Fundamentos filosóficos de la Doctrina Social de la Iglesia



Por Germán Masserdotti
Fuente: Observatorio Van Thuan, 20 de mayo de 2020

La Doctrina Social de la Iglesia (DSI) “halla su fundamento esencial en la Revelación bíblica y en la Tradición de la Iglesia”. Esta afirmación supone que la fe “que acoge la palabra divina y la pone en práctica, interacciona eficazmente con la razón” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 74). ­

Sucede que la fe y la razón “constituyen las dos vías cognoscitivas de la doctrina social, siendo dos las fuentes de las que se nutre: la Revelación y la naturaleza humana. El conocimiento de fe comprende y dirige la vida del hombre a la luz del misterio histórico-salvífico, del revelarse y donarse de Dios en Cristo por nosotros los hombres. La inteligencia de la fe incluye la razón, mediante la cual ésta, dentro de sus límites, explica y comprende la verdad revelada y la integra con la verdad de la naturaleza humana, según el proyecto divino expresado por la creación, es decir, la verdad integral de la persona en cuanto ser espiritual y corpóreo, en relación con Dios, con los demás seres humanos y con las demás criaturas” (CDSI, 75). ­

La DSI “dicta los criterios fundamentales de la acción pastoral en el campo social: anunciar el Evangelio; confrontar el mensaje evangélico con las realidades sociales; proyectar acciones cuya finalidad sea la renovación de tales realidades, conformándolas a las exigencias de la moral cristiana” (CDSI, 526). Y, por cierto, dicho cometido se lleva a cabo teniendo en cuenta esa interacción jerarquizada que se da entre la fe y la razón. ­

En esta oportunidad, entonces, nos detendremos en algunos presupuestos filosóficos de esta luz y norma de las conductas los pueblos y de los gobiernos para el restablecimiento de todo en Cristo (cf. Ef 1, 10) que es la misma Doctrina Social de la Iglesia. ­

En un trabajo de síntesis admirable titulado “Santo Tomás y el orden social” -publicado en la revista Mikael en 1974-, Carlos Alberto Sacheri enuncia y explica brevemente los fundamentos antropológicos que pueden iluminar nuestra reflexión. El filósofo argentino observa que es necesaria “una admirable y completa doctrina de la persona humana” para una acertada elaboración social y política. Resalta la unidad substancial del hombre a la vez que la naturaleza destacada del alma humana en relación al cuerpo. ­

El hombre puede definirse “como animal racional, esto es, como ser a la vez corporal y espiritual, sensible y racional, afectivo y volitivo, verdadero microcosmos u horizonte ontológico, que resume en su totalidad psicosomática los confines del universo material con el linde sublime de las substancias separadas o inteligencias puras”, sintetiza Sacheri. El hombre es un ser personal. ­

Simultáneamente, el hombre es libre. La libre voluntad humana “le permite obrar por sí misma, sin coacción exterior o necesidad interior, con relación a todos los bienes parciales que la razón le presenta como perfectivos para el sujeto y sin que constituyan su bien absoluto o bonum humanum perfectum. Tal es el fundamento metafísico de la libertad humana”. ­

Por último, el hombre es responsable. Debido a que el hombre es libre, “como consecuencia de su aptitud intelectual para alcanzar la verdad de las cosas, se sigue asimismo que el hombre es responsable de las consecuencias de sus actos voluntarios, según testimonia nuestra experiencia moral. Racionalidad, libertad y responsabilidad son, por consiguiente, tres propiedades esenciales del ser humano”. Esta condición de la naturaleza humana resulta fundamento de la dignidad excepcional del hombre. Siguiendo al mismo Tomás de Aquino, nuestro autor afirma que tanto más elevada es la persona cuanto más individual es. Por esto resulta falsa la antinomia individuo-persona. ­

De esta manera, cuando en otra oportunidad consideremos la sociabilidad natural del hombre, podremos comprender mejor que ella es “el principio vinculador de la antropología con la filosofía social”. ­

Lo dicho hasta el momento podría resultar una mera elucubración teórica elaborada por expertos en la materia si no fuera porque, al menos según las novedades amplificadas por los medios, suele comprobarse que las propuestas prácticas para restablecer un orden social justo están más teñidas de ideología que sostenidas en una auténtica doctrina social que, de modo sapiencial, establece un feliz consorcio entre la fe y la razón y entre la teología, la filosofía y el resto de las ciencias. Por esto, conviene recordarlo: la solución es la Doctrina Social de la Iglesia, no la ideología ni cualquier otro tipo de reduccionismo. ­