En el
número 5 de esta revista, publicamos un artículo sobre “El desconocimiento de
la Doctrina Social de la Iglesia”; nos complace comprobar que en un libro[i] del P. Gustavo Irrazábal,
sacerdote argentino, doctorado en Teología Moral, se analiza el tema. Nos
interesa resumir lo expresado por el autor, en la introducción de la obra
citada.
El proyecto divino de salvación involucra al hombre
también en su dimensión comunitaria y cósmica. Es la luz de este amor la que
debe orientar a los cristianos en su misión de construir una sociedad justa y
solidaria….
Ese anuncio, el Evangelio Social, toma hoy la forma
histórica que conocemos sobre todo como Doctrina Social de la Iglesia (en
adelante, DSI). Sugerir hoy que la DSI haya caído en cierto sentido en el
olvido puede parecer una exageración. Es más, con el presente pontífice se
diría que ha entrado en un período de franco apogeo en términos de aprobación
generalizada dentro y fuera de la Iglesia.
Sin embargo, algunos especialistas no compartirían el
optimismo de este diagnóstico. Al respecto, por ejemplo, observa G. Crepaldi:
“La Doctrina Social de la Iglesia (…) no parece ser
hoy adecuadamente valorizada, ni se constatan iniciativas particulares para su
estudio, su difusión, y si utilización. Una simple comparación con los años
Noventa del siglo pasado ofrece con gran evidencia el estado de situación.”
A pesar de las apariencias, el planteo de un “olvido”
de la DSI puede ser pertinente y útil.
Hoy parece haber tomado la posta de la reflexión
social lo que se denomina la “Pastoral Social”. La pastoral social, en sus
diferentes ámbitos, cumple esta función de nexo entre la teoría y la praxis.
Pero es preciso reconocer que hoy existe en la pastoral social una tendencia a
monopolizar, por así decirlo, la reflexión social.
A su vez, estos problemas se sitúan en un contexto
cultural de una radical secularización de las sociedades occidentales que lleva
a negar la naturaleza humana y –para decirlo con G. Crepaldi- “declara la
guerra al cristianismo”, no de un modo directo, negando la libertad religiosa,
sino indirectamente, impidiéndole defender en público los presupuestos
naturales de si fe.
El equilibrio siempre inestable entre la igualdad y la
libertad se ha inclinado claramente en favor de la primera. Un alto funcionario
vaticano ha podido incluso afirmar recientemente: “En este momento, los que
mejor realizan la doctrina social de la Iglesia son los chinos”.[ii]
[i] El Evangelio social: un tesoro olvidado; Agape
Libros, 2018
[ii] Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la
Academia Pontificia de Ciencias Sociales; 2-2-2018.