Apuntes sobre el tema de la Identidad Nacional



Por Prof. Ignacio G. Tejerina Carreras

En nuestro país desde hace varias generaciones nos preguntamos una y otra vez sobre quiénes somos y cuál es nuestra identidad nacional y creo firmemente que ello es debido a que nuestra sociedad está constituida por personas de la más distinta procedencia, desde los hoy llamados pueblos originarios hasta los descendientes de los colonizadores españoles durante todo el período virreinal y primera parte del período independiente hasta aquellos que descienden como resultado de la política inmigratoria de la segunda mitad del siglo XIX, hasta el día de hoy.

Posiblemente esta pregunta que nos hacemos con angustia de quienes somos y de cómo somos, es también porque hemos fallado o fracasado en sabernos integrar y eso nos impediría ver cuál es nuestra identidad nacional.

Cómo se forma la identidad nacional
En primer lugar, alguien podría preguntarse si realmente existe una identidad nacional y de manera convencida deberemos decir que sí existe y que es el resultado de la convivencia y de la interacción cultural de todos los miembros de una comunidad organizada a través de los años, y de las generaciones, de su historia, de su proceso social, de las tradiciones y de las instituciones que se han ido incorporando a través del tiempo.

¿En qué momento puede decirse que comienza a forjarse nuestra identidad nacional?
Creemos con absoluta convicción que ella tiene su origen en la llegada de los conquistadores españoles a estas tierras y en su mixturación con la población aborigen. Tomando esto último, no sólo en el sentido del mestizaje biológico sino también en el mestizaje cultural y en el intercambio y puesta en valor de costumbres compartidas.

El punto de partida de este hecho fundacional, es la fundación de la ciudad de Barco, por Juan Núñez de Prado en una región del antiguo Tucumán el 29 de junio de 1550 y que tres años después ya trasladada a otro lugar pasara a llamarse Santiago del Estero y con justa razón, Madre de ciudades.

Por este motivo, es que los integrantes del Instituto Argentino de Cultura Hispánica de Córdoba, llegamos a presentar una ponencia para que esa fecha sea reconocida como el Día de la Argentina Fundacional porque de allí hay una continuidad ininterrumpida de vida en sociedad cada vez más amplia y compleja hasta el presente. Entonces, es dable pensar que nuestra identidad tiene por cuna la cultura hispánica, es decir la cultura que trajeron los conquistadores españoles, la cultura de la civilización cristiana y los aportes que proporcionaron los distintos pueblos aborígenes.

Esa cultura española y cristiana fue evolucionando a través del tiempo y es así como lo mejor del Siglo de Oro español, en cuanto a la Letras, se fue introduciendo en las viejas y antiguas ciudades argentinas fundadas en el siglo XVI y en los pueblos y parajes de la campaña ya no sólo del siglo XVI, sino del XVII y del XVIII.
En la primera mitad del siglo XX; el catamarqueño Juan Alfonso Carrizo se puso en la hermosa, pero difícil tarea de rescatar los viejos cancioneros de las provincias argentinas. En este caso las más vinculadas al Tucumán y su labor fue elogiosa y pudo de esa manera, hacernos conocer tanta belleza, aunque no sé si hoy eso es conocido por el pueblo.

Estos cancioneros comprendían las más diversas expresiones, tales como romances, villancicos, poemas de tipo religiosos, históricos; también había adivinanzas, coplas, etc. Con gran acierto señala Enrique Prevedel [1] referido a la descripción que Sarmiento hizo del cantor campesino, considerándolo al gaucho cantor como que era el mismo bardo, vate o trovador de la Edad Media, que se movía en la misma escena.

Cuando anteriormente hemos hablado de Civilización Cristiana, queremos afirmar que el catolicismo fue una de las fuentes necesarias de la conquista y colonización, pues conjuntamente con ellas se propagaron los Evangelios y las enseñanzas bíblicas penetraron en la conciencia de todos los pobladores a través de los primeros siglos, ya sea españoles peninsulares, españoles americanos o criollos o los pueblos originarios.

Pero esta identidad nacional que fue permanentemente trabajada y elaborada a través de los tres primeros siglos del proceso colonizador, tuvo acontecimientos y circunstancias que posteriormente iban a dar como efecto tres crisis importantes.

Primera crisis
Raúl Puigbó cita a José Luis de Imaz y dice lo siguiente [2] “en coincidencia con nuestra tesis, la primera crisis de identidad hispanoamericana se originó, tras las independencias, y afectó a los tres órdenes básicos: al social, al rol y peso político de los ejércitos y a la ‘inteligencia’ que hubiera podido fundamentar una nueva legitimidad”

Afirma este autor, que se debió al pasaje de un orden estamental a otro orden burgués. Por nuestra parte, nosotros podemos afirmar y en esto coincidimos con Puigbó que la estratificación social basada en la pigmentación de la piel de manera distinta que la hecha por los estadounidenses blancos en su Revolución, la independencia en Hispanoamérica movilizó a pardos, mestizos, hombres de color e incluso indígenas.

También señala Imaz, que el ejército “se convertiría en el gran canal de ascenso social, que al romper los criterios de casta y alterar las discriminaciones de la piel generaría una movilización ascendente que extendería no sólo a los involucrados, sino a sus familias y descendencia”.

En cuento al tercer orden social en crisis el de la “inteligencia”, afectó principalmente a la Iglesia que era la institución encargada de dar legitimidad a las opiniones y todos sabemos que el clero se dividió entre pro realistas y los independentistas por llamarlos de algún modo.

Tan relevante fue la presencia del clero, que dieciséis fueron los sacerdotes que firmaron el acto de la independencia. La gran mayoría de los eclesiásticos fueron pertenecientes a renombradas y viejas familias del país.

Segunda Crisis
La segunda crisis la podemos expresar con claridad a través de la generación de 1837 con el aporte de todos ellos jóvenes intelectuales, entre los cuales se encontraba Juan María Gutiérrez.
En efecto, era momento de organizar el país y los bien pensantes tenían la preocupación de cómo hacerlo, para lo cual necesariamente se preguntaban quiénes eran y cómo eran.
Y aquí podemos ver, que esta gente allanaría el camino al Congreso Constituyente de 1853.

Varios acontecimientos tuvieron influencia en esa generación, no solamente la Revolución de Mayo o la Independencia de 1816, las que habían sido precedidas por dos hechos importantes: las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Luego tenemos el Pacto Federal del 4 de enero de 1831 por el cual Rosas logró la Unidad Nacional y luego, el reconocimiento internacional de la Confederación argentina al haber defendido exitosamente la soberanía frente a los ataques bélicos de Francia e Inglaterra. Todos los cuestionamientos que nos hacíamos sobre quiénes éramos y cómo actuábamos repetía el enfrentamiento de la tradición católica criolla, forjada en los tres siglos del período hispánico con la irrupción del pensamiento del iluminismo enciclopédico que era agnóstico cuando no ateo y antitradicionalista, tomado de la revolución francesa. Realmente conformaban dos concepciones de vida diferentes y contradictorias entre una perspectiva federal y otra unitaria y si algo - y bien importante – tuvo la Generación del 37 (Marcos Sastre, Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López, y Miguel Cané entre otros) fue su aporte para conciliar las dos concepciones para la organización institucional que se iba a dar en 1853.

Tercera Crisis
La tercera crisis, diría que ha sido quizás la más traumatizante e importante. ¿Por qué? Porque el impacto de la inmigración masiva, fue de tal magnitud y de características diferentes, pero de similar efecto que con los inicios de la colonización española, ya que hubo un proceso de mestización, aculturación, asimilación, e integración de los componentes étnicos originales – españoles, indígenas y negros – con población venida de todas partes del mundo.

Cuando hablamos de integración de todos los grupos étnicos, no se supone que todas las partes deban ser homogéneas, sino que todas ellas se reconocen como integrantes de una organización social estructurada.
El crecimiento de la población con la llegada de inmigrantes, hizo aumentar de manera increíble la cantidad de habitantes.

La proporción de extranjeros, por ejemplo, en los Estados Unidos, que recibió mayor cantidad que la Argentina el porcentaje relativo de los inmigrantes respecto del total de la población, fue siempre menor al nuestro, lo que demuestra que la política inmigratoria de los Estados Unidos fuera más prudente que la de nosotros. Las más brillantes cabezas del país, abogaban por la llegada de inmigrantes: Alberdi propugnaba el apotegma “gobernar es poblar” y deseaba la inmigración para mejorar “la población nativa” peyorativamente considerada inferior o bárbara. Entre los efectos en principio sociales de la inmigración encontramos lo siguiente:
a) cambios en la estructura social
b) crecimiento de las clases medias
c) nuevos usos y costumbres
d) conflictos, tensiones y desajustes por el cambio y la falta de integración y competencia entre los grupos étnicos no asimilados
e) surgimiento del sindicalismo y también el de una burocracia fundamentalmente estatal
f) colonización de zonas despobladas y problemas generados por el aumento de la población (sanitarios, viviendas, transporte, servicios)
g) transformación del lenguaje con un empobrecimiento del idioma y aparición del lunfardo
h) desaparición del gaucho.

En el aspecto demográfico el resultado de una falta de planeamiento, se cayó en un asincrónico de la población en algunas zonas, en detrimento de otras.

En los aspectos políticos introdujeron nuevas ideas y prácticas políticas como el caso del socialismo, el anarquismo y el radicalismo. Hubo partidos de alcance nacional y otros de nivel provincial y muchos de ellos municipal.

En cuanto a lo cultural, nos encontramos con una transformación del sistema sociocultural, a través de la transculturación, la aculturación y la endoculturación. También nos encontramos con la integración cultural con Europa y la educación común. Así mismo se encuentra un rezago cultural de regiones y sectores y un desarrollo importante de la educación media y universitaria.

Factores de freno de la asimilación (Tomado del Dr. Raúl Puigbó)
a) el carácter masivo y no selectivo de la inmigración
b) la concentración del mayor número de inmigrantes en los centros urbanos que en muchos casos llegaba a exceder a la población nativa, estando la estructura sociocultural argentina en inferioridad con respecto a la no nativa
c) la escasa población nativa y su diseminación en el vasto territorio nacional
d) el alto índice de masculinidad y de adultos entre los inmigrantes, rompiendo el equilibrio entre los sexos y modificando la pirámide de la población
e) la concentración en colonias de inmigrantes de un idéntico origen étnico, manteniendo estos la misma lengua, costumbres, valores, etc.

Estímulos a la asimilación
a) el matrimonio mixto
b) la educación obligatoria y gratuita, que familiarizó a hijos de extranjeros y a hijos de nativos con la historia nacional y sus símbolos y héroes
c) el servicio militar obligatorio, donde pudieron convivir gente del más diverso origen
d) la misma formación religiosa católica en comunidades españolas, italianos, polacos, franceses e iberoamericanos


Teorías interpretativas de la crisis de identidad nacional
Siguiendo como hemos estado haciendo habitualmente a Raúl Puigbó, se pueden considerar cuatro clases de interpretación de nuestras crisis.

1) La primera es la llamada teoría ontológica, cuyos más importantes representantes fueron Carlos Astrada en su libro “El mito gaucho” y Juan José Hernández Arregui… también se puede agregar acá a Homero M. Guglielmini.

2) La segunda sería la teoría filosófica y ha sido desarrollada principalmente por Hugo Biagini. El autor nos dice que el tema de la identidad es un problema contemporáneo que obedece a un criterio tanto académico como vital y que la identidad es un proceso de autoafirmación comunitaria e individual a partir de las experiencias cognoscitivas del niño.
Biagini señala que en el siglo XIX ha predominado en nuestra intelectualidad una fuerte hispanofobia y rescata a quienes tiempo después valoran lo que se nos ha dado en llamar la Patria Grande, tal el caso de Vasconcellos, Manuel Ugarte, Víctor Raúl Haya de la Torre y Miguel Ángel Asturias.
Biagini también dedica mucho tiempo en estudiar y analizar el antihispanismo de Sarmiento, Vicente Fidel López, Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez.

3) Este tercer grupo es el que sostiene la teoría racial y aquí también encontramos como exponentes al mismo Sarmiento, Carlos Octavio Bunge y en menor cuantía a Agustín Álvarez. Sarmiento distingue a la colonización del Norte de América con la española.

4) Teoría historiográfica. Diana Quatrocchi – Woisson y el revisionismo. Adolfo Saldías y Ernesto Quesada. Ricardo Levene, Emilio Ravignani, Diego Luis Molinari y Rómulo Carbia

5) ¿Hubo una quinta teoría, expresada por Mariano Grondona?

Identidad iberoamericana

La necesidad y el ideario de recomponer todas las divisiones subyacentes a la desintegración del gobierno español como consecuencia de las independencias logradas en el siglo XIX, fue una fuente de constante inspiración de líderes de las tres Américas. Quizás Simón Bolívar fue el que más ha trascendido, pues convocó a un congreso para lograr que todos los nuevos países confluyeran en una unidad de acción, como lo habían sido durante los tres siglos del gobierno hispánico. En nuestro país fueron varios los hombres públicos que bogaron por esa idea americanista, en mayor o menor grado. Destacándose entre otros varios el Gral. San Martín, el Gob. de Córdoba Juan Bautista Bustos y el caudillo Felipe Varela, todos querían una América unida y no resulta difícil imaginar que, si esto se hubiese logrado, otra cosa hubiera sido la historia de estos países.

En el siglo XX, continuó la lucha ya desde pequeños cenáculos la mayor de ellos intelectuales, en pro de una Hispanoamérica unida. Los peruanos José Santos Chocano, José de la Riva-Aguero y Víctor Raúl Haya de la torre; los argentinos Ricardo Rojas, Marcelino Ugarte o Jorge Abelardo Ramos; el dominicano Pedros Henríquez Ureña, se destacaron por la lucha.

La verdad es que la labor de ellos ha sido ímproba y si bien se realizaron muchas gestiones, también los fracasos fueron frecuentes. Lo más próximo a nosotros fue la constitución primeramente del MERCOSUR, abarcando en principio cuatro países: Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil. Después se agregaron Chile y Bolivia y Venezuela se ha presentado interesada también en integrarse. Por otra parte, así mismo fue un logro llegar a la constitución del UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas), anterior a todo esto se organizó y aún existe una unión de países centroamericanos a la que pertenecen Guatemala, Honduras, el Salvador, Costa Rica y Nicaragua, pero ignoramos por qué no lo integra también Panamá.

Quienes formamos parte de los Institutos de Cultura Hispánica de todos los países de habla española, desde la fundación del Instituto de Cultura Hispánica de Madrid se ha luchado permanentemente por los derechos, la vigencia y la continuidad espiritual de la hispanidad. En el año 1990 y como parte de la adhesión a la celebración del V Centenario en el año 1992, el Instituto Argentino de Cultura hispánica de Córdoba, organizó el congreso internacional “Cinco siglos de hispanidad” con más de mil participantes inscriptos, más de 300 ponencias efectuadas y la presencia de delegaciones de numerosos países americanos e incluso miembros de la colectividad hispana de los Estados Unidos. De ese congreso salió aprobado por unanimidad la moción de constituir la confederación Iberoamericana de Naciones. En Córdoba nuestro Instituto apoyó y dio un buen respaldo a la iniciativa de dos instituciones que en ese momento me honraba en presidir y que eran el Instituto de Estudios Históricos “Roberto Levillier” y el Centro de Estudios Genealógicos, en el sentido de constituir en nuestra ciudad una comisión permanente de apoyo a la Cumbre Iberoamericanas, teniendo la idea y la convicción de que a través de esas reuniones anuales que se llevaría a cabo en diferentes países de Iberoamérica, contribuiría a crear una conciencia de la necesidad de importancia de esa unión de países.

Diferencias en la América sajona y la América hispánica
- La América sajona, fue considerada insaciable y todo comenzó con la Luisiana que había sido colonizada por España en 1763 y que durará hasta 1898. entre los norteamericanos predominó el sentimiento antiespañol.
Los norteamericanos compraron la Florida y siguiendo el impulso de lo que ellos llaman “destino manifiesto” se apoderaron de territorios españoles y mejicanos, anexando Texas, California y Puerto Rico, este último después de la guerra de 1898.

- Mestizaje étnico. Este fenómeno ha sido una constante en Iberoamérica tanto entre españoles con indios como españoles con negros y estos últimos con indios. Según el autor Ycaza Tigerino el sentido vital de nuestra historia, está marcado por el proceso de mestización que es a su vez el proceso de formación de nuestros pueblos.

- De la mestización biológica hemos pasado a la mestización cultural y después a la aculturación o integración cultural. Con respecto a la cultura iberoamericana ella es original e integrada en base a valores, normas y significados comunes que le acuerdan una identidad propia más allá de los matices propios de las identidades nacionales de los países que las componen

El gaucho como fundamento de la identidad nacional
Para Ricardo Rojas, el gaucho es una figura central y el género gauchesco muestra que fue la primera manifestación auténtica de nuestra Patria. Lo que dice este gran autor sobre el gaucho y sobre el poema Martín Fierro, es muy cierto, pero lamentablemente olvida toda la tradición literaria que nos ha dejado documentada Juan Alfonso Carrizo en sus diferentes “cantares”.

La verdad es que el Martín Fierro fue una obra impresionantemente argentina. Su logro se demuestra fácilmente con el hecho sin precedentes del éxito de su venta, entre 1872 y 1875, se publicaron ocho ediciones en Buenos Aires y una en Rosario y en 1894, se calculaba que se habían vendido más de cien mil ejemplares, sin contar las ediciones en otros países y las clandestinas. En el campo de todo el país y no solamente en la Pampa, los gauchos escuchaban embelesados a los payadores y guitarristas que recitaban el poema de memoria.

Raúl Puigbó en su excelente libro “La identidad Nacional Argentina y la identidad Iberoamericana” nos cita a Miguel de Unamuno, cuando decía que en el Martín Fierro se compenetraban y se fundían íntimamente el elemento épico y lírico y que de todo lo hispanoamericano, era lo más hondamente español.

Ernesto Quesada, en un ensayo sobre el criollismo consideraba al Martín Fierro como una verdadera epopeya de la raza gaucha y Ricardo Rojas, manifestaba que el Martín Fierro, era a los orígenes de la nacionalidad argentina lo que el cantar del Cid era a los orígenes de la civilización española.

La sociabilidad del gaucho
Es notable como ha quedado la imagen del gaucho reflejada a través de los años como un ser amplio y generoso, valiente y luchador a tal punto, que lo muestra la palabra “gauchada” como sinónimo de un favor hecho. El gaucho tenía una gran sensibilidad y solidaridad social que se mostraba a diario en el mencionado libro del Dr. Raúl Puigbó que nos relata que Hudson contaba en su libro Allá lejos y hace tiempo una experiencia personal que había vivido al ocurrir el incendio de un cardal en una estancia vecina. Cuando él fue con su padre a ayudar, se encontró con más de sesenta personas que habían concurrido a colaborar a apagar el fuego.

Cuando uno tiene la oportunidad de leer las cartas o notas de viajeros, con frecuencia hay menciones de la generosidad de los criollos y los gauchos que podían alojarlos sin tiempo predeterminado y no cobrarles nada, incluso algunos comentadores o actores recuerdan que cuando querían pagar a los anfitriones algún servicio que les habían prestado, ellos se negaban a recibir cualquier compensación al tiempo que se sentían ofendidos sólo por el ofrecimiento.

Cultura gaucha
Todo el folklore argentino es heredero de la cultura gaucha, cada región tuvo su hombre de campo y una música distintiva. La riqueza de nuestra cultura a través de una de las manifestaciones más visibles como es la música, se aprecia en la variedad de las danzas, canciones, etc. que conservan nuestro acervo propio. Tenemos música litoraleña, música de las provincias del noroeste argentino, música cuyana, música sureña y música del centro del país.
Y volviendo al tema del Martín Fierro, es notable el caso que muestra una épica que tiene una raíz común en los payadores gauchos, verdaderos poetas las más de las veces iletrados, que iban de pago en pago al igual que los trovadores y juglares de la Edad Media.

Lugones, solía decir lo siguiente: para honra nuestra población rural no hay un rancho argentino donde falte la guitarra y el Martín Fierro. Los que no saben leer aprenden de oído y los que apenas silabean trabajosamente hacen del poema su primera lectura. Así también recuerda Lugones, el caso de un gaucho viejo que vivía con su mujer en un paraje de las sierras cordobesas sin que ninguno de ellos supiera leer, pero al recibir a un viajero, sacaban el Martín Fierro que tenían guardado para que el visitante se deleitase leyendo algún pasaje del libro.

Raúl Puigbó cita al filósofo y metafísico Carlos Astrada, discípulo destacado de Martín Heidegger quien señalaba que el Martín Fierro recogía y documentaba el “Epos” de la argentinidad y que nos había dado una cosmovisión épico telúrica y política, luego agregaba que era el único pueblo de Hispanoamérica que poseía un poema épico de la belleza y jerarquía espiritual del Martín Fierro era la Argentina.

(Apuntes preparados para la Diplomatura en Ética Social, dictado en 2011, en la Cátedra Juan Pablo Magno)

Notas

[1] Prevedel, Enrique “La cultura Argentina Fundacional” Ediciones de El Copista. Córdoba 2006
[2] Puigbó, Raúl “La identidad nacional Argentina y la identidad Iberoamericana” Editorial Nuevohacer, grupo Editor Latinoamericano. Buenos Aires 1998