Traductor, estudioso y devoto de Santa Teresa 1
Por el P. Fernando Millán
Romeral, OC.
Son muchos los aspectos, dimensiones y facetas de la vida y del perfil
espiritual del Beato Tito Brandsma que resultan enormemente atractivos y
sugerentes para el creyente de hoy. Basta pensar en el talante ecuménico de su
pensamiento y de sus actuaciones pastorales; en su defensa y promoción de la
cultura y la lengua frisonas; en su actividad intelectual en el campo de la
historia, de la espiritualidad y de la mística; en su actividad académica y
docente (fundador de colegios católicos, profesor de la Universidad Católica de
Nimega, de la que llegó a ser Rector Magnificus, en 1932); en su vocación
periodística, que le convirtió en un adalid y en un pionero de la presencia de
la Iglesia en los modernos medios de comunicación; en su intervención -que
acabaría costándole la vida- a favor de la prensa católica durante la ocupación
Nazi de Holanda2…Estamos, en definitiva, ante una figura
fascinante y poliédrica, aureolada con la santidad y el martirio, en el Lager
de Dachau, el 26 de julio de 1942.
Hay un elemento fundamental, para entender el perfil espiritual (y también
el pensamiento) de este gran carmelita del siglo XX, en el que me quiero
detener, aunque sea solamente para dar unas breves pinceladas. Me refiero a su
devoción y admiración por Santa Teresa de Jesús, así como el amplio
conocimiento teórico de su obra y de su espiritualidad, sobre la que publicó
varios trabajos a lo largo de su vida académica.
Se acerca el V Centenario del nacimiento de la Santa de Ávila. El Carmelo
en el que se formó y en el que murió, su “hogar espiritual”, sus hermanos
(aquella “casta” de la que venimos, como la misma Santa señalaba), se prepara
con diversas publicaciones y proyectos. Sirva también este pequeño homenaje a
la gran Santa carmelita, a través del testimonio del Beato Tito.
Estudioso y traductor de la Santa al holandés
Desde muy joven, Tito Brandsma sintió una profunda admiración por Santa
Teresa y, desde sus primeros años de vida religiosa (o incluso antes), se
sintió muy influido por la mística de la Santa de Ávila. Hay quien afirma que
el interés le vino de la curiosidad por los nombres de sus padres: Tito, cuyo
nombre asumiría en su profesión religiosa (su nombre de bautismo era Anno
Sjoerd; en castellano, Annón Sigerio), y Tjitsje, es decir, Teresa.3 Un
curioso testimonio en este sentido lo encontramos en una carta que el joven
novicio Brandsma manda a su madre en octubre de 1898, desde el noviciado en
Boxmeer, para felicitarla por su onomástico y su 49.º cumpleaños, en la que se
incluye un poema acróstico con el nombre de Teresa, ya que Brandsma consideraba
que ésta era la versión frisona de dicho nombre4. Es un precioso testimonio, aun en su sencillez,
en el que el novicio carmelita muestra tanto su afecto por su Lieve Moeder, por
su madre (el amor por la familia es un elemento muy importante para comprender
el perfil humano y espiritual de Tito Brandsma), así como su admiración por
Santa Teresa y su interés literario, que, como sabemos, será también una
constante en su vida.
Aun siendo estudiante, Tito Brandsma tradujo del francés una antología de
textos de la Santa y de la vida de Arnauld d´Andilly. La llevaría a cabo en
1901, con casi 300 páginas. Ciertamente, se trataba de un trabajo con muchas
carencias (empezando por el hecho de traducir los textos no desde el original
español, sino desde una traducción francesa), pero no deja de resultar
significativo el interés del joven carmelita. Más aún, esta antología en
holandés fue, para no pocos carmelitas y estudiosos de la historia de la
espiritualidad en Holanda, el primer acercamiento a los textos de la Santa de
Ávila y, por tanto, un instrumento muy valioso. Pretendía ser el primer volumen
de unas obras completas en holandés. Proyecto siempre anhelado, pero,
finalmente, inacabado 5.
De 1906 a 1909, el joven P. Tito estuvo en Roma haciendo su doctorado en
filosofía. Allí tomaría contacto con algunas nuevas corrientes y sensibilidades
del catolicismo de principios de siglo, como la presencia de la Iglesia en los
medios de comunicación (en aquellos momentos prácticamente reducidos a la
prensa) o el interés por la “cuestión social”, el cual se había venido
desarrollando mucho desde la publicación de la Rerum Novarum de León XIII. Son
años que marcarían profundamente su vida y que orientarían su apostolado al
regresar a Holanda. Pero Brandsma no se olvidó de sus estudios sobre
espiritualidad y, más en concreto, sobre espiritualidad teresiana. Así, en
1916, Brandsma volvió a la carga. Para él, la falta de una traducción de las
obras de Santa Teresa al holandés era una laguna especialmente importante para
la cultura religiosa de los Países Bajos. Ahora había llegado el momento de
traducir los textos de la Santa directamente desde el español. Para ello, formó
un equipo de trabajo con otros tres carmelitas holandeses. Dos años más tarde,
en 1918, salía a la luz el primer volumen, el Libro de la Vida. Después irían
apareciendo sucesivamente nuevos volúmenes: en 1919, las Fundaciones; en 1924,
la primera parte de las Cartas; y, en 1926, las Moradas (obra que el Profesor
Brandsma se sabía casi de memoria)6. Ahí el proyecto volvió a paralizarse, en parte
por los muchos trabajos y ocupaciones del P. Tito (sobre todo, en la
Universidad Católica de Nimega), por la marcha del P. Humberto Driessen (gran
amigo y colaborador de Tito) a Roma, y por la reorganización de personal en la
Provincia holandesa a causa de las diversas misiones que, poco a poco, se iban
asumiendo.
El P. Tito, no obstante, siguió publicando algunos trabajos académicos
sobre la vida, la obra y la espiritualidad de la Santa. Estudió, por ejemplo,
su relación con la mística renano-flamenca y con la devotio moderna
(especialmente con Ruysbroek), así como la contemplación de la pasión de Cristo
como elemento esencial de la espiritualidad cristiana. Estudió también la piedad
eucarística de la Santa de Ávila, tema al que dedicó un breve artículo,
publicado en la revista SS. Eucharistia en 19237. Además, en diversos artículos dedicados a otros
maestros de espiritualidad o a temas diversos, hace referencia a Santa Teresa y
muestra un amplio conocimiento de su doctrina8. Asimismo, en 1929, realizó un viaje de estudios
a España, en el que visitó los lugares teresiano- sanjuanistas (Ávila, Segovia,
Toledo, etc.) y del que quedan algunas huellas muy interesantes (como las tarjetas
postales que fue mandando desde cada uno de estos lugares y que se conservan
hoy en el Museo de Bolsward), así como diversas anécdotas recogidas por
testigos presenciales. Sin duda, el conocimiento directo de los lugares donde
se había desarrollado la vida de Teresa debió suponer un acicate y un estímulo
en sus estudios sobre la espiritualidad de la Santa.
En este sentido, cuenta el P. K. Healy, ex-General de la Orden, que J. De
Guibert (uno de los editores del Dictionnaire de Spiritualité) pidió al P. Juan
de la Cruz Brenninger (autor del célebre Directorio Carmelita), que redactara
la voz Carmes, pero éste recomendó vivamente al P. Tito Brandsma por
considerarlo más competente, de lo cual se alegraría más adelante, porque la
contribución del profesor Brandsma “sobrepasaba con mucho cualquier otra que él
pudiera haber hecho”. En esta colaboración para el Dictionnaire de Spiritualité9,
insiste nuestro hombre en la raigambre carmelitana de la espiritualidad de la
Santa. Es más, afirmará que Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz10 son los mayores exponentes de la
espiritualidad carmelita (ses plus brillantes lumières). Aunque al profesor
Brandsma se le había pedido solamente el estudio de la espiritualidad
carmelitana en general11, o de la llamada “antigua observancia” (pues,
habría una voz específica para la espiritualidad teresiana), en no pocas
ocasiones hace referencia a la doctrina espiritual de la Santa, como cuando,
por ejemplo, señala que la espiritualidad de la reforma turonense se inspira en
la de Santa Teresa. De hecho, la Provincia holandesa, el mismo P. Tito y gran
parte de la Orden, después de la restauración, tras las diversas
exclaustraciones y supresiones del siglo XIX, estaban muy influenciados por la
espiritualidad y el “estilo” de la reforma turonense.
Como era muy frecuente en él (en muy diversos temas y ámbitos), el P. Tito
aprovecha para señalar que no hay oposición, ni menos aún enfrentamiento entre
ambas observancias. Es bien conocido el espíritu siempre conciliador y
“ecuménico” del Beato Tito, lo que le llevó a ser apodado, cuando trabajaba con
los periodistas como Asistente del Episcopado Holandés para la prensa católica,
“el reconciliador”.
En otros artículos, el P. Tito insiste en las conexiones entre Teresa y
antiguos autores carmelitas, así como en la profunda conexión entre la doctrina
de la Santa y algunas de sus imágenes y las empleadas por Ruysbroek 12. En
este sentido, el Profesor Brandsma se hace eco de una conferencia del jesuita
Luis Martín (que más adelante sería el 24.º Superior General de la Compañía),
en la que éste ponía de manifiesto las coincidencias entre las cuatro últimas
moradas del Castillo Interior con los cuatro últimos pasos de la vida mística
según Ruysbroek 13. Brandsma estudió otros puntos de contacto muy
interesantes entre ambos e, incluso, cree que en los dos existe la idea (más o
menos explícita) de que la experiencia mística no es algo reservado a una élite
de creyentes, sino que todo ser humano está llamado de forma natural al
encuentro con Dios y a la experiencia de Dios, sin negar el carácter de don
gratuito de la misma. Es lógico que al Beato Tito le guste mucho esa idea, ya
que es una de las líneas maestras de su espiritualidad. Creo que los expertos
en la historia de la espiritualidad encontrarían aquí un tema fascinante para
el estudio y la profundización.
En el ciclo de conferencias que impartió, en 1935, en los Estados Unidos y
Canadá14, nuestro carmelita se
refirió también en varias ocasiones a Santa Teresa, a la que dedica una
conferencia entera, sintetizando algunos de los elementos más importantes de la
espiritualidad de la Santa de Ávila, tales como los grados de la vida mística,
el Castillo Interior y su significación espiritual, las actitudes para
encontrar a Dios en el alma, la belleza indescriptible del alma visitada por
Dios, la oración afectiva y su base intelectual, etc. Sin duda, el estudio del
Profesor Brandsma se resiente hoy del paso del tiempo (mucho se ha avanzado en
los últimos decenios en el estudio teológico espiritual de la doctrina
teresiana), pero sigue siendo, no obstante, una síntesis muy bien articulada y
elaborada de dicha doctrina, hecha, además, desde el amor y la pasión no
disimulados por la figura de Santa Teresa.
Otras huellas de la espiritualidad teresiana
Además de los estudios dedicados expresamente a la Santa y a la
espiritualidad teresiana, no sería difícil rastrear otras huellas e influencias
de su espiritualidad en la obra del carmelita holandés. Por ejemplo, en los dos
comentarios al Via Crucis que el P. Tito escribió a lo largo de su vida (en
circunstancias, sin duda, muy diversas), no sería difícil encontrar la
influencia de la doctrina teresiana y su amor por la humanidad de Cristo,
experiencia que, para algunos expertos, constituye uno de los ejes fundamentales
y más específicos de la mística teresiana15. El primero de ellos fue escrito para acompañar
los cuadros del pintor expresionista belga, Albert Servaes, reproducidos en el
primer número de la revista Opgang. Aunque no nos podemos detener en ello16,
estas estaciones del Via Crucis causaron un revuelo enorme y una polémica en la
que se vieron envueltas diversas personalidades de la cultura católica de los
años 20. La controversia terminó con la prohibición taxativa por parte de la
Santa Sede de la exposición del Via Crucis de Servaes en lugares de culto17. No
sabemos cómo ni por qué, pero el P. Tito Brandsma se vio envuelto en este
“affaire Servais”. Parece ser que su intervención se pudo deber a la amistad
que tenía el P. Tito con el carmelita descalzo, Jerónimo de la Madre de Dios,
que había sido el director espiritual de Servaes, a quien encargó los cuadros
para el Via Crucis. De hecho, el pintor belga había tenido desde joven una
profunda inquietud religiosa y en cierta ocasión llegó a afirmar de su pintura:
“Sólo he tenido dos maestros: el Evangelio y la naturaleza...” Parece ser que,
por todo ello, el P. Jerónimo sufrió mucho con la prohibición.
El P. Tito, tomando una de esas decisiones salomónicas que le
caracterizaban, le recomendó obedecer la orden y no causar escándalo, pero se
comprometió a publicar dicho Via Crucis, acompañado de un comentario suyo, en
la revista Opgang. Y ese es el primer comentario al Via Crucis del Beato Tito
que hoy poseemos. Hoy no solamente podemos contemplar el Via Crucis de Servaes,
sino que, en cierto modo, y gracias a aquella controversia, podemos leer la
meditación del P. Tito sobre cada una de las estaciones en las que él se recrea
-en la mejor tradición tanto de la mística renano-flamenca, como de la espiritualidad
de Santa Teresa a quien él tanto admiraba- en el sufrimiento de Cristo, en su
debilidad y fragilidad, pero no en un sentido masoquista o negativo, sino como
culminación de su amor por la humanidad y de su identificación plena con la
misma18. Es el Cristo abajado, es el varón de dolores, “ante quien se vuelve el
rostro” (Is 53,3), o el que “a pesar de su condición divina, no hizo alarde de
su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición
de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre
cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de
cruz…” (Flp 2, 6-11)19.
El segundo fue preparado en circunstancias más excepcionales y mucho más
dramáticas si cabe. Brandsma había sentido una gran simpatía y devoción por
Willibrordo y Bonifacio, los apóstoles de la Frisia, su región natal. Este
último había muerto en Dokkum, en el año 754, a manos de los frisones nativos
que se resistían a la evangelización. El P. Tito había trabajado mucho para que
se reconstruyera una capilla en honor de San Bonifacio allí, en Dokkum, en el
mismo lugar donde, según una tradición, habría muerto el misionero de la
Frisia. Cuando ésta fue inaugurada, él mismo predicó en varias lenguas,
incluido el frisón. Estando en la prisión de Scheveningen, en 1942, preparó un
Via Crucis como comentario a cada una de las estaciones que rodeaban dicha
capilla. Se trata de un comentario mucho más breve que el primero, pero con un
valor testimonial verdaderamente excepcional y sobrecogedor. El profesor
Brandsma, el P. Tito, el prisionero número 58, se unía así a Jesús en el camino
de la cruz… Hoy en Dokkum, en Frisia, en el santuario dedicado a San Bonifacio,
son muchísimos los recuerdos que nos hablan del Beato Tito, de su interés en
crear aquel lugar de oración, de su predicación en la inauguración del mismo,
así como de diversas visitas y peregrinaciones. Incluso, cerca de la estatua
que representa a Bonifacio intentando protegerse con un libro (quizás, como
afirma la tradición piadosa, con la Biblia), cuando iba a ser apedreado e iba a
morir, se encuentra también la estatua del Beato Tito, en la que se le
representa ya anciano, cansado, demacrado, dirigiéndose quizás a la muerte…
Una vez más, la espiritualidad de la cruz, entrelaza la vida de Tito a la
de Jesús y, en este caso, a la del mártir de la evangelización de la Frisia,
San Bonifacio.
En cualquier caso, y esto es lo que más nos interesa aquí, en ambos Via
Crucis el Beato Tito se mostró como un contemplativo de la pasión de Cristo y
de su humanidad y no resultaría difícil para el lector familiarizado con la
espiritualidad de Teresa, el ver aquí ecos del magistral capítulo 22 de Libro
de la Vida: “¿Y no le miraremos tan fatigado y hecho pedazos, corriendo sangre,
cansado por los caminos, perseguido de los que hacía tanto bien, no creído de
los apóstoles?” (V 22, 6), o de la famosa contemplación ante un Cristo muy
llagado (V 9,1).
Casi nos atrevemos a señalar, que estos textos de la Santa debieron estar
muy presentes en el corazón del carmelita holandés, cuando, también en su celda
de Scheveningen, escribe su famoso poema “Ante un cuadro de Jesús en mi celda”,
poema traducido hoy a muchas lenguas y con el que tantas personas han orado,
han meditado y han participado de la intensa experiencia espiritual del Beato
Tito:
Cuando te miro, buen Jesús, advierto
en ti el calor del más querido amigo,
y siento que, al amarte yo, consigo
el mayor galardón, el bien más cierto.
Este amor tuyo -bien lo sé- produce
sufrimiento y exige gran coraje;
mas a tu gloria, en este duro viaje,
sólo el camino del dolor conduce.
Feliz en el dolor mi alma se siente;
la Cruz es mi alegría, no mi pena;
es gracia tuya que mi vida llena
y me une a ti, Señor, estrechamente.
Si quieres añadir nuevos dolores
a este viejo dolor que me tortura,
fina prueba serán de tu ternura,
porque a ti me asemejan redentores.
Déjame, mi Señor, en este frío
y en esta soledad, que no me aterra:
a nadie necesito yo en la tierra
en tanto que Tú estés al lado mío.
¡Quédate mi Jesús! Que, en mi desgracia,
jamás el corazón llore tu ausencia:
¡que todo lo hace fácil tu presencia
y todo lo embelleces con tu gracia!20
De hecho, él mismo nos da la pista para rastrear esta inspiración teresiana
en una de las conferencias pronunciadas en los Estados Unidos y Canadá y a las
que hacíamos referencia anteriormente21. En su primera intervención, dedicada al profeta
Elías y a la práctica de la “presencia de Dios” (elemento que él considera
esencial en el Carmelo), afirma lo siguiente:
“En nuestros tiempos, Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, vendría a
ser el gran ejemplo de este ejercicio de la presencia de Dios que se expresa en
la devoción a la Santa Faz. Esta devoción era también un elemento
característico de su hermana Santa Teresa de Ávila. En muchas de nuestras
antiguas iglesias podemos encontrar huellas de esta devoción especial del
Carmelo por la Santa Faz. Por ejemplo, aparece pintada en piedra en la parte
superior triangular de la fachada de nuestros antiguos conventos de Maguncia y
de Frankfurt, mirando hacia el coro y rodeada de textos en los que se recuerda
a los que rezan que los ojos de Dios siempre les contemplan desde arriba y que
ellos, a su vez, deben siempre mirar hacia arriba, contemplando la Santa Faz”.
La frustración de una obra inacabada
Una de las cosas que más me llaman la atención de la personalidad del Beato
Tito es su capacidad para aceptar con gran madurez, con serenidad, con una
resignación creyente, elegante y positiva, las pequeñas y grandes
contrariedades que la vida le fue deparando. Siendo estudiante, y debido a su
tendencia a pensar libremente y a cuestionar lo que se le enseñaba, fue
“castigado” por sus superiores y, en vez de continuar sus estudios, permaneció
un año más en Oss como ayudante de sacristán. Cuando, más adelante, el P. Tito
haga referencia a este episodio de su vida, nunca lo hará con rencor o
resentimiento, sino, más bien, todo lo contrario, con respeto e incluso
admiración hacia su formador (el P. Eugenio Driessen22) que así lo dispuso:
“El padre Driessen tenía razón al juzgar severamente mis defectos, porque,
siendo mi profesor, los veía con más claridad que los demás. Me daba
provechosos consejos y me llamaba al orden. Le debo profundo agradecimiento.
Pero, entre nosotros dos, apenas había entonces entendimiento alguno, porque yo
sostenía opiniones diversas a las enseñanzas de clase, surgiendo siempre la
disputa entre él y yo...”
Posteriormente, en 1909, y cuando le quedaba poco para el examen de
doctorado en Roma, sintió por primera vez el latigazo de la enfermedad. Tuvo
que permanecer varias semanas en cama y no preparó bien el examen. No obstante,
con la tenacidad frisona que le caracterizaba, quiso presentarse al mismo… y
suspendió. Ello le supuso (aparte de la “humillación” en su vida estudiantil),
el dedicar gran parte del verano a preparar el examen. Sin embargo, cuando a
Brandsma le presentaban en algún acto como doctor por la Universidad Gregoriana
de Roma, él siempre solía señalar con cierto sentido del humor: “Doctor, sí,
pero en la convocatoria de septiembre”.
Lo mismo le ocurriría con una de sus “vocaciones” más íntimas, la de
misionero. Cuando el joven doctor regresa a Holanda, en 1909, tras obtener su
doctorado en Roma, la Provincia holandesa se embarcaba en un amplio proyecto
misionero que, con los años, se convertiría en las misiones carmelitas de
Indonesia (hoy la Provincia más grande de la Orden), Brasil y, ya más tarde,
Filipinas. El Carmelo holandés -con gran entusiasmo y enorme generosidad-
emprendía la que probablemente ha sido la mayor expansión del Carmelo (de la
Antigua Observancia) en el siglo XX junto con la llevada a cabo por la
Provincia de Irlanda en Estados Unidos, Australia y Zimbabwe. El joven
carmelita holandés, se ofrece en varias ocasiones para ir “a las misiones”,
pero sus superiores (con bastante buen criterio) se lo negaron dado su estado
de salud (siempre frágil y enfermizo) y quizás también pensando en un futuro
académico brillante, que fuera de mayor utilidad para las necesidades de la
Provincia y de la Orden. Brandsma sintió mucho esa negativa, pero su reacción
fue tremendamente positiva: trabajar por las misiones desde Holanda con los
medios a su alcance (colectas, exposiciones, predicaciones, etc.).
Asimismo, la enfermedad (ese viejo dolor, al que se refiere en su famoso
poema escrito en la cárcel de Scheveningen), le acompañaría toda su vida,
frustraría algunos proyectos y le paralizaría en plena actividad pastoral o
académica, provocando en más de una ocasión su ingreso en el hospital. Brandsma
siempre lo aceptaría con paciencia e incluso con sentido del humor.
Algo parecido le ocurriría al profesor Brandsma respecto a su gran proyecto
inacabado: publicar las obras completas de Santa Teresa en holandés. Dos
testimonios pueden ser significativos en este sentido. En el Liber Amicorum,
que se preparó, en 1937, para su hermano de hábito y gran amigo, el P. Humberto
Driessen (hermano de Eugenio), le confesaba fraternalmente: “Hay muchas cosas
en mi vida que ciertamente lamento, pero ninguna más que el no haber terminado
las obras de Santa Teresa”. Es verdad que, en vida del P. Tito, llegaron a
publicarse cuatro volúmenes, pero sólo varios años después de su muerte verían
la luz los demás, completados por obra del carmelita holandés, P. Keulemans.
El segundo testimonio lo encontramos en una carta que, a primeros de agosto
de 1942, manda precisamente su amigo Humberto Driessen a otro gran carmelita
del siglo XX, el P. Bartolomé Xiberta, quien había vivido en Holanda dos años,
de 1937 a 1939, al ser expulsado de la Italia fascista y que por entonces se
encontraba en España. Cuando muere el P. Tito a finales de julio de 1942 las
noticias son confusas. Su cuerpo se consumiría en los crematorios de Dachau
junto a otros miles de prisioneros. Un lacónico certificado médico da cuenta de
la muerte de Anno Brandsma. Pocos días después, el P. Driessen escribe a
Xiberta en un italiano “de la koiné” y le da cuenta de la fama de santidad que
existe desde el primer momento. Es un testimonio valiosísimo, en el que,
tangencialmente, Driessen recuerda su devoción por la Santa de Ávila. Creo que
merece la pena reproducir el párrafo entero:
“Nadie le superaba en su amor por la Orden y por la Virgen. Todas sus
predicaciones, sus escritos o cualquier publicación que hiciese, terminaban
siempre con un pensamiento a gloria y honor de María. Hace un año predicó los
ejercicios espirituales a los frailes en Oss y no hablaba más que de la Virgen.
Por tanto, no es de extrañar que nosotros veamos en él un ejemplo, un verdadero
santo. Todos deseamos que bien pronto sea beatificado23. En
este sentido he escrito ya al P. Eugenio.24 Y, particularmente, nuestras monjas se dirigen a
él para obtener quién sabe cuántas cosas. En Heerlen han recibido ya una
novicia por intercesión suya y quién sabe cuántas cosas más obtendrán a partir
de ahora. Han encontrado a quien recurrir y no lo dejan jamás. Además, aquellas
monjas lo conocían bien, ya que cada vez que venía por aquí les hacía una
visita y ellas recuerdan muchos de sus dichos y hechos. ¡Y cuánto han pedido
después por él! Día y noche lo tenían presente desde que fue arrestado. En una
sola cosa no podrá ya ayudarlas, que es en terminar la edición de las obras de
Santa Teresa, y eso que incluso seguía trabajando en la solitaria vida de
prisionero, pero no ha podido terminarla. Dios no lo ha querido”25.
Cristo, Teresa y Brandsma… en el Lager
En enero de 1942, nada más llegar a su celda en la prisión de Scheveningen,
el P. Tito decide organizar lo que va a ser su “hogar”. Como hiciera la Regla
Carmelita, casi ocho siglos antes, Brandsma organiza el espacio (mi celda) y el
tiempo (mi horario). En varias ocasiones he señalado que la Regla del Carmelo
tiene mucho que ver con “el hogar”, con “la casa”, con “lo familiar”, con el
oikos, usando el término griego que da lugar en las lenguas modernas a varios
términos importantes que forman parte de la espiritualidad implícita de
aquellos primitivos carmelitas. Así, podríamos decir que lo primero que hace la
comunidad carmelita descrita en la Formula Vitae es crear una “economía”
(oiko-nomia, gobierno y organización de la casa común), una “ecografía” (no en
sentido médico, sino como la descripción y el diseño de un hogar), y fomentar
la ekumene, es decir, la invitación continua a participar en un ámbito común de
encuentro y crecimiento. Más aún, los hermanos deben ser maestros en “ecología”
(es decir, en oiko-logía) y cuidar, proteger y mimar ese ambiente fraterno y
agradable, en el que podamos crecer como personas y como creyentes.
Algo similar es lo que hará Tito Brandsma en su celda carcelaria, aunque no
nos podamos detener aquí en ello. Solamente un detalle nos llama la atención
para nuestro tema: en un tablero del juego de damas cubierto de papel, el
carmelita pega tres estampas: un Cristo crucificado de Fra Angélico (que le
inspiraría su célebre poema), escoltado, por un lado, con una imagen de San
Juan de la Cruz con su lema Pati et contemni pro te, y, por el otro, con una
estampa de Santa Teresa de Jesús con su lema Aut pati, aut mori. Sin duda, el
profesor Brandsma se rodeaba de buenos compañeros para el camino que estaba
emprendiendo y del que probablemente era muy consciente…
Parece ser que antes de la invasión alemana, el carmelita holandés tenía ya
concertada la publicación de una biografía de la Santa con la editorial
Spectrum, aunque varias veces, había pospuesto el trabajo. Al llegar a la
cárcel de Scheveningen (primera etapa del rosario de prisiones y campos de
concentración por los que pasó), pensó que podría llevar a cabo este trabajo
tan anhelado. Esta vez estaba decidido a hacerlo. Contaba tan sólo con la obra
de Kwakman, Doctora mística (uno de los dos libros que le permitieron
llevarse), y con toda la erudición almacenada durante años de estudio. Llegó a
escribir más de 300 páginas. Las primeras están escritas en folios normales,
con el membrete de la cárcel, pero, en cierto momento, parece que se le retiró
el papel, por lo que continuó escribiendo entre las líneas del otro libro (una
vida de Jesús de Cyriel Verschaeve26), que fue recuperado tras la guerra y aún
conservan como una reliquia los carmelitas holandeses. La letra, que en los
primeros capítulos es clara y firme, va deformándose a medida que pasan las
páginas27. Quedan así entrelazadas las vidas de Jesús, la
de su amada Teresa y la del carmelita frisón, quien, quizás, intuía ya que la
obra no sería rematada, al menos del modo que se cabría esperar28. Lo
haría de un modo más existencial y sublime.
Pero, quizás, lo más importante y esencial de su devoción teresiana es que,
a lo largo de su vida, tanto en las situaciones más ordinarias, como en los
momentos extraordinarios y heroicos, Tito Brandsma hizo suyo el consejo de la
Santa en el capítulo cuarto de las séptimas moradas del Castillo Interior:
“Poned los ojos en el Crucificado y haráseos todo poco”29.
Por su frágil salud, que le mermó desde su infancia, así como por las
diversas situaciones que pusieron a prueba su confianza, el P. Tito fue
fraguando una verdadera espiritualidad de la pasión de Cristo, muy inspirada
por la mística teresiana, así como por la espiritualidad renano-flamenca con
las que estaba muy familiarizado. No fue una espiritualidad meramente
académica, sino vital, como supo demostrar en los últimos meses de su vida,
mientras recorría cárceles y campos de concentración en situación inhumana. Lo
mismo ocurrió con otros temas y elementos de la espiritualidad teresiana de la
que Tito fue empapándose y asumiendo a un nivel muy profundo, vital,
existencial.
Él mismo recordaba a Humberto Driessen (en el Liber Amicorum mencionado más
arriba) cómo las obras de Santa Teresa que estaban traduciendo “fueron más que
un trabajo que nos ocupaba, nos hicieron profundizar en nuestro espíritu, nos
introdujeron en un ámbito de interioridad y devoción y revivieron en nosotros
el amor por el espíritu primitivo de la Orden…”.
Un compañero de presidio del Beato Tito, el hermano Fray Rafael Tijhuis,
carmelita holandés como él, pero que residía en Alemania y que había sido
detenido por unos comentarios irónicos sobre el Reich en unas cartas, cuenta en
su Diario:
“Muchas mañanas, si había algunos minutos libres antes de que las
autoridades hicieran la última llamada, se podía ver a Tito rodeado de un
grupito de buenos amigos a los que hablaba espiritualmente de María o de Teresa
de Ávila, sobre la que había trabajado y meditado toda su vida. Más aún,
incluso hacía planes para el futuro y pensaba publicar una biografía de la
Santa sobre cuya vida había escrito ya siete capítulos en los primeros meses de
prisión (…).
El hambre física es algo terrible, pero el hambre espiritual es todavía
peor. Por ello, nos sentíamos fortalecidos interiormente y capaces de tolerar
mejor la situación cuando el Señor estaba con nosotros. Tito nos contó varias
veces que, según Santa Teresa, la comunión no es solamente un alimento
espiritual, sino que también fortalece el cuerpo. Y, realmente, muchos de
nosotros pudimos experimentar esto. Una nostalgia enorme de los sacramentos de
la Iglesia ardía en nuestro interior, nostalgia de esos canales de gracias que
solamente aprendí a valorar sinceramente, en su justo valor, cuando sufrimos
aquel terrible exilio en Dachau”30.
Probablemente, el P. Tito hacía referencia al Comentario al Padrenuestro
(“danos hoy nuestro pan de cada día”) que la Santa hace en el Camino de
Perfección:
“¿Pensáis que no es mantenimiento aun para estos cuerpos este santísimo
manjar, y gran medicina aun para los males corporales? Yo sé que lo es, y
conozco una persona de grandes enfermedades que, estando muchas veces con
graves dolores, como con la mano se le quitaban y quedaba buena del todo. Esto
muy ordinario, y de males muy conocidos que no se podían fingir, a mi parecer.
Y porque de las maravillas que hace este santísimo Pan en los que dignamente le
reciben son muy notorias, no digo muchas que pudiera decir de esta persona que
he dicho, que lo podía yo saber y sé que no es mentira. Mas ésta habíala el
Señor dado tan viva fe, que cuando oía a algunas personas decir que quisieran
ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro bien en el mundo, se reía entre sí,
pareciéndole que, teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como
entonces, que ¿qué más se les daba?”31.
También en las Cuentas de conciencia, Santa Teresa hace referencia a este
tema, aunque de forma más indirecta:
“Una cosa me espanta; que, estando de esta suerte, una sola palabra de las
que suelo entender, o una visión, o un poco de recogimiento, que dure un
Avemaría, o en llegándome a comulgar, queda el alma y el cuerpo tan quieto, tan
sano y tan claro el entendimiento, con toda la fortaleza y deseos que suelo. Y
tengo experiencia de esto, que son muchas veces, al menos cuando comulgo, ha más
de medio año que notablemente siento clara salud corporal, y con los
arrobamientos algunas veces”32.
En cualquier caso, no cabe duda de que en los duros momentos del cautiverio
en Dachau, en aquel terrible invierno de 1942, el anciano profesor se consolaba
y consolaba a los que le rodeaban33, con estas ideas de la Santa sobre la eucaristía
que, en aquellas condiciones tan especiales, se había convertido en algo
preciosísimo y de más valor, si cabe, que en la vida ordinaria34.
También Aukes (siguiendo el testimonio de Fray Rafael Tijhuis) alude a estas
reflexiones, basadas en pensamientos de la Santa. En concreto, cuando el Beato
recibió una paliza por volver al barracón a recuperar las gafas que había
olvidado (una de las varias palizas que recibió y que minaron su ya débil
salud), y otros prisioneros se acercaron después a consolarle, fue él quien
consoló a los compañeros de infortunio, diciéndoles que era una situación de la
que no valía la pena hablar mucho. Y añade Aukes: “Entonces permaneció en
silencio, meditando durante unos momentos y les dio a los compañeros algunas
sabias palabras de Santa Teresa para que reflexionaran al respecto”35.
Contamos, además, con otro testimonio sobrecogedor, en el que también el
Beato Tito se refiere a Santa Teresa en una situación dramática, prácticamente
en los últimos momentos de su vida. Me refiero al testimonio de la enfermera de
la Revier –“enfermería”, en la jerga de los campos- de Dachau. Dado que el
estado de salud de Tito era cada vez más preocupante, los compañeros de prisión
(Fray Rafael, otros sacerdotes y carmelitas, compatriotas holandeses, etc.) le
insisten en que vaya a la enfermería. El 18 de julio de 1942, el mismo Fray
Rafael le acompaña hasta los umbrales de la enfermería. Tito se despide con una
de aquellas frases que mostraban su irreductible optimismo: “No te preocupes,
hermano, esto durará unos días y para agosto estaremos en casa…” Ciertamente su
estancia en la enfermería duró sólo unos días, pero el final de la historia fue
muy distinto, ya que el P. Tito moriría el 26 de julio, por la inyección de
ácido fénico que le aplicó la enfermera.
Curiosamente, dicha enfermera declarará (y su testimonio fue decisivo) en
el proceso de beatificación, muchos años más tarde. Lo hizo bajo el nombre
genérico de Tizia, ya que ella misma impuso esa condición para testimoniar, por
temor a posibles represalias. Era de origen holandés y, quizás por ello, el P.
Tito mantuvo con ella varias conversaciones. Incluso le regaló su rosario
(aunque ella le aseguró que no era creyente) para que pidiera por la paz. En
cierta ocasión (y ella misma lo cuenta en su declaración en el proceso), le
reprochó al carmelita holandés el comportamiento inmoral que se atribuía en el
campo a ciertos sacerdotes. Probablemente se trataba de una de las tantas
insidias que hacían circular los mismos kapos para desacreditar a los cientos
de religiosos prisioneros. En cualquier caso, el P. Tito no tomó la vía de la
“apologética”, sino que, con gran humildad, le refiere una supuesta frase de
Santa Teresa. Cuando Tizia declara en el proceso, cita las palabras del
prisionero de memoria: “los mejores sacerdotes no son siempre los que desde el
púlpito hacen las predicaciones más bellas, sino los que sufren y ofrecen sus
sufrimientos por los pecadores”. A lo que, según Tizia, añadió el P. Tito que
“estaba contento de poder sufrir”. Resulta difícil identificar a qué palabras
de Santa Teresa se refería nuestro hombre36. Quizás resuena el capítulo 16 del Libro de la
Vida (Vida 16,7), en el que se da una solapada crítica de la predicación que no
se corresponde con la santidad o que no mueve a la santidad; o quizás Tizia,
cuya declaración se da a más de diez años de los hechos y tras varios años de
cárcel, se equivoca en la precisión de las palabras del beato Tito. En
cualquier caso, no deja de ser significativo que la enfermera que acabó con su
vida, recuerde, mucho después, que el beato Tito se refería a la Santa en sus
últimos días.
En Dachau convivieron muchos religiosos y sacerdotes (incluso algunos
obispos) detenidos por el III Reich que, por un acuerdo secreto con el Vaticano37,
fueron agrupados en Dachau, con ciertas condiciones especiales, entre ellas, la
existencia de una capilla que podía ser usada en algunas ocasiones y con no
pocas restricciones. En el campo se dieron verdaderos ejemplos de santidad38,
junto a todo tipo de debilidades y flaquezas humanas. Se llegó incluso a
ordenar de forma clandestina al joven diácono Karl Leisner que moriría poco
después de la liberación39. Otro carmelita, el P. Hilario Januszewski, tras
vivir varios años en el campo, y el cual se ofrecería voluntario para cuidar a
los enfermos de tifus, que se multiplicaban cada vez más dadas las terribles
condiciones de los prisioneros, moriría algunas semanas antes de la liberación.
Januszewski fue beatificado junto a un numeroso grupo de sacerdotes y
religiosos polacos prisioneros en Dachau, en 1999 40.
En uno de los extremos del Lager existe hoy el “Carmelo de la Sagrada
Sangre” (Karmel der Heilige Blut), un monasterio de Carmelitas Descalzas que,
en este lugar sagrado, oran constantemente por la paz y la reconciliación. Fue
erigido en abril de 1963, si bien, por ciertas dificultades en los trabajos de
construcción, no fue inaugurado solemnemente hasta noviembre de 1964 por el
obispo auxiliar Neuhäusler41 En el folleto de presentación del monasterio se
puede leer:
“Como carmelitas, nuestra vida en este lugar se caracteriza por un ambiente
de retiro y de silencio, por una toma de conciencia de la presencia de Dios y,
al mismo tiempo, por una apertura a los dramas de ayer y de hoy… Porque “el
mundo está en llamas”, como decía Teresa de Jesús, también hoy es muy necesario
el diálogo con Dios (…). Las ventanas de nuestras celdas se abren hacia el
campo de concentración. Esta vista, así como el encuentro con los seres humanos
que sufrieron (o que sufren todavía hoy) dan su significación más profunda a
este lugar… por el que también pasaron sacerdotes y religiosos. Muchos de
ellos, dieron testimonio de su fe y pertenecen ya al elenco de mártires del
siglo XX. Entre ellos, un carmelita, Tito Brandsma, y un sacerdote diocesano,
Karl Leisner, se han convertido para nosotras en una fuente de energía para
nuestra vida carmelita. Y así, este lugar de horror y sufrimiento, se ha
convertido en un lugar para aprender a construir la paz y la reconciliación,
así como una especie de santuario al que tantas personas de todo el mundo vienen
en peregrinación…”
El P. J. Kentenich, fundador del movimiento Schönstatt, quien también
coincidió con el Beato Tito y con fray Rafael Tijhuis en Dachau, contaba en una
carta enviada, en 1954, al Vice-Postulador de la causa, P. Adriano Staring, O.
Carm., que una frase del P. Tito le había quedado grabada en la mente: “Ahora
debo vivir lo que he estado enseñando…” Hoy en día que se escriben cosas
sublimes sobre vida religiosa y sobre espiritualidades celestiales, no debemos
olvidar esta última lección magistral del Profesor Brandsma: una espiritualidad
que arraiga en la realidad de la vida y que no se queda en los libros y en los
blogs; un testimonio heroico (y, al mismo tiempo, muy humilde) de coherencia
intelectual, espiritual y vital; una llamada a no olvidar que el amor debe
estar en el centro de nuestras espiritualidades y de nuestra piedad. Todo ello
vivido, como Santa Teresa, desde una profunda unión e identificación con el
Cristo humano, sufriente y cercano. Por todo ello, el testimonio del Beato Tito,
muchos años después de su muerte, aún nos sobrecoge y nos ilumina como
carmelitas del siglo XXI…
Permítaseme una breve reflexión final, dirigida de forma más específica al
lector de Latinoamérica, hacia el cual va dirigido este congreso. Creo que de
lo dicho hasta hora, se pueden extraer muchas sugerencias y elementos a
desarrollar para una lectura actual de la Santa en el continente americano.
Solamente quisiera sugerir una consideración en este sentido y subrayar cómo el
hecho de fijar nuestra atención en el Cristo sufriente, como hacen (siguiendo
una honda tradición del Carmelo) Teresa y Tito, y el hacerlo de forma
contemplativa, honesta, honda, espiritual, auténtica… no puede sino llevarnos a
una actitud de cercanía a los sufrientes de nuestro tiempo. Es una obviedad,
pero conviene no perderlo de vista.
En el cristianismo, no se puede hacer teología (en el sentido más básico y
etimológico de la palabra, esto es, “hablar de Dios”), sin orientar nuestra
mirada al ser humano que sufre. No se puede vivir una sincera devoción a la
pasión de Cristo, sin desarrollar nuestra sensibilidad, nuestra solidaridad y
nuestra compasión en relación al pobre y al necesitado. América Latina vivió un
gran desarrollo teológico hace unas décadas con la llamada “teología de la
liberación” (aunque quizás sería más correcto hablar de “teologías de la
liberación”). Es cierto que en determinados momentos pudieron darse excesos y
desviaciones, reduccionismos empobrecedores y actitudes equivocadas42,
pero ni la teología, ni la pastoral, ni la espiritualidad, pueden olvidar esa
dimensión esencial de nuestra fe. Siempre he defendido que “teología de la
liberación” es (o debería ser) una tautología. Una teología que no sea
liberadora no es teología cristiana. Quizás ahora nos encontremos en un buen
momento para un sereno debate teológico sobre estos temas, sin banderías ni
animosidades estériles. Aunque parezca que la teología de la liberación haya
“pasado de moda” y, subrayando la necesidad de centrar algunos aspectos, de
revisar y corregir otros, podemos afirmar con el entonces Cardenal Ratzinger
que tomada en sí misma, la expresión «teología de la liberación» es una
expresión plenamente válida: designa entonces una reflexión teológica centrada
sobre el tema bíblico de la liberación y de la libertad, y sobre la urgencia de
sus incidencias prácticas (Libertatis nuntius, 4).
Teresa y Tito nos invitan hoy a mirar (en el sentido más hondo de la
palabra) al pobre, al marginado, al excluido, al que no cuenta… y a ver en él
(sin espiritualismos desencarnados) al crucificado. Teresa y Tito nos recuerdan
la entraña liberadora de la verdadera espiritualidad cristiana y carmelita. No
dejemos que un mal entendido espíritu posmoderno o el neoconservadurismo en
boga nos lleven a ignorar y descuidar actitudes y logros muy valiosos.
La misma instrucción del Cardenal Ratzinger a la que acabamos de hacer
referencia (Libertatis nuntius, supuestamente la más crítica con esta
teología), señalaba en la introducción con palabras muy acertadas:
Esta llamada de atención de ninguna manera debe interpretarse como una
desautorización de todos aquellos que quieren responder generosamente y con
auténtico espíritu evangélico a «la opción preferencial por los pobres». De
ninguna manera podrá servir de pretexto para quienes se atrincheran en una
actitud de neutralidad y de indiferencia ante los trágicos y urgentes problemas
de la miseria y de la injusticia. Al contrario, obedece a la certeza de que las
graves desviaciones ideológicas que señala conducen inevitablemente a
traicionar la causa de los pobres. Hoy más que nunca, es necesario que la fe de
numerosos cristianos sea iluminada y que éstos estén resueltos a vivir la vida
cristiana integralmente, comprometiéndose en la lucha por la justicia, la
libertad y la dignidad humana, por amor a sus hermanos desheredados, oprimidos
o perseguidos. Más que nunca, la Iglesia se propone condenar los abusos, las
injusticias y los ataques a la libertad, donde se registren y de donde
provengan, y luchar, con sus propios medios, por la defensa y promoción de los
derechos del hombre, especialmente en la persona de los pobres (Libertatis
nuntius, Introducción).
Creo que nosotros, carmelitas del siglo XXI, desde una espiritualidad
contemplativa, desde nuestra tradición y nuestro carisma, podemos contribuir a
esa tarea liberadora, inherente a la fe y al cristianismo mismo. También se
puede y se debe hacer desde un contexto latinoamericano, como Teresa lo hizo en
la Castilla del siglo XVI y como Tito Brandsma lo hizo en la convulsa Europa de
mediados del siglo XX, la Europa de la crisis, de la guerra y del holocausto.
Los centenarios no son (o no deberían ser) la excusa para una actividad
meramente arqueológica o erudita, sino la ocasión de leer y releer de forma
creativa y significativa el mensaje de la persona a la que recordamos. El
centenario del nacimiento de la Santa de Ávila puede ser, sin duda, una ocasión
privilegiada para releer en diversos ámbitos y desde diversos contextos vitales
su mensaje.
Teresa y Tito nos enseñan que no se puede permanecer impasible ante un
“Cristo muy llagado”, que la espiritualidad (entendida como experiencia o como
reflexión teórica sobre esa experiencia) no puede ser sino “espiritualidad
liberadora”, que nos lleva a intuir y a contemplar el misterio último del ser
humano, que sólo se entiende desde el misterio de Cristo mismo (GS, 22)43.
Ojalá que nosotros, carmelitas del siglo XXI, vivamos con hondura ese misterio,
y sepamos estar -como verdaderos espirituales- junto a los más necesitados con
generosidad, compasión y solidaridad. Que Santa Teresa de Jesús y el beato Tito
Brandsma nos ayuden desde el cielo…
NOTAS
1 Este trabajo fue publicado en Revista
de Espiritualidad 71 (2012) 307-329. Existe una versión breve en italiano (Tito
Brandsma, devoto e studioso di s. Teresa d’Avila) en la revista Horeb 59
(2011/3) 101-107. Una traducción al inglés será próximamente publicada en la
revista norteamericana The Sword. Lo ofrecemos aquí con algunos añadidos y una
breve reflexión final para el lector latinoamericano.
2 Existen varias biografías del Beato
Tito Brandsma. En castellano podemos destacar: M. ARRIBAS, El precio de la
verdad (Roma 1998), así como: J. ALZIN, Ese frailecito peligroso (Madrid 1956),
que es traducción del original francés de 1954 (Ce petit moine dangereux).
Véase también: F. MILLÁN ROMERAL, Tito Brandsma (Madrid 2008).
3 Cf. A. STARING, Fr. Titus Brandsma and
St. Teresa of Avila: Carmel in the World 20 (1981) 40-50. Recogido también en:
AA.VV., Essays on Titus Brandsma (Rome2 2004) 205-213.
4 Lo destaca Otger Steggink en su
introducción a la traducción española de una Novena en honor de Tito Brandsma
(In Pater Titus’ Leerschool. Noveneboekje), publicada en su versión original
neerlandesa en 1957 y redactada con textos del Beato Tito y con los comentarios
de Alberto Groeneveld, O.Carm.
5 Dice Steggink en dicha introducción
(ver nota anterior) que “Si el propio fr. Tito escogió los textos -lo que
resulta probable- debe afirmarse que el joven carmelita holandés estaba muy
bien familiarizado con los escritos de la Santa”.
6 Saint Teresa (1515-1582). Werken [Uit
het Spaansch vertaald door Dr. Titus Brandsma, Dr. Eugenius Driessen, Dr.
Hubertus Driessen, en Dr. Athanasius v. Rijswijk, van de Orde der Broeders van
Onze Lieve Vrouw van den Berg Carmel] (Bussum 1918-1926).
7 T. BRANDSMA, De H. Teresia en de
Heilige Eucharistie: SS. Eucharistia 19 (1923) 9-13, 24-27.
8 Próximamente será publicada la
traducción inglesa de una serie de artículos, voces de diccionarios y trabajos
varios del Beato Tito en el campo de la historia de la espiritualidad,
traducidos por el gran historiador de la Orden Carmelita, P. Joachim Smet,
recientemente fallecido, y a quien rendimos aquí un fraterno homenaje.
9 T. BRANDSMA, “Carmes (Spiritualité de
l’Ordre des)”, en: Dictionnaire de Spiritualité II (Paris 1953) 156-171. Existe
una traducción castellana, publicada por el infatigable Rafael M.ª López Melús,
bajo el título: El Carmelo escuela de Santidad (Onda-Castellón 1985).
10 De hecho, Brandsma se interesó
también por la espiritualidad del Santo de Fontiveros, si bien no tanto como en
el caso de Teresa de Ávila. Por poner solamente dos ejemplos: en varios
artículos defendió, frente a ciertas críticas, el carácter mariano de la
espiritualidad del santo, tema al que dedicó la séptima de las conferencias
dadas en Norteamérica (titulada precisamente: The Marian “Doctor Mysticus”).
Asimismo, se interesó por las canciones de Juan de la Cruz, como ya mostró M.
A. Díez en un hermoso artículo publicado en 1983, el año de su beatificación.
Cf. M. A. DÍEZ, Desafío de unas preguntas del Beato Brandsma: Monte Carmelo 93
(1985) 428-436.
11 K. HEALY, El profeta de fuego (Madrid
1995) 243-244.
12 Recientemente, Miguel Norbert Ubarri
ha estudiado las relaciones entre el místico flamenco y San Juan de la Cruz en:
Jan van Ruusbroec y Juan de la Cruz (La mística en diálogo) (Madrid 2007).
13 Cita Brandsma la participación de
Luis Martín, S.J., en Discursos leídos en Salamanca el día 23 de octubre de
1882 en el acto de adjudicación de premios del certamen literario, celebrado
para solemnizar el tercer centenario de la gloriosa muerte de Santa Teresa de
Jesús en Alba de Tormes (Madrid, 1882) 41-127. Parece ser que dicha conferencia
fue traducida a varios idiomas e incorporada a algunas ediciones de las obras
de la Santa.
14 El texto de las mismas fue preparado
por L. Walter y publicado bajo el título Carmelite Mysticism. Historical
Sketches (Chicago 1936), y posteriormente como: The Beauty of Carmel
(Dublin-London 1955); y en pequeños folletos, bajo el título Carmelite
Mysticism (Faversham 1980). Asimismo, hay una edición homenaje en el 50.º
aniversario de estas conferencias: Carmelite Mysticism. Historical Sketches
(Darien-Illinois 1986). Existen traducciones en diversas lenguas, pero no en
castellano. Sobre este viaje, cf. L. TROY, Blessed Titus Brandsma's trip to the
United States and Canada in 1935: The Sword 52 (1992) 25-35.
15 Véase, por ejemplo, la importancia
que le atribuye a este elemento: S. CASTRO, Cristología Teresiana (Madrid2
2010).
16 Cf. L. M. A. SCHOONBAERT, Albert
Servaes and the Luythagen stations of the Cross, en: AA.VV., Ecce homo.
Schouwen van de weg van liefde / Contemplating the way of love [J. Huls, ed.]
(Leuven 2003) 49-73. Lo hemos desarrollado en: F. MILLÁN ROMERAL, El Padre Tito
Brandsma... la santidad de la humanidad: Fonte 3 (2006) 77-100.
17 Acta Apostolicae Sedis XIII (1921-5)
197. La prohibición se basaba en el canon 1399-12 (del Código piobenedictino de
1917), que afectaba, entre muchas otras cosas, a las imágenes de cualquier modo
impresas de Nuestro Señor Jesucristo, de la Bienaventurada Virgen María, de los
Ángeles y Santos o de otros Siervos de Dios, opuestas al sentido y a los
Decretos de la Iglesia.
18 El texto original en holandés y la
traducción al inglés (con las láminas del pintor) pueden verse en la obra de
L.M.A. Schoonbaert que hemos indicado (véase nota 15). Contamos con una
traducción al italiano en: B. TITO BRANDSMA, Belleza del Carmelo (Roma 1994)
121-143.
19 Curiosamente, una controversia muy
similar se desarrolló en Francia, algunos años más tarde, a raíz de varios
artículos publicados en la revista de los dominicos L’Art sacrée que
reivindicaba una representación de Cristo más humano.
20 Utilizamos la traducción castellana
en versión libre del P. Jesús M.ª Carrión, O.Carm.
21 Véase nota 13.
22 Como veremos más adelante, por esas
paradojas de la vida, sería el P. Eugenio Driessen quien daría los primeros
pasos, muchos años después, para un posible proceso de beatificación del que
había sido su alumno díscolo.
23 Lo que no ocurriría hasta el 3 de
noviembre de 1985. Es un dato importantísimo en cuanto a la llamada fama sanctitatis:
a quince días de su martirio, son muchos ya los que hablan de la beatificación.
24 Se refiere a su propio hermano P.
Eugenio Driessen, que estaba en Roma desde 1932. Fue Postulador General (lo
cual explica la referencia) y Maestro de Estudiantes, y desde 1940 fue también
Procurator Misssionum. El P. Tito, como vimos anteriormente, había tenido
varias desavenencias con él en sus tiempos de estudiante (véase nota 21).
25 Puede verse entera en: F. MILLÁN
ROMERAL, Un testimonio de primera mano sobre la muerte del P. Tito: Analecta
Ordinis Carmelitarum 44 (1993) 34-39.
26 De hecho, como cuenta Aukes, se llevó
este libro a Amersfoort lo que le produjo un gran consuelo espiritual. Cf.,
H.W.F. AUKES, Het Leven van Titus Brandsma (Utrecht-Antwerpen 1963) 255 En el
resumen de esta obra en inglés, publicado en Canadá, bajo el título Titus
Brandsma, modern martyr for the truth (Welland 1996) 170.
27 Aparece reproducido en el monumento
al Beato Tito recientemente inaugurado en Nimega y obra del artista holandés
Arie Trum. Se trata de un cono abierto (mostrando la apertura intelectual y
personal del P. Tito), en cuyo interior aparece reproducida una página de la
obra de Verschaeve con la vida de Teresa entre sus líneas, como ejemplo de una
de sus más íntimas convicciones.
28 Sería completada tras la guerra por
el P. Brocardo Meijer y publicada como: T. BRANDSMA - B. MEIJER, De groote
heilige Teresia van Jesus (Utrecht-Brussel 1946).
29 Él mismo intentó animar a colegas o
amigos que sufrían la persecución nazi con esta frase de Santa Teresa o con su
célebre poema “Nada te turbe, nada te espante…” Así, por ejemplo, en la carta
que mandó a su colega de la
Universidad, el profesor Brom, que
estaba prisionero en Arnhem. Cf. H.W.F. AUKES, Het Leven van Titus Brandsma,
188 (Titus Brandsma, modern martyr for the truth, 97).
30 R. TIJHUIS, Nothing can stop God from
reaching us (Rome 2007) 112, 115 (traducimos directamente de la edición
inglesa).
31 En el Códice de Valladolid (CV),
Capítulo 34, n.6.
32 Cuentas de conciencia 1, 31. Sobre la
doctrina eucarística teresiana, pueden verse, entre otros, la síntesis de T.
ÁLVAREZ, “Eucaristía” en: Diccionario de Santa Teresa (Burgos 2000) 627-237;
así como: RÓMULO H. CUARTAS LONDOÑO, Humanidad de Cristo y Eucaristía en la
experiencia de Santa Teresa de Jesús, en: AA.VV., Beber en las fuentes de la
plenitud [F.J. Sancho, ed.] (Ávila 2008) 61-100.
33 Hay varios testimonios acerca de cómo
Brandsma ejerció ese “apostolado” entre los prisioneros más desanimados. Por
ejemplo, en Amersfoort (además de la famosa “conferencia del viernes santo”
sobre Geert de Groote), les hablaba con frecuencia de los discípulos de Emaus y
del sentido de las palabras: Mane nobiscum Domine. Cf. Cf. H.W.F. AUKES, Het
Leven van Titus Brandsma, 255-256 (Titus Brandsma, modern martyr for the truth,
170-171).
34 En la maravillosa iglesia carmelita
de Straubing (uno de los conventos más antiguos de la Orden y con una presencia
carmelita ininterrumpida desde el siglo XIV), se ha colocado hace unos años un
altar moderno, obra del artista Friedrich Schwarzl (natural de Bamberg, otra
ciudad alemana de gran tradición carmelitana). En dicho altar, se encuentran
representados cuatro santos carmelitas muy devotos de la eucaristía: Edith
Stein, Tito Brandsma, Juan de San Sansón y Teresa de Avila. Se trata, sin duda,
de un hermoso gesto, ya que sitúa a todos estos grandes santos juntos,
precisamente en torno al altar eucarístico.
35 H.W.F. AUKES, Het Leven van Titus
Brandsma, 288 (Titus Brandsma, modern martyr for the truth, 203-204, de donde
tomamos la traducción).
36 Quizás resuenen también algunos
números del capítulo 3 del Camino de Perfección (Camino, 3, 3-4). Sobre este
tema, cf. T. ÁLVAREZ, “Sacerdote” en: Diccionario de Santa Teresa (Burgos 2000)
1187-1193.
37 Cf. J. KAMMERER, La baraque des
prêtes à Dachau (Paris 1995).
38 Sobre la “experiencia religiosa” que
se vivió en este Lager, véanse, entre otros muchos, el testimonio del carmelita
polaco A. URBAŃSKI, Duchowni w Dachau (Kraków 1945), cuya traducción castellana
esperamos publicar próximamente en la colección Textos para un Milenio; así
como: K. MAJDAŃSKI, Un obispo en los campos de exterminio. Historia de una
fidelidad (Madrid 1991). Especialmente importante resulta la obra de J.
NEUHÄUSLER, Wie war das im KZ Dachau. Ein Versuch der Wahrheit näber zu kommen
(Dachau 1964), de la que existen traducciones francesa e inglesa, por ser su
autor el promotor del Carmelo existente en el terreno del Lager.
39 Le ordenó el obispo francés Gabriel
Piquet. El recordatorio de esta peculiar ordenación fue diseñado por el también
carmelita Rafael Tijhuis, al que hemos aludido anteriormente (ver nota 29). Cf.
O. PIES, Stephanus Heute. Karl Leisner, Priester und Opfer (Kevelaer 1949).
40 Puede verse la estupenda síntesis que
hizo de su figura el P. General, Joseph Chalmers, O. Carm., en su carta Fiel en
lo poco, fiel en lo mucho, publicada en diversas lenguas, con motivo de la
beatificación en 1999.
41 Cf. J. NEUH USLER, Karmel
"Heilig Blut" (Dachau) (M nchen ).
42 Se pusieron de manifiesto en las dos
instrucciones (Libertatis Nuntius de 1984 y Libertatis conscientia de 1986)
sobre algunos aspectos de la teología de la liberación, publicadas por el
entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal
Ratzinger.
43 He intentado describir esa
experiencia en relación a dos pintores: Zoran Music, conocido como "el pintor
de Dachau", quien con sus dibujos a plumilla y a lápiz de los cuerpos
apilados nos ha dejado un impresionante testimonio, tanto histórico como
artístico y humano de los últimos momentos del Lager de Dachau y Albert
Servaes, a quien me he referido anteriormente y su Via Crucis que tantos
problemas generó. Cf. F. MILLÁN ROMERAL, El Padre Tito Brandsma... la santidad
de la humanidad: Fonte 3 (2006) 77-100 (especialmente el apartado titulado:
Posible fundamento teológico: la gracia de Dios entre dos pintores...)