29-5-1969
Mario Meneghini
En vísperas de cumplirse
55 años del “Cordobazo”, me parece necesario manifestar opinión, ya que fui
testigo directo de dicho acontecimiento. Como estudiante universitario tuve
oportunidad de visitar unos días antes al gobernador de la Provincia, con un
grupo de compañeros, inquietos por los rumores de lo que podía suceder. El Dr.
Carlos Caballero, que luego sería mi maestro, nos confirmó lo que se estaba
preparando, y que ya había informado al gobierno nacional. Me limitaré a
resumir datos y análisis de los antecedentes citados.
Como afirma el
historiador Roberto Ferrero (1), historiadores y periodistas “alineados con los
sectores radicalizados de la izquierda mitificaron el gran suceso que quedó
bautizado como el “Cordobazo”, calificándolo como un movimiento espontáneo”. A
su vez, un participante, Lucio Garzón Maceda (2), describe como fue preparado
este levantamiento. Los cócteles molotov fueron “elaborados en el patio trasero
de la vieja casa del Smata de calle 27 de abril 663 y en su camping de Saldán,
con la supervisión del Gringo Tosco
(Luz y Fuerza) y de Elpidio Torres (Smata)”.
Luego diagramaron
el recorrido que los trabajadores harían por las calles de la ciudad; la
provisión de las molotovs, de recortes de hierro y de bulones y tuercas, para
ser lanzados con gomeras; el lugar y la hora del acto principal; las reuniones
con diversos gremios para establecer en qué momento se sumarían a la columna
principal, y las conversaciones con la dirigencia estudiantil (los reformistas,
con Tosco, y los integralistas socialcristianos, con Torres), para establecer
el esquema de la colaboración de los miles de estudiantes universitarios,
especialmente de la zona del Clínicas.
Como dice Torres
en su libro El Cordobazo: “Nada estaba
librado al azar. Todo había sido organizado. Ello quedó demostrado aun en los
más mínimos detalles”.
Por su parte, el
periodista Daniel Gentile expresa: "el Cordobazo fue la eclosión de un
virus –el germen de la ideología y la pedagogía del terror– que había anidado
en el cuerpo social de la Argentina. Ese virus oportunista, encontró, para
detonar, una circunstancia aparentemente justificante –la existencia de un
gobierno no democrático– pero, luego de contaminar a todo el país, siguió
flagelándolo durante el imperio de gobiernos constitucionales." (La Voz,
29-5-2014)
Estuvieron
ausentes los mercantiles y la Asociación Bancaria, cuyas dirigentes habían
pactado con el gobernador, Carlos Caballero, integrar el Consejo Asesor
Provincial, creado por ese mandatario.
Entre los
universitarios, faltaron a la cita los militantes de los grupos de
ultraizquierda, que repudiaron la movilización por haber sido organizada por la
“burocracia sindical” y se dieron la alternativa de ir a los barrios para
“concientizar” a los trabajadores, porque ellos estaban iluminados por la luz
de su radicalismo.
Aquel día, la
ciudad de Córdoba quedó bajo el control de la subversión, perfectamente
organizada, que nada improvisó. La policía fue completamente desbordada y debió
replegarse a sus instalaciones. La subversión se apoderó del centro de la
ciudad y bloqueó los accesos. Se incendiaron numerosos negocios y edificios,
entre ellos las sucursales de Critroen y de Xerox, símbolos para los
manifestantes del imperialismo capitalista. Durante varios días se escucharon
disparos de francotiradores. Ante la gravedad de la situación, durante las
últimas horas de la tarde el gobierno nacional ordenó que tropas del Ejército,
entraran a la ciudad para controlar el caos. La IV Brigada Aerotransportada con
su comandante, el general Jorge Carcagno, debió combatir. El retorno a la
normalidad requirió varios días, con un saldo de muertos, heridos y cuantiosas
pérdidas materiales.
Exactamente un año
más tarde, el 29-5-70, fue secuestrado y asesinado el general Aramburu, hecho
que marca el comienzo de la guerra revolucionaria.
Lo ocurrido en
Córdoba no fue fruto de la casualidad; en la provincia tenía su epicentro el
sindicalismo clasista, lo que puede resultar curioso ya que en ese distrito el
ingreso per cápita era uno de los más altos del país, debido a la potencia de
sus empresas industriales. Es que la fuerza del ideologismo había logrado
instalarse en la dirigencia gremial. La Confederación General del Trabajo quedó
dividida en dos sectores: la peronista ortodoxa, CGT Azopardo, y la CGT de
Paseo Colón, con sede en el sindicato de Gráficos. Esta última, liderada por
Raimundo Ongaro, quien mantenía estrechos nexos con los dirigentes subversivos
y adhirió a la postura del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo
(MSTM), que realizó un encuentro nacional, en Colonia Caroya, antes del
Cordobazo.
En el encuentro
citado, efectuado entre el 3 y el 5 de mayo de 1969, se concluyó, por ejemplo:
“Dada la experiencia histórica y la situación creada por un estado de violencia
institucionalizada y de represión sin escrúpulos, no se vislumbra una salida
verdadera y eficaz que no apele a la lucha armada del pueblo por su total
liberación y por la instauración de un auténtico socialismo”. (3)
Luego del Cordobazo,
el 27-6-69, los coordinadores regionales del Movimiento emitieron una
declaración, asegurando:
“Es falso que los
incendios y destrozos realizados hayan respondido a un plan premeditado para
realizar actos de vandalismo indiscriminado.
Hemos podido comprobar
que todo comenzó con una marcha pacífica de obreros y estudiantes desarmados
que se vieron obligados a defenderse con todo lo que tuvieron a mano, después
que la policía utilizó contra ellos sus armas de fuego, matando a mansalva a
algunos de los manifestantes.
Comprendemos que
su indignación los haya llevado al extremo de incendiar y destruir algunas
propiedades y vehículos pertenecientes a quienes consideraron responsables de
esa situación. Los bienes atacados eran todos propiedad del Estado, de las Fuerzas
Armadas o de prominentes oligarcas.” (4)
Ongaro aseguraba
que mantenía una comunicación permanente con Dios y con la Virgen, a quienes
presentaba como fuente de su inspiración política. Pese a que sostenía que no
era marxista, en la revista Cristianismo
y Revolución, de abril de 1969, destacaba: “La clase trabajadora tiene como
misión histórica la destrucción hasta sus cimientos del sistema capitalista de
producción y distribución de bienes. Nuestras esperanzas no transitan por el
camino de las urnas…”. “Nuestra tierra tiene que ser liberada y todo nuestro
pueblo en armas tiene que hacer esto…”.
Las consecuencias
políticas e ideológicas del Cordobazo fueron muchas y variadas, e influyeron
para generar un imparable proceso de debilitamiento del gobierno militar. Ese
fue uno de los objetivos principales de la operación insurreccional de masas,
la primera de su tipo ocurrida en el país y una de las más importantes que haya
tenido lugar en el continente.
(1) “Entre el mito
y la realidad”; La Voz del Interior, 27-5-19.
(2) La Voz del
Interior, 28-5-15.
(3) Bresci,
Domingo (Comp.). “Documentos para la memoria histórica. Movimiento de
Sacerdotes para el Tercer Mundo”; Centro Salesiano de Estudios San Juan Bosco,
1994, p. 74.
(4) Bresci, op.
cit., p. 83.
Fuentes:
Acuña, Carlos
Manuel. “Por amor al odio. La tragedia de la subversión en la Argentina”;
Buenos Aires, Ediciones del Pórtico, 2000.
Díaz Bessone,
Ramón Genaro. “Guerra revolucionaria en la Argentina (1959-1978)”; Buenos
Aires, Círculo militar, 1988.