Juan Alberto Yaría
La Prensa,
25.02.2024
“La droga es como
otra persona que te susurra y te atrae, no te deja escapar”, afirmó un paciente
que llegó ‘zombie’.
La tarea
terapéutica es una tarea de humanización. El paciente cuando llega nos muestra
la “realeza” del cerebro automático y simiesco imperando sobre los centros de
autocontrol dependientes de las zonas más evolucionadas del cerebro.
De ahí, la
violencia, la impulsividad desbocada o noches y días sin fin con el ‘plato de
cocaína’ como el espejo de la muerte misma repudiada, pero, al mismo tiempo,
deseada y desafiada y que a veces culmina en un coma.
Somos el primer
país consumidor de cocaína junto a Uruguay en América Latina; ¿nos hemos dado
cuenta de que vivimos en una pandemia? ¿Hay la cantidad suficiente de centros
para atender la gran cantidad de pacientes en estados crónicos de intoxicación?
No percibimos que
vivimos en una pandemia (fenómeno epidemiológico masivo) ni tampoco que la cantidad
de centros para dolencias crónicas de años de consumo son escasos y en muchos
casos la calle es su destino o solo una desintoxicación que no va a la raíz del
problema.
La droga es así un
instrumento al servicio de la deshumanización y del dominio de las poblaciones
e incluso de control político. La cocaína en América Latina reina con poderes
formales a su servicio.
Solo queda un plan
preventivo que parta desde lo local, municipio por municipio, escuela por
escuela, aula por aula. Desde lo local; territorio por territorio. Una cultura
preventiva es lo que nos podrá salvar; aunque los poderes globales cancelan
toda posibilidad preventiva.
Solo desde lo
local se puede impactar en lo global… desde lo global entre la “plata y el
plomo” se ordenan los territorios locales. Genocidio asegurado con gran
plusvalía y con un aparato de narcomarketing de efectiva acción con la
finalidad de naturalizar el consumo.
REHABILITADO
Sergio, mientras
tanto, vuelve luego de varios meses de su rehabilitación. Cuando lo conocí
estaba en “carrera” de cocaína. No sabía quién era. Fue traído por familiares.
Su confusión mental denotaba que era un “nadie” o sea un “zombie” llevado y
manipulado por otros. Meses y meses de consumo desenfrenado.
Varios hijos en su
abandono lo buscaban frenéticamente. Solo un carnet de obra social posibilitaba
su ingreso en un sistema de comunidad terapéutica. Hoy forma parte, como
conductor, de una flota de taxis propiedad de uno de los pocos amigos que le
quedaban de su mundo, podríamos decir, no adictivo. Asumió su paternidad y
venía a invitarnos al casamiento de su hijo.
Llegó como un
‘nadie’ y hoy es ‘alguien’. Ese es el trayecto de un tratamiento hoy. De ‘nadie
a ser alguien’ a través de ‘algunos’ (un equipo de terapeutas y de compañeros de
rehabilitación).
Las drogas, en su
consumo dependiente, llevan al vaciamiento de nuestra subjetividad, o sea de
nuestra personalidad. Dejamos de
poseernos para ser objeto de otros. De sujeto de nosotros mismos pasamos a ser
objeto de otros y para otros. Distintos amos se apoderan de nosotros desde el
‘dealer’ en adelante.
CEREBRO Y DROGAS
Ese vaciamiento
subjetivo va acompañado de un daño a las estructuras del sistema nervioso. ¿Qué
le pasa al cerebro cuando se consume drogas?
a. Se perturba el
envío de la información entre las neuronas (ejes de la actividad del hombre).
b. Hay
sobreestimulación de los centros de gratificación y se pervierte el sistema
natural del placer.
c. Surgen nuevas
memorias que reemplazan a las habituales de nuestra vida y estos hábitos
recientes ligados al consumo son pertinaces y activos modificando
permanentemente nuestra conducta, se consolida así la memoria adictiva que
tracciona al sujeto hacia personas que ‘transan’ drogas, lugares de consumo o
situaciones que llevan a la activación del cerebro automático.
d. Se forma así un
verdadero ‘secuestro’ de las motivaciones normales del vivir por otras
alimentadas por el consumo permanente (nuevas amistades, lugares determinados,
situaciones que pueden generar conductas en ‘gatillo’ y automáticas que pueden
disparar el ‘apetito’ de drogas e inducir comportamientos de recaída emocional
y/o de consumo).
d. Todo esto forma
un desequilibrio permanente del sistema nervioso y de sus aparatos de control
de impulsos y de procesamiento a través del pensamiento. Se van generando,
entonces, rasgos definitorios del trastorno adictivo: búsqueda y consumo
compulsivo, pérdida de control y síndrome de abstinencia.
FAMILIA Y
AMBIENTES
Dos fenómenos más
existen articulados a esto: conectarse permanentemente con ambientes ligados al
consumo y la devastación y debacle de la vida familiar. Los ambientes del
paciente que consume en forma dependiente cocaína son llamados invalidantes o
sea no permiten un desarrollo de la personalidad.
Su mundo se va
estrechando y va abandonando contactos sanos, trabajos, amistades y lugares de
gratificación personal. El mundo cambia porque cambian sus entornos. Algo
similar sucede con la vida familiar. Los abandonos son frecuentes. Al
convertirse la droga en lo único prevalente en sus vidas todo lo otro y los
otros, desde familiares en adelante quedan a un lado.
Una recuperación
implica trabajar todos estos factores. Luchar contra el devastamiento
melancólico que lo transformó en un ‘nadie’ para poder convertirse en un
‘alguien’.
La renuncia a la
sustancia es fundamental y la aceptación de la enfermedad como, así también, la
ayuda de otros son requisitos claves. Recuperar la función cerebral dañada es
otro elemento central.
Desde la
medicación, la psicoterapia especializada, los grupos terapéuticos, las
asambleas de familias, la oxigenación, las actividades de práctica cognitiva,
la medicación necesaria; todo esto ayuda a recuperar el centro de nuestro sí
mismo.
Trabajar sobre la
vida familiar también devastada y sobre un ambiente sano de recuperación forma
parte de esta aceptación y de la renuncia que el paciente necesita hacer.
Sergio lo pudo hacer. Es posible.
Juan Alberto Yaría
* Director general
de Gradiva - Rehabilitación en adicciones