un sacerdote jesuita y profesor de Astronomía en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica. Según este postulado el universo se originó hace unos 13.800 millones de años, de acuerdo a datos confirmados por el telescopio espacial Hubble, o posiblemente mucho antes, según observaciones recientes realizadas con el más moderno y potente telescopio James Webb (NASA, 2022).

 

Esta teoría viene a confirmar desde la ciencia el concepto bíblico de creación, demostrando que el universo y la materia no son eternos, sino que han tenido un principio. Santo Tomás explica que el universo “Existió desde siempre” porque Dios no improvisa ni hay demora en que se cumpla su voluntad creadora, pero no es eterno, ya que tuvo un principio causal en el Creador, el único Ser Eterno (De la eternidad del mundo, 1975).

 

De lo que no hay dudas es que todo el cosmos comenzó a partir de una gran expansión que continúa al día de hoy, inicialmente con el bosón de Higgs, llamado metafóricamente, pero con suficiente justicia, la “partícula de Dios”. Es muy difícil por lo tanto explicar el origen de la materia sin referirse a un ser eterno, creador, pero él mismo increado, que le diera su existencia.

Lo que ninguna de las leyes físicas puede explicar es por qué o como apareció esa energía o materia inicial, que constituye todo lo que actualmente existe pero que no es eterna, a pesar de que pueda haberse iniciado su existencia hace muchísimo tiempo (Prosperi, 2022).

 

El conocido físico Stephen Hawking afirma que: “En el momento del Big Bang, el universo era una singularidad, un momento en el que todas las leyes de la física dejarían de aplicar” (2017). Este pensamiento resume en una frase lo que opina actualmente la mayoría de los astrónomos y físicos al respecto.

 Es evidente que lo que él llama “singularidad” es un momento muy especial, que resulta ser inexplicable para las ciencias empíricas, donde además no se aplican las leyes naturales, de modo que los procesos se rigen por otro tipo de leyes que nos son desconocidas.

 

Es decir que se admite desde lo fáctico que hay situaciones particulares en las que se pueden observar fenómenos inexplicables y para los cuales no es posible aplicar las leyes científicas. Se dice que la materia se originó de manera “espontánea”, pero todo en la naturaleza responde a causas y efectos, de modo que con la noción de espontaneidad se pretende reemplazar erróneamente al concepto de “creatio ex nihilo”.

 

Resulta entonces que, a pesar de los esfuerzos por tratar de explicar el origen del universo sin recurrir a la fe, las analogías con la acción creadora de Dios y las definiciones de “milagro” no pueden ser ignoradas. Las ciencias fácticas admiten que existen situaciones especiales en las que los procesos suceden de manera espontánea, son inentendibles para la mente humana, e incumplen al menos temporalmente las leyes naturales. O sea, algo muy parecido a lo que la religión entiende como un milagro.

 

*Dr. Cs. Biológicas – Lic. Filosofía

cprosperi@yahoo.com.ar

 

 

Bibliografía consultada

 

Benedicto XVI (2008). No hay oposición entre Fe y Ciencia. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias. https://www.vatican.va

Catholic Net. (2024). Artículo de teología y espiritualidad. Qué son los milagros?             http://es.catholic.net

Hawking, Stephen (2017) Entrevista con Neil de Grasse Tyson.       www.infobae.com

La Gaceta de San Juan. (2016). Estos son los milagros por los que Brochero se convirtió en santo. https://www.lagaceta.com.ar

NASA (2023). Webb y Hubble se Combinan para Crear la Visión más Colorida     del Universo. https://www.lanasa.net

Prosperi, C. (2011). La Ciencia Actual y la Existencia de Dios. [Ponencia].             Encuentro Nacional de Docentes Universitarios Católicos. La Rioja.        http://enduc.org.ar

Prosperi, C. (2022). La evolución orgánica vista desde el tomismo como pasos    de entes en potencia a entes en acto. Revista Filosofía UIS (Universidad             de Santander), 21(2), 19-40.

Qriswell Quero (2024). Milagros eucarísticos confirman el mismo tipo de sangre   y ADN de Cristo. Píldoras de fe.          https://www.pildorasdefe.net

Religión en Libertad (2024) Las Apariciones de la Santísima Virgen.             https://www.religionenlibertad.com

San Agustín (2018). Manual de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad.      https://www.augustinus.it

Santo Tomás de Aquino (1975). De la eternidad del mundo. Ed. Aguilar. Buenos Aires.

Santo Tomás de Aquino (2000). Suma contra los gentiles. Biblioteca de Autores Cristianos. Barcelona.

Santo Tomás de Aquino (2000). Compendium Teologiae. Biblioteca de Autores   Cristianos. Barcelona.