Ricardo Rovira Reich: “Plutarco y
Jenofonte: Formadores para gobernantes de hoy”; Madrid, Civilitas - Europa,
2015, 47 pp.
El Padre Ricardo, cuya labor
sacerdotal en nuestra ciudad de Córdoba es recordada con afecto, pese al cuarto
de siglo transcurrido, realiza ahora su actividad pastoral en Madrid. Además de
sus tareas sacerdotales, participa activamente en la vida cultural desde la
Fundación Civilitas. Uno de los frutos
de su prédica destinada a la formación de dirigentes aptos para las funciones
públicas, es el trabajo que pasamos a comentar brevemente.
El desinterés generalizado por la
vida cívica es concomitante al desprestigio de los dirigentes públicos. Se
plantea el autor si existe hoy la posibilidad de políticos bien formados y
conscientes de su responsabilidad. Puesto que toda sociedad necesita orden y
gobierno, deberíamos ocuparnos, en este tiempo, más que nunca, de preparar
adecuadamente a quienes han de ejercer el gobierno.
Por otra parte, la experiencia
enseña que la perfección institucional es insuficiente: lo determinante son las
personas que dan vida a esas organizaciones. Entonces, debemos indagar si es
posible influir para hacer posible que nos gobiernen los mejores; o sea
determinar si se puede enseñar a gobernar bien.
Para esta ardua empresa, podemos
aprovechar el aporte de los pensadores clásicos; recordemos que en Grecia y
Roma, involucrarse en la vida pública era obligatorio moralmente y fuente de
prestigio. Uno de las figuras que han vuelto a despertar interés es Plutarco de
Queronea. Su obra Vidas Paralelas aporta ejemplos dignos de imitar. Es un
pensador que influye en los lectores por:
Su religiosidad, su valoración de
la virtud, su concepción de la autoridad como servicio, su didactismo moral lo
hacen atractivo, e implícitamente próximo a planteamientos como los de Tomás de
Aquino, por ejemplo.
De su propia experiencia como
funcionario, Plutarco aprendió que: En política siempre hay que buscar lo que
une, no lo que divide, y asociar al propio éxito a los demás, sin fagocitar en
beneficio de sí mismo lo que sale bien.
De su actuación pública y de la
docencia, que ejerció en una Academia propia, surge su intención de instar a la
responsabilidad política, de brindar formación adecuada para el ejercicio de
cargos de gobierno, de hacer ver la importancia del cultivo de las virtudes
para el buen gobernante, y de la orientación moral en toda actividad humana.
El método plutarqueo para la
formación en política abarca los dos enfoques complementarios, teórico y
práctico. Como enseñaba Aristóteles, el fin de la política no es el
conocimiento sino la acción; sin embargo, nuestras ideas influyen en nuestras
acciones, y nuestras acciones influyen en nuestras ideas.
Rovira analiza después a
Jenofonte, que, estudiando la vida de Ciro el Grande, comprendió que gobernar
hombres no es una tarea imposible ni difícil, si se realiza con conocimiento.
En la Ciropedia, Jenofote destaca
las virtudes o cualidades que debe tener todo gobernante. Otra obra de dicho
autor –Memorabilia- contiene un diálogo de Sócrates dedicado a la educación de
los gobernantes, donde el filósofo sostiene que toda educación debe ser
política. Asimismo, afirma que la naturaleza humana posee características
invariables, de modo que, conociéndolas, podemos prever el comportamiento de
los demás.
Rovira nos ayuda con este
trabajo, que demuestra una vez más su erudición, a interesarnos en la lectura
de los clásicos que pueden contribuir a encarar con mayor serenidad la época
compleja en que nos ha colocado la Providencia. Y concluye que en estos tiempos
que vivimos es preciso asentar la vida pública sobre los valores morales
propugnados desde la Antigüedad, para que las relaciones de la persona y el Estado, y la de los
Estados entre sí, se edifiquen sobre los principios de una filosofía probada
por el juicio de la razón y por la experiencia histórica.