Análisis de la Quadragesimo anno





Por Roberto Cortés*

Para comenzar es importante hablar brevemente del autor de la Encíclica: Pio XI, sucesor de Benedicto XV, quien a petición de los mambises declaro a la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba y antecesor de Pio XII, el Pontífice de la Paz.

Su pontificado dura del 6 de febrero de 1922 hasta el 10 de febrero de 1939. Su predecesor fue Benedicto XV y su sucesor Pío XII. Su lema del Papado PAX CHRISTI IN REGNO CHRISTI, es un buen resumen de su Papado. “La Paz de Cristo en el Reino de Cristo” es su lema, el buscará durante todo su Pontificado la paz. Su Papado coincide con el período de entreguerras.

Y con este lema buscaba motivar a todos los hijos de la Iglesia para que aportasen, cada cual en su particular ámbito de competencia, a la construcción de un nuevo orden social según los principios que para la convivencia en sociedad posee la Iglesia.


Durante su pontificado, la Iglesia Católica se fortaleció como institución y comenzó a ser un referente importante a nivel mundial no solamente en los aspectos religiosos sino también en los aspectos sociales.

Contexto histórico
La Primera Guerra mundial ocurre entre 1914 y 1918. La revolución bolchevique liderada por Lenin tomo el poder en octubre del año 17. Pío XI, defensor de los judíos, irá evolucionando hacia la negación de los nazis. La Segunda Guerra Mundial ocurre entre 1939 y 1945. El Pontífice muere cuando apenas faltaban unos meses para que estallase la Segunda Guerra Mundial.

El siglo XIX había llegado a su término, el nuevo siglo ensayaba un sistema económico apoyado en los progresos de la ciencia y la técnica. El incremento de la industria en la mayor parte de las naciones propició una sociedad humana dividida en dos clases: una, con ser la menos numerosa, gozaba de casi todas las ventajas, provenientes de inventos modernos que proporcionaban una vida muy confortable; mientras que otra, compuesta de muchedumbres de obreros, sumergidos en una preocupante miseria, luchaban por salir de la estrechez en que vivían.

En 1929, la caída de la bolsa en Wall Street indicaba el final de una época de capitalismo salvaje guiado únicamente por la libre competencia, el mayor enriquecimiento posible y la no intervención de los Estados ante el auge de las multinacionales. Tampoco los Estados comunistas resuelven los problemas económicos y sociales; en este clima de perplejidad aparece un fenómeno sociopolítico nuevo, el fascismo en Italia (surgido a partir de 1929) y el nazismo en Alemania que van a dar soluciones al problema económico y se van a enfrentar al comunismo. Se dan, por lo tanto, una serie de situaciones nuevas que reclaman una intervención del Magisterio de la Iglesia.

Nos encontramos en un momento en que el nazismo y el fascismo luchan contra el comunismo.
Después de la Segunda Guerra Mundial el mundo quedó dividido en dos bloques:
El bloque capitalista: liderado por los Estados Unidos y con influencia en Europa Occidental.
El bloque comunista: liderado por la URSS y con influencia por Europa del Este.

Partes de Q.A.
La encíclica tiene una introducción y tres partes.
1° Beneficios de la encíclica R.N.
2° Doctrina económica y social de la Iglesia.
3° Cambio profundo operado después de León XIII.

Contenido principal
Esta encíclica establece en qué consiste la autoridad que tiene la Iglesia en materia social y económica, al poner en claro la relación que existe entre la economía y el orden moral. La restauración del orden social quebrantado por la guerra. Condena por igual al socialismo, y al individualismo como impedimentos para la restauración del respeto a la vida humana y a las costumbres cristianas.

Contenido
Hace un análisis de la situación actual desde la siguiente perspectiva: al mercado libre le está reemplazando la dictadura económica. Al propugnar el Papa la restauración del orden social (esto constituye la finalidad de la encíclica), tiene en cuenta los tres sistemas vigentes (capitalismo, marxismo y totalitarismo) y hace una crítica descalificadora de los tres.

Del capitalismo condena la acumulación de ganancias que hace el capital, la ley de la oferta y la demanda sin control y un falso concepto de libertad que sólo beneficia a los más poderosos.

No admite el comunismo por el rechazo que hace de la propiedad privada, y por la lucha de clases como motor de la historia; reconoce que el socialismo ha aminorado los postulados del marxismo, pero su comprensión del hombre y de la sociedad no puede ser asumida por un católico.

El totalitarismo no se puede aceptar porque sitúa al Estado por encima del individuo y no pone en práctica el principio de subsidiariedad. (El principio de subsidiariedad, en su definición más amplia, dispone que un asunto debe ser resuelto por la autoridad (normativa, política o económica) más próxima al objeto del problema)

Tras hacer un resumen de las intervenciones anteriores de León XIII en los temas más sociales, hace un elogio de la Rerum novarum por su oportunidad (la penetración de un nuevo sistema económico y el desarrollo industrial habían producido una fuerte división de clases sociales). Luego resume la misma encíclica recordando el modo en que León XIII se hizo cargo del problema de los obreros sin pasar por el liberalismo ni por el socialismo.

El Papa Pío XI recuerda también los frutos que dio la encíclica: el hecho de que los gobernantes que hubieron de reconstruir el mundo después de la Primera Guerra Mundial se rigieran en cierta medida por los principios enunciados por la Rerum Novarum, la mejora de la situación de los obreros y las líneas dadas sobre sus asociaciones.

A continuación, el Papa Pío XI retoma las enseñanzas del Papa León XIII sobre la capacidad que la Iglesia tiene de intervenir en los problemas económicos y sociales con oportunas líneas e indicaciones por parte del Magisterio.

Afronta el tema de la propiedad privada recordando que León XIII no hizo una defensa a ultranza de la propiedad privada a costa de la comunidad o de la sociedad, sino que mostró su doble carácter haciendo hincapié en el problema que en aquel entonces más se debatía ante las teorías socialistas. Quienes niegan el carácter social y público del derecho a la propiedad pueden caer en el individualismo; pero quienes disminuyen o rechazan este carácter caen en el colectivismo. De ahí que, como se dice en la Rerum novarum, el derecho de propiedad se distinga de su ejercicio (cf. núm. 19).

Defiende el Papa Pío XI el salario, aunque aconseja que los contratos de los trabajadores se hagan no tanto como “contratos de trabajo” sino como “contratos de sociedad”. Luego recuerda que al fijar el sueldo se han de tomar en cuenta diversos factores y no solo el valor del fruto producido por el trabajador. Éste ha de recibir lo necesario para afrontar el sustento de su familia y tal sustento se viera afectado por aumentos de precios de productos de necesidad u otros de esa índole, esos cambios deberían darse también de manera proporcional en el sueldo. También ha de considerarse la situación de la empresa y del dador de trabajo.

La encíclica ofrece una renovada condena del comunismo al recordar los numerosos crímenes que se le achacan en Europa del Este y Asia. Asimismo, el Papa da unas guías para quienes deseen hacer apostolado entre los socialistas (que mitigan tanto la concepción de la lucha de clases como de la propiedad privada): no se permite ninguna connivencia con el error sino buscar y mostrar claramente la verdad. En efecto, indica:

“Considérese como doctrina, como hecho histórico o como "acción" social, el socialismo, si sigue siendo verdadero socialismo, aun después de haber cedido a la verdad y a la justicia en los puntos indicados, es incompatible con los dogmas de la Iglesia católica, puesto que concibe la sociedad de una manera sumamente opuesta a la verdad cristiana.” (nº 117)

Ante los diversos males que la ambición y la avaricia, “tristes consecuencias del pecado original”, traen a la sociedad y la economía, el Papa Pío XI pide que sean los valores, las virtudes y la doctrina cristianas las que imbuyan a fondo estas realidades poniendo en el primer lugar a Dios y considerando lo demás como medios.

El Papa Pío XI da una gran importancia en su encíclica a la restauración del principio rector de la economía, basado en la unidad del cuerpo social. Esta unidad no puede basarse en la lucha de clases, como el orden económico no debe dejarse a la libre concurrencia de fuerzas, que cae fácilmente en el olvido de su propio carácter social y moral.

El libre mercado es beneficioso, pero no puede gobernar el mundo únicamente la economía, como muestra la dura experiencia de los obreros, ni tampoco convertirse en una dictadura económica que se rige por sí misma.

La caridad y justicia social debe ser el alma del nuevo orden, defendida y tutelada por la autoridad pública. También son necesarios tras las dos instituciones internacionales y compre para una buena organización de la sociedad.

A pesar de defender la existencia de los sindicatos, se prohíben las huelgas y se critica duramente a las organizaciones socialistas. Como alternativa se proponen las estructuras de la Acción Católica.

El texto ataca, mediante un análisis lúcido, real y terrible, a la acumulación de poder y recursos en manos de unos pocos, que los manejan a su voluntad. Esta realidad produce tres tipos de lucha: por la hegemonía económica, por adueñarse del poder público y entre los diferentes Estados.

En referencia al capitalismo, la encíclica critica con dureza la libre concurrencia del mercado, especialmente con la mezcla y confusión entre el estado y la economía con olvidando el bien común y la justicia. Son funestos tanto el "nacionalismo o imperialismo económico" como el "internacionalismo" del dinero, que sólo tiene patria en sí mismo.

La solución al desorden actual está para Pío XI en la cristianización de la vida económica y la aportación de la caridad cristiana; el camino no es fácil y necesita de la gracia de Dios y la colaboración de todos.

Principales aportaciones de Q.A.:
Pío XI hace en esta encíclica dos aportaciones muy importantes: actualiza la reflexión de la DSI a los problemas actuales, y sitúa la cuestión social en los sistemas existentes que, además, están enfrentados. La perspectiva propia de su tiempo le llevó a no matizar adecuadamente la relación entre ser socialista y católico, así como la "prohibición de huelgas" que se daba en la Italia de Mussolini. La distinción que hace entre comunismo y socialismo es importante y matizada, aunque termina invitando a los católicos que se han pasado a las filas socialistas a que vuelvan a ámbitos más cercanos a la Iglesia.

Q.A. hace una gran aportación al hablar del contrato de trabajo, que después sería ampliamente desarrollado en la doctrina social de los Papas posteriores. También clarifica un tema que era objeto de discusión: si un cristiano podría militar en un sindicato no católico; Pío XI dice que con ciertas condiciones puede pertenecer a un sindicato neutro.

 Actualidad
La temática del orden social tiene una gran vigencia hoy día no sólo para la Iglesia, sino para todos los hombres y particularmente para los empresarios. Las interrogantes siguen siendo las mismas, ¿Quién debe regular las atribuciones del Estado?, ¿Cuál es la base para determinar un salario justo?, ¿Qué papel tiene la empresa en la vida social? Debemos recordar que la riqueza de la encíclica está en que, mientras existan relaciones humanas dentro y fuera de la empresa, Quadragesimo Anno seguirá instruyendo sobre estas cuestiones vitales a todos los hombres. Es aquí donde radica su valor, vigencia y trascendencia.

El panorama histórico que antecede a la encíclica es que: se vivía cada vez y en mayor escala una actitud de indiferencia, no sólo hacia Dios, sino también ante las miserias ajenas. El liberalismo filosófico nutría con sus ideas al sistema económico que conocemos como capitalismo liberal. La utopía de los idealismos socialistas, principalmente de origen marxista, fomentaba las inconformidades y los reclamos de los trabajadores y los empujaba a la lucha de clases. Se necesitaría estar ciego para no ver la pobreza escandalosa de los asentamientos humanos en los barrios proletarios, la carencia de lo necesario para vivir dignamente, esas familias no vivían, subsistían. La moral individual, la resignación de algunas personas y la exhortación a la generosidad de los ricos con los desposeídos es la voz de algunos autores por despertar una conciencia social. Si bien hay que recordar que varios eclesiásticos y laicos habían precedido, denunciado y actuando con sentido social.

 Propuestas
Se propone llevar a la práctica los principios de la recta razón y de la filosofía socialcristiana sobre el capital de trabajo y su mutua coordinación. Es necesario evitar tanto el individualismo como el colectivismo, sopesar con equidad y rigor el carácter individual y social del trabajo, regular las relaciones económicas conforme a las leyes de justicia conmutativa, con ayudas de la caridad cristiana y someter el libre mercado a la autoridad pública siempre que sea ésta última el garante de la justicia social dentro de un orden sano para todos.

Todas las propuestas de la encíclica se centran en la vuelta a la doctrina evangélica, de las que defiende su intemporal validez.
Algunas propuestas más concretas son:
  • Reforma ajustada de la economía a la razón iluminada por la caridad cristiana.
  • Colaboración mutua y armoniosa de todas las actividades humanas en la sociedad.
  • Reconstrucción del plan divino para todos los hombres.
  • El enriquecimiento es lícito siempre que no menoscabe los derechos ajenos.
  • "Ley de la templanza cristiana" contra los apegos desordenados, que son una afrenta a los pobres, y que se basa en "buscar primero el reino de Dios y su justicia".
  • "Ley de la Caridad", mucho más amplia que la pura justicia.
  • Igualdad radical de todos los hombres en la misma familia de hijos de Dios, encarnado en el hijo de un carpintero, para potenciar mutuo amor entre ricos y pobres.


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* 1ra Semana Social Católica de la Arquidiócesis de Miami
10 de octubre de 2010, Parroquia de San Juan el Apóstol

(Fuente: Democracia Participativa.net)

Texto completo de Encíclica:
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